jueves, 29 de junio de 2023

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 29 DE JUNIO - SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES



29 de junio: Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles

JUEVES 29 DE JUNIO



1ª Lectura (Hch 12,1-11): En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.

La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate». Las cadenas se le cayeron de las manos y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias». Obedeció y el ángel le dijo: «Échate el manto y sígueme». Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel. Pedro recapacitó y dijo: «Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos».



Salmo responsorial: 33

R/. El Señor me libró de todas mis ansias.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.

El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.


2ª Lectura (2Tim 4,6-8.17-18): Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Versículo antes del Evangelio (Mt 16,18): Aleluya. Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Aleluya.


Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».







«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»

Mons. Jaume PUJOL i Balcells, Arzobispo Emérito de Tarragona

(Tarragona, España)


Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.

En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».

Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad suprema.

Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus intenciones. 

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO 2023



 Homilía del Papa Francisco en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo 2023

Crédito: Daniel Ibañez/ACI Prensa.

29 de junio de 2023 



El Papa Francisco presidió este jueves 29 de junio en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa por la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, patronos de Roma.

A la ceremonia asistieron los miembros de la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y se bendijeron los palios que se les impondrán a los Arzobispos Metropolitanos, nombrados en el transcurso del año.

A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Pedro y Pablo, dos Apóstoles enamorados del Señor, dos columnas de la fe de la Iglesia. Y mientras contemplamos sus vidas, el Evangelio de hoy nos presenta la pregunta que Jesús hace a sus discípulos: “¿Quién dicen que soy?” (Mt 16,15). Esta es la pregunta fundamental, la más importante: ¿quién es Jesús para mí? ¿Quién es Jesús en mi vida? Veamos cómo respondieron a esta pregunta los dos Apóstoles. 

La respuesta de Pedro se podría resumir en una palabra: seguimiento. Pedro vivió en el seguimiento del Señor. Cuando Jesús interrogó a los discípulos aquel día en Cesarea de Filipo, Pedro respondió con una hermosa profesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Una respuesta impecable, precisa, puntual, podríamos decir una perfecta respuesta de "catecismo". Pero esa respuesta es fruto de un camino. Sólo después de haber vivido la fascinante aventura de seguir al Señor, después de haber caminado con Él y en pos de Él durante tanto tiempo, Pedro llega a esa madurez espiritual que lo lleva, por gracia, por pura gracia, a una profesión de fe tan lúcida.

De hecho, el mismo evangelista Mateo nos cuenta que todo empezó un día en que, a orillas del mar de Galilea, Jesús pasó por allí y lo llamó, junto con su hermano Andrés, e “inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron” (Mt 4, 20). Pedro lo dejó todo para seguir al Señor. Y el Evangelio subraya que los hizo “inmediatamente": Pedro no le dijo a Jesús que se lo pensaría, no hizo cálculos para ver si le convenía, no puso excusas para demorar la decisión, sino que dejó las redes y lo siguió, sin pedir de antemano ninguna seguridad. Todo lo iría descubriendo día a día, al seguir a Jesús y caminar tras Él. Y no es casualidad que las últimas palabras que Jesús le dirige en los Evangelios sean: “Tú sígueme” (Jn 21,22), es decir el discipulado.

Pedro, por tanto, nos dice que a la pregunta “¿quién es Jesús para mí?” no basta responder con una fórmula doctrinal impecable, ni siquiera con una idea que nos hayamos construido de una vez por todas. No. Es siguiendo al Señor como aprendemos a conocerlo cada día; es haciéndonos sus discípulos y acogiendo su Palabra la manera en que nos convertimos en sus amigos y experimentamos su amor transformador. Ese "inmediatamente" resuena también para nosotros: si podemos posponer tantas cosas en la vida, el seguimiento de Jesús es inaplazable; ahí no podemos dudar, no podemos poner excusas. Y cuidado, porque algunas excusas se disfrazan de espiritualidad, como cuando decimos "no soy digno", "no soy capaz", "¿qué puedo hacer yo?". Esto es un truco del demonio, que nos roba la confianza en la gracia de Dios, haciéndonos creer que todo depende de nuestras capacidades.

Despojarnos de nuestras seguridades terrenales, inmediatamente, y seguir a Jesús cada día: ésta es la encomienda que Pedro nos confía hoy, invitándonos a ser Iglesia-en-seguimiento. Iglesia- en-seguimiento. Una Iglesia que desea ser discípula del Señor y humilde servidora del Evangelio. 

Sólo así podrá dialogar con todos y convertirse en lugar de acompañamiento, cercanía y esperanza para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Sólo así, incluso aquellos que están más alejados y a menudo nos miran con desconfianza o indiferencia, podrán finalmente reconocer, con el Papa Benedicto: «La Iglesia es el lugar del encuentro con el Hijo de Dios vivo, y así es el lugar de encuentro entre nosotros» (Homilía en el II domingo de Adviento, 10 diciembre 2006). 

Y ahora llegamos al Apóstol de los gentiles. Si la respuesta de Pedro consistió en el seguimiento, la de Pablo fue el anuncio, el anuncio del Evangelio. También para él todo comenzó por gracia, con la iniciativa del Señor. En el camino de Damasco, mientras llevaba a cabo con determinación feroz la persecución de los cristianos, atrincherado en sus convicciones religiosas, Jesús resucitado le salió al encuentro y lo dejó ciego con su luz, o, mejor dicho, gracias a esa luz Saulo se dio cuenta de lo ciego que estaba: encerrado en el orgullo de su rígida observancia, descubrió en Jesús el cumplimiento del misterio de la salvación. 

Y, comparado con la sublimidad del conocimiento de Cristo, considera en adelante como "desperdicio" todas sus certezas humanas y religiosas (cf. Flp 3,7-8). Así, Pablo dedica su vida a recorrer tierra y mar, ciudades y aldeas, sin importarle sufrir penurias y persecuciones con tal de anunciar a Jesucristo. Viendo su historia, parece que cuanto más anuncia el Evangelio, más conoce a Jesús. El anuncio de la Palabra a los demás también le permite penetrar en las profundidades del misterio de Dios; el Pablo que escribió “¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 9,16) es el mismo que confiesa “para mí la vida es Cristo” (Flp 1,21).

Pablo, entonces, nos dice que a la pregunta "¿quién es Jesús para mí?" no se responde con una religiosidad intimista, que nos deja indiferentes ante la inquietud de llevar el Evangelio a los demás. El Apóstol nos enseña que crecemos en la fe y en el conocimiento del misterio de Cristo cuanto más somos sus heraldos y testigos. Esto sucede siempre: cuando evangelizamos, somos evangelizados. Es una experiencia diaria, cuando evangelizamos, permanecemos evangelizados. La Palabra que llevamos a los demás vuelve a nosotros, porque en la medida en que damos, recibimos mucho más (cf. Lc 6, 38). Esto también es necesario para la Iglesia de hoy: poner el anuncio en el centro. Ser una Iglesia que no se cansa de repetir "para mí la vida es Cristo" y "ay de mí si no predico el Evangelio". Una Iglesia que necesita el anuncio como el oxígeno para respirar, que no puede vivir sin transmitir el abrazo del amor de Dios y la alegría del Evangelio. 

Hermanos y hermanas, celebremos a Pedro y a Pablo. Ellos respondieron a la pregunta fundamental de la vida “¿quién es Jesús para mí?”, viviendo el seguimiento y anunciando el Evangelio. Es hermoso si crecemos como Iglesia del seguimiento, como Iglesia humilde que nunca da por sentado la búsqueda del Señor.

Es hermoso si nos convertimos en una Iglesia extrovertida, que no encuentra su alegría en las cosas del mundo, sino en anunciar el Evangelio al mundo, para sembrar la pregunta sobre Dios en el corazón de las personas. Llevar al Señor Jesús a todas partes, con humildad y alegría: en nuestra ciudad de Roma, en nuestras familias, en las relaciones y en los barrios, en la sociedad civil, en la Iglesia, en la política, en el mundo entero, especialmente allí donde anidan la pobreza, la degradación y la marginación. 

Y, hoy, en el momento en que algunos de nuestros hermanos arzobispos reciben el palio, signo de comunión con la Iglesia de Roma, quisiera decirles: sean apóstoles como Pedro y Pablo. Sean discípulos en el seguimiento y apóstoles en el anuncio, lleven la belleza del Evangelio a todas partes, junto con todo el Pueblo de Dios. Y, por último, quisiera dirigir un afectuoso saludo a la Delegación del Patriarcado ecuménico, enviada hasta aquí de parte de mi querido Hermano Su Santidad Bartolomé. Gracias por su presencia, gracias: avancemos juntos, avancemos juntos, en el seguimiento y el anuncio de la Palabra, creciendo en fraternidad. Que Pedro y Pablo nos acompañen e intercedan por todos nosotros. 

HOY CELEBRAMOS A SAN PEDRO Y SAN PABLO, 29 DE JUNIO







 


domingo, 25 de junio de 2023

PENSAMIENTOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS











  

EL PAPA FRANCISCO PIDE NO RENUNCIAR EL MAYOR BIEN: LA VIDA

 



El Papa Francisco pide no desperdiciar el mayor bien: La vida

Por Ary Waldir Ramos Díaz

25 de junio de 2023 


Este domingo 25 de junio, el Papa Francisco instó a los fieles a cuestionarse de qué tienen miedo y destacó la necesidad de renunciar a los ídolos de la eficacia y el consumismo para no despreciar la vida. 

Durante el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre reflexionó acerca del Evangelio del día, en el que Jesús repite tres veces a sus discípulos: "No tengan miedo" (Mt 10,26.28.31). 

En esta línea, indicó que para Jesús:  “Lo que cuenta es no desperdiciar el mayor bien: La vida. No desperdiciar la vida. Solo esto debe asustarnos”. 

¿Por qué es bueno ir a Misa diariamente?

A continuación, el Santo Padre invitó: “Preguntémonos entonces: Yo, ¿de qué tengo miedo? ¿De no tener lo que me gusta? ¿De no alcanzar las metas que la sociedad impone? ¿Del juicio de los demás? ¿O más bien, de no agradar al Señor y de no poner en primer lugar su Evangelio?”. 


Los ídolos de la eficacia y el consumismo

El Papa afirmó que todo conlleva “cierta renuncia frente a los ídolos de la eficacia y el consumismo”. 

De este modo, recordó que hoy se desecha la vida de las personas: “Pensemos en los últimos, a menudo tratados como material de descarte y como objetos no deseados”. 

“Permanecer fiel -precisó el Pontífice- a lo que importa es costoso; cuesta ir contracorriente, liberarse de los condicionamientos del pensamiento común, ser apartado por los que “siguen la moda”. 


Las persecuciones y la violencia 

Por otro lado, en su predicación explicó que Jesús habló de las persecuciones que tendrán que soportar sus discípulos por causa del Evangelio. 

Destacó que “parece paradójico: el anuncio del Reino de Dios es un mensaje de paz y de justicia, fundado en la caridad fraterna y en el perdón y, sin embargo, encuentra oposición, violencia y persecución”. 

A pesar de esto, instó a no temer: “No porque todo irá bien en el mundo, sino porque para el Padre somos preciosos y nada de lo que es bueno se perderá. Por eso nos dice que no dejemos que el miedo nos detenga”. 

Luego indicó que el “verdadero miedo que hay que tener es el de desechar la propia vida”. En este sentido, señaló la “imagen que Jesús utiliza” en el Evangelio: “La del Valle ‘Gehenna’, que “era el gran vertedero de basura de la ciudad” de Jerusalén. 


Tener miedo a desperdiciar la vida 

Insistió para que los fieles no tengan tanto “miedo a sufrir incomprensiones y críticas, a perder prestigio y ventajas económicas por permanecer fieles al Evangelio, sino a desperdiciar la existencia buscando cosas de poco valor, que no dan sentido a la vida”. 

Recordó que “incluso hoy uno puede ser objeto de burlas o de discriminación si no sigue ciertos modelos de moda, que, sin embargo, a menudo ponen en el centro realidades de segunda categoría: cosas en lugar de personas, rendimientos en lugar de relaciones”.

El Santo Padre pensó en los padres, que “necesitan trabajar para mantener a su familia, pero no pueden vivir solo para el trabajo, sino que necesitan tiempo para estar con sus hijos”. 

“Pienso también —continuó— en un sacerdote o en una religiosa, que deben comprometerse en su servicio, pero sin olvidarse de dedicar tiempo a estar con Jesús, de lo contrario caen en la mundanidad espiritual y pierden el sentido de lo que son”, anotó. 

Asimismo, dirigió su mirada a los jóvenes que “tienen mil compromisos y pasiones: la escuela, el deporte, intereses varios, el teléfono móvil y las redes sociales, pero necesitan encontrarse con personas y realizar grandes sueños, sin perder el tiempo en cosas que pasan y no dejan huella”. 

“María, Virgen Sabia Madre, nos ayude a ser sabios y valientes en las decisiones que tomamos”, concluyó el Papa Francisco.  

FELIZ DOMINGO!!!

 





 

viernes, 16 de junio de 2023

HOY ES LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LA SANTIFICACIÓN DE LOS SACERDOTES



Hoy es la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes

16 de junio de 2023


Cada año, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Esta especial jornada de oración es convocada por el Santo Padre a través del Dicasterio para el Clero.

“Pidamos también sacerdotes santos, formados ‘según el Sagrado Corazón de Cristo’”, decía San Juan Pablo II, quien estableció que esta jornada de oración se realice en el día del Sagrado Corazón de Jesús.

Reza esta oración de Santa Margarita de Alacoque para ser fiel al Corazón de Jesús


A continuación, presentamos una oración elaborada por Santa Teresita del Niño Jesús:


*Oración por la Santificación de los Sacerdotes*

Oh Jesús que has instituido el sacerdocio para continuar en la tierra

la obra divina de salvar a las almas

protege a tus sacerdotes (especialmente a: ..............) 

en el refugio de tu SAGRADO CORAZÓN.

Guarda sin mancha sus MANOS CONSAGRADAS,

que a diario tocan tu SAGRADO CUERPO,

y conserva puros sus labios teñidos con tu PRECIOSA SANGRE.

Haz que se preserven puros sus Corazones,

marcados con el sello sublime del SACERDOCIO,

y no permitas que el espíritu del mundo los contamine.

Aumenta el número de tus apóstoles,

y que tu Santo Amor los proteja de todo peligro.

Bendice Sus trabajos y fatigas,

y que como fruto de Su apostolado obtenga la salvación de muchas almas

que sean su consuelo aquí en la tierra y su corona eterna en el Cielo. Amén. 



 

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 16 DE JUNIO DE 2023 - SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 



Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (A)

VIERNES 16 DE JUNIO DE 2023



1ª Lectura (Dt 7,6-11): En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy».



Salmo responsorial: 102

R/. La misericordia del Señor dura siempre, para los que cumplen sus mandatos.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.


Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.


El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel.


El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.

2ª Lectura (1Jn 4,7-16): Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados.

Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Versículo antes del Evangelio (Mt 11,29ab): Aleluya. Tomad mi yugo sobre vosotros, dice el Señor, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».



«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso»

Rev. D. Antoni DEULOFEU i González

(Barcelona, España)


Hoy, cuando nos encontremos cansados por el quehacer de cada día —porque todos tenemos cargas pesadas y a veces difíciles de soportar— pensemos en estas palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Reposemos en Él, que es el único que nos puede descansar de todo lo que nos preocupa, y así encontrar la paz y todo el amor que no siempre nos da el mundo.

El descanso auténticamente humano necesita una dosis de “contemplación”. Si elevamos los ojos al cielo y rogamos con el corazón, y somos sencillos, seguro que encontraremos y veremos a Dios, porque allí está («Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo»: Mt 11,25). Pero no sólo está allí, encontrémosle también en el “suave yugo” de las pequeñas cosas de cada día: veámoslo en la sonrisa de aquel niño pequeño lleno de inocencia, en la mirada agradecida de aquel enfermo que hemos visitado, en los ojos de aquel pobre que nos pide nuestra ayuda, nuestra bondad…

Reposemos todo nuestro ser, y confiémonos plenamente a Dios que es nuestra única salvación y salvación del mundo. Tal como lo recomendaba San Juan Pablo II, para reposar verdaderamente, nos es necesario dirigir «una mirada llena de gozosa complacencia [al trabajo bien hecho]: una mirada “contemplativa”, que ya no aspira a nuevas obras, sino más bien a gozar de la belleza de lo que se ha realizado» en la presencia de Dios. A Él, además, hay que dirigirle una acción de gracias: todo nos viene del Altísimo y, sin Él, nada podríamos hacer.

Precisamente, uno de los grandes peligros actuales es que «el nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que frecuentemente desemboca en el activismo, con el fácil riesgo del “hacer por hacer”. Hemos de resistir esta tentación buscando “ser” antes que “hacer”» (San Juan Pablo II). Porque, en realidad, como nos dice Jesús, sólo hay una cosa necesaria (cf. Lc 10,42): «Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí (…) y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,29). 

¿QUÉ SIMBOLIZA EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS?

 






 

¿QUIÉN ES SAN ANTONIO DE PADUA?

  


SAN ANTONIO DE PADUA


San Antonio de Padua, nació en Lisboa, Portugal, en el año 1,195, con el nombre de Fernando de Bulhões. Santo de la Orden Franciscana, que en tan solo un año se logró su proceso de canonización, debido a los incontables milagros obtenidos por su intercesión.

Contrario a los deseos de su familia, que era pudiente, Fernando ingresó en la Abadía Agustina de San Vicente en las afueras de Lisboa. Pero las constantes visitas de amigos y familiares obstaculizaban su concentración hacia los estudios y su piedad. Convenció a sus superiores para que le trasladaran a la Abadía Agustina de la Santa Cruz en Coimbra, la entonces capital de Portugal. En el verano de 1220 recibió el hábito franciscano y comenzó a estudiar las enseñanzas de su fundador, Francisco de Asís. Adoptó el nombre de Antonio en honor de Antonio el Magno.

En Padua descubre su vocación de predicador, pues hablaba con convencimiento y desde el corazón. Con humildad luchaba por permanecer oculto, pero la fama de su predicación hacía que se llenaran las iglesias. El éxito de su predicación quizás se debía en que vivía lo que predicaba. Él decía, “el gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer, pero no vivir de acuerdo con lo que se cree”.

Gran defensor de la Eucaristía. Se cuenta que un hereje pidió un milagro a Antonio para creer que la Eucaristía es Jesús mismo y no solo un signo, lo retó a exponer al Santísimo ante su mula hambrienta y si esta prefería a la hostia en vez de la avena, él se convertiría. Llegado ese día, San Antonio se presentó con Jesús en la custodia, alzándola le dijo a la mula “En nombre de tu Creador, que yo, aunque indigno traigo en mis manos, te ordeno que vengas a inclinarte ante el Rey de Reyes”. Mientras, el hereje pasaba por su hocico la avena, pero la mula se acercó a la Eucaristía y solemnemente dobló sus rodillas e inclinó su cabeza. El pueblo asombrado brincaba de alegría por haber presenciado el gran milagro, ese día muchos se convirtieron porque vieron, …benditos aquellos que creen sin haber visto.

Es patrono de mujeres infértiles, albañiles y panaderos.

HOY ES LA SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS!!!!



La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, es eminentemente Eucarística. Es el mismo corazón, cuerpo, carne, sangre y toda la divinidad de Jesús que se hace presente.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús data de muchos años, con las visiones e inspiraciones de muchos santos como Santa Lutgarda, San Buenaventura, Santa Gertrudis, Santa Matilde, Santa Ángela de Foligno, Santa Catalina de Siena, San Francisco de Sales, Santa Juana de Chantal, San Juan Eudes, entre otros.

Pero finalmente a Santa Margarita María de Alacoque, humilde monja francesa de la Orden de La Visitación a quien Jesús se le reveló en varias ocasiones para consolidar esta devoción.

Y fue después de la Solemnidad del Corpus Christi de 1675 que presenció al Corazón de Jesús con la herida abierta y Jesús le dijo: Mira este corazón que ha amado tanto a los hombres y que no ha omitido nada hasta agotarse y consumirse para manifestarle su amor. En reconocimiento, yo, no recibo de la mayor parte sino ingratitudes por sus irreverencias y sacrilegios, frialdades y desprecios que vienen hacia mí en este sacramento de amor. Pero lo que me es más sensible todavía, es que sean corazones que me están consagrados los que así me traten. Por eso te pido, yo, que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicada una fiesta particular para honrar mi corazón, comulgando ese día y reparando con algún acto de desagravio.

Sea, por tanto, El Sagrado Corazón de Jesús, tratado, no como una devoción más, sino como la manifestación directa del amor de Dios encarnado en Cristo Jesús que se dio para nuestra salvación. Es en la figura del Corazón de Jesús, que podemos recordar el inmenso valor de su pasión.

Cuando seamos conscientes de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, no habrá lágrimas suficientes que desahoguen nuestro pesar por tanta indiferencia al amor de su corazón.

Si leíste hasta aquí, es porque todavía hay tiempo. Oremos para que Jesús nos conceda un corazón que ame como ama su Sagrado Corazón y depositemos en él toda nuestra confianza. 

domingo, 28 de mayo de 2023

DEL MIEDO A LA ALEGRÍA, LUEGO LA MISIÓN - REFLEXIÓN DE PENTECOSTÉS



Del miedo a la alegría, luego a la misión


Era la tarde Pascua, según la espléndida narración dejado por san Juan. Tras los acontecimientos turbadores de los últimos días, en los que Jesús es detenido, condenado y crucificado, y resucitado , los discípulos siguen todavía con el shock. A la caída de la primera noche, encontraron refugio juntos tras sus puertas cerradas, cuidadosamente cerradas con cerrojos.

Es la primera etapa de la narración de Pentecostés. El Soplo poderoso del Creador está a punto de hacer interrupción una vez más en el mundo, pero la amenaza que planea en los discípulos no tiene nada que ver con la aparición de Yahvé a Moisés, en el Sinaí, mientras que “la llama se elevaba como de un horno y toda la montaña temblaba violentamente” (Éxodo 19, 24).

Jesús está allí. Ahora glorificado, se hace presente y cuando quiere, andando como en la tempestad (Marc 6, 47-50). Reafirma a sus discípulos mediante su Palabra: “La paz esté con vosotros.” La paz se logra al instante, como la calma en medio de la borrasca en el lago (Marc 4, 39).

Desaparecido el miedo, se da a conocer. “Les mostró sus manos y su costado.” El Mesías sufriente anunciado por los profetas, el Mesías humillado, rechazado y ultrajado por los hombres, es este mismo Jesús que ha conocido y que da ahora su vida en abundancia desde que Dios lo ha glorificado y resucitado.

Es la segunda etapa de la narración: “Los discípulos se llenaron de alegría” en la fe. Pero no hay que detenerse ahí. Le dice de nuevo: “¡La paz sea con vosotros! Lo mismo que el Padre me ha enviado, así os envío yo.”

La tercera etapa es el envío en misión. Esta prolonga la misión de juicio que Jesús ha recibido del Padre (5, 22) para la remisión de los pecados. Extiende su soplo sobre sus discípulos diciendo: “Recibid el Espíritu Santo! A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados y a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.” El texto refleja una práctica de exclusión según las faltas cometidas en la comunidad de Juan. Este papel de juicio está en el corazón de la misión confiada hoy a los discípulos.


(P. Felipe Santos SDB) 

5 COSAS SOBRE EL ESPÍRITU SANTO

 





 

PAPA FRANCISCO: CON LA AYUDA DEL ESPÍRITU SANTO PODEMOS VENCER AL DIABLO

 



Papa Francisco: Con la ayuda del Espíritu Santo podemos vencer al diablo

 Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa

Por Almudena Martínez-Bordiú

28 de mayo de 2023 


El Papa Francisco afirmó que con la ayuda del Espíritu Santo podemos vencer al diablo, que es el espíritu maligno y de la división que “goza con las injusticias y las calumnias”.

En la Solemnidad de Pentecostés, que se celebra este domingo 28 de mayo, el Papa Francisco presidió la Santa Misa a las 10 a.m. (hora de Roma), en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

La ceremonia fue celebrada por el Cardenal Joao Braz de Aviz ante numerosos fieles y peregrinos de diferentes partes del mundo. 

En su homilía, el Santo Padre destacó 3 momentos en los que el Espíritu Santo actúa: en el mundo que ha creado, en la Iglesia y en nuestros corazones.


1. En el mundo que ha creado  

En primer lugar, el Pontífice explicó que el Espíritu Santo es “Aquel que, al principio y en todo tiempo, hace pasar las realidades creadas del desorden al orden, de la dispersión a la cohesión, de la confusión a la armonía”. 

A continuación, el Santo Padre lamentó que hoy “estamos todos conectados y, sin embargo, nos encontramos desconectados entre nosotros, anestesiados por la indiferencia y oprimidos  por la soledad”. 

“Muchas guerras, muchos conflictos; parece increíble el mal que el hombre puede llegar a realizar. Pero, en realidad, lo que alimenta nuestras hostilidades es el espíritu de la división, el diablo, cuyo nombre significa precisamente ‘el que divide’”, explicó.

El Pontífice aseguró que “el espíritu maligno goza con los antagonismos, con las injusticias, con las calumnias”.

“Y, frente al mal de la discordia, nuestros esfuerzos por construir la armonía no son suficientes. He aquí entonces que el Señor, en el culmen de  su Pascua, en el culmen de la salvación, derramó sobre el mundo creado su Espíritu bueno, el Espíritu Santo, que se opone al espíritu de división porque es armonía; Espíritu de unidad que trae la paz. Pidámosle que venga cada día a nuestro mundo”, añadió


2. En la Iglesia

En segundo lugar, el Papa Francisco explicó que el Espíritu Santo llegó “descendiendo sobre cada uno de los apóstoles; cada uno recibió gracias particulares y carismas diferentes”. 

De este modo, afirmó que “su armonía no es un orden impuesto y homologado”, ya que “no creó una lengua igual para todos, no eliminó las diferencias, las culturas, sino que armonizó todo sin homologar, sin uniformar. Detengámonos en este aspecto: el Espíritu no comienza por un proyecto estructurado; no, Él empieza repartiendo dones gratuitos y sobreabundantes”.

Para el Papa Francisco, es así como el Espíritu crea armonía: “nos invita a dejar que su amor y sus dones, que están presentes en los demás, nos sorprendan”. 

“Ver a cada hermano y hermana en la fe como parte del mismo cuerpo al que pertenezco; esta es la mirada armoniosa del Espíritu, este es el camino que nos indica”.

En ese sentido, señaló que “el Sínodo que se está realizando es —y debe ser— un camino según el Espíritu; no un parlamento para reclamar derechos y necesidades de acuerdo a la agenda del mundo, no la ocasión para ir donde nos lleva el viento, sino la oportunidad para ser dóciles al soplo del Espíritu”.

A continuación, pidió volver “a poner al Espíritu Santo en el centro de la Iglesia, de lo contrario nuestro corazón no será inflamado de amor por Jesús, sino por nosotros mismos. Pongamos al Espíritu en el principio y en el centro de los trabajos sinodales”. 

“Sí, para mostrarse al mundo Él escogió el momento y el lugar en el que estaban todos juntos. Por lo tanto, el Pueblo de Dios, para ser colmado del Espíritu, debe caminar unido, hacer sínodo. Así se renueva la armonía en la Iglesia: caminando juntos con el Espíritu al centro. Construyamos armonía en la Iglesia”.


3. En nuestros corazones

Por último, el Papa Francisco remarcó que Dios nos entrega al Espíritu Santo “para perdonar los pecados, es decir, para reconciliar los ánimos, para armonizar los corazones lacerados por el mal, rotos por las heridas, disgregados por los sentimientos de culpa”. 

“Sólo el Espíritu devuelve la armonía al corazón porque es Aquel que crea la ‘intimidad con Dios. “Invoquemos al Espíritu Santo cada día, comencemos rezándole cada día, seamos dóciles a Él”.

Más tarde, el Santo Padre animó a los fieles a hacerse las siguientes preguntas: “¿Soy dócil a la armonía del Espíritu o sigo mis proyectos, mis ideas, sin dejarme modelar, sin dejarme transformar por Él? ¿Mi modo de vivir la fe es dócil o es testarudo a las palabras, a las llamadas doctrinas que sólo son expresiones de una vida fría?”.

“¿Me apresuro a juzgar, señalo con el dedo y le cierro la puerta en la cara a los demás, considerándome víctima de todo y de todos? O, por el contrario, ¿acojo su poder creador armonioso, la ‘gracia del conjunto’ que Él inspira, su perdón que da paz, y a mi vez perdono? El perdón es hacer espacio a que venga el Espíritu. ¿Promuevo reconciliación y creo comunión, o estoy siempre buscando, acercando la nariz donde hay dificultades, para hablar mal, para dividir, para destruir?”.

Por último, pidió que “si el mundo está dividido, si la Iglesia se polariza, si el corazón se fragmenta, no perdamos tiempo criticando a los demás y enojándonos con nosotros mismos, sino invoquemos al Espíritu, Él es capaz de resolver estas cosas”. 

PENTECOSTÉS



PENTECOSTÉS


Hoy, en la fiesta de pentecostés, preguntémonos: ¿soy dócil a la armonía del Espíritu o sigo mis proyectos, mis ideas, sin dejarme modelar, sin dejarme transformar por Él? ¿Mi modo de vivir la fe es dócil al Espíritu? ¿O es necio, adherido de modo necio a la letra, a las así llamadas doctrinas que sólo son expresiones frías de la vida? ¿Me apresuro a juzgar, señalo con el dedo y le cierro la puerta en la cara a los demás, considerándome víctima de todo y de todos? O, por el contrario, ¿acojo su poder creador armonioso, acojo la “gracia del conjunto” que Él inspira, su perdón que da paz, y a mi vez perdono?

El perdón significa hacer espacio para que venga el Espíritu. ¿Promuevo reconciliación y creo comunión, o estoy siempre buscando, husmeando dónde hay dificultades para criticar, para dividir, para destruir? ¿Perdono, promuevo reconciliación, creo comunión? Si el mundo está dividido, si la Iglesia se polariza, si el corazón se fragmenta, no perdamos tiempo criticando a los demás y enojándonos con nosotros mismos, sino invoquemos al Espíritu. Él es capaz de solucionar estas cosas.

Papa Francisco, homilía Pentecostés, 28/05/23.

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