Hoy 29 de mayo es la fiesta de San Germán de París, "Padre de los pobres"
Por Diego López Marina
(ACI).- San Germán de Paris fue Obispo de París (Francia) en el siglo VI y es recordado por su amor a los pobres, a tal punto que sus monjes se rebelaron contra él temiendo que regalara todo lo que tenían.
El Martirologio Romano cita 11 santos bajo el nombre ‘Germán’, que surge del latín y significa “hermano”.
Por la información histórica que se conserva, especialmente de su amigo y Obispo, San Venancio Fortunato De Poitiers, se asegura que fue un hombre que obró muchos milagros.
Es recordado por convertir al catolicismo al rey franco Childeberto I y exhortarlo a erradicar las prácticas paganas que aún existían en Galia y prohibir los excesos que se llevaban a cabo en la mayoría de las celebraciones cristianas de la época.
Nació en el 496 cerca de Autun (Francia) y fue abandonado de niño por sus padres, teniendo una infancia desprovista de afecto familiar. Fue criado y acompañado por un pariente suyo que era sacerdote.
Inclinado a la vida religiosa, Germán ingresó en el monasterio de San Sinforiano de Autun y se hizo monje siguiendo la Regla de San Basilio. Fue tanta su dedicación y observancia religiosa que fue elegido abad.
En el año 555 murió el obispo de París, y era tal el prestigio de la caridad de Germán, que el clero y el pueblo quisieron que ocupara él la sede vacante, a lo que accedió gustoso el rey Childeberto I.
Como pastor perseveró predicando y evangelizando pueblos semipaganos, defendió la doctrina y extendió la cristianización de las costumbres. También asistió al tercer y cuarto Concilio de París, y al segundo Concilio de Tours en el 566.
Llevó una vida austera y de penitencia, y falleció casi a los 80 años el 28 de mayo del 576. Muchos franceses lo veneran como patrono de la gran metrópoli de Paris.
El santo fue sepultado en la capilla de San Sinforiano -mandada a construir por Childeberto I- en el templo de San Vicente, pero en el 754 sus reliquias fueron reubicadas en el edificio principal del templo, en presencia de Pipino el Breve y de su hijo Carlomagno, que entonces era un niño de siete años.
Desde ese momento, el templo se convirtió en la Abadía de Saint-Germain-des-Prés, pues cerca de este templo se construyó un monasterio.
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