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Vicente de Lérins, Santo |
Sacerdote y Monje
Martirologio Romano: En el monasterio de Lérins, en
la Provenza, Francia, san Vicente, presbítero y monje, que fue
muy célebre por su doctrina cristiana y santidad de vida,
y empeñado con denuedo en el progreso de los creyentes
en la fe. († c.450)
En sus dos obras, «Instructiones» y «De laude Eremi»,
san Euquerio dice que san Vicente de Lérins «se distinguía
por la elocuencia y el saber». Se cree que el
santo era hermano de san Lupo de Troyes. Probablemente había
sido soldado antes de tomar el hábito religioso en la
abadía de Lérins, situada en una de las islas de
la costa de Cannes, llamada actualmente Saint-Honoré, en honor de
su fundador. En el año 434, casi tres años después
de terminado el Concilio de Éfeso, san Vicente compuso en
Lérins, donde había sido ordenado sacerdote y era monje, el
«Commonitorium» contra las herejías, que le ha hecho famoso. En
dicha obra se refiere a sí mismo como a un
peregrino extranjero que, para huir del mundo y de sus
placeres vanos y pasajeros, se entregó al servicio de Cristo
en el retiro del monasterio como el último de los
monjes. El santo hace notar que la lectura de los
Santos Padres le permitió reunir una serie de principios o
criterios para distinguir la verdad cristiana del error y que
se tomó el trabajo de redactarlos, en primer iugar para
su propio uso, y como una ayuda para la memoria.
San Vicente desarrolló sus primeras notas en un tratado que
constaba de dos partes, la segunda de las cuales se
refería principalmente al Concilio de Éfeso. Pero esa parte se
extravió tal vez a consecuencia de un robo y tuvo
que contentarse con añadir a la primera parte una especie
de resumen o recapitulación.
En la obra de san Vicente,
que consta de cuarenta y dos breves capítulos y que
san Roberto Belarmino calificaba de «pequeña por su contenido y
grande por su valor», se encuentra por primera vez enunciado
el principio de que para afirmar que una verdad pertenece
a la doctrina católica, tiene que haber sido sostenida siempre
y en todas partes por todos los fieles: «quod ubique,
quod semper, quod ab ómnibus creditum est». Por consiguiente, hay
que resolver los puntos dudosos al aplicar este criterio de
universalidad, antigüedad y unanimidad, lo cual equivale, en la práctica,
a probar que la mayoría de los obispos y doctores
han sostenido, unánimemente, dicha verdad. La Biblia no puede ser
el único criterio de verdad, porque está sujeta a diferentes
interpretaciones y la citan tanto los ortodoxos como los heterodoxos;
así pues, la única interpretación autorizada de la Biblia es
la que da la tradición de la Iglesia, puesto que
sólo ésta tiene derecho de interpretarla. Cuando aparece una nueva
doctrina, hay que confrontarla con la universal de la Iglesia;
si en algún caso no se puede aplicar este criterio
de universalidad a causa de la divulgación de la herejía
en un período determinado de la historia, hay que referirse
a la doctrina de la Iglesia primitiva. Y si ya
en la primitiva Iglesia había empezado a difundirse ese error,
hay que resolver el problema basándose en la fe de
la mayoría. San Vicente admite la existencia del progreso dogmático,
pero afirma que sólo es legítimo cuando conserva la identidad
y todas las características esenciales, como el árbol respecto de
la semilla y el ser humano respecto de la célula
germinal. La tarea principal de los Concilios consiste en dilucidar,
definir y subrayar las doctrinas que la Iglesia universal ha
enseñado, creído y practicado desde que existe. La autoridad de
la Sede Apostólica es la que sostiene el testimonio de
los Padres, de los Doctores y de los Concilios.
Existe
una literatura inmensa sobre el Commonitorium de san Vicente, y
los juicios de los autores son muy diversos. El tratado
fue escrito en una época en que la controversia sobre
la gracia y la libertad estaba en todo su furor,
sobre todo en el sur de Francia y muchos autores
de nota consideran la obra de san Vicente como un
ataque velado contra el predestinacionismo exagerado de la doctrina de
san Agustín. Para probarlo, arguyen que, cuando apareció el Commonitorium,
el abad de Lérins y muchos de los monjes eran
semipelagianos; que san Vicente emplea en muchos pasajes la terminología
semipelagiana; y que la célebre defensa del agustinismo que publicó
san Próspero de Aquitania, refutaba las objecciones de un tal
Vicente, a quien dichos autores identifican con San Vicente de
Lérins. Pero el nombre de Vicente era entonces muy común;
por otra parte, aunque el santo emplea en algunos pasajes
la terminología semipelagiana, otros pasajes de su obra recuerdan tanto
los términos del Credo de san Atanasio, que no han
faltado quienes atribuyeran este último documento a san Vicente de
Lérins. Como quiera que sea, el problema del semipelagianismo de
san Vicente no está todavía resuelto del todo; pero, si
el santo erró en ese punto, erró en compañía de
muchos otros hombres de Dios. Ignoramos la fecha exacta de
la muerte de su muerte, pero debió acontecer hacia el
año 445.
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