sábado, 22 de febrero de 2020

DE BANQUILLO DE MADERA A SANTA SEDE - COMENTARIO POR LA FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO


COMENTARIO POR LA FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO

De Banquillo de madera a Santa Sede

La Santa Sede en la basílica de San Pedro “cuelga” directamente debajo de la famosa imagen del Espíritu Santo.
En círculos clericales, rueda siempre a manera de broma, la pregunta, ¿cuál es la santa, que si bien tiene cuatro piernas, no podría correr? Pues bien, es la Santa Sede.
El término, no de muy fácil comprensión, es hasta hoy una usual denominación para el Papa, quien como soberano sujeto de derecho internacional, goza del reconocimiento de alrededor de 170 estados y 20 organizaciones internacionales. No pocas veces se piensa que el Papa es reconocido por otros estados y jefes de estado, como jefe del diminuto Estado Vaticano, si bien su condición especial no se fundamenta en el ser el país más pequeño del mundo. El Papa es reconocido en virtud de sus relaciones de siglos con otros estados, sobre todo a través del envío de embajadores. Si hubiera perdido el Vaticano - como fue el caso en el siglo XIX con los Estados Pontificios, de mayor extensión y no poca significancia política - la Santa Sede hubiera permanecido siendo sujeto de derecho internacional reconocido internacionalmente. El Papa, y sólo él entre todos los demás líderes religiosos, es quien goza de la autoridad de un jefe de estado, equiparada a la de los presidentes.  Y todo esto se lo debe, por así decir, al banquillo de madera sobre el que se sentó San Pedro, cuando enseñaba a la comunidad de Roma. Este pequeño asiento del príncipe de los apóstoles se encuentra hoy en el enorme altar de bronce que se levanta al final de la nave occidental de la Basílica de San Pedro. El trono de Pedro, elevado a lo alto por cuatro doctores de la iglesia, es sobrepasado en fulgor por la imagen del espíritu Santo, la única ventana colorida en la Catedral de San Pedro. 

Una silla bajo la luz del Espíritu Santo
La Iglesia celebra hoy la Fiesta de la Cátedra de San Pedro, para recordar la autoridad del primero de los apóstoles y la de sus sucesores. La Santa Sede, suyo concepto se remonta al banco de madera de un pescador, a quien el Señor nombró Pastor de su Iglesia, es la más alta autoridad moral en todo el mundo actual. También los no cristianos prestan atención a las palabras del Papa sobre la paz, migración y protección climática. Más importante que estos temas políticos es sin embargo la preservación y auténtica interpretación de la fe, que le fue confiada a Pedro y a sus sucesores.  A él le fue prometida –tal como bellamente muestra el altar en San Pedro –la especial asistencia del Espíritu Santo al explicar el Evangelio de Cristo desde la Tradición de la Iglesia y sus padres. Él, el Papa, y solamente él, tiene la potestad de las llaves, para atar y desatar. Él tiene poder directo, inmediato, limitado sólo por la Ley Divina sobre toda la Iglesia. Él es el pastor Supremo a quien le es confiado la totalidad del rebaño del Señor. La Iglesia celebra hoy este elevado servicio del servidor de los siervos de Dios. Al contrario de los Patriarcas ortodoxos organizados por iglesias nacionales y de los cientos de denominaciones protestantes, la Iglesia católica es una – gracias al Papa, a quien el Concilio Vaticano II denomina su cabeza visible. 


La piedra sobre la cual nos paramos.
La fiesta de la Cátedra de San Pedro es ocasión para agradecer por las piedras sobre las cuales Jesús quiso edificar su Iglesia. Cada Papa, hombre débil y pecador, es por cierto la base fuerte sobre la cual la enseñanza y la vida de los discípulos de Jesús se asientan firmemente.

El Papa Bendicto XVI, durante la toma de posesión de su cátedra, es decir la Basílica de San Juan de Letrán, explica muy bellamente el ministerio petrino de enseñar y dirigir: 
“Pedro fue el primero que hizo, en nombre de los Apóstoles, la profesión de fe: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Esta es la tarea de todos los sucesores de Pedro: ser el guía en la profesión de fe en Cristo, el Hijo de Dios vivo. La cátedra de Roma es, ante todo, cátedra de este credo. Desde lo alto de esta cátedra, el Obispo de Roma debe repetir constantemente: Dominus Iesus, "Jesús es el Señor", como escribió san Pablo en sus cartas a los Romanos (Rm 10, 9) y a los Corintios (1 Co 12, 3). A los Corintios, con particular énfasis, les dijo: "Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, (...) para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre; (...) y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1 Co 8, 5-6). 

La cátedra de Pedro obliga a quienes son sus titulares a decir, como ya hizo san Pedro en un momento de crisis de los discípulos, cuando muchos querían irse:  "Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Aquel que se sienta en la cátedra de Pedro debe recordar las palabras que el Señor dijo a Simón Pedro en la hora de la última Cena: "Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 32). 
Aquel que es titular del ministerio petrino debe tener conciencia de que es un hombre frágil y débil, como son frágiles y débiles sus fuerzas, y necesita constantemente purificación y conversión. Pero debe tener también conciencia de que del Señor le viene la fuerza para confirmar a sus hermanos en la fe y mantenerlos unidos en la confesión de Cristo crucificado y resucitado. 

En la primera carta de san Pablo a los Corintios encontramos la narración más antigua que tenemos de la resurrección. San Pablo la recogió fielmente de los testigos. Esa narración habla primero de la muerte del Señor por nuestros pecados, de su sepultura, de su resurrección, que tuvo lugar al tercer día, y después dice: "Cristo se apareció a Cefas y luego a los Doce..." (1 Co 15, 4). Así, una vez más, se resume el significado del mandato conferido a Pedro hasta el fin de los tiempos: ser testigo de Cristo resucitado. 

El Obispo de Roma se sienta en su cátedra para dar testimonio de Cristo. Así, la cátedra es el símbolo de la potestas docendi, la potestad de enseñar, parte esencial del mandato de atar y desatar conferido por el Señor a Pedro y, después de él, a los Doce. En la Iglesia, la sagrada Escritura, cuya comprensión crece bajo la inspiración del Espíritu Santo, y el ministerio de la interpretación auténtica, conferido a los Apóstoles, se pertenecen uno al otro de modo indisoluble. 

Cuando la sagrada Escritura se separa de la voz viva de la Iglesia, pasa a ser objeto de las disputas de los expertos. Ciertamente, todo lo que los expertos tienen que decirnos es importante y valioso; el trabajo de los sabios nos ayuda en gran medida a comprender el proceso vivo con el que ha crecido la Escritura y así apreciar su riqueza histórica. Pero la ciencia por sí sola no puede proporcionarnos una interpretación definitiva y vinculante; no está en condiciones de darnos, en la interpretación, la certeza con la que podamos vivir y por la que también podamos morir. Para esto es necesario un mandato más grande, que no puede brotar única y exclusivamente de las capacidades humanas. Para esto se necesita la voz de la Iglesia viva, la Iglesia encomendada a Pedro y al Colegio de los Apóstoles hasta el final de los tiempos. 

Esta potestad de enseñanza asusta a muchos hombres, dentro y fuera de la Iglesia. Se preguntan si no constituye una amenaza para la libertad de conciencia, si no es una presunción contrapuesta a la libertad de pensamiento. No es así. El poder conferido por Cristo a Pedro y a sus sucesores es, en sentido absoluto, un mandato para servir. La potestad de enseñar, en la Iglesia, implica un compromiso al servicio de la obediencia a la fe. 

El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo. 

Así lo hizo el Papa Juan Pablo II, cuando, ante todos los intentos, aparentemente benévolos con respecto al hombre, frente a las interpretaciones erróneas de la libertad, destacó de modo inequívoco la inviolabilidad del ser humano, la inviolabilidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. La libertad de matar no es una verdadera libertad, sino una tiranía que reduce al ser humano a la esclavitud. El Papa es consciente de que, en sus grandes decisiones, está unido a la gran comunidad de la fe de todos los tiempos, a las interpretaciones vinculantes surgidas a lo largo del camino de peregrinación de la Iglesia. Así, su poder no está por encima, sino al servicio de la palabra de Dios, y tiene la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga estando presente en su grandeza y resonando en su pureza, de modo que no la alteren los continuos cambios de las modas.” […]

Un Papa, una familia
El Papa es el Padre de la familia de Cristo, que conduce a los hijos e hijas de Dios a casa. Como obispo de Roma enlaza a todos los católicos a la ciudad sobre las siete colinas. Todos, sin importar color de piel, son ciudadanos de esta ciudad, tenue imagen de aquella urbe que un día descenderá del cielo como el lugar donde habita Dios:

“Queridos romanos, ahora soy vuestro Obispo. Gracias por vuestra generosidad, gracias por vuestra simpatía, gracias por vuestra paciencia conmigo. En cuanto católicos, todos somos, de algún modo, también romanos.  Con las palabras del salmo 87, un himno de alabanza a Sión, madre de todos los pueblos, cantaba Israel y canta la Iglesia: "Se dirá de Sión: "Uno por uno todos han nacido en ella"..." (v. 5). De modo semejante, también nosotros podríamos decir: en cuanto católicos, todos hemos nacido, de algún modo, en Roma. Así, con todo mi corazón, quiero tratar de ser vuestro Obispo, el Obispo de Roma. Todos queremos tratar de ser cada vez más católicos, cada vez más hermanos y hermanas en la gran familia de Dios, la familia en la que no hay extranjeros. Amén.


Monseñor Florian Kolfhaus
Funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano

CARLO ACUTIS SERÁ BEATO, PAPA FRANCISCO APRUEBA MILAGRO ATRIBUIDO A CIBERAPÓSTOL DE EUCARISTÍA


Carlo Acutis será beato: Papa aprueba milagro atribuido a ciberapóstol de Eucaristía
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Miracolieucaristici.org



El Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos promulgar el decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios Carlo Acutis, conocido como el “ciberapóstol de la Eucaristía” porque fue un adolescente que ofreció su enfermedad por la Iglesia y que utilizó su pasión por la informática para evangelizar y difundir el amor a la Eucaristía.

Según informó este sábado la Oficina de Prensa del Vaticano, el Santo Padre recibió el 21 de febrero al Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Becciu, y firmó los decretos que reconocen tres martirios, cuatro virtudes heroicas y tres milagros, entre los cuales se encuentra el de Acutis.

El joven laico Carlo Acutis nació el 3 de mayo de 1991 en Londres (Inglaterra), donde vivía su familia por motivos laborales, y falleció en Monza (Italia) el 12 de octubre de 2006.

En septiembre de 1991 la familia Acutis se trasladó a vivir a Milán (Italia).

Carlo recibió su Primera Comunión a los siete años y desde entonces su vida estuvo marcada por un profundo amor hacia la Eucaristía, a la que consideraba como una “autopista hacia el cielo”.

Asistía a Misa todos los días y también rezaba el Rosario, impulsado por su devoción a la Virgen María, a quien consideraba su confidente. Además, daba clases de catecismo a los niños y ayudaba a los más necesitados.

Su intensa vida espiritual lo llevó a crear lo que algunos llamaron el “kit para hacerse santo”, que estaba compuesto por la Misa, la Comunión, el Rosario, la lectura diaria de la Biblia, la confesión y el servicio a los demás.

Asimismo, Acutis desarrolló desde pequeño su talento por la informática y fue considerado un genio por los adultos que lo conocían.

Así, unió su afición por la informática con su celo evangelizador, y creó exposiciones virtuales sobre temas de fe. Una de las más destacadas la realizó cuando tenía 14 años y trataba sobre los milagros eucarísticos en todo el mundo.

Cuando descubrió que tenía leucemia, Acutis ofreció sus sufrimientos por el Papa y la Iglesia Católica. Murió el 12 de octubre de 2006 en la fiesta de la Virgen del Pilar, a la edad de 15 años.

Sus restos mortales reposan en el Santuario della Spogliazione (Despojo), el lugar donde San Francisco de Asís lo dejó todo para seguir al Señor.

En el año 2007 el periodista del diario vaticano L'Osservatore Romano, Nicola Gori, publicó el libro “Eucaristía. Mi autopista para el cielo: Biografía de Carlo Acutis” y en el 2016 presentó el texto “Un genio de la informática en el cielo: Biografía de Carlo Acutis”.

La fase diocesana de su causa de beatificación fue abierta el 15 de febrero de 2013 y concluyó el 24 de noviembre de 2016. Estuvo a cargo de la Arquidiócesis de Milán.

El 14 de noviembre de 2019 se reunió la Consulta Médica de la Congregación para las Causas de los Santos, fecha en la que los peritos médicos expresaron el dictamen positivo respeto a un posible milagro atribuido a la intercesión del Venerable Carlo Acutis.

En aquel entonces, el postulador de la causa de beatificación de Carlo Acutis, Nicola Gori, afirmó en declaraciones a ACI Stampa - agencia en italiano del Grupo ACI- que el dicasterio vaticano había recibido el dossier de “un presunto milagro ocurrido en Brasil de un niño”.

Por su parte, el Obispo de Asís–Nocera Umbra–Gualdo Tadino, Mons. Domenico Sorrentino, dijo que “se espera que la beatificación no sea lejana” y añadió que “seguimos rezando para que el Señor quiera glorificar pronto a su siervo, alentando el camino de santidad de toda la Iglesia, especialmente de los jóvenes”.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY SÁBADO 22 DE FEBRERO DE 2020, LA CÁTEDRA DEL APÓSTOL SAN PEDRO

Lecturas de hoy La Cátedra del apóstol san Pedro
Hoy, sábado, 22 de febrero de 2020


Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (5,1-4):

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 22,1-3.4.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara, mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R/.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy sábado, 22 de febrero de 2020
Juan Carlos Rodriguez, cmf


Queridos hermanos:

La experiencia de la fe, el encuentro y trato con el Señor nos lleva a la confesión. Claramente.

Hay un dinamismo interior que parte del regalo que ha supuesto haber sido llamados, elegidos, nombrados por el Maestro y que va llenando los huecos del corazón hasta desbordarse para brotar en los labios como confesión sentida.

La Palabra hoy nos acerca a la confesión de Pedro. Ese discípulo de la primera hora al que el Señor envuelve con una bienaventuranza especial: “dichoso tú, Simón”. Ese discípulo, generoso y torpe a la vez; entusiasta y cobarde al mismo tiempo; discípulo que ha sido agraciado con una intuición-revelación que es regalo del Padre: “eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre”.

La confesión de Pedro es el fruto de ese delicado engarce que hace el Espíritu del Señor en la realidad de nuestra humanidad limitada y pecadora, lenta a la gratuidad del don, torpe para llegar a el entendimiento de los “secretos” del Reino y para abrirse a la novedad.

En el itinerario de Pedro lo vemos plasmado y nos sentimos identificados. Siempre discípulos, siempre aprendices en la escuela del Maestro.

La confesión de Pedro es también estímulo para nosotros. En él, el Maestro estaba incluyéndonos; nombrándonos bienaventurados por haber sido alcanzados, atraídos por el Padre hacia Él. Confesar la filiación divina de Cristo viene tras un camino de profundización en la riqueza del ser de Jesús hasta identificarnos con él.

Hoy es un día precioso para agradecer al Señor la fe de aquel pescador de Galilea; para agradecer también nuestra fe, nuestro tesoro; para orar por Francisco, Obispo de Roma, para que siga confesando la fe, confirmándonos en ella y alentando nuestra confesión creyente.

Vuestro hermano.
P. Juan Carlos, cmf
jcracmf@gmail.com

SANTORAL DE HOY SÁBADO 22 DE FEBRERO DE 2020

Richard Henkes, BeatoRichard Henkes, Beato
Sacerdote y Mártir, 22 de febrero
Mohamed Muley Abdalá, BeatoMohamed Muley Abdalá, Beato
Religioso Mercedario, 22 de febrero
Papías de Hierápolis, SantoPapías de Hierápolis, Santo
Obispo, 22 de febrero
Maximiano de Ravena, SantoMaximiano de Ravena, Santo
Obispo, 22 de febrero
María de Jesús, BeataMaría de Jesús, Beata
Fundadora, 22 de febrero
Margarita de Cortona, SantaMargarita de Cortona, Santa
Terciaria Franciscana, 22 de febrero
Isabel de Francia, BeataIsabel de Francia, Beata
Princesa, 22 de febrero
Diego Carvalho, BeatoDiego Carvalho, Beato
Sacerdote y Mártir, 22 de febrero
La Cátedra del Apóstol San PedroLa Cátedra del Apóstol San Pedro
Fiesta Litúrgica, 22 de febrero

FELIZ FIN DE SEMANA!!!




viernes, 21 de febrero de 2020

SER CATÓLICO SIEMPRE Y EN TODO MOMENTO, NO SOLAMENTE LOS DOMINGOS


Ser católico siempre y en todo momento, no solamente los domingos
La conversión personal es cuestión de un instante, pero la santidad a la que estamos llamados es tarea que nos ocupa toda la vida


Por: Vicente Franco Gil | Fuente: ForumLibertas.com




Es cierto que vivimos en un mundo globalizado, en donde a veces es difícil encontrar unos espacios de tiempo en los que podamos encontrar calma y tranquilidad.

También es cierto que los avances tecnológicos junto con el dinamismo que trae consigo la vida misma han transformado, de alguna forma, nuestra manera de actuar e incluso nos atreveríamos a decir que nuestra forma de pensar, pues evidentemente estamos sometidos a ese vaivén que, en mayor o menor medida, agita nuestro entorno.

No obstante, para quienes libre y conscientemente hemos abrazado la fe en Cristo Jesús, tenemos que esforzarnos por gozar en todo momento y lugar del beneficio de su paz.

Necesitamos abrazar esa paz para ponderar y meditar las cosas que nos acaecen en lo más hondo de nuestro corazón, mirando a Santa María, la madre de Dios, como hijos pequeños y tan necesitados que buscan su auxilio y su protección, por ser ella el modelo más excelso de la gracia.

Por experiencia sabemos sobradamente que la conversión personal es cuestión de un instante, pero la santidad a la que estamos llamados es tarea que nos ocupa toda la vida.


Así las cosas, debemos emplearnos a fondo con todos los medios y en todas las jornadas de nuestra existencia para dar cumplimiento a este mandato evangélico:

"Sean, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre Dios que está en los cielos es perfecto" (Mt. 5, 48)

Dado que de él se desprende que nuestro obrar debe ser autentico, de una pieza, sin doblez, coherente con nuestras creencias y convicciones, sin temer al qué dirán, e incluso remando contra corriente si fuera necesario.

Tengamos en cuenta que el Evangelio (que es palabra de Dios) y la doctrina que nos proporciona el Magisterio de la Santa Madre Iglesia son la savia que nutre nuestra vida espiritual, la cual va inseparablemente unida a nuestra vida humanamente cotidiana, sea en el trabajo, en la familia, en el ocio adecuado y, cómo no, en la vida de piedad.

Desde esta perspectiva, como católicos responsables que un día decidimos voluntariamente seguir a Cristo, no podemos conformarnos con una entrega minimalista y rutinaria, un tanto superficial, como quienes quieren cubrir su expediente  justificando así el contenido de sus actos.

A tal efecto, sabido es que la vida espiritual es como un plano inclinado en el que o se avanza o irremediablemente se desciende, y a veces hasta tal punto que el alma se enfría tanto que deja de amar.

Por tal motivo, en la lucha ascética no sirven las medias tintas, ni los razonamientos vagos, ni las especulaciones baratas. 

Desde que nacimos a la vida de la gracia por medio del bautismo, nos jugamos mucho en esta efímera vida terrenal llena de oportunidades para merecer día a día y a cada instante los bienes necesarios para alcanzar el cielo.

Nuestra misión y nuestro compromiso consisten en identificarnos con Cristo, ser otros Cristos, los mismos Cristos, una laboriosa y heroica tarea a la que todos estamos llamados sin excepción.

Y para amar a Cristo no hay otro camino que tratarle para llegar a conocerle, y de esta forma cobijarle en nuestro interior para que presida nuestro obrar. Por ello tenemos la oportunidad de participar de los medios que pone a nuestro alcance la Iglesia como remedio para nuestra salvación eterna.

Con todo, debemos ser almas de oración continua, en medio del trabajo, hablando con nuestras amistades, al lado de nuestra familia, haciendo de la vida cotidiana aparentemente sin brillo una sinfonía espiritual exultante.

Desde hace dos mil años Jesús nos espera en el Sagrario, para contarle nuestras cosas, lo que va y lo que no funciona. También nos espera en la Eucaristía, para que comulguemos frecuentemente y mantener el latido contemplativo saludable.

Asimismo lo encontramos en el sacramento de la reconciliación, pidiéndole perdón por nuestras faltas, animados por su infinita misericordia.

Por consiguiente, no podemos seguir a Jesús unos instantes únicamente los domingos, quizá buscando la misa más corta y orquestada para que nos sea más "amena", sin caer en la cuenta de que el Sacrificio del Altar es el centro y razón de nuestra vida cristiana.

Y porque Jesucristo habita en nosotros le debemos la más alta consideración, pues sin Él nada podemos hacer. 

Meditemos por un instante cuántos minutos dedicamos al día en leer el Evangelio, en leer algún libro de lectura espiritual, en leer documentos provenientes del Vaticano, o en estar informados de las últimas noticias acerca del Santo Padre. Examinemos también cuánto tiempo empleamos en nuestro apostolado, o en hacer obras de caridad.

No podemos excusarnos diciendo que no tenemos tiempo, aunque esa sea la verdad, porque el Señor sí que tuvo tiempo para redimirnos en la Cruz, obedeciendo en todo al Padre.

Seamos consecuentes al sabernos hijos de Dios, pues Él se desvela por todos nosotros en quienes desde la eternidad piensa el momento justo en que debemos aparecer en escena.

Nuestra gratitud por todo lo que recibimos y por aquello que no poseemos, debe reflejarse permanentemente a lo largo de nuestro recorrido, y una forma tangible de llevarlo a cabo, no solamente los domingos, es demostrando que somos verdaderos hijos de un mismo Padre en cada momento de nuestras vidas.

IMÁGENES DE CUARESMA 2020










¿QUIÉN ES EL HOMBRE QUE BESÓ EN LA FRENTE AL PAPA FRANCISCO?


¿Quién es el hombre que besó en la frente al Papa Francisco?
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Daniel Ibáñez (ACI)




Este miércoles, luego de la Audiencia General, la imagen de un hombre dando un beso en la frente al Papa Francisco dio la vuelta al mundo, el protagonista se llama Phillippe Naudin, que sufre una discapacidad psíquica y suele pedir limosna en uno de los accesos al Santuario de Lourdes, en Francia.

Phillippe fue reconocido por los voluntarios que ayudan en el santuario mariano y, según informa la prensa internacional, este francés nacido en 1971 sufre una discapacidad psíquica debido a la meningitis que lo afectó de niño y que además lo ha dejado paralizado.

En 1978, a los siete años, su madre lo llevó al Santuario de Lourdes en una peregrinación organizada por la Diócesis de Moulin. Según su testimonio, en esa ocasión se levantó por primera vez de su silla de ruedas, después de rezar a la Virgen María; y durante el retorno a casa, dijo su primera palabra: mamá.

Desde entonces, Phillippe ha mejorado y entre los 10 y 12 años asistió a la escuela Nuestra Señora de Lourdes de Vichy. Incluso, ya adulto llegó a cumplir su deseo de ser actor, participando en algunas piezas teatrales y haciendo de clown.

SAN PEDRO DAMIÁN, DOCTOR DE LA IGLESIA, 21 DE FEBRERO


SAN PEDRO DAMIÁN
Cardenal, obispo de Ostia, Doctor de la Iglesia (1007-72)
Benedictino, reformador eclesiástico y clerical.
Fiesta: 21 de febrero
Damián significa:  el que doma su cuerpo.  Domador de sí mismo.


La mejor penitencia es tener paciencia con las penas que Dios permite que nos lleguen. Una muy buena penitencia es dedicarse a cumplir exactamente los deberes de cada día y a estudiar y trabajar con todo empeño.

La gente decía:  "el padre Pedro Damián es fuerte en el hablar, pero es santo en el obrar, y eso hace que le hagamos caso con gusto a sus llamadas de atención"


Nació en Ravena, el año 1007; acabados los estudios, ejerció la docencia, pero se retiró en seguida al yermo de Fonte Avellana, donde fue elegido prior. Fue gran propagador de la vida religiosa allí y en otras regiones de Italia. En aquella dura época ayudó eficazmente a los papas, con sus escritos y legaciones, en la reforma de la Iglesia. Creado por Esteban IX cardenal y obispo de Ostia, murió el año 1072 y al poco tiempo era venerado como santo.

San Pedro Damián es una de esas figuras severas que, como San Juan Bautista, surgen en las épocas de relajamiento para apartar a los hombres del error y traerles de nuevo al estrecho sendero de la virtud.  Pedro Damián nació en Ravena, el último hijo de una numerosa familia,  Habiendo perdido a sus padres cuando era muy niño, quedó al cuidado de un hermano suyo, quien le trató como si fuera un esclavo, así le envió a cuidar los puercos en cuanto pudo andar.  Otro de sus hermanos, que era arcipreste de Ravena, se compadeció de él y decidió encargarse de su educación. Viéndose tratado como un hijo, Pedro tomó de su hermano el nombre de Damián.  Este le mandó a la escuela, primero a Faenza y después a Parma.  Pedro fue un buen discípulo y, más tarde, un magnífico maestro. Desde joven se había acostumbrado a la oración, la vigilia y el ayuno.  Llevaba debajo de la ropa una camisa de pelo para defenderse de los atractivos del placer y de los ataques del demonio.  Hacía grandes limosnas, invitaba frecuentemente a los pobres a su mesa y les servía con sus propias manos.

Pedro decidió abandonar enteramente el mundo y abrazar la vida monacal en otra región.  Un día en que se hallaba reflexionando sobre su proyecto, se presentaron en su casa dos benedictinos de la reforma de San Romualdo, que pertenecían al convento de Fonte Avellana.  Pedro les hizo muchas preguntas sobre sus reglas y modo de vida.  Sus respuestas le dejaron satisfecho, e ingresó en esa comunidad de ermitaños, que gozaba entonces de gran reputación.  Los ermitaños habitaban en celdas separadas, consagraban la mayor parte del tiempo a la oración y lectura espiritual, y vivían con gran austeridad.  

Pedro quiso morir al pecado cueste lo que cueste. Para lograr dominar sus pasiones sensuales, se colocó debajo de su camisa correas con espinas (cilicio), se daba azotes y se dedicó a ayunar a pan y agua.  Pero sucedió que su cuerpo, que no estaba acostumbrado a tan duras penitencias, empezó a debilitarse y le llegó el insomnio, y pasaba las noches sin dormir, y le afectó una debilidad general que no le dejaba hacer nada.  Entonces comprendió que las penitencias no deben ser tan excesivas. Mas bien, la mejor penitencia es tener paciencia con las penas que Dios permite que nos lleguen. Una muy buena penitencia es dedicarse a cumplir exactamente los deberes de cada día y a estudiar y trabajar con todo empeño

Esta experiencia personal le fue de gran utilidad para dirigir espiritualmente a otros y enseñarles que,  en vez de hacer enfermar al cuerpo con penitencias exageradas, hay que hacerlo trabajar fuertemente en favor del reino de Dios y de la salvación de las almas.

Aleccionado por esa experiencia, se dedicó con mayor ahínco a los estudios sagrados,  llegando a ser tan versado en la Sagrada Escritura, como antes lo había sido en las ciencias profanas.  Los ermitaños le eligieron unánimemente para suceder al abad cuando este muriese; como Pedro se resistiera a aceptar, el propio abad se lo impuso por obediencia.  Así pues, a la muerte del abad, hacia el año 1043, Pedro tomó la dirección de la comunidad, a la que gobernó con gran prudencia y piedad.  Igualmente fundó otras cinco comunidades de ermitaños, al frente de las cuales puso a otros tantos priores bajo su propia dirección.  Su principal cuidado era fomentar entre los monjes el espíritu de retiro, caridad y humildad.  Muchos de los ermitaños llegaron a ser lumbreras de la Iglesia; entre otros, San Domingo Loricato y San Juan de Lodi, quien sucedió a San Pedro en la dirección del convento de la Santa Cruz, escribió su biografía y fue más tarde obispo de Gubio.

Varios Papas emplearon a San Pedro Damián en el servicio de la Iglesia. Esteban IX le nombró, en 1057, cardenal y obispo de Ostia, a pesar de la repugnancia del santo.  Pedro rogó muchas veces al Papa Nicolás II que le permitiese renunciar al gobierno de la diócesis y volver a su vida de ermitaño, pero el Sumo Pontífice se negó a ello.  Alejandro II, que amaba mucho al santo, accedió finalmente a sus súplicas, pero se reservó el poder de emplearle en el servicio de la Iglesia, en caso de necesidad.  San Pedro Damián se consideró desde ese momento libre, no sólo del gobierno de su diócesis, sino también de la supervisión de las diversas comunidades, y volvió al convento como simple monje.

A los Pontífices y a muchos personajes les dirigió frecuentemente cartas pidiéndoles la erradicación de la simonía. En aquel siglo del año mil era muy frecuente que un hombre nada santo llegara a ser sacerdote y hasta obispo, porque compraba su nombramiento dando mucho dinero a los que lo elegían para ese cargo.  Así se consagraban hombres indignos que hacían mucho daño.  Afortunadamente, al año de la muerte de San Pedro Damián, su gran amigo, el monje Hildebrando fue nombrado Papa Gregorio VII y hizo una gran reforma.

Escribió el "libro Gomorriano", en contra de las costumbres impuras de su tiempo.  (Gomorriano, en referencia a Gomorra, una de las ciudades que Dios destruyó por su impureza). Su estilo es vehemente. Todas sus obras llevan la huella de su espíritu estricto, particularmente cuando se trata de los deberes de los clérigos y monjes. El santo escribió un tratado al obispo de Besancon, en el que atacaba la costumbre que tenían los canónigos de esa diócesis de cantar sentados el oficio divino.  San Pedro Damián recomendaba el uso de la disciplina más que los ayunos prolongados.  Escribió cosas muy severas sobre las obligaciones de los monjes y protestó contra la costumbre de ciertas peregrinaciones, pues consideraba que el retiro era la condición esencial del estado monacal.  

Decía:  "Es imposible restaurar la disciplina una vez que ésta decae; si nosotros, por negligencia, dejamos caer en desuso las reglas, las generaciones futuras no podrán volver a la primitiva observancia.  Guardémonos de incurrir en semejante culpa y transmitamos fielmente a nuestros sucesores el legado de nuestros predecesores".  

Predicó a favor del celibato eclesiástico.  Pedía que el clero diocesano viviese en comunidad.  Su carácter vehemente se manifestaba en todos sus actos y palabras.  Se ha dicho de él que "su genio consistía en exhortar y mover al heroísmo, en predicar acciones extraordinarias y recordar ejemplos conmovedores . . . ; en sus escritos arde el fuego de una extraordinaria fuerza moral".

A pesar de su severidad, San Pedro Damián sabía tratar a los pecadores con bondad e indulgencia, cuando la caridad y la prudencia lo pedían. Enrique IV de Alemania se había casado con Berta, la hija de Otón, marqués de las Marcas de Italia; pero dos años más tarde, había pedido el divorcio, alegando que el matrimonio no había sido consumado. Con promesas y amenazas logró ganar para su causa al arzobispo de Mainz, quien convocó un concilio para anular el matrimonio; pero el Papa Alejandro II le prohibió cometer semejante injusticia y envió a San Pedro Damián a presidir el sínodo. El anciano legado se reunió en Frankfurt con el rey y los obispos, les leyó las órdenes e instrucciones de la Santa Sede y exhortó al rey a guardar la ley de Dios, los cánones de la Iglesia y su propia reputación y también, a reflexionar sobre el escándalo y el mal ejemplo que daría, si no se sometiera.  Los nobles se unieron al santo para rogar al joven monarca que no manchase su honor. Ante tal oposición, Enrique renunció a su proyecto de divorcio, aunque interiormente no cambiase de actitud. 

Pedro retornó, en cuanto pudo, a su retiro en Fonte Avellana para vivir en profunda austeridad hasta el fin de su vida.  En los ratos en que no se hallaba absorto en la oración o el trabajo, acostumbraba hacer cucharas de madera y otros utensilios para no estar ocioso.  

El Papa Alejandro II envió a San Pedro Damián a arreglar el asunto del arzobispo de Ravena, que había sido excomulgado por las atrocidades que había cometido.  Cuando San Pedro llegó, el arzobispo ya había muerto; pero el santo pudo convertir a sus cómplices, a los que impuso justa penitencia.  Este fue el último servicio público que el santo prestó a la Iglesia.  A su vuelta a Roma, se vio atacado por una aguda fiebre en un monasterio de las afueras de Faenza, donde murió al octavo día, el 22 de febrero de 1072, mientras los monjes recitaban los maitines alrededor de su lecho.

Dante Alighieri, en el canto XXI del Paraíso, coloca a san Pedro Damián en el cielo de Saturno, destinado en su Comedia a los espíritus contemplativos.  El poeta pone en los labios del Santo una breve y eficaz narración autobiográfica:  la predilección por los alimentos frugales y la vida contemplativa, y el abandono de la tranquila vida de convento por el cargo episcopal y cardenalicio.

Fue declarado doctor de la Iglesia en 1828.

Bibliografía

Butler, Vidas de los Santos.
Sálesman, P. Eliécer - Vidas de Santos # 1
Sgarbossa, Mario - Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY VIERNES 21 DE FEBRERO DE 2020


Lecturas de hoy Viernes de la 6ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, viernes, 21 de febrero de 2020


Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,14-24.26):

De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.» Tú crees que hay un solo Dios; muy bien, pero eso lo creen tambien los demonios, y los hace temblar. ¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil? ¿No quedó justificado Abrahán, nuestro padre, por sus obras, por ofrecer a su hijo Isaac en el altar? Ya ves que la fe actuaba en sus obras, y que por las obras la fe llegó a su madurez. Así se cumplió lo que dice aquel pasaje de la Escritura: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación.» Y en otro pasaje se le llama «amigo de Dios.» Veis que el hombre queda justificado por las obras, y no por la fe sólo. Por lo tanto, lo mismo que un cuerpo sin espíritu es un cadáver, también la fe sin obras es un cadáver.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 111,1-2.3-4.5-6

R/. Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R/.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,34–9,1):

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.»
Y añadió: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy viernes, 21 de febrero de 2020
Juan Carlos Rodriguez, cmf


Queridos hermanos:

Habla claro nuestro Maestro. Nunca ha sido de los que „doran la píldora“. Y pone las cartas sobre la mesa, sin rodeos.

Negarse. Cargar con la cruz. Perder la vida… Seguirle.

¿Necedad? ¿Locura? ¿Ingenuidad? ¿Absurdo?

Quizá sea bueno comenzar dejando que nos venga, a primer plano de conciencia, lo que las propuestas de Jesús, sus llamadas y sus condiciones han provocado en nosotros. Dejemos que afloren los sentimientos que suscitaron y las argumentaciones que cada uno hemos ido haciendo ante esas condiciones, esas exigencias…

Incomprensión. Resistencias. Explicaciones plausibles. Racionalizaciones, Literalismo. Huídas. Acogida…

Llamados a vivir el Evangelio sin glosa, nos preguntamos dónde está el secreto de esa contra-cultural, alternativa y a contra-corriente propuesta del Maestro.

¿No será que eso que llamamos vida solo es vida cuando se vive desviviéndose por el otro, por los otros, (por el que es la Vida de y para todos)? ¿No será que cuando damos y nos damos, entregamos y nos entregamos, regalamos y nos regalamos es cuando nos vamos haciendo con la consistencia de verdadera humanidad? ¿No será que el antídoto contra la exclusión, la indiferencia y todo tipo de inhumanidad es hacerse cargo, encargarse y cargar con el dolor ajeno, con las lágrimas del otro, con la postración de la mayoría?

Quizá la cosa sea bien sencilla. El que nos hace la propuesta es de fiar. Podemos lanzarnos a vivir a su aire, con su estilo, porque nos ha regalado el Espíritu que transforma desde dentro, que nos otorga una nueva mentalidad: la que contiene la clave con la que fueron creadas todas las cosas, la del sueño originario de Dios para la humanidad y para la entera realidad.

Maestro, contigo y en Ti.

Vuestro hermano.
P. Juan Carlos, cmf
jcracmf@gmail.com

EL PAPA FRANCISCO AFIRMA QUE LA PENA CANÓNICA ES UN INSTRUMENTO PASTORAL


El Papa Francisco afirma que la pena canónica “es un instrumento pastoral”
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco afirmó que “la ley penal” de la Iglesia “también es un instrumento pastoral”. Así lo afirmó en la mañana de este viernes 21 de febrero durante la audiencia que concedió en el Palacio Apostólico del Vaticano a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos.

Debido a ese valor de la ley penal como instrumento pastoral, el Pontífice invitó a los miembros del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos a ayudar “a reflexionar sobre una genuina formación jurídica en la Iglesia, que haga comprender la pastoralidad del derecho canónico”.

Porque “dar a conocer y aplicar las leyes de la Iglesia no es un obstáculo a la presunta ‘eficacia’ pastoral de quien quiere resolver los problemas sin el derecho, más bien garantiza la búsqueda de soluciones no arbitrarias, sino verdaderamente justas y, por ello, verdaderamente pastorales”.

“Evitando soluciones arbitrarias”, continuó el Santo Padre, “el derecho se convierte en un válido baluarte en defensa de los últimos y de los pobres, escudo protector de quien se arriesga a caer víctima de los poderosos de turno”.

Por su parte, “el Obispo debe ser consciente de que, en su Iglesia, de la cual está constituido como pasto y jefe, es también juez entre los fieles a él confiados. Pero el papel de juez tiene siempre una impronta pastoral en cuanto que culmina en la comunión entre los miembros del pueblo de Dios”.

Al contrario del legislador del Estado, explicó el Papa Francisco, “la pena canónica siempre tiene un significado pastoral, y persigue no solo una función de respeto del ordenamiento, sino también la reparación y, sobre todo, el bien del mismo culpable”.

“El fin reparador está destinado a restaurar, en la medida de lo posible, las condiciones precedentes a la violación que ha perturbado la comunión. Cada delito, de hecho, afecta a toda la Iglesia, cuya comunión ha sido violada por quien, deliberadamente, ha atentado contra ella con su comportamiento”.

Finalmente, el Papa Francisco insistió en que la pena canónica “representa un medio positivo para la realización del Reino, para reconstruir la justicia en la comunidad de fieles, llamados a una personal y común santificación”.

SANTORAL DE HOY VIERNES 21 DE FEBRERO DE 2020

Roberto Southwell, SantoRoberto Southwell, Santo
Mártir Jesuita, 21 de febrero
Eleonora (Leonor) de InglaterraEleonora (Leonor) de Inglaterra
Reina y Religiosa, 21 de febrero
Noël (Natal) Pinot, BeatoNoël (Natal) Pinot, Beato
Presbítero y Mártir, 21 de febrero
Pedro Damián, SantoPedro Damián, Santo
Memoria Litúrgica, 21 de febrero

FELIZ VIERNES




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