Genaro Fueyo Castañón y compañeros, Beatos
Los mártires de Nembra
Mártires, 21 de octubre
Por: . | Fuente: laredcantabra.com/anesantander/index.html
Mártires
En Nembra, Asturias, España, martirio del Venerable Siervo de Dios Genaro Fueyo Castañón, sacerdote español y otros tres compañeros laicos († 1936).
El grupo está conformado por: Genaro Fueyo Castañón, sacerdote diocesano, de 72 años, párroco de Santiago Apóstol de Nembra (Aller – Asturias); Segundo Alonso González, 48 años, Isidro Fernández Cordero, 33 años, y un joven, Antonio González Alonso, 24 años.
Fecha de beatificación: 8 de octubre de 2016, durante el pontificado de S.S. Francisco
Breve Semblanza
En este retazo de Historia, con mayúscula, de la Adoración Nocturna Española volvemos la vista a un pueblo minero asturiano en la década de los treinta. El nombre del pueblo del concejo de Aller es Nembra en Asturias. La Fiesta principal del pueblo es Santiago, patrono también de su parroquia. Los protagonistas de esta Historia serán todos adoradores nocturnos, tres laicos y su párroco. El escenario será la sala de guardia de la Adoración Nocturna, en el segundo piso de un edificio contiguo a la iglesia parroquial que será convertida en cárcel, y la misma iglesia. La fecha de los hechos, del 17 de julio al 21 de octubre de 1936.
Nembra era un pueblo muy religioso y de derechas, situado en la zona minera asturiana foco de los primeros movimientos revolucionarios de octubre de 1934 inicio de aquella época triste y sangrienta de la historia de España. Una parroquia que dio numerosos religiosos y sacerdotes.
El pueblo contaba con Adoración Nocturna que había sido establecida en 1908. En otras catorce localidades asturianas ya 14 había entonces Adoración Nocturna por ejemplo en las cercanas Bustiello y Moreda. En la parroquia de Nembra la estableció don Genaro Fueyo Castañón. Don Genaro llevaba desde 1899 como párroco y era un sacerdote muy eucarístico y querido. Fueron un centenar los adoradores con los que contó. Había Tarsicios que se reunían una tarde cada mes. Los adoradores eran mineros y labradores, algunos de ellos tenían que andar cuatro horas, entre ida y vuelta, para acudir a la Adoración. Venían de Enfistiella, Cabo, La Carrera, La Corralada, Tornos, Arnizo, San Miguel, Omedal, Otero, La Casona, Rueda, El Campo, El Cabañón, La Llera, Pumardongo, Heros, Rueda. En invierno y en verano.
Pasearon su bandera por Covadonga en las bodas de plata el 29 de septiembre de 1933: "Estuvo muy bonito, asistió mucha gente y 20 banderas" le escribía en una carta uno de nuestros protagonistas y presidente de la sección, Segundo Alonso, a un hijo religioso misionero tal como recoge don Ángel Garralda en su libro sobre los mártires en el que basamos este retazo de Historia. También acudió la bandera a las Bodas de Oro de Oviedo en 1928, a las de Plata de la Basílica de Covadonga en 1926 y a las distintas fiestas de Espigas que se celebraban cada año.
Don Genaro lo atendía todo. Permanecía desde las 11 de la noche a las 4 de la mañana al servicio de los adoradores. Todos los meses. Todos los años. "En la Adoración Nocturna se pasaba la noche entera con nosotros una vez al mes. El mismo local parroquial de la Sala de Guardia se usaba como escuela de lunes a sábado para los hijos del Sindicato Católico, y como Centro Católico para el Sindicato los domingos después de Misa. Este uso múltiple se debe en exclusiva a la iniciativa de don Genaro. En la planta baja guardaba su vaca y su caballo" recordaba un testigo. La Adoración Nocturna de Nembra superó la Guerra Civil pero no la década de los sesenta.
Dos de nuestros protagonistas pertenecían al Sindicato católico Minero. Este Sindicato nació en la Sociedad Hullera Española fundada por el Marqués de Comillas. A él pertenecían todos los adoradores mineros de Nembra. Segundo Alonso González eIsidro Fernández Cordero eran, su presidente y tesorero respectivamente, como también lo eran de la sección adoradora.
La Sala de Guardia de la Adoración Nocturna se llenó de presos desde el 19 de julio. Así lo recuerda uno que lo vivió: "Estábamos consternados y tristes al vernos de aquella manera pero nos dimos cuenta, de que casi todos los que allí estábamos éramos adoradores del Santísimo Sacramento, y que en aquella misma sala habíamos pedido muchas veces a Dios: enfermedad, pobreza, oprobio, abyección, esclavitud, persecución por la justicia, todo cuanto convenga para nuestra santificación y salvación. Pues aquí mismo se lo pedimos, aquí lo estamos recibiendo; bendito sea Dios que nos da lo que hemos deseado. Moriremos por la fe, venga lo que viniere. Por la noche llegan los rojos y nos escupen a la cara, mandándonos al mismo tiempo escupir y blasfemar al Crucifijo, cosa que ninguno hicimos. Ellos rabiosos nos decían: ¡Cuánto más hubieseis ganado en el cine y en el bar que en esta sala! Lo que a vosotros os echó a perder fueron esas creencias tan tontas en Dios. Como premio, nos mandaron formar toda la noche y nos dieron con grandes garrotes, descalzos y desnudos, a cada uno como lo habían encontrado". Llegado el día los mandaban a trabajar.
El cuarto protagonista es Antonio González Alonso. Antonio quería ser dominico como su hermano pero una tuberculosis le obligó a regresar a la casa familiar. Es un buen muchacho, simpático, estudioso, bondadoso. También es adorador nocturno, como su padre Severino, y ayuda al párroco con los Tarsicios. Es detenido junto a su padre y un hermano al poco de producirse el Alzamiento. Tiene 24 años, ex fraile, de misa diaria, y queriendo ser maestro católico… está en el ojo de mira. El 11 de septiembre le sacan de la cárcel en coche donde ya llevaba muchas palizas en su cuerpo. No quiso romper un cuadro del Sagrado Corazón ni el ara del altar. Le dieron veinticuatro horas para pensarlo. Pero él lo tenía claro. Pasa por delante de su casa y, al ver a su madre, grita ¡Adiós madre, hasta el cielo! No se le volvió a ver. Según contó el chofer, previamente le cortaron la lengua, después le apalearon y le tiraron a un pozo. Su cuerpo no se encontró.
Conozcamos más a Isidro Fernández Cordero. Procedía de una familia religiosa como también lo fue la que él formó con Celsa y los siete hijos que tuvieron de las cuales dos serían religiosas y otro dominico. Poseen un comercio y cultivan unas tierras pero la necesidad le obliga a hacerse minero en la Hullera Española. Dos veces ingresó en la cárcel otrora sala de 16 guardia de la Adoración Nocturna como venimos diciendo. De la segunda no regresará. Palizas, trabajo duro, rezo del rosario, es la rutina hasta el final. Él junto con Segundo y don Genaro se reunirán en la iglesia donde pasaran el último día de su vida terrena.
Nos falta conocer un poco más a Segundo Alonso González que contaba con dos hermanos dominicos misioneros y una hermana dominica de clausura. Se casa en la parroquia de Nembra con María. Don Genaro les casa. Tendrán doce hijos. La última morirá en 1926, con su madre, en el parto. Cuatro de ellos ingresan en Escuelas Apostólicas de los que dos serán sacerdotes. Quedó viudo con siete hijos vivos, el más pequeño de año y medio. Vuelve a casarse con una viuda sin hijos. Hace labores de carpintero, arrienda unas tierras, trabaja en la mina. El 21 de octubre, veinticinco años después del día de su boda con María, se encontrará también en la iglesia con don Genaro, el sacerdote que le casó, pero en circunstancias distintas. Será el día de su martirio. Recordando la revolución de octubre del 34 escribía: "Yo que fui amenazado con pegarme un tiro por no saludar puño en alto, yo que he perdonado a mis enemigos con todo mi corazón, yo que les he avalado para que obtuvieran trabajo; yo que escribí lo que mis buenos padres me enseñaron ”que Nuestro Señor murió por nosotros sin su culpa, todo por culpa nuestra, que es lo que tenemos que recordar e imitar”, tendré que beber con él el cáliz amargo de la pasión y decir “Padre, si es posible que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”" Cuando estuvo preso en julio decía a sus compañeros de cautiverio:"Muchas veces hemos pasado aquí la noche para acudir al turno de vela ante el Santísimo; como ahora no podemos hacerlo, recemos el Rosario y hagamos un sincero acto de contrición, poniéndonos en las manos de Dios, ya que es posible que alguno de nosotros tengamos los días contados". "Se le veía rezar paseándose por la sala, y para hacer la señal de la cruz, taparse el rostro con la chaqueta o con la manta. Estaba tan persuadido de que lo iban a matar que, al salir su cuñado Rodolfo, le entregó el reloj y la llave de casa porque no pensaba volver a ella, y una nota detallada de sus deudas y créditos" recordaba un testigo.
Isidro y Segundo pudieron huir. Pero no lo hicieron porque temían que serían sus esposas e hijos los que lo pagarían como ya 17 había sucedido en otros casos. Esto respondió Isidro a un vecino que le animaba a escapar monte a través: "Si no me presento se vengarán con mi familia. Siempre nos han acusado de ser unos rezadores y unos carcas; por lo que se ve el único delito de que nos acusan es de ser católicos, y esto es un honor para nosotros. Delitos no tenemos ninguno, por lo tanto, nada nos pueden hacer y de esta manera salvamos a nuestras familias de las molestias o escarnios que quisieran hacer. Dios sabe por qué nos tiene aquí y en sus manos estamos; si él lo permite por algo será”"
Don Genaro, de 72 años, encarcelado en Moreda, el 20 de octubre es llevado a su iglesia de Nembra. Allí ya estaban Segundo, 48 años, e Isidro, de 43, que habían sido traídos desde la cercana cárcel aquel 21 de octubre. Con don Genaro vinieron dos prisioneros más que serán separados y asesinados de un tiro en el cercano cementerio.
Con ellos están en la iglesia los asesinos, siete forasteros y siete de Nembra, de ellos cinco mujeres.
Les dan a escoger donde han de ser sepultados y el orden en que han de morir. Segundo e Isidro le cavan la tumba a don Genaro en el altar mayor donde a diario celebraba misa. Ellos escogen el sitio donde juntos participaban todos los días de la eucaristía. Don Genaro pide ser el último en morir para alentar a sus fieles feligreses y amigos. No les dejan acabar de terminar sus tumbas “podéis encogeros” les dijeron. Les desangran como a los cerdos en la matanza y los descuartizan. Don Genaro, tras ellos, es desangrado y enterrado. Fuera el vehículo con el motor arrancado para ahogar el ruido.
Un año después, tras la liberación, encuentran sus cadáveres incorruptos.
Las familias hablarán y vivirán el perdón como hicieron sus mártires. Un ejemplo. La madre de Antonio cuando la dijeron que ya habían detenido a los dos asesinos de su hijo, la preguntaron ¿qué quieres que hagamos con ellos? Respondió "Quiero verme con ellos y con mi Antonio en el cielo".
Personas valientes. Católicos íntegros. Adoradores ejemplares. Ayer, hoy y siempre ésta será una Historia real para meditar y de la que aprender.
El pasado 21 de enero el Papa Francisco firmó el decreto de martirio.