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sábado, 13 de noviembre de 2021

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 13 DE NOVIEMBRE DE 2021

 



 Sábado 32 del tiempo ordinario

Sábado 13 de noviembre de 2021


1ª Lectura (Sab 18,14-16; 19,6-9): Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable, desde el trono real de los cielos al país condenado; llevaba la espada afilada de tu orden terminante; se detuvo y lo llenó todo de muerte; pisaba la tierra y tocaba el cielo.

Porque la creación entera, cumpliendo tus órdenes, cambió radicalmente de naturaleza, para guardar incólumes a tus hijos. Se vio la nube dando sombra al campamento, la tierra firme emergiendo donde había antes agua, el mar Rojo convertido en camino practicable y el violento oleaje hecho una vega verde; por allí pasaron, en formación compacta, los que iban protegidos por tu mano, presenciando prodigios asombrosos. Retozaban como potros y triscaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su libertador.



Salmo responsorial: 104

R/. Recordad las maravillas que hizo el Señor.

Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas; gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor.


Hirió de muerte a los primogénitos del país, primicias de su virilidad. Sacó a su pueblo cargado de oro y plata, y entre sus tribus nadie tropezaba.


Porque se acordaba de la palabra sagrada que había dado a su siervo Abrahán, sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo.

Versículo antes del Evangelio (2Tes 2,4): Aleluya. Dios nos ha llamado, por medio del Evangelio, a participar de la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.


Texto del Evangelio (Lc 18,1-8): En aquel tiempo, Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».

Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».





«Es preciso orar siempre sin desfallecer»

+ Rev. D. Joan FARRÉS i Llarisó

(Rubí, Barcelona, España)


Hoy, en los últimos días del año litúrgico, Jesús nos exhorta a orar, a dirigirnos a Dios. Podemos pensar cómo los padres y madres de familia esperan que —¡todos los días!— sus hijos les digan algo, que les muestren su afecto amoroso.


Dios, que es Padre de todos, también lo espera. Jesús nos lo dice muchas veces en el Evangelio, y sabemos que hablar con Dios es hacer oración. La oración es la voz de la fe, de nuestra creencia en Él, también de nuestra confianza, y ojalá fuera también siempre manifestación de nuestro amor.


A fin de que nuestra oración sea perseverante y confiada, dice san Lucas, que «Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Sabemos que la oración se puede hacer alabando al Señor o dando gracias, o reconociendo la propia debilidad humana —el pecado—, implorando la misericordia de Dios, pero la mayoría de las veces será de petición de alguna gracia o favor. Y, aunque no se consiga de momento lo que se pide, sólo el poder dirigirse a Dios, el hecho de poder contarle a ese Alguien la pena o la preocupación, ya será la consecución de algo, y seguramente —aunque no de inmediato, sino en el tiempo—, obtendrá respuesta, porque «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche (...)?» (Lc 18,7).


San Juan Clímaco, a propósito de esta parábola evangélica, dice que «aquel juez que no temía a Dios, cede ante la insistencia de la viuda para no tener más la pesadez de escucharla. Dios hará justicia al alma, viuda de Él por el pecado, frente al cuerpo, su primer enemigo, y frente a los demonios, sus adversarios invisibles. El Divino Comerciante sabrá intercambiar bien nuestras buenas mercancías, poner a disposición sus grandes bienes con amorosa solicitud y estar pronto a acoger nuestras súplicas».


Perseverancia en orar, confianza en Dios. Decía Tertuliano que «sólo la oración vence a Dios».

El Papa a periodistas: Recuerden que la Iglesia no es una organización política

 


 

El Papa a periodistas: Recuerden que la Iglesia no es una organización política

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Foto: Mercedes De La Torre / ACI Prensa



El Papa Francisco recibió a algunos periodistas acreditados en la oficina de prensa de la Santa Sede en la Sala del Consistorio este 13 de noviembre a quienes les recordó que “la Iglesia no es una organización política que tiene en su interior ‘derecha e izquierda’ como ocurre en los Parlamentos”.

El motivo de la inusual audiencia fue por la entrega del reconocimiento de la “Orden de Pío IX” a dos periodistas vaticanistas veteranos: la mexicana Valentina Alazraki y el ítalo-estadounidense Philip Pullella.

En la emotiva ceremonia participaron también los familiares de los periodistas que recibieron la condecoración de la “Gran Cruz del Orden Piano”, algunos funcionarios de la Santa Sede y cuatro Cardenales: el prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, Cardenal Marc Ouellet; el presidente emérito del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, el Cardenal mexicano Javier Lozano Barragán; el presidente emérito de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vativano, Cardenal Giuseppe Bertello y el delegado Especial de la Orden de Malta, Cardenal Silvano Maria Tomasi.

Antes de que el Santo Padre pronunciara su discurso. Los dos periodistas dirigieron unas palabras a los presentes de agradecimiento. Alazraki recordó con cariño anécdotas con San Juan Pablo II, mencionó uno a uno a sus familiares y destacó con algunos ejemplos lo difícil que es en ocasiones el conciliar la labor de periodista que cubre el Vaticano con la vida personal familiar.

Por su parte, Pullella relató que nació en Italia y se trasladó con su familia a los Estados Unidos de muy pequeño y subrayó las dificultades que viven algunas familias de migrantes.

En su discurso el Santo Padre recomendó a los periodistas “escuchar, profundizar y contar” y agradeció a los periodistas presentes por el trabajo que realizan “gracias por su búsqueda de la verdad, porque sólo la verdad nos hace libres”, advirtió.

Asimismo, el Santo Padre señaló “por favor, recuerden que la Iglesia no es una organización política que tiene en su interior ‘derecha e izquierda’, como ocurre en los Parlamentos. A veces, lamentablemente, se reduce a esto en nuestras consideraciones, con algunas raíces en la realidad. Pero no, la Iglesia no es esto. No es una gran empresa multinacional dirigida por directivos que estudian en la mesa cómo vender mejor su producto”.

En esta línea, el Papa explicó que “la Iglesia no se ‘auto-construye’ sobre la base de su propio proyecto, no saca de sí misma la fuerza para seguir adelante, no vive de estrategias de mercadotecnia” y agregó que “cada vez que cae en esta tentación mundana -y ha caído muchas veces-, la Iglesia, sin darse cuenta, cree tener una luz propia y olvida que es el ‘mysterium lunae’ del que hablaban los Padres de los primeros siglos -es decir, la Iglesia sólo es auténtica a la luz de Otro, como la luna-, y así su acción pierde vigor y no sirve para nada”.

“La Iglesia, formada por hombres y mujeres pecadores como todos, ha nacido y existe para reflejar la luz de Otro, la luz de Jesús, como la luna lo hace con el sol. La Iglesia existe para llevar la palabra de Jesús al mundo y hacer posible hoy el encuentro con Jesús vivo, haciéndose vehículo de su abrazo de misericordia ofrecido a todos”, concluyó el Papa.

Al finalizar, el Santo Padre saludó personalmente de mano a todas las personas presentes en esta audiencia. Antes de ingresar al palacio apostólico vaticano, los guardias suizos verificaron el Green pass de cada invitado.