La historia de los mártires de Damasco, valientes frailes españoles asesinados por seguir a Cristo
Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News
Por Almudena Martínez-Bordiú
La Iglesia Católica contará con 14 nuevos santos, entre los que se encuentra un grupo de 8 valientes frailes y tres laicos asesinados por su fe en Siria. Esta es su historia:
Manuel Ruiz López nació en 1804 en el seno de una familia sencilla de San Martín de las Ollas, Burgos (España). A la edad de 21, ingresó en la Orden de los Frailes Menores y fue ordenado sacerdote en 1830. Posteriormente, fue enviado a misionar a Tierra Santa, llegando a Jaffa (Israel) en agosto de 1831.
Con el objetivo de estudiar el árabe, los franciscanos se trasladaron a Damasco (Siria). Años más tarde, debido a una enfermedad, Manuel Ruiz se vio obligado a pasar un tiempo en Italia y también en su país natal para recuperarse. Sin embargo, a pesar de la inestabilidad política, en 1856 decidió volver a Damasco.
Degollado por salvar el Cuerpo de Cristo
Por aquel entonces, el pueblo druso, que en ocasiones se consideró como una secta chiíta y llegó a declararse musulmán, lideraba una violenta persecución a los cristianos asentados en Libia y Siria.
Los franciscanos, que vivían en el barrio cristiano de Bab Tuma, donde estuvo San Pablo, no quisieron refugiarse en la ciudadela y a pesar de que se les ofreció cobijo en la residencia del gobernador turco, se negaron a abandonar a su pueblo.
El 10 de julio de 1860, después de confesar y dar de comulgar a sus compañeros, Manuel Ruiz se dirigió a la iglesia Franciscana de San Pablo para vaciar el sagrario, cuando fue sorprendido por los drusos. Allí, le obligaron a colocar su cabeza sobre el altar y fue degollado.
Según indica la Real Academia de la Historia, junto a Manuel fueron asesinados muchos otros cristianos, entre ellos tres católicos maronitas seglares, los hermanos Francisco, Mooti y Raffaele Massabki, que también serán canonizados el 20 de octubre.
“Somos cristianos y en la fe de Cristo moriremos. Como cristianos, no tememos a los que matan el cuerpo, como dijo el Señor Jesús”, dijeron los hermanos antes de ser brutalmente asesinados.
El resto de frailes que también perdieron la vida a causa de su fe y que serán elevados a los altares fueron los españoles Carmelo Bolta; Nicanor Ascanio; Nicolás María Alberca; Pedro Nolasco Soler; Francisco Pinazo Peñalver; Juan Fernández; y el austriaco Engelberto Kolland.
Al negarse a renunciar a su fe cristiana y convertirse al Islam, los 11 mártires de Damasco fueron decapitados con sables y hachas, y otros apuñalados o apaleados hasta la muerte.
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos y por Cristo”
Muchos de los familiares y sus allegados han viajado hasta Roma para presenciar la ceremonia de canonización presidida por el Papa Francisco.
Es el ejemplo de José Luis Loriente, párroco del municipio madrileño de Villarejo de Salvanés, donde nació el futuro santo Nicanor Ascanio. Allí, según indicó el P. Loriente, se guarda una reliquia de los santos mártires.
“Vivimos tiempos en la Iglesia en los que lo principal debe ser el testimonio. Y gente que ha llegado a dar la vida por Jesucristo nos da a nosotros el testimonio más grande: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos; y el que da la vida por Cristo, su amigo, pues comparte con Él la gloria”, señaló el sacerdote español.
Ascanio tomó la decisión de viajar a Tierra Santa a pesar de que sus seres queridos, incluida la Madre Patrocinio, conocida también como la “Monja de las Llagas”, le advirtiera que si iba a Tierra Santa “morirás mártir”, y esto se cumplió. En 1859 Nicanor embarcó en Valencia y fue enviado a Damasco con el P. Carmelo Volta a aprender árabe.
En 1872 comenzó su causa de beatificación, aunque la pérdida de documentos durante la Primera Guerra Mundial retrasó el trabajo. Finalmente, los mártires de Damasco fueron beatificados en octubre de 1926 en Roma por el Papa Pío XI.
10 preguntas y respuestas sobre el domingo del Domund
Afiche del DOMUND 2024 | Crédito: OMP España
Por Nicolás de Cárdenas , Abel Camasca
19 de octubre de 2024
Cada tercer domingo de octubre la Iglesia Católica celebra el Domingo Mundial de las Misiones, el Domund. Este año es el domingo 20 y se trata de una jornada para reconocer, apoyar e impulsar la labor misionera de la Iglesia que anuncia el Evangelio hasta los confines del mundo.
Por ello te ofrecemos respuestas a 10 preguntas frecuentes que se suelen hacer los fieles sobre esta actividad caritativa que permite propagar la fe, incluso en lugares muy recónditos y con situaciones difíciles.
1. ¿Qué es el Domund?
El Domingo Mundial de las Misiones es el día internacional en el que toda la Iglesia reza por la causa misionera y realiza una colecta especial para su sostenimiento. Cada año cambia su lema. Para este 2024 es Vayan e inviten a todos al banquete.
2. ¿Quién participa?
La llamada a participar en el Domund está dirigida a todos los católicos, empezando por los misioneros, que actúan sobre el terreno.
3. ¿A qué se destina el dinero?
La ayuda económica que se logra con la colecta mundial del Domund se hace llegar a los más de mil territorios de misión que están repartidos por todo el mundo.
De acuerdo a Vatican News, “en el mundo existen 1.126 Territorios de Misión que se extienden por África, Asía, América y las islas de Oceanía, es decir, el 45,70 % de la población mundial habita en territorios de misión y, el 37 % de la Iglesia universal es parte de estos territorios”.
4. ¿Quién organiza el Domund?
El Domund es organizado por la Obra de la Propagación de la Fe, una de las cuatro instituciones que configuran las Obras Misionales Pontificias (OMP). Fue fundada por la Beata Pauline Jaricot en 1822.
5. ¿Quiénes son los patrones de las misiones?
El jesuita español San Francisco Javier y la monja carmelita Santa Teresita del Niño Jesús son los patronos de la acción misionera de la Iglesia.
El jesuita evangelizó la India y Japón durante 10 años y murió a las puertas de China en el siglo XVI. Fue nombrado patrón de las misiones por el Papa San Pío X.
La monja carmelita descubrió su vocación a los 15 años. Debido a su edad, peregrinó a Roma para pedir permiso al Papa Leon XIII. Ingresó al año siguiente en el carmelo. Ocho años más tarde, un Jueves Santo, cayó gravemente enferma. Murió en septiembre de 1897. El Papa Pío XI la declaró patrona de las Misiones en 1927.
6. ¿Cómo puede un laico ayudar a las misiones?
La primera de las obras misionales es la oración, según el Papa Francisco. Así lo demuestra la vida de Santa Teresita de Lisieux, que sin salir del convento fue declarada patrona de las misiones.
En este sentido, es especialmente relevante la oración que también las personas enfermas ofrecen, a través de sus limitaciones y dolores, convirtiéndose en enfermos misioneros.
En segundo lugar, la colaboración económica es esencial, porque con ella se sostiene la labor de la Iglesia y su acción en los territorios de misión.
La tercera forma de ayuda es a través del voluntariado, con la entrega de tiempo a través de las delegaciones diocesanas de misiones o en las parroquias.
7. ¿Cuánto dinero se recauda con el Domund?
Todo lo recaudado en esta jornada se destinará al Fondo Universal de Solidaridad, que según las Obras Misionales Pontificias reúne todas las donaciones para las misiones que los católicos hacen durante todo el año. Luego la Asamblea General se reúne en Roma y determina cómo se distribuirán con ayuda de las nunciaturas y las direcciones nacionales.
En un artículo de Europa Press se indica que en 2023 el fondo recaudó cerca de 61 millones y medio de euros. Estados Unidos y España son los países que más aportan.
8. ¿Cómo se distribuye?
A lo largo del año llegan a Roma todas las peticiones de ayuda desde los territorios de misión. Son los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias los que aprueban los proyectos en una asamblea anual y dan órdenes a los países que han recaudado el dinero para que apoyen cada misión.
9. ¿Qué son los territorios de misión?
Los territorios de misión son las zonas donde existen iglesias jóvenes, tras la fundación de un misionero, que están en crecimiento y no son autosuficientes desde el punto de vista humano o económico.
10. ¿Qué impacto tiene la labor misionera en la Iglesia Católica?
El rostro de la Iglesia Católica se ha modificado sustancialmente gracias a la acción misionera. La OMP de España describe que en los territorios de misión “se encuentran el 44% de las escuelas de la Iglesia Católica y el 30% de sus instituciones sociales (hospitales, orfanatos, residencias…)”.
Para conocer algunos de los proyectos en el mundo que se sostienen con el Domund puede hacer click en este enlace.
¡Fiesta en el cielo! La Iglesia Católica ya cuenta con 14 nuevos santos
Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News
Por Almudena Martínez-Bordiú
El Papa Francisco ha presidido una multitudinaria Misa en la Plaza de San Pedro del Vaticano en la que ha canonizado a 14 nuevos santos: el sacerdote italiano Giuseppe Allamano, la Hna. Elena Guerra, también italiana, la Hna. canadiense Marie-Léonie Paradis y 11 mártires asesinados por su fe en Damasco, entre los que había 7 frailes españoles.
Desde primera hora de la mañana, a los alrededores del Vaticano fueron llegando miles de fieles, especialmente llegados y familiares de los nuevos santos, procedentes de diferentes países para presenciar la ceremonia de este 20 de octubre.
El Papa Francisco llegó a la plaza minutos antes de las 10.30 a.m. (hora de Roma). Al inicio de la Misa, el Cardenal Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, leyó la biografía de los nuevos santos.
La historia de los mártires de Damasco, valientes frailes españoles asesinados por seguir a Cristo
A continuación, acompañado de los postuladores que defendieron la causa de canonización, el cardenal leyó la petición para que se procediera con el rito. Seguidamente, el Papa Francisco leyó la fórmula correspondiente para declararlos santos.
El estilo de Dios es el servicio
Tomando como referencia el Evangelio de San Marcos, el Papa Francisco invitó a los fieles al inicio de su homilía a pensar que Jesús también pregunta a cada uno: “¿Qué quieres que haga por ti?” “¿Puedes beber de mi mismo cáliz?”.
A través de estos interrogantes, según el Pontífice, “Jesús pone de manifiesto el vínculo y las expectativas que los discípulos tienen sobre él, con las luces y sombras propias de cualquier relación”.
Explicó a continuación que los discípulos ven al inicio al Mesías con la “lógica del poder”, mientras que Jesús, en cambio, “profundiza, escucha y lee el corazón”.
Así, les revela que Él no es el Mesías que ellos piensan, sino que “es el Dios del amor, que se abaja para alcanzar a los humildes; que se hace débil para levantar a los débiles; que trabaja por la paz y no por la guerra; que vino para servir y no para ser servido”.
Resaltó además que “a su derecha y a su izquierda habrá dos ladrones, crucificados como Él en la cruz y no acomodados en los tronos del poder; dos ladrones clavados con Cristo en el dolor y no sentados en la gloria”.
En este sentido, remarcó que “los que siguen a Cristo, si quieren ser grandes, deben servir, aprendiendo de Él”. El Papa Francisco recordó además que Él “ayuda a pensar ya no según los criterios del mundo, sino conforme al estilo de Dios, que se hace el último para que los últimos sean enaltecidos y lleguen a ser los primeros”.
Precisó que las preguntas de Jesús a menudo son incomprensibles para nosotros, “pero siguiéndolo a Él, caminando tras sus huellas y acogiendo el don de su amor que transforma nuestra manera de pensar, también nosotros podemos aprender el estilo de Dios: el servicio”.
“Esto es lo que debemos anhelar: no el poder, sino el servicio. El servicio es el estilo de vida cristiano”, afirmó.
Explicó que esto “no se trata de una lista de cosas por hacer, como si, una vez hechas, pudiéramos considerar que nuestro turno terminó”.
“El servicio nace del amor y el amor no conoce fronteras, no hace cálculos, se consume y se da. No se limita a producir para obtener resultados, no es una asistencia ocasional, sino algo que nace del corazón, de un corazón renovado por el amor y en el amor”.
Cuando aprendemos a servir, continuó el Santo Padre, “cada gesto de atención y cuidado, cada expresión de ternura, cada obra de misericordia, se convierten en un reflejo del amor de Dios. Y así continuamos la obra de Jesús en el mundo”, añadió.
“Pidamos la intercesión de los nuevos santos”
A continuación, subrayó que “bajo esta luz podemos recordar a los discípulos del Evangelio que hoy son canonizados”.
A lo largo de la agitada historia de la humanidad, “ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y en la alegría, como el hermano Manuel Ruiz López y sus compañeros. Son sacerdotes y consagradas fervientes de pasión misionera, como el padre José Allamano, sor María Leonia Paradis y sor Elena Guerra”.
Estos nuevos santos, según el Pontífice, “vivieron según el estilo de Jesús: el servicio. La fe y el apostolado que llevaron a cabo no alimentaron en ellos deseos mundanos ni ansias de poder, sino que, por el contrario, se hicieron servidores de sus hermanos, creativos para hacer el bien, firmes en las dificultades, generosos hasta el final”.
“Pidamos con confianza su intercesión, para que también nosotros podamos seguir a Cristo, imitarlo en el servicio y convertirnos en testigos de esperanza para el mundo”, concluyó.
Los nuevos santos
Entre los nuevos santos se encuentra un sacerdote cuya intercesión llevó a la curación milagrosa de un hombre mutilado por un jaguar, una mujer que convenció a un Papa para que convocara una novena mundial al Espíritu Santo, una religiosa apodada “la humilde entre los humildes” y 8 frailes y 3 laicos asesinados en Siria por negarse a renunciar a su fe y convertirse al islam.
Se trata de Giuseppe Allamano, sacerdote italiano fundador de los Misioneros y Misioneras de la Consolata. Más de mil misioneros han viajado hasta Roma para asistir a la Misa de canonización.
Allamano ha sido canonizado después de que el Vaticano reconoció un milagro único atribuido a su intercesión: la curación de un hombre que fue atacado por un jaguar en la selva amazónica.
Conocida como una “apóstol del Espíritu Santo”, Elena Guerra ayudó a convencer al Papa León XIII de exhortar a todos los católicos a rezar una novena al Espíritu Santo antes de Pentecostés, en 1895.
Guerra es la fundadora de las Oblatas del Espíritu Santo, una congregación de religiosas reconocidas por la Iglesia en 1882 que continúa hoy en día en África, Asia, Europa y América del Norte.
La hermana canadiense Marie-Léonie Paradis fundó las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia. El Papa Juan Pablo II llamó a Paradis la “humilde entre los humildes” cuando la beatificó durante su visita a Montreal en 1984, la primera beatificación que tuvo lugar en suelo canadiense.
La Iglesia también ha ganado 11 nuevos santos mártires que fueron asesinados por negarse a renunciar a su fe cristiana y convertirse al islam. Los “Mártires de Damasco” fueron Manuel Ruiz López y 7 compañeros frailes y los hermanos laicos Francisco, Mooti y Raffaele Massabki.
El Papa Francisco pide rezar por la “martirizada” Palestina
Antes de concluir esta celebración eucarística, el Santo Padre quiso dar las gracias a todos los que han venido a honrar a los nuevos santos.
“El testimonio de San Giuseppe Allamano nos recuerda la necesaria atención a las poblaciones más frágiles y vulnerables. Pienso en particular en el pueblo yanomami, en la selva amazónica brasileña, entre cuyos miembros tuvo lugar el milagro vinculado a la canonización de hoy”, dijo a continuación.
En este sentido, realizó un llamado “a las autoridades políticas y civiles para que garanticen la protección de estos pueblos y de sus derechos fundamentales y contra toda forma de explotación de su dignidad y de sus territorios”.
También precisó que hoy se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, cuyo lema “Id e invitad a todos al banquete” recuerda que el anuncio misionero “consiste en llevar a todos la invitación a un encuentro festivo con el Señor, que nos ama y quiere hacernos partícipes de su alegría esponsal”.
Por último, pidió seguir rezando por los pueblos que sufren la guerra, utilizó por primera vez el calificativo de “maritirizada” para orar por Palestina y también posó su mirada en Israel, Líbano, la martirizada Ucrania, Sudán y Myanmar.
Homilía del Papa Francisco en la canonización de 14 nuevos santos para la Iglesia Católica
El Papa Francisco durante la Misa de canonización del 20 de octubre de 2024. | Crédito: Daniel Ibáñez / EWTN News.
El 20 de octubre el Papa Francisco canonizó a 14 beatos: el sacerdote italiano Giuseppe Allamano, la Hna. Elena Guerra, también italiana, la Hna. canadiense Marie-Léonie Paradis y 11 mártires asesinados por su fe en Damasco, entre los que había 7 frailes españoles.
A continuación, la homilía pronunciada por el Santo Padre:
A Santiago y Juan, Jesús les pregunta: «¿Qué quieren que haga por ustedes?» (Mc 10,36). E inmediatamente después los apremia: «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?» (Mc 10,38). Jesús hace preguntas y, precisamente así, nos ayuda a discernir, porque las preguntas nos hacen descubrir lo que hay dentro de nosotros, iluminan lo que llevamos en el corazón y que a veces no sabemos.
Dejémonos interpelar por la Palabra del Señor. Imaginemos que nos pregunta a cada uno de nosotros: “¿Qué quieres que haga por ti?” y la segunda pregunta “¿Puedes beber de mi mismo cáliz?”.
A través de estas preguntas, Jesús pone de manifiesto el vínculo y las expectativas que los discípulos tienen sobre él, con las luces y sombras propias de cualquier relación. De hecho, Santiago y Juan, están unidos a Jesús, pero tienen pretensiones. Ellos expresan el deseo de estar cerca de Él, pero sólo para ocupar un lugar de honor, para desempeñar un papel importante, para que les conceda sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda, cuando esté en su gloria (cf. Mc 10,37). Evidentemente, piensan en Jesús como Mesías, como un Mesías victorioso y glorioso, y esperan que Él comparta su gloria con ellos. Ven en Jesús al Mesías, pero se lo imaginan según la lógica del poder.
Jesús no se detiene en las palabras de los discípulos, sino que profundiza, escucha y lee el corazón de cada uno de ellos y también de cada uno de nosotros. Y en el diálogo, a través de dos preguntas, intenta sacar a la luz el deseo que hay dentro de esas peticiones.
La historia de los mártires de Damasco, valientes frailes españoles asesinados por seguir a Cristo
Primero los interpela: «¿Qué quieren que haga por ustedes?»; y esta pregunta desvela los pensamientos de sus corazones, pone de manifiesto las expectativas ocultas y los sueños de gloria que los discípulos cultivan en secreto. Es como si Jesús preguntara: “¿Quién quieres que sea yo para ti?” y, así, desenmascara lo que realmente desean: un Mesías poderoso, un Mesías victorioso que les dé un puesto de honor. Y a veces en la Iglesia viene este pensamiento: el honor, el poder.
Luego, con la segunda pregunta, Jesús rechaza esta imagen del Mesías y de este modo los ayuda a cambiar su forma de ver, es decir, a convertirse: «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?». Con ello, les revela que Él no es el Mesías que ellos piensan; es el Dios del amor, que se abaja para alcanzar a los humildes; que se hace débil para levantar a los débiles; que trabaja por la paz y no por la guerra; que vino para servir y no para ser servido. El cáliz que el Señor beberá es la ofrenda de su vida, es su vida entregada a nosotros por amor, hasta la muerte y una muerte de cruz.
Y así, a su derecha y a su izquierda habrá dos ladrones, crucificados como Él en la cruz y no acomodados en los tronos de poder; dos ladrones clavados con Cristo en el dolor y no sentados en la gloria. El rey crucificado, el justo condenado se hace esclavo de todos: ¡este es verdaderamente el Hijo de Dios! (cf. Mc 15,39). El vencedor no es el que domina, sino el que sirve por amor. Repetimos: el vencedor no es el que domina, sino el que sirve por amor. Nos lo recuerda también la Carta a los Hebreos: «no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros» (4,15).
En este momento, Jesús puede ayudar a los discípulos a convertirse, a cambiar de mentalidad: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad» (Mc 10,42). Pero no tiene por qué ser así para quienes siguen a un Dios que se hizo siervo para alcanzar a todos con su amor. Los que siguen a Cristo, si quieren ser grandes, deben servir, aprendiendo de Él.
Hermanos y hermanas, Jesús revela los pensamientos, revela los deseos y proyecciones de nuestro corazón, a veces desenmascarando nuestras expectativas de gloria, de dominio, de poder y de vanidad. Él nos ayuda a pensar ya no según los criterios del mundo, sino conforme al estilo de Dios, que se hace el último para que los últimos sean enaltecidos y lleguen a ser los primeros. Y estas preguntas de Jesús, con su enseñanza sobre el servicio, a menudo son incomprensibles para nosotros, como lo eran para los discípulos. Pero siguiéndolo a Él, caminando tras sus huellas y acogiendo el don de su amor que transforma nuestra manera de pensar, también nosotros podemos aprender el estilo de Dios: el servicio. No olvidemos las tres palabras que hacen ver el estilo de Dios para servir: cercanía, compasión y ternura. Dios se hace cercano para servir; se hace compasivo para servir; se hace tierno para servir. Cercanía, compasión y ternura.
Esto es lo que debemos anhelar: no el poder, sino el servicio. El servicio es el estilo de vida cristiano. No se trata de una lista de cosas por hacer, como si, una vez hechas, pudiéramos considerar que nuestro turno terminó; quien sirve con amor no dice: “ahora le tocará a otro”. Este es un modo de pensar como empleados, no como testigos. El servicio nace del amor y el amor no conoce fronteras, no hace cálculos, se consume y se da. El amor no se limita a producir para obtener resultados, no es una asistencia ocasional, sino algo que nace del corazón, de un corazón renovado por el amor y en el amor.
Cuando aprendemos a servir, cada gesto de atención y cuidado, cada expresión de ternura, cada obra de misericordia, se convierten en un reflejo del amor de Dios. Y así todos nosotros —cada uno de nosotros— continuamos la obra de Jesús en el mundo.
Bajo esta luz podemos recordar a los discípulos del Evangelio que hoy son canonizados. A lo largo de la agitada historia de la humanidad, ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y en la alegría, como el hermano Manuel Ruiz López y sus compañeros. Son sacerdotes y consagradas fervientes —fervientes— de pasión misionera, como el padre José Allamano, sor María Leonia Paradis y sor Elena Guerra. Estos nuevos santos vivieron según el estilo de Jesús: el servicio. La fe y el apostolado que llevaron a cabo no alimentaron en ellos deseos mundanos ni ansias de poder, sino que, por el contrario, se hicieron servidores de sus hermanos, creativos para hacer el bien, firmes en las dificultades, generosos hasta el final.
Pidamos con confianza su intercesión, para que también nosotros podamos seguir a Cristo, imitarlo en el servicio y convertirnos en testigos de esperanza para el mundo.
1ª Lectura (Is 53,10-11): El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.
Salmo responsorial: 32
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
2ª Lectura (Heb 4,14-16): Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, el Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Versículo antes del Evangelio (Mc 10,45): Aleluya. Jesucristo vino a servir y a dar la vida por la salvación de todos. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 10,35-45): En aquel tiempo, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercan a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado».a Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, nuevamente, Jesús trastoca nuestros esquemas. Provocadas por Santiago y Juan, han llegado hasta nosotros estas palabras llenas de autenticidad: «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida» (Mc 10,45).
¡Cómo nos gusta estar bien servidos! Pensemos, por ejemplo, en lo agradable que nos resulta la eficacia, puntualidad y pulcritud de los servicios públicos; o nuestras quejas cuando, después de haber pagado un servicio, no recibimos lo que esperábamos. Jesucristo nos enseña con su ejemplo. Él no sólo es servidor de la voluntad del Padre, que incluye nuestra redención, ¡sino que además paga! Y el precio de nuestro rescate es su Sangre, en la que hemos recibido la salvación de nuestros pecados. ¡Gran paradoja ésta, que nunca llegaremos a entender! Él, el gran rey, el Hijo de David, el que había de venir en nombre del Señor, «se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres (…) haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Fl 2,7-8). ¡Qué expresivas son las representaciones de Cristo vestido como un Rey clavado en cruz! En España tenemos muchas y reciben el nombre de “Santa Majestad”. A modo de catequesis, contemplamos cómo servir es reinar, y cómo el ejercicio de cualquier autoridad ha de ser siempre un servicio.
Jesús trastoca de tal manera las categorías de este mundo que también resitúa el sentido de la actividad humana. No es mejor el encargo que más brilla, sino el que realizamos más identificados con Jesucristo-siervo, con mayor Amor a Dios y a los hermanos. Si de veras creemos que «nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos» (Jn 15,13), entonces también nos esforzaremos en ofrecer un servicio de calidad humana y de competencia profesional con nuestro trabajo, lleno de un profundo sentido cristiano de servicio. Como decía Santa Teresa de Calcuta: «El fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz».