domingo, 17 de febrero de 2019

HOY SE CONMEMORA A LOS SIETE SANTOS FUNDADORES DE LA ORDEN SIERVOS DE MARÍA, 17 DE FEBRERO

Hoy se conmemora a los siete Santos fundadores de la Orden Siervos de María
Redacción ACI Prensa





En el siglo XIII (trece) un grupo de siete jóvenes adinerados provenientes de la República Libre de Florencia (hoy Italia) decidieron abandonar sus riquezas para entregarse a Cristo, su Evangelio y a la Virgen María.

Más tarde fundaron la Orden de los Siervos de María, cuya fiesta conmemoramos hoy 17 de febrero.

Este es el único caso en la historia de la Iglesia Católica en el que siete personas fundaron una orden religiosa.


El día 15 de agosto de 1233 (fiesta de la Asunción de María) la Virgen se les apareció y les pidió que renunciaran al mundo y se dediquen exclusivamente a Dios.

Fue entonces que Buonfiglio dei Monaldi (Bonfilio), Giovanni di Buonagiunta (Bonayunta), Bartolomeo degli Amidei (Amadeo), Ricovero dei Lippi-Ugguccioni (Hugo), Benedetto dell’Antella (Maneto), Gherardino di Sostegno (Sosteño), y Alesio de Falconieri (Alejo), quienes por ese entonces conformaban una cofradía de laicos con el nombre de Laudenses, repartieron todo su dinero a los pobres y se retiraron al Monte Senario, cerca de Florencia, a rezar y a hacer penitencia. Allí construyeron una Iglesia y una ermita, en la que llevaron una vida austera.

Tiempo después fueron ordenados sacerdotes por petición del Cardenal, delegado del Sumo Pontífice. Todos excepto San Alejo Falconieri, el menor de ellos, que por humildad quiso permanecer siempre como hermano.

En 1939 los siete fundaron la orden religiosa de Siervos de María tras una nueva visión de la Virgen en la que les dijo que siguieran las reglas de San Agustín y les mostró un hábito negro, recomendándoles que lo llevasen en memoria de la Pasión de su Hijo.

Desde 1240, fueron conocidos como los Servitas y rápidamente extendieron su labor apostólica por toda Florencia, llegando a fundar varios conventos e iglesias.

La característica de esta congregación son la gran devoción a la Santísima Virgen, la soledad y el retiro.

Los Siervos de María fueron reconocidos por la Santa Sede en el año 1304. Su memoria se conmemora el 17 de febrero en el que, según se dice, murió el último de sus miembros, San Alejo Falconieri, el año 1310. 

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Los siete santos


En el monte Senario se dedicaban a hacer muchas penitencias y mucha oración, pero un día recibieron la visita del Sr. Cardenal delegado del Sumo Pontífice, el cual les recomendó que no se debilitaran demasiado con penitencias excesivas, y que más bien se dedicaran a estudiar y se hicieran ordenar sacerdotes y se pusieran a predicar y a propagar el evangelio. Así lo hicieron, y todos se ordenaron de sacerdotes, menos Alejo, el menor de ellos, que por humildad quiso permanecer siempre como simple hermano, y fue el último de todos en morir.

Un Viernes Santo recibieron de la Sma. Virgen María la inspiración de adoptar como Reglamento de su Asociación la Regla escrita por San Agustín, que por ser muy llena de bondad y de comprensión, servía para que se pudieran adaptar a ella los nuevos aspirantes que quisieran entrar en su comunidad. Así lo hicieron, y pronto esta asociación religiosa se extendió de tal manera que llegó a tener cien conventos, y sus religiosos iban por ciudades y pueblos y campos evangelizando y enseñando a muchos con su palabra y su buen ejemplo, el camino de la santidad. Su especialidad era una gran devoción a la Santísima Virgen, la cual les conseguía maravillosos favores de Dios.

El más anciano de ellos fue nombrado superior, y gobernó la comunidad por 16 años. Después renunció por su ancianidad y pasó sus últimos años dedicado a la oración y a la penitencia. Una mañana, mientras rezaba los salmos, acompañado de su secretario que era San Felipe Benicio, el santo anciano recostó su cabeza sobre el corazón del discípulo y quedó muerto plácidamente. Lo reemplazó como superior otro de los Fundadores, Juan, el cual murió pocos años después, un viernes, mientras predicaba a sus discípulos acerca de la Pasión del Señor. Estaba leyendo aquellas palabras de San Lucas: "Y Jesús, lanzando un fuerte grito, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" (Lc. 23, 46). El Padre Juan al decir estas palabras cerró el evangelio, inclinó su cabeza y quedó muerto muy santamente.

Lo reemplazó el tercero en edad, el cual, después de gobernar con mucho entusiasmo a la comunidad y de hacerla extender por diversas regiones, murió con fama de santo.

El cuarto, que era Bartolomé, llevó una vida de tan angelical pureza que al morir se sintió todo el convento lleno de un agradabilísimo perfume, y varios religiosos vieron que de la habitación del difunto salía una luz brillante y subía al cielo.

De los fundadores, Hugo y Gerardino, mantuvieron toda la vida entre sí una grande y santísima amistad. Juntos se prepararon para el sacerdocio y mutuamente se animaban y corregían. Después tuvieron que separarse para irse cada uno a lejanas regiones a predicar. Cuando ya eran muy ancianos fueron llamados al Monte Senario para una reunión general de todos los superiores. Llegaron muy fatigados por su vejez y por el largo viaje. Aquella tarde charlaron emocionados recordando sus antiguos y bellos tiempos de juventud, y agradeciendo a Dios los inmensos beneficios que les había concedido durante toda su vida. Rendidos de cansancio se fueron a acostar cada uno a su celda, y en esa noche el superior, San Felipe Benicio, vio en sueños que la Virgen María venía a la tierra a llevarse dos blanquísimas azucenas para el cielo. Al levantarse por la mañana supo la noticia de que los dos inseparables amigos habían amanecido muertos, y se dio cuenta de que Nuestra Señora había venido a llevarse a estar juntos en el Paraíso Eterno a aquellos dos que tanto la habían amado a Ella en la tierra y que en tan santa amistad habían permanecido por años y años, amándose como dos buenísimos hermanos.

El último en morir fue el hermano Alejo, que llegó hasta la edad de 110 años. De él dijo uno que lo conoció: "Cuando yo llegué a la Comunidad, solamente vivía uno de los Siete Santos Fundadores, el hermano Alejo, y de sus labios oímos la historia de todos ellos. La vida del hermano Alejo era tan santa que servía a todos de buen ejemplo y demostraba como debieron ser de santos los otros seis compañeros". El hermano Alejo murió el 17 de febrero del año 1310.

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Los siete amigos


Bonfiglio:

Nació en Firenze, Italia y más tarde fue conocido como comerciante. Como miembro de la cofradía de los Laudesi, iba semanalmente al Templo a cantar con alma devota y voz enamorada, himnos y loas en honor de la Gran Madre, hasta que Ella un día, lo llamó.

Fue entonces, cuando lo dejo todo: familia, ciudad, bienes amores y blasones. Alegre de espíritu y ligero equipaje, ascendió con sus amigos hasta la cumbre del Monte Sonoro. Allá sus hermanos lo nombraron primer Siervo; Prior de la Naciente Familia por la Virgen engendrada.

Ni él mandaba, ni los hermanos obedecían; todos estaban ocupados en servir. En la misma cima del Monte, por amor a Nuestra Gloriosa Señora alzaron un modesto templo, que fulgente bajo los rayos del sol, quería ser signo de paz para un mundo dividido.

La oración, hecha de cantos y silencio, marcaba los ritmos de sus jornadas laboriosas y austeras y la brisa que cantaba en el bosque, despertaba infinitas melodías en el alma y los envolvía con un manto de serena calma el Espíritu que los había convocado. Día a día se empeñaron en emular a la Sierva del Señor y trataban de imitar a su Hijo, manso y humilde de corazón.

Amadeo:

Comenzó su peregrinar por la tierra en la Comuna de Firenze, Italia cuando ésta crecía como lugar de hombres libres; el comercio llegaba a su apogeo, inventaron la letra de cambio y el banco para asegurar los bienes de los grandes señores de este mundo y ponerlos al amparo de la codicia de los bandoleros que asechaban en los caminos.

En su juventud se dedicó con empeño a comerciar lanas, paños, sedas y brocados. Acumulaba florines y buscaba la fama, el halago y el amor. Sobre todo, el amor. Su inquieto corazón anhelaba verse colmado. Era como una herida abierta necesitada de un bálsamo refrescante; como una sed ardiente deseosa de encontrar refrigerio.

Cierto día le invitaron a cantar a la Virgen Madre en la Compañía Mayor y la Virgen, abrió su corazón de par en par al amor de Dios que lo invadió como un diluvio. Entonces renunció a todo para, libre de toda atadura, dedicarse con ahínco a la búsqueda de la Perla preciosa.
En esta búsqueda, fue patente el auxilio de la Virgen Madre. Ella los llamó, junto con sus compañeros y así como hace la gallina con sus polluelos, los juntó bajo sus alas y los cuidó con infinita ternura.

Cuando comenzaron a vivir en el Monte Sonoro, sentían el corazón ardiendo del amor divino. Los coloquios iniciados con Dios en la modesta Capilla construida en honor a Nuestra gloriosa Señora, los continuaba en la intimidad silenciosa de la gruta donde moraba y a la cual el viento llevaba los ecos del suave rumor del bosque y de los cantos de sus otros seis Hermanos que se difundían por el valle como mensajes de amor, de tolerancia y paz.

Sólo bajaba del monte para llevar consuelo y cooperación redentora a los pobres y afligidos como humilde obsequio de servicio a la Madre Misericordiosa. Un día, al volver entró en la gruta curvado por el peso de tanto dolor y de tanta humana miseria, la caverna se inundó de luz y en ella quedó su cuerpo tendido.

Manetto:

El Buen Dios le regaló una voz cálida, potente y de timbre melodioso. Siempre le gustó cantar y fue cantando a la Virgen, que en la Compañía Mayor conoció a sus seis amigos. Juntos entonaban hermosas melodías a la Madre del Redentor y fue por eso que en la Comuna de Firenze, dieron en llamarlos los Trovadores de la Reina Celestial.

Cuando constituyeron la primigenia Comunidad en el Monte, donde también el viento cantaba en las grutas y los abetos se sumaban a la liturgia con sus verdes armonías, sus hermanos lo nombraron Maestro de coro. Desde la modesta Capilla la oración comunitaria ascendía en enamorados arpegios hasta el trono del altísimo.

Comenzaba la jornada al canto del Ave y concluía al canto de la Salve. No podía ser de otra manera, pues de la misma Virgen aprendieron el canto; de Ella, que fue a paso de danza hasta la casa de Isabel para entonar el gran himno de gratitud y alabanza.

Fue siempre un asiduo escrutador de la Palabra dedicando horas al estudio de la Santa Escritura, pues, era lámpara para sus pasos y luz en su camino, el medio por el cual le hablaba Dios de manera particular, puesto que también le hablaba mediante la creación. Toda la naturaleza es como un libro abierto que canta las grandezas del Creador...

En la cima del Monto Sonoro, "regada por una fuente de agua abundante; rodeada por un hermoso bosque de árboles; embellecida por un prado de hierba verde; dotada por Dios de un aire salubre", había encontrado el lugar ideal para la intimidad con el Señor de la cual Santa María era maestra y guía. Por eso sus hermanos le llamaban el Teólogo y le eligieron para representarlos en un Concilio.

Fue él quien alentó a los Siervos a bajar del Monte para llevar la Buena Nueva a ciudades y poblados. Su vida estuvo marcada por el gozo, el gozo de servir a la más noble y grande Reina y a su Hijo el Señor de la Historia, el dueño de la vida.

Bonayunta:

Tenía 27 años cuando impulsado por el deseo de configurarse con Cristo subió al Monte Sonoro en compañía de sus seis amigos.

Su vida estuvo siempre marcada por la lucha: el cuerpo oponía una tenaz resistencia a sus ansias de perfección, los sentidos le quemaban como candentes brasas y, la mente dividida por pensamientos encontrados y antagónicos, parecía un enjambre de abejas que con su zumbido atentaba contra el necesario silencio que requería la oración.

El enemigo no le daba tregua e incluso llegó a personalizarse para hacerle desistir en su empeño de seguir a Cristo. Pero él perseveraba unánime con sus hermanos y con María la Madre del Señor.

Jamás confió en sus propias fuerzas sino que puso en el Señor su confianza y Él le socorrió y le libró porque le amaba. Fue patente su auxilio cierta vez que quisieron envenenarle. Salió ileso del atentado, gracias a la protección de la Madre Misericordiosa.

Sus hermanos, aun conociendo cuanto era tentado, le eligieron para suceder a Bonfiglio como guía de la familia de Nuestra Gloriosa Señora y, así animado por su oración y confortado por el amor fraterno, se dedicó a servir con ánimo sereno y generoso.

Un día, al término de celebrar el sacrificio Eucarístico, sintió que la Reina le llamaba; abrió entonces los brazos y dijo: Heme aquí.
Vestido con los paramentos sagrados quedó su cuerpo tendido en el pavimento de la modesta Capilla del Monte y su alma entró en el gozo del Señor.

Alejo:

Perteneció a la familia de los Falconieri, muy conocida en Firenze, Italia por los bienes de fortuna y de virtud. También de joven se dedicó al comercio y se le conocía por ser alegre y sociable.

En su Comuna natal, era muy sentida la filial devoción, hacía la Virgen María y él no era ajeno a las prácticas que se realizaban en honor de tan buena Madre. Formaba parte de la gran cofradía que por el número de sus integrantes y por las virtudes de los mismos, era llamada la Compañía Mayor. En ese ambiente caldeado por la oración y alegrado por el canto, conoció a muchos integrantes, pero se unió con vínculos de afecto y amistad, con otros seis trovadores, que se distinguían por "amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con la mente, y por amar al prójimo", externando su íntima compasión, socorriendo a los menesterosos, en todas sus necesidades espirituales y materiales, de acuerdo a sus posibilidades.

Inspirados por la Madre de Misericordia a quien, amaban con sincero corazón y trataban de imitar, como a perfecto modelo, de todas las virtudes, se alejaron de la tierra y del propio parentesco, es decir del placer corporal y de la incertidumbre de sus decisiones y acordaron salir de la casa del padre dejando toda relación con el mundo, a fin de llegar sin tropiezos a la tierra de los vivos, que Dios los había indicado.

Ardingo, monje cisterciense y obispo de Firenze, sentía hacía ellos gran estima y, como amaba profundamente a la Gran Madre de Dios y estaba al tanto de su proyecto de vida, les proporcionó el Monte Sonoro, que era de su propiedad, para que fueran a morar en él y levantaran allí su tabernáculo.

Cuando ya viviendo en el Sacro Monte, Nuestra Señora dio inicio a la Orden, pues no fue su intención, ni la de sus compañeros fundar una familia religiosa, sino que fue Nuestra Señora, la Virgen, la única fundadora y por tal se debe atender y venerar siempre. Él no accedió al sacerdocio, sino que permaneció siempre como hermano, pues, no quiso ser señalado, ni siquiera involuntariamente como hombre de poder, y porque no se sentía digno de representar al Sumo y Eterno Sacerdote.

En una gruta del Monte, tenía los más profundos coloquios de amor, con el Redentor y con su Madre Santa. Salía de su retiro para ir a mendigar el cotidiano sustento y para pedir ayuda a las personas caritativas, para bien de los estudiantes, entusiastas jóvenes que se preparaban en las universidades, para servir con decoro y ciencia al pueblo de Dios, como Siervos de María.

Llevó una vida austera, sencilla y penitente. Sus vestidos eran pobres y de paño vil, su lecho era de leño y sus sábanas ásperas; se alimentaba de verduras y era solícito en orar.

Tenía ya los 110 años, cuando un día vio su celda inundada de luz, hasta su camastro, se acercaron pájaros blanquecimos y ángeles que formaban un círculo en medio del cual, Cristo, en figura de hermoso niño le ofrecía una corona de oro. Así fue su tránsito de esta vida mortal a la eterna.

Sosteño:

En su juventud fue orgulloso caballero, amante de las gestas y torneos, de las maneras nobles y del holgado vivir. Por las calles de Firenze, Italia que ya se vislumbraba cuna del arte, gustaba de pasear en alegres jolgorios a ritmo de danza y canto.

Su gran amigo Hugo, conocedor de su ideal caballeresco, lo invitó a cantar a la más bella y noble de todas las mujeres, para ello se unió a otros muchos devotos trovadores que se juntaban en la Compañía Mayor para ensalzar con el canto a la Reina de los Cielos.

Una tarde de viernes santo en el año del ALELUYA, sintió al igual que Hugo y otros cinco cofrades, que el corazón latía con inusual ritmo y que el alma se bañaba en una paz y una gracia hasta entonces desconocidas. El cielo los preparaba para escuchar la voz suave y hermosa de la Virgen Nazarena que los invitaba a dejarlo todo, para iniciar una nueva vida en la que Cristo Jesús sería su único modelo, camino y meta.

Después del voluntario despojo cumplido con generosa prontitud, se encaminaron gozosos hacía el Monte Sonoro; "descubrieron en su cima una hermosa explanada, aunque reducida; a un lado una fuente de agua pura, y en las inmediaciones un bosque bien arreglado, como se hubiera sido plantado por el hombre". Ese era verdaderamente el Monte preparado por la divina providencia, para cumplir en todo su voluntad como era su deseo.

Como ya la naturaleza había preparado las grutas que les servirían como lugar del descanso y del silencio contemplativo, se dieron a la alegre tarea de levantar en la cima la blanca Capilla en honor de Nuestra Gloriosa Señora, que los había convocado para dar inicio a su Orden, la cepa plantada por su diestra.

Como el Padre Bueno le dio el don de una voz clara y potente, puso ese carisma a su servicio y se dedicó a predicar la Buena Nueva del Reino, con entusiasmo y con ardor; y sus predicas tuvieron siempre buen resultado, gracias también a las oraciones y penitencias de su amigo Hugo y al apoyo fraterno de sus otros cinco hermanos.

Un día de mayo, cuando en el Monte era todavía esplendorosa primavera, la Reina lo llamó y, alegre, fue a su encuentro. Entro en el gozo del Señor acompañado de Fray Hugo, pues la amistad que durante la vida los unió, no los separó en la muerte.

Hugo:

La Comuna de Firenze lo vio nacer, crecer y empeñar todas sus cualidades en el arte de mercader. Compraba, vendía, canjeaba y acumulaba florines, admiración y envidias.

No era malo, pero tampoco bueno. Pensaba y actuaba según los criterios de este mundo según los patrones de conducta de la sociedad en la que vivía.

Junto a muchos otros cofrades de la Sociedad Mayor, se dirigía semanalmente al templo para los Oficios de canto y alabanza en honor de la Virgen María. La Palabra del Señor comenzó a barrenarle el alma y una inquietud inexpresable se anidó en su corazón. A medida que pasaba el tiempo se hacía cada vez más urgente en él la necesidad de cambio; era necesario dar un vuelco total a su vida y encausarla hacia los valores perennes propuestos en el Evangelio. A su derredor todo era vanidad de vanidades y tan sólo vanidad.

Con loco afán se encaminaban sus pasos al sepulcro. Un día habló con Sosteño, su gran amigo, su alter ego, y se expresó en la intimidad de la confidencia, desahogando su corazón. La palabra sapiente de Sosteño y su gesto solidario, lo ayudaron a discernir y juntos oraron pidiendo al Señor una señal. Y la señal llegó; la más bella señal: "la Mujer vestida de Sol" vino a iluminar no sólo su vida sino también la de Sosteño y la de otros cincos cofrades de Compañía Mayor. Ella los invitó a dejarlo todo para seguir desde la pobreza a su Hijo y los nombro Siervos, Siervos pobres, de Dios y de los Hermanos.

Después de venderlo todo, aseguró a su familia un futuro digno y repartió lo restante entre los más pobres, para encaminarse al Monto Sonoro. Oración y canto, silencio y trabajo y largos diálogos con Sosteño, su amigo y los demás Hermanos, jalonaban sus jornadas. Por su parte acudió a la penitencia y el silicio para domeñar la carne y mantener vigilante el espíritu. Hasta que el Señor lo llamó a su Morada, o mejor dicho, los llamó, pues el mismo día, su gran Amigo Sosteño lo siguió a la gloria.

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Oración a los siete santos fundadores de la orden de los siervos de María



Dios, Padre de misericordia, con inefable designio de tu providencia dispusiste que nuestra Señora, por medio de los siete santos Fundadores, suscitara la familia de los Siervos de María: concédenos que, dedicados plenamente al servicio de la Virgen,
te sirvamos a ti y a nuestros hermanos con mayor fidelidad y entrega.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Amén

SANTORAL DE HOY DOMINGO 17 DE FEBRERO 2019

Edvige Carboni, BeataEdvige Carboni, Beata
Laica, 17 de febrero
Leonella Sgorbati, BeataLeonella Sgorbati, Beata
Religiosa y Mártir, 17 de febrero
Isabel (Elisabetta) Sanna, BeataIsabel (Elisabetta) Sanna, Beata
Laica, 17 de febrero
Federico de Berga y 25 compañeros, BeatosFederico de Berga y 25 compañeros, Beatos
Mártires Capuchinos, 17 de febrero
Pedro Yu Chong-nyul, SantoPedro Yu Chong-nyul, Santo
Mártir Laico, 17 de febrero
Antonio Lesczewicz, BeatoAntonio Lesczewicz, Beato
Sacerdote y Mártir, 17 de febrero
Matías Shóbara, BeatoMatías Shóbara, Beato
Mártir Laico, 17 de febrero
Evermodo de Ratzerburg, SantoEvermodo de Ratzerburg, Santo
Obispo, 17 de febrero
Finán de Lindisfarne, SantoFinán de Lindisfarne, Santo
Obispo y Abad, 17 de febrero
Fintán de Clonenagh, SantoFintán de Clonenagh, Santo
Abad, 17 de febrero
Mesrob, SantoMesrob, Santo
Monje, 17 de febrero
Flaviano, SantoFlaviano, Santo
Obispo y Mártir, 17 de febrero
Lucas Belludi, BeatoLucas Belludi, Beato
Presbítero Franciscano, 17 de febrero
Constable, SantoConstable, Santo
Abad, 17 de febrero
Silvino de Auchy, SantoSilvino de Auchy, Santo
Obispo, 17 de febrero
Teodoro de Amasea, SantoTeodoro de Amasea, Santo
Mártir, 17 de febrero
Eutropio de Fregenal , SantoEutropio de Fregenal , Santo
Obispo, 17 de febrero
Fundadores de la Orden de los Servitas, SantosFundadores de la Orden de los Servitas, Santos
Memoria Litúrgioca, 17 de febrero
Teodoro de Heraclea, SantoTeodoro de Heraclea, Santo
Mártir, 17 de febrero

FELIZ DOMINGO!!!




lunes, 11 de febrero de 2019

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 11 DE FEBRERO 2019


Lecturas de hoy Lunes de la 5ª semana del Tiempo Ordinario
 Hoy, lunes, 11 de febrero de 2019



Primera lectura
Comienzo del libro del Génesis (1,1-19):

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios:«Exista la luz». Y la luz existió.
Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó «noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero. Y dijo Dios: «Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas». E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue. Llamó Dios al firmamento «cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco». Y así fue. Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar». Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios: «Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra». Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno. 
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. Dijo Dios: «Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra». Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 103,1-2a.5-6.10.12.24.35c

R/. Goce el Señor con sus obras

Bendice, alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R/.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R/.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R/.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,53-56):

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy lunes, 11 de febrero de 2019
 Severiano Blanco, cmf


Queridos hermanos:

Ningún paleontólogo actual aceptaría la descripción del origen del universo que nos parece encontrar hoy en el Génesis. El autor no sabía de big-bang, ni del enfriamiento de la corteza terrestre, ni del darwinismo; ni lo sabía ni le interesaba. Él solo entendía de una cosa: que Dios es el creador y el mundo es la criatura, y que Dios hace las cosas bien y para el bien. Esto se preocupó de saberlo y de que todos lo supiéramos. En el siglo XVI varios sabios (Copérnico, Képler, Galileo…) se devanaron los sesos estudiando los movimientos de los astros, con discusiones acaloradas, condenas por supuestas herejías, etc. Mezclaban lo que no se debe. No habían leído suficientemente a un sabio cristiano del Norte de África, Agustín de Hipona, que ya por el lejano siglo IV hacía un ingenioso juego de palabras: “la Biblia no enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo”.    

El autor del Génesis ha hecho un hermoso poema, lleno de paralelismos y también de segundas intenciones. Los tres primeros días toca separar: luz-tinieblas, aguas superiores-aguas inferiores, zona húmeda-zona seca; y los días siguientes toca decorar: la bóveda celeste con astros, los aires y las aguas con aves y peces, la tierra firme con vegetales y animales, y el hombre en el centro, como administrador de todo ello. Y el autor, con toda su secularidad, capta el sentido religioso de lo creado: la bóveda del cielo debe de imaginársela a semejanza de la del templo de Jerusalén; y la función de los astros es señalar las fiestas… (nótese que al sol y la luna no les da nombre, quizá porque había que luchar contra cultos astrales del paganismo circundantes…).  

El judaísmo y cristianismo son las religiones más seculares y al mismo tiempo las más sacralizantes. Veneran al universo por ser obra de Dios y amado por Dios; pero saben que solo Dios es Dios, y que lo demás pertenece al dominio humano: “el cielo pertenece al Señor, la tierra se la has dado a los hombres”, dice el Salmo 115. La fe es incompatible con fetichismos: ninguna criatura tiene poderes o propiedades divinas; hay que mirar con ojo crítico los renovados cultos a la “pacha mama” y movimientos semejantes.

Según el Génesis, Dios iba contemplando su creación y veía que era buena. A veces el cristianismo ha quedado “tocado” por las religiones o filosofías dualistas, que valoraban el espíritu y despreciaban la materia. Afortunadamente ya no se suele predicar sobre la “salvación de las almas”, sino de las personas. En el evangelio de hoy Jesús aparece “curando cuerpos”, o sea, personas; no “tenemos” cuerpo, “somos” cuerpo. Nuestra fe no es en la inmortalidad del alma, sino en la resurrección de la persona.

Dejamos para otro día los deberes de la ecología o cuidado del planeta. Recordemos hoy sencillamente que Dios creó todo para el bien, para la gloria. La esperanza cristiana cuenta con la glorificación de cuanto existe; es preciso que “esto corruptible se revista de incorruptibilidad y esto mortal de inmortalidad” (1Co 15,54). La creación entera suspira por la glorificación del ser humano, para “participar también ella de la libertad de los hijos de Dios” (Rom 8, 21).

Fijémonos hoy en Francisco de Asís y oigamos su canto a las criaturas. Él percibía la bondad y belleza de Dios en todo lo existente. Pongámonos gafas de poeta, es decir, de creyente, y miremos con esperanza agradecida cuanto nos rodea y a cuantos nos rodean.

Vuestro hermano, Severiano Blanco cmf

HOY ES LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES, 11 DE FEBRERO


Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes
Redacción ACI Prensa





Cada 11 de febrero la Iglesia celebra la Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, quien en una de sus apariciones le dijo a Santa Bernardita: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo". Aquí el significado de sus apariciones, el mensaje que dejó y los milagros que se dieron con su intercesión.

Era el 11 de febrero de 1858, Bernardita, su hermana y otra niña iban al campo a buscar leña seca, cerca de una gruta. Para llegar ahí tenían que pasar por un arroyo. Bernardita no se atrevía a adentrarse porque el agua estaba muy fría. Se empezó a sacar los zapatos, cuando de pronto escuchó un ruido fuerte proveniente de la gruta.

Se acercó a ver lo que pasaba y ahí en ese lugar sucio y pedregoso se apareció la Virgen envuelta en una luz resplandeciente, con un traje blanco de un tejido desconocido, una cinta azul en la cintura, un largo velo blanco y dos rosas doradas brillantes que le cubrían la parte superior de los pies.

En sus manos, la Virgen tenía un largo rosario blanco y dorado. Entonces juntas empezaron a rezarlo. El domingo 14 de febrero, Bernardita en la gruta reza la primera decena del Rosario y María se aparece. La niña le tira agua bendita para asegurarse que no era una obra del enemigo. La Virgen sonríe, se persigna con el Rosario y lo rezan juntas.

El jueves 18 la Virgen le pide a Bernardita que regrese por quince días seguidos a la gruta. Ante la aceptación y promesa de la pequeña, María le promete hacerla dichosa en el otro mundo. Los rumores de las apariciones se empiezan a esparcir.

El 19 de febrero, Bernardita va con una vela bendecida y encendida. Es así que nace la costumbre de ir con velas para encenderlas ante la gruta. El 20 de febrero la Señora le enseña una oración personal a Bernardita.

El domingo 21, la niña ve que la Virgen estaba triste, le pregunta lo que le pasa y Nuestra Señora le contesta: “Rogad por los pecadores”. Para ese entonces las autoridades amenazaron a Bernardita con llevarla a la cárcel y todos se burlaban de ella.


El 22 la Virgen no se le apareció, pero la niña no perdía la esperanza de volverla a ver. El 23, diez mil personas fueron a ver lo que pasaba. La Virgen se le apareció a Bernardita y le pidió que les diga a los sacerdotes que eleven ahí un santuario, a donde se debe ir en procesión.

La niña va y le comenta al sacerdote, quien a cambio pide el nombre de la Señora y que florezca un rosal silvestre sobre el que se aparecía.

El 24 la pequeña le cuenta todo a la Virgen, quien sólo sonrió. Luego María la mandó a rogar por los pecadores y exclamó: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!... ¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!” Bernardita así lo hizo y pedía a los espectadores que hicieran lo mismo.

El 25 de febrero la Virgen le ordena beber, lavarse los pies en la fuente y comer hierba. Bernardita, por indicación de María, escarbó en el fondo de la gruta y empezó a brotar agua.

El 26 se produce el primer milagro. El pobre obrero Bourriete, que tenía el ojo izquierdo mutilado, ora y se frota el ojo con el agua de la fuente. Luego empezó a gritar de alegría y fue recuperando la vista. El 27 la Virgen permanece en silencio, Bernardita bebe del agua del manantial y hace los gestos recurrentes de penitencia.

El 28 Bernardita va a la gruta, pero luego es llevada a casa el juez y amenazada de ir a cárcel. En la noche, Catalina Latapie moja su brazo dislocado y el brazo y la mano recuperan su agilidad, produciéndose un segundo milagro.

El martes 2 de marzo, Bernardita va de nuevo donde el párroco a recordarle el pedido de la Virgen.

El 3 de marzo la pequeña le pregunta de nuevo su nombre y la Virgen sonríe. Ese día, una madre en su desesperación lleva en brazos a su hijo que estaba medio muerto. Lo metió 15 minutos en el agua fría y al llegar a casa notó mejoría en la respiración del niño.

Al día siguiente, el niño estaba lleno de vida y completamente sano. Los médicos certificaron el milagro y lo llamaron de primer orden.

El 4 de marzo, al finalizar los quince días, la visión permanece silenciosa. El 25 de ese mes la Virgen se apareció a Bernardita, levantó los ojos hacia el cielo, juntó en signo de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo y le dijo a Bernardita: “Soy la Inmaculada Concepción”.


La pequeña salió corriendo a decirle al párroco, quien se conmueve ante la revelación del nombre ya que cuatro años antes se había proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción.

El 7 de abril, Bernardita en la gruta y en éxtasis pone su mano sobre la llama de la vela encendida que había llevado y no se quema. Después de la aparición, su mano estaba ilesa y fue comprobado por un médico que presenció el hecho.

El 16 de julio se produjo la última aparición. Bernardita  sintió la misteriosa llamada y al llegar a la gruta se dio cuenta que estaba vallada y no se podía pasar. Se dirige entonces al otro lado, enfrente de la gruta, y vio a la Madre de Dios. ”Me pareció que estaba delante de la gruta, a la misma distancia que las otras veces, no veía más que a la Virgen. ¡Jamás la había visto tan bella!”, dijo Santa Bernardita.

Algunos consideran que la aparición de Nuestra Señora de Lourdes es un agradecimiento del cielo por el dogma de la Inmaculada Concepción y es exaltación a las virtudes de pobreza y humildad como la que tenía la pequeña Bernardita.

Asimismo afirman que es un llamado a aceptar la cruz para ser felices en la otra vida, la importancia de la oración, del Santo Rosario y la penitencia con una misericordia infinita por los pecadores y los enfermos.

El agua de la gruta ha sido analizada por químicos, quienes señalaron que es un agua virgen, pura, natural, sin propiedad térmica y en la que ninguna bacteria sobrevive. Para los cristianos esto es símbolo de la Inmaculada Concepción.



Historia


El 11 de febrero de 1858, en la villa francesa de Lourdes, a orilla del río Gave, Nuestra Madre, Santa María manifestó de manera directa y cercana su profundo amor hacia nosotros, apareciéndose ante una niña de 14 años, llamada Bernadette (Bernardita) Soubirous.

La historia de la aparición empieza cuando Bernardita, quien nació el 7 de enero de 1844, salió, junto a dos amigas, en búsqueda de leña en la Roca de Masabielle. Para ello, tenía que atravesar un pequeño río, pero como Bernardita sufría de asma, no podía meter los pies en agua fría, y las aguas de aquel riachuelo estaban muy heladas. Por eso ella se quedó a un lado del río, mientras las dos compañeras iban a buscar la leña.

Fue en ese momento, que Bernardita experimenta el encuentro con Nuestra Madre, experiencia que sellaría toda su vida, "sentí como un fuerte viento que me obligó a levantar la cabeza. Volví a mirar y vi que las ramas de espinas que rodeaban la gruta de la roca de Masabielle se estaban moviendo. En ese momento apareció en la gruta una bellísima Señora, tan hermosa, que cuando se le ha visto una vez, uno querría morirse con tal de lograr volverla a ver".

"Ella venía toda vestida de blanco, con un cinturón azul, un rosario entre sus dedos y una rosa dorada en cada pie. Me saludó inclinando la cabeza. Yo, creyendo que estaba soñando, me restregué los ojos; pero levantando la vista vi de nuevo a la hermosa Señora que me sonreía y me hacía señas de que me acercara. Pero yo no me atrevía. No es que tuviera miedo, porque cuando uno tiene miedo huye, y yo me hubiera quedado allí mirándola toda la vida. Entonces se me ocurrió rezar y saqué el rosario. Me arrodillé. Vi que la Señora se santiguaba al mismo tiempo que yo lo hacía. Mientras iba pasando las cuentas de la camándula Ella escuchaba las Avemarías sin decir nada, pero pasando también por sus manos las cuentas del rosario. Y cuando yo decía el Gloria al Padre, Ella lo decía también, inclinando un poco la cabeza. Terminando el rosario, me sonrió otra vez y retrocediendo hacia las sombras de la gruta, desapareció".

A los pocos días, la Virgen vuelve a aparecer ante Bernardita en la misma gruta. Sin embargo, al enterarse su madre se disgustó mucho creyendo que su hija estaba inventando cuentos -aunque la verdad es que Bernardita no decía mentiras-, al mismo tiempo algunos pensaban que se trataba de un alma del purgatorio, y a Bernardita le fue prohibido volver a la roca y a la gruta de Masabielle.

A pesar de la prohibición, muchos amigos de Bernardita le pedía que vuelva a la gruta; ante ello, su mamá le dijo que consultara con su padre. El señor Soubiruos, después de pensar y dudar, le permitió volver el 18 de febrero.

Esta vez, Bernardita fue acompañada por varias personas, que con rosarios y agua bendita esperaban aclarar y confirmar lo narrado. Al llegar todos los presentes comenzaron a rezar el rosario; es en ese momento que Nuestra Madre se aparece por tercera vez. Bernardita narra así esta aparición: "Cuando estábamos rezando el tercer misterio, la misma Señora vestida de blanco se hizo presente como la vez anterior. Yo exclamé: 'Ahí está'. Pero los demás no la veían. Entonces una vecina me acercó el agua bendita y yo lancé unas gotas de dicha agua hacia la visión. La Señora se sonrió e hizo la señal de la cruz. Yo le dije: 'Si vienes de parte de Dios, acércate'. Ella dio un paso hacia delante".

Luego, la Virgen le dijo a Bernadette: "Ven aquí durante quince días seguidos". La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro".

Luego de este intenso momento que cubrió a todos los presentes, la noticia de las apariciones se corrió por toda el pueblo, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, aunque otros se burlaban.

Entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858 hubo 18 apariciones. Éstas se caracterizaron por la sobriedad de las palabras de la Virgen, y por la aparición de una fuente de agua que brotó inesperadamente junto al lugar de las apariciones y que desde entonces es un lugar de referencia de innumerables milagros constatados por hombres de ciencia.


Los primeros milagros




26 de febrero

El agua milagrosa obró el primer milagro. El buen párroco de Lourdes había pedido una señal, y en vez de la muy pequeña que había pedido, la Virgen acababa de darle una muy grande, y no solo a él, sino a toda la población.

Había en Lourdes un pobre obrero de las canteras, llamado Bourriette, quien veinte años antes había tenido el ojo izquierdo severamente lastimado por la explosión de una mina. Era un hombre muy honrado y muy cristiano, quien mandó a la hija a buscarle agua a la nueva fuente y se puso a orar, aunque estaba un poco sucia, se froto el ojo con ella. Comenzó a gritar de alegría. Las tinieblas habían desaparecido, no le quedaba más que una ligera nubecilla, que fue desapareciendo al seguir lavándose.

Los médicos habían dicho que el jamás se curaría. Al examinarlo de nuevo no quedó más remedio que llamarle a lo sucedido por su nombre: milagro. Y lo más grande era que el milagro había dejado las cicatrices y las lesiones profundas de la herida, pero había devuelto aun así la vista.

Muchos milagros siguen sucediendo en Lourdes por lo que en el santuario hay siempre una multitud de enfermos.

4 de marzo

Siguiendo su costumbre, Bernardita, antes de dirigirse a la gruta, asistió a la Santa Misa. Al final de la aparición, tuvo una gran tristeza, la tristeza de la separación. ¿Volvería a ver a la Virgen?

La Virgen siempre generosa, no quiso que terminara el día sin una manifestación de su bondad: un gran milagro, un milagro maternal.

Un niño de dos años estaba ya agonizando, se llamaba Justino. Desde que nació tuvo una fiebre que iba poco a poco desmoronando su vida. Sus padres, ese día, lo creían muerto. La Madre en su desesperación lo tomó y lo llevó a la fuente. El niño no daba señales de vida. La madre lo metió 15 minutos en el agua que estaba muy fría. Al llegar a la casa, notó que se oía con normalidad la respiración del niño.

Al día siguiente, Justino se despertó con tez fresca y viva, sus ojos llenos de vida, pidiendo comida y sus piernas fortalecidas.

Este hecho conmocionó a toda la comarca y pronto a toda Francia y Europa; tres médicos de gran fama certificaron el milagro, llamándolo de primer orden.

SANTORAL DE HOY LUNES 11 DE FEBRERO 2019

Soteris, SantaSoteris, Santa
Virgen y Mártir, 11 de febrero
Gregorio II, SantoGregorio II, Santo
LXXXIX Papa, 11 de febrero
Pascual I, SantoPascual I, Santo
XCVIII Papa, 11 de febrero
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, SantoPedro de Jesús Maldonado Lucero, Santo
Sacerdote y Mártir, 11 de febrero
Tobías (Francisco) Borras Romeu, BeatoTobías (Francisco) Borras Romeu, Beato
Religioso y Mártir, 11 de febrero
Eloisa de Coulombs, BeataEloisa de Coulombs, Beata
Viuda, 11 de febrero
Nuestra Señora de LourdesNuestra Señora de Lourdes
Memoria Litúrgica, 11 de febrero

FELIZ SEMANA!




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