domingo, 24 de noviembre de 2019

BEATIFICAN A SACERDOTE CONOCIDO POR PRODIGIOS Y SU LUCHA POR LOS MÁS POBRES


Beatifican a sacerdote conocido por prodigios y su lucha por los más pobres
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Santuario de Nossa Senhora Aparecida en Tambaú




El Cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presidió este sábado 23 de noviembre la Misa de beatificación del sacerdote Donizetti Tavares de Lima en la localidad de Tambaú en el estado de Sao Paulo (Brasil).

El nuevo beato fue “una figura ejemplar de sacerdote, completa desde el punto de vista humano, espiritual y social, que se distinguió por vivir la plenitud del Evangelio”, dijo el Cardenal en la Misa a la que asistieron decenas de miles de fieles.

Tras señalar que el P. Donizetti es un ejemplo de cómo se debe ayudar a los más necesitados y que también puede ser considerado ejemplar por los seminaristas, el Cardenal resaltó la importancia que el sacerdote dio a la doctrina social de la Iglesia en su ministerio.

“Como párroco nunca dejó de ayudar a su gente y nadie estaba excluido de su atención” ya que en todas “las criaturas que sufrían vio el rostro de Cristo”, resaltó el Cardenal italiano.

“¿Dónde encontró tanta energía para vivir una misión tan vasta y extraordinaria? Antes que nada en la oración. Los testimonios refieren que rezaba mucho, celebraba la Misa con fervor y se ponía frecuentemente en oración ante el Santísimo Sacramento”, explicó el Purpurado.

Además de eso, el P. Donizetti “tenía un gran devoción filial a la Virgen María, venerada como Nuestra Señora de Aparecida (en Brasil). Ante las gracias y ayudas celestes que obtenía con su oración, solía decir: ‘No soy nadie, pero lo que obtengo viene de Dios, a través de Nuestra Señora’”.


“Fue a través de su intensa vida interior, de su relación íntima con Jesús que surgió el heroísmo siempre demostrado en su entrega a los hermanos, también aceptando la persecución al defender el derecho y la justicia”, enfrentando “las pruebas cotidianas con calma, serenidad y abandono a la divina voluntad”, continuó el prefecto.

Al final de la Misa, el Obispo de São João da Boa Vista, Mons. Antônio Emídio Vilar, agradeció por la beatificación del sacerdote y afirmó que “si para sus devotos el P. Donizetti fue siempre considerado santo, hoy llegó el día tan esperado en el que la propia jerarquía de la Iglesia confirma y declara oficialmente la santidad del Beato Donizetti”.

“El P. Donizetti fue un apóstol de la acogida, un verdadero pastor con sus ovejas que nos dejó un ejemplo de la cultura del encuentro y de una Iglesia en salida que tanto nos pide el Papa Francisco”, resaltó el Obispo.

Breve biografía del P. Donizetti Tavares
Hijo de un abogado y una profesora, nació el 3 de enero de 1882 en el Estado de San Paulo. Ingresó al seminario diocesano a los 12 años, y tres años más tarde se trasladó al Colegio Mons. Giovanni Soares, aunque más tarde regresaría al seminario. Realizó estudios en la Facultad de Derecho y, posteriormente, de filosofía y teología para el sacerdocio.

Fue ordenado sacerdote el 12 de julio de 1908 y se incardinó en la diócesis de Pouso Alegre, donde desempeñó su labor pastoral en la Parroquia de San Gaetano.

Después pasó a la diócesis de Campinas y fue vicario en Jaguray. En 1909 fue nombrado párroco en Vargem Grande do Soul, en la diócesis de Ribeirão Preto.

Como párroco destacó por su intensa labor pastoral, enseñando el evangelio junto con una fuerte dimensión social.

Se destacó por su defensa de los pobres y de los trabajadores víctimas de la explotación laboral. Por ese motivo, los ricos lo acusaron injustamente de ser comunista.

Por el contrario, su misión estaba profundamente arraigada en el Evangelio y defendió que se inspiraba en Nuestra Señora de Aparecida al realizar su trabajo pastoral.

Construyó la iglesia parroquial y dos capillas dedicadas a Nuestra Señora de Aparecida y a San Benedicto. En 1926 recibió el nombramiento de párroco de San Antonio en Tambaú, donde viviría hasta el final de sus días.

Además, otro rasgo de su trabajo evangelizador fue su compromiso con una enseñanza de la religión alejada de actitudes idolátricas o sincréticas cuando vio que se estaba desarrollando en su comunidad una religiosidad popular alejada del Evangelio.

Fue el párroco de todos, compartía los problemas de la gente. Compró terrenos y casas para quien no tenía nada.

Probablemente uno de los primeros prodigios que realizó y por los cuales se conoce ocurrió en 1927 cuando una lluvia torrencial amenazaba la cancelación de una procesión de una imagen de Nossa Senhora Aparecida, pero la tormenta se calmó cuando él mismo decidió dirigir la procesión.

Este y otros prodigios le ganaron la fama de santo y suscitaron una serie de peregrinaciones para verlo y pedir su bendición. Muchos funcionarios, incluido el presidente Gétulio Vargas, lo buscaron para pedirle consejo.

El 30 de mayo de 1955, por orden del obispo de entonces, el P. Donizetti dio su última bendición pública a las multitudes reunidas fuera de su parroquia. Ese día volaron aviones sobre la multitud y arrojaron pétalos de rosa.

Obedeciendo al mandato de su obispo se dedicó solamente a su oficio de párroco y dejó de referirse a los prodigios o milagros de los que era testigo. Murió santamente en Tambaú el 16 de junio de 1961.

Su tumba es ahora un lugar de peregrinaciones.

¿QUÉ ES LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY?



Jesucristo, Rey del Universo.



Y ese Universo es nuestro corazón. Jesús, es un rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón, de la humildad... del acompañamiento, porque no nos quiere abandonar.

 Él está allí, siempre esperándonos, para abrazarnos y decirnos que todo saldrá bien. Según este Mundo, para ser rey has de nacer bajo unas condiciones de recursos materiales y económicos suficientes, pero su reinado es diferente, nace de la debilidad que comparte con nosotros, de ser humano con sentimientos y afectos. 

Y al final del Año litúrgico, este evangelio (Lc 23, 35-43) nos invita a preguntarnos: ¿Cuál es la enseñanza de Cristo para mi vida?

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DE 2019 - JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO, SOLEMNIDAD


Lecturas de hoy Domingo 34º del Tiempo Ordinario. Jesucristo Rey del Universo - Ciclo C
Hoy, domingo, 24 de noviembre de 2019


Primera lectura
Lectura del segundo libro de Samuel (5,1-3):

En aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebron y le dijeron:
«Hueso tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”».
Los ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 121,1-2.4-5

R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

V/. Qué alegría cuando me dijeron:
¡«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

V/. Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 
(1,12-20):

Hermanos:
Demos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen del Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque en él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles.
Tronos y Dominaciones,
Principados y Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo,
y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Palabra de Dios



Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (23,35-43):

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 
24 de noviembre de 2019

Fernando Torres cmf


¿Jesús Rey? ¿Está usted seguro?

      La lectura del Evangelio que la Iglesia nos propone para este día nos deja un poco confusos. Es el último domingo del año y la liturgia lo dedica a Cristo Rey. La Iglesia quiere que le veamos en triunfo, como aquel en quien llegan a plenitud todas las cosas. Con él, el Reino de Dios dejará de ser un sueño para empezar a ser realidad plena. ¿Cómo es posible que el Evangelio nos presente a Jesús en la cruz? Los condenados a muerte no han triunfado nunca a lo largo de la historia. Como mucho han conseguido que algunos nostálgicos derramaran algunas lágrimas por ellos. Pero nada más. Los gobernantes de cualquier país saben que lo mejor que se puede hacer con la oposición es eliminarla.

      Pero el caso de Jesús es diferente. Da la impresión de que su reinado no es exactamente igual que los gobiernos y reinos de este mundo. Jesús es un hombre que, a punto de morir en la cruz, todavía despierta pasiones opuestas. Unos se ríen de él y otros afirman su inocencia. Más todavía. En el momento de la cruz el mismo Jesús es capaz de prometer el paraíso al hombre que está crucificado a su lado. 

      Es que su reino no es de este mundo. Su reino es el reinado de Dios que junta y recoge a todos sus hijos e hijas dispersos para convertirlos en una familia. En el reino de Dios no somos súbditos. Tampoco somos ciudadanos. Somos hijos. Absolutamente diferente. 

      Desde esa perspectiva entendemos mejor la plenitud a que se refiere la lectura de la carta a los Colosenses. Cuando ahí se afirma la superioridad de Jesús sobre todas las cosas y sobre todas las personas, cuando se nos dice que en él el Reino de Dios va a llegar a su plenitud, no significa que en su tiempo ese reino vaya a ser próspero económicamente. Tampoco significa que se vayan a hacer unas grandiosas obras y monumentos como acostumbran a hacer nuestros gobernantes para perpetuar su memoria. Ni siquiera que vaya a tener el mejor y más poderosos ejército del mundo. Ninguna de esas cosas. En un reino donde todos somos hermanos y Dios, el centro y origen de todo, es nuestro padre, la plenitud se verá al realizarse de verdad la fraternidad, la solidaridad y la justicia entre todos y todas. La plenitud llegará porque, como en una buena familia, todos pondremos nuestra confianza en el padre de quien procedemos y en quien encontramos el amor que nos hace falta para vivir y llegar a nuestra propia plenitud. Y todo eso sin fronteras, sin divisiones por razón de raza, cultura, religión o nacionalidad, porque toda la humanidad, junto con toda la creación, está llamada a participar de esa plenitud. Jesús es el rey de ese reino. Precisamente por eso murió en la cruz. Precisamente por eso, Dios, el Padre que ama la vida, lo resucitó y hoy mantenemos viva la esperanza del Reino. 



Para la reflexión

      ¿Estamos todos los que formamos nuestra comunidad al servicio unos de otros? ¿Nos esforzamos para que entre nosotros reinen la fraternidad, la solidaridad y la justicia? ¿Mantenemos la esperanza a pesar de las dificultades que nos encontramos en el camino? 

SANTORAL DE HOY DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DE 2019

María Ana Sala, BeataMaría Ana Sala, Beata
Monja Marcelina, 24 de noviembre
Andrés Dung-Lac y 116 compañeros, SantosAndrés Dung-Lac y 116 compañeros, Santos
Mártires, 24 de noviembre
Fermina (Firmina) de Amelia, SantaFermina (Firmina) de Amelia, Santa
Mártir, Noviembre 24
Bálsamo de Cava, BeatoBálsamo de Cava, Beato
Abad, Noviembre 24
Pedro Dumoulin-Borie y compañeros, SantosPedro Dumoulin-Borie y compañeros, Santos
Sacerdotes y Mártires, Noviembre 24
Flora y María, SantasFlora y María, Santas
Mártires, 24 de noviembre

¡VIVA CRISTO REY!







domingo, 17 de noviembre de 2019

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2019


Lecturas de hoy Domingo 33º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Hoy, domingo, 17 de noviembre de 2019


Primera lectura
Lectura de la profecía de Malaquias (3,19-20a):

HE aquí que llega el día, ardiente como un horno, en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.
Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 97,5-6.7-9a.9bc

R/. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

V/. Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

V/. Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes. R/.

V/. Al Señor, que llega
para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,7-12):

Hermanos:
Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros.
No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar.
Además, cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma.
Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo.
A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-19):

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 
17 de noviembre de 2019
Fernando Torres cmf


¿Se acerca el final?

      Los medios de comunicación actuales nos ofrecen imágenes de todo el mundo y en el momento en que suceden los acontecimientos. En un mismo informativo de televisión podemos ver las imágenes de unas enormes inundaciones en la China, los incendios en alguna zona de nuestro país y los enfrentamientos brutales de los manifestantes con la policía en algún lugar de Europa, pasando por la marea negra en alguno de los mares, la última crisis entre israelíes y palestinos, la marginación a que están sometidas las mujeres en algún país o el hambre casi crónica y terrible en algún lugar de África. Y muchas otras noticias que llenan la pantalla de nuestro televisor de malas noticias, de desastres naturales y humanos que no sabemos bien cómo vamos a ser capaces de enfrentar. ¿Se acerca el final? ¿Será capaz nuestro mundo de aguantar el envite de la contaminación que nosotros mismos provocamos? ¿Será capaz nuestra sociedad humana de ser más justa y de promover los derechos de todos los hombres y mujeres sin excepción? 

      Hemos de reconocer que a veces nos entra la duda. Tenemos la sensación de que el fin está ya cerca y nos da miedo. Al final todas esas cosas les suceden a otros, pasan en otros lugares. Nosotros tenemos nuestro pequeño rincón de paz. Y nos da miedo perderlo. Sentimos que todas esas cosas amenazan nuestra tranquilidad. 

      Pues ahí llega Jesús y nos dice que no nos preocupemos, que tranquilidad. Dice Jesús que ciertamente van a suceder muchas cosas, y cosas malas: guerras, insurrecciones, terremotos, hambrunas y plagas. Incluso signos extraordinarios en el cielo. Con todo eso, hay que seguir tranquilos. Porque hay más: los creyentes seremos entregados a la autoridad. Se nos tratará como criminales. Pero todo eso no será más que una oportunidad para dar testimonio de nuestra fe. Porque, dice Jesús, ni un sólo cabello de nuestra cabeza será destruido. 

      Por tanto, el mensaje de hoy es claro: tranquilidad y confianza. Como nos dice san Pablo en la segunda lectura, es tiempo para trabajar con normalidad, para vivir una vida decente atendiendo a nuestros propios asuntos y sin inquietarnos ni a nosotros mismos ni a los demás. Es tiempo de dar testimonio de nuestra fe cristiana, una fe que sabe construir la comunidad, la familia de todos los hijos de Dios en medio de todas esas cosas que pasan en nuestro mundo. No vaya a ser que nos pongamos nerviosos pensando en lo que va a suceder en el futuro y se nos olvide vivir el presente, nuestro presente, en cristiano, día a día, minuto a minuto. 



Para la reflexión

      ¿Qué piensas cuando ves los informativos de la televisión y escuchas todas esas noticias malas? ¿Cómo das testimonio de tu fe aquí y ahora? ¿Comunicas serenidad y paz y fe a los que viven contigo? ¿Qué haces para ayudar a construir el Reino, la familia de Dios con los que te rodean?

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA TERCERA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES - 17 NOVIEMBRE


Homilía del Papa Francisco en la tercera Jornada Mundial de los Pobres
Redacción ACI Prensa
 Foto: Captura YouTube




El Papa Francisco celebró este domingo 17 de noviembre en la Basílica de San Pedro una Misa en ocasión de la tercera Jornada Mundial de los Pobres en la que participaron numerosas personas pobres e indigentes junto a voluntarios de diferentes realidades caritativas que los asisten diariamente.

“Los pobres son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo; no se sostienen solos, con las propias fuerzas, necesitan alguien que los lleve de la mano. Nos recuerdan que el Evangelio se vive así, como mendigos que tienden hacia Dios. La presencia de los pobres nos lleva al clima del Evangelio, donde son bienaventurados los pobres en el espíritu”, dijo el Papa.

A continuación, la homilía pronunciada por el Santo Padre:

En el evangelio de hoy, Jesús sorprende a sus contemporáneos, y también a nosotros. En efecto, justo cuando se alababa el magnífico templo de Jerusalén, dice que «no quedará piedra sobre piedra» (Lc 21,6). ¿Por qué estas palabras hacia una institución tan sagrada, que no era sólo un edificio, sino un signo religioso único, una casa para Dios y para el pueblo creyente? ¿Por qué profetizar que la sólida certeza del pueblo de Dios se derrumbaría? ¿Por qué el Señor deja al final que se desmoronen las certezas, cuando el mundo las necesita cada vez más?

Buscamos respuestas en las palabras de Jesús. Él nos dice hoy que casi todo pasará. Casi todo, pero no todo. En este penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, Él explica que lo que se derrumba, lo que pasa son las cosas penúltimas, no las últimas: el templo, no Dios; los reinos y los asuntos de la humanidad, no el hombre. Pasan las cosas penúltimas, que a menudo parecen definitivas, pero no lo son. Son realidades grandiosas, como nuestros templos, y espantosas, como terremotos, signos en el cielo y guerras en la tierra. A nosotros nos parecen hechos de primera página, pero el Señor los pone en segunda página. En la primera queda lo que no pasará jamás: el Dios vivo, infinitamente más grande que cada templo que le construimos, y el hombre, nuestro prójimo, que vale más que todas las crónicas del mundo. Entonces, para ayudarnos a comprender lo que importa en la vida, Jesús nos advierte acerca de dos tentaciones.

La primera es la tentación de la prisa, del ahora mismo. Para Jesús no hay que ir detrás de quien dice que el final está cerca, que «está llegando el tiempo». Es decir, que no hay que prestar atención a quien difunde alarmismos y alimenta el miedo del otro y del futuro, porque el miedo paraliza el corazón y la mente.

Sin embargo, cuántas veces nos dejamos seducir por la prisa de querer saberlo todo y ahora mismo, por el cosquilleo de la curiosidad, por la última noticia llamativa o escandalosa, por las historias turbias, por los chillidos del que grita más fuerte y más enfadado, por quien dice “ahora o nunca”. Pero esta prisa, este todo y ahora mismo, no viene de Dios. Si nos afanamos por el ahora mismo, olvidamos al que permanece para siempre: seguimos las nubes que pasan y perdemos de vista el cielo. Atraídos por el último grito, no encontramos más tiempo para Dios y para el hermano que vive a nuestro lado.

¡Qué verdad es esta hoy! En el afán de correr, de conquistarlo todo y rápidamente, el que se queda atrás molesta y se considera como descarte. Cuántos ancianos, niños no nacidos, personas discapacitadas, pobres considerados inútiles. Se va de prisa, sin preocuparse que las distancias aumentan, que la codicia de pocos acrecienta la pobreza de muchos.

Jesús, como antídoto a la prisa propone hoy a cada uno la perseverancia: «con su perseverancia salvarán sus almas». Perseverancia es seguir adelante cada día con los ojos fijos en aquello que no pasa: el Señor y el prójimo. Por esto, la perseverancia es el don de Dios con que se conservan todos los otros dones. Pidamos por cada uno de nosotros y por nosotros como Iglesia para perseverar en el bien, para no perder de vista lo importante. Este es el engaño de la prisa.

Hay un segundo engaño del que Jesús nos quiere alejar, cuando dice: «Muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy” [...]; no vayan tras ellos». Es la tentación del yo. El cristiano, como no busca el ahora mismo sino el siempre, no es entonces un discípulo del yo, sino del tú. Es decir, no sigue las sirenas de sus caprichos, sino el reclamo del amor, la voz de Jesús. ¿Y cómo se distingue la voz de Jesús? “Muchos vendrán en mi nombre”, dice el Señor, pero no han de seguirse.

No basta la etiqueta “cristiano” o “católico” para ser de Jesús. Es necesario hablar la misma lengua de Jesús, la del amor, la lengua del tú. No habla la lengua de Jesús quien dice yo, sino quien sale del propio yo. Y, sin embargo, cuántas veces, aún al hacer el bien, reina la hipocresía del yo: hago lo correcto, pero para ser considerado bueno; doy, pero para recibir a cambio; ayudo, pero para atraer la amistad de esa persona importante. De este modo habla la lengua del yo. La Palabra de Dios, en cambio, impulsa a un «amor no fingido» (Rm 12,9), a dar al que no tiene para devolvernos (cf. Lc 14,14), a servir sin buscar recompensas y contracambios (cf. Lc 6,35). Entonces podemos preguntarnos: ¿Ayudo a alguien de quien no podré recibir? Yo, cristiano, ¿tengo al menos un pobre como amigo?

Los pobres son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo; no se sostienen solos, con las propias fuerzas, necesitan alguien que los lleve de la mano. Nos recuerdan que el Evangelio se vive así, como mendigos que tienden hacia Dios. La presencia de los pobres nos lleva al clima del Evangelio, donde son bienaventurados los pobres en el espíritu (cf. Mt 5,3). Entonces, más que sentir fastidio cuando oímos que golpean a nuestra puerta, podemos acoger su grito de auxilio como una llamada a salir de nuestro proprio yo, acogerlos con la misma mirada de amor que Dios tiene por ellos. ¡Qué hermoso sería si los pobres ocuparan en nuestro corazón el lugar que tienen en el corazón de Dios! Estando con los pobres, sirviendo a los pobres, aprendemos los gustos de Jesús, comprendemos qué es lo que permanece y qué es lo que pasa.

Volvemos así a las preguntas iniciales. Entre tantas cosas penúltimas, que pasan, el Señor quiere recordarnos hoy la última, que quedará para siempre. Es el amor, porque «Dios es amor» (1 Jn 4,8), y el pobre que pide mi amor me lleva directamente a Él. Los pobres nos facilitan el acceso al cielo; por eso el sentido de la fe del Pueblo de Dios los ha visto como los porteros del cielo. Ya desde ahora son nuestro tesoro, el tesoro de la Iglesia, porque nos revelan la riqueza que nunca envejece, la que une tierra y cielo, y por la cual verdaderamente vale la pena vivir: el amor.

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, 17 DE NOVIEMBRE



Santa Isabel de Hungría
Viuda
 (1207- 1231)


"Que el Señor nos conceda como 
a su buena Isabel,  el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida  y nuestros bienes a ayudar a los 
más necesitados."


SU VIDA

Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia,  el matrimonio tuvo tres hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día: "Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a Ti?". Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: "Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros".

Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa.  Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió entonces  a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.

El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos.  Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.

Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís,  y consagró su vida al servicio de los más pobres y desampardos. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.

Tenía un director espiritual que para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: "Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus mandamientos?"

Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó: "¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?". Nunca más volvió con vestidos lujosos al templo de Dios.

Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso. Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado. Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los pobres como hechos a Él mismo.

El pueblo la llamaba "la mamacita buena".

Uno sacerdotes de aquella época escribió: "Afirmo delante de Dios que raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan elevada". Algunos religiosos franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirman que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy resplandecientes.

El mismo emperador Federico II afirmó: "La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche oscura".

Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.

El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.

Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.

Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.

Santa Isabel de Hungría es patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.

Una Historia

No faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y almacenes. El margrave Luis quería a su esposa con delirio, pero no pudo resistir, sin duda, el acoso de sus intendentes y les pidió una prueba de su acusación.

-- Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la faltriquera llena.

Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para ver a su mujer que salía, como a hurtadillas, de palacio cerrando cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la preguntó con dureza:

-- ¿Qué llevas en la falda?

-- Nada..., son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno invierno-.

Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su sierva.

ORACIÓN

Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones 
de tus fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que despreciemos las prosperidades mundanales, y gocemos siempre de la celestial consolación. Por nuestro Señor Jesucristo.  
Amén.

SANTORAL DE HOY DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2019

Gregorio el Taumaturgo, SantoGregorio el Taumaturgo, Santo
Obispo, 17 de noviembre
Jordán Ansalone, SantoJordán Ansalone, Santo
Mártir, 17 Noviembre
Mártires Rioplatenses, SantosMártires Rioplatenses, Santos
Mártires, 17 Noviembre
Hugo de Lincoln, SantoHugo de Lincoln, Santo
Obispo, 17 Noviembre
Salomé de Cracovia, BeataSalomé de Cracovia, Beata
Reina de Hungría, 17 Noviembre
Juan del Castillo, SantoJuan del Castillo, Santo
Sacerdote y Mártir, 17 Noviembre
Acisclo y Victoria, SantosAcisclo y Victoria, Santos
Hermanos mártires, Noviembre 17
Gregorio de Tours, SantoGregorio de Tours, Santo
Obispo, 17 de noviembre
Lazaro el Pintor, SantoLazaro el Pintor, Santo
Monje, 17 de noviembre
Hilda de Whitby (Ilda), SantaHilda de Whitby (Ilda), Santa
Abadesa, 17 Noviembre
Isabel de Hungría, SantaIsabel de Hungría, Santa
Memoria Litúrgica, 17 de noviembre

FELIZ DOMINGO




Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...