Obispo y doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San  Hilario, obispo y doctor de la Iglesia, que fue elevado a la sede de  Poitiers, en Aquitania (hoy Francia), en tiempo del emperador  Constancio, quien había abrazado la herejía arriana, y luchó  denodadamente en favor de la fe nicena acerca de la Trinidad y de la  divinidad de Cristo, siendo desterrado, por esta razón, durante cuatro  años a Frigia. Compuso unos comentarios muy célebres sobre los Salmos y  sobre el evangelio de san Mateo (367). 
Etimología; Hilario = Aquel que esta sonriente, es de origen latino. 
Nació a principios de siglo IV en Poitiers. Fue llamado “el Atanasio  de Occidente”, de quien era contemporáneo. Ambos tuvieron que combatir  contra el mismo adversario, el arrianismo. Participaron en las polémicas  teológicas con discursos y sobre todo con escritos. Hilario fue  desterrado a Frigia por el emperador Constancio, que se había alineado  con las decisiones del sínodo arriano de Béziers del año 356. 
El contacto con el Oriente fue providencial para el obispo de  Poitiers. Durante los cinco años de permanencia en Frigia aprendió el  griego y descubrió a Orígenes, como también la gran producción teológica  de los Padres orientales, obteniendo una documentación importantísima  para el libro que le mereció el título de doctor de la Iglesia: De  Trinitate, cuyo título original es De Fide adversus Arrianos. En efecto,  era el tratado más importante y profundo que había aparecido hasta  entonces sobre el dogma principal de la fe cristiana. A pesar de estar  desterrado, no permaneció inactivo. Con el opúsculo Contra Maxertiam  atacó violentamente al mismo Constancio, acusándole de cesaropapismo y  de inmiscuirse en las disputas teológicas y asuntos internos de la  disciplina eclesiástica. De regreso a Poitiers, el valiente obispo  continuó su obra pastoral, ayudado eficazmente por el joven Martín, el  futuro santo obispo de Tours. 
Hilario nació en el seno del paganismo. Su afán por buscar la  verdad, le llevó a estudiar las diferentes corrientes filosóficas de la  época, recibiendo un influjo especial del pensamiento neoplatónico. La  búsqueda de la respuesta sobre el fin del hombre le llevó a la lectura  de la Biblia, en donde finalmente encontró lo que buscaba; entonces se  convirtió al cristianismo. 
Era un noble terrateniente, y cuando se convirtió estaba casado y  tenía una hija, Abre, a quien amaba tiernamente. Poco después del  bautismo, el pueblo lo aclamó como obispo de su ciudad natal.  
Fueron seis años de intenso estudio y predicación, antes de partir  para el destierro que, como hemos recordado, perfeccionó su formación  cultural y teológica. Junto a la voz retumbante del polemista y del  defensor de la ortodoxia teológica, hay en él también otra voz, la del  padre y pastor. Humano en la lucha, y humanísimo en la victoria.  Defendió a los obispos que reconocían su propio error, y hasta apoyó el  derecho a conservar su cargo. 
Murió en Poitiers el año 367.