domingo, 15 de noviembre de 2015

SAN ALBERTO MAGNO, DOCTOR DE LA IGLESIA, 15 DE NOVIEMBRE


San Alberto Magno
15 Noviembre



San Alberto nace en el seno de la noble familia de los Ingollstad en Lauingen, Diócesis de Augsburgo en la Baviera Alemana en 1.206.

Desea cursar la carrera de Leyes por lo que sus padres le envían primero a Bolonia, que más tarde será cumbre de los estudios juristas; pasa más adelante a Venecia, para terminar en Padua. En 1.223 conoce a su compatriota el Bto. Jordán de Sajonia que sucederá a Santo Domingo de Guzmán en el gobierno de la Orden Dominicana. Queda prendado por la predicación y las cualidades de este hombre; recibe la llamada de Dios y decide ingresar en la Orden de Predicadores en 1.224. La oposición de su familia es frontal, pero él permanece fiel a su decisión.

En 1.228 es enviado a su Patria como profesor y enseña, primero en Colonia, con posterioridad en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo y en la Sorbona de París, donde tendrá como discípulo predilecto a Santo Tomás de Aquino.

En 1.248 le encontramos, de nuevo, en Colonia dirigiendo el Estudio General de la Orden en esta ciudad. En los años 1.254 a 1.257 es elegido Provincial de la Provincia de Teutonia. En 1.256 está en Roma y allí, con San Buenaventura, franciscano, defiende los derechos de las Ordenes Mendicantes, frente a Guillermo de San Amor y otros profesores, el derecho de enseñar en las Universidades de entonces. San Alberto Magno es profesor en la Curia Pontificia.

Cuatro años más tarde el Papa Alejandro IV le nombra Obispo y, a pesar de su oposición, es consagrado Obispo de Ratisbona; organizó la Diócesis. A los dos años, con nostalgia de su vida conventual dominicana, el Papa Urbano IV le acepta la renuncia. De 1.261 al 1.263 es nombrado Predicador de la Cruzada y profesor de la Curia Pontificia.

Destaca San Alberto Magno por su capacidad, sagacidad y equilibrio en solucionar casos conflictivos como el del Obispo de Wurzburgo con sus fieles. Su misión y su campo es la enseñanza, la investigación por la que sigue dictando su sabiduría en las Cátedras Wurzburgo, Estrasburgo y Lyon. Participa en el II Concilio de Lyon, donde media para que sea reconocido como Rey de Alemania Rodolfo de Augsburgo.

En 1.279 se debilita física y mentalmente. Ese mismo año redacta su testamento y muere, con serenidad y paz, sobre su mesa de trabajo. Era el 15 de noviembre de1.280.

El Maestro General de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado estas pinceladas: "Era de buena talla y bien dotado de formas físicas. Poseía un cuerpo formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para todas las fatigas del servicio de Dios".

San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a lo universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones talas como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto me lo han referido pescadores o cazadores expertos".

Pero es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales, Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la Teología.

Semblanza espiritual

San Alberto es un científico, pero ante todo es un teólogo, observante y mortificado, hombre de oración ininterrumpida. Pasa muchas noches en la oración, amante de la Eucaristía: "Celebraba los Misterios Divinos con la más grande pureza y el más ardiente amor".

Pero San Alberto Magno es un místico que descubre a Dios en el encanto de la creación. Y un místico mariano, con una sencilla y profunda devoción a la Virgen María. Su amor a la Virgen es ingenuo y profundo a la vez.

Fue canonizado por Pio XI el 16 de diciembre de 1.931. Pio XII, en 1.941, lo declara Patrono de los científicos. La gran gloria de San Alberto es sin duda su discípulo Santo Tomás de Aquino.

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE DEL 2015


El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
Signos de los tiempos



Marcos 13, 24-32. Domingo 33o. del Tiempo Ordinario B. Pongamos nuestra mirada y nuestro corazón en el cielo, viviendo llenos de alegría, de optimismo y de esperanza.


Por: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la Semana 33o. del Tiempo Ordinario, del domingo 15 al sábado 21 de noviembre 2015.
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Del santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pasado el sufrimiento de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria; él enviará entonces a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo. Fíjense en el ejemplo de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Pues lo mismo ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre».

Oración introductoria
Señor, me acerco hoy a Ti con fe, sabiendo que eres el Señor de la vida y de la historia. Consciente de mis debilidades y caídas, pongo mi confianza en Ti, porque Tú siempre cumples tus promesas. Mientras contemplo tu amor que se convierte en fidelidad, yo deseo también corresponder con mi fidelidad. Estoy ante Ti en esta oración para escucharte y, descubrir tu voluntad en este día.

Petición
Espíritu Santo, concédeme estar atento a tus inspiraciones y fortalece mi voluntad para poder seguirlas.

Meditación del Papa Francisco

El pueblo de Dios ha sufrido tanto, han sido perseguidos, asesinados, pero ha tenido la alegría de saludar de lejos las promesas de Dios. Esta es la paciencia, que debemos tener en las pruebas: la paciencia de una persona adulta, la paciencia de Dios que nos lleva sobre sus hombros.


¡Qué paciente es nuestro pueblo! ¡Incluso ahora! Cuando vamos a las parroquias y nos encontramos con esas personas que sufren, que tienen problemas, que tienen un hijo con discapacidad o que tienen una enfermedad, pero llevan la vida con paciencia. No piden signos, saben leer los signos de los tiempos: saben que cuando germina la higuera, viene la primavera; saben distinguir eso. Sin embargo, estos impacientes del Evangelio de hoy, que querían una señal, no sabían leer los signos de los tiempos, y es por eso que no han reconocido a Jesús.
La gente de nuestro pueblo, gente que sufre, que sufre de muchas, muchas cosas, pero que no pierde la sonrisa de la fe, que tiene la alegría de la fe. Y esta gente, nuestro pueblo, en nuestras parroquias, en nuestras instituciones - mucha gente - es la que lleva adelante a la Iglesia, con su santidad, de todos los días, de cada día. «Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que sean perfectos y cabales, sin que les falte cosa alguna». Que el Señor nos dé a todos la paciencia, la paciencia alegre, la paciencia del trabajo, de la paz, nos dé la paciencia de Dios, la que Él tiene, y nos dé la paciencia de nuestro pueblo fiel, que es tan ejemplar. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 17 de febrero de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Nos encontramos ya en el penúltimo domingo del tiempo ordinario. Y, como todos los años, el Evangelio de este día nos habla de las realidades escatológicas y de las señales apocalípticas que acompañarán el fin de los tiempos, cuando llegue el momento de la "segunda venida" del Mesías.

El fin del mundo ha sido una preocupación del hombre en todas las épocas. Tal vez por su curiosidad natural o por su temor ante un futuro desconocido, siempre se ha interesado en estos temas. Y esta conciencia colectiva se ha agudizado sobre todo en ciertos períodos críticos de la historia. Así, por ejemplo, en las primeras décadas de la Iglesia, cuando todavía estaban frescas en la mente y en el corazón de los cristianos las enseñanzas de Cristo sobre el juicio final, se creía próxima la "parusía".

También, en el cambio del primer milenio, en el año 1000, se dio una "crisis" universal ante el temor del fin del mundo. Pero eso no sólo sucedió en el medioevo. En pleno siglo XX, a pesar de los progresos tecnológicos y los avances de la ciencia, se dieron muchos movimientos en esta dirección. Incluso hasta surgieron varias sectas -como los testigos de Jehová, lo adventistas del séptimo día, los secuaces de la así llamada "iglesia universal de Dios" y otras más- para quienes la idea del fin del mundo es parte fundamental de su credo.

Por supuesto que nuestro Señor profetizó el fin del mundo. Y el Evangelio de hoy es una prueba clarísima de ello: "Después de una gran tribulación -nos dice Jesús- el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas del cielo se caerán y los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad". Todo esto es muy cierto. Y nuestro Señor no nos habló de ello sólo para aterrorizarnos, como si estuviera narrando un cuento de miedo a unos niños.

Sin embargo, también tenemos que interpretar correctamente estas palabras del Señor. La Biblia razona con categorías relativas e históricas, más que absolutas y metafísicas. El lenguaje oriental –y, por tanto, también el bíblico y el usado por Jesús en su predicación- no siempre se ha de entender en un sentido literal y absoluto, sobre todo en los temas apocalípticos. Por este mismo motivo, mucha gente no entiende las expresiones del Apocalipsis del apóstol san Juan e interpreta erróneamente muchos de sus pasajes.

Pero, volviendo al Evangelio, cuando Cristo habla del fin del mundo, no sólo se refiere al fin de los tiempos en absoluto, sino también al fin de "SU" mundo, al término de una época o a la vida de los oyentes. Por eso, nosotros, más que inquietarnos por "el" fin del mundo, tendríamos que preocuparnos de "nuestro" propio fin. Y las palabras que vienen a continuación: "Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo esto suceda" se cumplieron perfectamente.

En efecto, el año 70 d.C. las legiones romanas, al mando del emperador Tito, sitiaban Jerusalén y prendían fuego a la ciudad, "sin dejar piedra sobre piedra". ¡Les llegó "su" fin del mundo, tal como Cristo lo había anunciado! Y podemos hablar, en términos análogos, del saqueo de Roma por los vándalos en el año 410; de la caída del Imperio romano en el 476; o de la caída de Constantinopla en el 1453. O, en épocas más recientes, el derrocamiento de las monarquías europeas durante la revolución francesa, la revolución bolchevique del 1917 y la caída del imperio zarista; las dos grandes guerras mundiales, la explosión del comunismo y su difusión por muchas partes del planeta, y todas esas formas de totalitarismo que azotaron al mundo -el nazismo, el fascismo, el marxismo, etc.- hasta llegar al derrumbamiento definitivo de esas mismas ideologías con la caída del muro de Berlín en 1989… Todos estos trágicos eventos han sido, en cierto modo, otras formas de "fin del mundo".

Pero, más que detenernos en la profecía escatológica de Cristo -por lo demás, totalmente desconocida para nosotros, como nos lo dice Él mismo: "El día y la hora nadie la sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre"- concentrémonos en el presente: en la necesidad de velar y de estar preparados para la venida de Cristo. Es decir, en la necesidad de vivir en gracia y de llevar una vida cristiana digna y santa.

Propósito
Pongamos nuestra mirada y nuestro corazón en el cielo, viviendo llenos de alegría, de optimismo y de esperanza: "Aprended de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis suceder todo esto, sabed que Él está cerca, a la puerta". ¡Cristo está para llegar! Entonces, ¡qué dicha debe invadir nuestra alma! Está comenzando la primavera. Y el Señor nos invita hoy a descubrir esos signos de los tiempos, que nos descubren un nuevo amanecer. No se está acabando el mundo. En realidad, está naciendo uno nuevo; ¡está llegando otra primavera del espíritu!

Dialogo con Cristo
¿Qué signos de esperanza descubo Señor, en la Iglesia y el mundo de hoy? Meditaré en esta pregunta, contemplando la higuera, y encontraré muchísimos brotes de vida.

sábado, 14 de noviembre de 2015

SAN LORENZO O TOOLE, ARZOBISPO DE DUBLÍN, 14 DE NOVIEMBRE


Lorenzo O´Toole, Santo
Arzobispo de Dublín, 14 de noviembre 


Fuente: E W T N 



San Lorenzo nació en Irlanda hacia el año 1128, de la familia O’Toole que era dueña de uno de los más importantes castillos de esa época.
Cuando el niño nació, su padre dispuso pedirle a un conde enemigo que quisiera ser padrino del recién nacido. El otro aceptó y desde entonces estos dos condes (ahora compadres) se hicieron amigos y no lucharon más el uno contra el otro.

Cuando lo llevaban a bautizar, apareció en el camino un poeta religioso y preguntó qué nombre le iban a poner al niño. Le dijeron un nombre en inglés, pero él les aconsejó: "Pónganle por nombre Lorenzo, porque este nombre significa: ‘coronado de laureles por ser vencedor’, y es que el niño va a ser un gran vencedor en la vida". A los papás les agradó la idea y le pusieron por nombre Lorenzo y en verdad que fue un gran vencedor en las luchas por la santidad.

Cuando el niño tenía diez años, un conde enemigo de su padre le exigió como condición para no hacerle la guerra que le dejara a Lorenzo como rehén. El Sr. O’Toole aceptó y el jovencito fue llevado al castillo de aquel guerrero. Pero allí fue tratado con crueldad y una de las personas que lo atendían fue a comunicar la triste noticia a su padre y este exigió que le devolvieran a su hijo. Como el tirano no aceptaba devolverlo, el Sr. O’Toole le secuestró doce capitanes al otro guerrero y puso como condición para entregarlos que le devolvieran a Lorenzo. El otro aceptó pero llevó al niño a un monasterio, para que apenas entregaran a los doce secuestrados, los monjes devolvieran a Lorenzo.

Y sucedió que al jovencito le agradó inmensamente la vida del monasterio y le pidió a su padre que lo dejara quedarse a vivir allí, porque en vez de la vida de guerras y batallas, a él le agradaba la vida de lectura, oración y meditación. El buen hombre aceptó y Lorenzó llegó a ser un excelente monje en ese monasterio.

Su comportamiento en la vida religiosa fue verdaderamente ejemplar. Dedicadísimo a los trabajos del campo y brillante en los estudios. Fervoroso en la oración y exacto en la obediencia. Fue ordenado sacerdote y al morir el superior del monasterio los monjes eligieron por unanimidad a Lorenzo como nuevo superior.

Por aquellos tiempos hubo una tremenda escasez de alimentos en Irlanda por causa de las malas cosechas y las gentes hambrientas recorrían pueblos y veredas robando y saqueando cuanto encontraban. El abad Lorenzo salió al encuentro de los revoltosos, con una cruz en alto y pidiendo que en vez de dedicarse a robar se dedicaran a pedir a Dios que les ayudara. Las gentes le hicieron caso y se calmaron y él, sacando todas las provisiones de su inmenso monasterio las repartió entre el pueblo hambriento. La caridad del santo hizo prodigios en aquella situación tan angustiada.

En el año 1161 falleció el arzobispo de Dublín (capital de Irlanda) y clero y pueblo estuvieron de acuerdo en que el más digno para ese cargo era el abad Lorenzo. Tuvo que aceptar y, como en todos los oficios que le encomendaban, en este cargo se dedicó con todas sus fuerzas a cumplir sus obligaciones del modo más exacto posible. Lo primero que hizo fue tratar de que los templos fueran lo más bellos y bien presentados posibles. Luego se esforzó porque cada sacerdote se esmerara en cumplir lo mejor que le fuera posible sus deberes sacerdotales. Y en seguida se dedicó a repartir limosnas con gran generosidad.

Cada día recibía 30, 40 o 60 menesterosos en su casa episcopal y él mismo les servía la comida. Todas las ganancias que obtenía como arzobispo las dedicaba a ayudar a los más necesitados.

En el año 1170 los ejércitos de Inglaterra invadieron a Irlanda llenando el país de muertes, de crueldad y de desolación. Los invasores saquearon los templos católicos, los conventos y llenaron de horrores todo el país. El arzobispo Lorenzo hizo todo lo que pudo para tratar de detener tanta maldad y salvar la vida y los bienes de los perseguidos. Se presentó al propio jefe de los invasores a pedirle que devolviera los bienes a la Iglesia y que detuviera el pillaje y el saqueo. El otro por única respuesta le dio una carcajada de desprecio. Pero pocos días después murió repentinamente. El sucesor tuvo temor y les hizo mucho más caso a las palabras y recomendaciones del santo.

El arzobispo trató de organizar la resistencia pero viendo que los enemigos eran muy superiores, desistió de la idea y se dedicó con sus monjes a reconstruir los templos y los pueblos y se fue a Inglaterra a suplicarle al rey invasor que no permitiera los malos tratos de sus ejércitos contra los irlandeses.

Estando en Londres de rodillas rezando en la tumba de Santo Tomás Becket (un obispo inglés que murió por defender la religión) un fanático le asestó terribilísima pedrada en la cabeza. Gravemente herido mandó traer un poco de agua. La bendijo e hizo que se la echaran en la herida de la cabeza, y apenas el agua llegó a la herida, cesó la hemorragia y obtuvo la curación.

El Papa Alejandro III nombró a Lorenzo como su delegado especial para toda Irlanda, y él, deseoso de conseguir la paz para su país se fue otra vez en busca del rey de Inglaterra a suplicarle que no tratara mal a sus paisanos. El rey no lo quiso atender y se fue para Normandía. Y hasta allá lo siguió el santo, para tratar de convencerlo, pero a causa del terribilísimo frío y del agotamiento producido por tantos trabajos, murió allí en Normandía en 1180 al llegar a un convento. Cuando el abad le aconsejó que hiciera un testamento, respondió: "Dios sabe que no tengo bienes ni dinero porque todo lo he repartido entre el pueblo. Ay, pueblo mío, víctima de tantas violencias ¿Quién logrará traer la paz?". Seguramente desde el cielo debe haber rezado mucho por su pueblo, porque Irlanda ha conservado la religión y la paz por muchos siglos. Estos son los verdaderos patriotas, los que como San Lorenzo de Irlanda emplean su vida toda por conseguir el bien y la paz para sus conciudadanos. Dios nos envíe muchos patriotas como él.

Dichosos los que buscan la paz porque serán llamados hijos de Dios. (Jesucristo).


LOS SANTOS DE HOY: SÁBADO 14 DE NOVIEMBRE DEL 2015

María Luisa Merkert, BeataMaría Luisa Merkert, Beata
Cofundadora, 14 de noviembre
Juan Liccio (Licci), BeatoJuan Liccio (Licci), Beato
Dominico, 14 de Noviembre
Nicolás Tavelic y compañeros mártires, SantosNicolás Tavelic y compañeros mártires, Santos
Mártires Franciscanos, 14 de Noviembre
Esteban Teodoro Cuenot, SantoEsteban Teodoro Cuenot, Santo
Obispo y Mártir, 14 de noviembre
Serapio de Algeria (Serapión), SantoSerapio de Algeria (Serapión), Santo
Mártir, 14 de noviembre
Lorenzo O´Toole, SantoLorenzo O´Toole, Santo
Arzobispo de Dublín, 14 de noviembre
José Pignatelli, SantoJosé Pignatelli, Santo
Restaurador de los Jesuitas, 14 de Noviembre

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 14 DE NOVIEMBRE DEL 2015


¡Hazme justicia contra mi adversario!
Parábolas



Lucas 18, 1-8, Tiempo Ordinario. Dios quiere que recemos, que vayamos todos los días a llamar a su puerta. 


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos que era preciso orar siempre sin desfallecer, les propuso esta parábola: Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!" Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme." Dijo, pues, el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?

Oración introductoria
Señor, quiero crecer en mi amor a Ti y a los demás; alimentar mi amistad contigo por medio de la oración humilde y perseverante. Ayúdame a buscar cumplir tu voluntad sobre mi vida, dejando que tus palabras modelen todo mi comportamiento. No permitas que el miedo me acobarde. Aumenta mi confianza, mi amor y mi fe.

Petición
Señor, ¡auméntame la fe y mi perseverancia en la oración!

Meditación del Papa Francisco
Hay una lucha que llevar adelante cada día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza y la oración es la expresión de esta fe. Por eso Jesús nos asegura la victoria, pero nos pregunta: "Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" Si se apaga la fe, se apaga la oración y nosotros caminamos en la oscuridad, nos perdemos en el camino de la vida.
Aprendamos por tanto de la viuda del Evangelio a rezar siempre, sin cansarnos. Era buena esta viuda, sabía luchar por sus hijos, y pienso en tantas mujeres que luchan por su familia, que rezan, que no se cansan nunca. Un recuerdo hoy todos nosotros a estas mujeres que con su actitud nos dan un verdadero testimonio de bien, de valentía, de poder de la oración. Un recuerdo a ellas. Luchar, rezar siempre ¡Pero no para convencer al Señor a fuerza de palabras! ¡Él sabe mejor que nosotros qué necesitamos! Más bien la oración perseverante es expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada día, en cada momento, para vencer al mal con el bien. (S.S. Francisco, 20 de octubre de 2013).
Reflexión
Un mosquito en la noche es capaz de dejarnos sin dormir. Y eso que no hay comparación entre un hombre y un mosquito. Pero en esa batalla, el insecto tiene todas las de ganar. ¿Por qué? Porque, aunque es pequeño, revolotea una y otra vez sobre nuestra cabeza con su agudo y molesto silbido. Si únicamente lo hiciera un momento no le daríamos importancia. Pero lo fastidioso es escucharle así durante horas. Entonces, encendemos la luz, nos levantamos y no descansamos hasta haber resuelto el problema.

Este ejemplo, y el del juez injusto, nos ilustran perfectamente cómo debe ser nuestra oración: insistente, perseverante, continua, hasta que Dios "se moleste" y nos atienda.

Es fácil rezar un día, hacer una petición cuando estamos fervorosos, pero mantener ese contacto espiritual diario cuesta más. Nos cansamos, nos desanimamos, pensamos que lo que hacemos es inútil porque parece que Dios no nos está escuchando. Sin embargo lo hace. Y presta mucha atención, y nos toma en serio porque somos sus hijos. Pero quiere que le insistamos, que vayamos todos los días a llamar a su puerta. Sólo si no nos rendimos nos atenderá y nos concederá lo que le estamos pidiendo desde el fondo de nuestro corazón.

Propósito
Dedicar especial tiempo de mi día a la oración con la confianza que Dios me escucha si lo pido con fe y esperanza.

Diálogo con Cristo
Jesús, eres mi juez, pero también mi Padre y mi Salvador. Te suplico que esta oración me lleve a crecer en la fe, en la esperanza, en el amor y en la confianza, en mi vida diaria. Abre mi corazón para pueda perseverar en la oración, dame la humildad y la sabiduría para reconocer que sólo unido a Ti podré recorrer mi camino a la santidad.

jueves, 12 de noviembre de 2015

SAN JOSAFAT KUNSEVICH, OBISPO Y MÁRTIR, 12 DE NOVIEMBRE


San Josafat de Lituania, Mártir
12 de Noviembre





Josafat es una palabra hebrea que significa "Dios es mi juez".

La nación de Lituania es ahora de gran mayoría católica. Pero en un tiempo en ese país la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice. Y la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Pero tuvo que derramar su sangre, para conseguir que sus paisanos aceptaran el catolicismo.

Nació en 1580, de padres católicos fervorosos. Su madre le enseñó a mirar de vez en cuando el crucifijo y pensar en lo que Jesucristo sufrió por nosotros, y esto le emocionaba mucho y le invitaba a dedicar su vida por hacer amar más a Nuestro Salvador.

De joven entró de ayudante de un vendedor de telas, y en los ratos libres se dedicaba a leer libros religiosos. Esto le disgustaba mucho al principio al dueño del almacén, pero después, viendo que el joven se dedicaba con tanto esmero a los oficios que tenía que hacer, se dio cuenta de que las lecturas piadosas lo llevaban a ser más bueno y mejor cumplidor de su deber. Y tanto se encariñó aquel negociante con Josafat, que le hizo dos ofertas: permitirle casarse con su hija y dejarlo como heredero de todos sus bienes. El joven le agradeció sus ofrecimientos, pero le dijo que había determinado conseguir más bien otra herencia: el cielo eterno. Y que para ello se iba a dedicar a la vida religiosa.

Para su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que lo fueron guiando en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la Sma. Trinidad en Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso, dirigido por los monjes basilianos en 1604. Al monasterio lo siguió un gran amigo suyo y personaje muy sabio, Benjamín Rutsky, que será en adelante su eficaz colaborador en todo.

En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica. Pero le iba a costar hasta su propia sangre.

Josafat fue ordenado de sacerdote, pero su vida siguió siendo como la del monje más mortificado. Muchas horas, cada día y cada noche dedicadas a la oración. Lectura y meditación en las Sagradas Escrituras y en los libros escritos por los santos. Como penitencias aguantaba los terribles fríos del invierno y los calores bochornosos del verano sin quejarse ni buscar refrescantes. Cuando lo sorprendía una espantosa tormenta de lluvias, truenos y rayos en pleno viaje, lo ofrecía todo por sus pecados. Cuando los pobres estaban en grave necesidad se iba de casa en casa pidiendo limosnas para ellos, y la humillación de estar pidiendo la ofrecía por sus pecados y por los de los demás pecadores. Pero su especial mortificación era soportar las gentes ásperas e incomprensivas, sin demostrar jamás disgusto ni resentimiento.

Fue nombrado superior del monasterio, en Vilma, pero varios de los monjes que allí vivían eran ortodoxos y antirromanos. Con gran paciencia, mucha prudencia y caridad llena de finura y de santa diplomacia, se los fue ganando a todos. Ellos se dieron cuenta de que Josafat tenía el don de consejo, y le iban a consultar sus problemas e inquietudes y sus respuestas los dejaban muy consolados y llenos de paz.

Con sus sabias conferencias los fue convenciendo poco a poco de que la verdadera Iglesia es la católica y que el sucesor de San Pedro es el Sumo Pontífice y que a él hay que obedecer.

Con razón los enemigos de la religión lo llamaban "ladrón de almas".

Como jefe de los monasterios tenía el deber de visitar las casas que pertenecían a la religión. Una vez fue a visitar oficialmente una casa donde vivían unos 200 hombres que decían que se dedicaban a la religión, pero que en verdad no llevaban una vida demasiado santa. El jefe de esa casa salió furioso a recibirlo con unos perros bravísimos, anunciándole que si se atrevía a entrar allí sería destrozado por esas fieras. Pero el santo no se acobardó. Les habló de buenas maneras y los logró apaciguar. Ellos habían determinado echarlo al río, pero después de escucharlo y al darse cuenta de que era un hombre de Dios, santo y amable, aceptaron su visita, se hicieron sus amigos y aceptaron sus recomendaciones.

Las gentes decían: "Ahora sí que se repitió el milagro antiguo: Daniel fue al foso de los leones y estos no le hicieron nada".

En 1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, y se encontró con que su arzobispado estaba en el más completo abandono.

Se dedicó a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e instruir a los ignorantes. Las gentes lo consideraban un gran santo. Algunos decían que mientras celebraba misa se veían resplandores a su alrededor. En 1620 ya su arzobispado era otra cosa totalmente diferente.

Pero sucedió que un tal Melecio se hizo proclamar de arzobispo en vez de Josafat (mientras este visitaba Polonia) y algunos revoltosos empezaron a recorrer los pueblos atizando una revuelta contra el santo, diciendo que no querían obedecer al Papa de Roma. Muchos relajados se sentían molestos porque san Josafat atacaba a los vicios y a las malas costumbres.

En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara una escolta militar.

Él no admitió esto y exclamó: "Si Dios me juzga digno de morir mártir, no temo morir". El recibimiento fue feroz.

Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó insultándolo, él les dijo: "Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan por todas partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas partes me han insultado. Yo no he venido en son de guerra sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las almas.

Pero me considero verdaderamente feliz de poder dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice".

Los enemigos se propusieron poner una trampa al santo para poderlo matar. Le enviaron un individuo que todos los días llegaba a su casa, mañana y tarde a insultarlo. Al fin uno de los secretarios del arzobispo detuvo al insultante para que no faltara más al respeto al prelado, y esta era la señal que los asesinos buscaban. Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la ciudad, reunieron la chusma y se lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de San Josafat.

Cuando él vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los atacantes: "Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en vez de ellos".

Al oír esto los jefes de la sedición gritaron: "¡Que muera el amigo del Papa!" y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de 1623. Meses después los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.

El Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos.

LOS SANTOS DE HOY: JUEVES 12 DE NOVIEMBRE DEL 2015

Margarito Flores García, SantoMargarito Flores García, Santo
Mártir, 12 Noviembre
Josafat Kunsevich, SantoJosafat Kunsevich, Santo
Obispo y mártir, 12 de noviembre
Gabriel Ferretti, BeatoGabriel Ferretti, Beato
Franciscano, 12 Noviembre







Emiliano de la Cogolla, Santo
Monje, 12 de noviembre
Agustina, SantaAgustina, Santa
Biografía, 12 de noviembre

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 12 DE NOVIEMBRE DEL 2015


El Reino de Dios entre nosotros
Tiempo Ordinario



Lucas 17, 20-25. Tiempo Ordinario. Dejar que Jesús reine en mi alma es abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera. conmigo. 


Por: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 17, 20-25
En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo llegaría el Reino de Dios, Jesús les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. Dijo a sus discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá." No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.

Oración introductoria
Señor Jesús, para vivir unido a Ti de modo real, personal y constante, necesito alimentar esta unión por medio de la vida de gracia y la identificación de mi voluntad con la tuya, en esta meditación y durante toda mi vida. ¡Ven Espíritu Santo y haz esto posible!

Petición
Jesús, dame la gracia de orar y de hablar contigo de corazón a corazón.

Meditación del Papa Francisco
Nosotros sabemos que la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado; que está vivo entre nosotros y que tiene una finalidad: el Reino de Dios, Reino de paz, de justicia, de libertad en el amor.
Y tiene una fuerza que la mueve hacia aquel fin: es la fuerza del Espíritu Santo. Todos nosotros tenemos el Espíritu Santo que hemos recibido en el bautismo. Y él nos empuja a ir hacia adelante en el camino de la vida cristiana, en el camino de la historia, hacia el Reino de Dios.
Este Espíritu es la potencia del amor que ha fecundado el seno de la Virgen María; y es el mismo que anima los proyectos y las obras de todos los constructores de paz. Donde hay un hombre y una mujer constructor de paz, es exactamente el Espíritu Santo quien ayuda y lo empuja a hacer la paz» (S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).

Reflexión
El Reino de Dios ya está entre nosotros, aunque no completamente. Está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos ha dejado su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el Reino llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos decir que ya ha llegado en toda su plenitud.

Jesús advierte que no se trata de un reino de ejércitos, de emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más sutil, menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya ley es la caridad y Cristo es el soberano.

Dejar que Jesús reine en mi alma significa abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera conmigo. Y El sólo entra y se queda a vivir si encuentra un alma limpia, es decir, sin pecado. Un alma en pecado es un lugar inhabitable para Dios. Por eso decimos que hay que vivir en continua lucha con nuestro peor enemigo, que es el pecado, porque sólo él nos aleja de Dios, la meta de nuestra vida.

¡Cómo sería el mundo si todos los hombres viviesen en gracia, en amistad con Dios! ¡Qué diferentes serían las cosas si todos los países adoptaran el mandamiento de la caridad universal como ley suprema!

Entonces, sí que podríamos decir que el Reino de los cielos ha llegado a la tierra.

Propósito
Empecemos por nuestro corazón y por nuestra casa. Que cada día Dios sea lo más importante en mi vida, buscar que el Reino de Dios viva en mi corazón, a través de la oración y la caridad a los demás.

Diálogo con Cristo
Jesús, ni el trabajo, ni el estudio, ni las ocupaciones cotidianas, deben ser un obstáculo para estar unido a Ti. Sólo dejando que gobiernes y ordenes mi vida, podrá venir a mí tu Reino. Reconociéndote hoy como mi Rey y Señor, todo mi día se convertirá en un medio para alabarte, para glorificarte y amarte, por medio de mi amor y servicio a los demás.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

LOS SANTOS DE HOY: MIÉRCOLES 11 DE NOVIEMBRE DEL 2015

Julio Alameda Camarero y compañeros, BeatosJulio Alameda Camarero y compañeros, Beatos
Religigosos y Mártires, 11 de noviembre
Vicenta María (Luisa) Poloni, BeataVicenta María (Luisa) Poloni, Beata
Cofundadora, 11 de noviembre
Marina Omura, SantaMarina Omura, Santa
Virgen y Mártir, 11 Noviembre
Menas de Egipto, SantoMenas de Egipto, Santo
Mártir, 11 Noviembre
Teodoro el Estudita, SantoTeodoro el Estudita, Santo
Abad, 11 Noviembre





Verano, Santo
Obispo, 11 de noviembre


Martín de Tours, SantoMartín de Tours, Santo
Obispo, 11 de noviembre

SAN MARTÍN DE TOURS, OBISPO, 11 DE NOVIEMBRE


Martín de Tours, Santo
Obispo, 11 de noviembre 


Por: Mario Sgarbossa y Luigi Giovannini | Fuente: Un santo para cada día Ediciones San Pablo 




Obispo
Conocido también como San Martín Caballero

Martín de Tours es uno de aquellos hombres que han hecho hablar de sí a muchas generaciones por haber sido protagonista de episodios aptos para despertar la fantasía popular. Es frecuente la narración del episodio de San Martín que, cabalgando envuelto en su amplio manto de guardia imperial, encontró a un pobre que tiritaba de frío, con gesto generoso cortó su manto y le dio la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad de su manto, sonriéndole agradecido.

SAN MART?Martín, hijo de un tribuno romano, nació en Sabaria, en Panonia, hacia el 315. A los quince años ya vestía el uniforme militar. El episodio del manto hay que colocarlo en este periodo, porque a los 18 años recibió el bautismo y abandonó la milicia para seguir a San Hilario de Poitiers, su maestro. Después de un breve noviciado de vida eremítica en la Isle Galinaria, Martín fundo dos monasterios: Ligugé, el más antiguo de Europa, y Marmoutier, que se convertiría en un gran centro de vida religiosa.

Después del paréntesis contemplativo, siguió el activo: Martín, elegido obispo de Tours, se convirtió en el grande evangelizador de Francia. Había sido, como se dice, soldado sin quererlo, monje por elección y obispo por deber. En los 27 años de vida episcopal se ganó el amor entusiasta de los pobres, de los necesitados y de cuantos sufrían injusticias, pero no era bien visto por los de su clero que querían vivir tranquilamente. De hecho fue acusado por un sacerdote llamado Bricio. Su respuesta fue proverbial: “¿Si Cristo soportó a Judas, por qué no debería yo soportar a Bricio?”

Murió el 8 de noviembre del 397 en Candes, durante una visita pastoral. Sus funerales, que tuvieron lugar tres días después, fueron una verdadera apoteosis; en ese día, el 11, se conmemora su memoria. Se puede considerar como el primer santo no mártir con fiesta litúrgica. Esa fecha quedó también como punto de referencia en los contratos de arrendamientos, de terrenos, de compraventas, en el mundo agrícola: “el nuevo vino se bebe en San Martín”, se dice todavía hoy en muchas regiones de Italia y de Francia.
La mitad del manto que – según la leyenda – San Martín compartió con el pobre de Amiens, se conserva celosamente en una capilla. Al custodio de la capilla se llama “capellán”, sin ser lo, porque es el protector de la “capa” del Obispo de Tours.
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