Teófilo Matulionis, Beato
Obispo y Mártir, 20 de agosto
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Manuel López Álvarez y 2 comapañeros, Beatos
Mártires, 20 de agosto
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Filiberto de Jumièges, Santo
Abad, 20 de agosto
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Magín Albaigés Escoda, Beato
Sacerdote y Mártir, 20 de agosto
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Serapio Sanz Iranzo, Beato
Religioso y Mártir, 20 de agosto
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Francisco Llagostera Bonet, Beato
Sacerdote y Mártir, 20 de agosto
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Tomás Campo Marín, Beato
Sacerdote y Mártir, 20 de agosto
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Pablo Segalá Solé, Beato
Sacerdote y Mártir, 20 de agosto
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Francisco Segalá Solé, Beato
Sacerdote y Mártir, 20 de agosto
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Silverio de San Luis Gonzaga Perucho Fontarro, Beato
Sacerdote y Mártir, 20 de agosto
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George Hafner, Beato
Sacerdote y Mártir, 20 de agosto
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Maria de Mattias, Santa
Fundadora, 20 de agosto
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Bernardo Tolomei, Santo
Abad y Fundador, 20 de agosto
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Samuel, Santo
Juez y Profeta de Israel, 20 de agosto
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Bernardo de Claraval, Santo
Memoria Litúrgica, 20 de agosto
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lunes, 20 de agosto de 2018
SANTORAL DE HOY LUNES 20 AGOSTO 2018
domingo, 19 de agosto de 2018
SANTORAL DE HOY DOMINGO 19 AGOSTO 2018
Gregorio Martos Muñoz, Beato
Sacerdote y Mártir, 19 de agosto
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Damián Gómez Jiménez, Beato
Sacerdote y Mártir, 19 de agosto
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Guerrico de Igny, Beato
Abad, 19 de agosto
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Tomás Sitjar Fortiá, Beato
Presbitero y Mártir, 19 de agosto
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Elvira de la Natividad de Nuestra Señora y compañeras, Beatas
Mártires, 19 de agosto
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Jordán de Pisa, Beato
Dominico, 19 de agosto
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Luis Flores y compañeros, Beatos
Mártires, 19 de agosto
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Luis (Ludovico) de Anjou, Santo
Obispo, 19 de agosto
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Ezequiel Moreno y Díaz, Santo
Memoria Litúrgica, 19 de agosto
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Juan Eudes, Santo
Memoria Litúrgica, 19 de agosto
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Sixto III, Santo
XLIV Papa, 19 de agosto
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EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 19 AGOSTO 2018
Lecturas de hoy Domingo 20º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
Hoy, domingo, 19 de agosto de 2018
Primera lectura
Lectura del libro de los Proverbios (9,1-6):
La Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas, ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: «Los inexpertos que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia."»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 33,2-3.10-11.12-13.14-15
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor.
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R/.
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,15-20):
Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,51-58):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;,el que come este pan vivirá para siempre.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy domingo, 19 de agosto de 2018
Fernando Torres cmf
Compartir la vida con Cristo
Durante la época de las persecuciones contra los cristianos en los primeros siglos de nuestra era, se acusó a los cristianos de comer carne humana. Se les acusó de ser antropófagos. Era, como es obvio, un malentendido en torno a la Eucaristía. También los judíos que aparecen en el Evangelio de hoy no entienden a Jesús cuando les dice que “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”.
¿Qué significa “comer la carne” y “beber la sangre”? Carne y sangre no son sólo para los judíos realidades físicas. Son también el lugar de la presencia de la vida. Comer la carne y beber la sangre significa participar en la misma vida. Habla de una unión profunda entre las personas. Por eso, cuando en el Génesis Adán ve a Eva recién creada por Dios, dice que es “carne de mi carne” (Gn 2,23). Y de alguien que es muy cercano a nosotros, de nuestra familia, decimos que es “de nuestra sangre”.
El Evangelio de hoy nos habla de la relación que hay entre la vida sacramental, especialmente la Eucaristía y la vida del cristiano. Participar en la Eucaristía es realmente recibir el pan que da la verdadera vida, pero también es comulgar con el cuerpo y la sangre de Cristo. Por la participación en el sacramento quedamos íntimamente unidos a Cristo. Habitamos en él y él en nosotros. Somos “sangre de su sangre” y “carne de su carne”. Pero comulgar con él nos lleva a un especial compromiso, a vivir de acuerdo a un determinado estilo: como Jesús. El Evangelio se convierte en nuestra norma de vida. Al salir de la Eucaristía nos hemos transformado para vivir la misma vida de Jesús.
Participar en la Misa es, pues, un modo de comprometernos públicamente a vivir al estilo de Jesús. En cada Eucaristía, Jesús nos repite la misma pregunta que les hizo a los Zebedeos: “¿Sois capaces de tomar la copa que yo he de beber?” (Mt 20,22). Recibir la vida en la comunión de la carne y de la sangre, del pan y del vino, en la Misa significa vivir de una forma diferente, de acuerdo con el Evangelio, nuestra vida de familia, nuestra relación con los amigos, en nuestro trabajo, como ciudadanos. La Eucaristía se convierte en lugar de vida y la vida, nuestra vida, se convierte en lugar donde vivir lo que hemos recibido en la Eucaristía. Nuestro estilo de vida certifica si realmente hemos participado en la Misa, si nos hemos hecho “sangre de su sangre”.
Para la reflexión
Participar en la misa dominical no es sólo llegar a tiempo, participar en los cantos y saludar a los amigos. Es escuchar la Palabra y comprometernos con Jesús, comulgando con él. ¿Cómo me preparo para participar mejor cada domingo? ¿Leo y medito antes o después de Misa las lecturas? ¿Lo hago con mi familia? ¿Me esfuerzo porque mi vida cambie en algo después de cada Misa?
viernes, 17 de agosto de 2018
EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 17 AGOSTO 2018
Lecturas de hoy Viernes de la 19ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, viernes, 17 de agosto de 2018
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (16,1-15.60.63):
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, denuncia a Jerusalén sus abominaciones, diciendo: "Así dice el Señor: ¡Jerusalén! Eres cananea de casta y de cuna: tu padre era amorreo y tu madre era hitita. Fue así tu alumbramiento: El día en que naciste, no te cortaron el ombligo, no te bañaron ni frotaron con sal, ni te envolvieron en pañales. Nadie se apiadó de ti haciéndote uno de estos menesteres, por compasión, sino que te arrojaron a campo abierto, asqueados de ti, el día en que naciste. Pasando yo a tu lado, te vi chapoteando en tu propia sangre, y te dije mientras yacías en tu sangre: 'Sigue viviendo y crece como brote campestre.' Creciste y te hiciste moza, llegaste a la sazón; tus senos se afirmaron, y el vello te brotó, pero estabas desnuda y en cueros. Pasando de nuevo a tu lado, te vi en la edad del amor; extendí sobre ti mi manto para cubrir tu desnudez; te comprometí con juramento, hice alianza contigo –oráculo del Señor– y fuiste mía. Te bañé, te limpié la sangre, y te ungí con aceite. Te vestí de bordado, te calcé de marsopa; te ceñí de lino, te revestí de seda. Te engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar al cuello. Te puse un anillo en la nariz, pendientes en las orejas y diadema de lujo en la cabeza. Lucías joyas de oro y plata, y vestidos de lino, seda y bordado; comías flor de harina, miel y aceite; estabas guapísima y prosperaste más que una reina. Cundió entre los pueblos la fama de tu belleza, completa con las galas con que te atavié –oráculo del Señor–. Te sentiste segura de tu belleza y, amparada en tu fama, fornicaste y te prostituiste con el primero que pasaba. Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras moza y haré contigo una alianza eterna, para que te acuerdes y te sonrojes y no vuelvas a abrir la boca de vergüenza, cuando yo te perdone todo lo que hiciste."» Oráculo del Señor.
Palabra de Dios
Salmo
Is 12,2-3.4bcd.5-6
R/. Ha cesado tu ira y me has consolado
Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel. » R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,3-12):
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?»
Él les contestó: «Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra, comete adulterio.»
Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.»
Pero él les dijo: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga.»
Palabra del Señor
«Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre»
Fr. Roger J. LANDRY
(Hyannis, Massachusetts, Estados Unidos)
Hoy, Jesús contesta a las preguntas de sus contemporáneos acerca del verdadero significado del matrimonio, subrayando la indisolubilidad del mismo.
Su respuesta, sin embargo, también proporciona la base adecuada para que los cristianos podamos responder a aquellos que intentan buscar la ampliación de la definición de matrimonio para las parejas homosexuales.
Al hacer retroceder el matrimonio al plan original de Dios, Jesús subraya cuatro aspectos relevantes por los cuales sólo pueden ser unidos en matrimonio un hombre y una mujer:
1) «El Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra» (Mt 19,4). Jesús nos enseña que, en el plan divino, la masculinidad y la feminidad tienen un gran significado. Ignorarlo, pues, es ignorar lo que somos.
2) «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer» (Mt 19,5). El plan de Dios no es que el hombre abandone a sus padres y se vaya con quien desee, sino con una esposa.
3) «De manera que ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19,6). Esta unión corporal va más allá de la poco duradera unión física que ocurre en el acto conyugal. Se refiere a la unión duradera que se presenta cuando un hombre y una mujer, a través de su amor, conciben una nueva vida que es el matrimonio perdurable o unión de sus cuerpos. Es obvio que un hombre con otro hombre, o una mujer con otra mujer, no pueden considerarse un único cuerpo de esa forma.
4) «Pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre» (Mt 19,6). Dios mismo ha unido en matrimonio al hombre y a la mujer, y siempre que intentemos separar lo que Él ha unido, lo estaremos haciendo por nuestra cuenta y a expensas de la sociedad.
En su catequesis sobre el Génesis, el Papa San Juan Pablo II dijo: «En su respuesta a los fariseos, Jesucristo plantea a sus interlocutores la visión total del hombre, sin la cual no es posible ofrecer una respuesta adecuada a las preguntas relacionadas con el matrimonio».
Cada uno de nosotros está llamado a ser el “eco” de esta Palabra de Dios en nuestro momento.
SANTORAL DE HOY VIERNES 17 AGOSTO 2018
Leopoldina Naudet, Beata
Virgen y Fundadora, 17 de agosto
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Florencio López Egea, Beato
Sacerdote y Mártir, 17 de agosto
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Marie-Elizabeth Turgeon, Beata
Religiosa, 17 de agosto
|
Antonio Carmaniú i Mercader, Beato
Sacerdote y Mártir, 17 de agosto
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Mirón, Santo
Presbítero y Mártir, 17 de agosto
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Mamés (o Mamante o Mameto), Santo
Mártir, 17 de agosto
|
Eusebio, Santo
XXXI Papa, 17 de agosto
|
Clara de la Cruz de Montefalco, Santa
Abadesa, 17 de agosto
|
Juana de la Cruz (Delanoue), Santa
Fundadora, 17 de agosto
|
Bartolomé Días-Laurel, Beato
Mártir, 17 de agosto
|
Beatriz de Silva y Meneses, Santa
Fundadora,17 de agosto
|
Jacinto de Polonia, Santo
Patrono de Polonia, 17 de agosto
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jueves, 16 de agosto de 2018
LA CELDA DE SAN MAXIMILIANO KOLBE
La celda de San Maximiliano
Durante su visita al campo de concentración nazi de Auschwitz en Julio de 2016, en el tercer día de su viaje apostólico a Polonia, el Papa Francisco conoció la “celda del hambre” donde fue encerrado San Maximiliano Kolbe hasta el día de su muerte, el 14 de agosto de 1941.
En el oscuro recinto, en cuyas paredes hay una placa recordatoria y un grabado de las víctimas con tres cirios al centro, el Santo Padre se sentó y oró solo y en silencio por cerca de seis minutos.
San Maximiliano Kolbe, nacido en el poblado polaco de Zdunska Wola, fue un sacerdote franciscano conventual. Invadida Polonia por los alemanes durante la II Guerra Mundial, él fue uno de los pocos que no abandonó el monasterio, convirtiéndolo en refugio de 3.000 refugiados polacos, entre ellos 2.000 judíos.
El sacerdote se negó además a firmar la Deutsche Volksliste (“Lista de alemanes”), que le hubiera reconocido derechos de ciudadano alemán, debido a sus ancestros germanos.
Los nazis cerraron el monasterio el 17 de febrero de 1941 y la Gestapo, la policía secreta alemana, llevó arrestados a San Maximiliano y a cuatro más. El 28 de mayo de ese año, el P. Kolbe fue transferido a Auschwitz.
En el campo de concentración, San Maximiliano continuó realizando su ministerio sacerdotal, a pesar del acoso y el maltrato de sus carceleros.
A finales de julio de ese año, tres prisioneros escaparon del campo de concentración. Para fomentar el temor entre los demás reos, los nazis decidieron encerrar hasta la muerte en la “celda del hambre” –conocida también como el “búnker”– a diez personas.
San Maximiliano Kolbe se ofreció voluntariamente a tomar el lugar de uno de los condenados, Franciszek Gajowniczek, un sargento y padre de familia polaco.
En esa celda, el sacerdote siguió alentando en la fe a sus compañeros, con oraciones y cantos, por lo que un testigo que trabajaba como conserje, relató que “tenía la impresión de que estaba en una iglesia”.
Tras dos semanas, solo San Maximiliano seguía con vida. Necesitando la celda para otros reos, los nazis decidieron acabar con la vida del sacerdote inyectándole ácido carbólico en la vena.
La Iglesia reconoció el martirio de San Maximiliano Kolbe, y fue beatificado en 1971, por Pablo VI, y canonizado en 1982, por San Juan Pablo II.
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