Arialdo de Milán, Santo
Diáconoo y Mártir, 27 de junio
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Crescente (Crescencio) de Galacia, Santo
Obispo y Mártir, 27 de junio
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Sansón de Constantinopla, Santo
Sacerdote, 27 de junio
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sábado, 27 de junio de 2020
SANTORAL DE HOY SÁBADO 27 DE JUNIO DE 2020
EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 27 DE JUNIO DE 2020
Lecturas del Evangelio de hoy 27 de junio, 2020.
Lamentaciones 2,2.10-14.18-19.
El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes. Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza. Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo; muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad. Preguntaban a sus madres: "¿Dónde hay pan y vino?", mientras desfallecían, como los heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres ¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén? ¿A quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella? Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte? Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras. Grita con toda el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos. Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños, desfallecidos de hambre en las encrucijadas.
Salmo 74(73):1-7,20-21.
"No olvides a tus pobres sirvientes para siempre." (R).
¿Por qué, oh Dios, nos tienes siempre abandonados, y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño? Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, de la tribu que rescataste para posesión tuya, del monte Sión donde pusiste tu morada. (R).
Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio; el enemigo ha arrasado del todo el santuario. Rugían los agresores en medio de tu asamblea, levantaron sus propios estandartes. (R).
En la entrada superior abatieron a hachazos el entramado; después, con martillos y mazas, destrozaron todas las esculturas. Prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron la morada de tu nombre. (R).
Piensa en tu alianza: que los rincones del país están llenos de violencias. Que el humilde no se marche defraudado, que pobres y afligidos alaben tu nombre. (R).
Aclamación del Evangelio de hoy.
"¡Aleluya, aleluya! Nos quitó nuestras enfermedades, y nos llevó nuestras enfermedades. ¡Aleluya!" (Cfr. Mateo 8,17)
Santo Evangelio de hoy - Mateo 8,5-17.
(Jesús sanaba a todos los enfermos y expulsaba muchos demonios):
"En aquel tiempo, Cuando Jesús entró en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades".
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy por el Papa Francisco.
[...] El Señor no se queda quieto. Estoy en un viaje para encontrarme con Él, y Él está en un viaje para encontrarse conmigo, y cuando nos encontramos vemos que la gran sorpresa es que Él me estaba buscando antes de que yo empezara a buscarlo.
Es la gran sorpresa del encuentro con el Señor: Él nos buscó primero. Él siempre es el primero. Él hace su viaje para encontrarnos. Eso es lo que pasó con el Centurión como vemos en la lectura del Evangelio de hoy.
El Señor siempre va más allá, va primero. Nosotros damos un paso y Él da diez. Siempre. La abundancia de gracia, de su amor, de su ternura que nunca se cansa de buscarnos. Incluso, a veces, con pequeñas cosas: Pensamos que el encuentro con el Señor sería algo magnífico, como aquel hombre de Siria, Naamán, que era leproso. Y no es simple. Y él también se sorprendió mucho de la forma de actuar de Dios. Y nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, el Dios que nos busca, nos espera, y nos pide sólo el pequeño paso de la buena voluntad.
Debemos tener el deseo de encontrarlo. Y entonces Él nos ayuda. El Señor nos acompañará durante nuestra vida. Aunque muchas veces, tal vez, parezcamos estar lejos de Él, Él nos espera como el padre del hijo pródigo.
A menudo, Él ve que queremos acercarnos, y sale a nuestro encuentro. Es el encuentro con el Señor: ¡Esto es lo importante! El encuentro. Siempre me llamó la atención algo que el Papa Benedicto había dicho, "que la fe no es una teoría, una filosofía, una idea; es un encuentro. Un encuentro con Jesús". Si, por el contrario, uno no ha encontrado su misericordia", sería posible incluso recitar el Credo de memoria sin tener necesariamente fe.
Los doctores de la Ley lo sabían todo, todos los dogmas de la época, toda la moral de la época, todo. No tenían fe, porque sus corazones estaban lejos de Dios. Alejándose o teniendo la voluntad de ir al encuentro.
Y esta es la gracia que pedimos hoy: "Oh Dios, Padre nuestro, suscita en nosotros el deseo de encontrar a tu Cristo", con buenas obras. Encontrar a Dios. Y por esto recordamos la gracia que hemos pedido en la oración, con vigilancia en la oración, laboriosidad en la caridad, y exultantes en la alabanza. Y así nos encontraremos con el Señor y tendremos una muy hermosa sorpresa. (Homilía del Evangelio de hoy. Santa Marta, 28 de noviembre de 2016)
Oración para el Evangelio de hoy.
Señor mío y Dios mío, gracias por esa inmensa misericordia que arrojas sobre mí cuando abres tus brazos amorosos para ofrecerme tu perdón. Ayúdame a experimentar esa gracia poderosa para saber corregirme y elegir bien los caminos que solo me llevan a Ti
Como ese centurión que acudió a Ti, sin pedir nada para sí mismo, también quier ofrecerte y entregarte a mis seres queridos. Llénalos con tu poder transformador, sánales las heridas del corazón, cóndúcelos con compasión hacia ese Reino de amor que tienes guardado para los que te aman.
Quiero comprometerme más a la oración, por eso, recurro a tu ayuda. Sé que, si siempre manteno la comunicación contigo, Tú nunca dejarás de regalarme tus maravillosos milagros. Mi oración hacia Ti no es obligación, es una donación de amor que realmente quiero ofrecer y estar en comunión contigo.
Quiero conocer el gran poder de la oración, por eso, recuérdame Señor, el poder, las promesas, la compasión y tu providencia, cada vez que acudo confiado a tener ese encuentro personal Contigo. En Ti me refugio siempre. Amén.
Propósito para hoy.
Todos pasamos días tristes en algunas ocasiones, sobre todo en las crisis. Pidamos a Dios el consuelo y la fuerza para superar esta tristeza. Quiero invitarte a rezar hoy la oración para sanar la tristeza y poner todo las manos de Dios.
Frase de reflexión.
"Sólo quien mira con el corazón ve bien, porque sabe ver en profundidad: a la persona más allá de sus errores, al hermano más allá de sus fragilidades, la esperanza en medio de las dificultades; ve a Dios en todo". Papa Francisco
viernes, 26 de junio de 2020
HOY SE CELEBRA A SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, 26 DE JUNIO
San Josemaría Escrivá de Balaguer
26 de junio
Un hogar luminoso y alegre
Josemaría Escrivá de Balaguer nace en Barbastro (España), el 9 de enero de 1902, segundo de los seis hijos que tuvieron José Escrivá y María Dolores Albás. Sus padres, fervientes católicos, le llevaron a la pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le transmitieron —en primer lugar, con su vida ejemplar— los fundamentos de la fe y las virtudes cristianas: el amor a la Confesión y a la Comunión frecuentes, el recurso confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima, la ayuda a los más necesitados. El Beato Josemaría crece como un niño alegre, despierto y sencillo, travieso, buen estudiante, inteligente y observador. Tenía mucho cariño a su madre y una gran confianza y amistad con su padre, quien le invitaba a que con libertad le abriese el corazón y le contase sus preocupaciones, estando siempre disponible para responder a sus consultas con afecto y prudencia. Muy pronto, el Señor comienza a templar su alma en la forja del dolor: entre 1910 y 1913 mueren sus tres hermanas más pequeñas, y en 1914 la familia experimenta, además, la ruina económica. En 1915, los Escrivá se trasladan a Logroño, donde el padre ha encontrado un empleo que le permitirá sostener modestamente a los suyos.
En el invierno de 1917-18 tiene lugar un hecho que influirá decisivamente en el futuro de Josemaría Escrivá: durante las Navidades, cae una intensa nevada sobre la ciudad, y un día ve en el suelo las huellas heladas de unos pies sobre la nieve; son las pisadas de un religioso carmelita que caminaba descalzo. Entonces, se pregunta: —Si otros hacen tantos sacrificios por Dios y por el prójimo, ¿no voy a ser yo capaz de ofrecerle algo? De este modo, surge en su alma una inquietud divina: Comencé a barruntar el Amor, a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor. Sin saber aún con precisión qué le pide el Señor, decide hacerse sacerdote, porque piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la voluntad divina.
Ordenación Sacerdotal
Terminado el Bachillerato, comienza los estudios eclesiásticos en el Seminario de Logroño y, en 1920, se incorpora al de Zaragoza, en cuya Universidad Pontificia completará su formación previa al sacerdocio. En la capital aragonesa cursa también —por sugerencia de su padre y con permiso de los superiores eclesiásticos— la carrera universitaria de Derecho. Su carácter generoso y alegre, su sencillez y serenidad hacen que sea muy querido entre sus compañeros. Su esmero en la vida de piedad, en la disciplina y en el estudio sirve de ejemplo a todos los seminaristas, y en 1922, cuando sólo tenía veinte años, el Arzobispo de Zaragoza le nombra Inspector del Seminario. Durante aquel periodo transcurre muchas horas rezando ante el Señor Sacramentado —enraizando hondamente su vida interior en la Eucaristía— y acude diariamente a la Basílica del Pilar, para pedir a la Virgen que Dios le muestre qué quiere de él: Desde que sentí aquellos barruntos de amor de Dios —afirmaba el 2 de octubre de 1968—, dentro de mi poquedad busqué realizar lo que El esperaba de este pobre instrumento. (...) Y, entre aquellas ansias, rezaba, rezaba, rezaba en oración continua. No cesaba de repetir: Domine, ut sit!, Domine, ut videam!, como el pobrecito del Evangelio, que clama porque Dios lo puede todo. "¡Señor, que vea! ¡Señor, que sea!". Y también repetía, (...) lleno de confianza hacia mi Madre del Cielo: Domina, ut sit!, Domina, ut videam! La Santísima Virgen siempre me ha ayudado a descubrir los deseos de su Hijo. El 27 de noviembre de 1924 fallece don José Escrivá, víctima de un síncope repentino. El 28 de marzo de 1925, Josemaría es ordenado sacerdote por Mons. Miguel de los Santos Díaz Gómara, en la iglesia del Seminario de San Carlos de Zaragoza, y dos días después celebra su primera Misa solemne en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar; el 31 de ese mismo mes, se traslada a Perdiguera, un pequeño pueblo de campesinos, donde ha sido nombrado regente auxiliar en la parroquia.
En abril de 1927, con el beneplácito de su Arzobispo, comienza a residir en Madrid para realizar el doctorado en Derecho Civil, que entonces sólo podía obtenerse en la Universidad Central de la capital de España. Aquí, su celo apostólico le pone pronto en contacto con gentes de todos los ambientes de la sociedad: estudiantes, artistas, obreros, intelectuales, sacerdotes. En particular, se entrega sin descanso a los niños, enfermos y pobres de las barriadas periféricas.
Al mismo tiempo, sostiene a su madre y hermanos impartiendo clases de materias jurídicas. Son tiempos de grandes estrecheces económicas, vividos por toda la familia con dignidad y buen ánimo. El Señor le bendijo con abundantes gracias de carácter extraordinario que, al encontrar en su alma generosa un terreno fértil, produjeron abundantes frutos de servicio a la Iglesia y a las almas.
El Opus Dei
El 2 de octubre de 1928 nace el Opus Dei. El Beato Josemaría está realizando unos días de retiro espiritual, y mientras medita los apuntes de las mociones interiores recibidas de Dios en los últimos años, de repente ve —es el término con que describirá siempre la experiencia fundacional— la misión que el Señor quiere confiarle: abrir en la Iglesia un nuevo camino vocacional, dirigido a difundir la búsqueda de la santidad y la realización del apostolado mediante la santificación del trabajo ordinario en medio del mundo sin cambiar de estado. Pocos meses después, el 14 de febrero de 1930, el Señor le hace entender que el Opus Dei debe extenderse también entre las mujeres. Desde este momento, el Beato Josemaría se entrega en cuerpo y alma al cumplimiento de su misión fundacional: promover entre hombres y mujeres de todos los ámbitos de la sociedad un compromiso personal de seguimiento de Cristo, de amor al prójimo, de búsqueda de la santidad en la vida cotidiana. No se considera un innovador ni un reformador, pues está convencido de que Jesucristo es la eterna novedad y de que el Espíritu Santo rejuvenece continuamente la Iglesia, a cuyo servicio ha suscitado Dios el Opus Dei. Sabedor de que la tarea que le ha sido encomendada es de carácter sobrenatural, hunde los cimientos de su labor en la oración, en la penitencia, en la conciencia gozosa de la filiación divina, en el trabajo infatigable. Comienzan a seguirle personas de todas las condiciones sociales y, en particular, grupos de universitarios, en quienes despierta un afán sincero de servir a sus hermanos los hombres, encendiéndolos en el deseo de poner a Cristo en la entraña de todas las actividades humanas mediante un trabajo santificado, santificante y santificador. Éste es el fin que asignará a las iniciativas de los fieles del Opus Dei: elevar hacia Dios, con la ayuda de la gracia, cada una de las realidades creadas, para que Cristo reine en todos y en todo; conocer a Jesucristo; hacerlo conocer; llevarlo a todos los sitios. Se comprende así que pudiera exclamar: Se han abierto los caminos divinos de la tierra.
"Dios no te arranca de tu ambiente, no te remueve del mundo, ni de tu estado, ni de tus ambiciones humanas nobles, ni de tu trabajo profesional... pero, ahí, ¡te quiere santo!", decía San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei y conocido como “el santo de lo ordinario”, quien hace 41 años partió al Cielo.
San Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (España - 1902) en una familia profundamente cristiana. De pequeño tuvo una infancia muy dura. Tres hermanas menores que él murieron siendo niñas, el negocio de su padre quebró y la familia tuvo que mudarse a Logroño.
Cierto día vio en la nieve unas huellas de los pies descalzos de un religioso e intuyó que Dios deseaba algo de él. Poco a poco fue aumentando su inquietud vocacional e ingresó al seminario. Más adelante estudió la carrera civil de derecho en la Universidad de Zaragoza.
Se caracterizaba por tener un carácter generoso y alegre, mientras que su sencillez y serenidad hacían que sea muy querido entre sus compañeros. Tenía mucho esmero en la piedad, la disciplina y el estudio, llegando a ser ejemplo para sus compañeros.
Es ordenado sacerdote el 28 de marzo de 1925. Años posteriores, con permiso de su Obispo, se traslada a Madrid para obtener el doctorado en derecho. El 2 de octubre de 1928, Dios le hace ver lo que quería de él y funda el Opus Dei.
En una ocasión San Josemaría definió al Opus Dei como “una movilización de cristianos que supieran sacrificarse gustosos por los demás, que hicieran divinos los caminos humanos de la tierra, todos, santificando cualquier trabajo noble, cualquier trabajo limpio”.
En 1933 el Santo promovió una academia universitaria comprendiendo que el mundo de la cultura y la ciencia es un punto importante para la evangelización de toda la sociedad. Al estallar la guerra civil en 1936 se inicia la persecución religiosa y San Josemaría se ve obligado a refugiarse en diversos lugares hasta llegar a Burgos.
Acabada la guerra en 1939, retorna a Madrid y termina sus estudios de doctorado en derecho. Su fama de santidad se fue extendiendo y dirigió muchos ejercicios espirituales a pedido de muchos obispos y superiores religiosos. En 1946 se traslada a Roma y obtiene de la Santa Sede la aprobación definitiva del Opus Dei.
Poco a poco se le fue encomendando cargos importantes en el Vaticano y sigue con atención el Concilio Vaticano II, relacionándose con muchos padres conciliares. Viajó por diversos países de Europa y América impulsando y consolidando el trabajo apostólico del Opus Dei.
"Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo", animaba San Josemaría.
Partió a la Casa del Padre el 26 de junio de 1975, a consecuencia de un paro cardíaco y a los pies de un cuadro de la Santísima Virgen de Guadalupe. Fue canonizado por San Juan Pablo II en el 2002.
Expansión del Apostolado
En 1933, promueve una Academia universitaria porque entiende que el mundo de la ciencia y de la cultura es un punto neurálgico para la evangelización de la sociedad entera. En 1934 publica —con el título de Consideraciones espirituales— la primera edición de Camino, libro de espiritualidad del que hasta ahora se han difundido más de cuatro millones y medio de ejemplares, con 372 ediciones, en 44 lenguas El Opus Dei está dando sus primeros pasos cuando, en 1936, estalla la guerra civil española. En Madrid arrecia la violencia antirreligiosa, pero don Josemaría, a pesar de los riesgos, se prodiga heroicamente en la oración, en la penitencia y en el apostolado. Es una época de sufrimiento para la Iglesia; pero también son años de crecimiento espiritual y apostólico y de fortalecimiento de la esperanza. En 1939, terminado el conflicto, el Fundador del Opus Dei puede dar nuevo impulso a su labor apostólica por toda la geografía peninsular, y moviliza especialmente a muchos jóvenes universitarios para que lleven a Cristo a todos los ambientes y descubran la grandeza de su vocación cristiana. Al mismo tiempo se extiende su fama de santidad: muchos Obispos le invitan a predicar cursos de retiro al clero y a los laicos de las organizaciones católicas. Análogas peticiones le llegan de los superiores de diversas órdenes religiosas, y él accede siempre.
En 1941, mientras se encuentra predicando un curso de retiro a sacerdotes de Lérida, fallece su madre, que tanto había ayudado en los apostolados del Opus Dei. El Señor permite que se desencadenen también duras incomprensiones en torno a su figura. El Obispo de Madrid, S.E. Mons. Eijo y Garay, le hace llegar su más sincero apoyo y concede la primera aprobación canónica del Opus Dei. El Beato Josemaría sobrelleva las dificultades con oración y buen humor, consciente de que «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos» (2 Tm 3,12), y recomienda a sus hijos espirituales que, ante las ofensas, se esfuercen en perdonar y olvidar: callar, rezar, trabajar, sonreír.
En 1943, por una nueva gracia fundacional que recibe durante la celebración de la Misa, nace —dentro del Opus Dei— la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que se podrán incardinar los sacerdotes que proceden de los fieles laicos del Opus Dei. La plena pertenencia de fieles laicos y de sacerdotes al Opus Dei, así como la orgánica cooperación de unos y otros en sus apostolados, es un rasgo propio del carisma fundacional, que la Iglesia ha confirmado en 1982, al determinar su definitiva configuración jurídica como Prelatura personal. El 25 de junio de 1944 tres ingenieros —entre ellos Álvaro del Portillo, futuro sucesor del Fundador en la dirección del Opus Dei— reciben la ordenación sacerdotal. En lo sucesivo, serán casi un millar los laicos del Opus Dei que el Beato Josemaría llevará al sacerdocio. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz —intrínsecamente unida a la Prelatura del Opus Dei— desarrolla también, en plena sintonía con los Pastores de las Iglesias locales, actividades de formación espiritual para sacerdotes diocesanos y candidatos al sacerdocio. Los sacerdotes diocesanos también pueden formar parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, manteniendo inalterada su pertenencia al clero de las respectivas diócesis.
Espíritu romano y universal
Apenas vislumbró el fin de la guerra mundial, el Beato Josemaría comienza a preparar el trabajo apostólico en otros países, porque —insistía— quiere Jesús su Obra desde el primer momento con entraña universal, católica. En 1946 se traslada a Roma, con el fin de preparar el reconocimiento pontificio del Opus Dei. El 24 de febrero de 1947, Pío XII concede el Decretum Laudis; y el 16 de junio de 1950, la aprobación definitiva. A partir de esta fecha, también pueden ser admitidos como Cooperadores del Opus Dei hombres y mujeres no católicos y aun no cristianos, que ayuden con su trabajo, su limosna y su oración a las labores apostólicas. La sede central del Opus Dei queda establecida en Roma, para subrayar de modo aún más tangible la aspiración que informa todo su trabajo: servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, en estrecha adhesión a la cátedra de Pedro y a la jerarquía eclesiástica. En repetidas ocasiones, Pío XII y Juan XXIII le hacen llegar manifestaciones de afecto y de estima; Pablo VI le escribirá en 1964 definiendo el Opus Dei como «expresión viva de la perenne juventud de la Iglesia».
También esta etapa de la vida del Fundador del Opus Dei se ve caracterizada por todo tipo de pruebas: a la salud afectada por tantos sufrimientos (padeció una grave forma de diabetes durante más de diez años: hasta 1954, en que se curó milagrosamente), se añaden las estrecheces económicas y las dificultades relacionadas con la expansión de los apostolados por el mundo entero. Sin embargo, su semblante rebosa siempre alegría, porque la verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre. Su permanente buen humor es un continuo testimonio de amor incondicional a la voluntad de Dios.
El mundo es muy pequeño, cuando el Amor es grande: el deseo de inundar la tierra con la luz de Cristo le lleva a acoger las llamadas de numerosos Obispos que, desde todas las partes del mundo, piden la ayuda de los apostolados del Opus Dei a la evangelización. Surgen proyectos muy variados: escuelas de formación profesional, centros de capacitación para campesinos, universidades, colegios, hospitales y dispensarios médicos, etc. Estas actividades —un mar sin orillas, como le gusta repetir—, fruto de la iniciativa de cristianos corrientes que desean atender, con mentalidad laical y sentido profesional, las concretas necesidades de un determinado lugar, están abiertas a personas de todas las razas, religiones y condiciones sociales, porque su clara identidad cristiana se compagina siempre con un profundo respeto a la libertad de las conciencias. En cuanto Juan XXIII anuncia la convocatoria de un Concilio Ecuménico, comienza a rezar y a hacer rezar por el feliz éxito de esa gran iniciativa que es el Concilio Ecuménico Vaticano II, como escribe en una carta de 1962. En aquellas sesiones, el Magisterio solemne confirmará aspectos fundamentales del espíritu del Opus Dei: la llamada universal a la santidad; el trabajo profesional como medio de santidad y apostolado; el valor y los límites legítimos de la libertad del cristiano en las cuestiones temporales, la Santa Misa como centro y raíz de la vida interior, etc. El Beato Josemaría se encuentra con numerosos Padres conciliares y Peritos, que ven en él un auténtico precursor de muchas de las líneas maestras del Vaticano II. Profundamente identificado con la doctrina conciliar, promueve diligentemente su puesta en práctica .
"Dios no te arranca de tu ambiente, no te remueve del mundo, ni de tu estado, ni de tus ambiciones humanas nobles, ni de tu trabajo profesional... pero, ahí, ¡te quiere santo!", decía San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei y conocido como “el santo de lo ordinario”, quien hace 41 años partió al Cielo.
San Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (España - 1902) en una familia profundamente cristiana. De pequeño tuvo una infancia muy dura. Tres hermanas menores que él murieron siendo niñas, el negocio de su padre quebró y la familia tuvo que mudarse a Logroño.
Cierto día vio en la nieve unas huellas de los pies descalzos de un religioso e intuyó que Dios deseaba algo de él. Poco a poco fue aumentando su inquietud vocacional e ingresó al seminario. Más adelante estudió la carrera civil de derecho en la Universidad de Zaragoza.
Se caracterizaba por tener un carácter generoso y alegre, mientras que su sencillez y serenidad hacían que sea muy querido entre sus compañeros. Tenía mucho esmero en la piedad, la disciplina y el estudio, llegando a ser ejemplo para sus compañeros.
Es ordenado sacerdote el 28 de marzo de 1925. Años posteriores, con permiso de su Obispo, se traslada a Madrid para obtener el doctorado en derecho. El 2 de octubre de 1928, Dios le hace ver lo que quería de él y funda el Opus Dei.
En una ocasión San Josemaría definió al Opus Dei como “una movilización de cristianos que supieran sacrificarse gustosos por los demás, que hicieran divinos los caminos humanos de la tierra, todos, santificando cualquier trabajo noble, cualquier trabajo limpio”.
En 1933 el Santo promovió una academia universitaria comprendiendo que el mundo de la cultura y la ciencia es un punto importante para la evangelización de toda la sociedad. Al estallar la guerra civil en 1936 se inicia la persecución religiosa y San Josemaría se ve obligado a refugiarse en diversos lugares hasta llegar a Burgos.
Acabada la guerra en 1939, retorna a Madrid y termina sus estudios de doctorado en derecho. Su fama de santidad se fue extendiendo y dirigió muchos ejercicios espirituales a pedido de muchos obispos y superiores religiosos. En 1946 se traslada a Roma y obtiene de la Santa Sede la aprobación definitiva del Opus Dei.
Poco a poco se le fue encomendando cargos importantes en el Vaticano y sigue con atención el Concilio Vaticano II, relacionándose con muchos padres conciliares. Viajó por diversos países de Europa y América impulsando y consolidando el trabajo apostólico del Opus Dei.
"Allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo", animaba San Josemaría.
Partió a la Casa del Padre el 26 de junio de 1975, a consecuencia de un paro cardíaco y a los pies de un cuadro de la Santísima Virgen de Guadalupe. Fue canonizado por San Juan Pablo II en el 2002.
SANTORAL DE HOY VIERNES 26 DE JUNIO DE 2020
Vigilio de Trento, Santo
Obispo, 26 de junio
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Rodolfo, Santo
Obispo de Gubbio, 26 de junio
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David de Tesalónica, Santo
Eremita, 26 de junio
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Antelmo de Belley, Santo
Obispo, 26 de junio
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Santiago Ghazir, Beato
Sacerdote Capuchino y Fundador, 26 de junio
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Andrés Jacinto Longhin, Beato
Obispo Capuchino, 26 de junio
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Magdalena Fontaine y sus Compañeras, Beatas
Mártires de la Revolución Francesa, Junio 26
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Josemaría Escrivá de Balaguer, Santo
Sacerdote y Fundador, 26 de Junio
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José María Robles Hurtado, Santo
Sacerdote y Mártir, 26 de Junio
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Pelayo (Paio) de Córdoba, Santo
Memoria Litúrgica, 26 de junio
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LECTURAS BÍBLICAS DE HOY VIERNES 26 DE JUNIO DE 2020
Lecturas bíblicas de hoy 26 de junio, 2020.
2 Reyes 25,1-12.
El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del mes cuarto. El hambre apretó en la ciudad, y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa. El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban abandonándolo. Apresaron al rey y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecías lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia. El día primero del quinto mes, que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia, llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos como viñadores y hortelanos.
Salmo 137(136):1-6.
"¡Oh, que mi lengua se pegue a mi boca si no te recuerdo!" (R).
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. (R).
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: "Cantadnos un cantar de Sión." (R).
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. (R).
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. (R).
Aclamación del Evangelio de hoy.
"¡Aleluya, aleluya! El Señor es fiel en todas sus palabras y amoroso en todos sus actos. ¡Aleluya!" (Cfr. Salmo 144,13)
Santo Evangelio de hoy - Mateo 8,1-4.
(Jesús sana a un leproso porque así lo quiere):
"En aquel tiempo, Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda limpio". Y al instante quedó limpio de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio". Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy por el Papa Francisco.
Cuando Jesús bajó de la montaña, una gran multitud lo siguió. Todas esas personas, escucharon su catequesis: estaban asombrados porque les hablaba con autoridad, no como los doctores de la ley a los que estaban acostumbrados a escuchar. El Evangelio especifica que estaban asombrados.
[...] Sin embargo, había otras personas que no lo seguían: lo miraban de lejos, con curiosidad, preguntándose: "¿Quién es este hombre?". Después de todo, nunca habían escuchado catequesis tan sorprendentes. Y así había gente que miraba desde la acera y había otra gente que no podía acercarse: la ley lo prohibía porque eran "inmundos". El leproso al que se refiere el Evangelio de Mateo era de este grupo.
En la lectura del Evangelio de hoy, vemos que este leproso sintió en su corazón un anhelo de acercarse a Jesús. Tomó coraje y se acercó. Pero era una persona marginada, y por lo tanto, no podía hacerlo. Sin embargo, tuvo fe en ese hombre, tomó coraje y se acercó, volviendo simplemente a su oración: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Dijo esto "porque estaba sucio". De hecho, la lepra era una sentencia de por vida. Y curar a un leproso era tan difícil como devolver la vida a un muerto: por eso se les marginaba. Estaban todos allí. No podían mezclarse con la gente.
Sin embargo, había también los auto-marginados. Los doctores de la ley que siempre estaban mirando con ese anhelo de poner a prueba a Jesús, de hacerlo tropezar y luego condenarlo. El leproso, sin embargo, sabía que era "inmundo, enfermo, y se acercó". Entonces: "¿qué hizo Jesús?". No se quedó quieto, sin tocarlo, sino que se acercó aún más, extendió su mano y lo curó.
Cercanía, es una palabra muy importante: no se puede construir una comunidad sin cercanía; no se puede hacer la paz sin cercanía; no se puede hacer el bien sin acercarse. Jesús podría haberle dicho: "¡Queda sanado!". Pero en cambio se acercó y lo tocó. Es más: en el momento en que Jesús tocó al hombre inmundo, se volvió inmundo. Y este es el misterio de Jesús: Él toma sobre sí mismo nuestra inmundicia, nuestras impurezas.
Es una realidad que San Pablo describe bien cuando escribe que Jesús, aunque tenía la forma de Dios, no consideró la igualdad con Dios como algo a lo que había que aferrarse, sino que se vació a sí mismo. San Pablo va más allá, confirmando que Jesús se convirtió en pecado: Jesús se convirtió en pecado, Jesús se excluyó, tomó la impureza sobre sí mismo para acercarse al hombre. Así, no estimó el ser igual a Dios como cosa a la que aferrarse, sino que se vació de sí mismo, se acercó, se hizo pecado, se hizo inmundo.
A menudo pienso que puede ser, no diría que imposible, pero muy difícil hacer el bien sin ensuciarse las manos. Y Jesús se ensució con su cercanía. Pero entonces, cuenta Mateo, fue aún más lejos, diciendo al hombre que se había liberado de su enfermedad: "Ve a los sacerdotes y haz lo que hay que hacer cuando un leproso es curado".
Esencialmente, ese hombre que está excluido de la vida social, Jesús incluye: incluye en la Iglesia, incluye en la sociedad. Él aconseja: "Ve, para que todas las cosas sean como deben ser". Así, ¡Jesús nunca margina a nadie, nunca!. Además, Jesús se margina a sí mismo para incluir a los marginados, para incluirnos a nosotros, pecadores, marginados, con su vida!. Y esto es hermoso.
Cuántas personas siguieron a Jesús en ese tiempo y han seguido a Jesús en la historia porque se asombran de su manera de hablar. Y cuánta gente mira desde lejos y no entiende, no se interesa; cuánta gente mira desde lejos pero con un corazón malvado, para poner a prueba a Jesús, para criticarlo, para condenarlo. Y sin embargo, cuánta gente mira desde lejos porque no tienen el coraje de ese leproso, pero tienen tantas ganas de acercarse. Y en ese caso, Jesús extendió primero su mano, no como en este caso, sino que, en su ser, extendió la mano a todos, haciéndose uno de nosotros, como nosotros: pecador como nosotros pero sin pecado; pero pecador, manchado por nuestros pecados. Y esta es la cercanía cristiana.
Cercanía es una hermosa palabra, para cada uno de nosotros. Deberíamos preguntarnos: "¿Sé cómo acercarme? ¿Tengo la fuerza, el coraje de tocar a los marginados" (Homilía del Evangelio de hoy. Santa Marta, 26 de junio de 2015)
Oración para el Evangelio de hoy.
Señor mío y Dios mío, gracias por haberte acercado a mí y conocer cada una de mis aflicciones sin siquiera yo hablarte de ellas. Eres un Dios cercano, que acerca su mano con ternura para brindar consuelo y amor en nuestros momentos de mayor necesidad y sufrimiento.
Si me acerco a Ti confiado, estoy seguro de que siempre me proveerás de fuerzas y me darás una palabra de aliento y esperanza cargada de una completa sanación de mi cuerpo, alma, mente y espíritu. Quiero ser sanado a través del toque dulce de tus palabras, de tu amor para llegar a ser un testimonio de esa cercanía tuya que supera toda barrera de odio y de indiferencia.
Siempre te diriges a cada uno de nosotros con bondad, siempre estás dispuesto a limpiarnos de todas nuestras heridas, nuestras fallas, esos errores que han marcado nuestras vidas con el dolor y el sufrimiento. Ven Señor, toca mi dolor, toca mis heridas emocionales de este corazón afligido, ese rencor que llevo guardado por años, esa falta de perdón que encierra mi corazón en el odio.
Oh mi Señor, a veces no siento la valentía de acercarme a Ti, tantas fallas he cometido que me duele haberte herido con ellas. Pero Tú me abres el corazón, me regalas la ternura de tu voz sanadora para concederme la paz del alma, la sanación a mi cuerpo, y las fuerzas para salir al mundo a luchar de nuevo en tu Nombre, proclamando tu Gloria y alabanzas a ese Corazón Precioso y desbordante en misericordia que Tú tienes. Te amo mi Dios. Amén.
Propósito para hoy.
Quiero proponerte hoy, rezar la oración a San Benito para pedir protección contra todo mal y no permitir que ninguna influencia maliciosa pueda invadir la paz de tu hogar.
Frase de reflexión.
"Recomencemos a partir de los innumerables testimonios de amor generoso y gratuito que en estos meses nos han enseñado cuánto son necesarios la cercanía, el cuidado y el sacrificio para alimentar la fraternidad y la convivencia civil. Así saldremos de esta crisis más fuertes.". Papa Francisco
jueves, 25 de junio de 2020
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