viernes, 31 de enero de 2025

SAN JUAN BOSCO, 31 DE ENERO



Juan Bosco, Santo

Memoria Litúrgica, 31 de enero

Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net




Presbítero y Fundador

Martirologio Romano: Memoria de san Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una niñez áspera, fue ordenado sacerdote y en la ciudad de Turín, en Italia, se dedicó con todas sus fuerzas a la formación de adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de santa María Dominica Mazzarello, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo en este día en la ciudad de Turín, en Italia (1888).


Fecha de canonización: 1 de abril de 1934 por el Papa Pío XI.


Breve Biografía

San Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo de Asti, y recibió de su madre Margarita Occhiena una sólida educación cristiana y humana. Dotado de inteligencia, memoria, voluntad y agilidad física no comunes, desde niño fue seguido por sus coetáneos, a quienes organizaba juegos que interrumpía al toque de las campanas para llevarlos a la iglesia. Fue ordenado sacerdote en Turín en 1841, y allí comenzó su actividad pastoral con San José Cafasso.

Su programa, o mejor, su pasión era la educación de los jóvenes, los más pobres y abandonados. Reunió un grupito que llevaba a jugar, a rezar y a menudo a comer con él. La incómoda y rumorosa compañía de Don Bosco (así se lo llamaba y se lo llama familiarmente) tenía que estar cambiando de lugar continuamente hasta que por fin encontró un lugar fijo bajo el cobertizo Pinardi, que fue la primera célula del Oratorio. Con la ayuda de mamá Margarita, sin medios materiales y entre la persistente hostilidad de muchos, Don Bosco dio vida al Oratorio de San Francisco de Sales: era el lugar de encuentro dominical de los jóvenes que quisieran pasar un día de sana alegría, una pensión con escuelas de arte y oficios para los jóvenes trabajadores, y escuelas regulares para los estudios humanísticos, según una pedagogía que sería conocida en todo el mundo como “método preventivo” y basada en la religión, la razón y el amor. “La práctica del método preventivo se base toda en las palabras de San Pablo que dice: La caridad es benigna y paciente; sufre todo, pero espera todo y aguanta todo”.

Para asegurar la continuidad de su obra, San Juan Bosco fundó la Pía Sociedad de San Francisco de Sales (los Salesianos) y Hijas de María Auxiliadora (las Salesianas). Fue un fecundísimo escritor popular, fundó escuelas tipográficas, revistas y editoriales para el incremento de la prensa católica, la “buena prensa”. Aunque ajeno a las luchas políticas, prestó su servicio como intermediario entre la Santa Sede, el gobierno italiano y la casa Saboya.

Fue un santo risueño y amable, se sentía “sacerdote en la casa del pobre; sacerdote en el palacio del Rey y de los Ministros”. Buen polemista contra la secta de los Valdeses, según la mentalidad del tiempo, nunca se avergonzó de sus amistades con los protestantes y los hebreos de buena voluntad: “Condenamos los errores, escribió en el “Católico”, pero respetamos siempre a las personas”. San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888 y fue canonizado por Pío XI en 1934.  

SANTORAL DE HOY VIERNES 31 DE ENERO DE 2025

Marcela de Roma, SantaMarcela de Roma, Santa
Viuda, 31 de enero
Ludovica Albertoni, BeataLudovica Albertoni, Beata
Viuda, 31 de enero
Francisco Javier María Bianchi, SantoFrancisco Javier María Bianchi, Santo
Presbitero Barnabita, 31 de enero
Candelaria de San José, BeataCandelaria de San José, Beata
Fundadora, 31 de enero
Juan Bosco, SantoJuan Bosco, Santo
Memoria Litúrgica, 31 de enero

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 31 DE ENERO DE 2025 - SAN JUAN BOSCO

 


 

Viernes 3 del tiempo ordinario

Viernes 31 de enero de 2025



1ª Lectura (Heb 10,32-39): Hermanos: Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes.


No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. «Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor». Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.



Salmo responsorial: 36

R/. El Señor es quien salva a los justos.

Confía en el Señor y haz el bien: habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.


Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará tu justicia como el amanecer, tu derecho como el mediodía.


El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano.


El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva porque se acogen a él.

Versículo antes del Evangelio (Cf. Mt 11,25): Aleluya. Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. Aleluya.

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.


«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano (...y) la tierra da el fruto por sí misma»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)


Hoy Jesús habla a la gente de una experiencia muy cercana a sus vidas: «Un hombre echa el grano en la tierra (...); el grano brota y crece (...). La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga» (Mc 4,26-28). Con estas palabras se refiere al Reino de Dios, que consiste en «la santidad y la gracia, la Verdad y la Vida, la justicia, el amor y la paz» (Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey), que Jesucristo nos ha venido a traer. Este Reino ha de ser una realidad, en primer lugar, dentro de cada uno de nosotros; después en nuestro mundo.


En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado —por el Bautismo— la gracia, la santidad, la Verdad... Hemos de hacer crecer esta semilla para que fructifique en multitud de buenas obras: de servicio y caridad, de amabilidad y generosidad, de sacrificio para cumplir bien nuestro deber de cada instante y para hacer felices a los que nos rodean, de oración constante, de perdón y comprensión, de esfuerzo por conseguir crecer en virtudes, de alegría...


Así, este Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno— se extenderá a nuestra familia, a nuestro pueblo, a nuestra sociedad, a nuestro mundo. Porque quien vive así, «¿qué hace sino preparar el camino del Señor (...), a fin de que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad, que haga rectos los caminos que conducen a Dios?» (San Gregorio Magno).


La semilla comienza pequeña, como «un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas» (Mc 4,31-32). Pero la fuerza de Dios se difunde y crece con un vigor sorprendente. Como en los primeros tiempos del cristianismo, Jesús nos pide hoy que difundamos su Reino por todo el mundo.




Texto del Evangelio (Mt 18,1-5): En una ocasión se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe».



«Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos»

P. Julio César RAMOS González SDB

(Mendoza, Argentina)



Hoy celebramos la memoria de san Juan Bosco (1815-1888), presbítero y fundador de la Sociedad de San Francisco de Sales (Salesianos de Don Bosco).


Las palabras de Jesús nos abren la puerta a una antigua y, a la vez, nueva visión de lo que es ser «mayor en el Reino de los Cielos» (Mt 18,1); visión que nosotros, hoy, debemos recuperar desde el Evangelio, y convertirnos. «Si no cambiáis y os hacéis como niños», es decir, si no nos convertimos de la visión de este mundo de supremacía del poder, de imposición violenta, de abuso de autoridad, «no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3). Por tanto, el que se haga "pequeño", esto es humilde, sencillo, pobre, necesitado «ése es el mayor en el Reino de los Cielos» (Mt 18,4).


San Juan Bosco a los nueve años recibe en un sueño su vocación. Allí, Juanito encontrándose en medio de una violenta gresca infantil, recibe la llamada de Jesús por su nombre y le dice: «Juan, no con golpes, sino con bondad y mansedumbre lograrás ganarte a estos...». Y, ¡vaya si aprendió de tal forma en su vida este método del amor!, que invitaba a sus seguidores -luego como experimentado educador- a «tratar de amar lo que aman los jóvenes, para que luego, ellos amen lo que tú amas», es decir, abájate para poder elevar, acércate para poder asumir, hazte pequeño, para hacer que ellos logren ser grandes.


Pidamos hoy día al Señor que nos guíe, como lo hizo con san Juan Bosco, a seguir su camino de amor paciente y anonadamiento redentor, para salvar a la humanidad, especialmente a la juventud, «la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana», como diría el santo educador.


5 CURIOSIDADES SOBRE SAN JUAN BOSCO

 




 

HOY CELEBRAMOS A SAN JUAN BOSCO - 31 DE ENERO - IMÁGENES DE SAN JUAN BOSCO

 







 



domingo, 12 de enero de 2025

SANTORAL DE HOY DOMINGO 12 DE ENERO DE 2025

 

Bautismo del Señor
13 de enero. Fiesta, con la cual se cierra el tiempo litúrgico de Navidad...

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 12 DE ENERO DE 2025 - EL BAUTISMO DEL SEÑOR


 

El Bautismo del Señor (C)

Domingo 12 de enero de 2025



1ª Lectura (Is 40,1-5.9-11): «Consolad, consolad a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados».

Una voz clama: «Preparad el camino del Señor en el desierto, construid en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán». Así ha hablado la boca del Señor.

Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: «Aquí está tu Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo. El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentará su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres».

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O bien (Is 42,1-4.6-7): Mirad a mi Siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».



Salmo responsorial: 103

R/. Bendice, al Señor, alma mía.

Bendice al Señor, alma mía: Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.

Por encima de las aguas construyes tu morada. Las nubes son tu carro; los vientos, tus alas y mensajeros; y tus servidoras, las ardientes llamas.

¡Que numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría! La tierra está llena de tus creaturas, y tu mar, enorme a lo largo y a lo ancho, está lleno de animales pequeños y grandes.

Todos los vivientes aguardan que les des de comer a su tiempo: les das el alimento y lo recogen, abres tu mano y se sacian de bienes.

Se retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo. Pero envías tu espíritu, que da vida, y renueva el aspecto de la tierra.

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O bien: Sal 28

R/ El Señor bendice a su pueblo con la paz.


Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.

El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: «¡Gloria!». El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.


2ª Lectura (Tit 2,11-14; 3,4-7): Querido hermano: La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien.

Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna.

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O bien (Hch 10,34-38): En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».

Versículo antes del Evangelio (Cf. Lc 3,16): Aleluya. Ya viene otro más poderoso que yo, dijo Juan el Bautista; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 3,15-16.21-22): En aquel tiempo, como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego».

Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; el Amado, en ti me he complacido».





«Tú eres mi hijo; el Amado, en ti me he complacido»

Rev. D. Joan BUSQUETS i Masana

(Sabadell, Barcelona, España)




Hoy contemplamos a Jesús ya adulto. El niño del Pesebre se hace un hombre completo, maduro y respetable, y llega el momento en el que ha de trabajar en la obra que el Padre le ha confiado. Así es como le encontramos en el Jordán en el momento de empezar esta labor: uno más en la fila de aquellos contemporáneos suyos que iban a escuchar a Juan y a pedirle el baño del bautismo, como signo de purificación y renovación interior.


Allí, Jesús es descubierto y señalado por Dios: «Puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: ‘Tú eres mi hijo; el Amado, en ti me he complacido’» (Lc 3,21-22). Es la etapa preparatoria del gran camino que está dispuesto a emprender y que le conducirá hasta la Cruz. Es el primer acto de su vida pública, su investidura como Mesías.


Es también el proemio de su modo de actuar: no obrará con violencia, ni con gritos y asperezas, sino con silencio y suavidad. No cortará la caña quebrada, sino que la ayudará a mantenerse firme. Abrirá los ojos a los ciegos y librará a los cautivos. Las señales mesiánicas que describía Isaías, se cumplirán en Él. Nosotros somos los beneficiarios de todas estas cosas porque, como leemos hoy en la carta de san Pablo: «Él nos salvó, no por nuestras buenas obras, sino en virtud de su misericordia, por medio del bautismo regenerador y la renovación del Espíritu Santo que derramó abundantemente sobre nosotros (...). De este modo, salvados por su gracia, Dios nos hace herederos conforme a la esperanza que tenemos de alcanzar la vida eterna» (Tit 3,5-7).


La fiesta del Bautismo de Jesús debe ayudarnos a recordar nuestro propio Bautismo y los compromisos que por nosotros tomaron nuestros padres y padrinos al presentarnos en la Iglesia para hacernos discípulos de Jesús: «El Bautismo nos ha liberado de todos los males, que son los pecados, pero con la gracia de Dios debemos cumplir todo lo bueno» (San Cesáreo de Arlés). 

LA IGLESIA CELEBRA HOY EL BAUTISMO DEL SEÑOR Y CON ELLO CONCLUYE EL TIEMPO DE NAVIDAD

 



La Iglesia celebra hoy el Bautismo del Señor y con ello concluye el Tiempo de Navidad

ACI Prensa - 12 de enero de 2025



Con el Bautismo del Señor concluye el Tiempo de Navidad. La Iglesia nos invita a contemplar nuevamente a Jesús, pero en una segunda “epifanía” (manifestación) de sí mismo: como Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Así lo corrobora el relato del Evangelio según San Mateo:

«En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo. Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”» (Mt 3, 13-17).


Agua que purifica realmente

Jesús, Dios y hombre sin mancha, es bautizado por Juan. ¿Por qué es esto, si en Él no hay pecado? La pregunta roza el misterio: a través de un signo sensible, Jesús, con su Bautismo, le está abriendo la puerta de la salvación a todo el género humano. Nuestra naturaleza dañada por el pecado original queda restituida por el agua bautismal.

En el siglo V, San Máximo de Turín, haciendo referencia a esa agua del Bautismo del Señor, señalaba lo siguiente: “Cuando se lava el Salvador, se purifica toda el agua necesaria para nuestro bautismo y queda limpia la fuente, para que pueda luego administrarse a los pueblos que habían de venir a la gracia de aquel baño”.

Es decir, Cristo es la fuente de toda pureza y si Él no nos lava, el pecado mantendrá su dominio sobre nosotros. Las aguas del Bautismo tienen un profundo significado: una vida nueva y la libertad auténtica.


Dios, Uno y Trino, se acerca a nosotros para darnos ‘vida en abundancia’

San Gregorio Nacianceno, Padre de la Iglesia del siglo IV, enseñaba: “Juan está bautizando y Cristo se acerca, tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado y, sin duda, para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua”.

El Bautismo es el sacramento que nos renueva completamente, al punto de que es “un nuevo nacimiento”, pero para la vida de la Gracia, que es la más plena. La fuerza de este sacramento es incalculable:

“También el Espíritu da testimonio de la divinidad, acudiendo en favor de quien es su semejante; y la voz desciende del cielo, pues del cielo procede precisamente Aquel de quien se daba testimonio”, concluye San Gregorio. 

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