lunes, 19 de octubre de 2015

SAN PABLO DE LA CRUZ, EL MÍSTICO DEL CALVARIO, 19 DE OCTUBRE


Pablo de la Cruz, Santo
El místico del Calvario, 19 de octubre 


Por: . | Fuente: Passionchristi.org




El místico del Calvario

Martirologio Romano: San Pablo de la Cruz, presbítero, que desde su juventud destacó por su vida penitente, su celo ardiente y su singular caridad hacia Cristo crucificado, al que veía en los pobres y enfermos. Fundó la Congregación de los Clérigos Regulares de la Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. (1775) 

Etimológicamente: Pablo = Aquel que es pequeño o débil, es de origen latino.


El día 3 de enero de 1694 en la pequeña ciudad Ovada, cerca de Alejandría. al norte de Italia, nació Pablo Francisco Danei Massari. Es el siglo XVIII, también llamado "siglo de las luces" pues, en general, se pensaba que la inteligencia humana es la única autoridad y que la fe y la revelación son un obstáculo al desarrollo de la humanidad.

Pablo vivió su niñez en un hogar auténticamente cristiano, desde el cual experimentó las alegrías y los sufrimientos de la vida: de 16 hijos del matrimonio Lucas Danei y Ana María Massari sólo sobrevivieron 6. No faltaron también las dificultades económicas, por lo que la familia tuvo que cambiar continuamente de domicilio en busca del trabajo. Pablo, quien desde muy pronto debió ayudar a su padre, no pudo asistir con regularidad a la escuela.

El gran testimonio de la fe cristiana de Ana Maria -su madre- ejerció gran influencia en la educación religiosa de Pablo, a la que éste correspondió con una respuesta generosa.

A los 19 años, en 1713, el joven Pablo tomó la primera gran decisión de su vida. La predicación de un sacerdote o una charla espiritual con él le impresionó de tal forma que, profundamente emocionado y arrepentido, hizo confesión general de sus pecados y decidió consagrar su vida a Dios de un modo más radical y absoluto. Él mismo llamará después a este momento su "conversión a penitencia ".

Años más tarde, cuando en 1716 el Papa Clemente XI invitó a la cristiandad a una cruzada contra los turcos, Pablo creyó oír en esto la voz de Dios, pues quería morir mártir y se alistó voluntario, pasando algún tiempo en cuarteles y campamentos. Convencido de que éste no era el servicio que Dios le pedía, regresó a la casa de sus padres a quienes siguió ayudando en sus necesidades, dedicaba muchas horas a la oración, participaba diariamente en la misa y se entregaba a duras penitencias.

Pablo Francisco tenía 26 años sus hermanos habían crecido y sus padres no necesitaban tanto de su de ayuda. Por este tiempo, sintió la llamada de Dios a fundar una orden religiosa: "... sentí mi corazón movido por el deseo de retirarme a la soledad; ... me vino la inspiración de llevar una túnica, de andar descalzo, vivir en estrechísima pobreza y llevar, con la gracia de Dios, vida de penitencia; ...me vino la inspiración de reunir compañeros para vivir con ellos promoviendo en las almas el santo temor de Dios; me vi en espíritu vestido de una túnica negra, con una cruz blanca sobre el pecho, y bajo la cruz escrito el nombre santísimo de Jesús con
letras blancas...

El 22 de noviembre de 1720 Pablo se despidió de su familia y se dirigió a su obispo, Mons. Gattinara, en Alejandría. Este, en una ceremonia sencilla y en su capilla privada, revistió a Pablo de la Cruz con el hábito negro de ermitaño. Las seis semanas siguientes del 23 de noviembre de 1720 al 1 de 1721, las vivió en el trastero de la sacristía de la Iglesia de San Carlos, de Castellazzo, en las más precarias condiciones de alojamiento. Son como los ejercicios espirituales preparatorios para su misión de ermitaño y fundador . En adelante su apellido será "de la Cruz". 

Por orden de su obispo, Pablo de la Cruz consigna por escrito los sentimientos y vivencias interiores de esos días en un "Diario espiritual". En él vemos a qué grado de oración ha llegado ya, así como las grandes líneas de la doctrina espiritual que vivirá y enseñará durante los 55 años siguientes. En las anotaciones del primer día aparece ya la idea fundamental y programática de toda su vida: "No deseo saber otra cosa ni quiero gustar consuelo alguno; sólo deseo estar crucificado con Jesús ".

Acabados estos días el Pablo de la Cruz pasó los meses siguientes en distintas ermitas de las cercanías viviendo en soledad; daba catecismo a los niños en los lugares vecinos, predicaba los domingos e incluso dio una misión. Quiso ir a Roma para pedir personalmente al Papa le aprobara las Reglas de la nueva Orden religiosa, misma que escribió durante los 40 días de Castellazzo. En Septiembre de 1721 se dirigió a Roma, pero sufrió una gran desilusión. Es rechazado por los guardias de Papa con palabras no muy amables. Aunque profundamente decepcionado, no se desanimó. En la Basílica María la Mayor hizo un voto especial: “dedicarse a promover en los fieles la devoción a la Pasión de Cristo y empeñarse en reunir compañeros para hacer esto mismo”.

A su vuelta a Castellazzo, se les unió su hermano Juan Bautista que, lleno de los mismos ideales, fue hasta su muerte en 1765 el compañero fiel de Pablo. Durante los años siguientes vemos a los dos experimentar la Regla pasionista en diferentes ermitas y colaborando con las parroquias vecinas mediante el catecismo y la predicación.

Tras la etapa eremítica Pablo de la Cruz creyó necesario que él y su hermano vivieran en Roma para conseguir de la Santa Sede la aprobación de las Reglas; por eso prestaron sus servicios en el Hospital de San Gallicano cuyo Director les aconsejó hacerse sacerdotes. Después de un breve curso de Teología pastoral, en junio de 1727 los dos hermanos Danei fueron ordenados sacerdotes en la Basílica de San Pedro por el Papa Benedicto XIII.

Siguiendo su gran impulso a vivir en la soledad y a reunir más compañeros formando la primera comunidad los dos hermanos se dirigieron al Monte Argentario, unos 150 Kilómetros al norte de Roma, junto a la costa. Ahí vivieron en una pequeña ermita. El aumento de candidatos hizo pequeño el local, y construyeron el primer convento de la naciente Congregación, el cual, por innumerables dificultades, fue inaugurado hasta 1737. 

Pero faltaba todavía la aprobación de las Reglas o Una comisión de cardenales nombrada para su estudio suavizó algo su gran austeridad, y en mayo de 1741 fueron aprobadas por Benedicto XIV; habían transcurrido 21 años desde que fueron escritas el nombre de la nueva orden religiosa sería: ”Congregación de la Santísima cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, título que expresaba claramente su peculiaridad en la Iglesia. Los Religiosos Pasionistas anunciarán por todas partes el misterio de la Cruz y Pasión de Jesucristo a lo cual se obligarían por el voto específico.

Pablo de la Cruz encontró el sentido completo de su existencia en la Memoria de Jesús Crucificado, quien dio su vida por todos nosotros (Jn 3,16). En su asidua contemplación del crucificado, Pablo encontró un camino de acceso al misterio de Dios que es vida y amor, y que desea destruir el peso del pecado y del sufrimiento. Él descubrió que Dios está más cerca de los pobres, de los que no tienen nada, y sintió la urgencia de salir a su encuentro para esto: voz anunciarles al Dios de la vida.

Fundó la Congregación de la Pasión con la esperanza de que continuara haciendo presente al Crucificado, que pronuncia su juicio sobre el pecado del mundo, que es la causa de la injusticia y del sufrimiento de muchos hermanos y hermanas, y hace al hombre capaz de amar de un modo nuevo. Quiso que la Congregación fuera un signo humilde del grande Amor de Dios.

A lo largo de su vida -murió a los 82 años-, Pablo de la Cruz fundó 11 conventos. En 1771, el santo, ya anciano, inauguró el primer monasterio de religiosas pasionistas de clausura, que vivirían el mismo espíritu según la Regla escrita también por él.

Además de fundador, Pablo de la Cruz, fue predicador de misiones populares y gran director espiritual. Poseía cualidades muy especiales para esto: voz potente, agradable presencia física, dotes retóricas extraordinarias. Pero lo que más impactaba de él era su testimonio de íntima unión con Dios, su devoción y su santidad.

Por su gran actividad apostólica -200 misiones y 80 tandas de ejercicios espirituales- mantuvo contacto con gran número de personas que solicitaban su consejo en la vida espiritual, a quienes él sirvió especialmente por correspondencia.

El 18 de octubre de 1775 pasó Pablo a la Casa del Padre con una muerte tranquila y santa en el convento de los Santos Juan y Pablo en Roma. Así terminaba su larga vida de trabajos y sufrimientos por Cristo y por el prójimo. Fue beatificado por Pío IX el 1 de mayo de 1853; fue canonizado por el Papa el 29 de junio de 1867.

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 19 DE OCTUBRE DEL 2015


Cuidado con la avaricia
Tiempo Ordinario


Lucas 12, 13-21. Tiempo Ordinario. Confiemos en Dios, que mirándonos con amor nos dará muy por encima de lo que pidamos e imaginemos. 


Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21
Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». El le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes». Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

Oración introductoria
Padre, te pedimos que valoremos que la vida es el periodo de tiempo, corto, que tenemos para decidir nuestra eternidad, y para amar.

Petición
Espíritu Santo, fortaléceme para saber distinguir lo que vale para la eternidad y sepa confiar en tu Providencia divina.

Meditación por el Papa Francisco
En la Liturgia resuena la palabra provocadora de Eclesiastés: "vanidad de vanidades... todo es vanidad". Los jóvenes son particularmente sensibles al vacío de significado y de los valores que a menudo les rodean. Y lamentablemente pagan las consecuencias. Sin embargo el encuentro con Jesús vivo, en su gran familia que es la Iglesia, llena el corazón de alegría, porque lo llevan de verdadera vida, de un bien profundo, que no pasa y no se marchita: lo hemos visto sobre los rostros de los jóvenes en Río.
Pero esta experiencia debe afrontar la vanidad cotidiana, el veneno del vacío que se insinúa en nuestras sociedades basadas en el beneficio y en el haber, que engañan a los jóvenes con el consumismo. El Evangelio de este domingo nos llama la atención precisamente sobre lo absurdo de basar la propia felicidad en el haber. El rico se dice a sí mismo: "Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, como, bebe y date buena vida". Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?". Queridos hermanos y hermanas la verdadera riqueza es el amor de Dios, compartido con los hermanos. Ese amor que viene de Dios y hace que lo compartamos y nos ayudamos entre nosotros. Quién experimenta esto no teme a la muerte, y recibe la paz del corazón. Confiamos esta intención, esta intención de recibir el amor de Dios y compartirlo con los hermanos, a la intercesión de la Virgen María. (Ángelus de S.S. Francisco, 4 de agosto de 2013).
Reflexión
Este Evangelio es engañador para quien lo lee superficialmente: ¿es malo tener grandes cosechas? ¿es malo construir graneros donde guardarlas? Nada de eso. Cristo elogiará siempre a los hombres sagaces y prudentes.

El problema está en el alma. El desdichado protagonista de la parábola invita al alma a descansar, a dejar todo esfuerzo porque tiene todo lo suficiente para vivir. Cristo está refiriéndose en estas líneas a la eterna tentación de todo pueblo y toda persona que alcanza cierto nivel de bienestar: creer que ya no necesita de Dios por tener cubiertas las necesidades corporales.

Cuando el hombre tiene pan, placeres, seguridad social y pasatiempos apetecibles, no siente la necesidad de Dios y tampoco cree que el demonio actúe, pues a él no le toca. Pero también los hay que gozan de su avanzada sociedad occidental, que tienen su casa, su coche, su salario que les permite vivir holgadamente, pero eso sí, no olvidan que el alma necesita trabajar y hacer obras buenas, y además, comparten lo que tienen poniéndolo al servicio del Evangelio y de sus hermanos. Por buenos que ya seamos, por muchas conquistas que hayamos logrado con nuestras oraciones, sufrimiento y esfuerzos no es suficiente si seguimos en la tierra y no estamos exentos de sucumbir a la tentación.

La vida es el periodo de tiempo, corto, que tenemos para decidir nuestra eternidad, y para amar. Cada día mueren millones de personas, un día será el tuyo y el mío. Un día todo esto habrá acabado y tenemos en nuestras manos que ese día sea el mejor de nuestra vida. Hemos de trabajar sin descanso, pensando en el día que todo será descanso. Puede que la idea del cielo no nos incentive demasiado, que prefiramos un premio terrenal, que creamos que el cielo es una levitación aburrida..., no desconfiemos, cuentan de aquel pobre vagabundo que pidió a un rey una moneda y éste le miró con cariño y le lavó, le vistió con las mejores galas y lo llevó a palacio. No nos quedemos con la moneda de la felicidad terrenal, confiemos en nuestro Rey que mirándonos con amor nos dará muy por encima de lo que pidamos e imaginemos. Todo lo que deseamos y mucho más está en el cielo, pues ¡vamos a llenarlo!, vamos a dedicar nuestra vida a hacer felices a los hombres, a llevarles al cielo.

Propòsito
Si de Dios recibimos dones tan grandes, también nosotros debemos dar: en ámbito espiritual debemos dar bondad, amistad y amor. Pero también debemos dar en el ámbito material, compartir el pan.

Diálogo con Cristo 
Acumular, comprar, buscar el placer… es el afán prioritario de nuestra cultura. Señor Jesús, frecuentemente me encuentro contemplando las cosas buenas de este mundo, pero no como medios sino como un fin. Necesito tener claras mis prioridades: Tú, primero, y luego todo lo demás, según me lleven hacia Ti. Dame la sabiduría para saber que la vida es corta y debo vivirla sólo para Ti.

domingo, 18 de octubre de 2015

LOS SANTOS DE HOY: DOMINGO 18 DE OCTUBRE DEL 2015

SAN LUCAS, EVANGELISTA, 18 DE OCTUBRE



Lucas, Santo

Evangelista, 18 de octubre 
Por: P. Angel Amo | Fuente: Catholci.net 




Evangelista
18 de octubre
Breves notas en las Cartas de San Pablo son las únicas noticias que la Sagrada Escritura nos presenta sobre San Lucas, el solícito investigador de la buena noticia y autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Por sus apuntes de viaje, es decir, por las páginas de los Hechos en los que San Lucas habla en primera persona, podemos reconstruir parte de su actividad misionera. Fue compañero y discípulo de los apóstoles. El historiador Eusebio subraya: “... tuvo relaciones con todos los apóstoles, y fue muy solícito”. De esta sensibilidad y disponibilidad suyas hacia el prójimo nos da testimonio el mismo San Pablo, unido a él por grande amistad. En la carta a los Colosenses leemos: “Os saluda Lucas, médico amado...”.

La profesión médica nos trace suponer que él se dedicó mucho tiempo al estudio. Su formación cultural se nota también por el estilo de sus libros: su Evangelio está escrito en un griego sencillo, limpio y bello, rico en términos que los otros tres evangelistas no tienen. Hay que hacer otra consideración sobre su Evangelio, a más del hecho estilístico e historiográfico: Lucas es el evangelista que mejor que lo otros nos pintó la humana fisonomía del Redentor, su mansedumbre, sus atenciones para con los pobres y los marginados, las mujeres y lo pecadores arrepentidos. Es el biógrafo de la Virgen y de la infancia de Jesús. Es el evangelista de la Navidad. Los Hechos de los Apóstoles y el tercer Evangelio nos hacen ver el temperamento de San Lucas, hombre conciliador, discreto, dueño de sí mismo; suaviza o calla expresiones que hubieran podido herir a algún rector, con tal que esto no vaya en perjuicio de la verdad histórica.
Al revelarnos los íntimos secretos de la Anunciación, de la Visitación, de la Navidad, él nos hace entender que conoció personalmente a la Virgen. Algún exégeta avanza la hipótesis de que fue la Virgen María misma quien le transcribió el himno del “Magnificat”, que ella elevó a Dios en un momento de exultación en el encuentro con la prima Isabel. En efecto, Lucas nos advierte que hizo muchas investigaciones y buscó informaciones respecto de la vida de Jesús con los que fueron testigos oculares.

Un escrito del siglo II, el Prólogo antimarcionista del Evangelio de Lucas, sintetiza el perfil biográfico del modo siguiente: “Lucas, un sirio de Antioquía, de profesión médico, discípulo de los apóstoles, más tarde siguió a San Pablo hasta su confesión (martirio). Sirvió incondicionalmente al Señor, no se casó ni tuvo hijos. Murió a la edad de 84 años en Beocia, lleno de Espíritu Santo”. Recientes estudios concuerdan con esta versión.

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 18 DE OCTUBRE DEL 2015


¡Una recomendación de mucho peso!
Solemnidades y Fiestas



Marcos 10, 35-45. DOMUND Tiempo Ordinario B. Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás. 


Por: P. Sergio A. Córdova | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Marcos 10, 35-45
Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»
Oración introductoria
Señor, creo y confío plenamente en Ti porque sabes siempre que es mejor para mí y lo que debo hacer con el fin de alcanzar el cielo. Espero en Ti, porque me has llamado a no anhelar el poder del mundo porque estoy llamado a servir a los demás. Te amo porque eres lo más grande e importante en mi vida.
 
Petición
Padre, hoy te pido humildad y generosidad en mi oración y en mi actuar, que ofrezca lo que tengo por las misiones de todo el mundo; mi oración, sacrificios  y la ayuda material que pueda.

Meditación del Papa Francisco
¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: “Quien quiera ser el primero - o sea el más importante - que sea el último de todos y el servidor de todos”. Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.
Y esta es la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado –¡eran los discípulos, los más cercanos a Jesús, y discutían sobre eso!-, quién estaría exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas.
Y Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo. Es decir, sirviendo.
La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. (Homilía de S.S. Francisco, 20 de septiembre de 2015).
Reflexión
Cuando alguien quiere ser admitido a una empresa o aceptado en un buen trabajo o cargo público, suele pedir una buena “recomendación” a amigos influyentes o bien acomodados… Parece que eso ha funcionado siempre así por la costumbre –no sé si buena o mala— de la gente. Pero el caso es que en tiempos de nuestro Señor sucedía también así. ¡Costumbres inveteradas!

Este domingo el Evangelio nos presenta a dos de los apóstoles, Juan y Santiago, pidiendo a Jesús una “recomendación”.. ¡y vaya recomendación! Diríamos nosotros que “se volaron la barda”. Le piden nada menos que sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en su Reino. ¡Nada ambiciosos estos muchachos! Se imaginaban que muy pronto su Maestro sería proclamado y reconocido públicamente como el Mesías de Israel por las autoridades judías y, en consecuencia, quieren asegurarse ya desde ahora un “buen puesto” en su Reino. Tal vez aspiraba uno ser el Ministro de Exteriores y el otro de Gobernación, o algo parecido….

Según san Mateo, Juan y Santiago –que eran hermanos— mandan por delante a su madre para escudarse en ella y para que sus ambiciones quedaran un poco veladas, o porque bien sabían que la intercesión de una madre es casi infalible. El caso es que lanzan de cabeza a la pobre mujer para pedir a Jesús un puesto de honor para sus hijos.

La petición viene muy bien presentada bajo forma de fidelidad, de adhesión entusiasta y de amistad. Y seguramente sí albergarían estos dos apóstoles tales sentimientos. Pero mezclados también con su ambición personal, sus deseos de honores y dignidades, y un tanto de vanagloria. Ya en otras ocasiones nos hemos encontrado a los Doce discutiendo sobre quién de ellos era el más importante y quién tendría el mejor lugar en el Reino…. ¡Hombres con defectos, al fin y al cabo, como nosotros!

Pero lo más genial de todo es la respuesta del Señor y el desenlace. No los reprende abiertamente, tal vez porque también descubría en ellos buena voluntad y deseos sinceros de estar junto a Él. Pero sí aprovecha para darles una gran lección. “Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con el que yo me voy a bautizar?”. Es como si hoy, un político que quisiera ocupar un puesto importante en el gobierno, se acercara al presidente de la república para pedirle una famosa “recomendación”. Y como respuesta, comenzara a elencarle todos los deberes, responsabilidades y riesgos que comportaría su cargo… y luego le preguntara: “¿Estás dispuesto a pagar ese precio?”. El otro, después de tragar un poco de saliva, seguramente le respondería: “Pues sí, estoy dispuesto”. Y entonces, el presidente, con gravedad: “Mira, está bien, el precio lo pagarás; pero olvídate del cargo, porque no me toca a mí concedértelo”. ¡Vaya broma!, ¿no?

Pues es lo que les dice nuestro Señor a sus dos apóstoles: sufrirán y padecerán el martirio, pero del “carguito”… ¡que se olviden! Ése ya está reservado por el Padre. Es como si les dijera Jesús que con Él no se valen las “recomendaciones” ni las “mordidas”….

Pero eso no es todo. Lo más importante viene a continuación: “Los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y los grandes los oprimen. Vosotros, en cambio, nada de eso. El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que sea esclavo de todos”. Y les pone su propio ejemplo: “Fíjense en mí, pues yo no he venido para que me sirvan, sino para servir y para dar mi vida por todos”. ¡Qué fuerte! Ya estas palabras lo dicen todo sin necesidad de comentarios…

¡Cuántas veces nosotros queremos sentirnos importantes y que la gente nos reconozca o que nos asignen puestos de honor y dignidad! Pues Cristo no ha venido para eso, y quienes nos llamamos y somos sus discípulos, tenemos que seguir el mismo camino de humildad, de caridad y de servicio. Él es el primero en darnos ejemplo: Él ha venido a servirnos y a dar su propia vida para salvarnos.
Propósito
Proponerne hoy y cada día seguir el mismo camino de humildad, de caridad y de servicio de Jesús.
 
Diálogo con Cristo
¡Ojalá que este maravilloso testimonio que nos das, Señor nos lleve a hacer nosotros otro tanto en nuestras relaciones con los demás! ¡Qué diferente sería el mundo, nuestra familia, nuestra comunidad si viviéramos un poquito como Tú!

sábado, 17 de octubre de 2015

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, OBISPO Y MÁRTIR, 17 DE OCTUBRE


Ignacio de Antioquía, Santo
Obispo y Mártir, 17 de octubre 


Por: Germán Sánchez // Isabel Orellana Vilches | Fuente: Catholic.net // Zenit.org 




Obispo y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de san Ignacio, obispo y mártir, discípulo del apóstol san Juan y segundo sucesor de san Pedro en la sede de Antioquía, que en tiempo del emperador Trajano fue condenado al suplicio de las fieras y trasladado a Roma, donde consumó su glorioso martirio. Durante el viaje, mientras experimentaba la ferocidad de sus centinelas, semejante a la de los leopardos, escribió siete cartas dirigidas a diversas Iglesias, en las cuales exhortaba a los hermanos a servir a Dios unidos con el propio obispo, y a que no le impidiesen poder ser inmolado como víctima por Cristo. († c.107)
Breve Biografía
Las puertas se abren lentamente. Cuerpos como fantasmas caminan en la arena. Entornan los ojos que acostumbrados a vivir en las sombras de las mazmorras, reciben de golpe la luz del sol. El clamor de la multitud termina por despertarlos. Avanzan sin rumbo fijo, algunos cogidos de las manos, otros solos y tristes con los ojos reflejando pavor y desconcierto. Suenan las trompetas. Ruidos de cadenas se oyen por todas partes y del centro de la tierra emergen fieras sedientas de sangre: panteras, leones africanos, hienas. ¡La fiesta ha comenzado! Es el Circo Máximo que ofrece a los romanos el espectáculo de ver morir a cientos, quizás miles de cristianos, testigos de su fe en Cristo. Son los tiempos del emperador Trajano, allá por los años 98 a 117 de nuestra era en donde ser cristiano implicaba dar la propia vida.

Charcos de sangre inundan el lugar, miembros despedazados y descuartizados por todas partes, algún quejido lastimero y doliente de alguno que ha sobrevivido. La noche ha llegado y cobija los pinos y cipreses de las colinas romanas. Y entre los lamentos y quejidos se oyen vibrar las palabras de un anciano, muerto y despedazado por un león. Son palabras que han quedado grabadas en los corazones de sus fieles, allá en la lejana Antioquia. Es Ignacio, el segundo sucesor de Pedro como obispo de Antioquia. "Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera... dejad que pueda contemplar la luz; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios."
"Soy trigo de Cristo y quiero ser molido por los dientes de las fieras para convertirme en pan sabroso a mi Señor Jesucristo. Animad a las bestias para que sean mi sepulcro, para que no dejen nada de mi cuerpo, para que cuando esté muerto, no sea gravoso a nadie […]. Si no quieren atacarme, yo las obligaré. Os pido perdón. Sé lo que me conviene. Ahora comienzo a ser discípulo. Que ninguna cosa visible o invisible me impida llegar a Jesucristo […]. Poneos de mi lado y del lado de Dios. No llevéis en vuestros labios el nombre de Jesucristo y deseos mundanos en el corazón. Aún cuando yo mismo, ya entre vosotros os implorara vuestra ayuda, no me escuchéis, sino creed lo que os digo por carta. Os escribo lleno de vida, pero con anhelos de morir". Son palabras de la epístola que este apasionado y valeroso atleta de Cristo, Padre Apostólico, discípulo de los apóstoles san Juan y san Pablo, sospechando el glorioso fin que le aguardaba, dirigió a los cristianos de Roma. Y ciertamente fue condenado por el emperador Trajano a morir en el circo bajo las fauces de las fieras.
Ignacio de Antioquia sabía que la verdadera vida, era aquella que le esperaba después de la muerte, en donde podría contemplar cara a cara el rostro de Cristo, "dejad que pueda contemplar la luz". Él sabía que para llegar a contemplar esa luz era necesario ser testigo de la luz en este mundo sin importar las pruebas y los sufrimientos que fueran necesarios. Pruebas y sufrimientos que llevó dignamente pues los soldados no tuvieron piedad de él durante su largo y penoso viaje de Antioquia a Roma. Pruebas y sufrimiento que cristalizaron con el derramamiento de su sangre y al que él veía como algo necesario: "soy trigo de Cristo, deberé ser triturado por los dientes de las bestias para convertirme en pan puro y santo".

Su vida

Los datos conocidos de su vida arrancan del momento en que los apóstoles Pedro y Pablo lo designaron sucesor de Evodio (que dejó este mundo hacia el año 69 d.C.) para ocupar como obispo la sede de Antioquia. Ésta era entonces una ciudad populosa, de gran importancia dentro del Imperio Romano, mosaico de creencias y vía de paso de gran atractivo para muchas personas. Los que se fueron afincando, en su mayoría procedentes de diversos puntos, habían dejado allí su impronta. Greco-paganos, judeocristianos helenistas, judíos ortodoxos, entre otros, junto a la nutrida comunidad cristiana conformaban el paisaje social de este núcleo gordiano "de las Iglesias de la gentilidad", con el que tuvo que lidiar san Ignacio. Y no le resultó fácil, como se percibe en sus ímprobos esfuerzos y llamamientos a la unidad.

Fue un pastor excepcional. Transmitió con fidelidad la doctrina heredada de los primeros apóstoles y defendió bravamente la fe contra herejías como el docetismo. En las siete epístolas que dirigió a las distintas Iglesias (algunas redactadas mientras viajaba para ser martirizado), no dejó de exhortar a los cristianos a dar la vida por Cristo, a ser fieles a las enseñanzas recibidas, a mantenerse firmes frente a los que pretendían socavarlas, así como a vivir la caridad y unidad entre todos. Cuando supieron que había sido hecho prisionero y viajaba para ser ajusticiado, como tantos mártires, iban saliéndole al encuentro (entre otros, san Policarpo); él los bendecía con paternal ternura, orando por ellos y por la Iglesia. Eusebio de Cesarea, al historiar ese momento, haciéndose eco del discurrir de Ignacio, puso de manifiesto el ardor apostólico del santo que no perdía ocasión para dar a conocer a Cristo. En las ciudades que atravesó se ocupó de fortalecer a los fieles recordándoles el mensaje evangélico, animándoles a vivir la santidad. Tras de sí dejaba la huella de la unidad entre las Iglesias, después de haber alertado contra las herejías que irrumpían con fuerza buscando la confusión y la ruptura con el magisterio eclesial que de ellas se deriva.

Particularmente relevante fue su paso por Esmirna, sede de san Policarpo, que había bebido las fuentes primigenias del cristianismo de manos de san Juan. El edificante y rico legado de san Ignacio que amasó en ese lugar, además de las bendiciones que su presencia proporcionó a los cristianos de la ciudad, ha llegado a nuestros días. Se compone de una serie de cartas dirigidas a sus hermanos de Éfeso, Magnesia, Trales y Roma, a través de las cuales dejaba oír la poderosa voz de la fe que inundaba sus entrañas. A la comunidad romana le había dicho: "Trigo soy de Dios, molido por los dientes de las fieras, y convertido en pan puro de Cristo". No finalizó con estas misivas su encendida catequesis. En Tróada, su siguiente escala, escribió a la comunidad de Filadelfia, a la de Esmirna, y a Policarpo. En estos textos vivos, pujantes de gozo –porque sabía que iba camino de su martirio y ansiaba derramar su sangre por Cristo, ya que de este modo se abrazaría a Él por toda la eternidad–, se percibe cuánto le urgía dejar bien sentadas las bases de la comunión apostólica, recordando las claves del seguimiento, coronadas siempre por la caridad.

La lucha, el esfuerzo, la entrega incesante, la fraternidad, el espíritu de familia, el ir todos a una, y ponerse a merced unos de otros, siempre mirando a quien presidía la comunidad, sin celos, rivalidades y envidias, alumbraron a los fieles a quienes las dirigió y a las sucesivas generaciones. El potente eco de su voz se abre paso en nuestras vidas y nos insta a seguir el camino hasta el fin, recordándonos el valor de la gracia que recibimos cuando nos afiliamos a la Iglesia: "¡Vuestro bautismo ha de permanecer como vuestra armadura, la fe como un yelmo, la caridad como una lanza, la paciencia como un arsenal de todas las armas!".

El 20 de diciembre del año 107, aunque este extremo no está confirmado, compareció ante el prefecto. Fue un trámite fugaz, inútil, ya que todo estaba decidido de antemano, y sin dilación fue conducido al anfiteatro Flavio. Allí unos leones dieron fin a su vida. Las Actas de los mártires reflejan este cruento sacrificio del gran prelado de Antioquia, cuyo sobrenombre de "Theophoros" (portador de Dios) sintetiza el acontecer de ese testigo de Cristo que derramó su sangre por Él. Había sido el primero en denominar "católica" a la Iglesia, en utilizar la palabra "Eucaristía" refiriéndose al Santísimo Sacramento, y en escribir sobre el parto virginal de María. Ha dejado obras excepcionales mostrando que la doctrina eclesial procede de Cristo por medio de los apóstoles. Sus restos fueron llevados a Antioquia.

El martirio de hoy

Un martirio nada lejano a nosotros en los que hoy en día se nos pide a los católicos ser mártires incruentos, es decir mártires que no derraman su sangre física, sino la sangre de la fidelidad a los mandamientos de la Iglesia. Es el martirio de la vida diaria, de los que como Ignacio proclaman con su ejemplo cotidiano que "no es justo hacer lo que la ley de Dios califica como mal para sacar de ello algún bien". De aquellos que aman tanto a Cristo y a la Iglesia "que respetan sus mandamientos, incluso en las circunstancias más graves y prefieren la propia muerte antes de traicionar esos mandamientos". (Cfr. Veritatis Splendor n. 90-91)

Son los mártires que en silencio saben ser católicos hasta las últimas consecuencias: la esposa que ante el "horror" de comunicar al marido que ha quedado embarazada nuevamente en circunstancias económicas desfavorables, saber ser valiente y consecuente con su realidad de católica y nunca piensa en el aborto como la medida "más fácil y segura" para no tener problemas con el marido. Jóvenes que llevan una vida impecable de castidad y pureza, guardando sus cuerpos limpios hasta el matrimonio, "sufriendo" el martirio de la presión avasallante de los medios de comunicación y los amigos que invitan al sexo como a una diversión y pasatiempo "seguros, sin consecuencias graves". Hombres de empresa y obreros que ante la posibilidad de hacer un negocio "no tan limpio" o "hacerle una pequeña trampa al patrón" prefieren seguir con orgullo y con la frente en alto aquel mandamiento que para muchos es viejo y anticuado: "no matarás". Y así tenemos un ejemplo, una fila interminable de mártires del siglo XXI que se presentan todos los días como san Ignacio de Antioquía, ante las nuevas fieras del Circo Máximo y que escuchan también todos los días, las palabras que escuchó san Ignacio con el último rugido del león: "Venid a mí, bendito de mi Padre... hoy estarás conmigo en el Paraíso".

LOS SANTOS DE HOY: SÁBADO 17 DE OCTUBRE DEL 2015

Tarsila Cordoba Belda, BeataTarsila Cordoba Belda, Beata
Mártir española, 17 Octubre
Ricardo Gwyn, SantoRicardo Gwyn, Santo
Mártir Inglés, 17 Octubre
Raimondo Stefano Bou Pascual, BeatoRaimondo Stefano Bou Pascual, Beato
Sacerdote y Mártir español, 17 de Octubre
Pedro Casani, BeatoPedro Casani, Beato
Sacerdote Escolapio, 17 Octubre
Isidoro Gagelin, SantoIsidoro Gagelin, Santo
Mártir, 17 Octubre
Fidel Fuidio Rodriguez, BeatoFidel Fuidio Rodriguez, Beato
Mártir Marianista, 17 Octubre
Contardo Ferrini, BeatoContardo Ferrini, Beato
Jurista, 17 Octubre
Juan de Licópolis, SantoJuan de Licópolis, Santo
Ermitaño, Octubre 17
Ignacio de Antioquía, SantoIgnacio de Antioquía, Santo
Obispo y Mártir, 17 de octubre

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 17 DE OCTUBRE DEL 2015


El Espíritu Santo les enseñará
Tiempo Ordinario



Lucas 12, 8-12. Tiempo Ordinario. El sufrimiento, es pasajero, y el haberlo sufrido con amor es el sello más hermoso para el alma. 


Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12
«Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. «A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará. Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir».

Oración introductoria
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Petición
Dame la gracia, Señor, de una entrega total de mi vida, sin cálculo ni interés humano, con una confianza sin reservas en Dios.

Meditación del Papa
Grande es el amor de Jesús por la Iglesia. Jesús se casó con la Iglesia por amor. Es su esposa: bella, santa, pecadora, pero la ama igual.
Es un amor fiel; es un amor perseverante, no se cansa nunca de amar a su Iglesia; es un amor fecundo. ¡Es un amor fiel! ¡Jesús es el fiel! San Pablo, en una de sus Cartas, dice: 'Si tú confiesas a Cristo, Él te confesará a ti, delante del Padre; si tú reniegas a Cristo, Él te renegará a ti; si tú no eres fiel a Cristo, Él permanece fiel, porque ¡no puede renegarse a sí mismo!' La fidelidad es precisamente el ser del amor de Jesús. Y el amor de Jesús en su Iglesia es fiel. Esta fidelidad es como una luz sobre el matrimonio. La fidelidad del amor. Siempre.
Fiel siempre, pero también incansable en su perseverancia. Precisamente como el amor de Jesús por su Esposa. Por ello la vida matrimonial debe ser perseverante. Porque al contrario el amor no puede ir adelante. La perseverancia en el amor, en los momentos bonitos y en los momentos difíciles, cuando hay problemas: los problemas con los hijos, los problemas económicos, los problemas aquí, los problemas allí. Pero el amor persevera, va adelante, siempre buscando resolver las cosas, para salvar la familia. Perseverantes: se alzan cada mañana, el hombre y la mujer, y llevan adelante la familia. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 2 de junio de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Dar testimonio de Cristo es arriesgado y lleva muchas veces al martirio, como Cristo anuncia en el evangelio, pero no hay que olvidar la otra cara de la moneda; que si Cristo nos invita a dar testimonio de Él ante los hombres es porque sabe que el mundo está deseando que alguien le anuncie la palabra.

Cristo nos habla de dar testimonio de Él ante los hombres y luego habla del martirio. Está profetizando lo que será la vida de la Iglesia durante los veinte siglos de su existencia, desde la muerte de San Esteban, hasta la última monja asesinada en China por atreverse a predicar el Evangelio. En el mundo moderno, que tanto alardea de comprensión y tolerancia, la Iglesia sigue ofreciendo a Cristo la sangre caliente y enamorada de quienes no temen morir por él.

El siglo XX fue el de los millones -sí, sí, millones- de mártires, los del comunismo en Asia, Europa oriental y España; los del nazismo, o los del simple odio a Dios en la guerra cristera de México o del extremismo musulmán en África. Puede que a nosotros no se nos presente esta ocasión en nuestra vida, ni que el Señor nos pida esta muestra de amor. Pero sí nos pide el martirio que puede suponer día tras día levantarse a la primera y a la misma hora, sonreír cada jornada a esta persona que podemos llegar a no soportar, el callarnos por dentro cada vez que nos venga un juicio negativo sobre esa persona, el seguir poniendo nuestro cariño a pesar de no recibir nada a cambio, el no abandonar el trabajo estipulado por cansancio...y tantas cosas, que son pequeñas espinas que podemos ofrecer a Dios, pequeños martirios que hacen de nosotros «otros cristos» y que son manifestaciones de amor a Dios.

Conscientes de que el sufrimiento, por grande que sea es pasajero, y el haber sufrido no, el haber sufrido con amor es el sello más hermoso para el alma. No podemos olvidar, que el dolor siempre tiene que estar cargado de esperanza, la cruz por la cruz es inútil, y no lleva más que a la desesperación. Jesús sufrió como nadie, pero resucitó y su sufrimiento no fue inútil, ni estático. Se produjo en un periodo de tiempo limitado, y la respuesta a ese dolor fue la resurrección, el mayor milagro que se ha dado y se dará en toda la eternidad. Por eso, nuestro dolor es efectivo y a parte de producirnos la salvación podemos arrancar del Señor grandes gracias y milagros para nosotros y para nuestros hermanos los hombres.

Propósito
Contestar a llamamiento de Jesús con acciones concretas, a amarlo sobre todas las cosas y a servirle en los hermanos.

Diálogo con Cristo 
Frecuentemente resulta difícil manifestar o defender la propia fe frente a los demás. Un falso respeto humano paraliza y lleva al terrible pecado de la omisión. Reconozco, Señor, mis debilidades y suplico tu gracia pero saber ser fiel a las inspiraciones del Espíritu Santo.

viernes, 16 de octubre de 2015

LOS SANTOS DE HOY: VIERNES 16 DE OCTUBRE DEL 2015

Jozef Jankowski, BeatoJozef Jankowski, Beato
Mártir Polaco, 16 Octubre
Aniceto Koplinski, BeatoAniceto Koplinski, Beato
Mártir Capuchino, 16 Octubre
Gerardo Mayela, SantoGerardo Mayela, Santo
Patrono de las parturientas, 16 de octubre
Galo, SantoGalo, Santo
Sacerdote y Monje, 16 de octubre
Eduviges, SantaEduviges, Santa
Patrona de los afligidos y deudores, 16 Octubre
Margarita María de Alacoque, SantaMargarita María de Alacoque, Santa
Recipiente de las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús, octubre 16

SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE, 16 DE OCTUBRE




Margarita María de Alacoque, Santa
Recipiente de las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús, octubre 16 
Por: P. Angel Amo | Fuente: Catholic.net 




Recipiente de las revelaciones 
del Sagrado Corazón de Jesús


En la festividad de San Juan evangelista de 1673, sor Margarita María, que tenia 25 años, estaba en adoración ante el Santísimo Sacramento. En ese momento tuvo el privilegio particular de la primera de las manifestaciones visibles de Jesús que se repetirían durante dos años más, todos los primeros viernes de mes. En 1675, durante la octava del Corpus Christi, Jesús se le manifestó con el corazón abierto, y señalando con la mano su corazón, exclamó: “He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud.”

Margarita María Alacoque, escogida por Jesús para ser la mensajera del Sagrado Corazón, hacía un año que vestía el hábito de las monjas de la Visitación en Paray?le?Monial. Había nacido el 22 de agosto de 1647 en Verosvres, en Borgoña. Su padre, juez y notario, había muerto cuando Margarita era todavía muy joven.

A los nueve años hizo su primera comunión y a los 22 recibió la Confirmación, a la que se preparó con una confesión general: empleó quince días escribiendo en un cuaderno la larga lista de sus faltas para leérselas luego al confesor. En esa ocasión añadió al nombre de Margarita el de María. Después, habiendo vencido las últimas resistencias de la madre, que hubiera preferido verla casada, pudo entrar al convento de la Orden de la Visitación, fundado 60 años antes por San Francisco de Sales, ofreciéndose desde el día de su entrada como “víctima al Corazón de Jesús.”

Las extraordinarias visiones con que fue favorecida le causaron al principio incomprensiones y juicios negativos hasta cuando, por disposición divina, fue puesta bajo la dirección espiritual del jesuita Santo Claudio de la Colombière. En el último periodo de su vida, elegida maestra de novicias, tuvo el consuelo de ver difundida la devoción al Corazón de Jesús, y los mismos opositores de un tiempo se convirtieron en fervorosos propagandistas. Murió a los 43 años de edad, el 17 de octubre de 1690.

ESTAMPA CON ORACIÓN A SAN GERARDO DE MAYELA


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