![]() Completando el santoral de este día, 4 de enero |
![]() Obispo, 4 de enero |
![]() Viuda, 4 de enero |
![]() Obispo y Fundador, 4 de Enero |
![]() Agustina, 4 de enero |
![]() Fundadora, 4 de enero |
![]() Terciaria Franciscana, 4 de enero |
![]() Obispo, 4 de enero |
![]() Viuda y Mártir, 4 de enero |
![]() Completando el santoral de este día, 4 de enero |
![]() Obispo, 4 de enero |
![]() Viuda, 4 de enero |
![]() Obispo y Fundador, 4 de Enero |
![]() Agustina, 4 de enero |
![]() Fundadora, 4 de enero |
![]() Terciaria Franciscana, 4 de enero |
![]() Obispo, 4 de enero |
![]() Viuda y Mártir, 4 de enero |
![]() Mártir Laica, 1 de enero |
![]() Madre de Familia, 1 de enero |
![]() Religioso y Mártir, de enero |
![]() Religioso y Mártir, 1 de enero |
![]() Religioso y Mártir, 1 de enero |
![]() Religioso Mártir, 1 de enero |
![]() Presbítero y Fundador, 1 de enero |
![]() Obispo y Doctor de la Iglesia. 1 de enero |
![]() Obispo, 8 de enero |
![]() Mártir Laico, 1 enero |
![]() Presbítero, 1 de enero |
![]() Mártir, 1 de Enero |
![]() Obispo, 1 de Enero |
![]() Presbítero Pasionista, Obispo, 1 de Enero |
![]() Solemnidad Litúrgica. 1 de enero |
¿Puede ser la paz una realidad en 2021?
El Papa explica cómo se puede lograr
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media
En el primer Ángelus del año 2021, que presidió este viernes 1 de enero desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa Francisco hizo un llamado a la paz mundial que suponga una disminución de los odios y las divisiones que afligen al mundo. Una paz que, aseguró, es posible si se asume “como responsabilidad dada por Dios”.
A pesar de la dolorosa ciática que padece, y que le impidió presidir las ceremonias Pontificias previstas para la noche del 31 de diciembre y la mañana del 1 de enero, el Pontífice dirigió el rezo del Ángelus e invitó a comenzar el nuevo año “poniéndonos bajo la mirada materna y amorosa de María Santísima, que la liturgia hoy celebra como Madre de Dios”.
En su comentario previo al Ángelus, el Papa señaló que la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra este primero de año, es un momento propicio para insistir en la cultura del cuidado como camino para la paz, una paz que, para lograrla, debe implorarse con “incesante oración”.
Sobre todo al inicio de un nuevo año con el recuerdo de “los dolorosos eventos que han marcado el camino de la humanidad el año pasado, especialmente la pandemia, nos enseñan lo necesario que es interesarse por los problemas de los otros y compartir sus preocupaciones”.
“Esta actitud”, insistió, “representa el camino que conduce a la paz, porque favorece la construcción de una sociedad fundada en las relaciones de fraternidad”.
Recordó que “Dios nos da la responsabilidad de ser trabajadores por la paz” y, como tales, “cada uno de nosotros, hombres y mujeres de este tiempo, está llamado a traer la paz cada día y en cada ambiente de vida, sosteniendo la mano al hermano que necesita una palabra de consuelo, un gesto de ternura, una ayuda solidaria. Esto para nosotros es una responsabilidad dada por Dios”.
“La paz se puede construir si empezamos a estar en paz con nosotros mismos y con quien tenemos cerca, quitando los obstáculos que nos impiden cuidar de quienes se encuentran en necesidad y en la indigencia”, dijo.
Invitó, para ello, a “desarrollar una mentalidad y una cultura del ‘cuidado’, para derrotar la indiferencia, el descarte y la rivalidad, que lamentablemente prevalecen”.
Explicó que “la paz no es solo ausencia de guerra, la paz nunca es aséptica, no existe la paz del quirófano. La paz es en la vida, no es solo ausencia de guerra, sino que es vida rica de sentido, configurada y vivida en la realización personal y en el compartir fraterno con los otros”.
También señaló que para lograr esa ansiada paz “las solas fuerzas humanas no bastan, porque la paz es, sobre todo, don, un don de Dios; debe ser implorada con incesante oración, sostenida con un diálogo paciente y respetuoso, construida con una colaboración abierta a la verdad y a la justicia y siempre atenta a las legítimas aspiraciones de las personas y de los pueblos”.
Por ello, el Papa Francisco aseguró que su deseo “es que reine la paz en el corazón de los hombres y en las familias; en los lugares de trabajo y de ocio; en las comunidades y en las naciones. En las familias, en el trabajo y en las naciones: paz”.
“En el umbral de este comienzo, dirijo a todos mi cordial deseo de un feliz y sereno 2021. Que sea un año de fraterna solidaridad y de paz para todos; un año cargado de confiada espera y de esperanzas, que encomendamos a la celeste protección de María, madre de Dios y madre nuestra”, concluyó.
Oración para un año que empieza
Te pido Fe para mirarte en todo...
Por: Staff | Fuente: Catholic.net
¿Qué traerá el año que comienza?
¡Lo que Tú quieras; Señor!
Te pido Fe para mirarte en todo.
Esperanza para no desfallecer.
Caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un olvido total de mi mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene y yo no sé pedir.
¡Que pueda yo amarte cada vez más; y hacerte amar de los que me rodean!
¡Que sea yo grande en lo pequeño!
¡Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas, el pie dispuesto!
¡Derrama, Señor tus gracias sobre todos los que quiero. Mi amor abarca el mundo y aunque yo soy muy pequeño, sé que todo lo colmas con tu bondad inmensa!
Homilía del Papa Francisco en la Misa de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios 2021
Redacción ACI Prensa
En sustitución del Papa Francisco, afectado por una dolorosa ciática, el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, presidió este viernes 1 de enero de 2021, en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano, la Misa de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios. El Cardenal Pietro Parolin leyó la homilía preparada por el Pontífice.
A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:
Las lecturas de la liturgia de hoy resaltan tres verbos, que se cumplen en la Madre de Dios: bendecir, nacer y encontrar.
Bendecir. En el Libro de los Números el Señor pide que los ministros sagrados bendigan a su pueblo: «Bendeciréis a los hijos de Israel y diréis: “El Señor te bendiga”» (6,23-24). No es una exhortación piadosa, sino una petición concreta. Y es importante que también hoy los sacerdotes bendigan al Pueblo de Dios, sin cansarse; y que además todos los fieles sean portadores de bendición, que bendigan.
El Señor sabe que necesitamos ser bendecidos: lo primero que hizo después de la creación fue decir bien de cada cosa y decir muy bien de nosotros. Pero ahora, con el Hijo de Dios, no recibimos sólo palabras de bendición, sino la misma bendición: Jesús es la bendición del Padre. En Él el Padre, dice san Pablo, nos bendice «con toda clase de bendiciones» (Ef 1,3). Cada vez que abrimos el corazón a Jesús, la bendición de Dios entra en nuestra vida.
Hoy celebramos al Hijo de Dios, el Bendito por naturaleza, que viene a nosotros a través de la Madre, la bendita por gracia. María nos trae de ese modo la bendición de Dios. Donde está ella llega Jesús. Por eso necesitamos acogerla, como santa Isabel, que la hizo entrar en su casa, inmediatamente reconoció la bendición y dijo: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!» (Lc 1,42).
Son las palabras que repetimos en el Avemaría. Acogiendo a María somos bendecidos, pero también aprendemos a bendecir. La Virgen, de hecho, enseña que la bendición se recibe para darla. Ella, la bendita, fue bendición para todos los que la encontraron: para Isabel, para los esposos de Caná, para los Apóstoles en el Cenáculo… También nosotros estamos llamados a bendecir, a decir bien en nombre de Dios.
El mundo está gravemente contaminado por el decir mal y por el pensar mal de los demás, de la sociedad, de sí mismos. Pero la maldición corrompe, hace que todo degenere, mientras que la bendición regenera, da fuerza para comenzar de nuevo. Pidamos a la Madre de Dios la gracia de ser para los demás portadores gozosos de la bendición de Dios, como ella lo es para nosotros.
El segundo verbo es nacer. San Pablo remarca que el Hijo de Dios ha «nacido de una mujer» (Gal 4,4). En pocas palabras nos dice una cosa maravillosa: que el Señor nació como nosotros. No apareció ya adulto, sino niño; no vino al mundo él solo, sino de una mujer, después de nueve meses en el seno de la Madre, a quien dejó que formara su propia humanidad.
El corazón del Señor comenzó a latir en María, el Dios de la vida tomó el oxígeno de ella. Desde entonces María nos une a Dios, porque en ella Dios se unió a nuestra carne para siempre. María —le gustaba decir a san Francisco— «ha convertido en hermano nuestro al Señor de la majestad» (SAN BUENAVENTURA, Legenda major, 9,3). Ella no es sólo el puente entre Dios y nosotros, es más todavía: es el camino que Dios ha recorrido para llegar a nosotros y es la senda que debemos recorrer nosotros para llegar a Él.
A través de María encontramos a Dios como Él quiere: en la ternura, en la intimidad, en la carne. Sí, porque Jesús no es una idea abstracta, es concreto, encarnado, nació de mujer y creció pacientemente. Las mujeres conocen esta concreción paciente, nosotros los hombres somos frecuentemente más abstractos y queremos las cosas inmediatamente; las mujeres son concretas y saben tejer con paciencia los hilos de la vida. Cuántas mujeres, cuántas madres de este modo hacen nacer y renacer la vida, dando un porvenir al mundo.
No estamos en el mundo para morir, sino para generar vida. La Santa Madre de Dios nos enseña que el primer paso para dar vida a lo que nos rodea es amarlo en nuestro interior. Ella, dice hoy el Evangelio, “conservaba todo en su corazón” (cf. Lc 2,19). Del corazón nace el bien: qué importante es tener limpio el corazón, custodiar la vida interior, la oración. Qué importante es educar el corazón al cuidado, a valorar a las personas y las cosas.
Todo comienza ahí, del hacerse cargo de los demás, del mundo, de la creación. No sirve conocer muchas personas y muchas cosas si no nos ocupamos de ellas. Este año, mientras esperamos una recuperación y nuevos tratamientos, no dejemos de lado el cuidado. Porque, además de la vacuna para el cuerpo se necesita la vacuna para el corazón, que es el cuidado. Será un buen año si cuidamos a los otros, como hace la Virgen con nosotros.
El tercer verbo es encontrar. El Evangelio nos dice que los pastores «encontraron a María y a José, y al Niño» (v. 16) No encontraron signos prodigiosos y espectaculares, sino una familia sencilla. Allí, sin embargo, encontraron verdaderamente a Dios, que es grandeza en lo pequeño, fortaleza en la ternura. Pero, ¿cómo hicieron los pastores para encontrar este signo tan poco llamativo? Fueron llamados por un ángel.
Tampoco nosotros habríamos encontrado a Dios si no hubiésemos sido llamados por gracia. No podíamos imaginar un Dios semejante, que nace de una mujer y revoluciona la historia con la ternura, pero por gracia lo hemos encontrado. Y hemos descubierto que su perdón nos hace renacer, su consuelo enciende la esperanza, su presencia da una alegría incontenible.
Lo hemos encontrado, pero no debemos perderlo de vista. El Señor, de hecho, no se encuentra una vez para siempre: hemos de encontrarlo cada día. Por eso el Evangelio describe a los pastores siempre en búsqueda, en movimiento: “fueron corriendo, encontraron, contaron, se volvieron dando gloria y alabanza a Dios” (cf. vv. 16-17.20). No eran pasivos, porque para acoger la gracia es necesario mantenerse activos.
Y nosotros, ¿Qué debemos encontrar al inicio de este año? Sería hermoso encontrar tiempo para alguien. El tiempo es una riqueza que todos tenemos, pero de la que somos celosos, porque queremos usarla sólo para nosotros.
Hemos de pedir la gracia de encontrar tiempo para Dios y para el prójimo: para el que está solo, para el que sufre, para el que necesita ser escuchado y cuidado. Si encontramos tiempo para regalar, nos sorprenderemos y seremos felices, como los pastores. Que la Virgen, que ha llevado a Dios en el tiempo, nos ayude a dar nuestro tiempo. Santa Madre de Dios, a ti te consagramos el nuevo año.
Tú, que sabes custodiar en el corazón, cuídanos. Bendice nuestro tiempo y enséñanos a encontrar tiempo para Dios y para los demás. Nosotros con alegría y confianza te aclamamos: ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios!
Lecturas de hoy Santa María Madre de Dios
Hoy, viernes, 1 de enero de 2021
Primera lectura
Lectura del libro de los Números (6,22-27):
EL Señor habló a Moisés:
«Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 66
R/. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
V/. Que Dios tenga piedad nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.
V/. Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
V/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4,4-7):
Hermanos:
Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción filial.
Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡“Abba”, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,16-21):
EN aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Palabra del Señor
«Los pastores fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre»
Rev. D. Manel VALLS i Serra
(Barcelona, España)
Hoy, la Iglesia contempla agradecida la maternidad de la Madre de Dios, modelo de su propia maternidad para con todos nosotros. Lucas nos presenta el “encuentro” de los pastores “con el Niño”, el cual está acompañado de María, su Madre, y de José. La discreta presencia de José sugiere la importante misión de ser custodio del gran misterio del Hijo de Dios. Todos juntos, pastores, María y José, «con el Niño acostado en el pesebre» (Lc 2,16) son como una imagen preciosa de la Iglesia en adoración.
“El pesebre”: Jesús ya está ahí puesto, en una velada alusión a la Eucaristía. ¡Es María quien lo ha puesto! Lucas habla de un “encuentro”, de un encuentro de los pastores con Jesús. En efecto, sin la experiencia de un “encuentro” personal con el Señor no se da la fe. Sólo este “encuentro”, el cual ha comportado un “ver con los propios ojos”, y en cierta manera un “tocar”, hace capaces a los pastores de llegar a ser testigos de la Buena Nueva, verdaderos evangelizadores que pueden dar «a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño» (Lc 2,17).
Se nos señala aquí un primer fruto del “encuentro” con Cristo: «Todos los que lo oyeron se maravillaban» (Lc 2,18). Hemos de pedir la gracia de saber suscitar este “maravillamiento”, esta admiración en aquellos a quienes anunciamos el Evangelio.
Hay todavía un segundo fruto de este encuentro: «Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). La adoración del Niño les llena el corazón de entusiasmo por comunicar lo que han visto y oído, y la comunicación de lo que han visto y oído los conduce hasta la plegaria de alabanza y de acción de gracias, a la glorificación del Señor.
María, maestra de contemplación —«guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19)— nos da Jesús, cuyo nombre significa “Dios salva”. Su nombre es también nuestra Paz. ¡Acojamos en el corazón este sagrado y dulcísimo Nombre y tengámoslo frecuentemente en nuestros labios!