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viernes, 13 de septiembre de 2019

HOY LA IGLESIA CELEBRA A SAN JUAN CRISÓSTOMO, 13 DE SEPTIEMBRE


Hoy la Iglesia celebra a San Juan Crisóstomo, patrono de los predicadores
Redacción ACI Prensa




Hoy la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Juan Crisóstomo, quién fue llamado así por la gente al ser uno de los más famosos oradores que ha tenido la Iglesia 
(Crisóstomo significa “boca de oro”).

San Juan, quien también es Doctor de la Iglesia, nació en Antioquía en el 347. Estando en la escuela ya causaba admiración con sus declamaciones e intervenciones en las academias literarias.

Después de haber vivido como monje en su casa y en el desierto, fue ordenado sacerdote y empezó a deslumbrar con sus maravillosos sermones. Más adelante, el emperador Arcadio lo pide como Arzobispo de Constantinopla.

Estando allí mandó a quitar todos los lujos del palacio y con las cortinas elegantes se fabricaron vestidos para los pobres. Le exigió a sus sacerdotes y monjes ser pobres en el vestir, comer y el mobiliario para dar buen ejemplo.

Sus acciones en favor de los necesitados y desprotegidos no fueron tomadas a bien por algunos. Vivió sus últimos días como desterrado y murió el 14 de septiembre del 407, diciendo: “sea dada gloria a Dios por todo”.

En una ocasión dijo: “Si te encuentras en el camino un sacerdote y un ángel, ve a besar la mano del sacerdote ya que los ángeles aunque quieren ser capaces de administrar el Sacramento de la Eucaristía, no pueden ya que esto pertenece sólo a los seres humanos”.



Datos Generales


Chrisostomos “boca dorada” llamado así debido a su elocuencia. Nació en Antioquía, cerca del año 347; murió en Comana en Ponto el 14 de septiembre de 407.

Antioquía era la segunda ciudad de la parte oriental del Imperio Romano. Durante todo el siglo IV disputas religiosas perturbaron al imperio y encontraron su eco en Antioquia.

Su padre, Segundo, era un oficial de alto rango en el ejército sirio. Murió poco después del nacimiento de Juan, y Antusa, su mujer, de solamente veinte años de edad, se hizo cargo sola de sus dos hijos, Juan y una hermana mayor.

Afortunadamente era una mujer de inteligencia y carácter. No sólo instruyó a su hijo en la piedad, sino que además lo envió a las mejores escuelas de Antioquía, aún cuando se pudieran hacer sobre ellas muchas objeciones con relación a moral y religión.

Además de las clases de Andragatio, un filósofo no conocido en otra parte, Crisóstomo fue alumno de Libanio, al mismo tiempo el más famoso orador de ese período y el más tenaz adherente al paganismo declinante de Roma. Como podemos observar en posteriores escritos de Crisóstomo, obtuvo en ese momento una considerable erudición griega y cultura clásica, que de ningún modo repudió en sus días posteriores.



Lector y Monje


Fue un punto crucial muy decisivo en la vida de Crisóstomo el día que conoció al obispo Melecio (alrededor de 367). El carácter sincero, gentil y encantador de este hombre cautivó a Crisóstomo de tal manera que pronto comenzó a apartarse de los estudios clásicos y profanos y a dedicarse a una vida religiosa y ascética. Estudió las Sagradas Escrituras y frecuentó los sermones de Melecio. Alrededor de tres años después recibió el Santo Bautismo y fue ordenado lector. Pero el joven clérigo, atraído por el deseo de una vida más perfecta, poco después entró en una de las sociedades ascéticas cerca de Antioquía, la que estaba bajo la dirección espiritual de Carterio y especialmente del famoso Diodoro, más tarde obispo de Tarso. La oración, el trabajo manual y el estudio de las Santas Escrituras eran sus principales ocupaciones, y podemos muy bien suponer que sus primeros trabajos literarios datan de aquella época, ya que prácticamente todos sus primeros escritos tratan temas de ascetismo y monaquismo. Cuatro años después, Crisóstomo decidió vivir como anacoreta en una de las cuevas cercanas a Antioquía. Permaneció allí dos años, pero como su salud estaba bastante deteriorada por indiscretas vigilias y ayunos en heladas y frío, prudentemente regresó a Antioquia para recuperar su salud, y reasumió su oficio de lector en la Iglesia.




Diácono y Sacerdote en Antioquia


Como las fuentes sobre Crisóstomo dan una cronología incompleta de su vida, no podemos sino determinar aproximadamente las fechas para este período Antíoco. Muy probablemente a comienzos de 381 Melecio lo ordenó diácono, antes de su propia partida hacia Constantinopla, donde murió como presidente del Segundo Concilio Ecuménico de Constantinopla. El sucesor de Melecio fue San Flaviano. Lazos de simpatía y amistad ligaban a Crisóstomo con su nuevo obispo. Como diácono tuvo que asistir en las funciones litúrgicas, cuidar a enfermos y pobres, y probablemente fue encargado en alguna medida de enseñar a los catecúmenos. Al mismo tiempo continuó con su trabajo literario En el año 386 Crisóstomo fue ordenado sacerdote por San Flaviano, y desde allí data su real importancia en la historia eclesiástica.

Su principal tarea durante los siguientes doce años fue la de predicar, lo que debía ejecutar con el Obispo Flaviano, o en lugar del mismo. Pero no hay dudas que gran parte de la instrucción religiosa popular y la educación recayeron sobre él.




Obispo de Constantinopla


En el curso ordinario de las cosas Crisóstomo debió haberse convertido en el sucesor de Flaviano en Antioquia. Pero el 27 de septiembre de 397, muere Nectario, Obispo de Constantinopla. De esta repentina manera Crisóstomo fue urgido hacia la capital, y ordenado Obispo de Constantinopla el 26 de Febrero de 398. El primer acto del nuevo Obispo fue provocar la reconciliación entre Flaviano y Roma. La misma Constantinopla comenzó pronto a sentir el impulso de una nueva vida eclesiástica.

Cuando ellos habían escasamente dejado Constantinopla, una inmensa conflagración destruyó la catedral, el senado y otros edificios. Los seguidores del obispo exiliado fueron acusado del crimen y perseguidos.

Apresuradamente Arsacio, un anciano, fue designado sucesor de Crisóstomo, pero fue pronto sucedido por el astuto Ático. Quienquiera que rehusara entrar en comunión con ellos era castigado con la confiscación de su propiedad y el exilio. En cuanto a Crisóstomo, fue conducido Cucuso, un aislado y escabroso lugar en la frontera este de Armenia, continuamente expuesto a las invasiones de los isáuricos. En el siguiente año tuvo hasta que huir por cierto tiempo al castillo de Arabiso para protegerse de esos bárbaros. Mientras tanto siempre mantenía correspondencia con sus amigos y nunca abandonó la esperanza de regresar. Cuando las circunstancias de esta deposición fueron conocidas en el Occidente, el Papa y los obispos italianos se declararon en su favor. El emperador Honorio y el Papa Inocencio I intentaron convocar un nuevo sínodo, pero sus delegados fueron apresados y enviados a casa. El Papa rompió toda comunión con los patriarcas de Alejandría, Antioquia (donde un enemigo de Crisóstomo había sucedido a Flaviano), y Constantinopla, hasta que (después de la muerte de Crisóstomo) consintieron admitir su nombre en los dípticos de la Iglesia. Finalmente todas las esperanzas para el exiliado obispo se desvanecieron. Aparentemente el estaba viviendo demasiado para sus adversarios. En el verano de 407 se dio la orden de llevarlo a Pithyo, un lugar en la frontera extrema del imperio, cerca del Cáucaso. Uno de los dos soldado que tuvo que llevarlo le causó todo tipo de sufrimientos posibles. Fue forzado ha hacer largas marchas, fue expuesto a los rayos del sol, a las lluvias y el frío de las noches. Su cuerpo, ya debilitado por varias enfermedades severas, finalmente se quebró. El 14 de septiembre la partida estaba en Comana en Ponto. En la mañana Crisóstomo había pedido descansar allí considerando el estado de su salud. En vano; fue forzado a continuar su marcha. Muy pronto se sintió tan débil que tuvieron que volver a Comana. Algunas horas después Crisóstomo murió.




Importancia teológica


Como Orador

El éxito de Crisóstomo predicando se debe principalmente a su gran facilidad natural de palabra, la que era extraordinaria aún para los griegos, a la abundancia de sus pensamientos como así también a la popular forma de presentarlos y de ilustrarlos, y, por último pero no menos importante, la sinceridad de todo corazón y la convicción con el que entregaba el mensaje el cual sentía le había sido entregado a él. Las explicaciones especulativas no atraían su mente, ni se hubieran adecuado a los gustos de sus oyentes. Ordinariamente prefería materias morales y muy pocas veces seguía en sus sermones un plan regular, ni tampoco se cuidaba de evitar digresiones cuando cualquier oportunidad la sugería. De este modo, no es de ninguna manera modelo para nuestra moderna prédica temática, la cual, aunque podamos lamentarlo, ha suplantado en tan gran medida al viejo método homilético. Pero los frecuentes arrebatos de aplausos entre su congregación pueden haberle dicho a Crisóstomo que estaba en la senda correcta.

Como exégeta

Como exégeta Crisóstomo es de la mayor importancia, ya que es el principal y casi el único exitoso representante de los principios exegéticos de la Escuela de Antioquía. Diodoro de Tarso lo había iniciado en el método gramático-histórico de esa escuela, el que estaba en fuerte oposición a la interpretación excéntrica, alegórica y mística de Orígenes y la Escuela Alejandrina. Pero Crisóstomo correctamente evitó forzar sus principios hasta el extremo al que, más tarde los llevó, su amigo Teodoro de Mopsuestia, el maestro de Nestorio. Él ni siquiera excluyó todas las explicaciones alegóricas o místicas, pero las confino a casos en los cuales el propio autor inspirado sugería este significado.

Como Teólogo Dogmático

Como ya ha sido dicho, Crisóstomo no era una mente especulativa, ni estuvo durante su vida involucrado en grandes controversias dogmáticas. No obstante sería un error menospreciar los grandes tesoros teológicos que esconden sus escritos. Desde los comienzos fue considerado por los griegos y los latinos como un muy importante testigo de la fe. Aún en el Concilio de Éfeso (431) ambos partidos, San Cirilo y los antioquenos, ya lo invocaban en favor de sus opiniones, y en el Séptimo Concilio Ecuménico, cuando un pasaje de Crisóstomo había sido leído en favor de la veneración de imágenes, el Obispo Pedro de Nicomedia exclamó: “Si Juan Crisóstomo habla de ese modo de las imágenes, ¿quién se atrevería a hablar contra ellas?” lo que muestra claramente el progreso que había hecho su autoridad para esa fecha.




Oración a San Juan Crisóstomo


¡Oh doctor insigne, san Juan Crisóstomo!,
tú que siempre alentaste con sabiduría
la práctica de la justicia y de la caridad
y que con tus elocuentes sermones
predicaste con brillantez la Palabra Divina,
ilumínanos con tu obras y palabras
y fortalécenos en los momentos difíciles
con el ejemplo de tu invencible constancia.
Obispo San Juan Crisóstomo
tú que demostraste enorme fortaleza y valor
ante las más duras pruebas a que fuiste sometido,
que fuiste difamado, injustamente acusado,
perseguido, agredido brutalmente y desterrado,
concédenos le energía y el ánimo necesario
para sobrellevar estos momentos difíciles
llenos de amargura y desconsuelo,
haz que no nos abandonen la fe y la esperanza,
para que podamos continuar la lucha
a pesar de las injusticias que nos rodean,
para que, fortalecidos y ayudados
con tu benéfica intercesión
podamos salir victoriosos en:

(hacer la petición)

San Juan Crisóstomo,
tú que fuiste sal de la tierra y luz del mundo,
tú que difundiste con claridad las Enseñanzas,
y con santa paciencia resististe en los infortunios
defiéndenos a todos de la injusticia y el error,
lleva nuestras suplicas a Dios Padre Todopoderoso
y ruégale nos conceda lo que confiadamente solicitamos.
San Juan Crisóstomo,
pídele también que nos ayude a amar al prójimo,
que nos de la gracia de asumir el Evangelio
como camino, regla y vida en nuestro ser y actuar,
y que nos bendiga con los dones y talentos necesarios
para alcanzar la Gloria Celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Rezar con gran fervor el Credo, tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.




Oración de San Juan Crisóstomo a la Eucaristía


“Cuando les dio pan y sació su hambre, lo llamaban profeta y trataban de hacerle rey; pero cuando los instruía sobre el alimento espiritual, sobre la vida eterna, cuando los desviaba de las cosas sensibles cuando les hablaba de la resurrección y levantaba sus ánimos, cuando más que nunca debieran admirarle, entonces murmuraban y se retiraban de El”.

A) Pan de Vida

“Llamase a sí mismo Pan de vida (Jn 6,48) porque sustenta nuestra vida, tanto la presente como la futura por lo cual añadió El que coma de este pan vivirá para siempre (ibid 51). Y pan llama aquí, o bien a los dogmas saludables y a la fe en El, o bien su propio cuerpo. Pues ambas cosas fortalecen al alma. Pues bien; con ser así que en otra parte, al decir El: Si alguno oyere mi palabra no probará la muerte (Jn 8,52), se escandalizaron; aquí no les sucedió lo mismo, quizá porque todavía le respetaban a causa de los panes (n.1).

B) El Pan que Yo os daré es mi Carne

“Y de cierto, el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Justamente pudiera alguno dudar y preguntar aquí por qué habló en esta ocasión tales palabras, que nada edificaban ni aprovechaban, sino más bien perjudicaban a lo edificado... Y si alguno investigara por qué motivo habló también acerca de los misterios (de la Eucaristía) responderémosle que ésta era una ocasión muy oportuna. Porque la oscuridad de las palabras suele excitar a los oyentes y hacerlos más atentos; por tanto, no debieran escandalizarse; antes bien, preguntar e informarse. Mas ellos se retiraban. Pues si le tenían por profeta, debieran creer sus palabras. Así que el escándalo procedía de su necedad, no de la oscuridad de las palabras. ... Pero ellos, al fin, no sacaron fruto de las palabras; y nosotros, en cambio, gozamos del beneficio de las obras. Por lo cual es necesario que nos informemos del milagro de los misterios (eucarísticos) a saber, en qué consisten, por qué se dieron y cuál es su utilidad. Un cuerpo nos hacemos, dice (el Apóstol), y miembro de su carne y sus huesos (Ef 5,30). Sigan los iniciados este razonamiento” (n. 2)

1) La muestra del amor

“Pués bien, para que esto lleguemos a ser no solamente por el amor, sino también en realidad, mezclémonos con aquella carne; porque esto se lleva a cabo por medio del manjar que El nos dió, queriendo darnos una muestra del vehemente amor que nos tiene. Por eso se mezcló con nosotros y metió cual fermento en nosotros su propio cuerpo, para que llegáramos a formar no todo, como el cuerpo unido con su cabeza. Pues ésta es prueba de ardientes amadores. Y así Job, para darlo a entender, lo decía de sus siervos, de quienes era tan excesivamente amado, que deseaban injerirse en sus carnes; ya que para mostrar su ardiente amor decían: ¡Quién nos diera de sus carnes para hartarnos! (Job 31,31).

“Pues por eso hizo lo mismo Cristo, induciéndonos a mayor amistad y demostrándonos su amor ardentísimo hacia nosotros; ni sólo permitió a quienes le aman verle, sino también tocarle, y comerle, y clavar los dientes en su carne, y estrecharse con El, y saciar todas las ansias del amor. Salgamos, pues, de aquella mesa, como leones, respirando fuego terribles a Satanás, con el pensamiento fijo en nuestro Capitán y en el amor que nos ha mostrado. A la verdad, muchas veces los padres entregan los hijos a otros para que los sustenten: mas yo, dice, no así, antes os alimento con mi propia carne, a mi mismo me presento por manjar deseoso de que todos seáis nobles, y ofreciéndoos buenas esperanza, acerca de los bienes venideros. Porque quien aquí Se os dió a si mismo, mucha más se os dará en la vida venidera. Quise hacerme hermano vuestro; por vosotros participé de la carne y la sangre; de nuevo os entrego la carne y la sangre, por medio de las cuales me hice pariente vuestro"

2) Cristo nos compró con su sangre

“Esta sangre era continuamente prefigurada de antiguo en los altares, en las muertes de los justos. Ella es el precio del mundo; con ella compró Cristo la Iglesia, con ella la hermoseó toda entera, pues, a semejanza de un hombre que para comprar esclavos da oro, y si quiere adornarlos emplea oro, así también Cristo con sangre nos compró y con sangre nos hermoseó. Los que de esta sangre participan asisten a una con los ángeles, con los arcángeles y con las soberanas potestades, vestidos de la misma real estola de Cristo y provistos de las armas espirituales. Mas nada grande he dicho todavía. Vestidos están del mismo Rey”

3) Cómo hay que acercarse a la Sagrada Mesa

“Pero así como es cosa grande y admirable, así mientras te acerques con pureza, te acercas para salud; pero si con mala conciencia, para suplicio y venganza. Porque quien come, dice, y bebe indignamente del Señor, su condenación se corte y se bebe (I Cor 11,29). Si, pues, los que manchan la púrpura imperial son castigados lo mismo que los que la rasgan, ¿qué hay de extraño en que los que reciben el cuerpo de Cristo con impura conciencia sufran el mismo suplicio que los que le desgarraron con los clavos? Considerar, en efecto, cuán terrible castigo dió a entender San Pablo cuando dijo: Uno que atropella la ley de Moisés, muere sin misericordia, sobre el testimonio de dos o tres, ¡De cuánto peor castigo pensáis que será Juzgado digno quien al Hijo de Dios holló, y reputó indigna la sangre del testamento, con la que fué sacrificado! (Heb 10,28 SS.).

Miremos, pues, por nosotros mismos, amados (hijos), ya que de tales bienes gozamos, y cuando nos viniera el pensamiento de decir algo torpe o nos viéramos arrebatar de la ira o de alguna otra pasión, reflexionemos de qué beneficios hemos sido objeto, de qué Espíritu hemos gozado; y este pensamiento será freno de nuestros irracionales apetitos. ¿Hasta cuándo estaremos sin despertar? ¿Hasta cuándo nos hemos de cuidar de nuestra salvación? Consideremos que beneficios se ha dignado hacernos Dios; démosle gracias, glorifiquémoslo, no sólo por la fe, sino también por las obras, para que alcancemos también los bienes venideros, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, con el cual sea al Padre la gloria, juntamente con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén” (n 4).

miércoles, 13 de septiembre de 2017

ORACIÓN A SAN JUAN CRISÓSTOMO


Oración a San Juan Crisóstomo


¡Oh doctor insigne, san Juan Crisóstomo!,
tú que siempre alentaste con sabiduría
la práctica de la justicia y de la caridad
y que con tus elocuentes sermones
predicaste con brillantez la Palabra Divina,
ilumínanos con tu obras y palabras
y fortalécenos en los momentos difíciles
con el ejemplo de tu invencible constancia.
Obispo San Juan Crisóstomo
tú que demostraste enorme fortaleza y valor
ante las más duras pruebas a que fuiste sometido,
que fuiste difamado, injustamente acusado,
perseguido, agredido brutalmente y desterrado,
concédenos le energía y el ánimo necesario
para sobrellevar estos momentos difíciles
llenos de amargura y desconsuelo,
haz que no nos abandonen la fe y la esperanza,
para que podamos continuar la lucha
a pesar de las injusticias que nos rodean,
para que, fortalecidos y ayudados
con tu benéfica intercesión
podamos salir victoriosos en:

(hacer la petición)

San Juan Crisóstomo,
tú que fuiste sal de la tierra y luz del mundo,
tú que difundiste con claridad las Enseñanzas,
y con santa paciencia resististe en los infortunios
defiéndenos a todos de la injusticia y el error,
lleva nuestras suplicas a Dios Padre Todopoderoso
y ruégale nos conceda lo que confiadamente solicitamos.
San Juan Crisóstomo,
pídele también que nos ayude a amar al prójimo,
que nos de la gracia de asumir el Evangelio
como camino, regla y vida en nuestro ser y actuar,
y que nos bendiga con los dones y talentos necesarios
para alcanzar la Gloria Celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Rezar con gran fervor el Credo, tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.

SAN JUAN CRISÓSTOMO, PATRONO DE LOS PREDICADORES, 13 SEPTIEMBRE


13 de Septiembre
San Juan Crisóstomo
Patrono de los predicadores
Año 407



 Icono de San Juan CrisóstomoA este santo arzobispo de Constantinopla, la gente le puso el apodo de "Crisóstomo" que significa: "boca de oro", porque sus predicaciones eran enormemente apreciadas por sus oyentes. Es el más famoso orador que ha tenido la Iglesia. Su oratoria no ha sido superada después por ninguno de los demás predicadores.
Nació en Antioquía (Siria) en el año 347. Era hijo único de un gran militar y de una mujer virtuosísima, Antusa, que ha sido declarada santa también.

A los 20 años Antusa quedó viuda y aunque era hermosa renunció a un segundo matrimonio para dedicarse por completo a la educación de su hijo Juan.

Desde sus primeros años el jovencito demostró tener admirables cualidades de orador, y en la escuela causaba admiración con sus declamaciones y con las intervenciones en las academias literarias. La mamá lo puso a estudiar bajo la dirección de Libanio, el mejor orador de Antioquía, y pronto hizo tales progresos, que preguntado un día Libanio acerca de quién desearía que fuera su sucesor en el arte de enseñar oratoria, respondió: "Me gustaría que fuera Juan, pero veo que a él le llama más la atención la vida religiosa, que la oratoria en las plazas".

Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer penitencia.

Cuando su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando, haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era para una salud como la suya.

El llegar otra vez a Antioquía fue ordenado de sacerdote y el anciano Obispo Flaviano le pidió que lo reemplazara en la predicación. Y empezó pronto a deslumbrar con sus maravillosos sermones. La ciudad de Antioquía tenía unos cien mil cristianos, los cuales no eran demasiado fervorosos. Juan empezó a predicar cada domingo. Después cada tres días. Más tarde cada día y luego varias veces al día. Los templos donde predicaba se llenaban de bote en bote. Frecuentemente sus sermones duraban dos horas, pero a los oyentes les parecían unos pocos minutos, por la magia de su oratoria insuperable. La entonación de su voz era impresionante. Sus temas, siempre tomados de la S. Biblia, el libro que él leía día por día, y meditaba por muchas horas. Sus sermones están coleccionados en 13 volúmenes. Son impresionantemente bellos.

Era un verdadero pescador de almas. Empezaba tratando temas elevados y de pronto descendía rápidamente como un águila hacia las realidades de la vida diaria. Se enfrentaba enardecido contra los vicios y los abusos. Fustigaba y atacaba implacablemente al pecado. Tronaba terrible su fuerte voz contra los que malgastaban su dinero en lujos e inutilidades, mientras los pobres tiritaban de frío y agonizaban de hambre.

El pueblo le escuchaba emocionado y de pronto estallaba en calurosos aplausos, o en estrepitoso llanto el cual se volvía colectivo e incontenible. Los frutos de conversión eran visibles.

 San Juan CrisóstomoEl emperador Teodosio decretó nuevos impuestos. El pueblo de Antioquía se disgustó y por ello armó una revuelta y en el colmo de la trifulca derribaron las estatuas del emperador y de su esposa y las arrastraron por las calles. La reacción del gobernante fue terrible. Envió su ejército a dominar la ciudad y con la orden de tomar una venganza espantosa. Entre la gente cundió la alarma y a todos los invadió el terror. El Obispo se fue a Constantinopla, la capital, a implorar el perdón del airado emperador y las multitudes llenaron los templos implorando la ayuda de Dios.

Y fue entonces cuando Juan Crisóstomo aprovechó la ocasión para pronunciar ante aquel populacho sus famosísimos "Discursos de las estatuas" que conmovieron enormemente a sus miles de oyentes logrando conversiones. Esos 21 discursos fueron quizás los mejores de toda su vida y lo hicieron famoso en los países de los alrededores. Su fama llegó hasta la capital del imperio. Y el fervor y la conversión a que hizo llegar a sus fieles cristianos, obtuvieron que las oraciones fueran escuchadas por Dios y que el emperador desistiera del castigo a la ciudad.

En el año 398, habiendo muerto el arzobispo de Constantinopla, le pareció al emperador que el mejor candidato para ese puesto era Juan Crisóstomo, pero el santo se sentía totalmente indigno y respondía que había muchos que eran más dignos que él para tan alto cargo. Sin embargo el emperador Arcadio envió a uno de sus ministros con la orden terminante de llevar a Juan a Constantinopla aunque fuera a la fuerza. Así que el enviado oficial invitó al santo a que lo acompañara a las afueras de la ciudad de Antioquía a visitar las tumbas de los mártires, y entonces dio la orden a los oficiales del ejército de que lo llevaran a Constantinopla con la mayor rapidez posible, y en el mayor secreto porque si en Antioquía sabían que les iban a quitar a su predicador se iba a formar un tumulto inmenso. Y así fue que tuvo que aceptar ser arzobispo.

Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.

Pronto, en sus elocuentes sermones empezó a atacar fuertemente el lujo de las gentes en el vestir y en sus mobiliarios y fue obteniendo que con lo que muchos gastaban antes en vestidos costosísimos y en muebles ostentosos, lo empezaran a emplear en ayudar a la gente pobre. El mismo daba ejemplo en esto, y la gente se conmovía ante sus palabras y su modo tan pobre y mortificado de vivir.

En aquellos tiempos había una ley de la Iglesia que ordenaba que cuando una persona se sentía injustamente perseguida podía refugiarse en el templo principal de la ciudad y que allí no podían ir las autoridades a apresarle. Y sucedió que una pobre viuda se sintió injustamente perseguida por la emperatriz Eudoxia y por su primer ministro y se refugió en el templo del Arzobispo. Las autoridades quisieron ir allí a apresarla pero San Juan Crisóstomo se opuso y no lo permitió. Esto disgustó mucho a la emperatriz. Y unos meses más tarde Eudoxia peleó con su primer ministro y se propuso echarlo a la cárcel. Él corrió a refugiarse en el templo del arzobispo y aunque la policía de la emperatriz quiso llevarlo preso, San Juan Crisóstomo no lo permitió. El ministro que antes había querido llevarse prisionera a una pobre mujer y no pudo, porque el arzobispo la defendía, ahora se vio él mismo defendido por el propio santo. Eudoxia ardía de rabia por todo esto y juraba vengarse pero el gran predicador gritaba en sus sermones: "¿Cómo puede pretender una persona que Dios le perdone sus maldades si ella no quiere perdonar a los que le han ofendido?"

Eudoxia se unió con un terrible enemigo que tenía Crisóstomo, y era Teófilo de Alejandría. Este reunió un grupo de los que odiaban al santo y entre todos lo acusaron de un montón de cosas. Por ej. Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías, etc., etc.

Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía: "¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas..."

Ocultamente fue enviado al destierro, pero sobrevino un terremoto en Constantinopla y llenos de terror los gobernantes le rogaron que volviera otra vez a la ciudad, y un inmenso gentío salió a recibirlo en medio de grandes aclamaciones.

Eudoxia, Teófilo y los demás enemigos no se dieron por vencidos. Inventaron nuevas acusaciones contra Juan, y aunque el Papa de Roma y muchos obispos más lo defendían, le enviaron desterrado al Mar Negro. El anciano arzobispo fue tratado brutalmente por algunos de los militares que lo llevaban prisionero, los cuales le hacían caminar kilómetros y kilómetros cada día, con un sol ardiente, lo cual lo debilitó muchísimo. El trece de septiembre, después de caminar diez kilómetros bajo un sol abrasador, se sintió muy agotado. Se durmió y vio en sueños que San Basilisco, un famoso obispo muerto hacía algunos años, se le aparecía y le decía: "Animo, Juan, mañana estaremos juntos". Se hizo aplicarlos últimos sacramentos; se revistió de los ornamentos de arzobispo y al día siguiente diciendo estas palabras: "Sea dada gloria a Dios por todo", quedó muerto. Era el 14 de septiembre del año 404.

Eudoxia murió unos días antes que él, en medio de terribles dolores.

Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando.

El Papa San Pío X nombró a San Juan Crisóstomo como Patrono de todos los predicadores católicos del mundo.

Que Dios nos siga enviando muchos predicadores como él.

¿Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros? (San Pablo Rom.8).

domingo, 13 de septiembre de 2015

SAN JUAN CRISÓSTOMO, PATRONO DE LOS PREDICADORES, 13 DE SEPTIEMBRE

Juan Crisóstomo, Santo
Patrono de los predicadores, 13 de septiembre 
Por: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net 



Patrono de los predicadores

Breve Biografía
Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa.

Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación. Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.

En el 398 Juan de Antioquía (el sobrenombre de Crisóstomo, es decir Boca de oro, le fue dado tres siglos después por los bizantinos) fue llamado a suceder al patriarca Netario en la célebre cátedra de Constantinopla. En la capital del imperio de Oriente emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscita admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza. Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.

Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó contra las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro.

Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa.

De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.

sábado, 13 de septiembre de 2014

ORACIÓN DE SAN JUAN CRISÓSTOMO A JESÚS EUCARISTÍA



ORACIÓN DE SAN JUAN CRISÓSTOMO 
A JESÚS EUCARISTÍA.

¡Oh Señor!, yo creo y profeso que Tú eres el Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Acéptame como participante de tu Cena Mística, ¡oh Hijo de Dios!

No revelaré tu Misterio a tus enemigos, ni te daré un beso como lo hizo Judas, sino que como el buen ladrón te reconozco.

Recuérdame, ¡Oh Señor!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Maestro!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Santo!, cuando llegues a tu Reino.

Que mi participación en tus Santos Misterios, ¡oh Señor! no sea para mi juicio o condenación, sino para sanar mi alma y mi cuerpo.

¡Oh Señor!, yo también creo y profeso que lo que estoy a punto de recibir es verdaderamente tu Preciosísimo Cuerpo y tu Sangre Vivificante, los cuales ruego me hagas digno de recibir, para la remisión de todos mis pecados y la vida eterna. Amén.

¡Oh Dios!, se misericordioso conmigo, pecador.
¡Oh Dios!, límpiame de mis pecados y ten misericordia de mí.
¡Oh Dios!, perdóname, porque he pecado incontables veces.

IMÁGENES DE SAN JUAN CRISÓSTOMO, 13 DE SEPTIEMBRE










SAN JUAN CRISÓSTOMO, PATRONO DE LOS PREDICADORES, 13 DE SEPTIEMBRE



Autor: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net 
Juan Crisóstomo, Santo
Patrono de los predicadores, 13 de septiembre


Juan Crisóstomo, Santo
Patrono de los predicadores

Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa. 

Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación. Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.

En el 398 Juan de Antioquía (el sobrenombre de Crisóstomo, es decir Boca de oro, le fue dado tres siglos después por los bizantinos) fue llamado a suceder al patriarca Netario en la célebre cátedra de Constantinopla. En la capital del imperio de Oriente emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscita admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza. Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.

Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó contra las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro.

Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa. 

De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.

viernes, 13 de septiembre de 2013

ORACIÓN A SAN JUAN CRISÓSTOMO


ORACIÓN A SAN JUAN CRISÓSTOMO

¡Oh doctor insigne, patrono de los predicadores del Evangelio! Tu fuiste sal de la tierra y luz del mundo; predicaste la palabra divina oportuna e inoportunamente, pide a Dios nos de pastores y doctores como tú. Amén!!


SAN JUAN CRISÓSTOMO, PATRONO DE LOS PREDICADORES, 13 DE SETIEMBRE

Autor: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net
Juan Crisóstomo, Santo
Patrono de los predicadores, 13 de septiembre
 


Juan Crisóstomo, Santo
Patrono de los predicadores


Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa.

Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación. Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.

En el 398 Juan de Antioquía (el sobrenombre de Crisóstomo, es decir Boca de oro, le fue dado tres siglos después por los bizantinos) fue llamado a suceder al patriarca Netario en la célebre cátedra de Constantinopla. En la capital del imperio de Oriente emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscita admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza. Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.

Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó contra las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro.

Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa.

De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal. 
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