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martes, 2 de noviembre de 2021

EL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DEL DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS: TODOS DAREMOS UN ÚLTIMO PASO

 





 “Todos daremos un último paso. Lo importante es que ese último paso lo demos con paz del corazón”, dijo el Papa Francisco este 2 de noviembre de 2021, día que la Iglesia conmemora a los fieles difuntos. 

En el Cementerio Francés, en Roma, el Papa se detuvo a rezar frente a las tumbas de los soldados fallecidos en la guerra, y lanzó un llamado renovado a la paz: "Estas tumbas hablan, gritan por sí mismas, gritan por la paz”, dijo el Papa.

📸: Vatican Media



El Papa en la Misa del Día de los Fieles Difuntos: “Todos daremos un último paso”
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa




El Papa Francisco presidió este martes 2 de noviembre la Misa de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos en el Cementerio Militar Francés de Roma, donde se encuentran las tumbas de numerosos soldados franceses que lucharon en las Guerras Mundiales.

En su homilía, el Pontífice recordó que “todos daremos un último paso” y subrayó que “lo importante es que ese último paso nos encuentre en camino”.

El Santo Padre reflexionó sobre un escrito que encontró en una ocasión a la puerta de un pequeño cementerio: “Tú que pasas, para el paso y piensa, de tus pasos, en el último paso”.

En ese sentido, Francisco señaló que “la vida es camino, todos nosotros estamos en camino. Todos nosotros, si queremos hacer algo en la vida, tenemos que estar en camino, que no es un paseo ni un laberinto. No, es un camino”.

“En el camino nosotros pasamos delante de muchos, de muchos hechos históricos, delante de muchas situaciones difíciles. Y también delante de los cementerios, y el consejo de este cementerio es: ‘Tú que pasas, para el paso y piensa, de tus pasos, en el último paso’”.

“Todos daremos un último paso. Y alguno podría decirme: ‘Padre, no sea así, luctuoso, no sea trágico’. Pero es la verdad. Lo importante es que ese último paso nos encuentre en camino, no dando una vuelta, de paseo, sino, en el camino de la vida, y no en un laberinto sin fin. Estar en camino para que el último paso nos encuentre caminando. Este es el primer pensamiento que, diría, me viene al corazón”.

Por otra parte, el Papa hizo una segunda reflexión sobre una de las tumbas que encontró en el Cementerio Militar Francés y junto a la que se detuvo a rezar unos instantes antes de dar comienzo la Misa.

“Me he detenido delante de una tumba. Allí. ‘Desconocido. Muerto por Francia (((XXX)))’. Ni siquiera el nombre. En el corazón de Dios está el nombre de todos nosotros. Pero esta es la tragedia de la guerra”.

El Papa lamentó que “esta gente buena, murió en la guerra. Murió porque fue llamada a defender la patria, a defender valores, a defender ideales. Y, otras muchas veces, a defender situaciones políticas tristes y lamentables. Son víctimas, víctimas de la guerra que se come a los hijos de la patria”.

“Estoy seguro de que todos estos que han ido de buena voluntad, llamados por la patria para defenderla, están con el Señor. Pero nosotros, que estamos en camino, ¿luchamos lo suficiente para que no haya guerras? ¿Para que no haya economías de países fortificadas por la industria de las armas?”.

Estas tumbas, finalizó el Papa, “algunas tienen nombre, otros no, pero estas tumbas son un mensaje de paz. Deteneos, hermanos y hermanas, deteneos. Deteneos, fabricantes de armas, deteneos”.

EL EVANGELIO DE HOY 02 DE NOVIEMBRE DE 2021 - DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS

 



 2 de Noviembre: Conmemoración de todos los fieles difuntos

Martes 2 de noviembre de 2021



1ª Lectura (Sab 3,1-9): Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento. Los insensatos pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo era una desgracia y su salida de entre nosotros, una completa destrucción. Pero los justos están en paz. La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad. Después de breves sufrimientos recibirán una abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí.

Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto agradable. En el día del juicio brillarán los justos como chispas que se propagan en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos. Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.



Salmo responsorial: 22

R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto.


Así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.


Tú mismo preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.


Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.


2ª Lectura (Rom 5,5-11): Hermanos: La esperanza no defrauda porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.

Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él del castigo final. Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con mucha más razón, estando ya reconciliados, recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Versículo antes del Evangelio (Mt 25,34): Aleluya. Venid, benditos de mi Padre, dice el Señor; tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 23,33.39-43): Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».





«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino»

Fra. Agustí BOADAS Llavat OFM

(Barcelona, España)



Hoy, el Evangelio evoca el hecho más fundamental del cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra, hoy, la plegaria del Buen Ladrón: «Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La Iglesia no ruega por los santos como ruega por los difuntos, que duermen en el Señor, sino que se encomienda a las oraciones de aquéllos y ruega por éstos», decía san Agustín en un Sermón. Una vez al año, por lo menos, los cristianos nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida y sobre el sentido de nuestra muerte y resurrección. Es el día de la conmemoración de los fieles difuntos, de la que san Agustín nos ha mostrado su distinción respecto a la fiesta de Todos los Santos.

Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que los de la Iglesia y, sin duda, tienen en común que todo sufrimiento humano es de algún modo privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido nos produce un dolor tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo. Así, los hombres siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en efecto, es un modo de hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su vida. Pero sus mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con el tiempo. Y si eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente, gracias a la resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos permite confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la otra vida.

Una segunda ventaja de creer es que, al recordar a los difuntos, oramos por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad con Dios, y cada vez que oramos juntos, en la Eucaristía, no estamos solos ante el misterio de la muerte y de la vida, sino que lo compartimos como miembros del Cuerpo de Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre el cielo y la tierra, sabemos que se establece una comunión entre nosotros y nuestros difuntos. Por eso, san Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal».