domingo, 27 de abril de 2014

FOTOGRAFÍAS DE LA CANONIZACIÓN DE JUAN PABLO II Y JUAN XXIII - DOMINGO 27 DE ABRIL DEL 2014
















































EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 27 DE ABRIL DEL 2014

Autor: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Tú también te llamas Tomás
Juan 20, 19-31. Pascua. Con la fe, nuestra vida será inmensamente dichosa, serena, sencilla y feliz. ¡Con Cristo resucitado!
 
Tú también te llamas Tomás
Del santo Evangelio según san Juan 20, 19-31

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Oración introductoria

¡Señor mío y Dios mío! Ten compasión de mí porque, como Tomás, hay ocasiones en que dudo de mi fe. En este domingo que me invitas a contemplar tu inmensa misericordia, que me muestras tu costado y tus llagas, y me invitas a experimentar tu cercanía por medio de la oración, no puedo más que decir: ¡Tú, Señor, eres mi Dios!

Petición

Te pedimos Señor que nos concedas la gracia de ser dignos de la bienaventuranza: "Dichosos los que crean sin haber visto" Con la fe, nuestra vida será inmensamente dichosa, serena, sencilla y feliz. ¡Con Cristo resucitado!

Meditación de SS Francisco

Jesús, después de la resurrección, se aparece a los apóstoles, pero Tomás no estaba allí: Ha querido que esperara una semana. El Señor sabe por qué hace las cosas. Y a cada uno de nosotros le da el tiempo que él piensa que es mejor para nosotros. A Tomás le ha concedido una semana. Jesús se revela con sus llagas. Todo su cuerpo estaba limpio, hermoso, lleno de luz, pero las heridas estaban y todavía están, y cuando el Señor venga en el fin del mundo, nos hará ver sus llagas. Tomás, para creer, quería meter sus dedos en aquellas llagas:
Él era un terco. Pero el Señor se ha servido de un terco para hacernos comprender algo más grande. Tomás ha visto al Señor, y fue invitado a meter el dedo en las llagas de los clavos; meter su mano en el costado; pero no dijo: "Es verdad: ¡el Señor ha resucitado!". ¡No! Ha ido más allá. Ha dicho: "¡Dios". Fue el primero de los discípulos en hacer la confesión de la divinidad de Cristo, después de la resurrección. Y lo adoró.
Cuál era la intención del Señor para hacerlo esperar: tomar también su incredulidad, no para llevarlo a la afirmación de la resurrección, sino a la afirmación de su divinidad. El camino hacia el encuentro con Jesús-Dios, son las llagas. No hay otro... (Cf. S.S. Francisco, 3 de julio de 2013, homilía en la capilla de Santa Marta). .

Reflexión

Hace tiempo tuve la oportunidad de asistir, en Roma, a una exposición de la obra pictórica de Caravaggio. Y de entre todos los cuadros, verdaderamente geniales, recuerdo uno que me llamó mucho la atención: la profesión de fe del apóstol Tomás ante Cristo resucitado. Nuestro Señor, vuelto a la vida después del Viernes Santo, se aparece en el Cenáculo a sus discípulos, con los signos evidentes de la crucifixión en sus manos y en sus pies. Y en esta pintura, Jesús resucitado muestra a Tomás su costado abierto por la lanza del soldado, invitándolo a meter su mano en el pecho traspasado. El apóstol, totalmente fuera de sí, acerca su dedo y su mirada confundida para contemplar de cerca las señales de la pasión de su Maestro y comprobar, de esta manera, la veracidad de su resurrección.

Personalmente, cuando yo leo el Evangelio de este domingo, me parece excesiva y empedernida la incredulidad de Tomás: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos -dice-, ni no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no creeré". ¡Demasiadas condiciones y exigencias para dar el paso de la fe!

Y, sin embargo, nuestro Señor, con su infinita bondad y comprensión, como siempre, condesciende con su apóstol incrédulo. Él no estaba obligado a complacer las exigencias y el capricho de su apóstol, pero lo hace para darle más elementos para creer. Le presenta las manos, los pies, el costado, y permite incluso que meta su dedo en la herida de su corazón. ¡A ver si así termina de convencerse! Ante la evidencia de los signos y la gran misericordia de su Maestro, Tomás queda rendido y conquistado, y concluye con una hermosísima profesión de fe, proclamando la divinidad de Jesús: "¡Señor mío y Dios mío!".

Esta fe, aunque grandiosa en su profesión, está muy lejos de ser perfecta, al haber sido precedida de tantas evidencias. Pero el Señor acepta, igualmente, su acto de fe y aprovecha para felicitar y bendecir a todos aquellos que creerían en Él sin haberlo visto.

Nosotros, como Tomás, somos duros, pragmáticos, rebeldes. Tomás es un perfecto representante del hombre de nuestro tiempo. De todos los tiempos. De cada uno de nosotros. ¡Cuántas pruebas exigimos para creer! ¡Cuántas resistencias interiores y cuánto empedernimiento antes de doblegar nuestra cabeza y nuestro corazón ante nuestro Señor! Exigimos tener todas las pruebas y evidencias en la mano para dar un paso hacia adelante. Si no, como Tomás, ¡no creemos! Como se dice vulgarmente, “no damos un paso sin huarache”.

Creemos a nuestros padres porque son nuestros padres y porque sabemos que ellos no nos pueden engañar; creemos al médico en el diagnóstico de una enfermedad, aun cuando no estamos seguros de que acertará; creemos a los científicos o a los investigadores porque saben más que nosotros y respetamos su competencia respectiva, aunque muchas veces se equivocan. Y, sin embargo, nos sentimos con el derecho y la desfachatez de oponernos a Dios cuando no entendemos por qué Él hace las cosas de un determinado modo… ¿Verdad que somos ridículos y tontos?

Nosotros nos comportamos muchas veces como el bueno de Tomás. Tal vez su incredulidad y escepticismo eran fruto de la crisis tan profunda en la que había caído. ¡En sólo tres días habían ocurrido cosas tan trágicas, tan duras y contradictorias que le habían destrozado totalmente el alma! Su Maestro había sido arrestado, condenado a muerte, maltratado de una manera bestial, colgado de una cruz y asesinado. Y ahora le vienen con que ha resucitado… ¡Demasiado bello para ser verdad! Seguramente habría pensado que con esas cosas no se juega y les pide que lo dejen en paz. Había sido tan amarga su desilusión como para dar crédito a esas noticias que le contaban ahora sus amigos…

A nosotros también nos pasa muchas veces lo mismo. Nos sentimos tan decepcionados, tan golpeados por la vida y tan desilusionados de las cosas como para creer que Cristo ha resucitado y realmente vive en nosotros. Nos parece una utopía, una ilusión fantástica o un sueño demasiado bonito para que sea verdad. Y, como Tomás, exigimos también nosotros demasiadas pruebas para creer.

Nuestra incredulidad es también fruto de la mentalidad materialista, mecanicista y fatuamente cientificista de la educación técnica y pragmática del mundo moderno, que se resiste a todo lo que no es empíricamente verificable. Exactamente igual que Tomás.

Pero la fe es, por definición, creer lo que no vemos y dar el libre asentimiento de nuestra mente, de nuestro corazón y de nuestra voluntad, a la palabra de Dios y a las promesas de Cristo, aun sin ver nada, confiados sólo en la autoridad de Dios, que nos revela su misterio de salvación. Esto nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica. Es lo que aprendimos desde niños. Es lo que nos dice también el capítulo 11 de la carta a los Hebreos. Y, sin embargo, ¡cuánto nos cuesta a veces confiar en Cristo sin condiciones!

Pero sólo Cristo resucitado tiene palabras de vida eterna y el poder de darnos esa vida eterna que nos promete. ¡Porque es Dios verdadero y para Él no hay nada imposible!

Acordémonos, pues, del apóstol Tomás y de la promesa de Cristo: "Dichosos los que crean sin haber visto". La fe es un don de Dios que transforma totalmente la existencia y la visión de las cosas.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Córdova LC 

    Los Santos de hoy domingo 27 de abril de 2014

    Los Santos de hoy domingo 27 de abril de 2014
     Zita de Lucca, Santa
    Virgen, Abril 27
     Nuestra Señora de Montserrat
    Advocación Mariana, 27 de abril 
     Jaime de Bitetto, Beato
    Franciscano, Abril 27
     María Antonia Bandrés y Elósegui, Beata
    Religiosa, Abril 27
     Hosanna de Kotor, Beata
    Dominica, Abril 27
     Nicolás Roland, Beato
    Presbítero y Fundador, 27 de abril

    SANTA ZITA DE LUCCA, VIRGEN, 27 DE ABRIL

    Autor: . | Fuente: Corazones.org
    Zita de Lucca, Santa
    Virgen, Abril 27
     
    Zita de Lucca, Santa

    Patrona de las sirvientas domésticas. Se le invoca también por las llaves perdidas.

    Nació cerca de Lucca, Italia en 1218 y murió en Lucca el 27 de abril de 1278.

    Su familia era pobre pero muy devota. Su hermana mayor entró en el convento cisterciense y su tío era ermitaño con fama popular de santidad. No tuvo dinero y ni siquiera se sabe su apellido. Sin embargo, logró lo único que es necesario para que la vida sea un verdadero éxito: la santidad.

    Para mantener a su familia, a los doce años de edad se hizo sirvienta de los Fatinelli, una familia rica de Lucca, y les sirvió el resto de su vida, por 48 años.

    Desde pequeña demostró un gran amor para con todos, especialmente los pobres y abandonados. Esto no agradaba mucho a la familia Fatinelli. Pero el Señor intervino. En una ocasión, Zita fue a servir a un necesitado dejando momentáneamente su trabajo en la cocina. Otros sirvientes se lo dijeron a la familia Fatinelli, pero cuando ésta fue a la cocina a investigar encontró a ángeles haciendo su trabajo. Desde aquel día le permitieron mas libertad para servir a los pobres. No por eso cesaron las burlas y los ataques de los otros sirvientes.

    Una vez que el hambre azotó la ciudad, Zita tenía la costumbre de repartir todo lo suyo, incluso su comida, con los pobres. Pero la necesidad era muy grande, por lo que repartió la despensa de granos de la familia con los pobres. Cuando la familia fue a investigar encontró la despensa repleta. Fueron muchos los incidentes milagrosos de su vida. En la víspera de Navidad, Zita encontró que en la puerta de la Iglesia de San Fredaino, un hombre que temblaba de frío. Ella tomó un valioso manto de la familia y se lo entregó, advirtiéndole que debía devolverlo después de la misa para que ella pudiese a su vez regresarlo a su dueño. Pero el hombre desapareció. Aquello fue demasiado para el Señor Fatinelli quién al próximo día montó en cólera contra Zita. Así estaba cuando un anciano vino a la puerta y devolvió el manto. La gente del pueblo interpretó que aquel anciano era un ángel, por lo que desde entonces la puerta de San Fredaino se llamó "El Portal del Angel".

    Zita tenía particular devoción por los prisioneros condenados a muerte.

    Murió a los 60 años e inmediatamente su culto se propagó especialmente en Palermo, Sicilia, otras partes de Italia e Inglaterra.

    Su cuerpo se venera en la capilla de Santa Zita de la Iglesia de San Fredaino, en Lucca, Italia

    Fue canonizada por S.S. León X el 5 de Septiembre de 1696.

    CANONIZACIÓN DE JUAN PABLO II Y JUAN XXIII, DOMINGO 27 DE ABRIL DEL 2014


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