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viernes, 5 de febrero de 2021
LAS 12 PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
jueves, 4 de febrero de 2021
EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 4 DE FEBRERO DEL 2021
Lecturas de hoy Jueves de la 4ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, jueves, 4 de febrero de 2021
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.21-24):
Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó: «Estoy temblando de miedo.» Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 47
R/. Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R/.
El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. R/.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre. R/.
Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor
«Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos (...) Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran»
+ Rev. D. Josep VALL i Mundó
(Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio relata la primera de las misiones apostólicas. Cristo envía a los Doce a predicar, a curar todo tipo de enfermos y a preparar los caminos de la salvación definitiva. Ésta es la misión de la Iglesia, y también la de cada cristiano. El Concilio Vaticano II afirmó que «la vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo»
El mundo actual necesita —como decía Gustave Thibon— un “suplemento de alma” para poderlo regenerar. Sólo Cristo con su doctrina es medicina para las enfermedades de todo el mundo. Éste tiene sus crisis. No se trata solamente de una parcial crisis moral, o de valores humanos: es una crisis de todo el conjunto. Y el término más preciso para definirla es el de una “crisis de alma”.
Los cristianos con la gracia y la doctrina de Jesús, nos encontramos en medio de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia el Creador: «Que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda su santidad».
Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de los hombres y a lo largo de todas las épocas.
miércoles, 3 de febrero de 2021
JOSÉ ERA EL PADRE DE JESÚS
José era el padre de Jesús.
Un hombre a quien Dios llamó padre
Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno.
Por: Javier Castellanos | Fuente: http://lcblog.catholic.net
Lo llamaban el carpintero. Y, ciertamente, era un hombre trabajador. Mantenía a su familia con el sudor de su frente. Un hombre sencillo, como todos; y sin embargo era un hombre como ninguno. José era el padre de Jesús.
Cristo, siendo Dios, sabía desde siempre de quién era Hijo. Pero también era plenamente hombre y seguramente tuvo que aprender sobre su Padre con el ejemplo de un papá de carne y hueso. Más aún: el Hijo de Dios era bien consciente de la persona que escogía para su infancia en la tierra: y habrá elegido la imagen más cercana a la paternidad divina.
Años más tarde, todo Israel escucharía el mensaje de ese Jesús de Nazaret. Hablaba a la gente de un Padre en los cielos. Nutría a los pobres con la esperanza en el Padre providente: poderoso y tierno a la vez, grande pero atento a los pequeños, justo y misericordioso… ¿De dónde le venían estas palabras? ¿Quién le había enseñado así? ¿No era acaso el hijo de José? (Cf. Lc 4, 22)
San José era un hombre de autoridad: la sangre de tantos reyes corría por sus venas. Pero el poder que ejercía no era como el de quien gobierna para sí mismo. Incluso antes de casarse, José tiene su centro de atención en los demás: decide repudiar en secreto a María, para no llevarla al escándalo ni a un castigo según la ley de Moisés. Su autoridad es un servicio, es darse sin reservas, es hacer un regalo de lo que le pertenece. Lo podemos imaginar trabajando horas extra para comprarle un vestido nuevo a María. Y al volver, cansado de una jornada larga y pesada, después de desgastarse bajo el sol, no niega sus preciosas horas de descanso. Ahí lo vemos al caer la tarde explicando a Jesús algún texto de Moisés o de los Profetas… Y más que su sueldo o su tiempo, todo su proyecto de vida se había convertido en su esposa y su hijo, pues no pasó a la historia como un rico mercader, o un líder de masas; simple y sencillamente lo conocemos como el esposo de María y el padre “adoptivo” de Jesús. Nada menos que Jesús y María; su grandeza era su familia.
El poder del servicio se convirtió en poder de defensa cuando fue necesario. Jesús nació en un establo no lejos del campo; alguien tenía que estar vigilando para que no se acercaran bestias salvajes. Si el rey David fue valiente para matar un león mientras cuidaba las ovejas en esos mismos campos de Belén, ¡qué no haría José, descendiente de David, por custodiar a su familia! Después, inesperadamente, tuvo que partir con María y Jesús lejos de Judea y de Herodes. ¡Cuánta atención y esfuerzo para no dejar rastros de la huida! ¡Cuántas noches sin dormir en medio del desierto para asegurarse que no había ladrones o que no los seguían los soldados para matar al Niño! Precisamente ese Niño que sería el Salvador de Israel… ¡Qué gran responsabilidad era asegurarse de que Jesús creciera sano y fuerte!
¿Cómo ejerce José esta custodia?
Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)
San José, además, era un hombre con un gran liderazgo. Curiosamente, era el más “pequeño” en la casa, pues Jesús era Dios y María no tenía ninguna mancha de pecado… ¿Qué había en él, que había cautivado a María desde el primer momento? ¿Qué tenía él, un pobre pecador, que el Rey de reyes le obedecía con tanta mansedumbre?
Tal vez él no se daba cuenta, pero María y Jesús se fijaban en algo que relucía en cada gesto de José: era un hombre justo, que vivía en constante unión con Dios. María se habrá impresionado ante la respuesta de José después de los sueños: la recibió en su casa inmediatamente, y en Belén lo dejó todo en un día para huir a Egipto. Y después, cuando ya tenían una vida tranquila en aquel país, de repente venderlo todo y regresar a Nazaret. José era todo un patriarca, y sin embargo no había podido instalarse en una ciudad por mucho tiempo. Siguiendo la voz de Dios lo había abandonado todo en pos de una promesa, como Abraham. Hacía allá guiaba a su familia. Y no una, sino tres veces: vender la casa, dejar el trabajo, comenzar una vida de nuevo. Siempre atento a la voz del Señor, siempre dispuesto a cumplir su Voluntad… Muchos años después, Jesús dirá a la multitud: “el que escucha la palabra de Dios y la cumple, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50) No mencionó la palabra “padre”; esa estaba reservada para su verdadero Padre, pero también esa palabra la había ganado ya San José después de una vida de docilidad al Padre del cielo.
¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia?
Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio… José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. (Papa Francisco, 19 de marzo 2013)
Jesús en su misión se convirtió también en padre. Al paralítico que bajan del techo lo llama “hijo” (Mt 9,2), y lo mismo a la mujer que tocó su manto: “Hija, tu fe te ha salvado.” (Mc 5, 34) No fueron hijos según la carne, como tampoco lo fue Cristo respecto a José, pero ambos hicieron brillar la faceta más bella de la paternidad. Pues ser padre es dar lo mejor de sí y dar la propia vida todos los días.
ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DEL MES DE FEBRERO, SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
SANTORAL DE HOY MIÉRCOLES 3 DE FEBRERO DEL 2021
Alois Andritzki, Beato Sacerdote y Mártir, 3 de febrero |
Juan Nelson, Beato Sacerdote y Mártir, 3 de febrero |
Celerino de Cartago, Santo Mártir, 3 de febrero |
María Ana Rivier, Beata Fundadora, 3 de febrero |
María Elena Stollenwerk, Beata Co-fundadora, 3 de febrero |
María de San Ignacio (Claudina) Thévenet, Santa Virgen y Fundadora, 3 de febrero |
Oscar (Ansgario) de Bremen, Santo Memoria Litúrgica, 3 de febrero |
Blas, Santo Memoria Litúrgica. 3 de febrero |
EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE FEBRERO DEL 2021
Lecturas de hoy Miércoles de la 4ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 3 de febrero de 2021
Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (12,4-7.11-15):
HERMANOS:
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado, y habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron:
«Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, ni te desanimes por su reprensión;
porque el Señor reprende a los que ama
y castiga a sus hijos preferidos».
Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos?
Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.
Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor.
Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios, y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 102,1-2.13-14.17-18a
R/. La misericordia del Señor dura siempre,
para los que cumplen sus mandatos
V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
V/. Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R/.
V/. La misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):
EN aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor
«¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?»
Rev. D. Miquel MASATS i Roca
(Girona, España)
Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús va a la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado es el día dedicado al Señor y los judíos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios. Jesús va cada sábado a la sinagoga y allí enseña, no como los escribas y fariseos, sino como quien tiene autoridad (cf. Mc 1,22).
Dios nos habla también hoy mediante la Escritura. En la sinagoga se leen las Escrituras y, después, uno de los entendidos se ocupaba de comentarlas, mostrando su sentido y el mensaje que Dios quiere transmitir a través de ellas. Se atribuye a san Agustín la siguiente reflexión: «Así como en la oración nosotros hablamos con Dios, en la lectura es Dios quien nos habla».
El hecho de que Jesús, Hijo de Dios, sea conocido entre sus conciudadanos por su trabajo, nos ofrece una perspectiva insospechada para nuestra vida ordinaria. El trabajo profesional de cada uno de nosotros es medio de encuentro con Dios y, por tanto, realidad santificable y santificadora. Con palabras de san Josemaría Escrivá: «Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina. Ésta es la razón por la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás, de vuestros iguales, precisamente santificando vuestro trabajo y vuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena vuestros días, que da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en que habéis nacido y a la que amáis».
Acaba el pasaje del Evangelio diciendo que Jesús «no podía hacer allí ningún milagro (...). Y se maravilló de su falta de fe» (Mc 6,5-6). También hoy el Señor nos pide más fe en Él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos de Él en nuestra vida de cada día.