jueves, 17 de mayo de 2018

SANTORAL DE HOY JUEVES 17 MAYO 2018

Iván Ziatyk, BeatoIván Ziatyk, Beato
Sacerdote y Mártir, 17 de mayo
Julia Salzano, SantaJulia Salzano, Santa
Fundadora, 17 de mayo
Antonia Mesina, BeataAntonia Mesina, Beata
Virgen y Mártir, Mayo 17
Emiliano de Vercelli, SantoEmiliano de Vercelli, Santo
Obispo, 17 de mayo
Restituta, SantaRestituta, Santa
Virgen y Mártir, Mayo 17
Pascual Bailón, SantoPascual Bailón, Santo
Memoria Litúrgica, 17 de mayo

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 17 MAYO 2018


Lecturas de hoy Jueves de la 7ª semana de Pascua
 Hoy, jueves, 17 de mayo de 2018



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (22,30;23,6-11):

En aquellos días, queriendo el tribuno poner en claro de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno, bajó a Pablo y lo presentó ante ellos.
Pablo sabía que una parte del Sanedrín eran fariseos y otra saduceos y gritó: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos.» 
Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos admiten todo esto.) Se armó un griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando: «No encontramos ningún delito en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?» 
El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: «¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 15

R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,20-26):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.» 

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy jueves, 17 de mayo de 2018
Eguione Nogueira, cmf



¡Hermanas y hermanos! ¡Paz y bien!

Estando con unos pocos discípulos a su alrededor, Jesús mira la multitud de sus futuros seguidores, nos mira a nosotros. Él fue enviado a todos, incluso a cada uno de nosotros que hemos respondido a su llamada, y a todos les dará su palabra, el nombre y la gloria para que tengan vida. Siguiendo la dinámica de la hora como centro de la historia, podemos contemplar a Jesús rezando por cada uno de nosotros. Sus palabras resuenan en nuestros corazones. Sabemos que no estamos solos, que cada uno de nosotros constituimos, con nuestros dones, la presencia de Jesús en el mundo para que su palabra siga expandiéndose cada vez más.

Cuando transmitimos sus palabras estamos reverberando su voz en el tiempo y el lugar donde nos encontramos. Es en este sentido que debemos entender la petición “que todos sean uno”. Pero la unidad que Jesús pide tiene como modelo la unidad que existe entre el Padre y el Hijo: “como tú, Padre, en mí, y yo en ti”, es decir, el Hijo glorifica al Padre y el Padre al Hijo. Todo lo que Jesús hace procede el Padre y vuelta al Padre. Y lo que Jesús quiere es justamente eso: que cada persona entre en esa unidad, que cada cristiano pueda tener la conciencia que sus acciones, procedes de esa unidad, tienen origen y destino divinos. Si el discípulo es capaz de conformar su vida con la de Jesús, todos podrán reconocer en él la presencia del Hijo, y, por la presencia del Hijo, la del Padre.

Por eso, podemos decir con el salmista: “«Tú eres mi bien.» El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré” (Sl 15).

Como la acción de Jesús, también la nuestra está muy limitada a un espacio y un tiempo determinados. Él desea contar con otros, desea contar con nosotros, para continuar su obra en el mundo. No importa que tengamos límites. Él lo sabe. La decisión de anunciarle llena nuestra vida de confianza y esperanza por un mundo mejor, no importa si lo que hacemos es muy poco, pues, como dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium “Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores»” (EG 3). 

Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
eguionecmf@gmail.com

FELIZ JUEVES




martes, 15 de mayo de 2018

SANTORAL DE HOY MARTES 15 MAYO 2018

Aquiles el Taumaturgo, SantoAquiles el Taumaturgo, Santo
Obispo, 15 de mayo
Joan Montpeó Masip, BeatoJoan Montpeó Masip, Beato
Seminarista y Mártir, 15 de mayo
Andrés Abellón, BeatoAndrés Abellón, Beato
Presbítero, 15 de mayo
Dionisia de Troas, SantaDionisia de Troas, Santa
Mártir, 15 de mayo
Ruperto de Bingen, SantoRuperto de Bingen, Santo
Ermitaño Laico, 15 de mayo
Isidro Labrador, SantoIsidro Labrador, Santo
Laico, 15 de mayo

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 15 MAYO 2018


Lecturas de hoy Martes de la 7ª semana de Pascua
, martes, 15 de mayo de 2018




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,17-27):

En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. 
Cuando se presentaron, les dijo: «Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 67,10-11.20-21

R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios

Derramaste en tu heredad,
oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada
y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad,
oh Dios, preparó para los pobres. R/.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas,
es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,1-11a):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy martes, 15 de mayo de 2018
 Eguione Nogueira, cmf



¡Hermanas y hermanos! ¡Paz y bien!

Empezamos hoy la lectura de la “Oración por el universo”, también conocida como Oración Sacerdotal. En ella, Jesús unifica la totalidad de todos los seres vivos, del pasado, del presente y del futuro, en su diálogo con el Padre; recapitula todo lo que ha sucedido en la humanidad y expresa las voces de todos los hombres, de todos los dramas de la historia, haciendo una síntesis. Por otra parte, Jesús señala el destino de la humanidad: la vida eterna. Podríamos llamarla también de “oración de la esperanza”.

Jesús al dirigirse al Padre le dice: “ha llegado la hora”. A lo largo del cuarto evangelio encontramos varias veces la mención a “la hora”, como en las bodas de Caná: “Aún no ha llegado mi hora” (Jn 2,4), o cuando querrían arrestarlo: “nadie lo detuvo, porque no había llegado su hora” (Jn 7,30; 8,20). Como si todo lo que sucediera a Jesús a lo largo de su ministerio fuese una preparación a ese momento. Pues bien, ha llegado su hora. En la perspectiva de Juan esa es la hora esperada de toda la historia, ese momento el centro de la historia del mundo. Todo lo anterior ha preparado ese momento. Todo lo que viene después de él procede.

Jesús se pone en el centro de la historia, como el atleta en el centro del estadio de futbol. Él es el protagonista de la historia, de nuestra historia, de la historia de salvación. Su hora lanza una luz tanto en la memoria del pasado como en la esperanza del futuro. Es el combate entre Jesús y el mundo. Luchan entre sí el amor y el odio. Y en ese combate podemos contemplar el drama de cada uno de nosotros. Su hora ilumina nuestra existencia. Si Jesús ha venido para glorificar al Padre, manifestándolo a los hombres, su pasión y resurrección constituyen el punto más alto de esa glorificación. En el acto de glorificar existe siempre un aspecto de publicidad – hacer aparecer, proclamar, proponer a las aspiraciones humanas – y otro de comunicación del ser. Dios proyecta su ser, trasmite su abundancia, se entrega para que la vida sea fecunda, se presenta en el escenario de la historia revelándonos todo su amor. La gloria de Dios es la vida de los hombres.

A partir de eso, creo que la lectura del Evangelio puede llenarnos de alegría y esperanza. No importa la situación en la que nos encontramos, los dramas en los que vivimos o estamos pasando. Lo que importa es mirar al centro de la historia, también de nuestra historia personal y descubrir en ella la manifestación de Dios, su deseo de hacernos partícipes de su vida, de su divinidad. La intercesión de Jesús “te ruego por ellos” sigue resonando en nuestros oídos. El Hijo pide por nosotros. En Él podemos depositar toda nuestra confianza.

Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
eguionecmf@gmail.com

IMÁGENES DE LA VIRGEN MARÍA PARA COLOREAR




































































































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