martes, 20 de febrero de 2018

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 20 FEBRERO 2018


Lecturas de hoy Martes de la 1ª semana de Cuaresma
 Hoy, martes, 20 de febrero de 2018



Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (55,10-11):

ESTO dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 33,4-5.6-7.16-17.18-19

R/. El Señor libra de sus angustias a los justos

V/. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

V/. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

V/. Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.

V/. Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy martes, 20 de febrero de 2018
 Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:

¡Qué mala es la apariencia! Sobre todo cuando uno se acostumbra a ella, pues te engaña a tí mismo antes que a los demás. No hay nada más falso que la apariencia ni nada que provoque más pena que ver a una persona esclavizada por este engaño de mostrar lo que no se es. ¡Cuidado! porque no estamos libres del todo. La tentación del quedar bien, de decir pero no hacer, siempre estará al acecho. Que duro sería si Jesús dijera de nosotros lo que critica hoy de los gentiles, que por hablar mucho…

Jesús nos llama a la autenticidad y a la sencillez en uno de los ejercicios esenciales en la vida cristiana y que en este tiempo somos llamados a intensificar: la oración. Para orar no son necesarias palabras bonitas ni muchas palabras; precisamente de lo que estamos necesitados en un mundo tan ruidoso y con tantos estímulos, es de silencio. Sobretodo del corazón, que es el más difícil de conseguir; acallar la cantidad de ruidos afectivos que nos impiden escuchar el susurro de Dios: rencores, afectos desordenados, heridas del pasado… Son los primeros fantasmas que acuden a la oración y que intentan desanimar nuestra práctica. Hay que dejarlos salir a escena, que fluyan, que se manifiesten aunque sean incómodos, porque aún siendo los primeros en aparecer cuando uno se pone a orar, no tienen la última palabra, y tras ellos surgen las mociones del Espíritu, la consolación de Dios.

Orar nunca ha sido fácil, pero es necesario. Para ello hay que sentarse y silenciar una y otra vez, las que hagan falta, sin desanimarse. “Velad y orar para no caer”, dice Jesús a sus discípulos la noche de Getsemaní. Sólo el ejercicio constante, paciente, abierto y sin ansiedad, nos lleva a saborear y gozar de la oración. Sin prisa, con paz, en confianza, diciendo: “Padre nuestro…”

Vuestro hermano en la fe:  
Juan Lozano, cmf.

BUENOS DÍAS




lunes, 19 de febrero de 2018

SAN AUXIBIO, PRIMER OBISPO DE CHIPRE, 19 FEBRERO


Hoy  19 de febrero es la Fiesta de San Auxibio, primer Obispo de Chipre
POR DIEGO LÓPEZ MARINA | ACI Prensa





En el siglo primero de la era cristiana San Auxibio sirvió como el primer obispo de la isla de Chipre por cerca de 50 años. La isla está ubicada en el mar Mediterráneo, a 113 kilómetros al sur de la actual Turquía, y hoy forma parte de la Unión Europea.

Este Santo de la Iglesia Católica es originario de una familia pagana de Roma. Pese a que su padre deseaba que contrajera matrimonio para alcanzar un mejor status social, él solo deseaba volverse cristiano.

Ante las diversas amenazas que sufrió por esta decisión, Auxibio huyó de la ciudad y se embarcó a la isla de Chipre, lugar donde según la tradición se encontró con Marcos (el evangelista), pariente del Apóstol San Bernabé que lo bautizó, confirmó y lo instruyó para ser predicador.

Una vez Auxibio estuvo preparado, Marcos lo envió a anunciar el Evangelio en la ciudad de Soles (Chipre), donde tiempo después sería designado Obispo por decisión de San Pablo, tras el martirio de San Bernabé en el año 70.

Es así como Auxibio llegó a formar en Soles una comunidad cristiana próspera. En el ocaso de su vida el Santo reunió a su clero y los exhortó a permanecer firmes en la fe. Según la tradición falleció en el año 102. 


San Auxibio, Obispo
19 de Febrero




Auxibio nació en Roma, de padres idólatras y tenía carácter dulce y honesto. Para asegurarle un puesto en el desempeño de los cargos públicos, su padre quiso que contrajera un matrimonio ventajoso, pero el santo tenía otros propósitos y pensaba en hacerse cristiano, huyendo de la ciudad y embarcándose en secreto hacia la isla de Chipre.

En dicho lugar, Auxibio encontró a Juan Marcos, pariente de San Bernabé quien lo bautizó, confirmó y lo instruyó sobre como predicar para luego ordenarlo sacerdote y obispo. Juan Marco le confió también la misión de predicar en la ciudad de Soles, donde fue acogido favorablemente por un sacerdote de Júpiter, a quien lo edificó con su vida santa, hasta llegar a convertirlo.

El Apóstol Pablo supo por Juan Marcos los progresos que hacía la fe en Chipre y le confió a Heracles el poder de instituir más obispo y de construir una nueva Iglesia. Auxibio empezó a predicar la fe en pleno día y luego de la construcción y consagración del nuevo edificio, comenzó su obra de apostolado a la vista de todos.

La gracia de Dios lo sostuvo y los milagros corroboraron su predicación de modo que llegó a formar en Soles una comunidad cristiana floreciente. Después de un episcopado de 50 años, Auxibio sintió que se aproximaba su fin y reunió a su clero y los exhortó a permanecer firme en la fe.

SAN MANSUETO DE MILÁN, OBISPO, 19 DE FEBRERO

Mansueto de Milán, Santo
Obispo, 19 de febrero


Por: . | Fuente: santiebeati.it 



Obispo

Martirologio Romano: En Milán, de Lombardía, Italia, san Mansueto, obispo, que luchó firmemente contra la herejía de los monotelitas (c. 680).
Breve Biografía

Entre los tantos y delicadas asuntos cristológicas sobre los que debatía la teología en los primeros siglos de la Iglesia, se encontraba aquella que investigaba sobre si en Cristo hay una o dos voluntades. En el primer caso se habla de "monotelismo", y en el segundo de "duotelismo".

El problema explotó en el siglo VII, con un Oriente preponderantemente monotelista. A tal grado llegó la disputa, que incluso hubo intervenciones imperiales que llegaron a prohibir bajo penas severas la continuación de la disputa.

En diversos Concilios, en cambio, la cuestión se abordó condenando la posición monotelita como un error pernicioso, ya que el monotelismo era en realidad una sutil respuesta herética sobre la verdadera naturaleza de Jesús: la de ser verdadero Dios y verdadero hombre, dogma proclamado por la Iglesia. La doctrina de la presencia de dos voluntades en Cristo, la divina y la humana, fue reafirmada por el Concilio de Letrán (octubre de 649), convocado por el Papa San Martín I, lo que le costó la muerte, ordenada por el emperador, ya que la convocatoria tenía una clara orientación duotelista.

La discusión se prolongó algún tiempo, y entre los que tomaron parte en ella se encuentra san Mansueto, cuadragésimo obispo de Milán. Su intervención en el Concilio de Roma (marzo de 680) tuvo exactamente ese sentido: desaprobar el monotelismo y dejar claro cómo las dos voluntades coexisten en Cristo, la voluntad humana sujeta a la divina, pero permaneciendo activa, como verdadero hombre.

San Mansueto estaba tan convencido de que estando de parte de Jesús se estaba de parte del hombre que luchó valientemente contra el monotelismo en todas sus actividades, sea como obispo, como organizador o escritor. Contra esta herejía (que, si ponemos algo de atención notaremos que incluso en nuestros días aun existe, algunas veces algo escondida), escribió un importante libro de argumentación doctrinal.

Aunque su celebración es el 19 de febrero, en la liturgia ambrosiana su fiesta se traslada al 2 de septiembre, para que no caiga en Cuaresma.

responsable de la traducción: Xavier Villalta

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 19 FEBRERO 2018


Lecturas de hoy Lunes de la 1ª semana de Cuaresma
Hoy, lunes, 19 de febrero de 2018



Primera lectura
Lectura del libro del Levítico (19,1-2.11-18):

EL Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No robaréis ni defraudaréis ni os engañaréis unos a otros.
No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.
No explotarás a tu prójimo ni le robarás. No dormirá contigo hasta la mañana siguiente el jornal del obrero.
No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.
No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.
No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.
No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 18,8.9.10.15

R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.

V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

V/. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a yerme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy lunes, 19 de febrero de 2018
 Juan Lozano, cmf



Querido amigo/a:

Acabamos de comenzar la Cuaresma. El Papa Francisco en su mensaje para este año ha elegido como lema: «Al crecer la maldad, se enfriara? el amor en la mayoría» (Mt 24,12). “Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que esta? ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí? donde tendrá? comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio”, dice el Papa.

Precisamente el Evangelio de hoy nos habla del juicio final, donde nuestros corazones serán expuestos ante Él para ver si fueron fríos o calientes, de piedra o de carne, cerrados o abiertos. Pero no es necesario esperar a ese día, porque una vida presente con un corazón enfriado es una vida triste, apagada, sin aliciente, sin alegría. No se trata de hacer el bien para sufrir y conseguir un pasaje para la vida eterna, sino de hacer el bien por convicción, sabiendo que todo el amor que damos lo recibimos ya en esta vida, el “ciento por uno”, aunque con creces en la eterna.

Entrenarnos para amar aquí y ahora es a lo que nos invita la Cuaresma de manera más intensa, porque su final, la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, es la máxima lección de amor que Él nos ha dejado; y en este amor tenemos que crecer. Cada vez que damos un paso en esta dirección, se hacen realidad las palabras finales del Evangelio de hoy: “Venid vosotros, benditos de mi Padre”.

Que nuestro corazón no se enfríe con la maldad, la rutina o la apatía, sino que despierte y se caliente en este tiempo bendito que es la Cuaresma.

Vuestro hermano en la fe:  
Juan Lozano, cmf.

SANTORAL DE HOY LUNES 19 FEBRERO 2018

John Sullivan, BeatoJohn Sullivan, Beato
Sacerdote, 19 de febrero
Quodvultdeus, SantoQuodvultdeus, Santo
Obispo, 19 de febrero
Jozef Zaplata, BeatoJozef Zaplata, Beato
Religioso y Mártir, 19 de febrero
Beato de Liébana, SantoBeato de Liébana, Santo
Monje y Presbítero, 19 de febrero
Gabino de Roma, SantoGabino de Roma, Santo
Presbítero y Mártir, 19 de febrero
Mansueto de Milán, SantoMansueto de Milán, Santo
Obispo, 19 de febrero
Barbado de Benevento, SantoBarbado de Benevento, Santo
Obispo, 19 de febrero
Bonifacio de Lausana, SantoBonifacio de Lausana, Santo
Obispo, 19 de febrero
Isabel Picenardi, BeataIsabel Picenardi, Beata
Virgen Servita, 19 de febrero
Álvaro de Zamora de Córdoba, BeatoÁlvaro de Zamora de Córdoba, Beato
Predicador Dominico, 19 de febrero
Conrado de Piacenza Confalonieri, BeatoConrado de Piacenza Confalonieri, Beato
Eremita Franciscano, 19 de febrero

FELIZ SEMANA




sábado, 17 de febrero de 2018

ORACIÓN A LOS SIETE SANTOS FUNDADORES DE LA ORDEN DE LOS SIERVOS DE MARÍA


Oración a los siete santos fundadores de la orden de los siervos de María



Dios, Padre de misericordia, con inefable designio de tu providencia dispusiste que nuestra Señora, por medio de los siete santos Fundadores, suscitara la familia de los Siervos de María: concédenos que, dedicados plenamente al servicio de la Virgen,
te sirvamos a ti y a nuestros hermanos con mayor fidelidad y entrega.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Amén

SANTOS FUNDADORES DE LA ORDEN DE LOS SIERVOS DE MARÍA, 17 FEBRERO



Los 7 Santos Fundadores 
de la Orden de los Siervos de María
17 de Febrero




En el monte Senario se dedicaban a hacer muchas penitencias y mucha oración, pero un día recibieron la visita del Sr. Cardenal delegado del Sumo Pontífice, el cual les recomendó que no se debilitaran demasiado con penitencias excesivas, y que más bien se dedicaran a estudiar y se hicieran ordenar sacerdotes y se pusieran a predicar y a propagar el evangelio. Así lo hicieron, y todos se ordenaron de sacerdotes, menos Alejo, el menor de ellos, que por humildad quiso permanecer siempre como simple hermano, y fue el último de todos en morir.

Un Viernes Santo recibieron de la Sma. Virgen María la inspiración de adoptar como Reglamento de su Asociación la Regla escrita por San Agustín, que por ser muy llena de bondad y de comprensión, servía para que se pudieran adaptar a ella los nuevos aspirantes que quisieran entrar en su comunidad. Así lo hicieron, y pronto esta asociación religiosa se extendió de tal manera que llegó a tener cien conventos, y sus religiosos iban por ciudades y pueblos y campos evangelizando y enseñando a muchos con su palabra y su buen ejemplo, el camino de la santidad. Su especialidad era una gran devoción a la Santísima Virgen, la cual les conseguía maravillosos favores de Dios.

El más anciano de ellos fue nombrado superior, y gobernó la comunidad por 16 años. Después renunció por su ancianidad y pasó sus últimos años dedicado a la oración y a la penitencia. Una mañana, mientras rezaba los salmos, acompañado de su secretario que era San Felipe Benicio, el santo anciano recostó su cabeza sobre el corazón del discípulo y quedó muerto plácidamente. Lo reemplazó como superior otro de los Fundadores, Juan, el cual murió pocos años después, un viernes, mientras predicaba a sus discípulos acerca de la Pasión del Señor. Estaba leyendo aquellas palabras de San Lucas: "Y Jesús, lanzando un fuerte grito, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" (Lc. 23, 46). El Padre Juan al decir estas palabras cerró el evangelio, inclinó su cabeza y quedó muerto muy santamente.

Lo reemplazó el tercero en edad, el cual, después de gobernar con mucho entusiasmo a la comunidad y de hacerla extender por diversas regiones, murió con fama de santo.

El cuarto, que era Bartolomé, llevó una vida de tan angelical pureza que al morir se sintió todo el convento lleno de un agradabilísimo perfume, y varios religiosos vieron que de la habitación del difunto salía una luz brillante y subía al cielo.

De los fundadores, Hugo y Gerardino, mantuvieron toda la vida entre sí una grande y santísima amistad. Juntos se prepararon para el sacerdocio y mutuamente se animaban y corregían. Después tuvieron que separarse para irse cada uno a lejanas regiones a predicar. Cuando ya eran muy ancianos fueron llamados al Monte Senario para una reunión general de todos los superiores. Llegaron muy fatigados por su vejez y por el largo viaje. Aquella tarde charlaron emocionados recordando sus antiguos y bellos tiempos de juventud, y agradeciendo a Dios los inmensos beneficios que les había concedido durante toda su vida. Rendidos de cansancio se fueron a acostar cada uno a su celda, y en esa noche el superior, San Felipe Benicio, vio en sueños que la Virgen María venía a la tierra a llevarse dos blanquísimas azucenas para el cielo. Al levantarse por la mañana supo la noticia de que los dos inseparables amigos habían amanecido muertos, y se dio cuenta de que Nuestra Señora había venido a llevarse a estar juntos en el Paraíso Eterno a aquellos dos que tanto la habían amado a Ella en la tierra y que en tan santa amistad habían permanecido por años y años, amándose como dos buenísimos hermanos.

El último en morir fue el hermano Alejo, que llegó hasta la edad de 110 años. De él dijo uno que lo conoció: "Cuando yo llegué a la Comunidad, solamente vivía uno de los Siete Santos Fundadores, el hermano Alejo, y de sus labios oímos la historia de todos ellos. La vida del hermano Alejo era tan santa que servía a todos de buen ejemplo y demostraba como debieron ser de santos los otros seis compañeros". El hermano Alejo murió el 17 de febrero del año 1310.




Los siete amigos



Bonfiglio:

Nació en Firenze, Italia y más tarde fue conocido como comerciante. Como miembro de la cofradía de los Laudesi, iba semanalmente al Templo a cantar con alma devota y voz enamorada, himnos y loas en honor de la Gran Madre, hasta que Ella un día, lo llamó.

Fue entonces, cuando lo dejo todo: familia, ciudad, bienes amores y blasones. Alegre de espíritu y ligero equipaje, ascendió con sus amigos hasta la cumbre del Monte Sonoro. Allá sus hermanos lo nombraron primer Siervo; Prior de la Naciente Familia por la Virgen engendrada.

Ni él mandaba, ni los hermanos obedecían; todos estaban ocupados en servir. En la misma cima del Monte, por amor a Nuestra Gloriosa Señora alzaron un modesto templo, que fulgente bajo los rayos del sol, quería ser signo de paz para un mundo dividido.

La oración, hecha de cantos y silencio, marcaba los ritmos de sus jornadas laboriosas y austeras y la brisa que cantaba en el bosque, despertaba infinitas melodías en el alma y los envolvía con un manto de serena calma el Espíritu que los había convocado. Día a día se empeñaron en emular a la Sierva del Señor y trataban de imitar a su Hijo, manso y humilde de corazón.

Amadeo:

Comenzó su peregrinar por la tierra en la Comuna de Firenze, Italia cuando ésta crecía como lugar de hombres libres; el comercio llegaba a su apogeo, inventaron la letra de cambio y el banco para asegurar los bienes de los grandes señores de este mundo y ponerlos al amparo de la codicia de los bandoleros que asechaban en los caminos.

En su juventud se dedicó con empeño a comerciar lanas, paños, sedas y brocados. Acumulaba florines y buscaba la fama, el halago y el amor. Sobre todo, el amor. Su inquieto corazón anhelaba verse colmado. Era como una herida abierta necesitada de un bálsamo refrescante; como una sed ardiente deseosa de encontrar refrigerio.

Cierto día le invitaron a cantar a la Virgen Madre en la Compañía Mayor y la Virgen, abrió su corazón de par en par al amor de Dios que lo invadió como un diluvio. Entonces renunció a todo para, libre de toda atadura, dedicarse con ahínco a la búsqueda de la Perla preciosa.
En esta búsqueda, fue patente el auxilio de la Virgen Madre. Ella los llamó, junto con sus compañeros y así como hace la gallina con sus polluelos, los juntó bajo sus alas y los cuidó con infinita ternura.

Cuando comenzaron a vivir en el Monte Sonoro, sentían el corazón ardiendo del amor divino. Los coloquios iniciados con Dios en la modesta Capilla construida en honor a Nuestra gloriosa Señora, los continuaba en la intimidad silenciosa de la gruta donde moraba y a la cual el viento llevaba los ecos del suave rumor del bosque y de los cantos de sus otros seis Hermanos que se difundían por el valle como mensajes de amor, de tolerancia y paz.

Sólo bajaba del monte para llevar consuelo y cooperación redentora a los pobres y afligidos como humilde obsequio de servicio a la Madre Misericordiosa. Un día, al volver entró en la gruta curvado por el peso de tanto dolor y de tanta humana miseria, la caverna se inundó de luz y en ella quedó su cuerpo tendido.

Manetto:

El Buen Dios le regaló una voz cálida, potente y de timbre melodioso. Siempre le gustó cantar y fue cantando a la Virgen, que en la Compañía Mayor conoció a sus seis amigos. Juntos entonaban hermosas melodías a la Madre del Redentor y fue por eso que en la Comuna de Firenze, dieron en llamarlos los Trovadores de la Reina Celestial.

Cuando constituyeron la primigenia Comunidad en el Monte, donde también el viento cantaba en las grutas y los abetos se sumaban a la liturgia con sus verdes armonías, sus hermanos lo nombraron Maestro de coro. Desde la modesta Capilla la oración comunitaria ascendía en enamorados arpegios hasta el trono del altísimo.

Comenzaba la jornada al canto del Ave y concluía al canto de la Salve. No podía ser de otra manera, pues de la misma Virgen aprendieron el canto; de Ella, que fue a paso de danza hasta la casa de Isabel para entonar el gran himno de gratitud y alabanza.

Fue siempre un asiduo escrutador de la Palabra dedicando horas al estudio de la Santa Escritura, pues, era lámpara para sus pasos y luz en su camino, el medio por el cual le hablaba Dios de manera particular, puesto que también le hablaba mediante la creación. Toda la naturaleza es como un libro abierto que canta las grandezas del Creador...

En la cima del Monto Sonoro, "regada por una fuente de agua abundante; rodeada por un hermoso bosque de árboles; embellecida por un prado de hierba verde; dotada por Dios de un aire salubre", había encontrado el lugar ideal para la intimidad con el Señor de la cual Santa María era maestra y guía. Por eso sus hermanos le llamaban el Teólogo y le eligieron para representarlos en un Concilio.

Fue él quien alentó a los Siervos a bajar del Monte para llevar la Buena Nueva a ciudades y poblados. Su vida estuvo marcada por el gozo, el gozo de servir a la más noble y grande Reina y a su Hijo el Señor de la Historia, el dueño de la vida.

Bonayunta:

Tenía 27 años cuando impulsado por el deseo de configurarse con Cristo subió al Monte Sonoro en compañía de sus seis amigos.

Su vida estuvo siempre marcada por la lucha: el cuerpo oponía una tenaz resistencia a sus ansias de perfección, los sentidos le quemaban como candentes brasas y, la mente dividida por pensamientos encontrados y antagónicos, parecía un enjambre de abejas que con su zumbido atentaba contra el necesario silencio que requería la oración.

El enemigo no le daba tregua e incluso llegó a personalizarse para hacerle desistir en su empeño de seguir a Cristo. Pero él perseveraba unánime con sus hermanos y con María la Madre del Señor.

Jamás confió en sus propias fuerzas sino que puso en el Señor su confianza y Él le socorrió y le libró porque le amaba. Fue patente su auxilio cierta vez que quisieron envenenarle. Salió ileso del atentado, gracias a la protección de la Madre Misericordiosa.

Sus hermanos, aun conociendo cuanto era tentado, le eligieron para suceder a Bonfiglio como guía de la familia de Nuestra Gloriosa Señora y, así animado por su oración y confortado por el amor fraterno, se dedicó a servir con ánimo sereno y generoso.

Un día, al término de celebrar el sacrificio Eucarístico, sintió que la Reina le llamaba; abrió entonces los brazos y dijo: Heme aquí.
Vestido con los paramentos sagrados quedó su cuerpo tendido en el pavimento de la modesta Capilla del Monte y su alma entró en el gozo del Señor.

Alejo:

Perteneció a la familia de los Falconieri, muy conocida en Firenze, Italia por los bienes de fortuna y de virtud. También de joven se dedicó al comercio y se le conocía por ser alegre y sociable.

En su Comuna natal, era muy sentida la filial devoción, hacía la Virgen María y él no era ajeno a las prácticas que se realizaban en honor de tan buena Madre. Formaba parte de la gran cofradía que por el número de sus integrantes y por las virtudes de los mismos, era llamada la Compañía Mayor. En ese ambiente caldeado por la oración y alegrado por el canto, conoció a muchos integrantes, pero se unió con vínculos de afecto y amistad, con otros seis trovadores, que se distinguían por "amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con la mente, y por amar al prójimo", externando su íntima compasión, socorriendo a los menesterosos, en todas sus necesidades espirituales y materiales, de acuerdo a sus posibilidades.

Inspirados por la Madre de Misericordia a quien, amaban con sincero corazón y trataban de imitar, como a perfecto modelo, de todas las virtudes, se alejaron de la tierra y del propio parentesco, es decir del placer corporal y de la incertidumbre de sus decisiones y acordaron salir de la casa del padre dejando toda relación con el mundo, a fin de llegar sin tropiezos a la tierra de los vivos, que Dios los había indicado.

Ardingo, monje cisterciense y obispo de Firenze, sentía hacía ellos gran estima y, como amaba profundamente a la Gran Madre de Dios y estaba al tanto de su proyecto de vida, les proporcionó el Monte Sonoro, que era de su propiedad, para que fueran a morar en él y levantaran allí su tabernáculo.

Cuando ya viviendo en el Sacro Monte, Nuestra Señora dio inicio a la Orden, pues no fue su intención, ni la de sus compañeros fundar una familia religiosa, sino que fue Nuestra Señora, la Virgen, la única fundadora y por tal se debe atender y venerar siempre. Él no accedió al sacerdocio, sino que permaneció siempre como hermano, pues, no quiso ser señalado, ni siquiera involuntariamente como hombre de poder, y porque no se sentía digno de representar al Sumo y Eterno Sacerdote.

En una gruta del Monte, tenía los más profundos coloquios de amor, con el Redentor y con su Madre Santa. Salía de su retiro para ir a mendigar el cotidiano sustento y para pedir ayuda a las personas caritativas, para bien de los estudiantes, entusiastas jóvenes que se preparaban en las universidades, para servir con decoro y ciencia al pueblo de Dios, como Siervos de María.

Llevó una vida austera, sencilla y penitente. Sus vestidos eran pobres y de paño vil, su lecho era de leño y sus sábanas ásperas; se alimentaba de verduras y era solícito en orar.

Tenía ya los 110 años, cuando un día vio su celda inundada de luz, hasta su camastro, se acercaron pájaros blanquecimos y ángeles que formaban un círculo en medio del cual, Cristo, en figura de hermoso niño le ofrecía una corona de oro. Así fue su tránsito de esta vida mortal a la eterna.

Sosteño:

En su juventud fue orgulloso caballero, amante de las gestas y torneos, de las maneras nobles y del holgado vivir. Por las calles de Firenze, Italia que ya se vislumbraba cuna del arte, gustaba de pasear en alegres jolgorios a ritmo de danza y canto.

Su gran amigo Hugo, conocedor de su ideal caballeresco, lo invitó a cantar a la más bella y noble de todas las mujeres, para ello se unió a otros muchos devotos trovadores que se juntaban en la Compañía Mayor para ensalzar con el canto a la Reina de los Cielos.

Una tarde de viernes santo en el año del ALELUYA, sintió al igual que Hugo y otros cinco cofrades, que el corazón latía con inusual ritmo y que el alma se bañaba en una paz y una gracia hasta entonces desconocidas. El cielo los preparaba para escuchar la voz suave y hermosa de la Virgen Nazarena que los invitaba a dejarlo todo, para iniciar una nueva vida en la que Cristo Jesús sería su único modelo, camino y meta.

Después del voluntario despojo cumplido con generosa prontitud, se encaminaron gozosos hacía el Monte Sonoro; "descubrieron en su cima una hermosa explanada, aunque reducida; a un lado una fuente de agua pura, y en las inmediaciones un bosque bien arreglado, como se hubiera sido plantado por el hombre". Ese era verdaderamente el Monte preparado por la divina providencia, para cumplir en todo su voluntad como era su deseo.

Como ya la naturaleza había preparado las grutas que les servirían como lugar del descanso y del silencio contemplativo, se dieron a la alegre tarea de levantar en la cima la blanca Capilla en honor de Nuestra Gloriosa Señora, que los había convocado para dar inicio a su Orden, la cepa plantada por su diestra.

Como el Padre Bueno le dio el don de una voz clara y potente, puso ese carisma a su servicio y se dedicó a predicar la Buena Nueva del Reino, con entusiasmo y con ardor; y sus predicas tuvieron siempre buen resultado, gracias también a las oraciones y penitencias de su amigo Hugo y al apoyo fraterno de sus otros cinco hermanos.

Un día de mayo, cuando en el Monte era todavía esplendorosa primavera, la Reina lo llamó y, alegre, fue a su encuentro. Entro en el gozo del Señor acompañado de Fray Hugo, pues la amistad que durante la vida los unió, no los separó en la muerte.

Hugo:

La Comuna de Firenze lo vio nacer, crecer y empeñar todas sus cualidades en el arte de mercader. Compraba, vendía, canjeaba y acumulaba florines, admiración y envidias.

No era malo, pero tampoco bueno. Pensaba y actuaba según los criterios de este mundo según los patrones de conducta de la sociedad en la que vivía.

Junto a muchos otros cofrades de la Sociedad Mayor, se dirigía semanalmente al templo para los Oficios de canto y alabanza en honor de la Virgen María. La Palabra del Señor comenzó a barrenarle el alma y una inquietud inexpresable se anidó en su corazón. A medida que pasaba el tiempo se hacía cada vez más urgente en él la necesidad de cambio; era necesario dar un vuelco total a su vida y encausarla hacia los valores perennes propuestos en el Evangelio. A su derredor todo era vanidad de vanidades y tan sólo vanidad.

Con loco afán se encaminaban sus pasos al sepulcro. Un día habló con Sosteño, su gran amigo, su alter ego, y se expresó en la intimidad de la confidencia, desahogando su corazón. La palabra sapiente de Sosteño y su gesto solidario, lo ayudaron a discernir y juntos oraron pidiendo al Señor una señal. Y la señal llegó; la más bella señal: "la Mujer vestida de Sol" vino a iluminar no sólo su vida sino también la de Sosteño y la de otros cincos cofrades de Compañía Mayor. Ella los invitó a dejarlo todo para seguir desde la pobreza a su Hijo y los nombro Siervos, Siervos pobres, de Dios y de los Hermanos.

Después de venderlo todo, aseguró a su familia un futuro digno y repartió lo restante entre los más pobres, para encaminarse al Monto Sonoro. Oración y canto, silencio y trabajo y largos diálogos con Sosteño, su amigo y los demás Hermanos, jalonaban sus jornadas. Por su parte acudió a la penitencia y el silicio para domeñar la carne y mantener vigilante el espíritu. Hasta que el Señor lo llamó a su Morada, o mejor dicho, los llamó, pues el mismo día, su gran Amigo Sosteño lo siguió a la gloria.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...