viernes, 21 de septiembre de 2018

ORACIONES A SAN MATEO APÓSTOL



Oración a San Mateo por la prosperidad en el negocio

Glorioso San Mateo,
miembro de la santa familia de los Apóstoles,
que con la ayuda de la Misericordia del Altísimo 
lograste ganar paz en la tierra y gloria el cielo;
tu que siendo recaudador de impuestos 
no dudaste en abandonar todo
y seguiste al Maestro hasta el final de tu vida terrena;
que inspirado por el Espíritu Santo
después de la Ascensión del Señor a los Cielos
proclamaste la Buena Nueva de su Palabra
y nos dejaste escrito en los Evangelios:
"según sea tu fe, así serán las cosas que te sucederán",
(Mt. 8, 15)
te pido de corazón intercedas por mí y ruegues a Dios que todo lo puede
me ayude en mi negocio.......

(nombrar el negocio que ya se tiene o que se va a emprender),

yo pongo toda mi fe en ti,
deposito mis esperanzas e ilusiones 
y confío en la misericordia del Señor, 
para que fructifiquen pronto las inversiones que he realizado.

Yo sé que es posible salir de esta mala situación,
para ello necesito que aumente la clientela y las ventas
para acrecentar los ingresos de dinero
y así poder hacer frente a los pagos que se acumulan,
solucionar los problemas económicos de mi familia
y generar otros empleos para personas que lo precisan.

Te pido ayuda para que pueda obtener:
(decir lo que se quiere conseguir para el negocio)

San Mateo, glorioso Evangelista,
en tus manos dejo la buena marcha de mi negocio,
devuélveme la alegría de verlo prosperar,
yo me esforzaré en todo lo que de mi dependa,
y pondré todo mi esfuerzo y entusiasmo
para que funcione perfectamente,
ofreceré muy buena calidad en mis productos,
seré animoso, atento, paciente y cortes
con los que vengan a comprar
para que se vayan satisfechos y regresen pronto.

San Mateo, dame tus bendiciones,
despeja y abre mis caminos laborales al progreso,
haz que la suerte me acompañe,
aleja de mi negocio las envidias y los problemas,
haz que no haya disgustos ni reclamaciones,
que toda persona que en él entre
se sienta bien atendido y dichoso de su compra,
y sientan la necesidad de volver a mi negocio;
haz que prospere y tenga buenos beneficios
para salir de la ruina, vivir dignamente
y tener tranquilidad y sosiego
y para que pueda dar una parte a los más necesitados.

Te lo pido por Jesucristo, nuestro hermano y Señor.

Amén.

Rezar tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.




Oración a San Mateo

Dios, que por la boca de tu bendito Hijo llamaste a Mateo del banco de los tributos, para que de publicano se convirtiese en apóstol y evangelista, danos gracia para renunciar a toda avaricia y desordenado deseo de riquezas y para seguir al mismo Jesucristo, tu Hijo, que en unidad del Espíritu Santo, vive y reina contigo eternamente.

Amén.

SAN MATEO EVANGELISTA, 21 SEPTIEMBRE


Hoy la Iglesia Católica celebra a San Mateo el Evangelista
Redacción ACI Prensa





Cada 21 de septiembre la Iglesia Católica recuerda la figura de San Mateo, Apóstol y Evangelista, que vivió en Cafarnaún junto al lago de Galilea, y fue elegido por el mismo Señor para ser uno de los Doce que lo acompañó durante su vida pública. 

El Evangelista fue un publicano que recolectaba los impuestos para los romanos y quien al encontrarse realizando esta función, pasó Jesús y lo llamó, este sin dudarlo siguió el llamado de Dios.

Al subir el Señor a los cielos Mateo predicó durante años en Judea y en países cercanos.

A San Mateo se le atribuye ser patrono de los banqueros y se le representa con un libro. San Jerónimo fijó la figura de un hombre alado como símbolo de su Evangelio.

En una fecha como hoy en el año 1953, Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco,  tenía 17 años de edad, y experimentó después de la confesión la llamada a la vida religiosa en la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, incluso su escudo pontificio lleva el lema "Lo miró con misericordia y lo eligió" como se describe el encuentro de Jesús con el Apóstol.



San Mateo, hijo de Alfeo, vivió en Cafarnaún, en el lago de Galilea. Es llamado Leví por los evangelistas San Marcos y San Lucas. Fue un publicano, es decir, un colector de impuestos para los romanos. Cuando Jesús lo ve sentado a la mesa de recaudación de impuestos lo llama para que sea uno de los Doce (Mt 9,9ss). El mismo episodio lo narran también los otros Evangelios sinópticos (Mc 2, 14ss, Lc 5, 27ss). San Mateo es el octavo en la enumeración de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 13) y en la del mismo Mateo (Mt 10,3), que cuando se nombra a sí mismo se llama "Mateo, el publicano", y el séptimo en la lista de San Marcos y San Lucas (Mc. 3, 13; Lc 6, 12). Debido a su profesión provienen los atributos con los cuales se le representan: una bolsa de dinero o un tablero de contar.

Después de la ascensión del Señor, San Mateo predicó varios años en Judea y en los países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Poco antes de esta dispersión escribe su Evangelio, siendo el primero de los cuatro, tal como lo atestigua Papías, obispo de Hierápolis, el cual es citado en la Historia Eclesiástica por Eusebio: "Mateo ordenó (compuso) las palabras (logia) del Señor en lengua hebrea, y cada uno las interpretó (tradujo) luego como pudo". Su Evangelio fue escrito en arameo y dirigido sobre todo a los judíos. El Apóstol San Bartolomé llevó una copia a la India y la dejó ahí.

Según varias fuentes apócrifas, que no siempre coinciden en todos los detalles, luego de predicar en Judea, fue a predicar entre los partos y los persas, pero sobre todo en Etiopía, donde venció a dos magos que se hacían adorar como dioses y a los dragones que los acompañaban. Después resucitó a la hija del rey Egipo (o Hegesipo). Fue martirizado por oponerse al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina Ifigenia, la cual se había convertido al cristianismo por la predicación del Apóstol. Fue muerto a filo de espada cuando estaba orando al pie del altar después de misa, lo cual le vale otro de los atributos de su iconografía: la espada, que a veces se cambia por alabarda o hacha.

San Mateo, en cuanto evangelista, es representado con un libro o rollo de modo genérico. Pero cada uno de los cuatro evangelistas tiene un símbolo especial, inspirado en la visión de los "Cuatro Vivientes" que nos trae el profeta Ezequiel (Ez. 1, 5ss) y que recoge el Apocalipsis (Ap. 4, 6-11) en el Nuevo Testamento. Por comenzar a narrar la genealogía humana de Jesús, a Mateo le corresponde el "rostro humano" del tercer Viviente (Ap. 4, 7), por ello un hombre alado es el símbolo de su Evangelio. Este simbolismo fue fijado por San Jerónimo.

La Liturgia aplica a San Mateo las siguientes palabras del libro de Esdras: "Este maestro, muy instruido en la Ley dada a Moisés por Yavé, Dios de Israel (...) sobre él estaba la bondadosa mano de su Dios. (...) se había dedicado con todo su corazón a poner por obra la Ley de Yavé y a enseñar a Israel sus mandamientos y preceptos." (cfr. Esd. 7, 6-10).

El hecho de haber tenido como invitado al Señor a su mesa, y el trabajo al que se dedicaba cuando fue llamado por el Señor se aluden en la liturgia de su fiesta. En la oración colecta se señala que Dios, "inexpresable misericordia", se dignó "elegir a san Mateo para convertirlo de recaudador de impuestos en un apóstol". En la oración postcomunión se hace referencia al "gozo salvífico que experimentó san Mateo cuando recibió en su casa como comensal al Salvador". Y en el himno de Laudes, "Præclara Qua", rezamos: "Oh Mateo, ¡qué riquezas tan grandes te prepara el Señor, que te llamó cuando estabas (...) apegado a las monedas! / A impulsos de tu amor ardiente te apresuras a recibir al Maestro (...)".

San Mateo es patrono de los banqueros, y su fiesta se celebra el 21 de septiembre.

HOY HACE 100 AÑOS EL PADRE PÍO RECIBIÓ LOS ESTIGMAS


Hoy hace 100 años el Padre Pío recibió los estigmas
POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa
Padre Pío. Foto: Isabel Díaz / ACI Prensa




El 20 de septiembre de 1918, exactamente hace 100 años, el Santo Padre Pío de Pietrelcina recibió los estigmas de Cristo.

El relato de la aparición de los estigmas lo hizo el mismo Padre Pío un año después, en 1921, y está contenido en un libro escrito por el italiano Francesco Castelli titulado “El Padre Pío bajo interrogatorio: La autobiografía secreta”.

"El 20 de septiembre de 1918 luego de la celebración de la Misa mientras estaba en el debido agradecimiento en el Coro repentinamente fui presa de un temblor, luego me llegó la calma y vi a Nuestro Señor en la actitud de quien está en la cruz, pero no vi si tenía la cruz, lamentándose de la mala correspondencia de los hombres, especialmente de los consagrados a Él que son sus favoritos".

En esto, continuó el Padre Pío "se manifestaba que Él sufría y deseaba asociar las almas a su Pasión. Me invitaba a compenetrarme en sus dolores y a meditarlos: y al mismo tiempo ocuparme de la salud de los hermanos. En seguida me sentí lleno de compasión por los dolores del Señor y le pregunté qué podía hacer. Oí esta voz: 'te asocio a mi Pasión'. Y en seguida, desaparecida la visión, he vuelto en mí, en razón, y vi estos signos de los que salía sangre. No los tenía antes".

El relato del Padre Pío se dio en respuesta a algunas de las 142 preguntas que le hizo Mons. Carlo Raffaelle Rossi en 1921 por encargo del Santo Oficio, un dicasterio vaticano que años después se convertiría en la actual Congregación para la Doctrina de la Fe.

Mons. Rossi, explica Castelli, también examinó cada una de las heridas del Padre Pío y le iba preguntando algunos detalles.

El Obispo, que años después se convertiría en cardenal, pudo apreciar cómo la llaga del costado, por ejemplo, "cambiaba frecuentemente de aspecto y en ese momento había asumido una forma triangular, nunca observada antes. Sobre las llagas el Padre Pío me daba respuestas precisas y detalladas explicando además que las llagas de los pies y del costado tenían un aspecto iridiscente".

Tras el examen, el Prelado escribió que “los estigmas en cuestión no son ni obra del demonio ni un grueso engaño, ni un fraude, ni un arte malicioso o malvado; menos producto de la sugestión externa, ni tampoco las considero efecto de sugestión".

La investigación de Mons. Rossi comenzó el 14 de junio de 1921 y duró ocho días, tras lo cual pudo comprobar que los elementos distintivos "de los verdaderos estigmas se encontrarían en los del Padre Pío".

Además el Prelado pudo oler un perfume especial que emanaban las heridas, hecho que ayudaba a comprobar el hecho como cierto.

Mons. Rossi escribió también que el Padre Pío era muy gentil; muy amado por sus superiores por ser "gran ejemplo y no murmurador"; dedicaba entre 10 y 12 horas al día a confesar y celebraba Misa "con extraordinaria devoción".


Los estigmas

Los estigmas son las llagas que Cristo sufrió en la crucifixión: dos en los pies, dos en las manos y una en el costado; que han aparecido en algunos místicos.

Si bien los estigmas son heridas, el punto de vista médico difiere con esta definición ya que no cicatrizan, ni siquiera cuando son curados; no se infectan ni se descomponen, no degeneran en necrosis, no tienen mal olor, y sangran constante y profusamente.

Los estigmas, además, son la reproducción exacta de las llagas de Jesús, según los estudios de la Sábana Santa o Síndone que según la tradición habría envuelto el cuerpo de Cristo.

Para reconocer los estigmas como válidos o reales, la Iglesia exige algunas condiciones precisas: deben aparecer todos al mismo tiempo, deben provocar una importante modificación en los tejidos, deben mantenerse inalterados y deben carecer de infecciones o cicatrización.

Según la Enciclopedia Católica los estigmatizados son alrededor de 60, entre santos y beatos. Algunos de los más famosos son San Francisco de Asís, Santa Catalina de Siena (quien rezó a Dios para que no fueran visibles), Santa Catalina de Ricci, Santa Juan de Dios, la Beata Anne Catherine Emmerich, entre otros.

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 21 SEPTIEMBRE 2018

Lecturas de hoy San Mateo, apóstol y evangelista
 Hoy, viernes, 21 de septiembre de 2018


Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios
 (4,1-7.11-13):

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 18,2-3.4-5 

R/. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios, 
el firmamento pregona la obra de sus manos: 
el día al día le pasa el mensaje, 
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien, 
sin que resuene su voz, 
a toda la tierra alcanza su pregón 
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,9-13):

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy viernes,
 21 de septiembre de 2018
CR


Hace ta algunos años escuchaba un programa de televisión con motivo de la beatificación de Escrivá de Balaguer. Como siempre en esos programas de debate, los responsables habían intentado que entre los participantes hubiese unos que estuviesen a favor y otros en contra. El programa se desarrollaba según lo previsto. Hasta que uno de los que estaban en contra comenzó a sacar algunas historias de juventud de Escrivá de Balaguer. Intentaba desautorizar así la beatificación. Si había hecho aquellas cosas, no merecía semejante premio.

Lo curioso fue que entonces intervino un teólogo, llamado allí precisamente por ser de los de en contra. Dijo, con muy buen tino, que lo que hubiese hecho Escrivá de Balaguer en su juventud tenía relativamente poca importancia, que la santidad no es algo con lo que se nace sino algo que se va haciendo poco a poco, a base de entrega, de encuentro con Jesús, de asimilar la buena nueva del Evangelio en la propia vida. Por eso decía aquel teólogo que era relativamente poco importante lo que hubiese hecho en su juventud Escrivá, que lo importante era ver el proceso y cómo había terminado.

Lo dicho se puede aplicar perfectamente a Mateo, el apóstol y evangelista que hoy celebramos. Era un publicano cuando Jesús se lo encontró. Para entendernos, uno que había hecho el juego a los romanos invasores y colaboraba con ellos en la recaudación de impuestos. Hoy cualquiera diría que los funcionarios de Hacienda no son necesariamente malos, que tienen una profesión que es un servicio a la sociedad. Un servicio necesario. Pero no era así en aquella época. Los romanos subcontrataban el cobro de los impuestos a los publicanos. Y no se preocupaban más. Estos abusaban del pueblo porque del mismo cobro de impuestos sacaban su beneficio. Mateo era uno de estos. Uno de los explotadores que se aprovechaban de la situación para hacerse ricos a costa de los demás. Pero Jesús vino a llamar a los pecadores. Cuando Mateo se encontró con Jesús, se le abrió la puerta a una vida nueva. Escuchó el “sígueme” de Jesús y lo siguió. ¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a cambiar de vida? ¿O vamos a dejar que Jesús pasé de largo sin escucharle?

SANTORAL DE HOY VIERNES 21 SEPTIEMBRE 2018

José Vila Barri, BeatoJosé Vila Barri, Beato
Sacerdote y Mártir, 21 de septiembre
Maura de Troyes, SantaMaura de Troyes, Santa
Virgen, 21 de septiembre
Lorenzo Imbert y compañeros, SantosLorenzo Imbert y compañeros, Santos
Presbíteros y Mártires, 21 de septiembre
Mateo Apóstol, SantoMateo Apóstol, Santo
Apóstol y Evangelista, 21 de septiembre

FELIZ VIERNES





jueves, 20 de septiembre de 2018

NOVENA A LOS SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL, DEL 20 AL 28 SEPTIEMBRE


Hoy se inicia la novena a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
Redacción ACI Prensa





El 29 de septiembre la Iglesia celebrará la Fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, quienes aparecen en la Biblia con misiones importantes de Dios.

Por ello, aquí una novena en honor de estos tres amigos del cielo que tienen la tarea de defender al hombre en la lucha contra los planes del demonio.


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Acto de Contrición

¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, 
y porque os amo sobre todas las cosas, 
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. 
Amén.


Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, bendito y alabado seas por toda la eternidad. Que todos los ángeles y los hombres que has creado te adoren, te amen y te sirvan, Dios Santo, Dios Fuerte, Dios Inmortal.

Y tú, María, reina de los ángeles, medianera de todas las gracias, todopoderosa en tu oración, recibe bondadosamente la oración que les dirigimos a los arcángeles y hazla llegar hasta el Trono del Altísimo para que obtengamos gracia, salvación y auxilio. Amén.


Oración a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael:

San Miguel Arcángel, tú eres el Príncipe de las milicias celestiales, el vencedor del dragón infernal, has recibido de Dios la fuerza y el poder para aniquilar por medio de la humildad el orgullo de los poderes de las tinieblas. Te imploramos, suscita en nosotros la auténtica humildad del corazón, la fidelidad inquebrantable, para cumplir siempre la voluntad de Dios, la fortaleza en el sufrimiento y las necesidades, ayúdanos a subsistir delante del tribunal de Dios.

San Gabriel Arcángel, tú eres el ángel de la Encarnación, el mensajero fiel de Dios, abre nuestros oídos para captar los más pequeños signos y llamamientos del corazón amante de nuestro Señor; Permanece siempre delante de nuestros ojos, te imploramos, para que comprendamos correctamente la Palabra de Dios y la sigamos y obedezcamos y para cumplir aquello que Dios quiere de nosotros. Haznos vigilantes en la espera del Señor para que no nos encuentre dormidos cuando llegue.

San Rafael Arcángel, tú eres el mensajero del amor de Dios. Te imploramos, hiere nuestro corazón con un amor ardiente por Dios y no dejes que esta herida se cierre jamás para que permanezcamos sobre el camino del amor en la vida diaria y venzamos todos los obstáculos por la fuerza de este amor.

Ayudadnos hermanos grandes y santos, servidores como nosotros delante de Dios. Protegednos contra nosotros mismos, contra nuestra cobardía y tibieza, contra nuestro egoísmo y nuestra avaricia, contra nuestra envidia y desconfianza, contra nuestra suficiencia y comodidad, contra nuestro deseo de ser apreciados. Desligadnos de los lazos del pecado y de toda atadura al mundo.

Desatad la venda que nosotros mismos hemos anudado sobre nuestros ojos, para dispensarnos de ver la miseria que nos rodea, y poder mirar nuestro propio yo sin incomodarnos y con conmiseración.

Clavad en nuestro corazón el aguijón de la santa inquietud de Dios, para que no cesemos jamás de buscarlo con pasión, contrición y amor.

Buscad en nosotros la Sangre de Nuestro Señor que se derramó por nosotros. Buscad en nosotros las lágrimas de vuestra Reina vertidas por nuestra causa. Buscad en nosotros la imagen de Dios destrozada, desteñida, deteriorada, imagen a la cual Dios quiso crearnos por amor.

Ayudadnos a reconocer a Dios, a adorarlo, amarlo y servirlo. Ayudadnos en la lucha contra los poderes de las tinieblas que nos rodean y nos oprimen solapadamente.

Ayudadnos para que ninguno de nosotros se pierda, y para que un día, gozosos, podamos reunirnos en la felicidad eterna. Amén.

(Se dicen las intenciones de la novena y se rezan tres Padre Nuestro, Ave María y Gloria)


Invocaciones finales

San Miguel, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros.

San Rafael, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros.

San Gabriel, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros. Amén.

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 20 SEPTIEMBRE 2018


Lecturas de hoy Jueves de la 24ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 20 de septiembre de 2018



Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,1-11):

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.28

R/. Dad gracias al Señor porque es bueno

Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia. 
Diga la casa de Israel: 
eterna es su misericordia. R/. 

«La diestra del Señor es poderosa, 
la diestra del Señor es excelsa.» 
No he de morir, viviré para contar 
las hazañas del Señor. R/.

Tú eres mi Dios, te doy gracias; 
Dios mío, yo te ensalzo. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,36-50):

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. 
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.» 
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» 
Él respondió: «Dímelo, maestro.» 
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» 
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.» 
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.» 
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» 
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.» 
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» 
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy jueves, 20 de septiembre de 2018
 CR


La lectura de san Pablo nos centra en lo más fundamental del mensaje evangélico: “que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras.” Ahí está lo más esencial de nuestra fe. Olvidarnos de eso, significa olvidarnos de casi todo. La vida y la muerte de Jesús son el testimonio más vivo y luminoso del amor de Dios para con nosotros que ha habido nunca. Y su resurrección es la confirmación de ese amor de Dios que quiere nuestra vida y nos abre a una esperanza que es más fuerte que la muerte. Hasta ahí todo claro.

Pero nos podemos hacer la pregunta por quién es ese Cristo de que habla Pablo. No es una figura celestial o angélica. No es un superhombre ni nada parecido. Es Jesús de Nazaret. Su vida se nos relata en los Evangelios. Fue un hombre normal, anduvo por nuestros caminos, se sentó a nuestra mesa, tuvo una forma concreta de actuar. En realidad, su forma de actuar, de hablar, fue el modo concreto como se nos reveló Dios. Dios es el que resucitó a Jesús de entre los muertos. Pero Dios es también el que se nos manifiesta cuando Jesús se relaciona con los fariseos, con los pecadores, cuando cura a los enfermos, cuando cuenta las parábolas y cuando entona las bienaventuranzas. Así es Dios. Lo vemos en los gestos y las palabras de Jesús.

El Evangelio de hoy es muy iluminador a este respecto. Jesús entra a comer en casa de un fariseo. Tiene una actitud abierta. No condena a nadie. En los Evangelios vemos a los fariseos como enemigos de Jesús. Pero no parece que Jesús esté cerrado a ellos. Le invitan a comer y va. Sin problema. Claro que eso no significa que actúe como ellos esperarían que actuase. Cuando la pecadora se acerca a él, Jesús no aparta sus pies. Deje que le toque y le haga impuro. Y de paso denuncia el rigor y la falta de corazón de los fariseos. Dios es Dios de misericordia, de perdón. Dios es amor y sólo el que ama mucho es capaz de perdonar mucho. Así es Jesús. Así es Dios.

Por eso no conviene olvidar que el Cristo resucitado de que habla Pablo es este mismo Jesús que en sus palabras y gestos manifiesta y revela a Dios.

SANTORAL DE HOY JUEVES 20 SEPTIEMBRE 2018

Lorenzo Han I-hyong, SantoLorenzo Han I-hyong, Santo
Catequista Mártir, 20 de septiembre
Adelpreto de Trento, BeatoAdelpreto de Trento, Beato
Obispo y mártir, 20 de septiembre
Juan Carlos Cornay, SantoJuan Carlos Cornay, Santo
Sacerdote y Mártir, 20 de septiembre
Teresa Cejudo Redondo, BeataTeresa Cejudo Redondo, Beata
Mártir Laica, 20 de septiembre
María Teresa de San José, BeataMaría Teresa de San José, Beata
Virgen y Fundadora, 20 de septiembre
Francisco de Posadas, BeatoFrancisco de Posadas, Beato
Sacerdote, 20 de septiembre
Eustaquio, SantoEustaquio, Santo
Mártir Laico, 20 de septiembre
José María de Yermo y Parres, SantoJosé María de Yermo y Parres, Santo
Presbítero y Fundador, 20 de septiembre
103 mártires de Corea, Santos103 mártires de Corea, Santos
Memoria Litúrgica, 20 de septiembre

FELIZ JUEVES




domingo, 16 de septiembre de 2018

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 SEPTIEMBRE 2018


Lecturas de hoy Domingo 24º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
 Hoy, domingo, 16 de septiembre de 2018


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,5-9a):

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios


Salmo
Sal 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9
R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, 
porque inclina su oído hacia mí 
el día que lo invoco. R/.

Me envolvían redes de muerte, 
me alcanzaron los lazos del abismo, 
caí en tristeza y angustia. 
Invoqué el nombre del Señor: 
«Señor, salva mi vida.» R/.

El Señor es benigno y justo, 
nuestro Dios es compasivo; 
el Señor guarda a los sencillos: 
estando yo sin fuerzas, me salvó. R/.

Arrancó mi alma de la muerte, 
mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. 
Caminaré en presencia del Señor 
en el país de la vida. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,14-18):

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»

Palabra de Dios


Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus díscípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. 
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Palabra del Señor


Comentario al Evangelio de hoy domingo, 
16 de septiembre de 2018
 Fernando Torres cmf


Es tiempo de decidirnos por Jesús

      En la vida hay tiempos y momentos que exigen decisiones serias, que luego deben ser asumidas con todas sus consecuencias. Jesús puso a los apóstoles ante una de esas decisiones en aquel diálogo que tuvo con ellos cerca de Cesarea de Filipo. Les pidió, ni más ni menos, que se definieran ante él. Hoy la pregunta resuena también para nosotros. “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” No es baladí la cuestión. Pedro da la impresión de que es capaz de responderla casi de golpe. A bote pronto. Pero no es difícil darse cuenta de que su respuesta no tiene mucho peso. En realidad no había entendido nada o casi nada. Cuando Jesús les comienza a explicar lo que significa que él es el Mesías, entonces Pedro se empeña en tratar de disuadirlo. Pero Jesús se desentiende de él y sigue planteando lo que va a ser su vida y la vida de sus seguidores. “El que quiera venirse conmigo...”



      Es que el cristiano puede ser que encuentre resistencia en los que le rodean o en la sociedad. El ambiente le puede hacer más difícil ser cristiano. Es verdad. Pero hay otra resistencia que proviene de dentro de la persona. Es la resistencia a la Palabra de Dios. A ella alude la lectura del profeta Isaías: “El Señor me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia”. El profeta no la opuso pero nosotros quizá sí. Quizá nos da miedo asumir las consecuencias de seguir a Jesús, de comportarnos como cristianos en nuestra familia o en nuestro barrio, de acercarnos a los más débiles y necesitados y compartir con ellos nuestro tiempo o nuestros bienes, de perdonar con generosidad como Dios nos perdona. Hay que ser fuertes a veces para ser cristiano y amar a todos como Dios nos ha amado en Cristo. En nuestros oídos vuelven a resonar las palabras de Jesús: “El que quiera venirse conmigo...”

      Porque ser cristiano no es cuestión de pegar un grito en un momento determinado, decir “Sí, yo quiero seguir a Jesús”, y luego olvidarse de lo dicho y seguir como si nada hubiese cambiado en nuestra vida. Ser cristiano significa comportarse como tal no sólo los domingos sino también los días de entre semana. No vaya a ser que se nos presente el apóstol Santiago y nos pregunte (segunda lectura): “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras?” Se puede decir más alto pero no más claro. Además, sabemos que es verdad. La fe se demuestra en las obras, en la forma de relacionarnos con nuestros hermanos y hermanas, en nuestra capacidad para compartir la vida y lo que tenemos, en nuestra capacidad de amar sin medida y perdonar con generosidad. Decidirnos por Jesús no sólo es confesar como Pedro en Cesarea que es el “Mesías”. Decidirnos por Jesús es vivir las consecuencias cada día de nuestra vida. 



Para la reflexión

      ¿Qué creemos que nos pide Jesús que hagamos para seguirle? ¿Nos cuesta escuchar su Palabra? ¿Nos comportamos siempre como cristianos? ¿En que podríamos mejorar para ser más coherentes entre nuestro ir a misa los domingos y lo que hacemos el resto de los días?
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