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jueves, 11 de agosto de 2016
miércoles, 10 de agosto de 2016
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DEL 2016
Si el grano de trigo muere, da mucho fruto
Fiesta San Lorenzo. Es necesario dejar de ser grano, renunciar, para dar el mejor fruto. El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.
Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Juan 12, 24-26
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.
Oración introductoria
Señor, ayúdame a servirte siempre y en todo. A saber vivir sostenido por tu amor, dispuesto a dejarme cribar con una confianza ilimitada en tu Providencia, por un amor apasionado y abrazado a tu cruz.
Petición
Señor, dame la generosidad para pasar mi vida sirviendo a los demás.
Oración introductoria
Señor, ayúdame a servirte siempre y en todo. A saber vivir sostenido por tu amor, dispuesto a dejarme cribar con una confianza ilimitada en tu Providencia, por un amor apasionado y abrazado a tu cruz.
Petición
Señor, dame la generosidad para pasar mi vida sirviendo a los demás.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo.
Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo.
El evangelista Juan desea resaltar que ha llegado «la hora» de Jesús, la hora de su pasión-glorificación. Sólo ahora la obra de Cristo se abre a todos, cayendo todo límite que la frenaba. De ahí la metáfora del grano de trigo. Sabemos que no perece todo, pero tiene que ser sepultado, enterrado para producir vida nueva.
Jesús ha de morir si quiere «llevar fruto», si ha de tener éxito; pero también esa muerte será fecunda. La muerte de Jesús es la muerte de la que procede todo «fruto». De ahí que se designe como una muerte salvadora, como una muerte de la que brota la vida eterna, «la vida otra». En todo caso, la imagen del «producir fruto» ha de mantener la mayor apertura posible.
Jesús nos presenta, una sencilla parábola pero con un gran significado, la rutina de una semilla, una forma simple para comunicarse con la gente. Y como con las palabras no podía convencerlos suficientemente, se vale de un ejemplo, porque el trigo da mucho más fruto después que muere. «Y si esto sucede en las semillas, con mayor razón en Mí.» (Crisóstomo).
La gente conoce el recorrido de la semilla, desde los recovecos del suelo que la asfixia, la pudre y allí muere, pero con gran asombro, aparece viva sobre los surcos y se convierte en una dorada espiga con muchos granos nuevos. En otras palabras, la semilla muere sola y resucita multiplicando sus frutos. Nuestro Señor Jesucristo, «murió solo y resucito acompañado de muchos». (San Beda)
Jesús nos invita a seguirle en esa entrega total. Nos invita a tener una actitud de confianza completa y sin reservas a la salvación del reinado de Dios.
Esta actitud y conducta nos la enseña Jesús no sólo con palabras sino con su misma vida, muerte y resurrección. Recordemos las palabras de Jesús: «Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por los que ama». El que entrega su vida por los demás, ama de veras, se olvida de su propio interés y de su propia seguridad y lucha por una vida digna y libre para todos.
El martirio de san Lorenzo sucedió en los orígenes de la Iglesia, pero siempre los mejores cristianos han dado su vida por los demás siguiendo el ejemplo de Jesús. Ahora nos toca a nosotros y nos podemos preguntar cada uno de nosotros: ¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar?
«Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, la del “grano de trigo” que, al caer en la tierra, muere para dar fruto. En esta imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad. La cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en “granos de trigo” y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, “pierden la propia vida” por amor a Dios y a los hermanos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 22 de marzo de 2015).
Reflexión
Jesucristo dice: "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El grano que quiera seguir como grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta. Si es de maíz, dará muchos elotes, que tendrán muchos granos cada uno. Pero es necesario dejar de ser grano para dar todo ese fruto.
Así, Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del Cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello es parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo en la cruz.
Luego, inmediatamente, el mismo Jesús dice: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna".
Estas palabras son muy importantes para un cristiano, para un verdadero seguidor de Jesucristo, para todos aquellos que quieren imitarle en sus vidas. Él nos dice que las personas que son egoístas, que piensan en su comodidad, en su bienestar, en su placer, olvidándose de los demás no obtendrán la vida eterna. Si pasarán esta vida con placer, con comodidad, cumpliéndose todos sus caprichos, pero perderán los más importante, la vida eterna. Aquél que busca lo mejor para sí mismo, que no le importa dañar a los demás, u ofenderlos, o maltratarlos con tal de lograr sus placeres no vivirá con el Señor la vida eterna. Cambia el placer que se va pronto, que dura "nada", por toda la vida eterna.
Por el contrario, quien no se interesa por los placeres, por las comodidades, por cumplir sus caprichos y egoísmos, quien piensa en los demás, se entrega por ellos y los ama, ese alcanzará lo más importante, lo que nunca ha de acabarse: la vida eterna.
Y Jesucristo que nos dice esas palabras, es el primero en darnos el ejemplo: pues Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de morir, para darnos la vida eterna, para perdonarnos los pecados, para darnos la salvación. "El que se aborrece a sí mismo". Nuestro Señor, un verdadero ejemplo de amor por nosotros. No le importó morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado, abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado, golpeado, coronado de espinas, despreciado, crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al prójimo! ¡¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios y al prójimo! Por eso nuestro Señor será capaz de decirnos: “Ámense como yo los he amado” ¡Hasta dar la vida por los demás!
Recordemos lo que decían de los primeros cristianos hace ya dos mil años: "¡Miren cómo se aman!". Los pueblos paganos quedaban maravillados por el amor con que se trataban entre sí los cristianos y el amor con que trataban a todos los demás. El verdadero cristiano ha de ser como Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros? Imitémosle.
El auténtico cristiano, el verdadero católico es quien ama al prójimo y no se preocupa de sí mismo. Tengamos cuidado de los placeres, de las comodidades, de los caprichos, de los deseos, pues lo único que hacen es convertirnos en el centro de nuestro amor: nos buscaremos a nosotros mismos.
Quien verdaderamente ama a su prójimo pensará en ellos continuamente: el esposo, en su esposa; la esposa, en el esposo; los padres, en los hijos; el ciudadano, en sus conciudadanos; el maestro, en sus alumnos;
El mundo pagano se distingue por el egoísmo. El mundo cristiano se ha de distinguir por el amor. ¿Cuál mundo estamos construyendo? ¿Soy pagano o soy cristiano? El mundo pagano termina con la muerte. El mundo cristiano empieza con la vida eterna.
Jesucristo muere en la cruz para perdonarnos los pecados, para darnos nuevamente la amistad con Dios, nos vuelve a abrir las puertas del Cielo, nos hace partícipes de la vida eterna, nos da su gracia. El Señor nos enseña: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna", y "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.
Sabemos que por mucho tiempo que pueda vivir un hombre en la tierra, no será más que una gota en medio de la inmensidad del océano, un punto en medio de la eternidad. ¿No será preferible dejar un poco las comodidades de aquí para entrar en la eternidad por la puerta grande?
¿Cuántas veces pensamos en ella? ¿La tenemos como una realidad? ¿O sólo es algo lejano e imaginario? Los santos mártires, como San Lorenzo, nos ponen ante los ojos el valor de la vida futura. Antes de padecer los sufrimientos a los que le sometieron -ser quemado vivo- reflexionó unos instantes y optó por Cristo a pesar de todo. Porque sabía muy bien qué encontraría después de su muerte.
Propósito
Darme el tiempo para escuchar a las personas con las que convivo diariamente: oír, comprender, acompañar, sin buscar alguna ventaja personal.
Diálogo con Cristo
Generosidad, valentía, fe, perseverancia, paciencia, tenacidad, celo apostólico y humildad son las virtudes que deben abonar la semilla de mi vida, para que dé el fruto para lo cual fue creada. Señor, dame tu gracia para dejar a un lado todo lo que me aparte de cumplir tu voluntad.
Jesucristo dice: "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El grano que quiera seguir como grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta. Si es de maíz, dará muchos elotes, que tendrán muchos granos cada uno. Pero es necesario dejar de ser grano para dar todo ese fruto.
Así, Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del Cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello es parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo en la cruz.
Luego, inmediatamente, el mismo Jesús dice: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna".
Estas palabras son muy importantes para un cristiano, para un verdadero seguidor de Jesucristo, para todos aquellos que quieren imitarle en sus vidas. Él nos dice que las personas que son egoístas, que piensan en su comodidad, en su bienestar, en su placer, olvidándose de los demás no obtendrán la vida eterna. Si pasarán esta vida con placer, con comodidad, cumpliéndose todos sus caprichos, pero perderán los más importante, la vida eterna. Aquél que busca lo mejor para sí mismo, que no le importa dañar a los demás, u ofenderlos, o maltratarlos con tal de lograr sus placeres no vivirá con el Señor la vida eterna. Cambia el placer que se va pronto, que dura "nada", por toda la vida eterna.
Por el contrario, quien no se interesa por los placeres, por las comodidades, por cumplir sus caprichos y egoísmos, quien piensa en los demás, se entrega por ellos y los ama, ese alcanzará lo más importante, lo que nunca ha de acabarse: la vida eterna.
Y Jesucristo que nos dice esas palabras, es el primero en darnos el ejemplo: pues Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de morir, para darnos la vida eterna, para perdonarnos los pecados, para darnos la salvación. "El que se aborrece a sí mismo". Nuestro Señor, un verdadero ejemplo de amor por nosotros. No le importó morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado, abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado, golpeado, coronado de espinas, despreciado, crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al prójimo! ¡¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios y al prójimo! Por eso nuestro Señor será capaz de decirnos: “Ámense como yo los he amado” ¡Hasta dar la vida por los demás!
Recordemos lo que decían de los primeros cristianos hace ya dos mil años: "¡Miren cómo se aman!". Los pueblos paganos quedaban maravillados por el amor con que se trataban entre sí los cristianos y el amor con que trataban a todos los demás. El verdadero cristiano ha de ser como Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros? Imitémosle.
El auténtico cristiano, el verdadero católico es quien ama al prójimo y no se preocupa de sí mismo. Tengamos cuidado de los placeres, de las comodidades, de los caprichos, de los deseos, pues lo único que hacen es convertirnos en el centro de nuestro amor: nos buscaremos a nosotros mismos.
Quien verdaderamente ama a su prójimo pensará en ellos continuamente: el esposo, en su esposa; la esposa, en el esposo; los padres, en los hijos; el ciudadano, en sus conciudadanos; el maestro, en sus alumnos;
El mundo pagano se distingue por el egoísmo. El mundo cristiano se ha de distinguir por el amor. ¿Cuál mundo estamos construyendo? ¿Soy pagano o soy cristiano? El mundo pagano termina con la muerte. El mundo cristiano empieza con la vida eterna.
Jesucristo muere en la cruz para perdonarnos los pecados, para darnos nuevamente la amistad con Dios, nos vuelve a abrir las puertas del Cielo, nos hace partícipes de la vida eterna, nos da su gracia. El Señor nos enseña: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna", y "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.
Sabemos que por mucho tiempo que pueda vivir un hombre en la tierra, no será más que una gota en medio de la inmensidad del océano, un punto en medio de la eternidad. ¿No será preferible dejar un poco las comodidades de aquí para entrar en la eternidad por la puerta grande?
¿Cuántas veces pensamos en ella? ¿La tenemos como una realidad? ¿O sólo es algo lejano e imaginario? Los santos mártires, como San Lorenzo, nos ponen ante los ojos el valor de la vida futura. Antes de padecer los sufrimientos a los que le sometieron -ser quemado vivo- reflexionó unos instantes y optó por Cristo a pesar de todo. Porque sabía muy bien qué encontraría después de su muerte.
Propósito
Darme el tiempo para escuchar a las personas con las que convivo diariamente: oír, comprender, acompañar, sin buscar alguna ventaja personal.
Diálogo con Cristo
Generosidad, valentía, fe, perseverancia, paciencia, tenacidad, celo apostólico y humildad son las virtudes que deben abonar la semilla de mi vida, para que dé el fruto para lo cual fue creada. Señor, dame tu gracia para dejar a un lado todo lo que me aparte de cumplir tu voluntad.
LOS SANTOS DE HOY MIÉRCOLES 10 DE AGOSTO DEL 2016
Antonio González Penín, Beato
Religioso y Mártir, 10 de agosto
|
Victoriano Calvo Lozano, Beato
Monje y Mártir, 10 de agosto
|
José Javier Gorosterratzu, Beato
Sacerdote y Mártir, 10 de agosto
|
Arcángel de Calatafino Piacentini, Beato
Presbítero, 10 de agosto
|
Lázaro Tiersot, Beato
Presbítero y Mártir, 10 de agosto
|
Francisco Drzewiecki, Beato
Presbítero y Mártir, 10 de agosto
|
Filomena, Santa
Mártir, 10 de agosto
|
Lorenzo, Santo
Memoria Litúrgica, 10 de agosto
|
Amadeo de Silva y Meneses, Beato
Sacerdote Fundador, 10 de agosto
|
SANTA FILOMENA, MÁRTIR, 10 DE AGOSTO
Filomena, Santa
Mártir, 10 de agosto
Por: . | Fuente: Corazones.org
Mártir
Descubrimiento de sus restos mortales
Filomena, una joven mártir de la Iglesia primitiva durmió en el olvido de la historia hasta el hallazgo de sus restos mortales el 24 de mayo de 1802. Ocurrió en el día de María Auxiliadora, durante una de las excavaciones que se hacen constantemente en Roma. La encontraron en la Catacumba de Santa Priscilla, en la Vía Salaria.
En una tumba habían tres losas juntas que cerraban la entrada y en ellas había una inscripción que estaba rodeada de símbolos que aludían al martirio y a la virginidad de la persona ahí enterrada. Los símbolos eran: ancla, tres flechas, una palma y una flor.
La inscripción decía: LUMENA PAXTE CUM FI
Se entiende que estas losas pueden haber sido puestas, en el orden incorrecto, debido a la prisa o al poco conocimiento del latín del obrero. Por lo tanto, la inscripción correctamente puesta se leería: PAX TECUM FILUMENA en español: ¡Paz sea contigo Filomena!
Al abrir la tumba descubrieron su esqueleto que era de huesos pequeños y notaron a la vez, que su cuerpo había sido traspasado por flechas. Al examinar los restos los cirujanos atestiguaron la clase de heridas que la joven mártir recibió y los expertos coincidieron en calcular que la niña fue martirizada entre la edad de 12 o 13 años.
Costumbres de los primeros cristianos
Por el entusiasmo que causaba en los primeros cristianos la valentía de los que morían por la fe, acostumbraban a marcar la losa con el signo de la palma, y ponían al lado un pequeño frasco que contenía la sangre del mártir.
Hechos extraordinarios del descubrimiento
Cuando los científicos estaban transfiriendo la sangre seca a un nuevo frasco transparente, ante todos los que estaban presentes, se sucedió un hecho extraordinario. Para su asombro vieron que las pequeñas partículas de la sangre seca cuando caían en el nuevo frasco, brillaban como oro, diamantes y piedras preciosas y resplandecían en todos los colores del arco iris. (Hasta el presente, se puede observar en algunos momentos de gracia, que estas partículas cambian de color)
Los huesos, cráneo y cenizas junto con el frasco que contenía la sangre fueron depositados en un ataúd, el cual fue cerrado y triplemente sellado. Bajo guardia de honor el ataúd de ébano fue llevado a la custodia del Cardenal Vicario de Roma, a una capilla donde se guardan los cuerpos de santos.
La Congregación de Indulgencias y Reliquias declaró la autenticidad de las reliquias de la mártir.
Datos biográficos
A pesar de tener sus restos mortales, la Iglesia aun no sabía nada sobre la vida de Santa Filomena. Lo que sabemos de esta santa es gracias a las revelaciones privadas recibidas de la santa en 1863 por tres diferentes personas, en respuesta a las oraciones de muchos a que dejara saber quien era ella y como llegó al martirio.
Las personas favorecidas fueron un joven artista de buena moral y vida piadosa, un devoto sacerdote y una piadosa religiosa de Nápoles, la Venerable Madre María Luisa de Jesús quien murió en olor de santidad. (Estas revelaciones han recibido el Imprimátur de la Santa Sede dando testimonio de que no hay nada contrario a la fe. La Iglesia no ha hecho ningún otro pronunciamiento y no garantiza la autenticidad de las supuestas revelaciones. La Santa Sede dio la autorización para la propagación de estas el 21 de diciembre de 1883.)
Historia de la vida según las revelaciones a la Madre María Luisa de Jesús
"Yo soy la hija de un príncipe que gobernaba un pequeño estado de Grecia. Mi madre era también de la realeza. Ellos no tenían niños. Eran idolatras y continuamente ofrecían oraciones y sacrificios a sus dioses falsos. Un doctor de Roma llamado Publio, vivía en el palacio al servicio de mi padre. Este doctor había profesado el cristianismo. Viendo la aflicción de mis padres y por un impulso del Espíritu Santo les habló acerca de nuestra fe y les prometió orar por ellos, si consentían a bautizarse. La gracia que acompañaba sus palabras, iluminaron el entendimiento de mis padres y triunfó sobre su voluntad. Se hicieron cristianos y obtuvieron su esperado deseo de tener hijos.
Al momento de nacer me pusieron el nombre de Lumena, en alusión a la luz de la fe, de la cual era fruto. El día de mi bautismo me llamaron Filumena, hija de la luz (filia luminis) porque en ese día había nacido a la fe. Mis padres me tenían gran cariño y siempre me tenían con ellos. Fue por eso que me llevaron a Roma, en un viaje que mi padre fue obligado a hacer debido a una guerra injusta.
Yo tenia trece años. Cuando arribamos a la capital nos dirigimos al palacio del emperador y fuimos admitidos para una audiencia. Tan pronto como Dioclesiano me vio fijo los ojos en mi.
El emperador oyó toda la explicación del príncipe, mi padre. Cuando este acabó y no queriendo ser ya más molestado le dijo: yo pondré a tu disposición toda la fuerza de mi imperio. Yo solo deseo una cosa a cambio, que es la mano de tu hija. Mi padre deslumbrado con un honor que no esperaba, accede inmediatamente a la propuesta del emperador y cuando regresamos a nuestra casa, mi padre y mi madre hicieron todo lo posible para inducirme a que cediera a los deseos del emperador y los suyos. Yo lloraba y les decía: ¿Ustedes desean que por el amor de un hombre yo rompa la promesa que he hecho a Jesucristo? Mi virginidad le pertenece a Él y yo ya no puedo disponer de ella.
Pero eres muy joven para ese tipo de compromiso -me decían- y juntaban las más terribles amenazas para hacerme que aceptara la mano del emperador.
La gracia de Dios me hizo invencible. Mi padre no pudiendo hacer al emperador ceder y para deshacerse de la promesa que había hecho, fue obligado por Dioclesiano a llevarme a su presencia.
Antes tuve que soportar nuevos ataques de parte de mis padres hasta el punto, que de rodillas ante mi, imploraban con lágrimas en sus ojos, que tuviera piedad de ellos y de mi patria. Mi respuesta fue: No, no, Dios y el voto de virginidad que le he hecho, esta primero que ustedes y mi patria. Mi reino es el Cielo.
Mis palabras los hacía desesperar y me llevaron ante la presencia del emperador, el cual hizo todo lo posible para ganarme con sus atractivas promesas y con sus amenazas, las cuales fueron inútiles. El se puso furioso e, influenciado por el demonio, me mandó a una de las cárceles del palacio donde fui encadenada. Pensando que la vergüenza y el dolor iban a debilitar el valor que mi Divino Esposo me había inspirado. Me venía a ver todos los días y soltaba mis cadenas para que pudiera comer la pequeña porción de pan y agua que recibía como alimento, y después renovaba sus ataques, que si no hubiera sido por la gracia de Dios no hubiera podido resistir.
Yo no cesaba de encomendarme a Jesús y su Santísima Madre.
Mi cautiverio duró treinta y siete días, y en el medio de una luz celestial, vi a María con su Divino Hijo en sus manos, la cual me dijo: "Hija, tres días más de prisión y después de cuarenta días, se acabará este estado de dolor." Las felices noticias hicieron mi corazón latir de gozo, pero como la Reina de los Angeles había añadido, dejaría la prisión, para sostener un combate más terrible que los que ya había tenido. Pasé del gozo a una terrible angustia, que pensaba me mataría. Hija, ten valentía, dijo la Reina de los Cielos y me recordó mi nombre, el cual había recibido en mi Bautismo diciéndome: "Tu eres LUMENA, y tu Esposo es llamado Luz. No tengas miedo. Yo te ayudaré. En el momento del combate, la gracia vendrá para darte fuerza. El ángel Gabriel vendrá a socorrerte, Yo le recomendaré especialmente a él, tu cuidado".
Las palabras de la Reina de las Vírgenes me dieron ánimo. La visión desapareció dejando la prisión llena de un perfume celestial.
Lo que se me había anunciado, pronto se realizó. Dioclesiano perdiendo todas sus esperanzas de hacerme cumplir la promesa de mi padre, tomó las decisión de torturarme públicamente y el primer tormento era ser flagelada. Ordenó que me quitaran mis vestidos, que fuera atada a una columna en presencia de un gran número de hombres de la corte, me hizo que me latigaran con tal violencia, que mi cuerpo se bañó en sangre, y lucía como una sola herida abierta. El tirano pensando que me iba a desmayar y morir, me hizo arrastrar a la prisión para que muriera.
Dos ángeles brillante con luz, se me aparecieron en la oscuridad y derramaron un bálsamo en mis heridas, restaurando en mi la fuerza, que no tenía antes de mi tortura.
Cuando el emperador fue informado del cambio que en mi había ocurrido, me hizo llevar ante su presencia y trato de hacerme ver que mi sanación se la debía a Júpiter el cual deseaba que yo fuera la emperatriz de Roma. El espíritu Divino, al cual le debía la constancia en perseverar en la pureza, me llenó de luz y conocimiento, y a todas las pruebas que daba de la solidez de nuestra fe, ni el emperador ni su corte podían hallar respuesta.
Entonces, el emperador frenético, ordenó que me enterraran, con un ancla atada al cuello en las aguas del río Tiber. La orden fue ejecutada inmediatamente, pero Dios permitió que no sucediera.
En el momento en el cual iba a ser precipitada al río, dos ángeles vinieron en mi socorro, cortando la soga que estaba atada al ancla, la cual fue a parar al fondo del río, y me transportaron gentilmente a la vista de la multitud, a las orillas del río.
El milagro logró que un gran número de espectadores se convirtieran al cristianismo.
El emperador, alegando que el milagro se debía a la magia, me hizo arrastrar por las calles de Roma y ordenó que me fuera disparada una lluvia de flechas. Sangre brotó de todas las partes de mi cuerpo y ordenó que fuera llevada de nuevo a mi calabozo. El cielo me honró con un nuevo favor. Entré en un dulce sueño y cuando desperté estaba totalmente curada. El tirano lleno de rabia dijo: Que sea traspasada con flechas afiladas. Otra vez los arqueros doblaron sus arcos, cogieron toda sus fuerzas, pero las flechas se negaron a salir. El emperador estaba presente y se puso furioso y pensando que la acción del fuego podía romper el encanto, ordenó que se pusieran a calentar en el horno y que fueran dirigidas a mi corazón. El fue obedecido, pero las flechas, después de haber recorrido parte de la distancia, tomaron la dirección contraria y regresaron a herir a aquellos que la habían tirado. Seis de los arqueros murieron. Algunos de ellos renunciaron al paganismo y el pueblo empezó a dar testimonio público del poder de Dios que me había protegido. Esto enfureció al tirano. Este determinó apresurar mi muerte, ordenando que mi cabeza fuera cortada con un hacha.
Entonces, mi alma voló hacia mi Divino Esposo, el cual me puso la corona del martirio y la palma de la virginidad.
Luego del Concilio Vaticano II, se retiró el nombre de Filomena del santoral, básicamwente por falta de pruebas fehacientes sobre su historia, (no hay registros o actas de su martirio), pero su culto no ha sido prohibido.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
SAN LORENZO, DÍACONO Y MÁRTIR, 10 DE AGOSTO
Hoy celebramos a San Lorenzo, famoso diácono mártir que murió quemado en una hoguera
Por Abel Camasca
(ACI).- “La Iglesia de Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo de San Lorenzo, que superó las amenazas y seducciones del mundo, venciendo así la persecución diabólica”, dijo una vez el Obispo San Agustín en uno de sus sermones.
San Lorenzo era uno de los diáconos que ayudaba al Papa San Sixtus II, quien fue asesinado por la policía del emperador mientras estaba celebrando Misa en un cementerio de Roma.
La antigua tradición cuenta que San Lorenzo, al ver que iban a matar al Pontífice, le dijo: “Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?” y el Santo Padre le respondió: “Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás”.
San Lorenzo se alegró muchísimo de saber que iría pronto al cielo y, viendo el peligro que se aproximaba, recogió todos los bienes que la Iglesia tenía en Roma, los vendió y repartió el dinero a los más necesitados.
El alcalde de la ciudad, que era pagano y apegado al dinero, llamó a San Lorenzo y le mandó que le lleve los tesoros de la Iglesia para costear una guerra que el emperador iba a empezar. El Santo le pidió unos días de plazo para reunirlos.
El diácono entonces juntó a los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con las limosnas. Mandó llamar al alcalde y le dijo que ellos eran los tesoros más preciados de la Iglesia de Cristo.
El alcalde, lleno de rabia, lo mandó matar lentamente, prendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron a San Lorenzo. Los fieles vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor muy hermoso y sintieron un aroma agradable, mientras que los paganos no percibían nada de eso.
Tras un rato de estarse quemando por un lado en la parrilla, el valiente mártir le dijo al juez que le dieran la vuelta para quedar completamente quemado. Cuando ya se acercaba su hora y con una tranquilidad impresionante, pidió a Dios por la difusión del cristianismo en el mundo y partió a la Casa del Padre el 10 de agosto del 258.
Se dice que este martirio significó el declive de la idolatría romana y que la Basílica de San Lorenzo en Roma es considerada la quinta en importancia.
La devoción a este gran Santo se ha expandido por todo el mundo y muchos pueblos y ciudades llevan su nombre.
Incluso el nombre del equipo de fútbol favorito del Papa Francisco, el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, es en honor al diácono mártir. Tal como fue el deseo del salesiano P. Lorenzo Massa, en los inicios de fundación del equipo.
____________________
SIETE DATOS SOBRE SAN LORENZO, MÁRTIR, 10 DE AGOSTO
7 datos curiosos sobre San Lorenzo, martirizado en una parrilla en el siglo III
Por Diego López Marina
(ACI).- Este 10 de agosto se celebra a San Lorenzo, uno de los 7 diáconos de Roma del Papa Sixto II y ciertamente uno de los más famosos de la antigüedad.
Aquí algunos datos curiosos de la vida de este importante santo.
1. Es patrono de los cocineros
San Lorenzo de Roma es el Santo patrón de los cocineros. El Santo fue condenado a morir quemado en una hoguera, específicamente en una parrilla de hierro.
Según la tradición, después de un rato de estarse quemando en la parrilla dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo.
2. Una Basílica de Roma está dedicada a él
La Basílica de San Lorenzo Extramuros, donde se encuentra la tumba del Santo, es una de las cinco basílicas patriarcales o papales y una de las iglesias que se deben de visitar en el peregrinaje de las 7 iglesias de Roma para alcanzar la indulgencia plenaria del Año Santo.
Al interior de la Basílica se encuentra una piedra de mármol donde según la tradición, fue colocado el cuerpo del San Lorenzo inmediatamente después de su martirio, quedando impresa parte de su silueta.
Cada año se realiza una peregrinación en el barrio de San Lorenzo precedida por una Santa Misa. La romería es acompañada por una reliquia del Santo llevada en una pequeña custodia.
3. En Roma es el Santo más importante después
de Pedro y Pablo
Con una tranquilidad que nadie había imaginado, durante su martirio rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, hasta exhalar el último suspiro.
El profesor de teología sistemática, Don Francesco Moraglia, explica en un artículo que “la ciudad, que le atribuía la victoria definitiva sobre el paganismo, lo eligió como su tercer patrono y celebra su fiesta desde el siglo IV, como segunda fiesta en orden de importancia después de la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo”.
Asimismo se elevó en su honor “34 iglesias y capillas, signo tangible de gratitud hacia aquel que, fiel a su ministerio, había sido entre ellos un verdadero ministro y servidor de la caridad”.
4. Su martirio fue vaticinado por el Papa San Sixto II
San Lorenzo era uno de los diáconos que ayudaba al Papa San Sixto II, quien fue asesinado por la policía del emperador mientras estaba celebrando Misa en un cementerio de Roma. La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo Pontífice lo iban a matar, este último dijo:
“A nosotros, porque somos viejos, se nos ha asignado el recorrido de una carrera más fácil; a ti, porque eres joven, te corresponde un triunfo más glorioso sobre el tirano. Pronto vendrás, deja de llorar: dentro de tres días me seguirás. Entre un obispo y un levita es conveniente que exista este intervalo" (San Ambrosio, De Officiis, n. 206).
5. El Papa San León Magno le dedicó una bella homilía
En el siglo V, el Doctor de la Iglesia y Papa, San León Magno, dijo sobre el San Lorenzo que "las llamas no pudieron vencer la caridad de Cristo; y el fuego que lo quemaba por fuera era más débil del que ardía dentro de él".
Añadió: "El Señor quiso exaltar hasta tal punto su nombre glorioso en todo el mundo que, desde Oriente hasta Occidente, en el resplandor vivísimo de la luz irradiada por los más grandes diáconos, la misma gloria que recibió Jerusalén por Esteban tocó también a Roma por los méritos de Lorenzo" (Homilía 85, 4: PL 54, 486).
6. Un fenómeno astronómico lleva su nombre
"Lágrimas de San Lorenzo" es el nombre popular con que se conoce a una lluvia de estrellas fugaces (las Perseidas) visibles cada año en torno al 11 y 12; o 12 y 13 de agosto. El nombre comenzó a utilizarse en memoria del diácono martirizado, mucho después en la Europa medieval.
7. Un club de fútbol lleva su nombre
El nombre del equipo de fútbol favorito del Papa Francisco, el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, es en honor al diácono mártir. Tal como fue el deseo del salesiano P. Lorenzo Massa, en los inicios de fundación del equipo.
lunes, 8 de agosto de 2016
LOS SANTOS DE HOY LUNES 8 DE AGOSTO 2016
Maria de la Cruz (María Elena MacKillop), Santa
Fundadora, 8 de agosto
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Mariano Pina Turón, Beato
Sacerdote y Mártir, 8 de agosto
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Manuel Aranda Espejo, Beato
Seminarista Mártir, 8 de agosto
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Eladio (Leoncio) López Ramos, Beato
Sacerdote y Mártir, 8 de agosto
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Antero Mateo García, Beato
Laico Mártir, 8 de agosto
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Fernando Español Berdié, Beato
Presbítero y Mártir, 8 de agosto
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Cruz Laplana y Laguna, Beato
Obispo y Mártir, 8 de agosto
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Juan Felton, Beato
Mártir Laico, 8 de agosto
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María del Niño Jesús Baldillou y compañeras, Beatas
Mártires Escolapias, 8 de agosto
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Bonifacia Rodríguez Castro, Santa
Virgen y Fundadora, 8 de agosto
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María Margarita del Sagrado Corazón (María Ana Rosa Caiani), Beata
Fundadora, Agosto 8
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Gregorio el Sinaita, Santo
Biografía, 8 de agosto
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Domingo de Guzmán, Santo
Fundador de los Dominicos, 8 de agosto
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SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, FUNDADOR DE LOS DOMINICOS, 8 DE AGOSTO
Hoy 8 de agosto es Fiesta de Santo Domingo de Guzmán, a quien la Virgen le entregó el Rosario
Por Abel Camasca
(ACI).- Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega (España) alrededor del año 1170 en una familia noble. Su madre fue la Beata Juana de Aza. En Palencia recibió una buena educación en diversas materias y se entregó de lleno al estudio de teología.
En aquel entonces se vivía en continuas guerras contra los moros (musulmanes) e incluso entre los mismos príncipes cristianos. Lo que llevó a una terrible hambruna en aquella región. Domingo se compadeció de los necesitados y los ayudaba entregándoles sus pertenencias.
Cierto día llegó ante Domingo una mujer llorando que le dijo que su hermano había caído prisionero de los moros y el joven al no tener nada que darle se ofreció como esclavo para rescatarlo. Este acto impresionó a toda la ciudad y se produjeron tales movimientos de caridad que hicieron innecesario que Domingo se entregara.
Con 24 años de edad fue llamado por el Obispo de Osma para ser canónigo de la Catedral y a los 25 fue ordenado sacerdote. Más adelante el Prelado tuvo que viajar a Dinamarca por encargo del rey Alfonso VIII y se llevó consigo a Domingo. En el viaje, el Santo quedó preocupado al constatar las herejías en que vivían los diversos pueblos.
En 1207, Santo Domingo, junto a algunos compañeros como el Obispo de Osma, se entregó a la vida apostólica, renunciando a toda comodidad y viviendo de limosnas. Al comprender más de la necesidad de una buena formación cristiana de los fieles, fundó la Orden de Predicadores (dominicos) dispuesta a llevar la luz del Evangelio por todas partes.
El Santo fundó centros de apostolado al sur de Francia y encontró grandes dificultades en toda la misión que había emprendido.
Según la tradición, respaldada por numerosos documentos pontificios, cierta noche Santo Domingo, mientras se encontraba en oración, tuvo una revelación en la que la Virgen fue en su auxilio y le entregó el Rosario como un arma poderosa para ganar almas.
La Virgen a su vez le enseñó a recitarlo y le pidió que lo predicara por todo el mundo para que se obtengan abundantes gracias. El Santo salió de la capilla lleno de entusiasmo con el rosario en la mano y, efectivamente, lo impulsó por todas partes, obteniendo muchas conversiones.
Dentro de sus prácticas de penitencia habituales estaban las temporadas de 40 días de ayuno a pan y agua, el dormir sobre tablas duras, caminar descalzo por caminos irisados de piedras y senderos cubiertos de nieve, soportar insultos sin responder palabra alguna, predicar a pesar de estar enfermo y nunca mostrar desánimo. Era el hombre de la alegría y buen humor.
Santo Domingo, gran amigo de San Francisco de Asís, partió a la Casa del Padre en Boloña el 6 de agosto de 1221. Fue canonizado en 1234 por el Papa Gregorio IX, quien dijo que “de la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo”. Su fiesta se celebra cada 8 de agosto.
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Biografía de Santo Domingo de Guzmán
A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.
Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: "No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos".
En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.
Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.
Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: "Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones".
Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III.
Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.
Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: "Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios". Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.
En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.
El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos.
Por ejemplo estas:
Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible.
Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.
La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.
Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.
Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.
Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: "la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos". Y así sucedió en verdad. Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.
Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.
Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.
Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.
Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave.
Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: "Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "¡Qué hermoso, qué hermoso!" y expiró.
A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".
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