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miércoles, 12 de septiembre de 2018
lunes, 10 de septiembre de 2018
ORACIÓN A SAN NICOLÁS DE TOLENTINO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Oración a San Nicolás de Tolentino
por las almas del purgatorio
¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas.
Amén.
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO, 10 SEPTIEMBRE
Hoy es fiesta de San Nicolás de Tolentino, patrono de las almas del purgatorio
Redacción ACI Prensa
San Nicolás de Tolentino nació en San Angelo (Italia) en 1245; se dice que su madre, avanzada en años, no había podido concebir y junto a su esposo hicieron una peregrinación al Santuario de San Nicolás de Bari donde ella rogó a Dios por un hijo que se entregara al servicio divino, tiempo después quedó embarazada.
Mientras crecía, el pequeño Nicolás pasaba horas en oración, escuchaba con entusiasmo la Palabra de Dios, llevaba a su casa a los pobres para compartir con ellos lo que tenía y se deleitaba en leer buenos libros como estudiante.
Después de escuchar el sermón de un fraile o ermitaño de la Orden de San Agustín, se decidió a renunciar al mundo e ingresó a la Orden en el convento del pequeño pueblo de Tolentino. Hizo su profesión religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad y en 1271 fue ordenado sacerdote en el convento de Cingole.
Los últimos 30 años de su vida, aproximadamente, Nicolás vivió en Tolentino. Predicaba en las calles, administraba los sacramentos en asilos para ancianos, hospitales y prisiones. Asimismo pasaba largas horas en el confesionario.
Cuando por gracia de Dios obraba algún milagro, pedía a los presentes que “no digan nada sobre esto. Denle las gracias a Dios, no a mí".
Los fieles, impresionados de ver las conversiones que obtenía y su profunda espiritualidad, le pedían que intercediera por las almas del purgatorio y esto le valió, muchos años después de su muerte, ser nombrado “Patrón de las Santas Almas”.
El Santo padeció por mucho tiempo de dolores de estómago y poco a poco su salud fue empeorando.
Un día se le apareció la Virgen María y le dio instrucciones para que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y se lo comiera con la promesa de que se curaría por su obediencia. Así sucedió y en gratitud, San Nicolás bendecía trozos de pan similares y se los daba a los enfermos, obteniendo numerosas sanaciones.
Partió a la Casa del Padre el 10 de septiembre de 1305 y fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino.
Muchas décadas después fue expuesto su cuerpo incorrupto y se dice que al parecer un hombre extranjero le cortó los brazos para llevárselos a su país natal, pero fue capturado por un flujo de sangre que brotó de las extremidades del Santo.
Un siglo después se hizo el reconocimiento de los huesos y se vio que los brazos amputados se hallaban intactos y empapados en sangre. Siglos después se repitió el derramamiento de sangre fresca de los brazos de San Nicolás de Tolentino.
Infancia
Desde su infancia se decidió a renunciar a todo lo superfluo, así como practicar grandes mortificaciones, y, desde temprana edad, adoptó el hábito de ayunar tres días a la semana, miércoles, viernes y sábados. Cuando creció añadió también los lunes. Durante esos cuatro días solo comía una vez por día, a base de pan y agua.
Su mayor deleite se hallaba en leer buenos libros, en practicar sus devociones y en las conversaciones piadosas. Su corazón le perteneció siempre a la Iglesia. Sus padres no escatimaron en nada que tuvieran al alcance para mejorar sus geniales aptitudes.
Siendo aún un joven estudiante, Nicolás fue escogido para el cargo de canónigo en la iglesia de Nuestro Salvador. Esta ocupación iba en extremo de acuerdo con su inclinación de ocuparse en el servicio a Dios. No obstante, el santo aspiraba a un estado que le permitiera consagrar directamente todo su tiempo y sus pensamientos a Dios, sin interrupciones ni distracciones.
Su vida sacerdotal
Con estos deseos de entregarse por entero a Dios, escuchó en cierta ocasión un sermón, de un fraile o ermitaño de la orden de San Agustín, sobre la vanidad del mundo, el cual lo hizo decidirse a renunciar al mundo de manera absoluta e ingresar en la orden de aquel santo predicador. Esto lo hizo sin pérdida de tiempo, entrando como religioso en el convento del pequeño pueblo de Tolentino.
Nicolás hizo su noviciado bajo la dirección del mismo predicador e hizo su profesión religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad. Lo enviaron a varios conventos de su orden en Recanati, Macerata y otros. En todos tuvo mucho éxito en su misión. En 1271 fue ordenado sacerdote por el obispo de Osimo en el convento de Cingole.
Su aspecto en el altar era angelical. Las personas devotas se esmeraban por asistir a su Misa todos los días, pues notaban que era un sacrificio ofrecido por las manos de un santo. Nicolás parecía disfrutar de una especie de anticipación de los deleites del cielo, debido a las comunicaciones secretas que se suscitaban entre su alma tan pura y Dios en la contemplación, en particular cuando acababa de estar en el altar o en el confesionario.
Durante los últimos treinta años de su vida, Nicolás vivió en Tolentino y su celo por la salvación de las almas produjo abundantes frutos. Predicaba en las calles casi todos los días y sus sermones iban acompañados de grandiosas conversiones. Solía administrar los sacramentos en los albergues de ancianos, hospitales y prisiones; pasaba largas horas en el confesionario. Sus exhortaciones, ya fueran mientras confesaba o cuando daba el catecismo, llegaban siempre al corazón y dejando huellas que perduraban para siempre en quienes lo oían.
También, con el poder del Señor, realizó innumerables milagros, en los que les pedía a los recipientes: "No digan nada sobre esto. Denle las gracias a Dios, no a mí." Los fieles estaban impresionados de ver sus poderes de persuasión y su espiritualidad tan elevada por lo que tenían gran confianza en su intercesión para aliviar los sufrimientos de las almas en el purgatorio. Esta confianza se confirmó muchos años después de su muerte cuando fue nombrado el "Patrón de las Santas Almas".
Sus sacrificios
Nuestro Señor, por su gran amor a Nicolás, quiso conducir al santo a la cumbre de la perfección, y para ello, lo llevó a ejercer la virtud de distintos modos. Nicolás padeció por mucho tiempo de dolores de estómago, así como malos humores.
Hacia los últimos años de su vida, cuando estaba pasando por una enfermedad prolongada, sus superiores le ordenaron que tomara alimentos más fuertes que las pequeñas raciones que acostumbraba ingerir, pero sin éxito, ya que, a pesar de que el santo obedeció, su salud continuó igual. Una noche se le apareció la Virgen María, le dio instrucciones de que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y luego se lo comiera, prometiéndole que se curaría por su obediencia. Como gesto de gratitud por su inmediata recuperación, Nicolás comenzó a bendecir trozos de pan similares y a distribuirlos entre los enfermos. Esta práctica produjo favores numerosos y grandes sanaciones.
En conmemoración de estos milagros, el santuario del santo conserva una distribución mundial de los "Panes de San Nicolás" que son bendecidos y continúan concediendo favores y gracias.
Última Enfermedad
La última enfermedad del santo duró un año, al cabo de la cual murió el 10 de septiembre de 1305. Su fiesta litúrgica se conmemora el mismo día. Nicolás fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino, en una capilla en la que solía celebrar la Santa Misa.
En el 40 aniversario de su muerte, su cuerpo incorrupto fue expuesto a los fieles. Durante esta exhibición los brazos del santo fueron removidos, y así se inició una serie de extraordinarios derramamientos de sangre que fueron presenciados y documentados.
El santuario no tiene pruebas documentadas respecto a la identidad del individuo que le amputó los brazos al santo, aunque la leyenda se ha apropiado del reporte de que un monje alemán, Teodoro, fue quien lo hizo; pretendiendo llevárselos como reliquias a su país natal. Sin embargo, sí se sabe con certeza que un flujo de sangre fue la señal del hecho y fue lo que provocó su captura. Un siglo después, durante el reconocimiento de las reliquias, encontraron los huesos del santo, pero los brazos amputados se hallaban completamente intactos y empapados en sangre. Estos fueron colocados en hermosas cajas de plata, cada uno se componía de un antebrazo y una mano.
Nicolás de Tolentino fue canonizado por el Papa Eugenio IV, en el año 1446. Hacia finales del mismo siglo XV, hubo un derramamiento de sangre fresca de los brazos, evento que se repitió 20 veces; el más célebre ocurrió en 1699, cuando el flujo empezó el 29 de mayo y continuó hasta el 1ro. de septiembre. El monasterio agustino y los archivos del obispo de Camerino (Macerata) poseen muchos documentos en referencia a estos sangramientos.
Dentro de la Basílica conocida como el Santuario S. Nicolás Da Tolentino, en la Capilla de los Santos Brazos, del siglo XVI, se encuentran reliquias de la sangre que salió de los brazos del santo. En un cofre ubicado encima del altar de plata, se halla un cáliz de plata del siglo XV, que contiene su sangre. Una urna del siglo XVII, hecha de piedras preciosas, tiene en exhibición, detrás de un panel de vidrio, el lino manchado de sangre que se cree que fue la tela que usaron para detener el flujo que hubo en el momento de la amputación.
Los huesos del santo, con excepción de los brazos, estuvieron escondidos debajo de la basílica hasta su redescubrimiento en 1926, fecha en que los identificaron formalmente y los pusieron en una figura simulada, cubierta con un hábito Agustino. Los brazos incorruptos, todavía en sus cubiertas o cajas de plata del siglo XV, se hallan en su posición normal al pie de la figura. Las reliquias se pueden apreciar en un relicario bendecido por el Papa Pío XI.
San Nicolás fue uno de los santos (junto a San Juan Bautista y San Agustín), que vinieron del cielo para llevar a Sta. Rita al convento. Ella también fue de la orden agustina.
EL EVANGELIO DE HOY LUNES 10 SEPTIEMBRE 2018
Lecturas de hoy Lunes de la 23ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, lunes, 10 de septiembre de 2018
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,1-8):
Se sabe de buena tinta que hay un caso de unión ilegítima en vuestra comunidad, y tan grave que ni los gentiles la toleran: me refiero a ése que vive con la mujer de su padre. ¿Y todavía tenéis humos? Estaría mejor ponerse de luto y pidiendo que el que ha hecho eso desaparezca de vuestro grupo. Lo que es yo, ausente en el cuerpo pero presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente: reunidos vosotros en nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregar al que ha hecho eso en manos del diablo; humanamente quedará destrozado, pero así la persona se salvará en el día del Señor. Ese orgullo vuestro no tiene razón de ser. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebramos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 5
R/. Señor, guíame con tu justicia
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huesped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R/.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor. R/.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,6-11):
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy lunes, 10 de septiembre de 2018
CR
No enfrentéis el culto a Dios y el amor al hombre
“¿Hacer el bien o hacer el mal?”, “¿Salvar o dejar morir?”. Tan elemental es la pregunta que parece demagógica. Pero es una pregunta de Jesús. Una vez más, la pelea entre el imperativo de la ley y la necesidad de hacer el bien a la persona que sufre. La escena se produce en la sinagoga, en el centro del culto, en un día que es sábado. La parálisis de un hombre en su brazo derecho tiene la culpa. ¿Curarlo o no curarlo? Las dos partes lo tienen claro: La ley es terminante, dicen los fariseos. El hombre es lo primero, proclama Jesús.
Aunque cuesta creerlo, los enemigos de Jesús se cierran a reconocer la evidencia. “Se pusieron furiosos”, describe el Evangelio. Hay gente que enfrenta la ley y el amor. Diríase que, por no se sabe qué ocultos mecanismos interiores, desaparecen del alma humana los más elementales sentimientos. En el corazón del hombre se secan la compasión, la ternura, la misericordia, todo.
Todo había ido degenerando. El sábado vino de la mano de Dios, tras la creación de las cosas que le habían salido tan buenas. Era día de descanso, día de la alegría del pueblo después de la liberación de Egipto, día de la Alianza. Pero se fue tornando en algo insoportable y ridículo. Tan exagerado que llegó a nimiedades como no poder arar la tierra o recoger leña. Bien sentenció el Maestro: El hombre es Señor del sábado.
También en nuestros días, quién lo diría, las pequeñas batallitas nos impiden, a veces, abrirnos a proyectos más incitantes. Colocar la lupa en ciertos puntos pequeños y discutibles se convierte en lastre pesado que nos obstaculiza realizar o, por lo menos, ver acciones encomiables. Podemos dar una imagen de una religión seca, formalista, dura, de espaldas a la vida y al dolor de los hombres. El más clásico Tomás de Aquino pedía que la ley (y la norma) fuera “ordenación de la razón para el bien de todos”; pues, como quería Jesús en la sinagoga, que las normas no hagan sufrir inútilmente a los hijos de Dios.
Volvamos a los orígenes. Al sábado en que el Señor descansó. Y a nuestro domingo, Pascua y Resurrección. Aquí no se enfrentan el sábado y la curación, la ley y el amor, el culto a Dios y el amor al hombre. Pero si son la misma cosa: “Lo que hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos conmigo lo hicisteis”.
SANTORAL DE HOY LUNES 10 SEPTIEMBRE 2018
Miguel Beato Sánchez, Beato
Sacerdote y Mártir, 10 de septiembre
|
Ambrosio Eduardo Barlow, Santo
Sacerdpte y Mártir, 10 de septiembre
|
Oglerio, Beato
Abad, 10 de septiembre
|
Salvio de Albi, Santo
Obispo, 10 de septiembre
|
Nicolás de Tolentino, Santo
Presbítero. 10 de septiembre
|
Sebastían Kimura, Francisco Morales y 50 compañeros, Beatos
Mártires en Japón, 10 de septiembre
|
Pulqueria, Santa
Laica, 10 de septiembre
|
Nemesio, Santo
Mártir, 10 de septiembre
|
domingo, 9 de septiembre de 2018
SANTA MARÍA DE LA CABEZA, ESPOSA DE SAN ISIDRO LABRADOR, 9 SEPTIEMBRE
9 septiembre: Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador
Redacción ACI Prensa
María Toribia, conocida como Santa María de la Cabeza nació en Torrelaguna (España) entre finales del siglo XI e inicios del XII. fue la esposa de San Isidro Labrador y siempre fue atenta y servicial con su marido. Realizaba las labores del hogar con humildad, paciencia, devoción y austeridad.
Se dice que el único hijo que tuvieron, un día cayó a un pozo muy profundo. Los esposos corrieron y no encontraban forma de rescatar al pequeño. Entonces rezaron arrodillados con tanta fe que las aguas del pozo empezaron a subir y su hijo apareció en la superficie dentro de una canasta, sano y salvo.
María e Isidro vivieron un matrimonio muy unido como si fueran dos en una sola carne, un solo corazón y un alma única. Ambos esposos tenían la única ilusión de llevar una vida pura y fervorosamente dedicada a Dios.
Con ese anhelo decidieron “separarse” después de que ambos criaron a su único hijo. Su esposo se quedó en Madrid y María partió hacia una ermita cerca al río Jarama donde se entregó a profundas meditaciones, hizo obras de caridad y mantuvo el orden y aseo de la capilla.
Unos hombres malintencionados comunicaron a San Isidro que su esposa llevaba una mala vida con los pastores, pero el Santo rechazó estas calumnias. Sin embargo, San Isidro quiso saber de dónde habían sacado esos comentarios y siguió los pasos de Santa María de la Cabeza.
San Isidro entonces vio que su esposa se acercó al río, extendió su mantilla sobre el agua, se subió y, como si ésta fuera una barquilla, pasó a la otra orilla. Este hecho se repitió otros días y el honor de la Santa permaneció intacto ante su esposo.
Al final de su vida Santa María de la Cabeza regresó a Madrid y continuó con la admirable vida santa de antes. Después de que murió San Isidro, ella retornó a Torrelaguna falleciendo por el año 1175.
Tras su muerte, el cráneo fue colocado en un relicario en la ermita de la Virgen de ese pueblo. Desde entonces recibe el nombre de Santa María de la Cabeza ya que ha intercedido por muchos milagros sobre todo los referentes a los males de la cabeza.
Su fiesta se celebra el 9 de septiembre. La imagen que se venera tiene en sus manos una jarra y un cucharón, signos de sus tareas hogareñas y del servicio a los más pobres. Al igual que su esposo, mira al cielo en actitud orante.
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 SEPTIEMBRE 2018
Lecturas de hoy Domingo 23º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
Hoy, domingo, 9 de septiembre de 2018
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (35,4-7a):
Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantar. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 145,7.8-9a.9bc-10
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,1-5):
No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31-37):
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy domingo, 9 de septiembre de 2018
Fernando Torres cmf
¡Ánimo, no temáis!
Había un hombre sordo y tartamudo, por no decir mudo del todo. Es decir, no había comunicación posible. Ni de él hacia la sociedad ni de la sociedad hacia él. Por eso, el sordomudo no fue él a Jesús sino que lo tuvieron que llevar. En realidad no era más que una especie de cosa inútil e inservible. Pero Jesús hace el milagro. Le cura, le abre a la realidad que le circunda. De repente, la comunicación se restablece. Aquel hombre, que por la falta de comunicación se había convertido prácticamente en una cosa, volvía a ser persona, miembro de la sociedad, hermano de sus hermanos. ¡Cómo no se iban a alegrar y admirar los que lo veían!
Jesús cumple así las expectativas del pueblo, representadas en las palabras del profeta Isaías en la primera lectura. En ellas está el título de esta homilía. Son palabras que podemos sentir como dirigidas a cada uno de nosotros por parte de Dios: “¡Ánimo. No temáis!” Porque Dios está con nosotros. Porque el Dios de Jesús es Padre y no quiere que ninguno de sus hijos se quede convertido en un trasto inútil e inservible, que se arrincona, que se deja a un lado. Dios quiere a sus hijos sentados todos a la misma mesa, al mismo nivel, compartiendo juntos el pan de las alegrías y las penas, de los gozos y las penalidades que conlleva siempre la vida humana. Dios quiere a sus hijos viviendo juntos en el amor y en la esperanza. Porque él es padre y madre que cuida siempre de sus hijos. Y sus hijos, lo último que pueden hacer es perder la esperanza y la confianza en su Padre. Por eso, no debemos de temer. Dios viene en persona a salvarnos.
En esta perspectiva, la de los hijos e hijas de un solo Padre, entendemos mejor las palabras de la carta de Santiago. ¿Cómo es posible que en la comunidad cristiana se haga acepción de personas? Como es posible que siga habiendo títulos, distinciones y privilegios? ¿Cómo es posible que siga habiendo luchas por el poder y por los primeros puestos? Y mucho cuidado con situar esos problemas sólo en las grandes alturas de la Iglesia. Eso sucede también en las comunidades parroquiales, en los grupos y movimientos, en las comunidades religiosas. Todos lo sabemos por experiencia. Por eso, hay que estar muy vigilantes. No hay que pensar que lo que dice Santiago es para otros. Lo decía por su comunidad de aquellos tiempos y lo dice por nuestra comunidad de hoy. La tentación del poder siempre estará presente en el corazón humano y es una amenaza fuerte y permanente para la fraternidad del Reino. Hace exactamente lo contrario de lo que hizo Jesús al curar al sordomudo. Excluye, divide y separa en vez de unir y juntar.
Para la reflexión
¿Hay luchas por el poder y los privilegios en mi comunidad? ¿Qué hacemos para defendernos de esa tentación? ¿Cómo se trata a los marginados en mi comunidad? Quizá la respuesta a esta última pregunta sea la clave para liberarnos de la lucha por el poder.
SANTORAL DE HOY DOMINGO 9 SEPTIEMBRE 2018
Toribia (María de la Cabeza), Beata
Laica, 9 de septiembre
|
Jacobo Desiderio Laval, Beato
Presbítero, 9 de septiembre
|
Francisco Gárate Aranguren, Beato
Religioso, 9 de septiembre
|
María Eutimia (Emma) Üffing, Beata
Religiosa, 9 de septiembre
|
Pedro Bonhomme, Beato
Presbítero y Fundador, 9 de septiembre
|
Pedro Claver, Santo
Memoria Litúrgica, 9 de Septiembre
|
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