viernes, 17 de enero de 2020

SAN JOSÉ Y EL SENTIDO DE LA OBEDIENCIA EN UN MUNDO DONDE LA AUTORIDAD ES DESEO


San José y el sentido de la obediencia en un mundo donde la autoridad es el deseo


Por: Silvana Ramos | Fuente: Catholic-link.com




Este es un video que, personalmente, he disfrutado mucho. No solo porque conozco al artista y me emociona ver el camino que ha recorrido, sino por el tema que toca puntualmente y la explicación que hace sobre su vocación artística y que nos enseña, entre líneas, a esforzarnos por encontrar un significado a nuestras acciones y a nuestro talento en la vida. 

Rodrigo Banda nos presenta la escena de la Huída de José y María con el Niño hacia Egipto. Su interpretación no es solo artística, la acompaña una reflexión: la obediencia de José. Una obediencia que no cuestiona la autoridad de quien se lo manda, pues sabe que esta es incuestionable: el mandato viene de Dios mismo y siguiendo sus mandatos el éxito está garantizado.

«Hoy en día hay muchas propuestas para alcanzar el éxito. Pero me atrevería a decir que ninguna propone la obediencia como un camino hacia el éxito» (Rodrigo Banda).

En nuestros días dónde la autoridad máxima es el mandato de nuestros propios deseos, ¿cómo podríamos obedecer a alguien más que a nosotros mismos?

«Yo soy el señor y capitán de mi vida. De nada he de arrepentirme y a nadie tendré que pedir permiso». Bajo este pensamiento, ¿cómo podríamos entender la obediencia y más aun la obediencia como una virtud que nos puede conducir hacia el éxito, hacia la felicidad misma? Parece que hoy para someternos a una autoridad primero necesitamos estar convencidos de que el mandato dado responderá a un interés propio que no necesariamente tiene que ser bueno o moral sino que simplemente me interese. Es decir, si me conviene o me gusta, sigo el mandato, si no no lo sigo. Por ende, terminamos obedeciendo en primer lugar a nuestros propios deseos e intereses. La obediencia como virtud va desapareciendo y la autoridad se desconoce.

En la imagen de la obediencia de José hacia Dios tenemos varios elementos para considerar que nos pueden ayudar a volver a significar la obediencia como virtud en nuestras vidas y la necesidad de respetar la autoridad.

La importancia de la relación
Dios es la suprema autoridad. Podríamos decir que José la tenía fácil pues haciendo caso a Dios no cabía la posibilidad de error. El autor del video muestra la alegría de su rostro de por la seguridad de estar haciendo lo que debe hacer. En nuestra vida cotidiana ¿tenemos certeza de la autoridad a quien seguimos? ¿Conocemos de una manera cercana a nuestra autoridad de tal manera que podemos confiar en ella ciegamente? Ciertamente no es tan sencillo, ni tan claro. Noticias en donde los actos de corrupción se llevan los encabezados, ¿cómo no dudar de la autoridad?

La relación aquí es la clave. La confianza que se ha construído en aquel que manda. Es importante en primer lugar conocer a Dios, para luego poder discernir si la autoridad a la que nos debemos, cuando se trata de los hombres, es una autoridad que nos acerca o nos aleja de lo bueno, de lo moral. En pocas palabras, si es una autoridad que sigue a Dios. Y esto es válido sobre todo cuando nosotros mismos nos evaluamos como autoridad frente a otros.

¿Qué implica la autoridad?
¿De qué se trata la autoridad y cómo es que se da la obediencia? ¿Cuál es el fin de ambas?

Necesitamos de la autoridad para poder mantener un orden social, para poder aprender, para poder trabajar, para poder vivir en armonía. La autoridad es algo necesario y tiene que ser entendido en primer lugar como un poder que está al servicio y no como un poder que me da derecho indiscriminadamente sobre la vida de otro, sino un poder que me da responsabilidad sobre la vida de otros. Así pues quien manda tiene responsabilidad primera ante Dios por lo mandado. En el mundo de los hombres indiscutiblemente existe la autoridad mal llevada.

José no tenía cómo equivocarse, seguía a Dios directamente y su relación con Él era cercana, estrecha. Aquí podemos preguntarnos: ¿cómo es mi relación con Dios?, ¿soy capaz de distinguir sus mandatos de los mandatos de los hombres? No es una tarea sencilla dar respuesta a estas preguntas.

Seré autoridad pero también necesitaré ser súbdito
Desde el inicio de los tiempos el hombre sabe que tiene una tendencia a rebelarse contra la autoridad y conoce las consecuencias de esta rebeldía. No solo se trata de la rebeldía del hombre ante la autoridad, sino de ese deseo heredado de querer ser la autoridad. Cuando el ser humano desconoce la autoridad que lo lleva hacia la verdad, hacia lo bueno, y responde simplemente hacia sus propios intereses de poder, las consecuencias históricamente han sido nefastas.

No creo que José, feliz de la vida, haya emprendido una huida con un niño recién nacido y su mujer a través del desierto. Él mismo podría haber propuesto otra salida, pero él confiaba en la autoridad que lo mandaba, sabía que buscaba el bien de la humanidad entera. ¡Qué importante esto! Confiar en nuestros superiores. Confiar en que sus mandatos son por el bien de la familia, de la empresa, de la sociedad, de un país, de la propia humanidad.

¿Cómo hemos aprendido a obedecer y cómo es que estamos siendo autoridad? Siempre seremos uno y otro, y los dos a la vez. Necesitamos aprender a tener una conciencia moral que nos ayude a discernir, pero por encima de esa conciencia necesitamos obedecer primero a Dios.

HOY SE CELEBRA A SAN ANTONIO ABAD, 17 DE ENERO

Hoy se celebra a San Antonio Abad, ilustre padre de los monjes cristianos
Redacción ACI Prensa



Cada 17 de enero se celebra la Fiesta de San Antonio Abad, ilustre padre de los monjes cristianos y modelo de espiritualidad ascética.

San Antonio, cuyo nombre significa “floreciente”, nació en Egipto por el año 250 de padres campesinos y acaudalados. En una Misa resonaron en él estas palabras de Jesús: “si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”.

Cuando murieron sus padres cuando tenía unos 20 años, repartió sus bienes entre los pobres y se fue a hacer penitencia al desierto. Allí hizo vida de ermitaño y más adelante vivió junto a un cementerio, reflexionando en este tiempo sobre la vida de Jesús que venció a la muerte.

“Trabajaba con sus propias manos, ya que conocía aquella afirmación de la Escritura: ‘El que no trabaja que no coma’; lo que ganaba con su trabajo lo destinaba parte a su propio sustento, parte a los pobres”, afirma San Atanasio en la biografía que escribió del Santo.

Organizó comunidades de oración y trabajo. Sin embargo, optó de nuevo por ir al desierto, donde integró la vida solitaria con la dirección y organización de un grupo de ermitaños que se encontraban en esa zona.

De esta manera San Antonio Abad se convirtió en uno de los iniciadores de las comunidades de monjes en la historia del cristianismo, que luego se fueron expandiendo por todo el mundo y que siguen existiendo en nuestros días.

Junto al Obispo San Atanasio defendió la fe contra el arrianismo, una herejía que negaba la divinidad de Jesucristo. Además, según San Jerónimo, el abad San Antonio se hizo amigo de San Pablo el ermitaño.

“Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es necesario retirarse para ser constantes en orar: En efecto, ponía tanta atención en la lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llegó un momento en que su memoria suplía los libros”, destaca San Atanasio.

“Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados, cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban amigo de Dios; y todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano”, añade.

San Antonio Abad partió a la Casa del Padre hacia el 356, en el monte Colzim, próximo al Mar Rojo. Es considerado también patrón de tejedores de cestos, fabricantes de pinceles, cementerios y carniceros.

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Biografía de San Antonio Abad


En su juventud, Antonio, que era egipcio e hijo de acaudalados campesinos, se sintió conmovido por las palabras de Jesús, que le llegaron en el marco de una celebración eucarística: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres...".

Así lo hizo el rico heredero, reservando sólo parte para una hermana, a la que entregó, parece, al cuidado de unas vírgenes consagradas.

Llevó inicialmente vida apartada en su propia aldea, pero pronto se marchó al desierto, adiestrándose en las prácticas eremíticas junto a un cierto Pablo, anciano experto en la vida solitaria.

En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su experiencia, llegó a fijar su residencia entre unas antiguas tumbas. ¿Por qué esta elección? Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de nuestros días - temían desmesuradamente a los cementerios, que creían poblados de demonios. La presencia de Antonio entre los abandonados sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más espantan a la naturaleza humana - es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre nuevas fronteras donde extender la salvación.

Pronto la fama de su ascetismo se propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que organizó en comunidades de oración y trabajo. Dejando sin embargo esta exitosa obra, se retiró a una soledad más estricta en pos de una caravana de beduinos que se internaba en el desierto.

No sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó la cumbre de sus dones carismáticos, logrando conciliar el ideal de la vida solitaria con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando a Alejandría para terciar en las interminables controversias arriano-católicas que signaron su siglo.

Sobre todo, Antonio, fue padre de monjes, demostrando en sí mismo la fecundidad del Espíritu. Una multisecular colección de anécdotas, conocidas como "apotegmas" o breves ocurrencias que nos ha legado la tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad incisiva, casi intuitiva, pero siempre genial, desnuda como el desierto que es su marco y sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la revelación evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales confirman las que Atanasio le atribuye en su "Vida".

Antonio murió muy anciano, hace el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo; al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable longevidad, aunque ciertamente alcanzó una edad muy avanzada.

La figura del abad delineó casi definitivamente el ideal monástico que perseguirían muchos fieles de los primeros siglos.

No siendo hombre de estudios, no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana: una vida bautismal despojada de cualquier aditamento.

EL PODER DE UN AVE MARÍA


El poder de un Ave María
El Padre Hans comprendió entonces la razón de haber tomado dos partículas sin darse cuenta. ¡No fue un error!


Por: Redacción | Fuente: salvadmereina.co.cr




Era una mañana soleada.
Las montañas del Tirol se mostraban especialmente bonitas en aquel día de primavera.

La nieve ya estaba casi toda derretida, pero los picos blancos centelleaban todavía bajo los rayos del sol.

El Padre Hans había terminado de celebrar su misa matutina y se preparaba para la catequesis de los niños.

Seleccionaba la materia, consultaba los libros y escogía algunas estampas para premiar a los niños más aplicados, momento que más agradaba a todos ellos en la clase. Encontró una linda estampa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y la separó para quien supiese responder a la pregunta más difícil.


En ese momento entró el sacristán, diciendo apesadumbrado:

— Padre Hans… Acaba de llegar la hija de la Sra. Binzer, con la noticia de que su madre está muy mal, tal vez en sus últimos momentos, y le pide que le lleve el Viático. Pero no puedo acompañarle porque hoy es el día libre del secretario de la parroquia, y alguien tiene que cuidar de la iglesia.

— No te preocupes, Rolf, ya he estado varias veces en la casa de la Sra. Binzer y conozco todos los atajos.

Saliendo ahora, conseguiré volver a tiempo al mediodía, si Dios quiere.

Sin demora, el buen párroco tomó los Santos Óleos y la teca con el Santísimo, montó a caballo y partió muy recogido. Iba adorando a Jesús Sacramento, que llevaba pendiente de su cuello, envuelto en una bolsa de seda bordada con las iniciales JHS: Jesús Hostia Santa.

¡El camino era bellísimo! Las flores ya se habían abierto, el arroyo fluía suavemente, haciendo cantar sus aguas cristalinas, y los árboles, de nuevo cubiertos con hojas, daban al aire de la primavera un frescor muy agradable. Los pájaros cantaban y las mariposas parecían bailar delante del caballo, convidando al sacerdote a un paseo a través de los pinares perfumados.

El Padre Hans observó un poco la belleza del paisaje, glorificando a Dios por esos dones dados al hombre, pero concentraba toda su atención en el Creador de esas maravillas, que llevaba apretado contra su pecho.

Así recogido, continuaba su camino en actitud de adoración. Apenas pensó:

— Hace tiempo que no disfruto del aire fresco de ese bosque. A la vuelta voy a aprovechar un poco, y creo que no me retrasaré en mi regreso…

Llegando a casa de la Sra. Binzer, encontró a la enferma muy mal.

Se trataba de una piadosa campesina, que siempre participaba en las actividades parroquiales, pero la edad y la enfermedad le habían consumido todas las fuerzas, y ahora preparaba su alma para presentarse ante Dios. Toda la familia estaba reunida alrededor de su cama. Algunos lloraban, y una de las hijas dirigía el rezo de los Misterios Dolorosos del Rosario.

El Padre Hans le administró la Unción de los Enfermos que recibió con plena conciencia y piedad. Pero al darle la Comunión, notó que por un error, había tomado dos partículas.

No era habitual en aquel tiempo consumir dos hostias al mismo tiempo, y además la pobre señora casi no las podría tragar. Eso contrarió un poco al sacerdote, pues tendría que devolver de nuevo a la iglesia el Santísimo Sacramento, por lo que debería regresar recogido, en oración, sin poder disfrutar de la primavera en el bosque.

Después de decir a la familia unas palabras de consuelo y esperanza, montó en su cabalgadura y se volvió rezando.

Mientras se acercaba al bosque, salió corriendo a su encuentro un joven leñador, gritando de lejos:

— ¡Un sacerdote! ¡Un sacerdote!

Llegando junto al caballo el muchacho le dijo:

— Señor Vicario, mi compañero de trabajo ha sufrido un accidente. Un árbol cayó sobre él. Se está muriendo y lo único que consigue hacer es pedir un sacerdote.

¡Venga pronto señor Vicario!

El Padre Hans comprendió entonces la razón de haber tomado dos partículas sin darse cuenta. ¡No fue un error! Fue la Divina Providencia que quería venir en ayuda de aquella alma en el momento supremo. El pobre muchacho se confesó con mucho esfuerzo, y recibió su última Comunión.

El sacerdote le preguntó, amablemente, si había hecho algo para merecer una gracia tan grande. El leñador respondió con la voz entrecortada:

— Oh, Padre… cada vez que pasaba un sacerdote llevando el Viático a alguien, rezaba un Ave María rogando a la Santísima Virgen la gracia de no morir sin confesarme y recibir la Sagrada Eucaristía en el último momento de mi vida. Y Ella, como madre que nunca deja de cumplir cualquier petición de sus hijos, me ha dado tal gracia. Que a usted también le ayude cuando llegue su hora.

Luego hizo una profunda inspiración y entregó su alma a Dios.

A la mañana siguiente el Padre Hans contó lo sucedido a los niños del catecismo, para enseñarles cual es el poder de un Ave María.

Y premió con una estampa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro a quién supo recitar de memoria esta hermosa parte de la oración de San Bernardo: “Acordaos oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido bajo vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos”…

EL PAPA FRANCISCO ADVIERTE DE UN PELIGRO PARA LA FE DE LOS CRISTIANOS


El Papa Francisco advierte de un peligro para la fe de los cristianos
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media



El Papa Francisco advirtió del peligro de “perder la conciencia del pecado” que lleva al cristiano a no encontrar la necesidad de confesarse.

El Pontífice, en su homilía pronunciada durante la Misa celebrada este miércoles 17 de enero en la Casa Santa Marta, comentó el fragmento del Evangelio de San Marcos en el que se narra cómo Jesús sana a un paralítico en Cafarnaúm, donde Jesús predicaba a una multitud, después de que los amigos del enfermo lo descendieran en camilla por un agujero realizado en el techo de la casa al ser imposible acceder a ella por la puerta bloqueada por la gente.

Francisco quiso destacar como, ante la intriga de la gente por ver a Jesús obrar el milagro de la curación, Él sorprende al sanar al enfermo de otro modo: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Sólo después curará al paralítico.

Jesús “mira al paralítico y dice: ‘Tus pecados son perdonados’. La curación física es un regalo, la salud física es un don que debemos proteger. Pero el Señor nos enseña que también debemos custodiar la salud del corazón, la salud espiritual”.

El Papa señaló que “Jesús va a lo esencial” y eso causa escándalo. “Cuando Jesús va a lo esencial, se escandalizan, porque ahí está la profecía, ahí está la fuerza”.

“Lo esencial es la relación con Dios. Y muchas veces nos olvidamos de ello, como si tuviéramos miedo de ir precisamente allí donde se produce el encuentro con el Señor, con Dios”.


“Jesús dice una palabra que nos puede ayudar: ‘Hijo, tus pecados te son personados’. ¿Estamos acostumbrados a pensar en esta medicina del perdón de nuestros pecados, de nuestros errores? Nos preguntamos: ‘¿Debo pedir perdón a Dios de algo?’. ‘Sí, sí, en general todos somos pecadores’, y así la cosa se estanca y pierde fuerza, esa fuerza de profecía que Jesús tiene cuando va a lo esencial. Y hoy Jesús, a cada uno de nosotros, dice: ‘Yo quiero perdonarte los pecados”.

El Papa Francisco concluyó: “Lo esencial es la salud, en su conjunto: la del cuerpo y la del alma. Protegemos bien la del cuerpo, pero también hay que custodiar la del alma. Acudamos a ese Médico que puede curarnos, que puede perdonar los pecados. Jesús vino para ello y ha dado la vida por ello”.

A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Marcos 2:1-12

1 Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa.

2 Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra.

3 Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro.

4 Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.

5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»

6 Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones:

7 «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»

8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones?

9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?"

10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -:

11 "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."»

12 Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY VIERNES 17 DE ENERO DE 2020


Lecturas de hoy Viernes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, viernes, 17 de enero de 2020


Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel (8,4-7.10-22a):

En aquellos dias, los ancianos de Israel se reunieron y fueron a entrevistarse con Samuel en Ramá.
Le dijeron: «Mira, tú eres ya viejo, y tus hijos no se comportan como tú. Nómbranos un rey que nos gobierne, como se hace en todas las naciones.»
A Samuel le disgustó que le pidieran ser gobernados por un rey, y se puso a orar al Señor.
El Señor le respondió: «Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey.»
Samuel comunicó la palabra del Señor a la gente que le pedía un rey: «Éstos son los derechos del rey que os regirá: a vuestros hijos los llevará para enrolarlos en sus destacamentos de carros y caballería, y para que vayan delante de su carroza; los empleará como jefes y oficiales en su ejército, como aradores de sus campos y segadores de su cosecha, como fabricantes de armamento y de pertrechos para sus carros. A vuestras hijas se las llevará como perfumistas, cocineras y reposteras. Vuestros campos, viñas y los mejores olivares os los quitará para dárselos a sus ministros. De vuestro grano y vuestras viñas os exigirá diezmos, para dárselos a sus funcionarios y ministros. A vuestros criados y criadas, vuestros mejores burros y bueyes, se los llevará para usarlos en su hacienda. De vuestros rebaños os exigirá diezmos. Y vosotros mismos seréis sus esclavos. Entonces gritaréis contra el rey que os elegisteis, pero Dios no os responderá.»
El pueblo no quiso hacer caso a Samuel, e insistió: «No importa. ¡Queremos un rey! Así seremos nosotros como los demás pueblos. Que nuestro rey nos gobierne y salga al frente de nosotros a luchar en la guerra.»
Samuel oyó lo que pedía el pueblo y se lo comunicó al Señor.
El Señor le respondió: «Hazles caso y nómbrales un rey.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 88,16-17.18-19

R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo
y el Santo de Israel nuestro rey. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,1-12):

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.»
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...»
Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual.»

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy viernes, 17 de enero de 2020
Alejandro Carbajo Olea, cmf


Queridos hermanos, paz y bien.

“Hay que tener amigos hasta en el infierno”, dice el refrán. Y el paralítico de la historia de hoy nos lo confirma. Y es mucho mejor si tus amigos comparten tu fe. Quieren que Jesús se compadezca de su amigo, porque saben que Él lo puede todo. No les importa que la multitud no les permita el paso. Había muchos deseosos de ver, escuchar y ser sanados por Jesús. Pero nada les detiene.

¡Qué amor más grande se necesita para arriesgar la vida por un amigo! Bien nos lo demostró Jesús. Estas cuatro personas se suben al tejado, abren un agujero y descuelgan al amigo paralítico. Todo por la fe.

Y fe no le faltaba tampoco al mismo enfermo. Que, seguro, miraba con los llenos de esperanza al Maestro, en cuanto le dejaron con la camilla a los pies de Cristo. Y recibe no solo la sanación física. Antes de eso, le son perdonados sus pecados. Todo por la fe que tenían. La fe es la clave de todo.

Como siempre, algunos reaccionan mal ante Jesús. A pesar de que ven con sus propios ojos lo que ha sucedido, no acaban de creer. Les falta fe. Porque la fe es la clave de todo.

El exparalítico se levantó, cogió su camilla, y se fue, dando gloria a Dios. Seguro que él y sus amigos fueron magníficos heraldos del Evangelio. Otros, no solo los escribas, rechazan ese testimonio. Porque, como hemos escuchado en las recién terminadas Navidades, “la Luz vino a los suyos, y los suyos no la recibieron”. Ahí entra nuestra tarea. Decidir si queremos ver a Jesús a toda costa, o si nos dejamos vencer por las dificultades, y nos quedamos a la puerta. La clave es la fe.

Que nuestra fe nos lleve a superar todas las dificultades para ver a Jesús. Que sepamos encontrar un resquicio para colarnos, y que podamos sentir la mirada compasiva de Jesús. Lo decíamos ayer, y se puede repetir hoy. Si hace mucho que no te acercas al sacramento de la Penitencia, hazlo hoy. Coge tu camilla, donde yaces con tus pecados, y sal andando, erguido, como un verdadero hijo de Dios. Pues lo eres. Y que el Señor sea el Rey de tu vida.

Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.
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