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miércoles, 22 de febrero de 2023

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE MIÉRCOLES DE CENIZA - 22 DE FEBRERO DE 2023

 



Homilía del Papa Francisco en la Misa de Miércoles de Ceniza

Fuente: Aciprensa


Este 22 de febrero, Miércoles de Ceniza e inicio de la Cuaresma, el Papa Francisco preside la Misa en la Basílica de Santa Sabina, luego de una procesión penitencial iniciada en la iglesia San Anselmo all’Aventino.


A continuación la homilía completa del Papa Francisco:

«Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación» (2 Co 6,2). Con esta expresión, el apóstol Pablo nos ayuda a entrar en el espíritu del tiempo cuaresmal.


¿Qué se debe hacer tras la imposición de la ceniza?

La Cuaresma ciertamente es el tiempo favorable para volver a lo esencial, para despojarnos de lo que nos pesa, para reconciliarnos con Dios, para reavivar el fuego del Espíritu Santo que habita escondido entre las cenizas de nuestra frágil humanidad. Volver a lo esencial.

Es el tiempo de gracia para llevar a cabo lo que el Señor nos ha pedido en el primer versículo de la Palabra que hemos escuchado: «Vuelvan a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Volver a lo esencial que es el Señor. El rito de la ceniza nos introduce en este camino de regreso, nos invita a volver a lo que realmente somos y a volver a Dios y a los hermanos.

En primer lugar, volver a lo que realmente somos. La ceniza nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, nos reconduce a la verdad fundamental de la vida: sólo el Señor es Dios y nosotros somos obra de sus manos. Esta es nuestra verdad.

Nosotros tenemos la vida mientras que Él es la vida. Él es el Creador, mientras nosotros somos frágil arcilla que se moldea en sus manos. Nosotros venimos de la tierra y necesitamos del Cielo, de Él. Con Dios resurgiremos de nuestras cenizas, pero sin Él somos polvo.

Mientras inclinamos la cabeza, con humildad, para recibir las cenizas, traigamos a la memoria del corazón esta verdad: somos del Señor, le pertenecemos. Él, en verdad, «modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida» (Gn 2,7), es decir, existimos porque Él ha exhalado el aliento de la vida en nosotros.

Y, como Padre tierno y misericordioso, Él también vive la Cuaresma, porque nos desea, nos espera, aguarda nuestro regreso. Y siempre nos anima a no desesperar, incluso cuando caemos en el polvo de nuestra fragilidad y de nuestro pecado, porque «Él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo» (Sal 103,14).

Escuchémoslo de nuevo: Él sabe muy bien que no somos más que polvo. Dios lo sabe. Nosotros, sin embargo, muchas veces lo olvidamos, pensando que somos autosuficientes, fuertes, invencibles sin Él. Usamos maquillaje para vernos mejor de lo que somos.

La Cuaresma es por tanto el tiempo para que recordemos quién es el Creador y quién la criatura; para proclamar que sólo Dios es el Señor; solo Él, para desnudarnos de la pretensión de bastarnos a nosotros mismos y del afán de ponernos en el centro, de ser los primeros de la clase, de pensar que sólo con nuestras capacidades podemos ser protagonistas de la vida y trasformar el mundo que nos rodea.

Este es el tiempo favorable para convertirnos, para cambiar la mirada antes que nada sobre nosotros mismos, para vernos por dentro. Cuántas distracciones y superficialidades nos apartan de lo que es importante. Cuántas veces nos centramos en nuestros deseos o en lo que nos falta, alejándonos del centro del corazón, olvidándonos de abrazar el sentido de nuestro ser en el mundo.

La Cuaresma es un tiempo de verdad para quitarnos las máscaras que llevamos cada día aparentando ser perfectos a los ojos del mundo; la Cuaresma es para luchar, como nos ha dicho Jesús en el Evangelio, contra la falsedad y la hipocresía. No las de los demás, sino las nuestras. Mirarlas a la cara y luchar.

Pero hay también un segundo paso: la ceniza nos invita a volver a Dios y a los hermanos. De hecho, si volvemos a la verdad de lo que somos y nos damos cuenta de que nuestro yo no es autosuficiente, entonces descubrimos que existimos gracias a las relaciones, tanto la originaria con el Señor como las vitales con los demás.

Así, la ceniza que hoy recibimos en la cabeza nos dice que cada presunción de autosuficiencia es falsa y que idolatrar el yo es destructivo y nos encierra en la jaula de la soledad. Mirarse al espejo con la fantasía de ser perfecto, de estar en el centro del mundo.

Nuestra vida, sin embargo, es sobre todo una relación; la hemos recibido de Dios y de nuestros padres, y siempre podemos renovarla y regenerarla gracias al Señor y a aquellos que Él ha puesto junto a nosotros.

La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, no solo con el lamento, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano o hermana.

Hermanos y hermanas, ¿cómo realizar todo esto? Para completar este camino —volver a lo que realmente somos y volver a Dios y a los demás— se nos invita a recorrer tres grandes vías: la limosna, la oración y el ayuno, lo clásico, no hay novedad en esto, Jesús lo ha dicho.

Pero, como hemos escuchado en el Evangelio, Jesús nos advierte: no se trata de ritos exteriores, sino de gestos que deben expresar una renovación del corazón.

La limosna no es un gesto rápido para limpiarse la conciencia, para sacudirse un poco lo interior, no; sino un tocar con las propias manos y con las propias lágrimas los sufrimientos de los pobres; la oración no es ritualidad, sino diálogo de verdad y amor con el Padre; el ayuno no es un simple sacrificio, sino un gesto fuerte para recordarle a nuestro corazón qué es lo que permanece y qué es lo pasajero.

Jesús nos hace «una advertencia que conserva también para nosotros su validez saludable: a los gestos exteriores debe corresponder siempre la sinceridad del alma y la coherencia de las obras. En efecto, ¿de qué sirve […] rasgarse las vestiduras, si el corazón sigue lejos del Señor, es decir, del bien y de la justicia?» (Benedicto XVI, Homilía miércoles de ceniza, 1 marzo 2006).

Muchas veces, sin embargo, nuestros gestos y ritos no tocan la vida, no son auténticos, quizás los hacemos sólo para que los demás nos admiren, para recibir el aplauso, para atribuirnos el crédito, muchas veces. Recordemos que en la vida personal, como en la vida de la Iglesia, lo que cuenta no es lo exterior, los juicios humanos y el aprecio del mundo; sino sólo cuenta la mirada de Dios, que lee el amor y la verdad.

Si nos ponemos humildemente bajo su mirada, entonces la limosna, la oración y el ayuno no se quedan en gestos exteriores, sino que expresan quiénes somos verdaderamente: hijos de Dios y hermanos entre nosotros.

La limosna, la caridad, manifestará nuestra compasión con quien está necesitado, nos ayudará a volver a los demás; la oración dará voz a nuestro íntimo deseo de encontrar al Padre, haciéndonos volver a Él; el ayuno será una gimnasia espiritual para renunciar con alegría a lo que es superfluo y nos sobrecarga, para ser interiormente más libres y volver a lo que realmente somos. Encuentro con el Padre libertad interior, compasión.

Queridos hermanos y hermanas, inclinemos la cabeza, recibamos la ceniza, aligeremos el corazón.

Pongámonos en camino por medio de la caridad: nos han dado cuarenta días favorables para recordarnos que el mundo no se cierra en los estrechos límites de nuestras necesidades personales y para redescubrir la alegría, no en las cosas que se acumulan, sino en el cuidado de aquellos que se encuentran en la necesidad y en la aflicción. 

Pongámonos en camino por medio de la oración: se nos otorgan cuarenta días favorables para dar a Dios la primacía de nuestra vida, para volver a dialogar con Él de todo corazón, no en ratos perdidos.

Pongámonos en camino por medio del ayuno: se nos ofrecen cuarenta días favorables para reencontrarnos, para frenar la dictadura de las agendas siempre llenas de cosas por hacer; de las pretensiones de un ego cada vez más superficial y engorroso; y de elegir lo que de verdad importa. 


Hermanos y hermanas, no desperdiciemos la gracia de este tiempo santo.

Fijemos nuestra mirada en el Crucificado y caminemos. Respondamos con generosidad a las llamadas fuertes de la Cuaresma. Al final del trayecto encontraremos con más alegría al Señor de la vida, lo encontraremos a Él, el único que nos hará resurgir de nuestras cenizas. 

miércoles, 25 de enero de 2023

PAPA FRANCISCO: DIOS ES UN MAESTRO DE LAS SORPRESAS

 



Papa Francisco: Dios es un maestro de las sorpresas

Por Almudena Martínez-Bordiú



En la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco habló del “asombro” que procede de la gracia del Señor y aseguró que “Dios es un maestro de las sorpresas, siempre nos sorprende y nos espera”. 

Como cada miércoles, el Papa Francisco presidió la Audiencia General ante los fieles que le escuchaban en el Aula Pablo VI del Vaticano. 

Este 25 de enero, el Santo Padre continuó con su ciclo de catequesis sobre evangelización y hoy habló acerca de Jesús como modelo de anuncio. 

Tomando como ejemplo el primer anuncio Jesús en la sinagoga de Nazaret, el Papa destacó 5 elementos esenciales:

Alegría

El Santo Padre defendió que “no se puede hablar de Jesús sin alegría, porque la fe es una estupenda historia de amor para compartir”. 

“Testimoniar a Jesús, -continuó-, hacer algo por los otros en su nombre, es decir entre las líneas de la vida de haber recibido un don tan hermoso que ninguna palabra basta para expresarlo”.

Además, dijo que “un cristiano triste puede hablar de cosas muy hermosas, pero todo es vano si el anuncio que transmite no es alegre”.


Liberación

En segundo lugar, el Papa Francisco advirtió que “quien anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no puede presionar a los otros, sino aligerarlos: no imponer pesos, sino aliviar de ellos; llevar paz, no sentimientos de culpa”.

“Quien testimonia a Cristo muestra la belleza de la meta, más que la fatiga del camino”, afirmó. 

Como ejemplo de ello, señaló que “al contarle a alguien sobre  un bonito viaje que hemos hecho, habremos hablado de la belleza de los lugares, de lo que hemos visto y  vivido, ¡no del tiempo que tardamos en llegar ni de las colas del aeropuerto!”. 


Luz

A continuación, el Papa Francisco recordó que Jesús vino a traer la vista a los ciegos, aunque “no se trata solo de vista física, sino de una luz que hace ver la vida de forma nueva”.

El Papa definió esta luz como un renacimiento que solo sucede con Jesús y aseguró que con su llegada “la vida ya no es un ciego avanzar hacia la nada”.

“No es cuestión de  suerte o fortuna, no es algo que depende de la casualidad o de los astros, y tampoco de la salud y de las  finanzas, sino del amor del Padre”, añadió.


Sanación

Más tarde, el Papa habló acerca de la sanación de aquellos que tienen fatigas, enfermedades, sentimientos de culpa, etc, y explicó que “con Jesús este mal antiguo, que parece invencible, ya no tiene la última palabra”.

“Lo que nos oprime, sobre todo, es  precisamente ese mal que ninguna medicina o remedio humano puede resanar: el pecado”, dijo el Santo Padre. 

En esta línea, defendió que Dios siempre se olvida de todos los pecados perdonados y sin pedir nada a cambio. “Quien lleva pesos necesita una caricia sobre el pasado, necesita perdón”, aseguró. 


Asombro

Por último, el Papa Francisco citó el asombro de la gracia y explicó que “no somos nosotros los que hacemos  grandes cosas, sino que es la gracia del Señor que, también a través de nosotros, realiza cosas imprevisibles”. 

Además, dijo que “Dios es un maestro de las sorpresas, siempre nos sorprende y nos espera”. 

“El Evangelio, -continuó el Pontífice-, va acompañado de un sentido de maravilla y de novedad que tiene un nombre: Jesús”.  


A modo de conclusión, recordó que nuestra vida es “una invitación al amor” y aseguró que el Evangelio y la Buena Nueva debe dirigirse a los pobres. 

domingo, 22 de enero de 2023

EL PAPA FRANCISCO CONDENA LA VIOLENCIA EN PERÚ: NO MÁS MUERTES! OREMOS POR EL PERÚ!!



El Papa Francisco condena la violencia en Perú: ¡No más muertes!

Por Mercedes De La Torre


El Papa Francisco exhortó a rezar para que terminen los actos de violencia en Perú y lanzó un llamado a la paz: “¡No a la violencia, venga de donde venga! ¡No más muertes!”.

Al finalizar el Ángelus dominical este 22 de enero, el Santo Padre indicó a los fieles con banderas peruanas presentes en la plaza de San Pedro del Vaticano: “Invito a rezar para que terminen los actos de violencia en Perú. La violencia extingue la esperanza de una solución justa a los problemas”.

De este modo, el Santo Padre animó “a todas las partes implicadas a tomar la vía del diálogo entre hermanos de la misma nación, con pleno respeto de los derechos humanos y del Estado de derecho”.

Las recientes protestas violentas en Perú comenzaron tras la detención del expresidente Pedro Castillo, que el 7 de diciembre intentó dar un golpe o “autogolpe” de Estado.

Algunos de los cargos que pesan contra Castillo son corrupción, rebelión, conspiración, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad pública.

Tras el rechazo general al “autogolpe”, Pedro Castillo fue destituido de la presidencia por el Congreso del Perú y encarcelado. Lo sucedió en el cargo Dina Boluarte, la primera mujer presidente en la historia de Perú.

Por su parte, los obispos del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) hicieron un llamado a la “unidad nacional, mantener la tranquilidad y poner coto a cualquier forma de violencia y de afectación de los derechos fundamentales de los ciudadanos”. 




domingo, 8 de enero de 2023

PAPA FRANCISCO: EL BAUTISMO DE JESÚS REVELA CÓMO ES REALMENTE LA JUSTICIA DE DIOS

 



 Papa Francisco: El Bautismo de Jesús revela cómo es realmente la justicia de Dios

Por Walter Sánchez Silva


El Papa Francisco resaltó que el Bautismo del Señor, que la Iglesia celebra este domingo, muestra cómo es realmente la justicia de Dios.

Antes del rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, con miles de fieles presentes, el Santo Padre señaló que en el Bautismo que Juan confiere a Jesús en el río Jordán, Cristo le dice: “’Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos toda justicia’. Cumplir toda justicia: ¿Qué quiere decir?”.

El Papa Francisco explicó que “haciendo que Juan le bautice, Jesús nos desvela la justicia de Dios, que Él ha venido a traer al mundo”.

“Muchas veces tenemos una idea limitada de la justicia, y pensamos que significa: el que se equivoca, paga, y así repara el mal que ha hecho. Pero la justicia de Dios, como enseña la Escritura, es mucho más grande: no tiene como fin la condena del culpable, sino su salvación y su regeneración, el hacerlo justo”.

El Santo Padre destacó, además, que “es una justicia que proviene del amor, de esas entrañas de compasión y misericordia que son el corazón mismo de Dios, Padre que se conmueve cuando estamos oprimidos por el mal y caemos bajo el peso de los pecados y de las fragilidades”.

“Y entonces comprendemos que, en la orilla del Jordán, Jesús nos revela el sentido de su misión: Él ha venido para llevar a cabo la justicia divina, que es salvar a los pecadores; ha venido para tomar sobre sus hombros el pecado del mundo y descender a las aguas del abismo, de la muerte, con el fin de recuperarnos e impedir que nos ahoguemos”.

El Santo Padre recordó luego lo dicho por Benedicto XVI el 13 de enero de 2008 en una homilía: “Dios ha querido salvarnos yendo Él mismo hasta el fondo del abismo de la muerte, con el fin de que todo hombre, incluso el que ha caído tan bajo que ya no ve el cielo, pueda encontrar la mano de Dios a la cual asirse a fin de subir desde las tinieblas y volver a ver la luz para la que ha sido creado”.

Siguiendo con su reflexión, el Papa Francisco dijo a los presentes que “también nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ejercitar de este modo la justicia en las relaciones con los demás, en la Iglesia, en la sociedad”.

Es decir, “no con la dureza de quien juzga y condena dividiendo las personas en buenas y malas, sino con la misericordia de quien acoge compartiendo las heridas y las fragilidades de las hermanas y de los hermanos para levantarlos”.

“Quisiera decirlo así: no dividiendo, sino compartiendo. No dividir, sino compartir. Hagamos como Jesús: compartamos, llevemos los pesos los unos de los otros, mirémonos con compasión, ayudémonos mutuamente”.

Para concluir, el Santo Padre animó a preguntarse: “¿yo soy una persona que divide o que comparte? No caigamos en el chisme que daña, que mata a la sociedad, que mata la fraternidad”.

“Y ahora recemos a la Virgen, que dio a la luz a Jesús sumergiéndolo en nuestra fragilidad para que recuperásemos la vida”, finalizó.

domingo, 25 de diciembre de 2022

NAVIDAD 2022: HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE NOCHEBUENA



Navidad 2022: Homilía del Papa Francisco en la Misa de Nochebuena

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco celebró este 24 de diciembre la Misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro, desde donde animó a volver a encontrar el sentido de la Navidad, que es el nacimiento del Niño Jesús para salvar al hombre.


A continuación la homilía completa del Papa Francisco:

¿Qué es lo que le sigue diciendo esta noche a nuestras vidas? Después de dos milenios del nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades festejadas entre adornos y regalos, después de todo el consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, hay un riesgo: sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del significado. Y entonces, ¿cómo encontrar de nuevo el sentido de la Navidad? Y, sobre todo, ¿dónde buscarlo? El Evangelio del nacimiento de Jesús parece estar escrito precisamente para esto, para tomarnos de la mano y llevarnos allí donde Dios quiere.

De hecho, comienza con una situación parecida a la nuestra. Todos están ocupados, disponiendo la realización de un importante evento, el gran censo, que exigía muchos preparativos. En este sentido, el clima de entonces era semejante al que rodea hoy la Navidad. Pero la narración evangélica toma distancia de aquel escenario mundano; se separa de esa imagen para ir a encuadrar otra realidad, sobre la que insiste. Fija su atención en un pequeño objeto, aparentemente insignificante, que menciona tres veces y en el que convergen los protagonistas de la narración. En primer lugar, María, que coloca a Jesús «en un pesebre» (Lc 2,7); después los ángeles, que anuncian a los pastores «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (v. 12); finalmente, los pastores, que encuentran «al recién nacido acostado en el pesebre» (v. 16). Para encontrar de nuevo el sentido de la Navidad hay que mirar allí, al pesebre. Pero, ¿por qué el pesebre es tan importante? Porque es el signo —no casual— con el que Cristo entra en la escena del mundo. Es el manifiesto con el que se presenta, el modo con el que Dios nace en la historia para hacer renacer la historia. Por lo tanto, ¿qué es lo que nos quiere decir a través del pesebre? Al menos tres cosas: la cercanía, la pobreza y lo concreto.

1. La cercanía. El pesebre sirve para llevar la comida cerca de la boca y consumirla más rápido. Puede así simbolizar un aspecto de la humanidad: la voracidad en el consumir. Porque, mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos. ¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean. Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles. En esta Navidad, como le sucedió a Jesús (cf. v. 7), una humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados. Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia. Pero Jesús llega precisamente allí, un niño en el pesebre del descarte y del rechazo. En Él, niño de Belén, está cada niño. Y está la invitación a mirar la vida, la política y la historia con los ojos de los niños.

En el pesebre del rechazo y de la incomodidad, Dios se acomoda, llega allí, porque allí está el problema de la humanidad, la indiferencia generada por la prisa voraz de poseer y consumir. Cristo nace allí y en ese pesebre lo descubrimos cercano. Llega donde se devora la comida para hacerse nuestro alimento. Dios no es un padre que devora a sus hijos, sino el Padre que en Jesús nos hace sus hijos y nos nutre de ternura. Llega para tocarnos el corazón y decirnos que la única fuerza que cambia el curso de la historia es el amor. No permanece distante y potente, sino que se hace próximo y humilde; Él, que estaba sentado en el cielo, se deja recostar en un pesebre.

Hermano, hermana, esta noche Dios se acerca a ti porque para Él eres importante. Desde el pesebre, como alimento para tu vida, te dice: “Si sientes que los acontecimientos te superan, si tu sentido de culpa y tu incapacidad te devoran, si tienes hambre de justicia, yo, Dios, estoy contigo. Sé lo que vives, lo he experimentado en el pesebre. Conozco tus miserias y tu historia. He nacido para decirte que estoy y estaré siempre cerca de ti”. El pesebre de Navidad, primer mensaje de un Dios niño, nos dice que Él está con nosotros, nos ama, nos busca. Ánimo, no te dejes vencer por el miedo, por la resignación, por el desánimo. Dios nace en un pesebre para hacerte renacer precisamente allí, donde pensabas que habías tocado fondo. No hay mal, no hay pecado del que Jesús no quiera y no pueda salvarte. Navidad quiere decir que Dios es cercano. ¡Que renazca la confianza!

2. El pesebre de Belén, además de la cercanía, nos habla de la pobreza. Alrededor del pesebre, de hecho, no hay muchas cosas: maleza, algún animal y poco más. La gente no estaba en el frío establo de una vivienda, sino resguardada en los albergues. Pero Jesús nace en el pesebre y allí nos recuerda que no tuvo a nadie alrededor, sino a aquellos que lo querían: María, José y los pastores; todos eran pobres, unidos por el afecto y el asombro; no por riquezas y grandes posibilidades. El humilde pesebre, por tanto, saca a relucir las verdaderas riquezas de la vida: no el dinero y el poder, sino las relaciones y las personas.

Y la primera persona, la primera riqueza, es Jesús. Pero, ¿queremos estar a su lado? ¿Nos acercamos a Él, amamos su pobreza, o preferimos quedarnos cómodos en nuestros intereses? Sobre todo, ¿lo visitamos donde Él se encuentra, es decir, en los pobres pesebres de nuestro mundo? Allí Él está presente. Y nosotros estamos llamados a ser una Iglesia que adora a Jesús pobre y sirve a Jesús en los pobres. Como dijo un obispo santo: «la Iglesia […] apoya y bendice los esfuerzos por transformar estas estructuras de injusticia y sólo pone una condición: que las transformaciones sociales, económicas y políticas redunden en verdadero beneficio de los pobres» (SAN ÓSCAR ARNULFO ROMERO, «La Verdad, Fuerza de la Paz» Mensaje pastoral de Año Nuevo, 1 enero 1980). Cierto, no es fácil dejar la tibia calidez de la mundanidad para abrazar la belleza agreste de la gruta de Belén, pero recordemos que no es verdaderamente Navidad sin los pobres. Sin ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en Navidad, Dios es pobre. ¡Que renazca la caridad!


3. Llegamos así al último punto: el pesebre nos habla de lo concreto. En efecto, un niño en un pesebre representa una escena que impacta, hasta el punto de ser cruda. Nos recuerda que Dios se ha hecho verdaderamente carne. De manera que, respecto a Él, no son suficientes las teorías, los pensamientos hermosos y los sentimientos piadosos. Jesús, que nace pobre, vivirá pobre y morirá pobre; no hizo muchos discursos sobre la pobreza, sino la vivió hasta las últimas consecuencias por nosotros. Desde el pesebre hasta la cruz, su amor por nosotros fue tangible, concreto: desde su nacimiento hasta su muerte, el hijo del carpintero abrazó la aspereza del leño, la rudeza de nuestra existencia. No nos amó con palabras, no nos amó en broma.

Y, por tanto, no se conforma con apariencias. Él, que se hizo carne, no quiere sólo buenos propósitos. Él, que nació en el pesebre, busca una fe concreta, hecha de adoración y de caridad, no de palabrería y exterioridad. Él, que se pone al desnudo en el pesebre y se pondrá al desnudo en la cruz, nos pide verdad, que vayamos a la verdad desnuda de las cosas, que depositemos a los pies del pesebre las excusas, las justificaciones y las hipocresías. Él, que fue envuelto con ternura en pañales por María, quiere que nos revistamos de amor. Dios no quiere apariencia, sino cosas concretas. No dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo de bueno. Ya que es su fiesta, su cumpleaños, hagámosle a Él regalos que le agraden. En Navidad Dios es concreto, en su nombre hagamos renacer un poco de esperanza a quien la ha perdido.

Jesús, te miramos, acurrucado en el pesebre. Te vemos tan cercano, que estás junto a nosotros por siempre. Gracias, Señor. Te contemplamos pobre, enseñándonos que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en las personas, sobre todo en los pobres. Perdónanos, si no te hemos reconocido y servido en ellos. Te vemos concreto, porque concreto es tu amor por nosotros, ayúdanos a dar carne y vida a nuestra fe. Amén. 

domingo, 18 de diciembre de 2022

EL PAPA FRANCISCO PROPONE IMITAR LA VALENTÍA SILENCIOSA DE SAN JOSÉ EN LA CRISIS



El Papa Francisco propone imitar la “valentía silenciosa” de San José en las crisis

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa




En el Ángelus de este domingo 18 de diciembre, último domingo de Adviento, el Papa Francisco propuso la imagen de San José como ejemplo de valentía y confianza en el Señor. 

Ante los fieles presentes en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco recordó la situación de San José al enterarse del embarazo de María y destacó que escogió “la vía de la misericordia”.

“Y he aquí que, en el centro de la crisis, precisamente mientras piensa y evalúa todo esto, Dios enciende en su corazón una luz nueva: en sueños, le anuncia que la maternidad de María no procede de una  traición, sino que es obra del Espíritu Santo, y el niño que nacerá es el Salvador”, subrayó el Papa. 

Ante esta situación, explicó el Papa, San José “deberá fiarse de Dios por encima de todo, acoger a María y a su hijo de modo completamente distinto de como se lo esperaba, distinto de lo que se había hecho siempre”.

“Y a Dios, que estropea sus planes y le pide que se fíe de Él, José responde sí. Su valentía es  heroica y se realiza en el silencio: José se fía, acoge, se hace disponible, no pide más garantías”, destacó el Papa.

En esta línea, el Papa Francisco animó a los fieles a preguntarse qué nos dice José hoy a nosotros y señaló que “nosotros tenemos nuestros sueños y quizá en Navidad pensamos más en ellos, los discutimos juntos”.

“Quizá añoramos algunos sueños rotos, y  vemos que las mejores esperanzas a menudo deben enfrentarse a situaciones inesperadas, desconcertantes”, dijo a continuación.  

“Cuando esto sucede, José nos indica el camino: no hay que ceder a los sentimientos negativos, como la rabia  y la cerrazón, ¡este es un camino equivocado!”, aseguró. 

El Papa dijo que, por el contrario, “debemos acoger las sorpresas de la vida,  incluidas las crisis, teniendo en cuenta que cuando se está en crisis no hay que decidir apresuradamente, según  el instinto, sino que, como José, es preciso ‘considerar todas las cosas’ y apoyarse en el criterio  principal: la misericordia de Dios”.

“Cuando se habita la crisis sin ceder a la cerrazón, -continuó el Santo Padre-, a la rabia y al miedo, teniendo la puerta abierta a  Dios, Él puede intervenir”. 

“Él es experto en transformar las crisis en sueños: sí, Dios abre las crisis a  perspectivas nuevas, quizá no como nosotros nos esperamos, sino como Él sabe. Son los horizontes de Dios:  sorprendentes, pero infinitamente más amplios y hermosos que los nuestros”, concluyó el Papa. 

viernes, 9 de diciembre de 2022

PAPA FRANCISCO: QUE LA INMACULADA NOS AYUDE A PROTEGER NUESTRA BELLEZA DEL MAL



Papa Francisco: Que la Inmaculada nos ayude a proteger nuestra belleza del mal

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media



Con motivo de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco dirigió el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, donde dijo que "María, la única criatura humana sin pecado de la historia, está con nosotros en la lucha contra el mal".

El Santo Padre suele dirigir esta oración mariana cada domingo y en algunas fiestas señaladas de la Virgen María, como es la de este 8 de diciembre.

Ante los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el Evangelio del día, que cuenta el momento en el que el ángel Gabriel se presenta ante la Virgen María. 

“No la llama por su nombre, María, sino por un nombre nuevo que ella no conocía: llena de gracia. Llena  de gracia, y por tanto vacía de pecado, es el nombre que Dios le da y que hoy nosotros celebramos”, explicó el Santo Padre. 

El Papa destacó el “asombro de María” y habló acerca de la “gracia original”, aquello que “también nosotros, pecadores, hemos recibido”.

El Papa explicó que se habla mucho del pecado original y menos de la gracia original,  “un don inicial que ha llenado nuestra vida, un bien mayor que todo, una gracia  original, de la que, sin embargo, a menudo no somos conscientes”.

A continuación, subrayó la importancia del Bautismo, y animó a los fieles a recordar la fecha en la que fueron bautizados, “porque ese día es el día de la gracia grande, de un nuevo inicio de vida, de una gracia original”.

“¿De qué se trata? Se trata de aquello que recibimos el día de nuestro Bautismo, por eso es bueno que  lo recordemos, ¡y también que lo celebremos! Porque en el Bautismo también descendió sobre nosotros el  Espíritu Santo”, dijo el Papa.  

Además, dijo que “la Virgen nos recuerda que, por debajo  del mal con el que nos hemos manchado a lo largo de los años, hay en nosotros un bien mayor”. 

“Cuando las cosas no vayan bien y nos desanimemos, -dijo el Papa-, cuando nos abatamos y corramos el  riesgo de sentirnos inútiles o equivocados, pensemos en esto, en la gracia original”.

El Papa Francisco también advirtió que “conservar nuestra belleza acarrea un costo, una lucha”.

“Cuesta elegir el bien, custodiar el bien que llevamos dentro. Pensemos en cuántas veces lo hemos malgastado cediendo a la atracción del mal, o incluso perdiendo el tiempo en cosas inútiles y perjudiciales”, señaló. 

Frente a esto, el Papa dijo que “María, la única criatura humana sin pecado de la historia, está con nosotros en la lucha, es nuestra hermana y sobre todo nuestra Madre”.

“Y nosotros, a quienes  nos cuesta elegir el bien, podemos confiarnos a ella. Confiándonos, consagrándonos a la Virgen, le decimos: ‘Tómame de la mano, guíame tú: contigo tendré más fuerza en la lucha contra el mal, contigo redescubriré mi  belleza original’. 

Por último animó a confiar a María “nuestra familia, nuestro trabajo y corazón” y pidió “que la Inmaculada nos ayude a proteger nuestra belleza del mal”.

Durante los saludos a los fieles, explicó que esta tarde hará una oración ante la Virgen de la Basílica de Santa María la Mayor y luego se dirigirá a la Virgen Inmaculada de la Plaza de España en Roma. 

“Os pido que os unáis espiritualmente a mí en este gesto, que expresa la devoción filial a nuestra Madre, a cuya intercesión confiamos el deseo universal de paz, en particular para la atormentada Ucrania, que tanto sufre”, pidió el Papa. 

“Con la ayuda de Dios la paz es posible; el desarme es posible. Pero Dios quiere nuestra buena voluntad. Que la Virgen nos ayude a convertirnos a los designios de Dios”, concluyó.


A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1.26-38)

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo".

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin".

Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?".

El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible".

María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra".

Y la dejó el ángel. 

domingo, 27 de noviembre de 2022

EL PAPA FRANCISCO SUGUIERE IMITAR A LA VIRGEN MARÍA DURANTE ESTE ADVIENTO 2022

 



 El Papa Francisco sugiere imitar a la Virgen María durante este Adviento 2022

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Crédito: Vatican Media



Al dirigir el rezo del Ángelus este 27 de noviembre, primer Domingo de Adviento, el Papa Francisco alentó a pedir ayuda a la Virgen María “para estar atentos y esperar al Señor que está y que pasa” por nuestra vida.

“Buen domingo y buen camino de Adviento”, dijo el Santo Padre a los miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano para la tradicional oración del Ángelus dominical.


El Papa propuso como modelo a imitar durante este Tiempo de Adviento 2022 a la Virgen María porque es la “Mujer de la espera, que supo captar el paso de Dios en la vida humilde y oculta de Nazaret y lo acogió́ en su vientre”.



En esta línea, el Papa invocó a la Virgen Santa para que “nos ayude en este camino de estar atentos para esperar al Señor que está y que pasa”.


Además, al reflexionar en el Evangelio de San Mateo (Mt 24, 37-44) del nuevo Año Litúrgico, el Papa destacó la “hermosa promesa” que nos introduce en el Tiempo de Adviento: “Vendrá tu Señor”.


“Este es el fundamento de nuestra esperanza, es lo que nos sostiene incluso en los momentos más difíciles y dolorosos de nuestra vida: Dios viene. No lo olvidemos nunca. El Señor viene siempre, nos visita, se hace cercano, y volverá al final de los tiempos para recibirnos en su abrazo”, afirmó el Papa.


Por ello, el Santo Padre invitó a poner atención para reconocer a Dios y recibirlo en nuestra vida y no permanecer “distraídos” en nuestras preocupaciones cotidianas, sino estar “vigilantes” para ser capaces de “discernir la presencia de Dios en la vida cotidiana”.


“Hermanos y hermanas, en este tiempo de Adviento, ¡sacudamos el letargo y despertemos del sueño! Preguntémonos: ¿soy consciente de lo que vivo, estoy alerta, estoy despierto? ¿Trato de reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas, o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas?”, cuestionó el Papa.



A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:


San Mateo 24, 37 - 44


37«Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.38Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca,39y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.40Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado;41dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada.42«Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.43Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa.44Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.

domingo, 13 de noviembre de 2022

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES 2022


Homilía del Papa Francisco en la Jornada Mundial de los Pobres 2022

Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco celebró una Misa en el Vaticano este domingo 13 de noviembre con ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres con el tema “Jesucristo se hizo pobre por nosotros” (Cor 2, 8-9).

“No sigamos a los falsos ‘mesías’ que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación. Al contrario, demos testimonio, encendamos luces de esperanza en medio de la oscuridad; aprovechemos, en las situaciones dramáticas, las ocasiones para testimoniar el Evangelio de la alegría y construir un mundo fraterno”, dijo el Santo Padre.


A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Mientras algunos hablan de la belleza exterior del templo y admiran sus piedras, Jesús llama la atención sobre los eventos turbulentos y dramáticos que marcan la historia humana. En efecto, mientras el templo construido por las manos del hombre pasará, como pasan todas las cosas de este mundo, es importante saber discernir el tiempo en que vivimos, para seguir siendo discípulos del Evangelio incluso en medio a las dificultades de la historia.

Y, para indicarnos el modo de discernir, el Señor nos propone dos exhortaciones: no se dejen engañar, segunda, y den testimonio. No se dejen engañar y den testimonio.

Lo primero que Jesús les dice a sus oyentes, preocupados por “cuándo” y “cómo” ocurrirán los hechos espantosos de los que habla, es: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan» (Lc 21,8). Y añade: «Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen» (v. 9). Y esto, en este momento nos viene bien ¿eh?

¿De qué engaño, pues, quiere liberarnos Jesús? De la tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica, como si ya estuviéramos cerca del fin del mundo y no valiera la pena seguir comprometiéndonos en cosas buenas. Si pensamos de esta manera, nos dejamos guiar por el miedo, y quizás luego buscamos respuestas con curiosidad morbosa en las fábulas de magos u horóscopos, que nunca faltan; -y hoy, muchos cristianos van a visitar a los magos, buscan los horóscopos como si fuera la voz de Dios- o incluso, confiamos en fantasiosas teorías propuestas por algún “mesías” de última hora, generalmente siempre derrotistas y conspirativas. También la psicología del complot es mala, nos hace mal. Aquí no está el Espíritu del Señor. No está. Ni en el buscar al gurú, ni con el espíritu del complot, allí no está el Señor.

Jesús nos advierte: “No se dejen engañar”, no se dejen deslumbrar por curiosidades ridículas, no afronten los acontecimientos movidos por el miedo, más bien apréndanlos a leerlos con los ojos de la fe, seguros de que estando cerca de Dios «Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza» (v. 18).

Si la historia humana está llena de acontecimientos dramáticos, situaciones de dolor, guerras, revoluciones y calamidades, es igualmente cierto -dice Jesús- que todo esto no es el final (cf. v. 9); no es un buen motivo para dejarse paralizar por el miedo o ceder al derrotismo de quien piensa que todo está perdido y es inútil comprometerse en la vida.

El discípulo del Señor no se deja atrofiar por la resignación, no cede al desaliento ni siquiera en las situaciones más difíciles, porque su Dios es el Dios de la resurrección y de la esperanza, que siempre reanima, con Él siempre se puede levantar la mirada, empezar de nuevo y volver a caminar. El cristiano, entonces, ante la prueba, cualquiera prueba sea, cultural, histórica o personal, ante la prueba se pregunta “¿Qué nos está diciendo el Señor a través de este momento de crisis?”. También yo hago esta pregunta hoy: “¿Qué nos está diciendo el Señor ante esta tercera guerra mundial? ¿Qué nos está diciendo el Señor?”.

Y, mientras ocurren cosas malas que generan pobreza y sufrimiento, se pregunta “¿Concretamente, que bien puedo hacer yo?”. No huir, sino hacerse la pregunta: “¿Qué me dice el Señor? y ¿Qué bien puedo hacer yo?”.

No por casualidad, la segunda exhortación de Jesús, después de “no se dejen engañar”, está en positivo. Él dice «Esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí» (v. 13). Ocasión para dar testimonio. Ocasión para dar testimonio.

Quisiera subrayar esta hermosa palabra: ocasión, que significa tener la oportunidad de hacer algo bueno a partir de las circunstancias de la vida, incluso cuando no son ideales. Es un hermoso arte, típicamente cristiano; no quedarnos como víctimas de lo que sucede -el cristiano no es víctima, y la piscología del victimismo es mala, nos hace mal-, el cristiano no permanece víctima de lo que sucede sino que aprovecha la oportunidad que se esconde en todo lo que nos acontece, el bien que es posible construir, toma el bien, el poco bien que es posible hacer, y construye también a partir de situaciones negativas.

Cada crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento. Porque cada crisis está abierta, cada crisis tiene la presencia de Dios y tiene la presencia de la humanidad. ¿Qué hace el mal espíritu? Quiere que nosotros transformemos la crisis en conflicto, y el conflicto siempre es cerrado, sin horizontes, sin vía de salida. No, vivamos la crisis como personas humanas, como cristianos, pero no transformándola en conflicto porque cada crisis es una posibilidad y ofrece ocasión de crecimiento.

Nos damos cuenta de ello si volvemos a leer nuestras historias personales. En la vida, a menudo, los pasos adelante más importantes se dan precisamente dentro de algunas crisis, de momentos de prueba, de pérdida de control, de inseguridad. Y, entonces, comprendemos la invitación que Jesús hace hoy directamente a mí, a ti, a cada uno de nosotros.

Mientras ves a tu alrededor hechos desconcertantes, mientras se levantan guerras y conflictos, mientras ocurren terremotos, carestías y epidemias, ¿tú qué haces? ¿Te distraes para no pensar en ello? ¿Te diviertes para no involucrarte? ¿Eliges el camino de la mundanidad para no tomar por la mano, tomar con el corazón estas situaciones dramáticas? ¿Miras hacia otro lado para no ver? ¿Te adaptas, sumiso y resignado, a lo que sucede? ¿O estas situaciones se convierten en ocasiones para testimoniar el Evangelio?

Hoy cada uno de nosotros debe interrogarse ante tantas calamidades, ante esta tercera guerra mundial así de cruel, ante el hambre de tantos niños, de tanta gente, ¿yo puedo desperdiciar? ¿desperdiciar el dinero? ¿desperdiciar mi vida? ¿desperdiciar el sentido de mi vida sin tomar valentía e ir hacia adelante?

Hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de los Pobres la Palabra de Jesús es una fuerte advertencia para romper esa sordera interior que nos impide escuchar el grito sofocado de dolor de los más débiles. También hoy vivimos en sociedades heridas y asistimos, precisamente como nos lo ha dicho el Evangelio, a escenarios de violencia, -basta pensar en la crueldad que está sufriendo el pueblo de Ucrania- injusticia y persecución; además, debemos afrontar la crisis generada por el cambio climático y la pandemia, que ha dejado tras de sí un rastro de malestares no solo físicos, sino también psicológicos, económicos y sociales.

También hoy, hermanos y hermanas, vemos levantarse pueblo contra pueblo y presenciamos angustiados la vehemente ampliación de los conflictos, la desgracia de la guerra, que provoca la muerte de tantos inocentes y multiplica el veneno del odio.

También hoy, hermanos y hermanas, mucho más que ayer, muchos hermanos y hermanas, probados y desalentados, emigran en busca de esperanza, y muchas personas viven en la precariedad por la falta de empleo a causa de condiciones laborales injustas e indignas.

Y también hoy, hermanos y hermanas, los pobres son las víctimas más penalizadas de cada crisis. Pero, si nuestro corazón permanece adormecido e insensible, no logramos escuchar su débil grito de dolor, llorar con ellos y por ellos, ver cuánta soledad y angustia se esconden también en los rincones más olvidados de nuestras ciudades. Se necesita ir a los rincones de las ciudades, a los rincones escondidos, obscuros, allí se ve mucha miseria, mucho dolor, mucha pobreza descartada.

Hagamos nuestra la invitación fuerte y clara del Evangelio a no dejarnos engañar. No escuchemos a los profetas de desventura; no nos dejemos seducir por los cantos de sirena del populismo, que instrumentaliza las necesidades del pueblo proponiendo soluciones demasiado fáciles y apresuradas.

No sigamos a los falsos “mesías” que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación. Al contrario, demos testimonio, encendamos luces de esperanza en medio de la oscuridad; aprovechemos, en las situaciones dramáticas, las ocasiones para testimoniar el Evangelio de la alegría y construir un mundo fraterno, al menos un poco más fraterno; comprometámonos con valentía por la justicia, la legalidad y la paz, estando siempre del lado de los débiles.

No escapemos para defendernos de la historia, sino que luchemos para darle a esta historia que nosotros estamos viviendo un rostro diferente.

¿Dónde encontrar la fuerza para todo esto? En la confianza en Dios, que es Padre y vela por nosotros. Si le abrimos nuestro corazón, aumentará en nosotros la capacidad de amar. Este es el camino, crecer en el amor.

Jesús, en efecto, después de haber hablado de escenarios de violencia y de terror, concluye diciendo, «Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza» (v. 18). Pero ¿qué significa? Que Él está con nosotros, Él es nuestro custodio, Él camina con nosotros ¿yo tengo esta fe? ¿tú tienes esta fe que el Señor camina contigo?

Esto nos lo debemos repetir siempre, especialmente en los momentos más dolorosos: Dios es Padre y está a mi lado, me conoce y me ama, vela por mí, no duerme, cuida de mí y con Él ni siquiera un cabello de mi cabeza se perderá. ¿y yo cómo respondo a esto? Mirando a los hermanos y hermanas necesitados, mirando esta civilización del descarte, esta cultura del descarte, que descarta a los pobres, que descarta a las personas con menos posibilidades, que descarta a los ancianos, que descarta a quienes nacen, todo descarto, mirando eso ¿qué siento que debo hacer como cristiano en este momento?

Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados, -el Señor está allí-. Hay una antigua tradición, también en los pueblos en Italia, algunos lo hacen, en la cena de Navidad, dejar un lugar vacío para el Señor, que tocará a la puerta en una persona que tendrá necesidad. ¿Tú corazón tiene lugar libre para esa gente? ¿mi corazón, tiene un lugar libre para esa gente? O ¿estamos tan ocupados con los amigos, los eventos sociales, las obligaciones? Nunca tenemos un lugar libre para esa gente.

Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados, cuidemos de los pobres, en quienes está Jesús, que se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Co 8,9). Él se identifica con el pobre. Sintámonos comprometidos para que no se pierda ni un cabello de sus cabezas.

No podemos quedarnos, como aquellos de los que habla el Evangelio, admirando las hermosas piedras del templo, sin reconocer el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, el hombre y la mujer, especialmente el pobre, en cuyo rostro, en cuya historia, en cuyas heridas está Jesús. Él lo dijo. Nunca lo olvidemos. Gracias.  

miércoles, 2 de noviembre de 2022

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA POR LOS CARDENALES Y OBISPOS FALLECIDOS EN 2022

  


Homilía del Papa Francisco en la Misa por los cardenales y obispos fallecidos en 2022

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco presidió esta mañana en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa en sufragio por los cardenales y obispos fallecidos durante el año. 


A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

Las lecturas que hemos escuchado me provocan dos palabras: expectación y sorpresa. La espera expresa el sentido de la vida, porque vivimos a la espera del encuentro: el encuentro con Dios, que es el motivo de nuestra oración de intercesión de hoy, especialmente por los cardenales y obispos fallecidos durante el pasado año, por los que ofrecemos este sacrificio eucarístico en sufragio. 

Todos vivimos a la expectativa, con la esperanza de escuchar un día aquellas palabras de Jesús: "Venid, benditos de mi Padre" (Mt 25,34). Estamos en la sala de espera del mundo para entrar en el cielo, para participar en ese "banquete para todos los pueblos" del que nos habló el profeta Isaías (cf. 25,6). 

Dice algo que nos alegra el corazón porque hará realidad precisamente nuestras mayores expectativas: el Señor "abolirá la muerte para siempre" y "enjugará las lágrimas de todos los rostros" (v. 8). Es bonito cuando el Señor viene a secar las lágrimas. Y es feo cuando esperamos que sea algún otro y no el Señor quien las seque. Y es más feo todavía, no tener lágrimas. 

Entonces podremos decir: "Este es el Señor en quien hemos esperado, aquel que seca las lágrimas; alegrémonos, gocemos de su salvación" (v. 9). Sí, vivimos a la espera de recibir bienes tan grandes y hermosos que ni siquiera podemos imaginarlos, porque, como nos recuerda el apóstol Pablo, "somos herederos de Dios, coherederos con Cristo" (Rm 8,17) y "esperamos vivir para siempre, esperamos la redención de nuestros cuerpos" (cf. v. 23).  

Hermanos y hermanas, alimentemos nuestra espera del cielo, ejercitemos nuestro deseo del cielo. Nos hace bien preguntarnos hoy si nuestros deseos tienen algo que ver con el Cielo. Si nuestros deseos tienen algo que ver con el Cielo. Porque nos arriesgamos a aspirar continuamente a las cosas que pasan, de confundir los deseos con las necesidades, de anteponer las expectativas del mundo a la expectativa de Dios. 

Pero perder de vista lo que importa para perseguir el viento sería el mayor error de la vida. Miremos hacia arriba, porque estamos en camino hacia lo Más Alto, mientras que las cosas de aquí abajo no subirán allí: las mejores carreras, los mayores éxitos, los títulos y los galardones más prestigiosos, las riquezas acumuladas y las ganancias terrenales, todo se desvanecerá en un instante. Y todas las expectativas depositadas en ellos se verán defraudadas para siempre. Y, sin embargo, ¡cuánto tiempo, esfuerzo y energía gastamos preocupándonos y afligiéndonos por estas cosas, dejando que la tensión hacia el hogar se desvanezca, perdiendo de vista el sentido del viaje, la meta del viaje, el infinito al que tendemos, la alegría por la que respiramos! 

Preguntémonos: ¿vivo lo que dice el Credo, espero -es decir- la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro? ¿Y cómo es mi espera? ¿Voy a lo esencial o me distraigo con muchas cosas superfluas? ¿Cultivo la esperanza o sigo lamentándome porque valoro demasiado tantas cosas que no importan y que luego pasarán? 

Mientras esperamos el mañana, nos ayuda el Evangelio de hoy. Y aquí surge la segunda palabra que me gustaría compartir con ustedes: sorpresa. Porque la sorpresa es grande cada vez que escuchamos el capítulo 25 de Mateo. Es similar a la de los protagonistas, que dicen: "Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a visitarte?" (vv. 37-39). ¿Cuándo lo hemos hecho? Así se expresa la sorpresa de todos, el asombro de los justos y la consternación de los injustos.  

¿Cuando? También nosotros podríamos decirlo: esperaríamos que el juicio sobre la vida y sobre el mundo tuviera lugar bajo la bandera de la justicia, ante un tribunal decisivo que, cribando todos los elementos, arrojara luz sobre las situaciones y las intenciones para siempre. En cambio, en el tribunal divino, la única cabeza de mérito y acusación es la misericordia hacia los pobres y descartados: "Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis", sentencia Jesús (v. 40).  

El Altísimo habita en los más pequeños, el que habita en los cielos habita entre los más insignificantes del mundo. ¡Qué sorpresa! Pero el juicio se hará así porque será Jesús, el Dios del amor humilde, el que, nacido y muerto pobre, vivió como siervo. Su medida es un amor que va más allá de nuestras medidas, y su criterio de juicio es la gratuidad. Así que, para prepararnos, ya sabemos lo que hay que hacer: amar gratuitamente y sin esperar reciprocidad, a los que están en su lista de preferencias, a los que no pueden darnos nada a cambio, a los que no nos atraen. 

Esta mañana he recibido una carta de un capellán de un orfanato, un capellán protestante, luterano, de un orfanato en Ucrania. Niños huérfanos de guerra, niños solos, niños abandonados. Y él decía: Este es mi servicio, acompañar a estos descartados, porque han perdido a sus padres en esta guerra cruel, y se han quedado solos. 

Este hombre hace lo que Jesús le pide, cuidar a los más pequeños en la tragedia. Y cuando he leído esa carta, escrita con tanto dolor, me he conmovido. Y he dicho: Señor, se ve que continúas mostrando los verdaderos valores del Reino. 

¿Cuándo? dirá este pastor cuando encuentre al Señor. Ese asombrado "cuando", que vuelve no menos de cuatro veces en las preguntas que la humanidad dirige al Señor (cf. vv. 37.38.39.44), llega tarde, sólo "cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria" (v. 31). 

Hermanos, hermanas, tampoco nos dejemos sorprender. Tengamos mucho cuidado de no endulzar el sabor del Evangelio. Porque a menudo, por conveniencia o comodidad, tendemos a suavizar el mensaje de Jesús, a diluir sus palabras. 

Reconozcámoslo, nos hemos vuelto bastante buenos para hacer concesiones con el Evangelio: alimentar a los hambrientos sí, pero el tema del hambre es complejo y ciertamente no puedo resolverlo. Ayudar a los pobres sí, pero entonces las injusticias tienen que ser tratadas de una manera determinada y entonces es mejor esperar, también porque si te comprometes entonces te arriesgas a que te molesten todo el tiempo y quizás te das cuenta de que podrías haberlo hecho mejor.

Estar cerca de los enfermos y de los encarcelados, sí, pero en las portadas de los periódicos y en las redes sociales hay otros problemas más acuciantes, ¿por qué debería interesarme por ellos? Acoger a los inmigrantes sí, pero es una cuestión general complicada, tiene que ver con la política...yo no me mezclo con estas cosas. Siempre los compromisos; “Sí, sí, sí, pero no, no, no”. Estos son los compromisos evangélicos, que nosotros hacemos con el Evangelio. Todo sí, pero al final, todo no. 

Y así, a fuerza de peros, (muchas veces somos hombres y mujeres de “peros”), hacemos de la vida un compromiso con el Evangelio. De simples discípulos del Maestro pasamos a ser maestros de la complejidad, que discuten mucho y hacen poco, que buscan las respuestas más frente al ordenador que frente al Crucifijo, en internet que a los ojos de los hermanos; cristianos que comentan, debaten y exponen tantas teorías, pero que ni siquiera conocen a un pobre por su nombre, no han visitado a un enfermo en meses, nunca han dado de comer o vestir a alguien, nunca se han hecho amigos de un necesitado, olvidando que "el programa del cristiano es un corazón que ve" (Benedicto XVI, Deus caritas est, 31). 

¿Cuándo la grande sorpresa? Tanto los justos como los injustos se preguntan sorprendidos. La respuesta es sólo una: el cuándo es ahora. A la salida de esta Eucaristía. Ahora, hoy. Está en nuestras manos, en nuestras obras de misericordia: no en el análisis refinado, no en las justificaciones individuales o sociales. En nuestras manos, y nosotros somos responsables. 

Hoy el Señor nos recuerda que la muerte viene a hacer la verdad de la vida y elimina todos los atenuantes de la misericordia. Hermanos, hermanas, no podemos decir que no sabemos. No podemos confundir la realidad de la belleza con el maquillaje hecho artificialmente. 

El Evangelio explica cómo vivir la espera: vamos al encuentro de Dios amando porque Él es amor. Y el día de nuestra despedida, la sorpresa será feliz si ahora nos dejamos sorprender por la presencia de Dios, que nos espera entre los pobres y heridos del mundo. No tengamos miedo de esta sorpresa y sigamos adelante con las cosas que el Evangelio nos pide seguir adelante para ser juzgados al final. La sorpresa del Evangelio espera ser acariciado no con palabras, sino con hechos. 

martes, 1 de noviembre de 2022

PAPA FRANCISCO: LOS SANTOS SON LOS VERDADEROS REVOLUCIONARIOS


 

Papa Francisco: “Los santos son los verdaderos revolucionarios”

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media



Este 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, el Papa Francisco dirigió el rezo del Ángelus, donde habló de la “versión estereotipada” de los santos y pidió a los fieles “desarmar su corazón” para trabajar por la paz.

El Papa Francisco dirigió el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano de manera excepcional con motivo de la festividad de Todos los Santos, ya que el suele dirigir esta oración mariana solamente los domingos.

Al comentar el Evangelio del día, el Santo Padre dijo que “el Evangelio de hoy desmiente la versión estereotipada de los santos”, lo que denominó como una “santidad de estampa”.

En este sentido, aclaró que “las Bienaventuranzas de Jesús, que son el carné de identidad de los santos, muestran todo lo contrario: hablan de una vida a contracorriente y  revolucionaria”. “Los santos son los verdaderos revolucionarios”, dijo a continuación.

Haciendo referencia a la Bienaventuranza leída en el Evangelio, el Papa Francisco explicó que esto no significa “estar en paz”, sino que Jesús se refiere a aquellos que “trabajan por construir la paz”. 

“La paz hay que construirla y como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia”, dijo el Pontífice. 

Además, el Papa señaló que “la Biblia habla de la ‘semilla de paz’, porque germina del  terreno de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en silencio, día tras días, a través de obras de  justicia y de misericordia. Como nos muestran los testimonios luminosos que celebramos hoy”. 

“Se nos hace creer que la paz llega con la fuerza y la potencia: para Jesús es lo contrario. Su vida y la de los santos nos dicen que la semilla de paz, para crecer y dar fruto, debe antes morir. La paz no se alcanza conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca es armada”, dijo el Papa Francisco.


Desarmar el corazón

En esta línea, explicó que para convertirse en alguien que trabaja por la paz es necesario, en primer lugar, “desarmar el corazón”.

“Porque estamos todos equipados con pensamientos agresivos y palabras cortantes y pensamos en defendernos con el alambre de espino de la queja y con los muros de cemento de la  indiferencia”, aseguró el Papa.

Sin embargo, para el Santo Padre “la semilla de la paz pide que se desmilitarice el campo del corazón. ¿Cómo? Abriéndose a Jesús, que es ‘nuestra paz’; estando frente a su Cruz, que es la cátedra de la paz; recibiendo de  Él, en la Confesión, ‘el perdón y la paz’. De aquí se empieza, porque ser operadores de paz, ser santos,  no es una capacidad nuestra, es un don suyo, es una gracia”.

Más tarde, el Papa invitó a los fieles a preguntarse: “¿Somos constructores de paz? ¿Allí  donde vivimos, estudiamos y trabajamos, llevamos tensión, palabras que hieren, chácharas que  envenenan, polémicas? O ¿abrimos la vía de la paz: perdonamos a quien nos ha ofendido, nos ocupamos  de los que se encuentran en los márgenes, reparamos alguna injusticia ayudando a quien menos tiene?  Esto es construir la paz”. 

Por último, dijo que a pesar de que en el mundo este tipo de personas parecen “estar fuera de lugar porque no ceden a la lógica del poder y del  predominio”, en el Cielo serán los más cercanos a Dios, “los más parecidos a Él”.


A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros". 

domingo, 30 de octubre de 2022

EL PAPA FRANCISCO A LOS JÓVENES: CUIDADO DE CAER EN LA INDIFERENCIA, ES MÁS PELIGROSA QUE EL CÁNCER

 



 El Papa a los jóvenes: Cuidado de caer en la indiferencia, es más peligrosa que el cáncer

POR DIEGO LÓPEZ MARINA | ACI Prensa

 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



Esta mañana el Papa Francisco recibió en el Vaticano a miles de jóvenes de la Acción Católica Italiana, a quienes les pidió tener “mucho cuidado” de caer en la peligrosa “enfermedad de la indiferencia”.

“Cuidado que la enfermedad de la indiferencia en los jóvenes es más peligrosa que el cáncer. ¡Por favor tengan cuidado! Hemos aprendido que la miseria humana no es un destino que toca a algunos desdichados, sino casi siempre fruto de injusticias que hay que erradicar”, dijo el Papa Francisco en su discurso el 29 de octubre.

El Papa recordó que el cristiano siempre “se interesa por la realidad social y da su propia contribución; nuestro lema no es ‘no me importa’, sino ‘¡me importa!’”.

“Esto es muy importante: aprender a través de la experiencia que en la Iglesia todos somos hermanos por el Bautismo; que todos somos protagonistas y responsables; que tenemos diferentes dones y todos para el bien de la comunidad; que la vida es una vocación, seguir a Jesús; que la fe es un don que hay que dar, testimoniar”, dijo.

La fraternidad cristiana necesita del Espíritu Santo

El Papa Francisco les dijo a los jóvenes que la fraternidad cristiana no solo se construye con emociones o consignas, sino que “se funda en Cristo” y es una obra que se hace junto al Espíritu Santo.

“El Espíritu de Jesús Resucitado hace esto: nos hace salir de nosotros mismos, nos abre al encuentro”, subrayó.

El Papa Francisco también resaltó que se debe salir al encuentro participando de la Eucaristía.

“El Señor entra en nosotros porque salimos de nosotros mismos y nos unimos a Él, y en Él nos encontramos en una nueva comunión, libre, voluntaria”.

“Gracias a Él nos acogemos, nos soportamos unos a otros –el amor cristiano se construye sobre soportarnos a nosotros mismos– y nos perdonamos a nosotros mismos”, agregó.

De esta manera, siendo animado por el Espíritu, el cristiano puede llegar a ser "levadura" en la sociedad, recordó el Pontífice.

“Jóvenes creyentes, responsables y creíbles: esto es lo que les deseo”.

El Papa también pidió a los jóvenes seguir la vida de los santos que “nos enseñan lo que significa ser levadura, estar en el mundo, no ser del mundo”.

“Pier Giorgio Frassati fue un miembro activo y entusiasta de la Acción Católica Italiana, y demuestra cómo se puede ser creíble, responsable, joven creyente, creyente feliz y sonriente”, acotó.

Finalmente, el Papa Francisco invitó a aprender de la Virgen María “a guardar y meditar en el corazón la vida de Jesús, los misterios de Jesús dolorosos y gloriosos de su vida”.

domingo, 23 de octubre de 2022

EL PAPA FRANCISO ADVIERTE SOBRE EL ORGULLO ESPIRITUAL: NOS LLEVA A DESPRECIAR A LOS DEMÁS



 El Papa advierte sobre el “orgullo” espiritual: “Nos lleva a despreciar a los demás”

POR DAVID RAMOS | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media.



Al presidir el rezo del Ángelus este domingo 23 de octubre frente a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco advirtió sobre el “orgullo” espiritual, “que nos lleva a despreciar a los demás”.

El Santo Padre reflexionó sobre “el Evangelio de la liturgia de hoy”, que “nos presenta una parábola que tiene dos protagonistas, un fariseo y un publicano”, en Lucas 18, 9-14, “es decir, un hombre religioso y un pecador en toda regla”.

“Ambos suben al templo a rezar, pero solo el publicano sube verdaderamente a Dios, porque con humildad desciende a la verdad de sí mismo y se presenta tal como es, sin máscaras, con su pobreza”, señaló.

“Podríamos decir, entonces, que la parábola está entre dos movimientos, expresados ​​por dos verbos: subir y bajar”, indicó.

El Santo Padre señaló que “el primer movimiento es subir. De hecho, el texto comienza diciendo: ‘Dos hombres subieron al templo a orar’”.

“Este aspecto recuerda muchos episodios de la Biblia, donde para encontrarse con el Señor se sube al monte de su presencia: Abraham sube al monte para ofrecer el sacrificio; Moisés sube al Sinaí para recibir los mandamientos; Jesús sube al monte, donde se transfigura”.

El Papa explicó que “la escalada, por tanto, expresa la necesidad del corazón de romper con la vida plana para salir al encuentro del Señor; levantarse de los llanos de nuestro ego para ascender hacia Dios -deshacerse del propio ego-; recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor”.

“Esto es ‘subir’, y cuando rezamos subimos”, reiteró.

Sin embargo, precisó, “para vivir el encuentro con Él y ser transformados por la oración, para elevarnos a Dios, necesitamos el segundo movimiento: descender”.

“¿Cómo? ¿Qué significa esto? Para ascender hacia él debemos descender dentro de nosotros mismos: cultivar la sinceridad y la humildad de corazón, que nos dan una mirada honesta a nuestras fragilidades y pobrezas interiores”.

El Papa resaltó que en la humildad “nos volvemos capaces de llevar a Dios, sin pretensiones, lo que realmente somos, los límites y las heridas, los pecados, las miserias que oprimen nuestro corazón, e invocar su misericordia para que nos cure, nos sane, nos levante”.

“Él será quien nos resucite, no nosotros. Cuanto más descendemos con humildad, más Dios nos hace subir”, dijo.

El Papa destacó que “el publicano de la parábola se detiene humildemente a distancia, no se acerca, se avergüenza, pide perdón, y el Señor lo levanta”.

“En cambio, el fariseo se exalta, seguro de sí mismo, convencido de que tiene razón: de pie, comienza a hablarle al Señor solo de sí mismo, a alabarse a sí mismo, a enumerar todas las buenas obras religiosas que hace, y desprecia a los demás”

El Santo Padre advirtió luego que “todos corremos el riesgo de caer en esto”, y nos lleva “a creerte bien y a juzgar a los demás”.

“Esto es orgullo espiritual: ‘Estoy bien, soy mejor que los demás: esto es tal cosa, eso es tal otra…’. Y así, sin darte cuenta, te adoras a ti mismo y borras a tu Dios, es un girar en torno a ti mismo. Esta es la oración sin humildad”.

El Papa Francisco explicó que esto “sucede, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y hacemos siempre una lista de nuestros méritos y nuestras buenas obras, cuando nos preocupamos más por parecer que por ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo”.

El exhibicionismo y el narcisismo, advirtió, “nos llevan a los cristianos, a los sacerdotes, a los obispos a tener siempre una palabra en los labios, ¿qué palabra? ‘Yo’: ‘ Yo hice esto, escribí esto, lo dije, lo entendí antes que tú’, y así sucesivamente”.

“Donde hay mucho yo, hay poco Dios”, subrayó el Papa, recordando que en su tierra natal “a esta gente se le llama ‘yo-con-mí-para-mí-solo-yo’”.

“Y una vez se habló de un sacerdote que era así, centrado en sí mismo, y la gente decía en broma: ‘Ése, cuando inciensa, lo hace al revés, se inciensa a sí mismo’”.

“Así es, también te hace caer en el ridículo”, señaló.

Al finalizar, el Papa Francisco pidió “la intercesión de María Santísima, la humilde sierva del Señor, imagen viva de lo que el Señor ama hacer, derrocando a los poderosos de sus tronos y elevando a los humildes”.

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