martes, 3 de junio de 2014

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 4 DE JUNIO DEL 2014

Autor: José Enrique Anaya Degollado | Fuente: Catholic.net
Padre, que ellos sean uno, como nosotros
Juan 17, 11-19. Estamos en comunión a causa de nuestra identidad más profunda: Cristo en nosotros. ¡Qué hermosa es nuestra fe!
 
Padre, que ellos sean uno, como nosotros
Del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mi mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad.» 

Oración Introductoria

Jesús, gracias por ponernos en manos de tu Padre, que también en es nuestro. Enséñanos a orar y a guardar la unidad que deseas para nosotros. Tú nos has mostrado el camino porque nos has dado tu palabra en el Evangelio. Nosotros queremos alcanzar la santidad que nos propones, y sabemos que sólo nos será posible si permanecemos unidos a ti, por la oración continua y la vivencia de la caridad auténtica.

Petición

Jesús, que sepamos escuchar tus palabras para conocer la verdad, y ser así luz en la oscuridad de este mundo. Ayúdanos, que sin ti, nada podemos. Guárdanos en la unidad para poder dar testimonio de ti, y lograr que el mayor número de personas llegue al cielo.

Meditación del Papa Francisco

El mundo está lacerado por las guerras y la violencia, o herido por un difuso individualismo que divide a los seres humanos y los enfrenta unos contra otros en pos del propio bienestar. En diversos países resurgen enfrentamientos y viejas divisiones que se creían en parte superadas.
A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis: "En esto reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros". Es lo que con tantos deseos pedía Jesús al Padre: "Que sean uno en nosotros [...] para que el mundo crea". ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos. (S.S. Francisco, exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 99). 

Reflexión 

¡Qué hermosa es nuestra fe! Estamos llamados a guardar la unidad como cristianos -personas que hemos creído en el amor de Dios, manifestado en Jesús, su Hijo. Realmente somos uno en Jesús porque su amor nos une, a pesar de la distancia, del tiempo, de las mil diferencias. Todos hemos creído en una misma Persona que nos ha mostrado el camino de la verdad. Por Jesús conocemos el sentido de nuestra vida; quiénes somos y cómo estamos llamados a ser: personas de caridad, porque sólo en la caridad podemos guardar la unidad.

Propósito

Pediré a Dios, nuestro Señor, el don de la caridad, para ser un testigo auténtico de su palabra.

Diálogo con Cristo

Jesús, gracias por haber dicho sí al Plan de tu Padre. Hazme experimentar esta misma paternidad, para que sea un testigo real de tu Palabra y aprenda a tratar con caridad a cada persona con que me encuentre en este día. Enséñame a amar con tu corazón, porque esta es la clave de la felicidad y el sentido de mi vida. Gracias por escucharme. Ayúdame para que también yo sepa escucharte en la verdad.


Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre. (San Agustín, Coment. sobre el Salmo 44)




  • Preguntas o comentarios al autor
  • José Enrique Anaya Degollado 

    Los Santos de hoy miércoles 4 de junio de 2014

    Los Santos de hoy miércoles 4 de junio de 2014
     Francisco Caracciolo, Santo
    Fundador, Junio 4
     Quirino de Tivoli, Santo
    Mártir, Junio 4
     Felipe Smaldone, Santo
    Fundador, Junio 4
     Petroc de Cornwall, Santo
    Abad, Junio 4
     Pacífico Ramati de Cerano, Beato
    Franciscano, Junio 4
     Francisco Pianzola, Beato
    Sacerdote y fundador, 4 de junio

    SAN FRANCISCO CARCCIOLO, FUNDADOR, JUNIO 4

    Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
    Francisco Caracciolo, Santo
    Fundador, Junio 4
     
    Francisco Caracciolo, Santo

    Fundador de la Orden de Clérigos Menores

    El ambiente temporal en que Dios quiso ponerlo en el mundo es justo cuando soplan aires nuevos en la Iglesia después del concilio de Trento. Se estrena el barroco exuberante en el arte y hasta en la piedad que lleva a fundaciones nuevas, a manifestaciones y estilos vírgenes que intentan reformar todo aquello que peleó Trento.

    Languidece el Renacimiento que emborrachó a Roma hasta llegar a embotarla y hacerla incapaz de descubrir los males que gestaba y que explotaron con Lutero. Es por eso tiempo de santos nuevos: Pío V, Carlos Borromeo, Ignacio, Juan de Ribera, Teresa, Juan de la Cruz, Francisco de Sales, Neri, Cariacciolo... y tantos. Papas, poetas, maestros, obispos, escritores y apóstoles para un tiempo nuevo -crecido con las Indias-que intenta con seriedad volver a la oración, huir del lujo, llenar los confesonarios, adorar la Eucaristía y predicar pobreza dando testimonio con atención a los desheredados y enfermos.

    El año 1563 fue interpretado por alguno de los biógrafos de Francisco Caracciolo como un presagio; fue cuando termina el concilio de Trento y es también el año de su nacimiento en la región de los Abruzos, justamente en Villa Santa María, el día 13 de octubre, hijo de Francisco Caracciolo y de Isabel Baratuchi; es el segundo de cinco hijos y le pusieron el nombre de Ascanio.

    Después de cursar los estudios propios del tiempo, Ascanio fue militar. Pero una enfermedad diagnosticada por los médicos como lepra va a cambiar el curso de su vida; por el peligro de contagio le han abandonado los amigos; la soledad y el miedo a la muerte le lleva a levantar los ojos al cielo y, como suele suceder en estos casos límite, llegó la hora de las grandes promesas: si cura de la enfermedad, dedicará a Dios el resto de sus días.

    Y así fue. Nobleza obliga. Curado, marcha a Nápoles y pide la admisión en la cofradía de los Bianchi, los Blancos, que se ocupan de prestar atención caritativa a los enfermos, a los no pocos que están condenados a galera y a los presos de las cárceles.

    El sacerdote Adorno, otro hombre con barruntos a lo divino y pieza clave en la vida de Caracciolo, ha pedido también la admisión en la cofradía de los Blancos. En compañía de un tercero, también pariente de Ascanio y con su mismo nombre, se reúnen durante cuarenta días en la abadía de los camandulenses, cerca de Nápoles, para redactar los estatutos de la fundación que pretenden poner en marcha porque quieren hacer algo por la Iglesia.

    Sixto V aprobará la nueva Orden en Roma y la llamará de los «Clérigos menores»; además de los tres votos comunes a la vida religiosa se añade un cuarto voto consistente en la renuncia a admitir dignidades eclesiásticas. La terna de los fundadores constituye tres primeros socios. A partir de la profesión hecha en Nápoles, Ascanio se llamará ya Francisco. Pronto se les unen otros diez clérigos, con idénticas ansias de santidad y que desprecian frontalmente los honores, esa búsqueda de grandeza que tanto daño ha hecho a la Iglesia en el tiempo del Renacimiento. Ahora se reparten los días para mantener entre todos un ayuno continuo y se distribuyen las horas del día y de la noche para mantener permanente la adoración al Santísimo Sacramento.

    Hace falta fundar en España pero Felipe II no les da facilidades. Piensa el rey que hay demasiados frailes en el Imperio y ha dictado normas al respecto. Regresando a Roma, insisten en el intento, consiguen nueva confirmación del papa Gregorio XVI para cambiar los ánimos de Felipe II. Ahora muere Adorno y Francisco Caracciolo es nombrado General. Nuevo intento hay en el Escorial, con mejor éxito, pero hubo borrasca de clérigos en Madrid, con suspenso. El papa Clemente VIII intercede y recomienda desde Roma y llegan mejores tiempos con el rey Felipe III. En Valladolid consiguió fundar casa y en Alcalá montó un colegio que sirviera para la formación de sus «Clérigos Regulares Menores». Siguen otras fundaciones también en Roma y Nápoles.

    La fuerte actividad obedece a un continuo querer la voluntad divina a la que no se resistió ni siquiera protestó cuando las incomprensiones y enredos de los hombres se hicieron patentes. Vive pobre y humilde fiel a su compromiso. Siempre se mostró delicado con los enfermos y generoso con los pobres. Llama la atención su espíritu de penitencia con ayunos y mortificaciones que se impone a sí mismo. Pidió se admitiese su renuncia al gobierno para dedicarse a la oración y, aceptada, eligió para vivir el hueco de la escalera de la casa que desde entonces es el único testigo mudo de su oración y penitencia. El amor a Jesucristo fue tan grande que a veces es suficiente la mirada a un crucifijo para entrar en éxtasis y el pensamiento elevado a la Virgen María le trae a los ojos lágrimas de ternura.

    Cuando sólo tiene 44 años, murió en Nápoles el 4 de junio de 1608, con los nombres de Jesús y de María en la boca. El papa Pío VII lo canonizó en 1807. Su cuerpo se conserva en la iglesia de Santa María la Mayor de Nápoles y la iconografía muestra a Francisco Caracciolo con una Custodia en la mano, como símbolo del amor que tuvo a la Eucaristía y que debe mantener su Orden para ser fiel hasta el fin del tiempo.

    Los Santos de hoy martes 3 de junio de 2014

    Los Santos de hoy martes 3 de junio de 2014
     Isaac de Córdova, Santo
    Monje y Mártir, 3 de junio
     Carlos Luanga y compañeros, Santos
    Mártires, Junio 3 
     Juan XXIII, Beato
    CCLXI Papa, 3 de junio
     Morando, Santo
    Monje y Presbítero, 3 de junio
     Clotilde, Santa
    Reina de Francia, Junio 3
     Juan Grande Román, Santo
    Religioso, 3 de junio
     Andrés Caccioli, Beato
    Franciscano, Junio 3
     Diego Oddi, Beato
    Laico Franciscano, Junio 3
     Kevin de Glendalough, Santo
    Abad, Junio 3

    San Carlos Luanga y compañeros mártires

    Autor: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
    Carlos Luanga y compañeros, Santos
    Mártires, Junio 3
     
    Carlos Luanga y compañeros, Santos
    Carlos Luanga y compañeros, Santos

    Mártires en Uganda

    Esa mañana, cuando el rey Mwanga reunió la corte, vibraba en el aire una espasmódica espera. En la sala se notaba la presencia insólita de algunos energúmenos, mientras el grupo de los pajes reales, espléndidos ejemplares de belleza negra, se agolpaban alrededor del trono. Mwanga les dio una orden extraña: “Todos los que no quieran rezar pueden quedarse aquí cerca del trono; en cambio, los que quieran rezar reúnanse allá contra la pared”. El jefe de los pajes, Carlos Lwanga, fue el primero en apartarse, y luego lo siguieron otros quince. “¿Pero ustedes rezan de verdad?”, preguntó el rey. “Sí, señor mío, nosotros rezamos de verdad” contestó Carlos en nombre de todos sus compañeros cristianos, que habían pasado toda la noche anterior rezando. “¿Y están resueltos a seguir rezando?” insistió el rey. “Sí, señor mío, siempre, hasta la muerte”. “Entonces, mátenlos” les dijo bruscamente el rey a los verdugos. En efecto, “rezar” equivalía a “ser cristianos” en ese reino de Mwanga, rey de Buganda, una región que actualmente pertenece a Uganda. Y en el reino de Mwanga rezar, es decir, ser cristianos, estaba absolutamente prohibido.

    Los comienzos, en realidad, habían sido buenos. El rey Mutesa al principio había acogido bien, en 1879, a los Padres Blancos de Lavigérie, que después tuvieron que retirarse por las intrigas de algunos jefes. Después, en 1885, fueron llamados nuevamente por Mwanga, y encontraron cristianos comprometidos que ocupaban cargos de responsabilidad. El “katikiro”, una especie de canciller, había tramado una conjuración contra el rey, pero fue descubierto por los cristianos. Entonces este se alió con los notables y brujos, y esta alianza fue fatal para los cristianos. José Mukasa Balikuddembe, consejero del rey, fue decapitado el 15 de noviembre de 1885; en mayo de 1886 fueron muertos Dionisio Sbuggwawo, Ponciano Ngondwe, Andrés Kaggwa, Atanasio Bazzekuketta, Gonzaga Gonga, Matías Kalemba, Noé Mwaggali.

    Después les tocó el turno a los pajes de los que hablábamos; pero tres se salvaron, según el uso, sacados a suerte. Entre los trece “mártires” se encontraba Mbaga Tuzinda, hijo del jefe de los verdugos. Naturalmente trató repetidamente de salvarlo, pero él no quiso separarse de sus compañeros. Entre ellos también había un niño de trece años, Kizito. Los veintidós mártires de Uganda fueron beatificados por Benedicto XV, y canonizados por Pablo VI el 18 de octubre de 1964, en presencia de los Padres del Concilio Vaticano II; y el mismo Pablo VI consagró en 1969 el altar del grandioso santuario construido en Namugongo, en donde los trece pajes, dirigidos por Carlos Lwanga, quisieron “rezar hasta la muerte”.
     
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