domingo, 17 de abril de 2016

SANTA CATALINA TEKAKWITHA, PRIMERA SANTA DE PIEL ROJA, 17 DE ABRIL

Hoy la Iglesia celebra Catalina Tekakwitha, la primera santa piel roja
Por Abel Camasca




(ACI).- Cada 17 de abril la Iglesia celebra la Fiesta de Santa Catalina (Kateri) Tekakwitha, la primera santa piel roja de Estados Unidos. Se le considera patrona de la naturaleza y de la ecología junto a San Francisco de Asís. Sus últimas palabras fueron: “¡Jesús, te amo!”

Catalina nació en Auriesville, Nueva York (Estados Unidos), en 1656. Su madre era una cristiana miembro de la tribu algonquina, que había sido capturada por los iroques y liberada por quien sería el padre de Tekakwitha, un jefe tribal Mohawk.

A los cuatros años mueren sus padres y su hermano por la epidemia de viruela. A causa de esta misma enfermedad ella quedó con el rostro desfigurado, la vista seriamente dañada y a cargo de sus tíos.

A sus 11 años, Catalina conoció la fe cristiana cuando a su pueblo llegaron misioneros jesuitas, que acompañaban a los diputados mohicanos para firmar la paz con los franceses.

Si bien aceptó la fe rápidamente, la joven pidió bautizarse recién a los 20 años, haciendo frente a la oposición de su familia, y al rechazo de su comunidad. Tuvo que huir de su pueblo hasta llegar a unas comunidades cristianas en Canadá.

Más adelante hizo la Primera Comunión el día de Navidad y realizó el voto de castidad. Durante su corta vida, mantuvo una intensa devoción al Bendito Sacramento.

Partió a la Casa del Padre el 17 de abril de 1680, en Semana Santa de aquel año, y con tan solo 24 años. A su muerte, el pueblo desarrolló inmediatamente una gran devoción por ella, y muchos peregrinos acudían a visitar su tumba, en Caughnawaga.

Cuenta la tradición que las cicatrices que la santa tenía en el rostro se desvanecieron después que falleciera y que se sanaron muchos enfermos que fueron al funeral.

En 1884, el P. Clarence Walworth mandó erigir un monumento junto a su sepultura y llegó a ser conocida como “El Lirio de los Mohawks”.

Santa Catalina fue beatificada por San Juan Pablo II, en 1980 y canonizada por el Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI, en octubre de 2012.

Si bien en Estados Unidos su fiesta es el 14 de julio, en el resto del mundo, de acuerdo al martirologio, hoy se recuerda a Santa Catalina Tekakwitha.

LOS SANTOS DE HOY: DOMINGO 17 DE ABRIL DEL 2016

Jacobo de Cerqueto, BeatoJacobo de Cerqueto, Beato
Presbítero, 17 de abril
Inocencio de Tortona, SantoInocencio de Tortona, Santo
Obispo, 17 de abril
Donnan y compañeros, SantosDonnan y compañeros, Santos
Mártires, 17 de abril
Otros Santos y Beatos del 17 de abrilOtros Santos y Beatos del 17 de abril
Completando el santoral de este día
Esteban Harding, SantoEsteban Harding, Santo
Abad, 17 de abril
Elías, Pablo e Isidoro, SantosElías, Pablo e Isidoro, Santos
Mártires, 17 de abril
Enrique Heath, BeatoEnrique Heath, Beato
Presbítero y Mártir, 17 de abril
Acacio de Melitene, SantoAcacio de Melitene, Santo
Obispo, 17 de abril
Robert de Chaise-Dieu, SantoRobert de Chaise-Dieu, Santo
Abad, 17 de abril
Clara Gambacorti, BeataClara Gambacorti, Beata
Abadesa Dominica, 17 de abril
Maria Ana de Jesús Navarro, BeataMaria Ana de Jesús Navarro, Beata
Religiosa Mercedaria, 17 de abril

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 17 DE ABRIL DEL 2016


La historia del Pastor y las ovejas
Pascua



Juan 10, 27-30. Domingo IV Semana de Pascua C. Jesús es nuestro Pastor, pero nosotros tenemos que esforzarnos por ser ovejas buenas. 


Por: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Juan 10, 27-30
En aquel tiempo dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno. 

Oración introductoria
Señor, esta meditación es una oportunidad para continuar celebrando tu Pascua de Resurrección. Saber que me amas, que me pides mi ayuda en la nueva evangelización y que esperas tanto de mí me anima a ofrecerte mi fe y devoción. Te agradezco y te bendigo por todo tu amor.

Petición
Señor, mi buen pastor, concédeme tener siempre mi conciencia clara: ¡Soy conocido y amado infinitamente!

Meditación del Papa Francisco
Cristo es el verdadero pastor, que realiza el modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su vida, nadie se la quita, sino que la dona a favor de las ovejas. En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único pastor del pueblo: el mal pastor piensa en sí mismo y explota a las ovejas; el pastor bueno piensa en sus ovejas y se dona a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo pastor es un guía pensativo que participa en la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de la propia vida.
En la figura de Jesús, buen pastor, nosotros contemplamos la Providencia de Dios, su preocupación paterna por cada uno de nosotros. La consecuencia de esta contemplación de Jesús Pastor verdadero y bueno, es la exclamación de asombro conmovido que encontramos en la segunda Lectura de la liturgia de hoy: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre, mirad qué amor nos ha tenido el Padre, …” Es realmente un amor sorprendente y misterioso, porque donándonos Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, ¡el Padre nos ha dado todo lo más grande y precioso que podía darnos! Es el amor más alto y más puro, porque no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no es atraído por ningún deseo de intercambio interesado. Frente a este amor de Dios, nosotros experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente.(Papa Francisco Regina Coeli,IV Domingo de Pascua 2014)
Reflexión
Seguramente todos habremos visto, en más de una ocasión, un rebaño de ovejas pastando. Una enorme masa de algodón sobre una alfombra verde, natural, y un pastor que las apacienta. Es una escena muy hermosa y pintoresca, y no deja de suscitarnos un sentimiento de simpatía, sobre todo cuando vemos a las ovejillas casi recién nacidas brincando entre las demás ovejas del rebaño.

Es una imagen lírica y bucólica que ha inspirado a muchos poetas, músicos y artistas como tema de sus composiciones. Baste recordar, por ejemplo, las famosas Églogas del gran poeta latino Virgilio, la novela pastoril “La Galatea”, de Cervantes; o tantas otras obras literarias que describen bellamente la vida del campo: Boscán, Garcilaso de la Vega, Góngora, Tirso de Molina, Lope de Vega. En la música, tenemos la magistral Sexta Sinfonía de Beethoven, también llamada “Pastoral”. Y en el campo de la pintura, tantísimos cuadros de todas las épocas: Fra Angélico, Giotto, Botticelli, Monet, Degas y miles más.

Pero mucho antes que todos estos personajes del arte y de las letras, alguien más habló de pastores y de ovejas, y de una manera muchísimo más profunda y sublime: nuestro Señor Jesucristo. Y también los profetas. En su lenguaje teológico-espiritual, el Pastor es Dios, y las ovejas, el pueblo elegido. Y en la predicación del Señor, el Pastor es Él mismo y las ovejas, nosotros, su Iglesia.

El profeta Ezequiel, por ejemplo, tiene todo un capítulo de su libro en donde habla de los malos pastores que se apacientan a sí mismos –o sea, los falsos guías del pueblo, que vinieron antes de nuestro Señor-; y, en contraposición, nos presenta al pastor fiel, que es el mismo Dios. De éste se expresa con tonos muy delicados: "Yo mismo –dice el Señor- iré a buscar a mis ovejas y las reuniré. Como recuenta el pastor a sus ovejas el día en que la tormenta dispersa a la grey, así recontaré yo a mis ovejas, y las pondré a salvo en todos los lugares en que fueron dispersadas el día del vendaval... Yo mismo apacentaré a mis ovejas y yo mismo las llevaré a la majada –dice el Señor Yahvé-. Buscaré a la oveja perdida, traeré a la extraviada, vendaré a la herida, curaré a la enferma y guardaré a las fuertes y robustas" (Ez 34, 11-12. 15-16). Y continúa así todo el capítulo. Imagen perfecta de este pastor es nuestro Señor Jesucristo.

El evangelio de Juan nos presenta, por su parte, el hermoso discurso de Jesús en donde Él mismo se define como el buen Pastor, el verdadero. Éste apacienta a sus ovejas con amor, fidelidad, justicia y misericordia. A éste lo conocen las ovejas, oyen su voz y las ovejas lo siguen; no hacen caso a los extraños porque no conocen su voz (Jn 10, 1-6).

Y "conocer", en lenguaje bíblico, es mucho más profundo que en nuestra lengua vernácula. Es el conocimiento del amor, de la intimidad, de la familiaridad, de la entrega total por el amado. Así lo expresa a continuación Jesús: "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.Yo soy el buen Pastor; el buen pastor da la vida por sus ovejas… Yo soy el buen Pastor, y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí… y pongo mi vida por las ovejas" (Jn 10, 10-15).

Estas palabras nos evocan la bellísima oración del Salmo 23: "El Señor es mi Pastor, nada me falta. Me hace recostar en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma, me guía por senderos seguros por el amor de su nombre. Aunque camine por cañadas tenebrosas, no temo mal alguno, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado son mis consuelos". ¡Qué delicia y qué seguridad ser apacentados por un Pastor así!
La imagen del buen Pastor ha sido representada miles de veces en el arte cristiano de todos los tiempos: en pinturas, esculturas, iconos… y también en la literatura de los Santos Padres, de los teólogos y de los poetas.

San Agustín, por ejemplo, tiene un estupendo sermón en el que comenta el capítulo 34 de Ezequiel, que acabamos de citar, en donde dice: "Para vosotros, como obispo, soy vuestro pastor; pero con vosotros, como cristiano, soy también oveja del rebaño de Cristo".

Hace poco me escribió un amigo y me envió un soneto compuesto por él mismo. Me gustó mucho, y creo que hoy nos viene como anillo al dedo. Dice así: "Tú me dices, Señor: Pace confiado,/ sólo sigue mi voz y su latido,/ siega el tacto voraz y el fino oído,/ ven a mi fuente y quedarás saciado,/ que aquí tengo tu sitio reservado./ Reposa en mí tu corazón dolido,/ en mi pecho adormece tu gemido/ y deja, calmo, el sueño a mi cuidado./ Yo soy el Pastor que guarda Su ganado/ y busca el corderillo lacerado,/ con música de flautas atraído/ y entre zarzas y espinos atrapado./ Tu mano firme hunde en mi costado./ No dudes más, aún tengo el pecho herido".

Este poema me hizo recordar aquel otro soneto, de Lope de Vega, de una inspiración religiosa de altos vuelos, que comienza así: "Pastor, que con tus silbos amorosos/ me despertaste del profundo sueño:/ tú que hiciste cayado de este leño/ en que tiendes los brazos poderosos"...

Sí, Jesucristo es nuestro buen Pastor. Él ha dado su vida y su sangre por nosotros, para redimirnos de nuestros pecados, para darnos vida eterna. Hemos sido comprados al precio de la sangre de Cristo –como nos dice san Pedro en su primera epístola (I Pe 1, 18-19). Por eso, sus ovejas "no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de su mano".

Pero, para ello, también nosotros tenemos que esforzarnos por ser ovejas buenas de este buen Pastor. Dejémonos, pues, apacentar y conquistar por Él siendo dóciles en el cumplimiento amoroso de su santísima voluntad sobre nosotros. Seamos buenas ovejas por nuestra fe y amor a Él, por la obediencia, la vida de gracia y la fidelidad sincera a sus mandamientos.


Preguntas o comentarios al autor  P. Sergio Cordova LC
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