lunes, 10 de junio de 2013

BEATO JUAN PABLO II

El perfume de la santidad del beato de Juan Pablo II     
domingo, 01 de mayo de 2011 

Nos lo ha dicho el Papa Benedicto XVI: hace ya seis años, cuando la enfermedad suprema y final de Juan Pablo II, en los días de su agonía, de su muerte y de su entierro y funeral, todos percibíamos ya el “perfume” de su santidad.

¿Cuál era y es su aroma, su olor, su color, sus tonalidades? También a ello nos ha respondido el Papa Ratzinger: Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica.

Fue –sigue siendo- un fe fuerte, anclada en el encuentro personal con Jesucristo, nutrida de la oración personal y comunitaria, irrigada por la Palabra de Dios, lubricada por los sacramentos, acrisolada robustecida por los sufrimientos del alma y del cuerpo. Habla de nuevo Benedicto XVI: “El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente”. Su fe –bien templada y ardientemente afinada por su fervorosa piedad mariana- labró en él la humildad, la alegría y la mejor humanidad.


Fue –sigue siendo- la suya la fe generosa que sabe que solo dándose se crece, solo desparramándose se siembra. Fue la fe generosa por él esparcida durante sus doce primeros años de sacerdote sobre todo en quehaceres docentes, parroquiales y de pastoral juvenil y universitaria.

Aquella fe fuerte y generosa era todavía más necesaria durante los veinte años de su ministerio episcopal en Cracovia, la segunda ciudad y diócesis de la gran y sufrida nación polaca, a la que el marxismo comunista soviética quiso robar el alma, son sadismo, en el fondo similar, al empleado por el nazismo por robar su cuerpo.
Aquella fe fuerte y generosa de Karol Wojtyla fue revestida del vigor, del carisma y de la gracia de la fe apostólica tras su ordenación episcopal en 1958 y fue posterior elección como sucesor de San Pedro en 1978. Y estas tres dimensiones de la fe –fuerte, generosa y apostólica- se aunaron con prodigio proverbial y providencial durante más de los cinco lustros en que calzó las sandalias del Pescador e hizo de sus pasos –al comienzo vigoroso y atlético, al final débil, quebrado, quedo- camino para el hombre. Y todo ello desde la brújula de la verdad y servicio eclesial marcado por la gran tradición, el Concilio Vaticano II y los signos de los tiempos.

Este fue su perfume, su aroma, el olor de su santidad: su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad. En suma, un amor apasionado por Jesucristo y desde Él y por Él a todos y cada uno de los seres humanos. Por eso fue el Papa del pueblo, el Papa de todos. Por eso, el pueblo, por eso todos percibimos aroma, su fragancia, su perfume: Juan Pablo II, el beato Juan Pablo II, amó y sirvió hasta el final a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de todo anhelo de justicia y de paz. Fue uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibía y ofrecía en la Eucaristía.

¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Amén.
Jesús de las Heras Muela

Director de ECCLESIA y de ECCLESIA DIGITAL
























































 


IMÁGENES DE SANTA RITA DE CASIA























LAS ROSAS DE SANTA RITA DE CASIA


LAS ROSAS DE SANTA RITA DE CASIA
ORIGEN DE ESTA DEVOCIÓN 

Las Rosas de Santa Rita de Casia deben su origen al hecho de que Santa Rita, estando ya gravemente enferma en su convento de Casia y próxima a la muerte fue visitada por una pariente suya quien, al despedirse. juzgando que seria ya la última vez que habría de verla le preguntó si podía servirle en algo, a lo que Rita contestó: quiero que cuando llegues a Roca Porrena vayas al huerto de mi casa, cortes una rosa y me la traigas tan luego la obtengas.

Como era el tiempo de invierno y en aquel año de 1457 se estaba distinguiendo por la intensidad de su crudeza, la mujer creyó que Rita deliraba ya por su enfermedad y juzgando un desatino el encargo de la enferma, regresó a la villa sin acordarse para nada de la rosa; pero pasando junto al huerto de la casa de Rita, bien haya sido por curiosidad o por impulso sobrenatural, entró en él y vio con asombro que de la rama de un rosal medio cubierto por la nieve, pendía una rosa fresca y lozana; loca de alegría, la corta retorna a Casia y entrega a Rita la rosa deseada, que se conservó largo tiempo fresca despidiendo un intenso perfume.

Este hecho originó el que las Religiosas Agustinas de Casia acostumbrasen cubrir con rosas la urna en que yace el cuerpo incorrupto de Santa Rita, especialmente el 22 de mayo, aniversario de su piadosa muerte. Estas rosas eran distribuidas todos los años entre los bienhechores y amigos de Convento, los cuales las conservaban como preciosas reliquias. El Señor, que se complace en honrar a sus santos y en glorificar a sus siervos, quiso que, mediante las rosas que habían adornado el sepulcro de Santa Rita se verificaran curaciones milagrosas. Con este motivo se extendió muy pronto por todas partes la noticia de las rosas de la Santa, como también los muchos y extraordinarios favores, alcanzados por el contacto de estas rosas.

BENDICIÓN DE LAS ROSAS
En la actualidad y desde hace mucho tiempo, se bendicen las rosas solemnemente el 22 de mayo, con las oraciones consignadas en el ritual de la Orden Agustiniana, distribuyéndolas entre los fieles devotos. Son innumerables las gracias y favores obtenidos por intercesión de Santa Rita mediante el uso o contacto de estas rosas benditas. Consta que en el proceso de canonización de la Santa se presentaron muchos enfermos curados, quienes declararon haber recobrado la salud con las rosas de Santa Rita.

FINALIDAD DE ESTA DEVOCIÓN
El Ritual Agustiniano dice que estas rosas se usan para recobrar la salud de las enfermedades y para recibir la ayuda de Dios en cualquier necesidad. Como todos los Sacramentales, tiene la eficacia de la oración de la Iglesia y la de la fe de los fieles que las emplean.

MODO DE USARLAS (más común)
Para conseguir de Santa Rita una gracia, en especial la curación de alguna enfermedad, prepárese un té con los pétalos de las rosas benditas y récese durante nueve días seguidos un Padre Nuestro con Ave María y Gloria, considerando los sufrimientos que padeció Santa Rita durante su vida, en especial los que soportó a través de los quince años que llevó la espina de la Cruz en su frente.

Y a continuación las siguientes preces:

Antífona: Nadie que espera en Dios queda frustrado en sus esperanzas. Nada hay imposible a la fe con la oración.
Creo, Señor, pero auxilia mi fe y enséñame a orar.

Versículo: Señalaste, Señor, a tu sierva Santa Rita.

Responso: Con el sello de tu caridad y pasión.

ORACIÓN
Dios y Señor, que a la bienaventurada Santa Rita te dignaste dar tan abundante, gracia y que, por haberte imitado en el amor a sus enemigos, le concediste llevase en su corazón y en su frente las insignias de tu pasión; te rogamos nos concedas por su intercesión y por sus merecimientos, amar a nuestros enemigos, y con la espina de la compunción y del dolor contemplar los dolores de vuestra santísima Pasión: que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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