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lunes, 13 de diciembre de 2021

AQUÍ HAY ALGUIEN... JESÚS EUCARISTÍA

 


 

Aquí hay alguien

Autor: Jesús David Rodríguez González


 

Aquí hay alguien más grande,

que todo el Universo.

Aquí hay alguien más resplandeciente,

que el mismo Sol.

Aquí hay alguien más bello,

que las Estrellas.

Aquí hay alguien más profundo,

que los Mares de la tierra.

Aquí hay alguien más sabio,

que todas las Ciencias.

Aquí hay alguien más importante,

que el Oro del mundo.

Aquí hay alguien más fuerte,

que la Roca.

Aquí hay alguien más misterioso,

que cualquier Secreto.

Aquí hay alguien más dulce,

que la Miel.

Aquí hay alguien más necesario,

que la Vida.

Aquí hay alguien más grande,

su nombre es.....Jesús

y se encuentra en la Eucaristía. 

jueves, 2 de abril de 2020

LOS MILAGROS EUCARÍSTICOS

Los milagros eucarísticos
Ciertamente el milagro no es necesario, pero Dios lo hace para los no creyentes y para quienes han perdido la Fe


Por: Baltasar Sosa Chávez | Fuente: Foro Internacional de Fe y Ciencia (UAG)




“Eucaristía” proviene del griego y significa “acción de gracias”. Con esta palabra significamos las gracias enviadas del Cielo por el amor de Cristo. Tanto en el plano místico como en el humano es el máximo regalo, es el sacramento más sublime; por ello se le llama el “Santísimo Sacramento del Altar”.

La Eucaristía puede entenderse sencillamente como un alimento sobrenatural. Pues así como el cuerpo absorbe el alimento natural sin darnos cuenta y lo aprovecha, así ocurre con la nutrición sobrenatural, que nos dirige a la santidad. De tal manera, comulgar en pecado mortal es una gran sacrilegio. Para que una falta sea pecado mortal se requiere: que la falta sea grave, que se conozca y que se cometa con pleno consentimiento.

Ante el pecado tenemos el remedio en la confesión; sin embargo algunos no comulgan por negarse, porque no conciben arrodillarse ante un humano o porque dicen que van a volver a pecar. Pero así como cuando caemos nos levantamos lo más pronto posible, así también si pecamos hemos de acudir a la penitencia, pues Dios perdona a quienes confiesan llanamente sus pecados y una vez perdonados, podemos acercarnos a la Sagrada Comunión dignamente y para nuestra salud espiritual.

En la Sagrada Eucaristía ocurre un milagro que se llama transubstanciación, el cual es un milagro metafísico, no visible, que se da en cada Misa, por lo que podemos afirmar que el Milagro Eucarístico es un hecho sobrenatural que ha ocurrido constantemente.

Ciertamente el milagro no es necesario, pero Dios lo hace para los no creyentes y para quienes han perdido la Fe.

Los Milagros Eucarísticos son muchos y se ordenan en cuatro grupos:

Milagros Eucarísticos Históricos:

En estos no interviene la ciencia pero se documentan en la historia; por ejemplo, el milagro de Tolosa en 1225, donde San Antonio de Padua consagró una hostia que fue adorada por un burro y así se convirtió el pueblo entero.

Otro ejemplo es el de Santa Clara de Asís, quien estando enferma y desesperada usó la custodia para defender a su convento de los invasores musulmanes. De esta custodia salieron rayos de luz cegadores que vencieron a los atacantes.

Milagros Eucarísticos Apologéticos:

En este grupo se ubican los Milagros Eucarísticos que permanecen hasta hoy, que pueden verse y que han sido estudiados por la ciencia. Son hostias consagradas sin corromperse. La más antigua está en Zamora, consagrada en 1159 y sigue tan blanca hoy como en aquel día.

En Siena, Italia, fueron profanadas algunas hostias el 15 de Agosto de 1730 al ser robado un copón. Estas hostias fueron iluminadas y encontradas por sacerdotes tres días después y hoy en día siguen intactas como cuando fueron robadas.

Milagros Eucarísticos sucedidos a Sacerdotes que han perdido la Fe:

En el tercero y cuarto grupo se ubican los Milagros Eucarísticos sucedidos a Sacerdotes que han perdido la Fe en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo y que en sus manos la hostia se ha convertido en carne y el vino en sangre.

La multitud de Milagros Eucarísticos hace imposible presentarlos todos durante un breve artículo, pero hemos de señalar la gran cantidad de milagros sucedidos en toda Europa que muestran la constancia de la Gracia que Nuestro Señor desea hacernos para afirmar nuestra Fe.

Espero que esta plática nos transforme para asistir a Misa con devoción y no dejar de comulgar.

miércoles, 5 de febrero de 2020

¿POR QUÉ LA EUCARISTÍA ES UNA FIESTA SEGÚN LOS CATÓLICOS?


¿Por qué la Eucaristía es una fiesta según los católicos?
La Eucaristía es una fiesta, pero una fiesta del todo particular


Por: P. Jon M. de Arza, IVE | Fuente: TeologoResponde.org




Pregunta:

Me llamo Sara y soy ‘librepensadora’ es decir, no tengo una religión en específico, me gustaría saber, porque me llamó la atención, ¿por qué ustedes dicen que la misa o ‘eucaristía’ es una fiesta? Cuando yo fui a una misa no me pareció. Gracias.

Respuesta:

El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: «La Eucaristía es el sacrificio del mismo Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna» (n. 271).

La Eucaristía es, pues, una fiesta, pero una fiesta del todo particular. En primer lugar, porque Jesús la instituyó en el marco de las fiestas pascuales de los judíos, por las que hacían memoria (celebraban) la liberación de la esclavitud de Egipto. Lo que se festeja son las hazañas de Dios en su Pueblo, las magnalia Dei. La Pascua se festejaba mediante el sacrificio del Cordero Pascual y una Cena, que es comunión o participación de dicho sacrificio. En la Santa Misa están también estos dos aspectos, el de Sacrificio (el mismo de Cristo en la Cruz por el que nos liberó de la esclavitud del pecado) y el de Banquete, por eso comemos el Cuerpo de Cristo ofrecido en el altar. De manera que el altar es al mismo tiempo, ara del sacrificio, y mesa de la Cena Pascual católica. Seguramente a Usted no le habrá parecido fiesta, precisamente por el carácter de sacrificio, que perpetúa la muerte de Cristo, y esto es un muy buen signo de la adecuada celebración de la Santa Misa, del respeto de su esencia. La liturgia de la Misa (ya desde los inicios del cristianismo) no se redujo a una imitación crasa de la Cena del Señor –y, por tanto, a un banquete-, sino que mantuvo la forma de una comida, pero estilizada de tal modo, que ya no puede hablarse de una «comida normal», sino sólo «simbólica» (al modo sacramental), permaneciendo así abierta a un significado más profundo, que es el del mismo Sacrificio de la Cruz. Esto se pone de manifiesto en la postura de los fieles, que de estar sentados para la liturgia de la Palabra, se ponen de pie cuando comienza la liturgia de la Eucaristía, «lo cual ciertamente no puede significar el pasaje a una comida normal» (J. RATZINGER, La festa della fede, Jaca Book, Milano 21990, 46). La estilización hace que el pan pueda llamarse «hostia», la mesa transformarse en altar, el dueño de casa (que en las fiestas judías presidía el rito) ahora sea un sacerdote (puesto que se trata de un verdadero y propio sacrificio), los saludos se realicen con fórmulas solemnes, etc.





Sin embargo, al mismo tiempo celebramos la victoria de Cristo, es decir, su resurrección y su paso (que eso significa ‘pascua’) al Padre. Por eso, para los cristianos, el Domingo, Día del Señor, día en que resucitó Cristo, es «la fiesta primordial», y de este Misterio (el misterio pascual) deben nacer entre nosotros las fiestas, ya que la auténtica fiesta debe nacer del culto, es decir, en la alabanza tributada al Creador por la bondad de la existencia, ya que el séptimo día ‘Dios vio que todo era bueno….y descansó (Gn 1,31; 2, 2-3). San Agustín enseña que el culto tiene lugar mediante ‘el ofrecimiento de alabanza y acción de gracias’ (‘Eucaristía’ quiere decir eso, acción de gracias, o buena gracia), y siendo el acto principal de culto el sacrificio, se constituye así en el alma de la fiesta. Los cristianos nos adentramos mediante la Misa en la fiesta eterna, con la esperanza de ir, como decía San Atanasio, «de fiesta en fiesta hacia la Fiesta», esto es, de domingo a domingo, primer día de la semana, día de la Creación de la Luz, día de la nueva creación -resurrección- de Cristo, Luz del mundo, hacia el Domingo eterno, el octavo día, el día que no conoce ocaso.

De la resurrección del Señor y del Domingo, toma también participación toda otra fiesta, ya que el motivo de la fiesta es la alegría: «Fiesta es alegría y nada más», decía San Juan Crisóstomo. Pero la alegría supone un fundamento, algo de qué alegrarse: es la respuesta de un amante a quien ha caído en suerte aquello que ama. Alguien se alegra porque posee el bien que le es conveniente, o realmente, o en esperanza, o al menos en la memoria. Y sólo se alegra verdaderamente el que se alegra en el amor: «Donde se alegra la caridad, allí hay festividad», decía el mismo Crisóstomo. Por eso no hay motivo mayor de alegría que la Resurrección del Señor, porque su triunfo es nuestro triunfo, su victoria es nuestra victoria. Este es el fundamento objetivo por el que la liturgia cristiana es una fiesta, y se diferencia de todo otro culto, y de los «party» mundanos. «La fiesta presupone un autorización a la alegría; esta autorización es válida sólo si está en grado de hacer frente a la respuesta sobre la muerte (…); la resurrección de Cristo da la autorización a la alegría buscada en toda la historia y que ninguno estaba en grado de conferir. Por eso, la liturgia cristiana –Eucaristía- es, por naturaleza, fiesta de la resurrección, Mysterium Paschae» (J. RATZINGER, op. cit., 62-63).

En la Misa se muestran los matices de sacrificio (inmolación, muerte, ofrecimiento) y Resurrección (fiesta, alegría). Son matices; a veces se resalta más un aspecto, a veces otro, a veces hay un equilibrio. Pero de todos modos, hay que tener en cuenta que se trata de una fiesta sagrada, y por tanto no es como una fiesta de cumpleaños o un aniversario, sino que es una fiesta en la que el festejado es Dios, por la Creación y porque envió a su Hijo Único para salvarnos (re-creación), y el modo de entrar en unión con Él es a través de los misterios, es un modo sacramental. Por lo tanto, habrá fiesta y alegría, pero mesurada, contenida, o, mejor, sublimada en el espíritu; no habrá una fiesta en la que se produzca un éxtasis o exacerbación de los sentidos, al modo dionisíaco, o en el que hay una alienación del hombre (que busca evadirse en su desesperación por no poder dar respuesta a la realidad de la muerte), sino que el modo de festejar es «en espíritu y en verdad», lo que no quita que festejemos también con nuestra sensibilidad, más aún, el corazón y todos nuestros afectos, y todo nuestro cuerpo, se espiritualiza y se eleva a Dios, como se dice en la Misa: «sursum corda», «levantemos el corazón».

A quien le interese profundizar en el tema, le recomiendo la lectura de dos libros del Card. Ratzinger, actual Papa Emérito Benedicto XVI: Un canto nuevo para el Señor. La fe en Jesucristo y la liturgia hoy, y, sobre todo el arriba citado, La fiesta de la fe. Se puede leer también con mucho provecho el libro de Joseph Pieper, Sobre una teoría de la fiesta; de Romano Guardini, Preparación para la celebración de la Santa Misa, y la estupenda Carta Apostólica de Juan Pablo II, Dies Domini, sobre la santificación del día domingo.

jueves, 30 de enero de 2020

IN PERSONA CHRISTI: LA EUCARISTÍA

In Persona Christi: La Eucaristía
La expresión de que el sacerdote actúa In Persona Christi significa que actúa como Cristo mismo.


Por: Mons. Carlos Briseño Arch | Fuente: vicariadepastoral.org




Hoy día, en el mundo que nos toca vivir, se ha perdido mucho el sentido de lo sagrado. Entramos a un templo y nos cuesta mucho leer los signos religiosos en los que nos quiere envolver un templo.

Vemos una imagen o un cuadro y nos interesa más su antigüedad o quién lo pintó. Y, sobretodo, si es valiosa económicamente. Más que descubrir en la obra, el mensaje de fe de quien la hizo.

El incienso, las velas encendidas, el ornamento de los que celebran, poco nos dicen. Todo ello es muestra de que hemos perdido mucho el sentido de lo sagrado.

Antes se le besaba la mano al sacerdote, porque eran manos consagradas, hoy ese signo no se entiende.

En este contexto nos cuesta mucho entender, la expresión de que el sacerdote actúa In Persona Christi significa actúa como Cristo mismo, nuestro Señor y Sumo Sacerdote ante Dios Padre.


Muchos sinónimos se usan para expresar esta realidad que configura al sacerdote, por el carácter recibido en la ordenación, así: vicem Dei, vicem Christi, in persona Dei, gerit personam Christi, in nomini Christi, representando a Cristo, personificando a Cristo, representación sacramental de Cristo Cabeza, etc.

La actuación del sacerdote in persona Christi es muy singular. Específicamente la podemos ver en la consagración de la Misa.

Como las formas de los sacramentos deben ajustarse a la realidad, la forma de la Eucaristía difiere de los demás sacramentos en dos cosas:

1 Porque las formas de los demás sacramentos significan el uso de la materia, como en el bautismo, la confirmación, etc.; por el contrario, la forma de la Eucaristía significa la consagración de la materia que consiste en la transubstanciación, por eso se dice: "Esto es mi cuerpo" - "Este es el cáliz de mi sangre".

2 Las formas de los otros sacramentos se dicen en la persona del ministro ("ex persona ministri"), como quien realiza una acción: "Yo te bautizo…" - "Yo te absuelvo…"; o, en la Confirmación y en la Unción de los enfermos, en forma deprecativa: "N.N., recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" - "Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia…", etc.
                             

Por el contrario, la forma del sacramento de la Eucaristía se profiere en la persona de Cristo que habla, in persona Christi loquendi, dando a entender que el sacerdote ministerial no hace otra cosa más que decir las palabras de Cristo en la confección de la Eucaristía (Cf. S. Th., III, 78, 1.).


Por eso decía el gran San Ambrosio: "La consagración se hace con palabras y frases del Señor Jesús. Las restantes palabras que se profieren alaban a Dios, ruegan por el pueblo, por los reyes, por todos. Cuando el sacerdote se pone a consagrar el venerable sacramento, ya no usa sus palabras, sino las de Cristo. La palabra de Cristo, en consecuencia hace el sacramento" ( De Sacramentis, L.4, c.4.).

Hay que aclarar que como todos los sacramentos son acciones de Cristo, algunos dicen, que el sacerdote en todos ellos obra in persona Christi, pero, eso sólo se puede decir en sentido amplio. De hecho, el ministro del bautismo válido y lícito, puede ser un laico, una mujer, un no bautizado; y los ministros del sacramento del matrimonio, válido y lícito, son los mismos cónyuges; y ninguno de los ministros mencionados de estos sacramentos tiene el carácter que les da el poder de obrar in persona Christi. Por otra parte, la concelebración eucarística se justifica desde el actuar de los concelebrantes in persona Christi, dice al respecto Santo Tomás, respondiendo a la objeción de que sería superfluo que lo que puede hacer uno lo hicieran muchos: "Si cada sacerdote actuara con virtud propia, sobrarían los demás celebrantes; cada uno tendría virtud suficiente. Pero, como el sacerdote consagra en persona de Cristo y muchos son "uno en Cristo" (Gal 3, 28), de ahí que no importe si el sacramento es consagrado por uno o por muchos…" (S. Th., III, 82, 2, ad 2) Y no hay, propiamente, concelebración en los otros sacramentos. Es de hacer notar que en la concelebración "se manifiesta apropiadamente la unidad del sacerdocio" (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 57) y, en otro documento se enseña: "se expresa adecuadamente la unidad del sacerdocio y del sacrificio, como también la de todo el pueblo de Dios" (Normas generales del Misal Romano, n. 153), por razón de que los sacerdotes, debido al carácter sacerdotal, obran in persona Christi.

Además, más adelante, agrega Santo Tomás refiriéndose al sacramento-sacrificio: " …éste sacramento es de tanta dignidad, que se hace en la persona de Cristo. Todo el que obra en persona de otro debe hacerlo por la potestad que le han conferido… Cristo, cuando se ordena al sacerdote, le da poder para consagrar este sacramento en persona de Cristo. Así pone a éste sacerdote en el grado de aquellos a quienes dijo: "Haced esto en conmemoración mía"". (En III, 82, 2 agrega: "El sacerdote entra a formar parte del grupo de aquellos que en la Cena recibieron del Señor el poder de consagrar"). "Es propio del sacerdote confeccionar este sacramento" (Cf. S. Th., III, 82, 1). Y obrar en persona de Cristo es absolutamente necesario para que el sacrificio de la Misa sea el mismo sacrificio de la cruz: no sólo es necesaria la misma Víctima, también es necesario el mismo Acto interior oblativo y el mismo Sacerdote. Sólo así se tiene, sustancialmente, el mismo y único sacrificio, sólo accidentalmente distinto.

El no valorar correctamente la realidad del carácter sacerdotal que habilita para actuar in persona Christi debilita el sentido de identidad sacerdotal, ni se ve cómo los ordenados que se vuelven herejes, cismáticos o excomulgados consagran válidamente -aunque ilícitamente- (Cf. I Concilio de Nicea, Dz. 55; San Atanasio II, Dz. 169; San Gregorio Magno, Dz. 249; ver Dz. 358. 1087), al igual que el porqué el sacerdote pecador consagra válidamente. El debilitar la importancia del obrar in persona Christi.

Todos los cristianos, los bautizados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, debemos ser otro Cristo, vivir y actuar como Cristo, pero el sacerdote actúa de manera especialísima In Persona Christi, Cristo mismo, cuando preside la Liturgia de la Sagrada Eucaristía. Esto tiene una consecuencia en nuestra relación con la Eucaristía y el sacerdote que la celebra. Vamos a la Eucaristía a encontrarnos con Cristo en la persona del sacerdote. Por lo tanto, Cristo debe ser el motivo principal. Cuando perdemos este aspecto, centramos la Eucaristía en la persona del sacerdote, desvinculándola de su carácter mistérico. Centrándonos en las cualidades físicas, de dicción o de elocuencia del que preside. De ahí la importancia de recobrar y ayudar a los fieles a recobrar esa visión sobrenatural de la Eucaristía. Es importante hacer un esfuerzo por descubrir, en el sacerdote anciano, enfermo, con limitaciones de todo tipo, a Cristo que se hace frecuente en él. Así como Cristo en el Evangelio nos invita a descubrirlo en el que tiene hambre, sed, está desnudo , enfermo o en la cárcel…

Es cierto que es necesario que el sacerdote al actuar In Persona Christi haga un esfuerzo en su vida personal para  ser un instrumento y mediación de amor y misericordia, convirtiéndose en misericordia y amor con su conducta, como dijo san Agustín de Hipona.

Por ello les invito a que oremos para que todo sacerdote vaya adelantando y perfeccionando su ser y, transparente a Cristo en su vida.


Oración por los Sacerdotes
Oración del Apóstol (s.XIV)

Cristo, no tiene manos,
tiene solamente nuestras manos
para hacer el trabajo de hoy.

Cristo no tiene pies,
tiene solamente nuestros pies
para guiar a los hombres en sus sendas.

Cristo, no tiene labios,
tiene solamente nuestros labios
para hablar a los hombres de sí.

Cristo no tiene medios,
tiene solamente nuestra ayuda
para llevar a los hombres a sí.

Nosotros somos la única Biblia,
que los pueblos leen aún;
somos el último mensaje de Dios
escrito en obras y palabras.

jueves, 19 de diciembre de 2013

DONDE REZAR: A LOS PIES DEL SAGRARIO


Dónde rezar
Rezar a los pies del Sagrario.

No hay oración más eficaz que la que se hace a los pies del Sagrario, a los pies de Jesús Sacramentado, porque allí está el mismo Dios, escuchándonos y dándonos a manos llenas todo lo que necesitamos. Y no sólo eso, sino que al estar tan cerca de Jesús Eucaristía, vamos siendo curados de todas las cicatrices que nos han dejado el pecado y los traumas y desgracias de todo tipo, que necesariamente hemos tenido que pasar en esta vida.

A los pies del Tabernáculo estamos muy cerca de Dios, porque si bien Dios está en todas partes, especialmente está en las hostias consagradas, ya que allí mismo está Jesús, Dios y Hombre verdadero, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y alrededor de Él están su Madre, la Santísima Virgen María, los ángeles, los santos y las almas purgantes. Así que no hay mejor lugar en esta tierra, para ir a rezar, que a los pies de Jesús Eucaristía. Y ¡mucho mejor si es en una capilla de adoración perpetua o en una hora santa donde Jesús Sacramentado es solemnemente expuesto a la adoración de los fieles!

Vayamos a los pies de Jesús, que ha querido quedarse en la Hostia para escucharnos y compartir con nosotros este peregrinar terreno, esta lucha que es la vida del hombre sobre la tierra. Y pidamos allí, a sus pies, todo lo que nos haga falta. No andemos con pequeñeces, sino pidamos a lo grande, porque estamos en presencia del Rey del Cielo y de la Tierra, del Dios que todo lo puede, que nos ama infinitamente y que nos quiere colmar de gracias y favores muy especiales.
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