San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Frailes Menores, precursor del Santo Nombre de Jesús y reformador de la Orden Franciscana. En nuestro tiempo, no habría pared sin que nuestro santo pintara el santo nombre de Jesús en ella. Propagó la devoción a la Eucaristía, llevando una tablilla donde mostraba un dibujo de la Eucaristía con rayos saliendo de ella y en medio, el anagrama: IHS - "Iesus Hominum Salvator".
Tal era la fuerza con que proclamaba el Santo Nombre de Jesús, llevándolo a todos lados, en pancartas, banderas y estandartes, que incomoda el status quo de las jerarquías de la Iglesia, suspendiéndolo como predicador. Pero san Juan de Capistrano le ayuda para arreglar su situación. El Papa entiende que el emblema, capitalizaría grandes devotos para Cristo.
Sin duda, El Espíritu Santo hablaba en él en cada predicación, por las innumerables conversiones que lograba. Fundó más de 200 monasterios. Infatigable evangelizador de pueblos y ciudades de Italia hasta que a los 63 años se le apareció san Pedro Celestino, que le avisa de su muerte cercana, la que acontece en la vigilia de la Ascensión. Muere en 1444 y seis años después es canonizado por el para Nicolás V.
Llevar el nombre de Jesús, es un honor y un deber para el cristiano. Llevando a Jesús en nuestro interior, de nuestros labios solo saldrán palabras de bendición. Y ya no solo como una coletilla de dichos antiguos, sino haciendo de Jesús, nuestro sello.
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