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miércoles, 11 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 11 DE FEBRERO DEL 2015


La pureza del corazón
Tiempo Ordinario


Marcos 7, 14-23. Tiempo Ordinario. Cuida lo que sale de tu corazón, porque lastimas o ayudas a los demás. 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Marcos 7, 14-23
Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga». Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».

Oración introductoria
Señor, soy incapaz de comprender porque frecuentemente caigo en la tentación de acomodarme en mi propio yo y sólo quiero entender lo que me gusta. Por eso hoy me acerco a Ti en esta oración. Abre mi entendimiento y mi corazón para que sepa ser tu discípulo y misionero.

Petición
Jesús, ayúdame a tener un corazón puro y abierto, a escuchar siempre tu Palabra.

Meditación del Papa Benedicto XVI
Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar -advierte Jesús- es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre". Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. (Benedicto XVI, 30 de octubre de 2009).

Reflexión
Si alguna vez te has enfermado del estomago, sabes muy bien que lo que entra en el hombre no toca la vida, aunque sabes que influyen en la vida diaria, haciendo sentirse más cansado de lo ordinario.

Lo que realmente te toca directamente no es la comida que te hace engordar y basta, sino algo que es llamado pecado. Éste realmente sí hace destrozos en el alma. No sé si te has dado cuenta de lo mal que uno se siente cuando hace algo que no quieren tus padres, o cuando haces que sabes que está mal. La verdad es que cuando yo he hecho algo que Dios no quería me he sentido fatal al día siguiente, porque allí no estaba la felicidad.

La cuestión está en saber qué está mal o no para ser realmente felices y actuar con la convicción de estar haciendo siempre el bien. Tú puedes hacer siempre el bien, evitando aquello que sabes que está mal y que puede dañarte y dejar una marca para toda tu vida: la infelicidad.

Propósito
Tratar a los demás con justicia, evitando el egoísmo y la flojera cuando se me pida hacer algo.

Diálogo con Cristo
Quiero eliminar la tendencia a buscar la autojustificación, porque a Ti, Padre bueno, no puedo engañarte, por eso te pido que me des mucha humildad para que no busque engañarme a mí mismo, buscando en otros la culpa de mi propia debilidad. ¡Señor purifica mi corazón! Ayúdame a dejarme cautivar por la autenticidad que brilló siempre en tu vida, superando con humildad la hipocresía, el disimulo, la justificación.

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