viernes, 3 de diciembre de 2021

IMÁGENES Y GIFS DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, 12 DE DICIEMBRE

  


Historia de la Virgen de Guadalupe
Fuente: Aciprensa


Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.

De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba.

El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".

La imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son extraordinarios.



















































































































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jueves, 2 de diciembre de 2021

PAPA FRANCISCO COMIENZA SU VIAJE A CHIPRE Y GRECIA TRAS ENCONTRARSE CON REFUGIADOS EN ITALIA

 





 Papa Francisco comienza su viaje a Chipre y Grecia tras encontrarse con refugiados en Italia

POR BLANCA RUIZ | ACI Prensa

 Credito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa.




El Papa Francisco emprendió ya su viaje internacional número 35 que tiene como destino Chipre y Grecia, hasta el próximo lunes 6 de diciembre. 

El avión del Papa Francisco despegó del aeropuerto de Fiumicino, Roma a las 11:00 a.m (hora de Roma) con destino hacia Lárnaca (Chipre), a donde se prevé que llegue a las 03:00 p.m hora del país, (04:00 p.m hora de Roma). 

Además, esta mañana, antes de dejar Casa Santa Marta, rumbo al aeropuerto, el Papa Francisco se encontró con 12 refugiados acompañados del Limosnero de Su Santidad, el Cardenal Konrad Krajewski. Los refugiados ahora viven en Italia, pero provienen de Siria, Congo, Somalia y Afganistán. 

Todos ellos estuvieron en el campo de refugiados de Lesbos en los últimos años y fueron acogidos a su llegada por la Comunidad de Sant'Egidio. Entre ellos, se encontraban algunos de los que fueron traídos en el avión papal en su viaje a Grecia en 2016. 

En el camino hacia el aeropuerto, el Papa hizo una parada en la parroquia de Santa María de los Ángeles, situada cerca del aeropuerto de Fiumicino. Allí rezó ante la imagen de la Virgen de Loreto y se reunió con 15 refugiados más que están acogidos en esta parroquia romana. 

Ayer 1 de diciembre, el Papa también acudió a la Basílica de Santa María la Mayor para orar, como tiene costumbre antes de emprender un viaje internacional, ante el icono de la Virgen María "Protectora del Pueblo Romano". 

Antes de despegar, el Papa envió un telegrama al Presidente de la República de Italia, Sergio Mattarella, en el que destacó que viaja a Chipre y Grecia “como un peregrino que anhela fuentes antiguas, con el vivo deseo de encontrarme con los hermanos en la fe y la población local”. 


A continuación el programa del viaje: 


Jueves 2 de diciembre

A las 11:00 a.m. el avión que trasladará al Papa despegará desde el aeropuerto internacional de Roma Fiumicino con destino a Larnaca (Chipre).

A las 3:00 p.m. (hora local) el avión llegará al aeropuerto internacional de Larnaca en donde se llevará a cabo el recibimiento oficial.

Después el Santo Padre se trasladará a la catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias en Nicosia en donde a las 4:00 p.m. tendrá un encuentro con los sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos, catequistas y asociaciones y movimientos eclesiales de Chipre, en donde pronunciará su primer discurso.

Luego, el Papa irá al Palacio Presidencial en Nicosia en donde se llevará a cabo la ceremonia oficial de bienvenida a las 5:15 p.m. Allí mismo, el Santo Padre realizará a las 5:30 p.m. la tradicional visita de cortesía privada al presidente de la República de Chipre.

Al finalizar, el Papa participará a las 6:00 p.m. en el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático que se realizará en un salón de ceremonias y pronunciará otro discurso.


Viernes 3 de diciembre

A las 8:30 a.m. el Santo Padre realizará una visita de cortesía al Arzobispo Ortodoxo de Chipre, Su Beatitud Chrysostomos II, en el arzobispado ortodoxo de Chipre en Nicosia.

Después, el Papa irá a la catedral ortodoxa en Nicosia en donde se reunirá a las 9:00 a.m. con el Santo Sínodo y pronunciará un discurso.

A las 10:00 a.m. el Santo Padre presidirá la Misa en el “GSP Stadium” de Nicosia y pronunciará su homilía.

Por la tarde, el Pontífice participará a las 4:00 p.m. en una oración ecuménica por los migrantes en la Iglesia parroquial de Santa Cruz en Nicosia.


Sábado 4 de diciembre

Por la mañana, el Papa participará a las 9:10 a.m. en la ceremonia de despedida en el aeropuerto internacional de Larnaca y partirá a las 9:30 a.m. en avión hacia el aeropuerto internacional de Atenas.

A las 11:10 a.m. (hora de Grecia) el avión llegará al aeropuerto internacional de Atenas en donde se llevará a cabo el recibimiento oficial.

Luego, se trasladarán al Palacio Presidencial de Atenas en donde se llevará a cabo la ceremonia oficial de bienvenida al mediodía.

Allí mismo, el Santo Padre realizará a las 12:15 p.m. la tradicional visita de cortesía privada al presidente de la República y a las 12:30 se reunirá en privado con el primer ministro de Grecia.

Al finalizar, el Papa participará a las 12:45 p.m. en el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático y pronunciará su primer discurso en Grecia.

A las 4:00 p.m. el Santo Padre realizará una visita de cortesía privada al Arzobispo de Atenas y de todo Grecia, Su Beatitud Ieronymos II, en el arzobispado ortodoxo de Grecia en Atenas.

Después, el Papa pronunciará un discurso durante un encuentro con Su Beatitud Ieronymos II a las 4:30 p.m en la “sala del trono” del arzobispado ortodoxo de Grecia en Atenas.

ADVIENTO: ESPERANZA, ORACIÓN Y ALEGRÍA

 



 Adviento: esperanza, oración, alegría

Adviento es la visita de Dios, es nuestra espera y nuestra esperanza activa, es oración y es alegría.

Por: Ramiro Pellitero | Fuente: iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.it 



El comienzo del adviento me ha traído a la memoria, una vez más, este cuento bien conocido.

     "Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.

     Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...

    Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.

     Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa excelente que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.

    Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.

    – ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios...– se dijo el zapatero.

    – Tengo sed –exclamó el borracho.

    Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía.

    Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó:

    – ‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste. Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste.’

    Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...".

    Adviento, esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.




La visita de Dios

     En el comienzo del adviento de 2009, Benedicto XVI se detenía en el uso de la palabra “adviento” (parousia en griego) por San Pablo, cuando invita a los cristianos a preparar “la venida (adventus) del Señor nuestro Jesucristo” (1 Ts 5, 23). Adviento es la visita de Dios, es nuestra espera y nuestra esperanza activa, es oración y es alegría.

     1. Adviento: la visita de Dios. En el lenguaje antiguo, explicaba el Papa, ese término indicaba la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. También podría indicar la visita de la divinidad que se manifiesta con poder, o a la que se celebra en el culto.

    Pues bien, señala Benedicto XVI: “Los cristianos adoptaron la palabra "Adviento" para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre "provincia" denominada tierra para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creen en él, a todos los que creen en su presencia en la asamblea litúrgica”.

      De esta manera, con esa palabra, “adviento”, se quería decir: “Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras”.

     Se trata, prosigue el Papa, nada menos que de la visita de Dios: “Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí”. 

Vencer la tiranía del activismo con la presencia de Dios

     “En la vida cotidiana –observa– todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos absorber por el ‘hacer’. ¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos ‘arrollan”.

     El Adviento –continúa– es una ocasión para detenernos y darnos cuenta de la presencia de Dios en nuestra vida. “Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor!”. Y añade: “Escribir —por decirlo así— un ‘diario interior’ de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida”.

     ¿Qué pasaría –cabría cuestionarse– si tuviéramos más presente al Señor?

     “La certeza de su presencia –se pregunta Benedicto XVI– ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como ‘visita’, como un modo en que Él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?”

    Y es que, en la perspectiva realista del cristianismo, nuestra vida es una visita de Dios, un encuentro con Él cada día.




El Adviento es espera


     2. En segundo lugar, otro elemento del Adviento, es la espera, “una espera –señala el Papa– que es al mismo tiempo esperanza”. Notemos por tanto que no se trata de esperar sin más, con los brazos cruzados, a que suceda algo; es más bien una espera activa, tratando de percibir lo que sucede y de colaborar en lo que podamos con la acción divina. Así lo explica Benedicto XVI:

     “El Adviento nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como "kairós", como ocasión propicia para nuestra salvación”. Continúa señalando cómo “Jesús explicó esta realidad misteriosa en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar el regreso de su dueño; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en las de la siembra y la siega”.

     La espera de algo que ha de acontecer es experiencia de todos: “En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando es de edad avanzada aspira al merecido descanso”.

    “Pero –advierte el Papa– llega el momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar”. Es, diríamos, como si alcanzada esa meta, o llegado el tiempo en que debería haberse alcanzado, no tuviera respuesta para esta pregunta: ¿Y ahora, qué? 

     Para los cristianos la esperanza está animada por una certeza: “El Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz”.



Una espera que es esperanza

     3. Añade Benedicto XVI que hay muchas maneras de esperar. Y es muy diferente el caso de que no se tenga nada de lo que se espera, del caso en que haya algo, aunque no sea pleno: “Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente”.

     Por eso, porque los cristianos ya tenemos al Señor en los dones que nos da (la fe, los sacramentos, la vida cristiana personal y en la Iglesia), aunque aún no nos hayamos unido a Él de modo pleno, podemos darnos cuenta de que Dios está con nosotros y llenarnos de esperanza en que se nos dará más plenamente aún.

     “Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza”.

     Y así, “el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén. Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de ella se encuentra Él o si está ofuscada por la niebla de un origen y un futuro inciertos”.




Tiempo de oración y de alegría

     4. Dios está presente; se nos da de tantas maneras; ¿pero qué podemos hacer nosotros? He aquí la propuesta, que pasa necesariamente por la oración:

    “Nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la impaciencia y las preguntas que brotan de nuestro corazón. Estamos seguros de que nos escucha siempre. Y si Jesús está presente, ya no existe un tiempo sin sentido y vacío. Si él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de dificultades.

     “El Adviento es –concluye el Papa– el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno”. Y añade: “Precisamente por esta razón es, de modo especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede eliminar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar confiados”. En todo esto nos sostiene María, y nos obtiene la gracia de vivir este tiempo litúrgico “vigilantes y activos en la espera”.

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