martes, 25 de agosto de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 25 DE AGOSTO DEL 2015


¡Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas!
Tiempo Ordinario


Mateo 23, 23-26. Tiempo Ordinario. Resistir a la gracia, al Amor, quizás es el pecado más grande. 


Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 23 al sábado 29 de agosto 2015.
---------------
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo Jesús habló diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!

Oración introductoria
Oh, Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, limpia mi conciencia para que pueda convivir permanente con tu gracia, te lo pido por intercesión de la Inmaculada Virgen María que supo actuar siempre de cara a la verdad.

Petición
Jesús, ayúdame a vivir según esta regla: «Es bueno lo que me ayuda a cumplir la voluntad de Dios, y malo lo que me estorba».

Meditación del Papa Francisco
El pueblo se lamenta delante del Señor porque no escucha sus ayunos. Es necesario distinguir entre el ayuno formal y el real. Para el Señor no es ayuno no comer carne y después pelear y explotar a los trabajadores. Por esto Jesús condenó a los fariseos porque hacían muchas observancias externas, pero sin la verdad del corazón.
Sin embargo, el ayuno que quiere Jesús es el que rompe las cadenas injustas, libera a los oprimidos, viste a los desnudos, hace justicia. Este es el verdadero ayuno, el ayuno que no es solamente externo, una observancia externa, sino que es un ayuno que viene del corazón. […] No es buen cristiano el que no es justo con las personas que dependen de él. Y no es buen cristiano el que no se despoja de lo necesario para él para dar al que lo necesita. Es esto, es doble, a Dios y al prójimo, es decir, es real, no es meramente formal. No es no comer carne solamente el viernes, hacer algo, y después hacer crecer el egoísmo, la explotación del prójimo, la ignorancia de los pobres. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de febrero de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Las severas advertencias de Jesús contrastan con la imagen que todos tenemos de Él. El buen pastor, el que va en busca de los pecadores y cura enfermedades, el que da el pan a los que tienen hambre, el que no juzga sino que perdona, incluso a sus enemigos y a los que le maltratan... ¿cómo es posible que sea Él mismo el que se muestre inflexible y hasta agresivo ante los fariseos y escribas?

¡Hasta cuándo he de soportaros! Exclamó Jesús... y no es para menos. Porque cuando juzgamos excesiva la reacción del maestro, ¿no será acaso porque no tenemos en cuenta todo lo que Él ha hecho por aquellos hombres? Sin embargo, su respuesta fue la incredulidad más hiriente y ciega. Resistir a la gracia, al Amor, quizás es el pecado más grande...

A veces, nos salta la tentación de juzgar también nosotros al Señor. No creemos que lo que nos ocurre sea justo. Nos parece excesivo, insoportable un problema, una enfermedad o la situación familiar de un amigo. Culpamos a Dios de todo esto y le negamos en nuestro interior porque Él no evitó tal circunstancia o no escuchó nuestras oraciones.

Quizás, si somos de verdad sinceros con nosotros mismos, nos comportamos con la misma dureza con la que creemos se comportó Jesús.

Propósito
Buscar «ser» más y mejor persona, en vez de hacer cosas para «parecer» buen cristiano.

Diálogo con Cristo 
Oh, Espíritu de santidad, ven y renueva mi corazón en esta oración. Ven, Espíritu de amor, de paz, y enséñame a ser auténtico y coherente con mi fe para llegar a ser benevolente, lleno siempre de amor y comprensión con todos, especialmente con los más cercanos. Ayúdame a corresponderte con un amor fiel, verdadero y apasionado.

lunes, 24 de agosto de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 24 DE AGOSTO DEL 2015


El encuentro de Jesús con Natanael
Solemnidades y Fiestas



Juan 1, 45-51. Fiesta Bartolomé apóstol. Bartolomé permaneció vacilante hasta que escuchó las palabras de Jesús... ¡alabándole! 



Por: P Clemente González | Fuente: Catholic.net 




Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 23 al sábado 29 de agosto 2015.
---------------
Del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: Aquel de quien escribieron Moisés y la Ley y los Profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret. Natanael le replicó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Felipe le contestó: Ven y verás. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Natanael le contesta: ¿De qué me conoces? Jesús le responde: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael respondió: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Jesús le contestó: ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores. Y le añadió: Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.

Oración introductoria
Jesús, eres el hijo de Dios, el rey de mi vida y mi mejor amigo, maestro y pastor. Me tomas de la mano y me conduces al Padre. Me insistes en la conversión, pues sólo un corazón decidido puede a orar en la fe. Ayúdame a orar disponiendo mi corazón para hacer la voluntad del Padre.

Petición
Señor, concédeme buscar la santidad en la coherencia y en el cumplimiento de tu voluntad.

Meditación del Papa Francisco
La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial.
Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: “Cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, “lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos”.
La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás. (S.S. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 264).
Reflexión
¿De este pueblo tan pequeño puede salir algo bueno? Estas fueron las palabras que San Bartolomé, también llamado Natanael, dijo a Felipe, sorprendido ante la noticia de que había un gran hombre venido desde Nazaret.

Natanael permaneció vacilante hasta que escuchó las palabras de Jesús, alabándole. Cristo demuestra que conoce perfectamente el interior del hombre, y por eso se permite elogiarle en público. ¿Y qué diría Jesús de nosotros? ¿Podría repetir las palabras que dirigió al santo que hoy contemplamos? Y tú, ¿qué opinión tienes de ti mismo?

Lo que en realidad somos está recogido en nuestra conciencia. Ella nos avisa ante la bondad o maldad de nuestros actos, antes y después de hacerlos. Por eso, el que actúa guiado por una conciencia recta, tiene la seguridad de llevar una vida honrada, ante sí mismo, ante los hombres y ante Dios.

Formar una buena conciencia es gran parte del secreto de nuestro obrar. ¿Y cómo se forma? Con criterios objetivos, válidos para todos y siempre. Por ejemplo, los diez mandamientos son la ayuda básica para saber qué debemos hacer y qué hay que evitar. Y una vez que hemos establecido fuertemente los principios, es necesario mantenerse firme en ellos.

Propósito
Restar importancia a mis puntos de vista, para estar más abierto a la opinión de los demás.

Diálogo con Cristo 
Jesús, frecuentemente soy escéptico y desconfío en que puedo alcanzar la santidad, porque no me dejo transformar por tu gracia y no cumplo la voluntad de Dios. Por eso te pido, hoy, que abras mi espíritu, mi corazón, mi entendimiento, para que sepa reconocerte siempre y darte el lugar que te corresponde en mi vida.

LOS SANTOS DE HOY: LUNES 26 DE AGOSTO DEL 2015

Emilia de Vialar, SantaEmilia de Vialar, Santa
Fundadora, 24 de agosto
María Encarnación Rosal, BeataMaría Encarnación Rosal, Beata
Fundadora, 24 de agosto
Fortunato Velasco Tobar, BeatoFortunato Velasco Tobar, Beato
Sacerdote y Mártir, 24 de agosto
Miroslav Bulešić, BeatoMiroslav Bulešić, Beato
Sacerdote y Mártir, 24 de agosto
Audeno de Rouen, SantoAudeno de Rouen, Santo
Obispo, 24 de agosto
Juana Antide Thouret, SantaJuana Antide Thouret, Santa
Fundadora, 24 de agosto
Bartolomé, SantoBartolomé, Santo
Apóstol, 24 de agosto

SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL, 26 DE AGOSTO


Bartolomé, Santo
Apóstol, 24 de agosto
Fuente: Centro de Espiritualidad Santa María 




Apóstol y Mártir

Martirologio Romano: Fiesta de san Bartolomé, apóstol, al que generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle y lo agregó a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I)

Etimológicamente: Bartolomé = hijo de Tolomé” (Bar =hijo. Tolomé = “cultivador y luchador”).. Viene de la lengua hebrea.

Breve Biografía
A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios") Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida.

El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"

Una revelación que lo convenció.

Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

Oración

Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable día con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén

¡Felicidades a los Bartolomés!

domingo, 23 de agosto de 2015

LOS SANTOS DE HOY: DOMINGO 23 DE AGOSTO DEL 2015

Tidfil, SantaTidfil, Santa
Patrona de Merthyr, 23 de agosto
Cipriano José (Julián Iglesias Bañuelos), BeatoCipriano José (Julián Iglesias Bañuelos), Beato
Religioso y Mártir, 23 de agosto
Serafina de Ochovi, BeataSerafina de Ochovi, Beata
Mártir, 23 de agosto
Resario de Soano, BeataResario de Soano, Beata
Mártir, 23 de agosto
Ladislao Findysz, BeatoLadislao Findysz, Beato
Sacerdote y Mártir, 23 de agosto
Felipe Benizi (o Benicio), SantoFelipe Benizi (o Benicio), Santo
Servita, 23 de agosto

SAN FELIPE BENIZI O BENICIO, SERVITA, 23 DE AGOSTO


Felipe Benizi (o Benicio), Santo
Felipe Benizi (o Benicio), Santo


Servita, 23 de agosto 


Fuente: www.aciprensa.com 



Sacerdote

Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro (1285).

El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.

Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: "Acércate y sube a este carro".

Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: "Felipe, acércate y sube a este carro", tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: "Felipe, acércate y sube a este carro". Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.

Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.

En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.

En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.

Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 23 DE AGOSTO DEL 2015


¿También ustedes quieren marcharse?
Tiempo Ordinario



Juan 6, 55. 60-69. Domingo 21o.Tiempo Ordinario B. Maestro, ¿a quién vamos a seguir si no te seguimos a ti? Tú tienes palabras de vida eterna. 


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 21a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 23 al sábado 29 de agosto 2015.
---------------
Del santo Evangelio según san Juan 6, 55. 60-69
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?... «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» 

Oración introductoria

Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstrame el sentido profundo de la oración, dispón mi espíritu para rezar con fe. Ayúdame a orar con la esperanza que nunca defrauda y en la caridad que no espera recompensa, porque quiero crecer en mi amor y ser fiel. No quiero dejar nunca a Jesús, que tiene la Palabra que me muestra el camino para la vida eterna.

Petición
Señor, que sea fiel a tu gracia. Lléname de tu amor.

Meditación del Papa Francisco
Las Bienaventuranzas de Jesús son portadoras de una novedad revolucionaria, de un modelo de felicidad opuesto al que habitualmente nos comunican los medios de comunicación, la opinión dominante. Para la mentalidad mundana, es un escándalo que Dios haya venido para hacerse uno de nosotros, que haya muerto en una cruz. En la lógica de este mundo, los que Jesús proclama bienaventurados son considerados “perdedores”, débiles. En cambio, son exaltados el éxito a toda costa, el bienestar, la arrogancia del poder, la afirmación de sí mismo en perjuicio de los demás.
Queridos jóvenes, Jesús nos pide que respondamos a su propuesta de vida, que decidamos cuál es el camino que queremos recorrer para llegar a la verdadera alegría. Se trata de un gran desafío para la fe. Jesús no tuvo miedo de preguntar a sus discípulos si querían seguirle de verdad o si preferían irse por otros caminos. Y Simón, llamado Pedro, tuvo el valor de contestar: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Si sabéis decir “sí” a Jesús, entonces vuestra vida joven se llenará de significado y será fecunda. (S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud, 2014).
Reflexión
El discurso eucarístico de Jesús llega a su fin. Pero, como hemos ido meditando en estas últimas semanas, cuando no se escuchan las palabras de nuestro Señor con fe, sino que se las interpreta de un modo humano, demasiado "carnal", "tierra-tierra", las cosas acaban mal. Querer interpretarlas al pie de la letra es un absurdo y una locura. Y es lo que les pasó a los judíos. Pero no por culpa de Jesús, sino por las malas disposiciones de sus oyentes. Ya El se lo había anunciado y les había insistido, más de una ocasión, en la necesidad ineludible de la fe. Pero fue inútil. Y ahí tenemos los resultados...: el escándalo, la deserción y el abandono del Señor: "Duras son estas palabras –concluyen escandalizados-. ¿Quién puede oírlas? Es inaceptable este discurso. ¿Cómo hacerle caso?".

Pero a nuestro Señor no le preocupa "la opinión pública", ese tirano que esclaviza a tantos hombres, incluso a aquellos que se consideran más inteligentes y libres. ¡Cuántos de nosotros somos víctimas de la opinión de los demás! Jesús no se retracta ni mitiga sus palabras para que sus discípulos no se le vayan. El quiere gente convencida, no admiradores fáciles, y menos aún aduladores engañosos y frívolos.

Se cuenta que cuando Cronwell hacía su entrada triunfal en Londres, alguien le hizo notar la enorme afluencia de pueblo que acudía de todas partes para verle. "La misma habría -respondió él fríamente- y mucha más aún para verme ahorcar". ¡Así de veleidosas son las multitudes! Jesús lo sabía muy bien y, por eso, no se dejaba impresionar por la respuesta de las masas: ni el aplauso de los hombres le hacía sentirse más "importante", ni se alteraba por la más o menos frecuente "impopularidad" de su mensaje. Por ello gozaba de tanta libertad de espíritu: porque no se peocupaba por lo que los demás pensasen de El.

Nuestro Señor sabía que mucha gente -incluso entre sus discípulos- no creía en El. Sabía que era piedra de escándalo para muchos y "signo de contradicción". Pero eso no lo amedrentaba ni le hacía echar marcha atrás: "¿Esto os hace dudar? ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?". Y enseguida invita a sus oyentes a "subir" otra vez a la esfera de la fe: "El espíritu es el que da la vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero algunos de vosotros no creéis". Volvemos otra vez a la primera condición, indispensable, para seguir a Jesús: tener FE en El, querer creer en El, tener el valor de jugarse el todo por el todo por El.

En la santa Misa, inmediatamente después de la consagración, el sacerdote dice: "Mysterium fidei, ¡Este es el sacramento de nuestra fe!". Y enseguida toda la asamblea aclama: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!". La Eucaristía es, ante todo, un misterio y un sacramento de fe en la Pasión, muerte y resurrección del Señor. Juan Pablo II, en su última encíclica, dedicada al tema de la Eucaristía, nos dice que estas palabras se refieren a Cristo en el misterio de su Pasión, pero revelan también el misterio de la Iglesia. Ella, en efecto, tiene su fundamento y su fuente en el "Triduo pascual", pero éste está como incluido, anticipado y "concentrado" en el don de la Eucaristía.

Pero tener fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios, ni creer solamente en los dogmas y verdades que nos enseña la Iglesia Católica. Creer es confiar ciegamente en Jesús, entregarse a El, ponerse en sus manos, sabiendo que con El estamos seguros, en medio de todas las dificultades de la vida. Como la historia de aquel equilibrista de Nueva York. Para sus espectáculos solía atar un cable entre dos edificios, a gran altura, y luego caminaba por dicho cable con una barra de equilibrio. Al bajar, era ovacionado por todo el mundo. En una ocasión, durante uno de sus espectáculos, dice a los presentes: "Subiré nuevamente, pero ahora con una carretilla. Sólo necesito que crean que lo puedo hacer". Hay un silencio sepulcral entre la multitud. Al fin, uno grita: "Sí, adelante, yo creo que tú puedes". A lo cual el equilibrista responde: "Si en verdad crees que lo puedo hacer, ¡ven y súbete en la carretilla!"... Algo así es la fe.

¿Serías capaz de subirte tú a la carretilla con Jesús? Si de verdad creemos en Cristo, debemos ser capaces de hacerlo, sin pensarlo dos veces. El no falla. Sólo entonces podremos afirmar, como Pedro al final del discurso de Jesús: "Maestro, ¿a quién vamos a ir si no te seguimos a ti? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos que tú eres el Mesías, el Santo de Dios".

Propósito
Visitar al Santísimo sacramento para confirmar mi fe y mi fidelidad a Dios, además de agradecerle su amor.

Diálogo con Cristo 
Señor, tengo necesidad de ti, de tu gracia, de tu amor, de tu amistad, de tu protección y de tu perdón. No permitas que me separe de ti. Dame tu ayuda y tu gracia para vivir unido a ti en todo momento: que inicie mi día poniéndome humildemente ante tu presencia, que te recuerde y te visite durante la jornada y que no me duerma sin agradecerte tu amor.


 
Preguntas o comentarios al autor  P. Sergio Cordova LC

viernes, 21 de agosto de 2015

¿QUIÉN FUE EL PAPA SAN PÍO X?


¿Quién fue el papa San Pío X?
S.S. San Pío X (1903-1914)


Anhelaba la paz mundial, y sabía que sólo en Cristo ésta podía ser verdadera y duradera


Por: P. Jürgen Daum | Fuente: www.newevang.org 



I. Breve biografía

Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe Melchiorre Sarto vino al mundo el 2 de junio de 1835 en Riese, Italia. Desde pequeño se mostró muy afanoso para los estudios, siendo esa inquietud la que le llevaría a aprovechar muy bien la enseñanza del catecismo. Por entonces, y desde que ayudaba al párroco como monaguillo, el travieso "Beppi" ya les decía a sus padres una frase que reiteraría con frecuencia: «quiero ser sacerdote». Con el tiempo este deseo que experimentó desde niño no haría más que afianzarse y madurar en un ardiente anhelo de responder al prístino llamado del Señor.

Así pues, en 1850 ingresaba al seminario de Padua, para ser ordenado sacerdote del Señor el 18 de setiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose —además de su gran caridad para con los necesitados— por sus ardorosas prédicas. Por ellas el padre Giuseppe atraía a muchas "ovejas descarriadas" hacia el rebaño del Señor. Sus oyentes percibían el especial ardor de su corazón cuando hablaba de la Eucaristía, o la delicadeza y ternura cuando hablaba de la Virgen Madre, o recibían también sus paternales correcciones cuando se veía en la obligación de reprender con firmeza ciertas faltas o errores que deformaban la vida de caridad que debían llevar entre sí.

Ya desde el inicio de su sacerdocio Giuseppe daba muestras de ser un verdadero hombre de Dios. El fuerte deseo de hacer del Señor Jesús el centro de su propia vida y de la de aquellos que habían sido puestos bajo su cuidado pastoral, le llevaba a darlo todo y darse todo él a los demás. Ningún sacrificio era muy grande para él cuando la caridad así se lo requería.

Luego de trabajar en Treviso (1875 a 1884) como canciller y como director espiritual del seminario, el padre Sarto sería ordenado Obispo para la diócesis de Mantua. Como Obispo se distinguiría también —y de modo ejemplar— por la práctica de la caridad.

En 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. Al igual que en Tómbolo-Salzano, en Treviso y en Mantua luego, el ahora Patriarca de Venecia daría muestras de ser un celoso pastor y laborioso "jornalero" en la viña del Señor. En ningún momento cambió su modo de ser: siempre sencillo, siempre muy humilde, siempre ejemplar en cuanto a la caridad. Es más, a mayor "dignidad" dentro de la Iglesia (primero como obispo, luego como cardenal), mayor era el celo con el que se esmeraba en la práctica de las virtudes cristianas, especialmente en el humilde servicio para con quienes necesitasen —de una o de otra forma— de su pastoral caridad.

Al tránsito de S.S. León XIII, acaecido el 20 de julio de 1903, el Cardenal Giuseppe Sarto sería el nuevo elegido por el Espíritu Santo para guiar la barca de Pedro.


II. Su pontificado

Cuentan los hagiógrafos que, cuando al tercer día de Cónclave ninguno de los Cardenales alcanzaba aún la mayoría necesaria para su elección, el Cardenal Sarto hizo lo imposible —dicen que lloraba como un niño— por disuadir a los Cardenales electores de que no le tomasen en cuenta, cuando cada vez más miradas empezaron a volverse hacia este sencillo "Cardenal rural" (como le gustaba decir de sí mismo). Así pues, repentinamente lo imprevisto e inesperado —¡para él y para todos!— comenzaba a vislumbrarse en el horizonte: la posibilidad —para él "el peligro"— de ser él el elegido para suceder a León XIII en la Cátedra de Pedro.

Muchos, incluso aquellos que hasta entonces no le habían conocido aún muy bien, comprendieron que detrás de la sencillez y sincera humildad de este hombre —que tanto se negaba a la posibilidad por sentirse tan indigno— se hallaba una enorme potencia sobrenatural, así que, dóciles a las mociones del Espíritu divino, terminaron dándole a él su voto.

El Cardenal Sarto, luego de esta votación, se supo incuestionablemente llamado y elegido por Dios mismo: con docilidad, aceptó su evidente designio —expresado por la votación del colegio Cardenalicio reunido en Cónclave—, y pronunció estas palabras: «Acepto el Pontificado como una cruz. Y porque los Papas que han sufrido por la Iglesia en los últimos tiempos se llamaron Pío, escojo este nombre».

Al pronunciar su "sí", lleno de la humilde consciencia de su propia pequeñez e insignificancia, el Cardenal Giuseppe Sarto respondía decidida y fielmente al llamado que Dios le hacía. Desde ahora, como Papa, su vida estaría plenamente asociada al sacrificio del Señor en la Cruz, y él —asociándose amorosamente a su Cruz— manifestaba su total disposición para servir y guiar al rebaño del Señor hacia los pastos abundantes de la Vida verdadera. Su más hondo anhelo, aquél que como un fuego abrasaba su corazón, quedaría expresado en la frase-consigna de instaurarlo todo en Cristo: «¡Omnia instaurare in Christo!». Ése era el celo que consumía su corazón, celo que le impulsaba a querer «llevar todo el mundo al Señor». Con este fuego interior buscaría, pues, avivar también el ardor de muchos de los corazones de los hijos e hijas de la Iglesia, para, de este modo, llevar la luz y el calor del Señor al mundo entero.


Programa Pontificio

Su "programa pontificio" no buscaba ser otro que el del Buen Pastor: empeñado seriamente en alimentar, guiar y custodiar al humano rebaño que el Señor le encomendaba, así como buscar a las ovejas perdidas para atraerlas hacia el redil de Cristo.

En este sentido su primera encíclica nos da una muy clara idea de lo que el santo Papa buscaría desarrollar a lo largo de todo su pontificado:

E supremi apostolatus cathedra... eran las primeras palabras de esta "encíclica programática", en la que comenzaba compartiendo los temores que le acometieron ante la posibilidad de ser elegido como el próximo timonel de la Barca de Pedro. El no se consideraba sino un indigno sucesor de un Pontífice que 26 años había gobernado a la Iglesia con extraordinaria sabiduría, prudencia y pastoral solicitud: S.S. León XIII.

Una vez elegido, no le cabía duda alguna de que el Señor le pedía a él sostener firmemente el timón de la barca de Pedro, en medio de una época que se presentaba como muy difícil. En la mencionada encíclica su diagnóstico aparecerá muy preciso y certero: «Nuestro mundo sufre un mal: la lejanía de Dios. Los hombres se han alejado de Dios, han prescindido de Él en el ordenamiento político y social. Todo lo demás son claras consecuencias de esa postura».

Considerando estas cosas, el Santo Padre lanza entonces su programa. En él recuerda a todos, como hombre de Dios que es, que su misión es sobre todo la de apacentar el rebaño de Cristo y la de hacer que todos los hombres se vuelvan al Señor, en quien se encuentra el único principio válido para todo proyecto de convivencia social, ya que Él, en última instancia, es el único principio de vida y reconciliación para el mismo ser humano. Sentada esta sólida base, proclamó nuevamente en esta encíclica la santidad del matrimonio, alentó a la educación cristiana de los niños, exigió la justicia de las relaciones sociales, hizo recordar su responsabilidad de servicio a quienes gobiernan, etc.

La fuerza con la que S.S. Pío X quería contar para esta monumental tarea de instaurarlo todo en Cristo era la fuerza de la santidad de la Iglesia, que debía brillar en cada uno de sus miembros. Por eso llamó a ser colaboradores suyos, en primer término, a los hermanos en el sacerdocio: sobre todo en ellos —por ser "otros Cristos"— debía resplandecer fulgurante la llama de la santidad. Llamados a servir al Señor con una inefable vocación, habían de ser ellos los primeros en llenarse de la fuerza del Espíritu divino, pues "nadie da lo que no tiene", ¿y cómo podrían ellos, los especialmente elegidos para esa misión, instaurarlo todo en Cristo si no era el suyo un corazón como el corazón sacerdotal del Señor Jesús, ardiente en el amor y en la caridad para con los hermanos? Sólo con una vida santa podrían sus sacerdotes ser portadores de la Buena Nueva del Señor Jesús para todo su Pueblo santo.

Recordará entonces que es competencia de los Obispos, como principales y últimos responsables, el formar este clero santo. ¡Este era un asunto de la mayor importancia!, y por ello los seminarios debían ser para sus Obispos como "la niña de sus ojos": ellos deben mostrar un juicio certero para aceptar solamente a quienes serán aptos para cumplir con perpetua fidelidad las exigencias de la vocación sacerdotal; han de brindarles una preparación intelectual seria; han de educar a sus sacerdotes para que su prédica constituya un verdadero alimento para los feligreses, y para que sean capaces de llevar adelante una catequesis seria para alejar la ignorancia religiosa de los hijos de la Iglesia; han de enseñarles —con el ejemplo— a vivir una caridad pastoral sin límites; han de educarlos en el amor a una observante disciplina; y como fundamento de todo, han de habituarlos a llevar una sólida y profunda vida espiritual.

El Santo Padre, para esta gran tarea de renovación en Cristo, fijó sus ojos asimismo en los seglares comprometidos: siempre fieles a sus obispos, los exhortaba a trabajar por los intereses de la Iglesia, a ser para todos un ejemplo de vida santa llevada en medio de sus cotidianos afanes.


Un impulso renovador

La fuerte preocupación del Papa por la santidad de todos los miembros de la Iglesia es lo que le llevaría a impulsar algunas reformas al interior de la misma.

El clero. Ya hemos hablado de la honda preocupación que sentía el Santo Pontífice por la santidad de los sacerdotes. Él mismo, con el ejemplo, se esforzó porque los clérigos cumpliesen cuidadosamente con las obligaciones propias de su estado, respondiendo de la mejor manera posible al don recibido de lo Alto, por la imposición de manos del Obispo. El sentido del deber y el ardiente amor al Señor debían llevarles a asumir con radical amor y fidelidad sus responsabilidades, y ése precisamente era el testimonio que él mismo daba a los clérigos. A esta preocupación se debió la reforma de los seminarios, así como la institución de numerosas bibliotecas eclesiásticas.

Música sagrada y liturgia. Es conocido el gran amor por la música sagrada que desde niño acompañaba al Santo Padre, cosa que se manifestó también inmediatamente en su pontificado: famoso es el Motu proprio que firmaba ya a los tres meses de su elección. En él daba a conocer algunas normas que renovaban la música eclesiástica. Su Santidad Pío X promovió, asimismo, la reforma de la liturgia de las horas.

El "Papa de la Eucaristía". Su gran amor a la Eucaristía y la conciencia del valor de la Presencia Real del Señor Jesús en el Santísimo Sacramento le llevaron a permitir la comunión diaria a todos los fieles, así como a cambiar la costumbre de la primera comunión: en adelante los niños podría recibir el Santísimo Sacramento cuando tuviesen ya uso de razón, a partir de los 7 años.

En 1905 la Sagrada Congregación del Concilio abría las puertas a la Comunión frecuente. La razón de esta disposición, promovida por el Santo Padre, la encontramos en estas palabras: «La finalidad primera de la Santa Eucaristía no es garantizar el honor y la reverencia debidos al Señor, ni que el Sacramento sea premio a la virtud, sino que los fieles, unidos a Dios por la Comunión, puedan encontrar en ella fuerza para vencer las pasiones carnales, para purificarse de los pecados cotidianos y para evitar tantas caídas a que está sujeta la fragilidad humana».

El Catecismo de San Pío X. Cuando niño Guiseppe había experimentado el gran beneficio de nutrir la fe —por medio de una buena enseñanza del catecismo— con las verdades reveladas y confiadas a la Iglesia para su custodia e interpretación. Sólo de este modo la persona, encendido el corazón en la verdad divina, podría vivir de acuerdo a ella en su vida cotidiana. Así, pues, como sacerdote, como obispo y luego como Papa, hizo todo lo posible por impulsar la enseñanza del Catecismo y por mantener la pureza de la doctrina. Bien sabía el Santo Padre que apartar la ignorancia religiosa era el inicio del camino para recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y perdiendo incluso.

Siempre apacentando la grey del Señor y velando por la pureza de la doctrina cristiana, S.S. San Pío X debió actuar con firmeza ante el modernismo. Importante en este sentido es la publicación del decreto Lamentabili (julio de 1907) por el que condenaba numerosas tesis exegéticas y dogmáticas —influenciadas por aquella herejía de moda—, y su encíclica Pascendi (setiembre de 1907) por la que condenaba otras tesis modernistas.

Un nuevo Código de Derecho Canónico. Cuando era obispo en Mantua, mons. Sarto ya se había manifestado como un jurista de peso. Por entonces publicó diversos artículos sobre la materia. En Venecia, como Patriarca, fundó en aquella diócesis una Facultad de Derecho. Elegido Papa, vio la necesidad y conveniencia de elaborar una nueva codificación de las leyes canónicas, adecuada a las circunstancias concretas que por entonces se vivían. Esta labor monumental, a la que daría impulso a pocos meses de iniciado su pontificado, hallaría su culminación recién el año 1917, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XV.

Empuje misionero. Su gran celo por difundir el Evangelio de Jesucristo a los que aún no lo conocían le llevó a dar un gran impulso a la actividad misionera de la Iglesia. En esta misma línea, incentivó la formación de seminarios regionales.

Otras iniciativas. Entre otras iniciativas el Papa Pío X impulsó una reforma de la curia romana, encomendó la revisión de la Vulgata a los benedictinos (1907), fundó el Pontificio Instituto Bíblico en Roma (1909) y dio inicio a la publicación de la llamada Acta Apostolicae Sedis (1909), que aún hoy es la publicación oficial que trae los documentos pontificios.


Firmeza en la persecución

Durante su pontificado se consuma en Francia (1905) la separación de Iglesia y Estado. Éste sería un capítulo muy doloroso para el Santo Padre. Sin transigir en lo más mínimo ante las presiones de un Estado que quería subyugar a la Iglesia de Cristo, alentó a sus pastores y demás fieles franceses a no temer ser despojados de todos sus bienes y derechos. El Papa sufrió mucho por esta nueva persecución desatada contra la "hija predilecta", la Iglesia de Francia, y se conmovió hondamente por la respuesta de fiel adhesión de los obispos.

Años después aquél mal ejemplo sería seguido: en España (1910) y en Portugal (1911) también se daría la definitiva separación entre la Iglesia y el Estado.


Propulsor de la paz ante los sucesos mundiales

S.S. San Pío X anhelaba la paz mundial, y sabía que sólo en Cristo ésta podía ser verdadera y duradera. Fue su más ardiente deseo el ayudar a evitar la primera gran guerra europea, que él veía venir con tanta claridad: mucho tiempo atrás, había predicho que estallaría en 1914. «Gustoso daría mi vida, si con ello pudiera conseguir la paz en Europa», había manifestado en una oportunidad.

El 2 de agosto de 1914, ante el inminente estallido de la guerra, el Santo Padre instaba —en un escrito dirigido a los católicos de todo el mundo, y como un último y denodado esfuerzo por obtener el don de la paz— a poner los ojos en Cristo el Señor, Príncipe de la Paz, y a suplicarle insistentemente por la paz mundial.

Ejemplo de virtudes

Humilde, muy humilde era aquel Papa que en su "Testamento espiritual" dejaría escrito a sus hijos e hijas: «Nací pobre, he vivido pobre, muero pobre». Se trataba, ciertamente, de una pobreza que iba más allá de lo puramente material: Giuseppe Sarto, dentro de los designios Divinos elegido sucesor de Pedro para gobernar la Iglesia del Señor, jamás se aferró a seguridad humana alguna, viviendo el desprendimiento en grado heroico, apoyado siempre en una total confianza en la Providencia divina.

A no pocos edificó su admirable testimonio de caridad y de amor al prójimo. Cuando a su puerta tocaba alguien que necesitaba de su ayuda, renunciaba incluso a lo que él necesitaba para alimentarse: su magnanimidad no tenía límites.

Sobrio y frugal en las comidas; amante de la limpieza y del orden; sencillo en sus vestidos; para nada amigo de recibir aplausos: así se mostró siempre Guiseppe, primero como presbítero, luego como Obispo y Cardenal, y también como Sucesor del Apóstol Pedro.


Modelo de un sacerdote dedicado al estudio y a la autoformación

Algunos sostienen que por la extrema modestia que mostraba se difundió la idea de que S.S. San Pío X, si bien era un hombre santo, era poco inteligente o no estaba muy bien preparado: hablaba siempre tan convencido de su propia insignificancia, de su falta de preparación, de su "condición rural", que muchos llegaron a tomarlo en serio. Sin embargo, la evidencia histórica muestra que la realidad estaba muy distante de aquella falsa idea.

El seminario de Padua conoció en Guiseppe a un joven bien dotado y muy aprovechado en los estudios: fue el más destacado alumno de su tiempo. Y si bien es cierto que a sus posteriores éxitos académicos —que también los tuvo— siguieron dieciocho años de intensa tarea pastoral, el Padre y luego Obispo Sarto nunca escatimó en recortar incluso algunas horas de descanso para dedicarlas al estudio: a costa de exigencia personal y disciplina jamás abandonó su propia formación, tan necesaria para nutrir su fe y para mejor poder responder a su misión de ser luz para los demás, maestro de la verdad. Los sermones, las conferencias, sus cartas pastorales, el mismo trato con las gentes, eran diversas ocasiones que le exigían gran dedicación en este importante asunto, y él así lo comprendió.

Además, dotado naturalmente con una insaciable curiosidad intelectual, ésta le llevaba a estudiar, escuchar, y buscar conocer. Años de formación en el silencio acompañaron su ministerio, iluminándolo, nutriéndolo, enriqueciéndolo, siempre abriéndole los horizontes para mejor conocer y comprender a aquellos a cuyos corazones quería acceder para iluminarlos con la verdad de Jesucristo, y ganarlos para Él.

En este sentido hay que añadir también que ya como Obispo y Cardenal era muy conocido por su versado manejo de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia.


Su amor a la Madre del Señor

Santa María estaba muy presente en el corazón de este Santo Papa: le gustaba llevar entre manos el santo Rosario. Diariamente visitaba la gruta de Lourdes, en los jardines Vaticanos. Interrumpía cualquier conversación para invitar a sus interlocutores al rezo del Angelus.

Como preparación inmediata para el acontecimiento del 50 aniversario de la proclamación de la Inmaculada Concepción publicó su encíclica Ad diem illum.


Un Papa elevado a los altares

Su tránsito a la Casa del Padre acaeció un 20 de agosto de 1914, poco antes del estallido de la llamada "primera guerra mundial". Muchos ya en vida, sin duda impresionados por esa personalidad serena con la que transparentaba el amor del Señor, y que él hacía tan concreto y cercano a todos, no dudaban en llamarlo "Papa santo". Con su característica sencillez y humildad, sin dejarse impresionar por tal calificativo, y haciendo uso de un juego de palabras, respondía con mucha naturalidad a quienes así lo llamaban que se equivocaban por una letra: «No "Papa santo" —decía él—, sino "Papa Sarto"».

Lo cierto es que a S.S. Pío X se le atribuyeron ya en vida muchos milagros. Asimismo, testimonios abundantes concordaban en afirmar que tenía el don de penetrar en lo más secreto de los corazones humanos, y de "ver" lo que en ellos había.

El 14 de febrero de 1923 se introducía su causa de beatificación, iniciándose un largo y exigente proceso que duraría hasta el 12 de febrero de 1951. En aquella fecha memorable el censor (quien hacía las veces de "fiscal") se hincaba a los pies de S.S. Pío XII para certificar que luego del rigurosísimo proceso podía pasarse a su beatificación, cuando Su Santidad así lo dispusiese. Estas fueron las emotivas palabras que, luego de su informe, pronunció el censor:

«Permitidme, pues, Beatísimo Padre, que, postrado humilde a sus pies, añada también mi petición, yo que procuré cumplir fielmente el cargo de censor que se me había encomendado; impulsado por la verdad, juzgo saludable y oportunísimo, y lo confieso abiertamente, que este ejemplo puesto auténticamente en el candelabro ilumine con el multiforme esplendor de sus virtudes no sólo a los fieles, sino también a los que viven en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y los atraiga y conduzca al reino de la verdad, de la unidad y de la paz».

S.S. Pío X fue elevado a los altares el 29 de Mayo de 1954, y de este modo, podemos decir, su ardiente deseo de instaurarlo todo en Cristo se prolonga, por su luminoso testimonio de vida y por su intercesión, por este y los siglos venideros.


III. Algunos de sus documentos más importantes

Tra le sollecitudini, Motu propio sobre la música sagrada (22 de noviembre de 1903).

Sacra tridentina Synodus, Decreto de la Sagrada Congregación del Santo Concilio soobre la Coomunión frecuente (20 de diciembre de 1905).

Lamentabili sine exitu, Decreto del Santo Oficio sobre los errores del modernismo, aprobado por el Papa (3 de julio de 1907).

Pascendi dominici gregis, Encíclica sobre las doctrinas de los modernistas (8 de setiembre de 1907).

Haerent animo, Constitución apostólica sobre la santidad del clero (4 de agosto de 1908).

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...