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jueves, 25 de mayo de 2017

ORACIÓN A SAN VEDA


Oración a San Beda


Venerable San Beda, te pedimos que intercedas por nosotros para que con la gracia de Dios Todopoderoso seamos capaces de alcanzar la paz verdadera de nuestra alma, aquí en la tierra, despojándonos de los deseos materiales, de querer ser algo que no somos, queremos ser humildes y dóciles de corazón, que no nos importe el juicio de aquellos que no siguen a Cristo y que no tengamos miedo a las persecuciones del mundo.

Ayúdanos, reza por nosotros en el cielo, tú que lleno de virtud eres escuchado por Dios, alcánzanos la fortaleza de la fe, de la perseverancia y de la firme voluntad de hacer lo que el Señor nos pide, así estaremos en paz, y podremos ver claramente el camino que debemos seguir en cada momento.

Y así gozaremos de la alegría de reconocer el rostro de Cristo, nuestro creador, cuando obtengamos la gracia de su amor inmenso en la eternidad.

Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

SAN VEDA EL VENERABLE, PATRONO DE LOS HISTORIADORES, 25 DE MAYO


San Veda El Venerable
Patrono de los Historiadores
25 de Mayo



Escribió así:

Y es así que, muy interesado en la historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender, enseñar o escribir. A los diecinueve años, fui admitido al diaconado, a los treinta al sacerdocio, ambas veces mediante las manos del reverendísimo obispo Juan [san Juan de Beverley], y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el momento de mi admisión al sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he esforzado por hacer breves notas sobre las sagradas Escrituras, para uso propio y de mis hermanos, ya sea de las obras de los venerables Padres de la Iglesia o de su significado e interpretación.

Después de esto, Beda inserta una lista de Indiculus, de sus anteriores escritos y, finalmente, termina su gran obra con las siguientes palabras:

Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la gracia de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me concedáis misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y permanecer para siempre delante de vuestro rostro.

Es evidente, en la carta de Beda al obispo Egberto, que el historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos durante algunos días, alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas raras excepciones, su vida parece haber transcurrido como una pacífica ronda de estudios y oración dentro de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía queda manifiesto en el conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte del santo, legada a nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su búsqueda del conocimiento no fue interrumpida por su enfermedad y los hermanos le leían mientras él estaba en cama, pero la lectura era reemplazada constantemente por las lágrimas. "Puedo declarar con toda verdad," escribe Cuthbert sobre su amado maestro, "que nunca vi con mis ojos, ni oí con mis oídos a nadie que agradeciera tan incesantemente al Dios vivo. Incluso el día de su muerte (la vigilia de la Ascensión de 735) el santo estaba ocupado dictando una traducción del Evangelio de San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la estaba escribiendo, le dijo: "Hay todavía una oración, querido maestro, que no está escrita." Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo que estaba terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda, "…está terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran placer sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado puedo llamar a mi Padre." Y así, sobre el suelo de su celda, cantando "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló su último aliento.

El calificativo Venerabilis parece haber sido agregado al nombre de Beda antes de haber transcurrido las dos generaciones posteriores a su muerte. Por supuesto, no existe una autoridad anterior que corrobore la leyenda repetida por Fuller acerca del “monje torpe” que al componer un epitafio sobre Beda se quedó sin palabras para completar la frase Hac sunt in fossa Bedae… ossa y a la mañana siguiente se encontró con que los ángeles habían llenado el espacio con la palabra venerabilis. El calificativo es utilizado por Alcuin, Amalarius y al parecer por Paulo el Diácono, y el importante Consejo de Aachen de 835 lo describe como venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis Beda. Este decreto se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal Wiseman y los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que Beda fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre de 1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía celebrar la fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor Ecclesiae. Durante toda la Edad Media se había celebrado en York y en el Norte de Inglaterra el culto local al Santo Beda, pero la fiesta no era tan popular en el sur, donde se seguía la Liturgia de Sarum.

La influencia de Beda entre los eruditos ingleses y extranjeros fue muy grande, y probablemente habría sido mayor si los monasterios del norte no hubieran sido devastados por las invasiones Danesas menos de un siglo después de la muerte de Beda. En innumerables formas, pero especialmente por su moderación, amabilidad y gran visión, Beda se distingue entre sus contemporáneos. En lo referente a erudición, indudablemente fue el hombre más sabio de su tiempo. Una característica muy notable, observada por Plummer (I, p. xxiii), es su sentido de propiedad literaria, una particularidad extraordinaria en esa época. Él mismo anotaba escrupulosamente en sus escritos los pasajes que había tomado prestados de otros e incluso rogaba a los copistas de sus obras que conservaran las referencias, una recomendación a la que ellos pusieron muy poca atención. A pesar de lo elevado de su cultura, Beda aclara repetidamente que sus estudios están subordinados a la interpretación de las Escrituras. En su "De Schematibus" lo dice así: "Las Sagradas Escrituras están sobre todos los demás libros, no sólo por su autoridad Divina, o por su utilidad pues son una guía hacia la vida eterna, sino también por su antigüedad y su forma literaria” (positione dicendi). Tal vez el mayor tributo al genio de Beda es que con una convicción tan desprovista de compromiso y tan sincera de que la sabiduría humana es inferior, haya podido adquirir tanta cultura verdadera. Aunque el Latín fue para él una lengua todavía viva, y aunque no parece haber volteado conscientemente hacia la Era de Augusto de la Literatura Romana que preservaba modelos más puros de estilo literario que la época de Fortunato o San Agustín, ya sea por genio natural o por el contacto con los clásicos, Beda es extraordinario por la relativa pureza de su lenguaje y también por su lucidez y sobriedad, especialmente en temas de crítica histórica. En todos estos aspectos presenta un marcado contraste con san Aldhelm quien se aproxima más al tipo Celta.

miércoles, 25 de mayo de 2016

SAN BEDA, PATRONO DE LOS HISTORIADORES, 25 DE MAYO


Hoy 25 de mayo se celebra a San Beda, cuyas homilías inspiraron el lema del Papa Francisco
Por Abel Camasca


 (ACI).- “El tiempo de mi partida ha llegado y mi corazón anhela ver la belleza de Cristo, mi Rey”, dijo antes de morir el Doctor de la Iglesia y Patrono de los historiadores, San Beda; cuyas homilías inspiraron el lema pontificio del Papa Francisco. 

Por ser además lingüista y traductor, sus trabajos con los escritos latinos y griegos de los primeros Padres de la Iglesia contribuyeron de manera significativa en el cristianismo inglés.

San Beda en sus homilías hizo una reflexión del episodio evangélico de la llamada de Jesús a San Mateo y escribió: “Vidit ergo Iesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me (Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme)”.

De estas palabras, el Papa Francisco tomó la frase “miserando atque eligendo”, que aparece en su escudo papal, ya que es un homenaje a la misericordia divina que el Pontífice experimentó en su juventud, después de una confesión.

San Beda nació por el 672 o el 673, en Wearside o en Tyneside (Reino Unido), muy cerca al monasterio de San Pedro en Wearmouth, a donde ingresó con tan sólo siete años de edad. Su formador allí fue San Benito Biscop.

Años después San Beda fue al monasterio de Jarrow y tuvo como nuevo maestro a San Celofrith. Se dice que se ordenó de diácono con 19 años y luego, con 30 años, fue ordenado sacerdote por San Juan de Beverley. Escribió muchos libros, siendo su obra maestra “History of the English Church and People”.

San Beda, conocido como el Venerable, Partió a la Casa del Padre el 25 de mayo del 735. En 1899 el Papa León XIII lo nombró Doctor de la Iglesia por su importante aporte teológico.
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