martes, 11 de junio de 2013

SANTA GERTRUDIS, MÍSTICA, 16 DE NOVIEMBRE



Autor: P. Felipe Santos
Gertrudis, Santa
Mística, 16 de noviembre

Gertrudis, Santa
Noviembre 16


Etimológicamente significa “ fiel defensora”. Viene de la lengua alemana.

Esta joven, modelo y patrona de las místicas, nació en Eisleben, Alemania, en 1256. Cuando contaba solamente 5 años se le confió su educación al monasterio benedictino de Helfta. La superiora del convento era su tía santa Matilde.

Encontró un clima espiritual tan bueno que se sintió plenamente feliz.

Mientras hacía sus estudios, demostró en todas las materias una inteligencia fuera de lo común.

Su salud no era lo buena que debiera haber sido. Le apenaba no poder asistir a las oraciones de comunidad. Sin embargo, ante su mala salud física mantuvo siempre y en todo instante un enorme equilibrio espiritual e intelectual.

Al llegar los años que van del 1291 hasta su muerte, comenzó para ella una época dorada a causa de las muchas revelaciones o visiones del cielo.

Menos mal que tuvo la suerte de escribirlas todas en cinco volúmenes, en los que cuenta su experiencia mística, es decir, su continua unión con Dios.

Su mística, por otra parte, no se basa en cosas raras sino simplemente en los misterios que cada día celebra la liturgia en honor del Señor y de la Virgen.

Se abrió plenamente a los deseos de Dios y rechazó toda clase de egoísmo estéril. Fue ella la que comenzó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Su tía Matilde le preguntó a Jesús:" Señor, fuera de la Santa Hostia, ¿dónde te puedo encontrar?" Y Jesús le respondió:"Búscame en el corazón de Gertrudis".

A la santa se le atribuyen cinco libros que componen el "Heraldo de la amorosa bondad de Dios"(Comúnmente llamados "Revelaciones de Santa Gertrudis"). El primero fue escrito por amigos íntimos de la santa después de su muerte, el segundo fue escrito por la santa y los restantes fueron compuestos bajo su dirección.

Sus escritos relatan visiones, comunicaciones y experiencias místicas. Habla de un rayo de luz, como una flecha, que procedía de la herida del costado de un crucifijo. Cuenta también que su alma, derretida como la cera, se aplicó al pecho del Señor como para recibir la impresión de un sello y alude a un matrimonio espiritual en el que su alma fue como absorbida por el corazón de Jesús. Enseña al mismo tiempo que "la adversidad es le anillo espiritual que sella los esponsales con Dios".

Murió en noviembre del año 1302.

Los Santos de hoy martes 11 de junio de 2013

Los Santos de hoy martes 11 de junio de 2013
 Bernabé, Santo
Apóstol, Junio 11
 Paola Frassinetti, Santa
Fundadora, Junio 11
 María Rosa Molas y Vallvé, Santa
Fundadora, Junio 11
 Esteban Bandelli, Beato
Dominico, Junio 11
 Ignacio Maloyan, Beato
Obispo y Mártir, 11 de junio
 Yolanda de Polonia, Beata
Duquesa, Junio 11
 Alicia de Schaerbeek, Santa
Virgen, Junio 11
 Hildegard Burjan, Beata
Madre de familia y política 

SAN BERNABÉ, APÓSTOL , JUNIO 11

Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Bernabé, Santo
Apóstol, Junio 11
 
Bernabé, Santo

Apóstol

“José, llamado por los Apóstoles Bernabé, que quiere decir hijo de consolación, levita, natural de Chipre, tenía un campo; lo vendió y llevó el dinero a los pies de los Apóstoles”. Así nos lo presentan los Hechos de los Apóstoles. Antiguas fuentes refieren que Bernabé, llamado Apóstol por Los mismos Hechos, aunque no pertenecía a los Doce, fue probablemente uno de los setenta discípulos de los que habla el Evangelio. En todo caso es una figura de primer plano en la fervorosa comunidad cristiana, que se formó en Jerusalén después dePentecostés. Los Apóstoles tenían mucho aprecio a Bernabé y lo escogieron para la evangelización de Antioquía.

Bernabé es el hombre de las grandes intuiciones. En Antioquía se dio cuenta inmediatamente de que ese era un terreno apto para sembrar la palabra de Dios. Fue a decirlo a Jerusalén y pidió la aprobación para ir en busca del neoconvertido Saulo, sacándolo de su retiro en Tarso. Así comenzó su extraordinaria asociación. Después de un año de trabajo, habían logrado tantas conversiones que “hicieron noticia”, como se diría hay en el lenguaje periodístico. Dicen los Hechos de los Apóstoles: “Por primera vez los discípulos tomaron el nombre de cristianos en Antioquía”.

Saulo, que ahora prefería usar el nombre romano de Pablo, y Bernabé, satisfechos por haber abierto el camino al anuncio evangélico entre los paganos, partieron hacia otros lugares. Primera etapa Chipre, patria de Bernabé, que había llevado consigo a su joven primo Juan Marcos, el futuro evangelista. Otra magnifica elección, aunque más tarde, al comienzo del segundo y más peligroso viaje misionero, el joven no estaba muy decidido y Pablo no creyó oportuno cambiar el programa, y prefirió separarse inclusive de Bernabé, que se quedó en Chipre.

Pablo y Bernabé, dos personalidades diferentes, que se complementan mutuamente. En Listra, al final del primer viaje misionero, durante la predicación Pablo notó la presencia de un pobre tullido. “Levántate y camina”, le dijo. Y el tullido quedó curado. “La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar: ¡Los dioses en forma humana han bajado hasta nosotros! Y a Bernabé lo llamaban Júpiter, y a Pablo Mercurio, porque era el más elocuente de los dos”. A Bernabé se le atribuye la paternidad de la Carta paulina a los Hebreos y de otro escrito, llamado El Evangelio de Bernabé, ahora perdido. Después que se separó de Pablo, no se tienen más noticias de Bernabé. Escritos apócrifos hablan de un viaje a Roma y de su martirio, hacia el año 70, en Salamina, por mano de los judíos de la diáspora que lo lapidaron.

lunes, 10 de junio de 2013

BEATO JUAN PABLO II

El perfume de la santidad del beato de Juan Pablo II     
domingo, 01 de mayo de 2011 

Nos lo ha dicho el Papa Benedicto XVI: hace ya seis años, cuando la enfermedad suprema y final de Juan Pablo II, en los días de su agonía, de su muerte y de su entierro y funeral, todos percibíamos ya el “perfume” de su santidad.

¿Cuál era y es su aroma, su olor, su color, sus tonalidades? También a ello nos ha respondido el Papa Ratzinger: Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica.

Fue –sigue siendo- un fe fuerte, anclada en el encuentro personal con Jesucristo, nutrida de la oración personal y comunitaria, irrigada por la Palabra de Dios, lubricada por los sacramentos, acrisolada robustecida por los sufrimientos del alma y del cuerpo. Habla de nuevo Benedicto XVI: “El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente”. Su fe –bien templada y ardientemente afinada por su fervorosa piedad mariana- labró en él la humildad, la alegría y la mejor humanidad.


Fue –sigue siendo- la suya la fe generosa que sabe que solo dándose se crece, solo desparramándose se siembra. Fue la fe generosa por él esparcida durante sus doce primeros años de sacerdote sobre todo en quehaceres docentes, parroquiales y de pastoral juvenil y universitaria.

Aquella fe fuerte y generosa era todavía más necesaria durante los veinte años de su ministerio episcopal en Cracovia, la segunda ciudad y diócesis de la gran y sufrida nación polaca, a la que el marxismo comunista soviética quiso robar el alma, son sadismo, en el fondo similar, al empleado por el nazismo por robar su cuerpo.
Aquella fe fuerte y generosa de Karol Wojtyla fue revestida del vigor, del carisma y de la gracia de la fe apostólica tras su ordenación episcopal en 1958 y fue posterior elección como sucesor de San Pedro en 1978. Y estas tres dimensiones de la fe –fuerte, generosa y apostólica- se aunaron con prodigio proverbial y providencial durante más de los cinco lustros en que calzó las sandalias del Pescador e hizo de sus pasos –al comienzo vigoroso y atlético, al final débil, quebrado, quedo- camino para el hombre. Y todo ello desde la brújula de la verdad y servicio eclesial marcado por la gran tradición, el Concilio Vaticano II y los signos de los tiempos.

Este fue su perfume, su aroma, el olor de su santidad: su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad. En suma, un amor apasionado por Jesucristo y desde Él y por Él a todos y cada uno de los seres humanos. Por eso fue el Papa del pueblo, el Papa de todos. Por eso, el pueblo, por eso todos percibimos aroma, su fragancia, su perfume: Juan Pablo II, el beato Juan Pablo II, amó y sirvió hasta el final a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de todo anhelo de justicia y de paz. Fue uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibía y ofrecía en la Eucaristía.

¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Amén.
Jesús de las Heras Muela

Director de ECCLESIA y de ECCLESIA DIGITAL
























































 


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