DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Domingo 18 (C) del tiempo ordinario
Domingo 4 de agosto de 2025
1ª Lectura (Ecl 1,2; 2,21-23): ¡Vanidad de vanidades!, —dice Qohélet—. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.
Salmo responsorial: 89
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna.
Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
2ª Lectura (Col 3,1-5.9-11): Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.
Versículo antes del Evangelio (Mt 5,3): Aleluya. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre!, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
«La vida de uno no está asegurada por sus bienes»
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España)
Hoy, Jesús nos sitúa cara a cara con aquello que es fundamental para nuestra vida cristiana, nuestra vida de relación con Dios: hacerse rico delante de Él. Es decir, llenar nuestras manos y nuestro corazón con todo tipo de bienes sobrenaturales, espirituales, de gracia, y no de cosas materiales.
Por eso, a la luz del Evangelio de hoy, nos podemos preguntar: ¿de qué llenamos nuestro corazón? El hombre de la parábola lo tenía claro: «Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19). Pero esto no es lo que Dios espera de un buen hijo suyo. El Señor no ha puesto nuestra felicidad en herencias, buenas comidas, coches último modelo, vacaciones a los lugares más exóticos, fincas, el sofá, la cerveza o el dinero. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero en sí mismas no pueden saciar las ansias de plenitud de nuestra alma, y, por tanto, hay que usarlas bien, como medios que son.
Es la experiencia de san Ignacio de Loyola, cuya celebración tenemos tan cercana. Así lo reconocía en su propia autobiografía: «Cuando pensaba en cosas mundanas, se deleitaba, pero, cuando, ya aburrido lo dejaba, se sentía triste y seco; en cambio, cuando pensaba en las penitencias que observaba en los hombres santos, ahí sentía consuelo, no solamente entonces, sino que incluso después se sentía contento y alegre». También puede ser la experiencia de cada uno de nosotros.
Y es que las cosas materiales, terrenales, son caducas y pasan; por contraste, las cosas espirituales son eternas, inmortales, duran para siempre, y son las únicas que pueden llenar nuestro corazón y dar sentido pleno a nuestra vida humana y cristiana.
Jesús lo dice muy claro: «¡Necio!» (Lc 12,20), así califica al que sólo tiene metas materiales, terrenales, egoístas. Que en cualquier momento de nuestra existencia nos podamos presentar ante Dios con las manos y el corazón llenos de esfuerzo por buscar al Señor y aquello que a Él le gusta, que es lo único que nos llevará al Cielo.
León XIV anuncia las fechas en las que se celebrará la JMJ de Corea del Sur en el 2027
El Papa León XIV saluda a peregrinos de Corea del Sur antes de la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes, el domingo 3 de agosto de 2025. | Crédito: Vatican Media.
Por Victoria Cardiel - 3 de agosto de 2025
Tras la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes, celebrada esta mañana en Tor Vergata ante un millón de participantes procedentes de 146 países, el Papa León XIV anunció oficialmente la próxima Jornada Mundial de la Juventud.
“Después de este Jubileo, la peregrinación de esperanza de los jóvenes continúa y nos llevará a Asia”, proclamó el Pontífice durante el rezo del Ángelus.
“Renuevo la invitación que el Papa Francisco dirigió a los jóvenes hace dos años”, añadió en referencia a la cita de Lisboa.
“Los jóvenes de todo el mundo se reunirán junto al Sucesor de Pedro para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Seúl, Corea, del 3 al 8 de agosto de 2027, bajo el lema: ‘Tened valor, yo he vencido al mundo’”, precisó el Papa que también destacó que esta nueva edición de la JMJ marcará una etapa importante en el camino de fe de las nuevas generaciones:
Así aseguró que la “esperanza que habita en nuestros corazones nos da la fuerza para anunciar la victoria de Cristo Resucitado sobre el mal y sobre la muerte”.
León XIV concluyó su intervención con un fuerte llamado misionero: “De esto ustedes serán testigos hasta los confines de la tierra. ¡Cita en Seúl! Sigamos soñando juntos, sigamos esperando juntos”. La JMJ de 2027 será la primera en celebrarse en Corea del Sur y la segunda en Asia, después de la histórica edición de Manila (Filipinas) en 1995.
Además, el Pontífice definió el Jubileo de los Jóvenes que arrancó el pasado hoy y ha concluido este domingo como "una cascada de gracia para la Iglesia y para el mundo entero, y lo ha sido gracias a la participación de cada uno de ustedes”.
El Santo Padre expresó su gratitud a los jóvenes “uno a uno, con todo el corazón” por su testimonio y entusiasmo durante estos días jubilares.
En un gesto de conmoción y cercanía, encomendó al Señor a María y Pascale, “las dos peregrinas, una española y la otra egipcia, que nos han dejado en estos días”, refiriéndose a su fallecimiento durante la peregrinación.
En inglés, el Papa recordó a los jóvenes que sufren “en cada tierra herida por la guerra”, y mencionó de forma especial a “los jóvenes de Gaza y de Ucrania”, cuyas vidas están marcadas por la violencia y la incertidumbre de la guerra.
León XIV también habló en español para rendir homenaje al testimonio de los presentes con palabras de esperanza: “Ustedes son el signo de que un mundo diferente es posible”. Y concluyó en italiano con una afirmación cargada de fe: “Sí, con Cristo es posible: con su amor, su perdón, la fuerza de su Espíritu”.
La Preciosísima Sangre de Cristo y su Devoción en el Mes de Julio
La Preciosísima Sangre de Cristo es uno de los misterios más profundos de la fe cristiana.
Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.Net
Significado Teológico de la Preciosísima Sangre
La Preciosísima Sangre de Cristo es uno de los misterios más profundos de la fe cristiana. Representa la sangre derramada por Jesús durante su Pasión y Crucifixión, y es considerada el precio de nuestra redención y la salvación de toda la humanidad.
Cristo, el Cordero sin mancha, ofreció su vida y su sangre como sacrificio supremo para liberarnos del pecado y abrirnos las puertas de la vida eterna. En la Eucaristía, los católicos creemos que el vino consagrado se convierte realmente en la Sangre de Cristo, actualizando en cada Misa el sacrificio redentor del Calvario. Por eso, la Sangre de Cristo es fuente de purificación, reconciliación, fortaleza y vida nueva para los creyentes.
Origen de la devoción en Julio
La devoción a la Preciosísima Sangre tiene raíces antiguas en la tradición cristiana, pero su dedicación especial al mes de julio se consolidó en el siglo XIX.
En 1849, durante la Primera Guerra Italiana por la Independencia, el Papa Pío IX, exiliado en Gaeta, recibió de Don Giovanni Merlini la propuesta de instituir una fiesta universal en honor a la Preciosísima Sangre, como súplica por la paz y el fin de la guerra.
El Papa Pío IX fijó inicialmente la fiesta en el primer domingo de julio, y más tarde el Papa Pío X estableció definitivamente el 1 de juliocomo día de la fiesta.
Tras el Concilio Vaticano II, la celebración fue suprimida del calendario litúrgico universal, aunque se mantiene la posibilidad de celebrar Misas votivas en honor a la Preciosísima Sangre durante julio y en otros momentos del año.
Así, julio quedó consagrado a la contemplación y veneración de este misterio redentor.
Sentido espiritual de la devoción
Durante el mes de julio, la Iglesia nos invita a profundizar en el misterio del amor redentor de Cristo, meditando en el valor infinito de su sangre derramada. Esta devoción tiene varios sentidos espirituales:
Reflexión sobre el sacrificio de Cristo: La Sangre de Cristo es el signo supremo de su amor. Cada gota derramada habla del precio pagado por nuestra salvación.
Purificación y fortaleza espiritual: La Sangre de Cristo purifica nuestras almas, nos libera del pecado y nos fortalece para vivir con fidelidad nuestra vocación cristiana.
Oración y meditación: En este mes se reza especialmente la Corona de la Preciosísima Sangre, recordando los momentos en que Jesús derramó su sangre: la circuncisión, la agonía en el huerto, la flagelación, la coronación de espinas, el camino al Calvario, la crucifixión y la lanzada en el costado.
Esperanza y gratitud: La Sangre de Cristo es fuente de esperanza. Nos recuerda que somos amados infinitamente, que no estamos solos en nuestras luchas, y que nuestro destino es la vida eterna.
Prácticas devocionales: Durante julio se rezan las Letanías de la Preciosísima Sangre, se meditan textos de la Pasión y se recomienda la participación frecuente en la Eucaristía, donde se hace presente la Sangre redentora de Cristo.
Indulgencias: La Iglesia concede indulgencias a quienes recitan oraciones y practican actos de piedad en honor a la Preciosísima Sangre, promoviendo así la reflexión sobre el misterio redentor y la conversión del corazón.
La devoción y la vida cristiana
La devoción a la Preciosísima Sangre no es solo una práctica piadosa, sino una escuela de vida cristiana. Quien medita en este misterio descubre el infinito valor de cada alma y aprende que la salvación nos ha sido regalada a un precio muy alto: la Sangre del Hijo de Dios.
Esta devoción nos impulsa a:
Perdonar a los demás, sabiendo cuánto hemos sido perdonados.
Vivir con esperanza, incluso en medio de sufrimientos, porque la Sangre de Cristo ha vencido al pecado y a la muerte.
Ofrecer nuestros sacrificios diarios en unión con el sacrificio de Cristo, transformando el dolor en amor redentor.
Practicar la misericordia, imitando el amor sacrificial de Jesús hacia los más necesitados.
Como dice san Pedro en su carta: “Fuisteis rescatados […] no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni defecto.” (1 Pe 1,18-19)
Conclusión
Dedicar el mes de julio a la Preciosísima Sangre de Cristo es abrir nuestro corazón a la contemplación de un misterio de amor y misericordia. Es un tiempo para renovar nuestra fe, nuestra gratitud y nuestro compromiso cristiano.
Que cada gota de la Sangre de Cristo, derramada por amor, inspire en nosotros deseos de conversión, fortaleza en las pruebas y esperanza cierta en la vida eterna. Y que, al contemplar su sacrificio, sepamos repetir con fe y confianza:
“Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación, líbranos.”
Novena a Santa María Magdalena
Lo más importante es saber acompañar a Jesús en su crucifixión, a semejanza de Santa María Magdalena.
Por: Ana Paula Morales | Fuente: Catholic.net
Terra Sancta México, en colaboración con la teóloga Patricia Pimentel, profesora de la Universidad Católica Lumen Gentium, han tenido la iniciativa de realizar una novena dedicada a Santa María Magdalena, que tendrá lugar del 13 al 21 de julio, siendo el 22 de julio el día que la Iglesia celebra la Fiesta de la “Apóstola de los Apóstoles”.
Para ver la Novena en formato PDF pulsa el link: https://cutt.ly/mLczAG4
Sobre Santa María de Magdala hay poca información dentro del Nuevo Testamento, puesto que son cuatro escasas referencias atestiguadas por los evangelistas, sin embargo, al ser un testimonio múltiple en casi todos los casos da fuerza a la veracidad de los hechos.
Los cuatro momentos en que es mencionada son: María Magdala, liberada por Jesús de siete demonios, lo seguía como discípula suya y lo servía con sus bienes (Lc 8, 2); estuvo al pie de la cruz (Jn 19, 25; par. Mt 27, 56; Mc 15, 40; Lc 23, 49); vio el lugar donde fue colocado el cuerpo de Jesús (Mt 27, 61; Mc 15, 47; Lc 23, 55; Jn 19, 38-42); fue junto con otras mujeres muy de madrugada al sepulcro (Mt 28, 1; Mc 16, 1; Lc 24, 1), pero ella fue la primera en encontrarse con Jesús Resucitado y el Señor la envía a proclamar la Buena Nueva a los discípulos (Jn 20, 1-18; par. Lc 24, 10).
A partir de estos pasajes, se hizo una investigación en los escritos de los Padres de la Iglesia, en un texto aprobado por el Magisterio y lo dicho por los tres últimos Sumos Pontífices en una carta apostólica y audiencias generales para obtener fragmentos de la reflexión de los textos.
Sobre la intencionalidad de elegir los temas de los nueve días basados en los cuatro momentos de Santa María Magdalena, Patricia Pimentel comentó: “El objetivo de esta novena es poder encontrarnos con Cristo resucitado, viéndonos reflejados nosotros mismos en Santa María Magdalena, es decir, desde el momento en que el Señor nos rescató, ya sea en una conversión o desde un evento difícil que haya marcado nuestras vidas”.
A lo que añadió la teóloga: “Lo más importante es saber acompañar a Jesús en su crucifixión, a semejanza de Santa María Magdalena, ofreciéndole nuestras alegrías y tristezas, nuestros logros y fracasos, de otro modo no podemos contemplarlo resucitado”.
Esta novena consta de una antífona inicial y se pide la intercesión de Santa María Magdalena, después se procede a la reflexión y meditación del tema del día, para finalizar rezando un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.