viernes, 21 de enero de 2022

SANTA INÉS, VIRGEN Y MÁRTIR, 21 DE ENERO

21 de Enero: Santa Inés, virgen y mártir


Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».




«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo»

Fr. Joseph BELLERIVE

(Kissimmee, Forida, Estados Unidos)



Hoy la santa Iglesia celebra la festividad de Santa Inés, virgen y mártir (s. IV). En esta ocasión, la liturgia nos presenta un pasaje del Evangelio que expresa el sentido y profundidad de la actitud esta joven que no tenía más que trece años. Ella prefirió sufrir el martirio antes que renunciar al amor de su divino Maestro siéndole infiel. La explicación radica en que, en determinado momento de su vida, tuvo un encuentro excepcional con Jesucristo. Y como lo subraya el Evangelio: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44).

Santa Inés tuvo fe en la amorosa presencia de Jesucristo y, desde el principio quiso convertirse en su esposa. Jesús le ha revelado palabras de amor y la ha hecho entrar en comunicación con Dios, presente en ella. Desde aquel momento, ella ha comprendido que su misión era la de corresponder a esa fe en el abandono, pero con disponibilidad total y colocándose en segundo plano. A causa del ejemplo que ella nos da, san Jerónimo escribe: «Todas las naciones celebran su ejemplo en la fe y le rezan».

Es a ese mismo regalo total al que Jesucristo nos llama: el de dar nuestra vida. Sin embargo, trabajar para Jesucristo no nos dispensa de la cruz cotidiana ni de las dificultades de la vida. Santa Inés lo ha comprendido así y es en ese sentido que respondió al verdugo que la amenazaba de muerte: «Teñirás, si quieres, la espada con mi sangre. Pero no mancillarás mis miembros con la lujuria». Su martirio, tal como nos ha sido relatado en la Depositio Martyrum, es la gran manifestación de Jesucristo ofreciendo su vida por la salvación de todos nosotros, al asumir los pecados del mundo.  

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