domingo, 3 de septiembre de 2017

SAN GREGORIO MAGNO, PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA, 3 DE SEPTIEMBRE


Hoy 3 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de San Gregorio Magno, el primer monje elegido Papa


 (ACI).- Hoy 3 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Gregorio Magno, quien solía decir que “Donde el amor existe se obran grandes cosas”. Fue el primer monje en llegar a ser Papa y hoy es Doctor de la Iglesia.

Nació en Roma en el 540 en una familia de la que había salido dos Papas: Félix III (483-492), su tatarabuelo, y Agapito (535-536). Siendo joven ingresó a la carrera administrativa, la cual dejó para ser monje, transformando la casa de la familia en el monasterio de San Andrés en el Cielo.

Más adelante, el Papa Pelagio lo nombra diácono y lo envía a Constantinopla como Nuncio Apostólico. Luego es llamado a Roma como secretario del Pontífice. Allí vivió años difíciles con desastres naturales, carestías y la peste, de la cual fue víctima el Papa Pelagio II.

El clero, pueblo y senado lo eligieron como Papa y se preocupó por la conversión de los pueblos jóvenes y de la nueva organización civil de Europa. Quería entablar relaciones de fraternidad con todos para anunciarles la palabra de salvación.

El Papa Benedicto XVI, en su audiencia general del 28 de mayo del 2008, refiriéndose a él, dijo:

“En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos muestra dónde están las verdaderas fuentes de la paz y de dónde viene la verdadera esperanza; así se convierte en guía también para nosotros hoy”.

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El Papa Gregorio I, con más justicia llamado "Magno", fue el primer Pontífice que fue monje y ascendió a la silla apostólica cuando Italia se hallaba en una condición deplorable como consecuencia de las luchas entre los ostrogodos y el emperador Justiniano, que terminaron con la derrota y muerte de Totila, en el año 562.

Aunque San Gregorio cumplía fiel y honrosamente sus funciones como prefecto, desde hacía tiempo se sentía llamado a una vocación superior, hasta que por fin resolvió apartarse del mundo y consagrarse al servicio de Dios, siendo ordenado séptimo diácono de la Iglesia Romana y enviado como embajador ante la corte bizantina. A principios del año 586, tras volver a Roma, se convirtió en abad del monasterio de San Andrés.

En el año 590, una terrible epidemia arrebató la vida al Papa Pelagio y el pueblo escogió a Gregorio como nuevo Pontífice. Desde el momento que asumió el cargo de Papa, se impuso el doble deber de catequizar y cumplir con la disciplina; prohibió el cobro injusto de primas por entierros en iglesias, por ordenaciones o por conferir el palio y no permitió a los diáconos dirigir la parte cantada de la misa a menos que fueran escogidos por sus voces más que por su carácter. También destacó como predicador escogiendo temas del Evangelio del día y, hasta nosotros ha llegado algunas de sus homilías, llenas de elocuencia y sentido común, terminadas con una enseñanza moral que podía adaptarse a cada caso. Fue un excelente administrador de la Sede Pontificia pues todos los súbditos estaban contentos con lo que les tocaba en la distribución de bienes y aún entraba dinero a la tesorería.

De toda su labor religiosa en occidente, la conversión de Inglaterra y el éxito que coronó sus esfuerzos encaminados hacia esta dirección fue para él, el mayor triunfo de su vida. Se le reconoce a San Gregorio la compilación del Antiphonario, la revisión y reestructuración del sistema de música sacra, la fundación de la famosa Schola Cantorum de Roma y la composición de varios himnos muy conocidos. Pero su verdadera obra se proyecta en otras direcciones. Se le venera como el cuarto Doctor de la Iglesia Latina, por haber dado una clara expresión a ciertas doctrinas religiosas que aún no habían sido bien definidas y quizá su mayor labor fue el fortalecimiento de la Sede.

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