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viernes, 1 de abril de 2016

HOY ES LA FIESTA DE SAN HUGO DE GRENOBLE, OBISPO Y GRAN ORADOR, 1 DE ABRIL 2016


Hoy es la fiesta de San Hugo de Grenoble, Obispo y gran orador
Por Diego López Marina




 (ACI).- San Hugo fue Obispo de Grenoble (Francia) entre 1080 y 1132, y su elección se dio cuando ni quiera era sacerdote.

En Grenoble permaneció como Obispo durante 50 años, pese a haber presentado su renuncia en cinco oportunidades ante cinco Pontífices distintos. También contribuyó a la fundación de la Orden los Cartujos.

El Santo nació en Francia en el año 1052 y su nombre significa “el inteligente”. Fue nombrado canónigo en la ciudad de Valence y a la edad de 28 años ya estaba instruido en ciencias eclesiásticas. Era tan bueno en su trato que su obispo le pidió acompañarlo al Concilio de Aviñon de 1080.

Los obispos le propusieron que se hiciera ordenar de sacerdote para que se encargue de la diócesis de Grenoble, sin embargo Hugo se oponía porque era muy tímido y se creía indigno.

El Delegado del Sumo Pontífice logró convencerlo y le confirió la ordenación sacerdotal. Luego se lo llevó a Roma para que el Papa Gregorio VII lo ordenara obispo.

Al llegar a Grenoble encontró que la situación de su diócesis era desastrosa y por ello se encargó de introducir la reforma gregoriana. Combatió una serie de abusos como los cargos eclesiásticos conseguidos con dinero (simonía); incumplimiento del celibato en los sacerdotes; laicos apoderados de bienes de la Iglesia; deudas a empleados de la Iglesia; y un pueblo que no recibía instrucción en religión.

Por varios años se dedicó a combatir valientemente todos estos abusos dedicando largas horas a la oración y a la meditación. Asimismo recorría su diócesis de parroquia en parroquia corrigiendo errores y enseñando cómo obrar el bien.

Llegó a convertirse en un gran orador, y como rezaba mucho antes de predicar, sus sermones conmovían profundamente a sus oyentes y lograban numerosas conversiones.

Poco antes de su muerte perdió la memoria y lo único que recordaba eran los salmos y el Padrenuestro. Pasó sus últimos días repitiendo estas oraciones.

San Hugo falleció con casi 80 años el 1 de abril de 1132. El Papa Inocencio II lo declaró santo dos años después de su muerte.

martes, 31 de marzo de 2015

SAN HUGO DE GRENOBLE, OBISPO, 1 DE ABRIL



Hugo de Grenoble, Santo
Hugo de Grenoble, Santo

Obispo, 1 de abril


Fuente: Archidiósesis de Madrid



Obispo

Martirologio Romano: En Grenoble, en Burgundia, san Hugo, obispo, que se esforzó en la reforma de las costumbres del clero y del pueblo, y siendo amante de la soledad, durante su episcopado ofreció a san Bruno, maestro suyo en otro tiempo, y a sus compañeros, el lugar de la Cartuja, que presidió cual primer abad, rigiendo durante cuarenta años esta Iglesia con esmerado ejemplo de caridad (1132).

Etimológicamente: Hugo = Aquel de Inteligencia Clara, es de origen germano.

Fecha de canonización: 22 de abril de 1134 por el Papa Inocencio II.

Breve Biografía


El obispo que nunca quiso serlo y que se santificó siéndolo.

Nació en Valence, a orillas del Isar, en el Delfinado, en el año 1053. Casi todo en su vida se sucede de forma poco frecuente. Su padre Odilón, después de cumplir con sus obligaciones patrias, se retiró con el consentimiento de su esposa a la Cartuja y al final de sus días recibió de mano de su hijo los últimos sacramentos. Así que el hijo fue educado en exclusiva por su madre.

Aún joven obtiene la prebenda de un canonicato y su carrera eclesiástica se promete feliz por su amistad con el legado del papa. Como es bueno y lo ven piadoso, lo hacen obispo a los veintisiete años muy en contra de su voluntad por no considerarse con cualidades para el oficio -y parece ser que tenía toda la razón-, pero una vez consagrado ya no había remedio; siempre atribuyeron su negativa a una humildad excesiva. Lo consagró obispo para Grenoble el papa Gregorio VII, en el año 1080, y costeó los gastos la condesa Matilde.

Al llegar a su diócesis se la encuentra en un estado deprimente: impera la usura, se compran y venden los bienes eclesiásticos (simonía), abundan los clérigos concubinarios, la moralidad de los fieles está bajo mínimos con los ejemplos de los clérigos, y sólo hay deudas por la mala administración del obispado. El escándalo entre todos es un hecho. Hugo -entre llantos y rezos- quiere poner remedio a todo, pero ni las penitencias, ni las visitas y exhortaciones a un pueblo rudo y grosero surten efecto. Después de dos años todo sigue en desorden y desconcierto. Termina el obispo por marcharse a la abadía de la Maison-Dieu en Clermont (Auvernia) y por vestir el hábito de san Benito. Pero el papa le manda taxativamente volver a tomar las riendas de su iglesia en Grenoble.

Con repugnancia obedece. Se entrega a cumplir fielmente y con desagrado su sagrado ministerio. La salud no le acompaña y las tentaciones más aviesas le atormentan por dentro. Inútil es insistir a los papas que se suceden le liberen de sus obligaciones, nombren otro obispo y acepten su dimisión. Erre que erre ha de seguir en el tajo de obispo sacando adelante la parcela de la Iglesia que tiene bajo su pastoreo. Vendió las mulas de su carro para ayudar a los pobres porque no había de dónde sacar cuartos ni alimentos, visita la diócesis andando por los caminos, estuvo presente en concilios y excomulgó al antipapa Anacleto; recibió al papa Inocencio II -que tampoco quiso aceptar su renuncia- cuando huía del cismático Pedro de Lyon y contribuyó a eliminar el cisma de Francia.

Ayudó a san Bruno y sus seis compañeros a establecerse en la Cartuja que para él fue siempre remanso de paz y un consuelo; frecuentemente la visita y pasa allí temporadas viviendo como el más fraile de todos los frailes.

Como él fue fiel y Dios es bueno, dio resultado su labor en Grenoble a la vuelta de más de medio siglo de trabajo de obispo. Se reformaron los clérigos, las costumbres cambiaron, se ordenaron los nobles y los pobres tuvieron hospital para los males del cuerpo y sosiego de las almas. Al final de su vida, atormentado por tentaciones que le llevaban a dudar de la Divina Providencia, aseguran que perdió la memoria hasta el extremo de no reconocer a sus amigos, pero manteniendo lucidez para lo que se refería al bien de las almas. Su vida fue ejemplar para todos, tanto que, muerto el 1 de abril de 1132, fue canonizado solo a los dos años, en el concilio que celebraba en Pisa el papa Inocencio.

No tuvo vocación de obispo nunca, pero fue sincero, honrado en el trabajo, piadoso, y obediente. La fuerza de Dios es así. Es modelo de obispos y de los más santos de todos los tiempos.

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