¿Para qué sirven los santos?
Los santos nos sirven como modelos a imitar en la vivencia de virtudes, son puntos de referencia
¿Para qué sirven los santos?
¿Es importante rezar a los santos? ¿Debemos venerarlos? ¿Por qué son santos?
Todos fuimos creados por Dios para ser santos.
Dios quiere que todos se salven (1Tm 2,4), pero para salvarse es necesario renunciar al pecado y seguir a Cristo con fe.
Veneración de los santos
Los primeros santos venerados fueron los discípulos de Jesús y los mártires (los que murieron por Cristo). Más tarde también se incluyó a los confesores (se les llama así porque con su vida "confesaron" su fe), las vírgenes y otros cristianos que demostraron amor y fidelidad a Cristo y a su Iglesia y vivieron con virtud heroica.
Con el tiempo creció el número de los reconocidos como santos y se dieron abusos y exageraciones, por lo que la Iglesia instituyó un proceso para estudiar cuidadosamente la santidad. Este proceso, que culmina con la "canonización", es guiado por el Espíritu Santo según la promesa de Jesucristo a la Iglesia de guiarla siempre (Cf. Jn 14:26, Mt 16:18). Podemos estar seguros que quien es canonizado es verdaderamente santo.
La Iglesia no puede contar la cantidad de santos en el cielo ya son innumerables y por eso celebra la Fiesta de todos los Santos. Solo se consideran para canonización unos pocos que han vivido la santidad en grado heroico. La canonización es para el bien de nosotros en la tierra y en nada beneficia a los santos que ya gozan de la visión beatífica (ven a Dios cara a cara). Los santos en el cielo son nuestros hermanos mayores que nos ayudan con su ejemplo e intercesión hasta llegar a reunirnos con ellos.
La devoción a los santos es una expresión de la doctrina de la Comunión de los Santos que enseña que la muerte no rompe los lazos que unen a los cristianos en Cristo. Los Protestantes rechazaron la devoción a los santos por no comprender la doctrina de la comunión de los santos. El Concilio de Trento (1545-63) reafirmó la doctrina católica.
Los santos interceden por nosotros. En virtud de que están en Cristo y gozan de sus bienes espirituales, los santos pueden interceder por nosotros. La intercesión nunca reemplaza la oración directa a Dios, quien puede conceder nuestros ruegos sin la mediación de los santos. Pero, como Padre, se complace en que sus hijos se ayuden y así participen de su amor. Dios ha querido constituirnos una gran familia, cada miembro haciendo el bien a su prójimo. Los bienes proceden de Dios pero los santos los comparten.
Los santos son modelos. Debemos imitar la virtud heroica de los santos. Ellos nos enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a nuestra mediocridad y a las desviaciones de la cultura. Por ejemplo, al ver cómo los santos aman la Eucaristía, a la Virgen y a los pobres, podemos entender hasta donde puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia. Al venerar a los santos damos gloria a Dios de quien proceden todas las gracias.
Sin duda hay quienes se desvían de una sana devoción y hasta existen personajes que son venerados popularmente al margen de la Iglesia y no son sino. Estos errores no justifican que se descuide la auténtica devoción sino mas bien resalta la importancia de la catequesis.
Santos patronos
Un santo puede ser declarado patrono de un país, diócesis o institución religiosa. También hay santos patronos de diferentes gremios y causas. Además, todos podemos elegir un santo patrono de nuestra devoción como modelo e intercesor.
La santidad consiste en la participación más íntima en la vida de Dios. Todos estamos llamados a la santidad: "vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial", (Mt 5,48). Algunos cristianos han reflejado con mayor heroísmo y coherencia cómo se puede vivir en perfecta sintonía con el Dios de la vida. No son superfluos los santos, pues nos ayudan a ver en la práctica cómo es posible dejarse poseer por el Espíritu Santo y vivir según las Bienaventuranzas.
Los santos, además de interceder por nosotros y concedernos favores, nos sirven como modelos a imitar en la vivencia de virtudes, como ejemplos de padres de familia, de misioneros, de católicos comprometidos, etc. Ellos no nos sobran, pero tampoco suplen a Dios. Son personas que han entregado su vida y que Dios nos los pone como puntos de referencia.
Autor: P. Jordi Rivero | Fuente: Corazones.org
Los santos viven e interceden, Dios hace el milagro
Boletín ¡Ser discípulos!, Aprende a defender tu Fe.
Los santos viven e interceden, Dios hace el milagro
En primer lugar, hay que destacar que todos en la Iglesia estamos llamados a interceder los unos por los otros, es decir, a pedir por las necesidades de los demás. Un despistado, malinterpretando la Palabra de Dios, podría decir que Jesús es el único intercesor o mediador entre Dios y los hombres, como dice la Biblia y que no hay otro intercesor fuera de El. Pero, hay que aclarar que cuando nosotros intercedemos, al hacerlo en el Nombre de Jesús, y al ser nosotros parte de su Cuerpo Místico, es El quien al fin de cuentas resulta siendo el intercesor. En todo caso veamos, las citas bíblicas que confirman lo que aquí afirmamos: que todos en la Iglesia podemos interceder por los demás:
Gn 18.31 Abraham insistió: ‘Sé que es una osadía de mi parte hablar así a mi Señor; pero, ¿y si se encuentran allí solamente…?’
Ex 32.30 ‘Voy a subir donde Yavé. Ojalá pueda obtener por ustedes el perdón de este pecado’
Nm 12.11,13 Aarón le dijo entonces a Moisés: ‘Te lo suplico, Señor, no nos hagas pagar este pecado’. Entonces Moisés suplicó a Yavé.
Nm 21.7 El pueblo fue a ver a Moisés y le dijo: ‘Hemos pecado… Ruega a Yavé por nosotros…’ Moisés oró por el pueblo.
1 Re 13.6 El rey dijo al hombre de Dios: ‘Por favor, suplica a Yavé, tu Dios, y ruega por mí, para que pueda doblar mi brazo’.
Jer 15.11 ¿No intercedí ante ti, por mis enemigos, en el tiempo de la desgracia y de la angustia? Tú lo sabes.
Jer 37.3 El rey Sedecías ordenó … que fueran donde el profeta Jeremías, con este recado: ‘Ruega por nosotros a Yavé’.
Jb 42.10 Yavé hizo que la nueva situación de Job superara la anterior, porque había intercedido por sus amigos.
Mt 8.5-6 Se le acercó (a Jesús) un capitán de la guardia, suplicándole: ‘Señor, mi muchacho está en cama, totalmente paralizado’.
Mt 15.23 Entonces sus discípulos se acercaron y le dijeron: ‘Atiéndela, mira como grita detrás de nosotros’.
Mt 20.20 Entonces la madre de Santiago y Juan se acercó con sus hijos a Jesús y se arrodilló para pedirle un favor.
Mc 7.26 Esta mujer era de habla griega y de raza sirofenicia, y pidió a Jesús que echara al demonio de su hija.
Mc 5.23 Al ver a Jesús, se postró a sus pies suplicándole: ‘Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore’.
Lc 7.4 Llegaron donde Jesús y le rogaron insistentemente, diciéndole: ‘Este hombre se merece que le hagas este favor’.
Jn 2.3 Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda … Entonces, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’.
Hch 8.24 Simón respondió: ‘Rueguen ustedes al Señor por mí, para que no venga sobre mí nada de lo que me han dicho’.
Rom 15.30 Pero les ruego, hermanos, en nombre de Cristo Jesús nuestro Señor y del amor, fruto del Espíritu, que recen a Dios por mí.
Ef 6.18 Perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.
2 Cor 1.10-11 (Dios) seguirá amparándonos, siempre que ustedes nos ayuden con sus oraciones. Sin son muchos los que piden por nosotros…
2 Cor 9.14 Rogarán a Dios por ustedes y les tendrán cariño por la maravillosa gracia que derramó sobre ustedes.
2 Cor 13.9 Y pedimos a Dios que ustedes lleguen a la perfección.
Fil 1.3-4 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes, es decir, en mis oraciones por todos ustedes a cada instante.
Col 1.3 En todo momento oramos por ustedes y damos gracias a Dios.
Col 1.9 Por eso, tampoco nosotros hemos cesado de rezar por ustedes.
Col 4.3 Oren también por nosotros, para que Dios nos dé palabras y pueda yo anunciar el misterio de Cristo.
Col 4.12 Es un buen servidor de Cristo Jesús que siempre está orando fervientemente por ustedes para que sean perfectos.
1 Tes 5.25 Hermanos, rueguen también por nosotros.
1 Tim 2.1 Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, sin distinción de personas.
2 Tes 1.11 Estos son nuestros pensamientos en todo momento mientras rogamos por ustedes.
2 Tes 3.1 Por lo demás, hermanos, rueguen por nosotros, para que la palabra del Señor prosiga su carrera y consiga el premio.
2 Tim 1.3 Doy gracias a Dios, a quien sirvo con conciencia limpia …, cuando constantemente te recuerdo en mis oraciones noche y día.
Hb 13.18,19 Rueguen por nosotros, … Les ruego encarecidamente que recen a Dios para que cuanto antes pueda volver a Uds.
Stgo 5.16 Recen unos por otros para que sean sanados. La súplica del justo tiene mucho poder con tal de que sea perseverante.
Encontramos también en la Biblia, que Dios concede perdón de pecados o bendiciones de todo tipo gracias a la intercesión de una persona santa:
Gn 20.7,17 ‘El rogará por ti y vivirás’… Entonces Abraham oró por Abimelec, y Dios curó a Abimelec, a su esposa y a sus esclavos.
Nm 14.20 Yavé respondió (a Moisés): ‘Ya que tú me lo pides, lo voy a perdonar’.
Nm 17.12-13 Aarón puso el incienso e hizo la expiación por el pueblo; se paró en medio de los muertos y de los vivos, y el flagelo se detuvo.
Jb 42.8 ‘Mientras que mi servidor Job rogará por ustedes… Los perdonaré en consideración a él’.
Los hermanos separados podrán objetar que sí se puede interceder; pero, sólo mientras estamos en esta vida mas no cuando la persona santa está en la otra vida. Para refutar esta posición, veamos lo que nos dice el libro de los Macabeos, donde encontramos que personas santas, ya muertas, pero que por su vida virtuosa están en presencia de Dios en el Cielo, siguen intercediendo por nosotros:
2 Mac 15.14 ‘Este es el que ama a sus hermanos, el que ruega sin cesar por el pueblo judío y por la Ciudad Santa. Es Jeremías, el profeta de Dios’.
2 Mac 15.12 (Judas) había visto a Onías, antiguo jefe de los sacerdotes. Este, con las manos levantadas, estaba orando por toda la comunidad judía.
Leamos; además, que incluso los ángeles y los poderes celestiales, presentan nuestras plegarias ante Dios en el Cielo, en otras palabras: interceden también por nosotros.
Tob 12.12 Cuando tú y Sara rezaban, yo presentaba tus oraciones al Señor.
Ap 5.8 Lo mismo hicieron los veinticuatro ancianos que tenían … copas llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.
Ap 8.3 Se le dieron muchos perfumes: las oraciones de todos los santos que iba a ofrecer en el altar de oro colocado delante del trono.
Ap 8.4 Y la nube de perfumes, con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios.
Por último, veamos en la Biblia, que los santos han realizado hechos prodigiosos y milagros, incluso después de muertos, porque ellos ya gozan de la presencia de Dios. Lo que podían realizar con el poder de Dios en esta vida, lo siguen realizando ahora con mayor razón, puesto que viven en la presencia continua de Dios:
2 Re 13.21 Tiraron el cadáver al sepulcro de Eliseo …, pero el hombre, al tocar los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso de pie.
Sir 48.13 Nada fue imposible para él (Eliseo) y hasta en el sueño de la muerte hizo obra de profeta.
Sir 48.14 (Eliseo) en vida hizo prodigios, y después de muerto, todavía obró milagros.
Por todas estas razones, es que los católicos creemos firmemente, cimentados en lo que nos dice la Palabra de Dios, que María, los ángeles y todos los santos; están viviendo en la presencia de Dios e intercediendo continuamente por nosotros, alcanzándonos, cuando así es la voluntad divina, las gracias que les pedimos. No son ellos quienes hacen el milagro, es Dios quien por aquella intercesión nos lo concede.
¿Suceden milagros usando reliquias?
Otra cosa que frecuentemente nos cuestionan los hermanos separados es el por qué nuestro respeto especial a vestimentas, utensilios o restos mortales, pertenecientes a alguna persona santa. En esto hay que responderles que no es que consideremos que dichas reliquias tienen un poder especial en sí mismas, pero sí creemos que Dios, por su poder y valiéndose de nuestra fe, las puede utilizar como medios para concedernos un milagro, una bendición, una gracia; siempre y cuando, lógicamente, vaya de acuerdo con su voluntad. En la Escritura, encontramos algunos ejemplos sobre el particular:
2 Re 13.21 Pero el hombre, al tocar los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso de pie.
Mt 14.36 Le rogaban que los dejara tocar al menos el fleco de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron totalmente sanos.
Mc 5.28-29 ‘Si logro tocar aunque sea su ropa, sanaré’. Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana.
Mc 6.56 Ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto.
Hch 5.15 Para que por lo menos su sombra (de Pedro) cubriera a alguno de ellos.
Hch 19.12 Hasta el punto que imponían a los enfermos pañuelos o ropas que él (Pablo) había usado, y mejoraban.
Autor: Dr. Jorge Rodríguez
Bienaventuranzas para ser Santos
Bienaventurado si, en aquello que haces, no eres negativo: verás que hay muchas cosas positivas en ti.
Bienaventurado si, en lo que realizas, eres inconformista: porque experimentarás que la mano de Dios te empuja a superarte a ti mismo.
Bienaventurado si, en tu camino, no vives de espaldas a los demás: comprobarás que Dios te rodea con gente que te quiere.
Bienaventurado si, en lo que piensas, no buscas solamente tu beneficio personal: alcanzarás felicidad promoviendo el bienestar de los demás.
Bienaventurado si, allá donde trabajas, vas al fondo de las cosas: porque contribuirás a perfeccionar la creación del mismo Dios.
Bienaventurado si, en las pequeñas cosas de cada día, te mejoras y potencias a los demás: descubrirás que la santidad se talla con pequeños golpes.
Bienaventurado si, aún mirando al cielo, eres consciente de que tú puedes hacer algo por la tierra: te dará satisfacción el sembrar el amor de Dios en medio de los hombres.
Bienaventurado si, observando el mundo que te rodea, no te conformas con ser un mero autómata y pides ayuda de las alturas: tus fuerzas lejos de disminuir, serán inagotables por la presencia divina.
Bienaventurado si, ante tantas situaciones de miseria, tu corazón no se endurece: Dios recordará las veces en que fuiste sensible.
Bienaventurado si, en la soledad que te acecha, descubres la comunión con Dios y con tantos hombres y mujeres que te han precedido, sentirás en propia carne el secreto de aquellos que murieron con esperanza: Jesucristo.
Bienaventurado si, a pesar de los tropiezos, te mantienes en pie: te darás cuenta que la fidelidad es más auténtica cuando se prueba con las dificultades.
Bienaventurado si, contemplando los santos de madera, no te confundes con lo auténticamente importante: hay que tener buena madera para ser un buen santo.
Bienaventurado si, contemplando a los santos, no te desanimas: ellos también –en muchos sentidos- fueron como tú, de carne y hueso.
Bienaventurado si, rezando ante los santos, no miras demasiado arriba: ellos vivieron comprometidos en la cruda realidad de aquí abajo.
Bienaventurado si, pensando en los santos, no los ves demasiado lejos: porque forman parte de nuestra gran familia. La familia de los hijos de Dios.
Bienaventurado si, les das movimiento a los santos: porque lejos de estar muertos son motor para nuestra vida, ejemplo para nuestras obras, aliento para nuestras palabras.
Bienaventurado si, lejos de parecerte un imposible, descubres que la santidad puede cambiar tu vida: el Espíritu encontrará contigo un aliado perfecto para construir el reino de Dios en la tierra.
Bienaventurado si, lejos de sentirte un bicho raro, te ves original: Dios te hará ser luz en la oscuridad y punto de referencia en una sociedad donde se confunde todo.
Bienaventurado si, en la Eucaristía, encuentras una fuente para tu sed y alimento para tu hambre, porque edificarás tu vida en los mismos cimientos que los santos levantaron su propia existencia: el amor de Cristo.
Javier Leoz
De la necesidad de la intercesión de los santos y María Santísima
María quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas.
Por: Rafael Sanz Carrera | Fuente: Un blog de pensamiento cristiano
Seguimos con esta obrita de san Alfonso María de Ligorio, “El gran medio de la oración”. Además, estos días del Cónclave podemos acudir más a la Virgen María y a los santos para que nos concedan el Papa que la Iglesia necesita hoy.
Aquí aparece el lugar conveniente para tratar de la duda si es necesario también recurrir a la intercesión de los Santos para alcanzar las gracias divinas. (…) Pero volvamos a la duda que arriba nos atrevemos a exponer. ¿Hay verdadera obligación de invocar la intercesión de los Santos? No es mi propósito resolver aquí esta sutilísima cuestión. No quiero sin embargo dejar de exponer una doctrina del Angélico Doctor. (…) se propone a sí mismo con toda claridad la siguiente duda:
¿Debemos rogar a los Santos para que intercedan por nosotros? Hay un orden divinamente establecido en todas las cosas, según Dionisio Areopagita, y es que las últimas cosas vuelvan a Dios valiéndose de las intermedias. Y como los Santos ya están en la Patria y por tanto muy cerca de Dios, parece que está pidiendo el orden general establecido, que nosotros, que aún estamos con este cuerpo mortal y andamos peregrinando lejos de Dios, a Él volvamos por mediación de los Santos. Así sucede, cuando por ellos llegan hasta nosotros los efectos de la divina bondad, pues nuestra vuelta a Dios debe seguir en cierto modo el mismo proceso de la donación de su bondad, ya que los beneficios divinos llegan a nosotros por medio de los santos, así por medio de los mismos debemos volver a Dios. De aquí podemos concluir que cuando pedimos a los Santos que recen por nosotros, los constituimos intercesores y en cierto sentido mediadores nuestros.
Meditemos estas palabras del Angélico Doctor y veremos que según su doctrina el orden de la divina ley exige que nosotros, míseros mortales, nos salvemos por medio de los Santos, recibiendo de sus manos las gracias necesarias para nuestra salvación eterna. Como alguno puede objetar que parece superfluo acudir a los Santos, ya que Dios es infinitamente más misericordioso que ellos y más inclinado a socorrernos, responde el santo muy atinadamente que,si lo ha dispuesto así el Señor, no ha sido por falta de poder por parte suya, sino para conservar en todo el orden general establecido de obrar siempre por medio de las causas segundas. (…)
Y qué decir de De la intercesión de María Santísima.
Lo que hasta aquí llevamos dicho de la intercesión de los Santos puede decirse, pero con mucha mayor excelencia, de la intercesión de la Madre de Dios. Sus oraciones valen más que las de todo el paraíso. Da la razón Santo Tomás, diciendo que los santos, según su mérito, así es el poder que tienen de salvar a otros muchos; pero como Jesucristo y digamos lo mismo de su Divina Madre, tienen gracia tan abundante, por eso pueden salvar a todos los hombres. Lo dice así el Santo Doctor. Ya es cosa grande decir de un santo que tiene bastante gracia para salvar a muchos. Pero si pudiera decirse de alguno que la tenía tan grande que a todos los hombrespudiera dar la salvación sería la más grande alabanza. Mas ello solamente puede decirse de Jesucristo y de su Madre Santísima. San Bernardo hablando de la Virgen escribió estas hermosas palabras: Así como nosotros no podemos acercarnos al Padre sino por medio del Hijo, que es mediador de justicia, así no podemos acercarnos a Jesús si no es por medio de María que es la mediadora de la gracia y nos obtiene con su intercesión todos los bienes que nos ha concedido Jesucristo. En otro lugar saca el mismo santo de todo esto una consecuencia lógica, cuando dice que María ha recibido de Dios dos plenitudes de gracias: la primera, la encarnación del Verbo eterno, tomando carne humana en su purísimo seno; la segunda, la plenitud de las gracias que de Dios recibimos por su intercesión. Oigamos las palabras del mismo santo: Puso el Señor en María la plenitud de todos los bienes, y por tanto, si tenemos alguna gracia y alguna esperanza, si alguna seguridad tenemos de salvación eterna, podemos confesar que todo nos viene de Ella, pues rebosa de delicias divinas. Huerto de delicias es su alma y de allí corren y se esparcen suaves aromas, es decir, los carismas de todas las gracias.
Podemos por tanto asegurar que todos los bienes que del Señor recibimos, nos llegan por medio de la intercesión de María. ¿Qué por qué es así? Responde categóricamente San Bernardo: Porque así lo ha dispuesto el mismo Dios. Esta es su divina voluntad, son palabras de San Bernardo, que todo lo recibamos por manos de María. Pero San Agustín da otra razón y parece más lógica, y es que María es propiamente nuestra Madre; lo es, porque su caridadcooperó para que naciésemos a la vida de la gracia y fuéramos hechos miembros de nuestra cabeza que es Jesucristo. Pues Ella ha cooperado con su bondad al nacimiento espiritual de todos los redimidos, por eso ha querido el Señor que con su intercesión coopere a que tengan la vida de la gracia en este mundo, y en el otro mundo la vida de la gloria. Que por esto la Santa Iglesia se complace en llamar y saludarla con estas suavísimas palabras: Vida, dulzura y esperanza nuestra.
Nos exhorta San Bernardo a recurrir siempre a esta divina Madre, ya que sus súplicas son siempre escuchadas por su divino Hijo. Acudamos a María, exclama con fervoroso acento, lo digo sin vacilar…, el Hijo oirá a su Madre. A continuación añade: Hijos míos, Ella es la escala de los pecadores. Ella mi máxima esperanza, Ella, toda la razón de confianza del alma mía. La llama escala, porque así como no podemos subir el tercer escalón sin poner antes el pie en el segundo, de la misma manera nadie llega a Dios si no es por medio de Jesucristo, y a Jesucristo nadie llega sino por medio de María.
Y añade que es su máxima esperanza y el fundamento de su confianza porque Dios ha dispuesto que todas las gracias nos pasen por manos de María. Por esto concluye recordándonos que todas las gracias que queramos obtener, las pidamos por medio de María, porque Ella alcanza todo lo que quiere y sus oraciones jamás serán desatendidas. He aquí sus textuales palabras: Busquemos la gracia, y busquémosla por medio de María, porque halla todo lo que busca y jamás pueden ser frustrados sus deseos. No de distinta forma hablaba el fervoroso San Efrén: Sólo una esperanza tenemos, decía, y eres tú, Virgen purísima. San Ildefonso, vuelto a la misma celestial Señora, le hablaba así: La Majestad divina ordenó que todos sus bienes pasaran por tus manos benditas.
A Ti están confiados todos los tesoros divinos y todas las riquezas de las gracias. San Germán le decía todo tembloroso: ¿Qué será de nosotros si Tú nos abandonas, vida de todos los cristianos? San Pedro Damián: En tus manos están todos los tesoros de las misericordias de Dios. San Antonio: Quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas. San Bernardino de Siena: Tú eres la dispensadora de todas las gracias: nuestra salvación está en tus manos. En otro lugar llegó a afirmar el mismo santo que no tan sólo es María el medio por el cual se nos comunican todas las gracias de Dios sino que desde el día en que fue hecha Madre de Dios, adquirió una especie de jurisdicción sobre todas las gracias que se nos conceden. Sigue ponderando la autoridad de la Virgen con estas palabras: Por María, de la cabeza de Cristo, pasan todas las gracias vitales a su Cuerpo Místico.
El día en que siendo Virgen fue hecha Madre de Dios, adquirió una suerte de posesión y autoridad sobre todas las gracias que el Espíritu Santo concede a los hombres de este mundo, que nadie jamás obtendrá gracia alguna, sino según lo disponga esta Madre piadosísima. Y añade esta conclusión: Por tanto, sus manos misericordiosas dispensan a quien quiere dones, virtudes y gracias. Y lo mismo confirma San Bernardino de Siena con estas palabras: Ya que toda la naturaleza divina se encerró en el seno de María, no temo afirmar que por ello adquirió la Virgen cierta jurisdicción sobre todas las corrientes de las gracias, pues fue su seno el océano del cual salieron todos los ríos de las divinas gracias.
Por lo demás, si es cierto que le agrada al Señor que recurramos a los santos, mucho más le ha de agradar que acudamos a la intercesión de María para que supla Ella nuestra indignidad con la santidad de sus méritos. Así cabalmente lo afirma San Anselmo: para que la dignidad de la intercesora supla nuestra miseria. Por tanto, acudir a la Virgen no es desconfiar de la divina misericordia; es tener miedo de nuestra indignidad. Santo Tomás, cuando habla de la dignidad de María, no repara en llamarla casi infinita. Como es Madre de Dios tiene cierta especie de dignidad infinita. Y por tanto, puede decirse sin exageración que las oraciones de María son casi más poderosas que las de todo el cielo.
Pongamos fin a este primer capítulo resumiendo todo lo dicho y dejando bien sentada esta afirmación: que el que reza se salva y el que no reza se condena. (…)
10 frases de santos jóvenes demuestran que la santidad es posible a cualquier edad
La santidad no es una prerrogativa solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo cristiano
Por: Rafael Pérez del Solar | Fuente: Catholic.link
Desde que era niño mi abuela tenía la sana costumbre de llevarme siempre a misa dominical. Tengo que reconocer que en ese tiempo no entendía qué ocurría en la Eucaristía y me aburría bastante. Por ello, fui tomando la costumbre (para entretenerme) de observar esas grandes imágenes de madera o yeso que se ubicaban al lado del altar o en los pasillos laterales de la Iglesia. Eran todas de personas vestidas con hábito: sacerdotes, monjas y religiosos, con rostro serio y místico a la vez.
De esta forma, me hice una imagen de lo que era la santidad: un ideal muy bonito y noble, pero reservado para unos cuantos “elegidos” y que definitivamente implicaba ser sacerdote o monje, como mínimo.
Sin embargo, terminando mi adolescencia fui conociendo más a Dios y fui descubriendo poco a poco la riqueza de la Iglesia, su variedad de carismas y ¡la inmensa diversidad de santos que existían alrededor del planeta! Testimonios que encendieron en mí el ideal de que el cambio del mundo pasa por la santidad de cada uno y por testimoniar el Amor de Cristo.
El Papa Francisco nos explica lo que significa la santidad:
La santidad no es una prerrogativa solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo cristiano… Alguno piensa que la santidad es cerrar los ojos y poner caras, no eso no es santidad ¡La santidad es algo más grande que nos da Dios! Es exactamente viviendo con amor y ofreciendo el testimonio cristiano en las ocupaciones de todos los días donde estamos llamados a convertirnos en santos. Y cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el que se encuentra.
¡Qué importante se hace recordar y cuidar ese don de Dios, ese fuego inicial de quién se encuentra con Dios desde temprana edad! Y es que son los corazones jóvenes los que llevan consigo todo ese entusiasmo y fuerza para luchar por los ideales que El Señor ha sembrado en nuestros corazones.
Pier Giorgio Frassati, Chiara Luce Badano, Nennolina, María Goretti, Domingo Savio, Teresita de Lisieux, Jacinta y Francisco Marto, Laurita Vicuña, Santa Inés, y la Beata Imelda (¡y tantos otros santos jóvenes!), cada uno desde su propio estado de vida y edad y conscientes de sus propias fragilidades, fueron justamente jóvenes con un amor grandísimo por Dios, absolutamente convencidos de que el Amor a Jesús y a los demás es lo que realmente cambia los corazones y al mundo.
La santidad no es una prerrogativa solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo cristiano
Por: Rafael Pérez del Solar | Fuente: Catholic.link
Desde que era niño mi abuela tenía la sana costumbre de llevarme siempre a misa dominical. Tengo que reconocer que en ese tiempo no entendía qué ocurría en la Eucaristía y me aburría bastante. Por ello, fui tomando la costumbre (para entretenerme) de observar esas grandes imágenes de madera o yeso que se ubicaban al lado del altar o en los pasillos laterales de la Iglesia. Eran todas de personas vestidas con hábito: sacerdotes, monjas y religiosos, con rostro serio y místico a la vez.
De esta forma, me hice una imagen de lo que era la santidad: un ideal muy bonito y noble, pero reservado para unos cuantos “elegidos” y que definitivamente implicaba ser sacerdote o monje, como mínimo.
Sin embargo, terminando mi adolescencia fui conociendo más a Dios y fui descubriendo poco a poco la riqueza de la Iglesia, su variedad de carismas y ¡la inmensa diversidad de santos que existían alrededor del planeta! Testimonios que encendieron en mí el ideal de que el cambio del mundo pasa por la santidad de cada uno y por testimoniar el Amor de Cristo.
El Papa Francisco nos explica lo que significa la santidad:
La santidad no es una prerrogativa solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo cristiano… Alguno piensa que la santidad es cerrar los ojos y poner caras, no eso no es santidad ¡La santidad es algo más grande que nos da Dios! Es exactamente viviendo con amor y ofreciendo el testimonio cristiano en las ocupaciones de todos los días donde estamos llamados a convertirnos en santos. Y cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el que se encuentra.
¡Qué importante se hace recordar y cuidar ese don de Dios, ese fuego inicial de quién se encuentra con Dios desde temprana edad! Y es que son los corazones jóvenes los que llevan consigo todo ese entusiasmo y fuerza para luchar por los ideales que El Señor ha sembrado en nuestros corazones.
Pier Giorgio Frassati, Chiara Luce Badano, Nennolina, María Goretti, Domingo Savio, Teresita de Lisieux, Jacinta y Francisco Marto, Laurita Vicuña, Santa Inés, y la Beata Imelda (¡y tantos otros santos jóvenes!), cada uno desde su propio estado de vida y edad y conscientes de sus propias fragilidades, fueron justamente jóvenes con un amor grandísimo por Dios, absolutamente convencidos de que el Amor a Jesús y a los demás es lo que realmente cambia los corazones y al mundo.
¡Les dejo una pequeña reseña de cada uno para que nos animemos a conocer su vida y su ejemplo!
Nennolina fue una niña que iba a la escuela, y escribía cartas a Jesús que le dictaba a su mamá. Partió a la casa del Padre luego de una grave enfermedad, a los 7 años.
Domingo era monaguillo en la Misa dominical a la que asistía, formó parte del Oratorio de Don Bosco y aprendió desde pequeño a realizar sacrificios a la Virgen y a vivir la austeridad. Partió a la casa del Padre a los 14 años.
Pier Giorgio fue un joven laico de espiritualidad dominica que ayudaba a los necesitados y hacía montañismo con sus amigos. Partió a la casa del padre a los 24 años.
Chiara “Luce” fue una joven del Movimiento Focolar que jugaba tenis, hacía senderismo y natación. Partió a la casa del padre a los 18 años, tras sufrir un cáncer óseo y ofreciéndole a Jesús su enfermedad.
Imelda Lambertini fue una joven religiosa dominica del siglo XIV, que ingresa al convento a siendo aún niña y parte al encuentro con Dios luego de recibir su primera comunión a los 13 años.
Santa Inés fue una joven muy bella que decidió entregarle su vida y su virginidad a Dios. En tiempos de persecución en el siglo V, fue condenada a muerte tras descubrirse que era cristiana.
Laurita Vicuña asistía a una escuela salesiana y entregó su vida ofreciéndosela a Dios por la conversión de su madre que vivía una situación de pecado. Parte a la Casa del Padre a los 12 años tras escuchar el arrepentimiento de su madre.
Jacinta y Francisco fueron dos pequeños pastores testigos de las apariciones de la Virgen de Fátima. Parten a encontrarse con Dios y la Madre a los 9 y 10 años de edad respectivamente.
Teresita fue una joven monja carmelita, que desde los 14 años aprendió a ofrecer oraciones por los pecadores. Al año siguiente ingresa a la vida religiosa donde escribió su Historia de un Alma. Parte a la casa del Padre a los 24 años.
María Goretti fue una joven laica que padeció el martirio por defender su pureza y perdonando a su asesino antes de morir a los 11 años.
¿Cómo se hace un santo?
Los diez pasos necesarios, según la legislación canónica vigente, para los procesos de las Causas de los Beatos y de los Santos
¿Cómo se hace un santo?
Mayo de 2011
Los diez pasos necesarios, según la legislación canónica vigente, para los procesos de las Causas de los Beatos y de los Santos
1.- Para iniciar una causa es preciso que pasen al menos cinco años desde la muerte del candidato. Ello facilita mayor equilibro y objetividad en la valoración del caso, y permitir decantar las emociones del momento. Solo el Papa puede dispensar de este primer requisito, si se dan razones especiales.
2.- Debe ser clara entre el pueblo de Dios la convicción sobre la fama de santidad (“fama sanctitatis”) y sobre la eficacia de la intercesión del candidato ante el Señor (“fama signorum”).
3.- La instrucción que comienzo al proceso debe proceder del obispo de la diócesis donde ha muerto el candidato, la persona sobre la que se pide la beatificación. A partir de ahí, el grupo promotor de la causa (“actor causae”), que puede ser una diócesis, una parroquia, una congregación religiosa, una asociación, pide al obispo, a través del postulador, la apertura de la instrucción.
4.- Una vez presentada la causa, el obispo de la diócesis, obtenido el “nulla obsta” de la Santa Sede, constituye un tribunal diocesano especial.
5.- Este tribunal diocesano, constituido, al menos, por un juez, un promotor de justicia y un notario-actuario, han de llamar a los testigos presentados por la postulación o por el mismo tribunal para que testifiquen sobre hechos concretos y, si es posible, experiencias personales sobre cómo vivió su fe y cómo practicó las virtudes cristianas el candidato a la beatificación. En concreto, los testigos serán preguntados acerca de cómo vivió el candidato las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, templanza y fortaleza), así como las específicas del propio estado de vida del candidato. Además, el tribunal ha de reunir todos los documentos que conciernan al candidato. Una vez completada esta fase, al candidato le corresponde el tratamiento de siervo de Dios.
6.- Terminada la instrucción diocesana, las actas y documentación pasan a la Congregación para las Causas de los Santos, donde se elabora la copia pública que sirve para el trabajo posterior. El postulador, residente en Roma, sigue la dirección de un relator de la Congregación la preparación de la “positio”, que es la síntesis de los documentos que prueban el ejercicio heroico de las virtudes por parte del candidato.
7.- Presentada la “positio”, se somete al examen teológico de nueve teólogos que emiten su voto. Si el parecer de la mayoría de los teólogos es favorable, la causa pasa al examen de los cardenales y de los obispos miembros de la Congregación, que se reúnen dos veces al mes. Si el resultado es favorable, el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos pasa el proceso al Papa para que proceda, si corresponde, a su aprobación y autorice a la Congregación a redactar el decreto correspondiente de reconocimiento de virtudes heroicas. A ello sigue la lectura pública y la promulgación del decreto. Desde ese momento el candidato pasa a denominarse venerable siervo de Dios.
8.- El siguiente paso es el reconocimiento de un milagro atribuido a la intercesión del candidato. Este milagro ha de haberse producido después de su muerte. Se trata de una curación duradera y científicamente inexplicable después de que el enfermo en su persona y/o a través de las oraciones de otras personas se hayan encomendado al candidato a la beatificación. El milagro requerido es estudiado por una comisión de teólogos, una comisión médico-legal y finalmente por el consejo de cardenales y obispos miembros de la Congregación para las Causas de los Santos. Con estos vistos buenos, se procede a que el Papa apruebe el milagro y se emane el correspondiente decreto de reconocimiento de milagro.
9.- Promulgados los dos decretos –el de virtudes heroicas y el del milagro-, el Papa decide la beatificación, que es la concesión del culto público limitado a un ámbito particular de la Iglesia. Con la beatificación, al candidato le corresponde el título de beato.
10.- Para la canonización hace falta otro milagro atribuido a la intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación. Las condiciones y procesos para la verificación del milagro son las mismas que las seguidas para la beatificación. Mediante la canonización se concede el culto público en toda la Iglesia universal. Compromete la infalibilidad pontificia. Con la canonización corresponde el título de santo.
De la necesidad de la intercesión de los santos y María Santísima
María quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas.
Por: Rafael Sanz Carrera | Fuente: Un blog de pensamiento cristiano
Seguimos con esta obrita de san Alfonso María de Ligorio, “El gran medio de la oración”. Además, estos días del Cónclave podemos acudir más a la Virgen María y a los santos para que nos concedan el Papa que la Iglesia necesita hoy.
Aquí aparece el lugar conveniente para tratar de la duda si es necesario también recurrir a la intercesión de los Santos para alcanzar las gracias divinas. (…) Pero volvamos a la duda que arriba nos atrevemos a exponer. ¿Hay verdadera obligación de invocar la intercesión de los Santos? No es mi propósito resolver aquí esta sutilísima cuestión. No quiero sin embargo dejar de exponer una doctrina del Angélico Doctor. (…) se propone a sí mismo con toda claridad la siguiente duda:
¿Debemos rogar a los Santos para que intercedan por nosotros? Hay un orden divinamente establecido en todas las cosas, según Dionisio Areopagita, y es que las últimas cosas vuelvan a Dios valiéndose de las intermedias. Y como los Santos ya están en la Patria y por tanto muy cerca de Dios, parece que está pidiendo el orden general establecido, que nosotros, que aún estamos con este cuerpo mortal y andamos peregrinando lejos de Dios, a Él volvamos por mediación de los Santos. Así sucede, cuando por ellos llegan hasta nosotros los efectos de la divina bondad, pues nuestra vuelta a Dios debe seguir en cierto modo el mismo proceso de la donación de su bondad, ya que los beneficios divinos llegan a nosotros por medio de los santos, así por medio de los mismos debemos volver a Dios. De aquí podemos concluir que cuando pedimos a los Santos que recen por nosotros, los constituimos intercesores y en cierto sentido mediadores nuestros.
Meditemos estas palabras del Angélico Doctor y veremos que según su doctrina el orden de la divina ley exige que nosotros, míseros mortales, nos salvemos por medio de los Santos, recibiendo de sus manos las gracias necesarias para nuestra salvación eterna. Como alguno puede objetar que parece superfluo acudir a los Santos, ya que Dios es infinitamente más misericordioso que ellos y más inclinado a socorrernos, responde el santo muy atinadamente que,si lo ha dispuesto así el Señor, no ha sido por falta de poder por parte suya, sino para conservar en todo el orden general establecido de obrar siempre por medio de las causas segundas. (…)
Y qué decir de De la intercesión de María Santísima.
Lo que hasta aquí llevamos dicho de la intercesión de los Santos puede decirse, pero con mucha mayor excelencia, de la intercesión de la Madre de Dios. Sus oraciones valen más que las de todo el paraíso. Da la razón Santo Tomás, diciendo que los santos, según su mérito, así es el poder que tienen de salvar a otros muchos; pero como Jesucristo y digamos lo mismo de su Divina Madre, tienen gracia tan abundante, por eso pueden salvar a todos los hombres. Lo dice así el Santo Doctor. Ya es cosa grande decir de un santo que tiene bastante gracia para salvar a muchos. Pero si pudiera decirse de alguno que la tenía tan grande que a todos los hombrespudiera dar la salvación sería la más grande alabanza. Mas ello solamente puede decirse de Jesucristo y de su Madre Santísima. San Bernardo hablando de la Virgen escribió estas hermosas palabras: Así como nosotros no podemos acercarnos al Padre sino por medio del Hijo, que es mediador de justicia, así no podemos acercarnos a Jesús si no es por medio de María que es la mediadora de la gracia y nos obtiene con su intercesión todos los bienes que nos ha concedido Jesucristo. En otro lugar saca el mismo santo de todo esto una consecuencia lógica, cuando dice que María ha recibido de Dios dos plenitudes de gracias: la primera, la encarnación del Verbo eterno, tomando carne humana en su purísimo seno; la segunda, la plenitud de las gracias que de Dios recibimos por su intercesión. Oigamos las palabras del mismo santo: Puso el Señor en María la plenitud de todos los bienes, y por tanto, si tenemos alguna gracia y alguna esperanza, si alguna seguridad tenemos de salvación eterna, podemos confesar que todo nos viene de Ella, pues rebosa de delicias divinas. Huerto de delicias es su alma y de allí corren y se esparcen suaves aromas, es decir, los carismas de todas las gracias.
Podemos por tanto asegurar que todos los bienes que del Señor recibimos, nos llegan por medio de la intercesión de María. ¿Qué por qué es así? Responde categóricamente San Bernardo: Porque así lo ha dispuesto el mismo Dios. Esta es su divina voluntad, son palabras de San Bernardo, que todo lo recibamos por manos de María. Pero San Agustín da otra razón y parece más lógica, y es que María es propiamente nuestra Madre; lo es, porque su caridadcooperó para que naciésemos a la vida de la gracia y fuéramos hechos miembros de nuestra cabeza que es Jesucristo. Pues Ella ha cooperado con su bondad al nacimiento espiritual de todos los redimidos, por eso ha querido el Señor que con su intercesión coopere a que tengan la vida de la gracia en este mundo, y en el otro mundo la vida de la gloria. Que por esto la Santa Iglesia se complace en llamar y saludarla con estas suavísimas palabras: Vida, dulzura y esperanza nuestra.
Nos exhorta San Bernardo a recurrir siempre a esta divina Madre, ya que sus súplicas son siempre escuchadas por su divino Hijo. Acudamos a María, exclama con fervoroso acento, lo digo sin vacilar…, el Hijo oirá a su Madre. A continuación añade: Hijos míos, Ella es la escala de los pecadores. Ella mi máxima esperanza, Ella, toda la razón de confianza del alma mía. La llama escala, porque así como no podemos subir el tercer escalón sin poner antes el pie en el segundo, de la misma manera nadie llega a Dios si no es por medio de Jesucristo, y a Jesucristo nadie llega sino por medio de María.
Y añade que es su máxima esperanza y el fundamento de su confianza porque Dios ha dispuesto que todas las gracias nos pasen por manos de María. Por esto concluye recordándonos que todas las gracias que queramos obtener, las pidamos por medio de María, porque Ella alcanza todo lo que quiere y sus oraciones jamás serán desatendidas. He aquí sus textuales palabras: Busquemos la gracia, y busquémosla por medio de María, porque halla todo lo que busca y jamás pueden ser frustrados sus deseos. No de distinta forma hablaba el fervoroso San Efrén: Sólo una esperanza tenemos, decía, y eres tú, Virgen purísima. San Ildefonso, vuelto a la misma celestial Señora, le hablaba así: La Majestad divina ordenó que todos sus bienes pasaran por tus manos benditas.
A Ti están confiados todos los tesoros divinos y todas las riquezas de las gracias. San Germán le decía todo tembloroso: ¿Qué será de nosotros si Tú nos abandonas, vida de todos los cristianos? San Pedro Damián: En tus manos están todos los tesoros de las misericordias de Dios. San Antonio: Quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas. San Bernardino de Siena: Tú eres la dispensadora de todas las gracias: nuestra salvación está en tus manos. En otro lugar llegó a afirmar el mismo santo que no tan sólo es María el medio por el cual se nos comunican todas las gracias de Dios sino que desde el día en que fue hecha Madre de Dios, adquirió una especie de jurisdicción sobre todas las gracias que se nos conceden. Sigue ponderando la autoridad de la Virgen con estas palabras: Por María, de la cabeza de Cristo, pasan todas las gracias vitales a su Cuerpo Místico.
El día en que siendo Virgen fue hecha Madre de Dios, adquirió una suerte de posesión y autoridad sobre todas las gracias que el Espíritu Santo concede a los hombres de este mundo, que nadie jamás obtendrá gracia alguna, sino según lo disponga esta Madre piadosísima. Y añade esta conclusión: Por tanto, sus manos misericordiosas dispensan a quien quiere dones, virtudes y gracias. Y lo mismo confirma San Bernardino de Siena con estas palabras: Ya que toda la naturaleza divina se encerró en el seno de María, no temo afirmar que por ello adquirió la Virgen cierta jurisdicción sobre todas las corrientes de las gracias, pues fue su seno el océano del cual salieron todos los ríos de las divinas gracias.
Por lo demás, si es cierto que le agrada al Señor que recurramos a los santos, mucho más le ha de agradar que acudamos a la intercesión de María para que supla Ella nuestra indignidad con la santidad de sus méritos. Así cabalmente lo afirma San Anselmo: para que la dignidad de la intercesora supla nuestra miseria. Por tanto, acudir a la Virgen no es desconfiar de la divina misericordia; es tener miedo de nuestra indignidad. Santo Tomás, cuando habla de la dignidad de María, no repara en llamarla casi infinita. Como es Madre de Dios tiene cierta especie de dignidad infinita. Y por tanto, puede decirse sin exageración que las oraciones de María son casi más poderosas que las de todo el cielo.
Pongamos fin a este primer capítulo resumiendo todo lo dicho y dejando bien sentada esta afirmación: que el que reza se salva y el que no reza se condena. (…)
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Todos los Santos... que están en el Cielo
Todos los que están en la presencia del Señor son santos. Unos en los altares, otros anónimos, pero cerca del corazón del Padre Eterno.
Todos los Santos... que están en el Cielo
La Iglesia católica recuerda y venera, en este día, a todos los Santos que están en el Cielo.
El objeto de esta fiesta es agradecer a Dios por la gracia que ha concedido a sus elegidos y movernos a imitar sus virtudes y a seguir su ejemplo o a implorar la divina misericordia por la intercesión de tan poderosos abogados.
Todos los que están en la presencia del Señor son santos. Unos en los altares, otros anónimos pero no por eso menos cerca del corazón del Padre Eterno.
Hay santos de todas las edades, de todas las razas y condiciones sociales para mostrarnos que todos los hombres y mujeres podemos y somos capaces de ser santos. Unos nacieron en el lujo de los palacios y otros en humildes chozas. Unos fueron militares, otros comerciantes, magistrados, pescadores, monjas , religiosos, personas casadas, reyes, viudas, esclavos y hombres libres y pecadores.
Los hay que llegaron a la santidad por el martirio y los hay que se santificaron día a día con el cumplimiento de las cosas cotidianas, con las pequeñas cosas. Se santificaron en las circunstancias ordinarias de su vida: lo mismo en la prosperidad que en la adversidad, en la salud o en la enfermedad, en la riqueza o en la pobreza. Siempre supieron hacer, de las circunstancias de su vida un medio de santificación.
En esta fiesta como en las demás conmemoraciones de los santos, es Dios quién constituye el objeto supremo de Adoración y a El va dirigida fundamentalmente la veneración que tributamos a sus siervos, pues El es el dador de todas las gracias.
Nuestras oraciones a los santos no tiene otro objeto que el de pedir y alcanzar que intercedan por nosotros ante Dios, por consiguiente el fervor con que celebremos esta fiesta debería ser un culto de reparación por la tibieza con que dejamos pasar todas las fiestas religiosas del año.
Recordaremos a todos los seres queridos que se han ido y que por la gran misericordia y el amor infinito de Dios están en su presencia y pidámosles que ellos que ya están en el regazo de Padre, nos iluminen para seguir por el camino de salvación.
Mañana, día 2, la Iglesia pedirá por todos los que ya no están con nosotros por ser un día dedicado a los que terminaron su misión en la tierra y que la Iglesia le da el nombre de DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS y que todos conocemos como el Día de Muertos.
Para ellos, nuestro recuerdo lleno de amor y nuestras oraciones. Tal vez no todos han purificado su alma y aún están en la necesidad de nuestras misas y oraciones para llegar a la presencia del Señor, pero de todas maneras es bueno que no olvidemos y pidamos por aquellas almas más necesitadas, porque tal vez no tienen a nadie que en este día las recuerde....
Sin duda, porque así nuestra fe nos lo dice, creemos que los que se nos fueron, no han muerto, siguen viviendo con las potencias de su alma: memoria, entendimiento y voluntad, y por lo tanto su amor sigue haciéndolos estar cerca de nosotros para cuidarnos y guiarnos con más plenitud y profundidad que como lo pudieron hacer aquí en su vida terrena. La vida no termina al separarse el alma de su envoltura ... no morimos nos transformamos y el amor perdura por siempre, eternamente.
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