martes, 8 de agosto de 2017

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, FUNDADOR DE LOS DOMINICOS, 8 DE AGOSTO



Santo Domingo de Guzmán
Fundador de los Dominicos
8 de agosto


A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.

Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: "No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos".

En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.

Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.

Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: "Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones".

Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III.

Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.

Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: "Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios". Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.

En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.

El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos.
Por ejemplo estas:

Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.
Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.

La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.

Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.

Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.

Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: "la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos". Y así sucedió en verdad. Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.

Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.

Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.

Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave.

Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: "Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "¡Qué hermoso, qué hermoso!" y expiró.

A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".

LOS SANTOS DE HOY MARTES 8 DE AGOSTO DEL 2017

Mariano Pina Turón, BeatoMariano Pina Turón, Beato
Sacerdote y Mártir, 8 de agosto
Manuel Aranda Espejo, BeatoManuel Aranda Espejo, Beato
Seminarista Mártir, 8 de agosto
Eladio (Leoncio) López Ramos, BeatoEladio (Leoncio) López Ramos, Beato
Sacerdote y Mártir, 8 de agosto
Antero Mateo García, BeatoAntero Mateo García, Beato
Laico Mártir, 8 de agosto
Fernando Español Berdié, BeatoFernando Español Berdié, Beato
Presbítero y Mártir, 8 de agosto
Cruz Laplana y Laguna, BeatoCruz Laplana y Laguna, Beato
Obispo y Mártir, 8 de agosto
Juan Felton, BeatoJuan Felton, Beato
Mártir Laico, 8 de agosto
Bonifacia Rodríguez Castro, SantaBonifacia Rodríguez Castro, Santa
Virgen y Fundadora, 8 de agosto
Domingo de Guzmán, SantoDomingo de Guzmán, Santo
Memoria Litúrgica, 8 de agosto

BUENOS DÍAS!!!




lunes, 7 de agosto de 2017

SAN CAYETANO, PATRONO DEL PAN Y DEL TRABAJO, 7 DE AGOSTO


San Cayetano
Patrono del Pan y del Trabajo
7 de agosto



Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.

Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades.

Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.

A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración.

En Roma se inscribió en una asociación llamada "Del Amor Divino", cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.

Viendo que el estado de relaajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV).

San Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.

Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo.

En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo".

San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: "Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?" Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado".

En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: "Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto".

Fundó asociaciones llamadas "Montes de piedad" (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses.

Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.

La gente lo llamaba: "El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo".

Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes.

Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.

En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: "Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas". Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas.

En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.

8 LECCIONES DE SAN CAYETANO, PATRONO DEL PAN Y DEL TRABAJO


Lo que no sabías de San Cayetano, el patrono del pan y del trabajo tan querido por el Papa
Por Liliana Montes



 (ACI).- Hoy celebramos a San Cayetano de Thiene, el sacerdote italiano fundador de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, conocido como patrono del pan y del trabajo, muy querido por el Papa Francisco y millones de argentinos.

Aquí algunos aspectos de su vida que no debes dejar de conocer:

1.- Se inspiró en los apóstoles para fundar su orden

En 1524, San Cayetano fundó la Orden de Clérigos Regulares o Teatinos, junto a Juan Pedro Carafa (que después sería el Papa Pablo IV), Bonifacio de Colle y Pablo Consiglieri. Se propuso renovar al clero en su vida apostólica, espiritual y en la prédica de la doctrina, tomando como modelo la vida de los Apóstoles.

2.- Se preparó 3 meses para celebrar su primera Misa

El amor y respeto que tenía por la Santa Misa fue tan grande, que para celebrarla por primera vez, desde su ordenación pasó tres meses preparándose lo mejor posible. Cuando el día llegó, quedó sobrecogido por el don tan maravilloso del que no se consideraba digno.


3.- Promovió la comunión frecuente

Su amor por el Cristo Eucaristía era muy profundo, estableció la bendición con el Santísimo Sacramento y promovió la comunión frecuente. En uno de sus escritos señaló: "No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza".

4.- Impulsó una reforma la Iglesia comenzando por los mismos católicos

La crisis en la Iglesia que se vivió en la época de Lutero, motivó a San Cayetano a impulsar una verdadera reforma de vida y costumbres dentro de la Iglesia, pero sin dividirla. Cuando muchos querían atacar y criticar a la Iglesia Católica, San Cayetano les decía: "Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo".

5.- Tuvo una gran confianza en la providencia divina

Los miembros de su orden solían repartir todos sus bienes entre los más pobres, al punto de muchas veces quedarse sin que comer. Un día San Cayetano se acercó hasta el altar y dio unos pequeños golpes a la puerta del Sagrario donde estaban las Hostias consagradas, y con mucha confianza le dijo al Señor: “Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer”. Luego de un momento unas mulas llegaron con alimentos, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.

6.- Eligió morir en un madero como Cristo

Muy enfermo y desgastado de tanto dedicar su vida al trabajo por la santificación de las almas, los médicos aconsejaron que en su cama de tablas, donde dormía San Cayetano, sea colocado un colchón de lana, a lo que el santo se negó diciendo: “Mi salvador murió en la cruz; dejadme pues morir también sobre un madero”.

Y es así, que siendo superior de su orden, el 7 de agosto de 1547 San Cayetano fue llamado a la Casa del Padre. Sus reliquias se encuentran en la iglesia de Santo Paolo, en Nápoles.

7.- Fue canonizado con Santa Rosa de Lima, San Luis Beltrán y San Francisco de Borja

El 12 de abril de 1671 San Cayetano fue canonizado junto a Santa Rosa de Lima, la primera santa de América; San Luis Beltrán, evangelizador en Colombia; y San Francisco de Borja. Fue así que San Cayetano comenzó a hacerse muy popular en América Latina.

8.- Su fiesta se celebra con solidaridad

San Cayetano es muy querido en Argentina, y desde 1970miles de devotos acuden desde la noche anterior a su fiesta al Santuario de Liniers, en Buenos Aires, aquí muchos cambian las tradicionales velas y flores, por alimentos y ropa que son llevados a las regiones más necesitadas del país.

El Papa Francisco le tiene un cariño muy especial y como Arzobispo de Buenos Aires, presidió durante varios años la Misa central de su fiesta en Liniers.

ORACIONES A SAN CAYETANO


Oraciones a San Cayetano


Oración I

¡Oh glorioso San Cayetano! Aclamado por todas las Naciones; Padre de Providencia, porque con portentosos milagros socorres a cuantos te invocan con fe en sus necesidades. Te suplico me obtengas del Señor oportuno Socorro en las angustias presentes y sea ello prueba de la bienaventuranza eterna. Amén.

Santísima Trinidad ¡Oh Divina Providencia! Concédeme tu clemencia, por tu infinita bondad, arrodillado a tus plantas, a Ti portento de toda caridad, te pido por los míos casa, vestido y sustento.

Concédenos la salud, llévanos por buen camino, que sea siempre la virtud que guie nuestro destino. Tú eres toda mi esperanza, eres el consuelo mío, en Ti creo, en Ti confío. Tu Divina Providencia se extienda a cada momento para que nunca nos falte casa, vestido, sustento y los Santos Sacramentos en el último momento.


Oración II

Glorioso San Cayetano, aclamado por todos los pueblos padre de providencia porque socorres con grandes milagros a cuantos te invocan en sus necesidades: acudo a tu altar, suplicando que presentes al Señor los deseos que confiadamente deposito en tus manos.

(Aquí se expresan las gracias que se desea obtener)

Haz que estas gracias, que ahora te pido, me ayuden a buscar siempre el Reino de Dios y su Justicia, sabiendo que Dios (que viste de hermosura las flores del campo y alimenta con largueza las aves del cielo) me dará las demás cosas por añadidura. Amén.


Oración III

¡Oh glorioso San Cayetano Padre de la Providencia!, no permitas que en mi casa me falte la subsistencia y de tu liberal mano una limosna te pido en lo temporal y humano.

¡Oh glorioso San Cayetano!, Providencia, Providencia, Providencia.

(Aquí se pide la gracia que se desea conseguir)

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Jaculatoria. Glorioso San Cayetano, interceded por nosotros ante la Divina Providencia.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 7 DE AGOSTO 2017


Una mirada de amor
Santo Evangelio según San Mateo 14,13-21. XVIII Lunes de Tiempo Ordinario.


Por: H. Rubén Tornero, L.C. | Fuente: missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que me regalas para estar en tu presencia. Tú me conoces. Sabes bien cuáles son los deseos, temores e ilusiones más profundos de mi corazón. Pongo todo en tus manos. Deseo sentirme y saberme amado por Ti. Dame la gracia de hacer una experiencia profunda y personal del infinito amor que me tienes. Quiero ser un instrumento de tu amor. Dame la gracia de llenarme tanto de Ti, que los que me rodean puedan encontrar reflejada en mí, al menos, una pequeña chispa del amor que nos tienes. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 14,13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer". Pero Jesús les replicó: "No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer". Ellos le contestaron: "No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados". Él les dijo: "Tráiganmelos".
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, hoy en el Evangelio me dices que viste a la multitud y te compadeciste de ella. Quisiera detenerme a contemplar tu mirada. No es inquisitiva ni acusadora. Los que son mirados por Ti, no se sienten intimidados; al contrario, sienten que tu mirada les sirve de protección. Tu mirada hacia la multitud nos es como la del espectador que ve en el televisor una masa casi tan ingente como anónima. Para los discípulos era una multitud… para Ti, cada uno tenía un nombre; una historia única; un pasado concreto, repleto de colores, de luces y sombras; unas heridas reales que necesitaban ser sanadas. Miras a la multitud, miras a cada uno y te compadeces de él. Amas a cada uno y te duele ver sus heridas, sus desilusiones, sus pecados. Todo. Tu mirada amorosa llega hasta lo más profundo del corazón y lo sana desde dentro
Lo mismo quiero experimentar yo. Quiero sentirme mirado y amado por Ti. Deseo experimentar esa mirada cálida y acogedora que todos los días, a cada instante de mi vida me regalas. No me reprochas nada, tan sólo me miras y me amas. Miras mi interior: ese problema que tengo, esa situación que no deja ser feliz, esa herida que me lastima… todo lo sabes ya. Cúrame, Jesús, con tu mirada. Dame la gracia de mirarme como Tú me miras: aceptando lo bueno y lo malo que hay en mí, sin exagerar ni lo uno ni lo otro. Dame la gracia de mirarme como me miras y que esa experiencia del amor que me revela tu mirada sea tan fuerte que yo comience a ver todo y a todos con el mismo amor con que Tú los miras.
En efecto, Dios dirige su mirada de amor también a cada hombre y a cada mujer, ¡con nombre y apellidos! Su mirada de amor está sobre cada uno de nosotros.
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a tratar de ver todo lo que me pasa y a aquellos que me rodean como Dios los ve.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

LOS SANTOS DE HOY LUNES 7 DE AGOSTO 2017

Donato de Arezzo, Santo
Obispo y mártir, 7 de agosto
Leoncio (Ramón Rusell Laboria), BeatoLeoncio (Ramón Rusell Laboria), Beato
Religioso y Mártir, 7 de agosto
Jaime (Armando Oscar Valdés), BeatoJaime (Armando Oscar Valdés), Beato
Religioso y Mártir, 7 de agosto
Manuel Sancho Aguilar, BeatoManuel Sancho Aguilar, Beato
Sacerdote y Mártir, 7 de agosto
Francisco Gargallo Gascón, BeatoFrancisco Gargallo Gascón, Beato
Sacerdote y Mártir, 7 de agosto
Alberto degli Abbati, SantoAlberto degli Abbati, Santo
Presbítero Carmelita, 7 de agosto
Miguel de la Mora de la Mora, SantoMiguel de la Mora de la Mora, Santo
Sacerdote y Mártir, 7 de agosto
Afra de Augsburgo, SantaAfra de Augsburgo, Santa
Mártir, 7 de agosto
Edmundo Bojanowski, BeatoEdmundo Bojanowski, Beato
Fundador, 7 de agosto
Jordán Forzaté, BeatoJordán Forzaté, Beato
Abad, 7 de agosto
Vicente de L´Aquila, BeatoVicente de L´Aquila, Beato
Religioso Franciscano, 7 de agosto
Cayetano de Thiene, SantoCayetano de Thiene, Santo
Memoria Litúrgica, 7 de agosto

BUENOS DÍAS!!!




domingo, 6 de agosto de 2017

LECTURAS BÍBLICAS DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR, DOMINGO 6 AGOSTO 2017

Lecturas de hoy Transfiguración del Señor
Hoy, domingo, 6 de agosto de 2017



Primera lectura
Lectura de la profecía de Daniel (7,9-10.13-14):

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 96

R/. El Señor reina, altísimo sobre la tierra

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean, 
justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta de Pedro (1,16-19):

Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-9):

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» 
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» 
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. 
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Palabra del Señor



La Transfiguración no es un disfraz



      Una de las diversiones que más hemos frecuentado las personas de todas las culturas y de todos los tiempos ha sido el disfrazarnos. Los carnavales, las fiestas de disfraces y tantas otras fiestas populares a lo largo y ancho de todo el mundo. Un esfuerzo permanente para aparentar otra cosa diferente de lo que somos, para contarnos una mentira a nosotros mismos y a los demás, para parecer lo que no somos en realidad y poder vivir con una identidad diferente. 

      Lo que hoy celebramos, la transfiguración de Jesús, tiene algo de fiesta de disfraces. Jesús se les presenta a los discípulos con otro ropaje, con otra apariencia diferente de la que veían en su vida ordinaria. Dice el Evangelio que “su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”. Pero hay una diferencia importantísima, fundamental. La transfiguración de Jesús no es una mentira, no fue un momento de asumir una identidad falsa. Nada de eso. Jesús mostró a los discípulos su verdadera identidad. Les abrió su corazón y su ser más allá de las apariencias. 

      Ahí está la diferencia clave. Cuando nosotros nos disfrazamos, lo hacemos para asumir una identidad que no es la nuestra, para vivir por un tiempo en la mentira, para despistar a los demás, para que nos vean de otra manera. Como no somos en realidad. 

      Jesús nos muestra su más auténtico ser siempre. Jesús no se disfraza nunca. Jesús no miente nunca. Jesús es él mismo cuando nos habla del Reino, cuando predica del amor de Dios para todos, cuando se acerca a los enfermos y a los que sufren, cuando predica de la justicia. Siempre y en todo lo que hace nos muestra el ser de Dios, da testimonio de su amor inmenso para con cada uno de nosotros. La transfiguración, lo que sucedió en lo alto de aquel monte no fue sino una forma más de manifestarse, de testimoniar ante los discípulos –y ante nosotros– que Dios es luz y vida y amor para nosotros, que el poder de Dios no es destructor ni vengativo sino que creador de vida, que es perdón y misericordia.

      En aquella montaña alta, lejos de la gente, en un momento de tranquilidad, llenos de esa serenidad que produce la montaña, Jesús abrió el corazón a sus discípulos y éstos pudieron contemplar la hondura del amor de Dios que se les hacía presente en el mismo Jesús. No fue un disfraz. No era una mentira. Era la más profunda realidad de su corazón, lleno del amor de Dios, del que se sabía hijo amado. 

      Los discípulos se quedaron con el recuerdo en su corazón –¡qué difícil contar a veces esas experiencias tan iluminadoras!–. Aquel momento les ayudó a entender mejor a su amigo y maestro. A seguirle en el camino hacia Jerusalén. A amarle, a pesar de sus miserias, de sus limitaciones...


Para la reflexión

¿Vivimos siempre con un disfraz para ocultar nuestra verdadera identidad? ¿Nos preocupamos sólo de guardar las apariencias? ¿O, como Jesús, dejamos que se transparente nuestro ser auténtico de hijos de Dios? 

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