Hoy es fiesta de Santa María Bütler, la misionera de los indigentes en Sudamérica
Redacción ACI Prensa
“Abran sus casas para ayudar a los pobres y a los marginados. Prefieran el cuidado de los indigentes a cualquier otra actividad”, solía decir Santa María Bernarda Bütler a sus Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, cuya fiesta es cada 19 de mayo.
Santa María Bernarda nació en Suiza el 28 de mayo de 1848. En su juventud ingresó a una casa de religiosas pero al descubrir que no era su vocación retornó al hogar de sus humildes padres que se dedicaban a la agricultura.
Allí se entregó al trabajo, la oración y el apostolado en la parroquia hasta que, con 19 años de edad, ingresó esta vez al Monasterio Franciscano de María Auxiliadora. Más adelante tomó el hábito con el nombre religioso de María Bernarda del Sagrado Corazón de María.
Poco a poco se destacó por la virtud y cualidades humanas que la llevaron a ser nombrada maestra de novicias y luego superiora, servicio que realizó hasta su partida para las misiones.
Luego de vencer la resistencia de las autoridades eclesiásticas y de obtener permiso pontificio para dejar el monasterio, partió con seis compañeras rumbo a Ecuador.
Este paso que fue concebido originalmente como la fundación de una filial de su monasterio, luego convirtió a Sor María Bernarda en fundadora de un nuevo instituto llamado Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.
En Chone, Ecuador, las hermanas se dedicaron a la educación de niños y jóvenes, asistiendo a los enfermos y necesitados. Esta experiencia de fe unida a la oración y los sacramentos dio muchos frutos en ese lugar difícil y espiritualmente abandonado.
En 1895, la madre María Bernarda y 14 hermanas tuvieron que huir de Ecuador por una violenta persecución contra la Iglesia y viajaron a Cartagena en Colombia.
Las religiosas aumentaron y se fundó casas en Colombia, Austria y Brasil. La madre María Bernarda visitaba estas obras con una sencillez evangélica que edificaba y animaba a todas.
Dirigió su congregación por 30 años y al renunciar a este servicio, mantuvo su humildad, animando a las hermanas con el ejemplo.
Partió a la Casa del Padre el 19 de mayo de 1924 con 76 años de edad, 57 de vida consagrada y 38 de misionera. Fue beatificada (1995) por San Juan Pablo II y canonizada por Benedicto XVI en 2008.
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