San Pedro Julián Eymard, incansable promotor de la comunión frecuente.
Ingresó al Seminario de los Padres Oblatos en Marsella, donde fue ordenado sacerdote. Luego y con el permiso de su obispo ingresa a la Congregación de los Maristas, y tras mucha meditación y maduración de su vocación, llega a la convicción de que el centro de la vida espiritual es el Santísimo Sacramento.
Movido por el deseo de adorar a Jesús Sacramentado y viendo que muchos sacerdotes seculares y laicos lo tratan con tibieza y abandono, decide retirarse de la Compañía de María y fundar la Congregación de Sacerdotes Adoradores del Santísimo Sacramento y así fomentar un estilo de vida centrado en la Eucaristía.
La comunión, de hecho, debe convertirse en el eje de la vida cristiana: «La santa comunión debe ser el fin de toda vida cristiana: todo ejercicio que no se relaciona con la comunión está fuera de su mejor finalidad» Comulgar fructuosamente es un gesto que cambia la vida: «Nuestro Señor viene sacramentalmente a nosotros para vivir ahí espiritualmente», escribe en sus notas durante el gran retiro de Roma (1865). Algunos meses antes de morir, agregará: «El que no comulga no tiene más que una ciencia especulativa; no conoce nada sino palabras, teorías, de las cuales desconoce el sentido... El alma que comulga no tenía primeramente sino una idea de Dios, pero ahora, lo ve, lo reconoce a la sagrada mesa».
San Juan María Vianney, llegó a conocer personalmente a San Pedro Julián y decía: “El mundo se opone a su obra porque no la conoce, pero se trata de una empresa que logrará grandes cosas por la gloria de Dios. ¡Adoración Sacerdotal, que maravilla! … Decid al P. Eymard que pediré diariamente por su obra". El Santo Cura de Ars afirmaba sin reparos: “Es un santo”.
Jesús Eucaristía, es el mismo cielo. Feliz el alma que puede ver a Jesús en la Eucaristía.