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martes, 14 de abril de 2020

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 14 ABRIL


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
14 abril




Nicodemo creyó en Jesús, pero no se entregó a él incondicionalmente; fue a ver a Jesús, pero fue a verlo de noche por miedo. 

¿No abras sido tú también en alguna oportunidad un cristiano con vergüenza? ¿No habrás sido remiso en confesarte en público como discípulo y seguidor de Jesús?

No te dejes dominar nunca por el respeto humano; respeta más bien a Dios y a su palabra.


P. Alfonso Milagro

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 13 ABRIL

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
13 abril




Hay momentos de zozobra para los apóstoles; a veces parece que no se consigue fruto, incluso a veces se da un claro fracaso; esto siempre sucederá, cuando hayamos confiado en nuestras propias fuerzas; sin Jesús y su gracia, todo es ruido de hojas secas.

En cambio, al obrar en nombre de Jesús, ¡Cómo cambia el panorama! Con él se consigue hasta lo que parecía imposible.

Es, pues, cuestión de saber confiar en el Señor, actuar como él y con él y esperar el fruto, aunque quizá nosotros no lo podamos ver. Sé optimista en tu apostolado, pero no planees nunca nada, sin contar con el Señor Jesús.



P. Alfonso Milagro

ORACIÓN A SANTA LIDUVINA


Oración a Santa Liduvina


Santa Liduvina:

Alcánzanos de Dios
la gracia de aceptar
con paciencia nuestros sufrimientos
como pago por nuestros pecados
y para conseguir la conversión
y salvación de muchos pecadores.

Amén

SANTA LIDUVINA, 14 DE ABRIL, PATRONA DE LOS ENFERMOS CRÓNICOS


Biografía de Santa Liduvina
14 de abril 





Liduvina nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Su padre era muy pobre y tenía por oficio el de "celador" o cuidador de fincas. Hasta los 15 años Liduvina era una muchacha como las demás: alegre, simpática, buena y muy bonita. Pero en aquel año su vida cambió completamente. Un día, después de jugar con sus amigos iban a patinar y en el camino callo en el hielo partiéndose la columna vertebral.

La pobre muchacha empezó desde entonces un horroroso martirio. Continuos vómitos, jaquecas, fiebre intermitente y dolores por todo el cuerpo la martirizaban todo el día. En ninguna posición podía descansar. La altísima fiebre le producía una sed insaciable. Los médicos declararon que su enfermedad no tenía remedio.

Liduvina se desesperaba en esa cama inmóvil, y cuando oía a sus compañeras correr y reír, se ponía a llorar y a preguntar a Dios por qué le había permitido tan horrible martirio. Pero un día Dios le dio un gran regalo: nombraron de párroco de su pueblo a un verdadero santo, el Padre Pott. Este virtuoso sacerdote lo primero que hizo fue recordarle que "Dios al árbol que más lo quiere más lo poda, para que produzca mayor fruto y a los hijos que más ama más los hace sufrir". Le colocó en frente de la cama un crucifijo, pidiéndole que de vez en cuando mirara a Jesús crucificado y se comparara con El y pensara que si Cristo sufrió tanto, debe ser que el sufrimiento lleva a la santidad.

En adelante ya no volvió más a pedir a Dios que le quitara sus sufrimientos, sino que se dedicó a pedir a Nuestro Señor que le diera valor y amor para sufrir como Jesús por la conversión de los pecadores, y la salvación de las almas.

Santa Liduvina llegó a amar de tal manera sus sufrimientos que repetía: "Si bastara rezar una pequeña oración para que se me fueran mis dolores, no la rezaría". Descubrió que su "vocación" era ofrecer sus padecimientos por la conversión de los pecadores. Se dedicó a meditar fuertemente en la Pasión y Muerte de Jesús. Y en adelante sus sufrimientos se le convirtieron en una fuente de gozo espiritual y en su "arma" y su "red" para apartar pecadores del camino hacia el infierno y llevarlos hacia el cielo. Decía que la Sagrada Comunión y la meditación en la Pasión de Nuestro Señor eran las dos fuentes que le concedían valor, alegría y paz.

La enfermedad fue invadiendo todo su cuerpo. Una llaga le fue destrozando la piel. Perdió la vista por un ojo y el otro se le volvió tan sensible a la luz que no soportaba ni siquiera el reflejo de la llama de una vela. Estaba completamente paralizada y solamente podía mover un poco el brazo izquierdo. En los fríos terribles del invierno de Holanda quedaba a veces en tal estado de enfriamiento que sus lágrimas se le congelaban en la mejilla. En el hombro izquierdo se le formó un absceso dolorosísimo y la más aguda neuritis (o inflamación de los nervios) le producía dolores casi insoportables. Parecía que ya en vida estuviera descomponiéndose como un cadáver. Pero nadie la veía triste o desanimada, sino todo lo contrario: feliz por lograr sufrir por amor a Cristo y por la conversión de los pecadores. Y cosa rara: a pesar de que su enfermedad era tan destructora, se sentía a su alrededor un aroma agradable y que llenaba el alma de deseos de rezar y de meditar.

Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una noche Liduvina soñó que Nuestro Señor le proponía: "Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio?". Y que ella respondió: "prefiero 38 horas en el purgatorio". Y sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir. Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio no terminaba, y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí, "¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3,800 horas". El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: "¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?" ¡Pues 3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que Ud. se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3,800?". Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra. Y despertó. Y en verdad estuvo 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía: "Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar.

En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su pueblo) publicaron un documento que decía: "Certificamos por las declaraciones de muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada Comunión que recibe".

Santa Liduvina, paralizada y sufriendo espantosamente en su lecho de enferma, recibió de Dios los dones de anunciar el futuro a muchas personas y de curar a numerosos enfermos, orando por ellos. A los 12 años de estar enferma y sufriendo, empezó a tener éxtasis y visiones. Mientras el cuerpo quedaba como sin vida, en los éxtasis conversaba con Dios, con la Sma. Virgen y con su Angel de la Guarda. Unas veces recibía de Dios la gracia de poder presenciar los sufrimientos que Jesucristo padeció en su Santísima Pasión. Otras veces contemplaba los sufrimientos de las almas del purgatorio, y en algunas ocasiones le permitían ver algunos de los goces que nos esperan en el cielo.

Dicen los que escribieron su biografía que después de cada éxtasis se afirmaba más y más en su "vocación" de salvar almas por medio de su sufrimiento ofrecidos a Dios, y que al finalizar cada una de estas visiones aumentaban los dolores de sus enfermedades pero aumentaba también el amor con el que ofrecía todo por Nuestro Señor.

Cambiaron al santo párroco que tanto la ayudaba, por otro menos santo y menos comprensivo, quien empezó a decir que Liduvina era una mentirosa que inventaba lo que decía. El pueblo se levantó en revolución para defender a su santa y las autoridades para evitar problemas, nombraron una comisión investigadora compuesta por personalidades muy serias. Los investigadores declararon que ella decía toda la verdad y que su caso era algo extraordinario que no podía explicarse sin una intervención sobrenatural. Y así la fama de la santa creció y se propagó.

En los últimos siete meses Santa Liduvina no pudo dormir ni siquiera una hora a causa de sus tremendos dolores. Pero no cesaba de elevar su oración a Dios, uniendo sus sufrimientos a los padecimientos de Cristo en la Cruz.

Y el 14 de abril de 1433, día de Pascua de Resurrección poco antes de las tres de la tarde, pasó santamente a la eternidad. Pocos días antes contempló en una visión que en la eternidad le estaban tejiendo una hermosa corona de premios. Pero aun debía sufrir un poco. En esos días llegaron unos soldados y la insultaron y la maltrataron. Ella ofreció todo a Dios con mucha paciencia y luego oyó una voz que le decía: "con esos sufrimientos ha quedado completa tu corona. Puedes morir en paz".

La última petición que le hizo al médico antes de morir fue que su casa la convirtieran en hospital para pobres. Y así se hizo. Y su fama se extendió ya en vida por muchos sitios y después de muerta sus milagros la hicieron muy popular. Tiene un gran templo en Schiedam. Tuvo el honor de que su biografía la escribiera el escritor Tomás de Kempis, autor del famosísimo libro "La imitación de Cristo".

LAS MUJERES ACUDEN AL SEPULCRO


Las mujeres acuden al sepulcro
Resurrección y Ascensión. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net




"Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y, muy de mañana, al día siguiente del sábado, llegan al sepulcro, salido ya el sol. Y se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?"(Mc).

Iban llenas de amor, habían observado todo con detalle. Saben que el embalsamamiento podían hacerse mejor. Lo han hecho muchas veces. Pero sobre todo quieren ungir el cadáver de Jesús con su cariño y su amor. Quieren tener el último detalle de piedad con el Maestro. En el camino, decididas, piensan en el obstáculo que es la piedra. Ciertamente no pueden removerla. Se necesitan hombres fuertes y máquinas. No pueden removerla ellas solas; pero, sorprendentemente, van. La intuición puede más que los razonamientos. De momento ellas van movidas por el cariño y la piedad.

A pesar de todo, corren hacia el sepulcro, muy cerca del calvario. "Y al mirar vieron que la piedra estaba apartada; era ciertamente muy grande. Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se quedaron asustadas. El les dice: No tengáis miedo; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. Pero marchad, decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo. Y saliendo, huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y fuera de sí; y no dijeron nada a nadie, porque estaban atemorizadas"(Mc). Era mucho para sus fuerzas. Buscaban a un cadáver, y encuentran un ángel que les dice que no busquen entre los muertos al que vive. El ángel añade: "Recordad lo que os anunció cuando, estando todavía en Galilea, cuando dijo: Conviene que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores que sea crucificado y resucite al tercer día. Entonces se acordaron de estas palabras" (Lc)

María Magdalena

María Magdalena acude con las demás mujeres, cuando ve el sepulcro vacío, actúa según su temperamento, sale corriendo a avisar a Pedro y a Juan; las demás se quedan allí y se les aparecen ángeles que les dicen que Jesús ha resucitado, pero María ya ha marchado. Pedro y Juan llegan al sepulcro ven las cosas como les ha dicho María, y se marchan; llega María y no hay nadie en el sepulcro, es entonces cuando se dará una nueva conversión de María Magdalena.

"María estaba fuera llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia la concavidad, y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: se han llevado a mi Señor y no se donde le han puesto. Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y lo recogeré. Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Rabbuni!, que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas"(Jn).

Sorprende el aplomo, casi indiferencia, de la Magdalena ante los ángeles y la pregunta que ellos le hacen: ¿por qué lloras?, como si fuese posible responder de un modo simple a un dolor producido por tantas causas. María llora por la muerte horrible que ha sufrido el Maestro- así le llama casi siempre-; llora por la ingratitud de tantos que recibieron sus favores y milagros; llora por la debilidad de sus discípulos que no supieron ser fieles y defenderle; llora por la crueldad de los judíos -conocidos suyos muchos de ellos- que han matado, o consentido, en la muerte del Inocente, llora por el dolor de la Madre de Jesús; pero manifiesta sólo que llora porque "se han llevado a mi Señor y no sé donde le han puesto", eso dice a los ángeles: el motivo más débil y el que manifiesta que su fe no ha sido del nivel de la de María Santísima, que no acudió al sepulcro porque sí creyó que Jesús resucitaría al tercer día. A la Magdalena le apena no haber podido tener un gesto de generosidad y despedida con el cadáver de su Señor, no piensa en Jesús resucitado. Su fe se asienta todavía en afectos muy humanos.

Es entonces cuando se le aparece el Señor diciendo las mismas palabras de los ángeles, pero añadiendo algo que revela que lee en su pensamiento: "¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". María revela de nuevo su interés por el cuerpo muerto del Maestro, y entonces, Jesús dice una sola palabra que le abre los ojos y le descubre lo que estaba oculto a su mirada; le dice: "María", es entonces cuando la Magdalena descubre que es Jesús el que le habla: reconoce al Maestro cuando es llamada por su nombre. Estaba tan lejos de pensar que era el mismo Jesús que no reconoce el modo de hablar, ni aquel acento tan querido y conocido hasta que escucha su propio nombre, entonces exclama ¡Rabbuni! Jesús llena de gozo a aquella mujer llena de dolor. Y, desde aquel momento, la noche de su alma se transforma en un día que no podía ni soñar. Su fe será más parecida a la de María Santísima, será la fe de quien ha visto a Cristo resucitado.

Jesús le da el encargo de ir a los suyos, y la antigua pecadora se convierte en testigo anunciando a los Apóstoles la resurrección de Jesús. Parece que el Maestro quiere que aprendan una nueva lección: tendrán que experimentar la dificultad para creer sólo por el testimonio de otra persona, que, además, antes fue pecadora.

María Magdalena se convirtió, y partiendo de muy abajo llegó muy arriba; de ella habían salido siete demonios, pero, convertida, su fidelidad no teme a la Cruz y es apóstol primera de la Resurrección. Se humilló y Dios la eleva. Jesús se vuelca en aquella alma humilde, y ella responde con una entrega incondicional al Maestro, aprovechando lo mejor de sí misma: su capacidad de amar. Esa cualidad le había conducido al pecado, ahora- con la gracia de Dios- le sirve para amar a Dios de un modo total. La pecadora será santa.

La voz de Jesús llamándola por su nombre debió resonar siempre en sus oídos. Ahora definitivamente ya es otra mujer. Si la pecadora desapareció con el arrepentimiento de la primera unción, también quedó superada la debilidad de la mujer que llora porque no acaba de entender a Jesús que no cura a Lázaro cuando era el momento oportuno, y también desparece la mujer que llora en la Cruz o en el sepulcro, la muerte de su Señor, ahora ya es María de Jesús resucitado. El alma de María Magdalena es un alma que vive una vida tan plena que ni podía soñar cuando se decidió a cortar con su vida de pecado.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY MARTES 14 DE ABRIL DE 2020


Lecturas de hoy Martes de la Octava de Pascua
Hoy, martes, 14 de abril de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,36-41):

EL día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?».
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 32,4-5.18-19.20.22

R/. La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esteran su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.


Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):

EN aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».


Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy martes, 14 de abril de 2020
Bonifacio Fernández, cmf


Querido Dios Padre resucitador:

A veces trato de imaginarme qué me dirías si me escribieras directamente una carta, cómo me saludarías, como me tratarías, qué me reprocharías. Mi mente me dice enseguida que no trate de imaginar, que la real carta de amor hoy me escribes a través de San Juan. Tu portavoz hoy nos cuenta la historia entrañable de una mujer enamorada de tu Hijo amado. Más bien la historia de tu Hijo Jesucristo que, una vez resucitado, quiere seguir presente con nosotros, que no se olvida de sus discípulos y discípulas.

Pero, ¿sabes, Padre?, nos resulta muy difícil hacernos cargo de lo que implica la resurrección. Nos cuesta mucho entender qué ha sucedido en ese acontecimiento único que es la resurrección de Jesús crucificado. María Magdalena siguió a tu Hijo Jesucristo hasta el Calvario. Lo quería mucho. No se resigna a su desaparición. Va al sepulcro. Llora la ausencia. Lo busca.

Por su parte, Jesucristo resucitado le sale al encuentro, se pone a su lado. Ella lo ve. Pero no lo reconoce. Lo confunde con el jardinero. Lo busca con pasión. Ella explica el motivo de su llanto. Pregunta al jardinero si él sabe dónde lo han puesto para ir a recogerlo.

Tu carta de amor hoy, Padre, me coloca ante la paradoja de la resurrección. El resucitado es el mismo Jesús, pero no es lo mismo. Solo si Él se revela, podemos reconocerlo. A María Magdalena se le da a conocer pronunciando su nombre: María.  Debió ser una voz muy, muy especial. Y también la voz de ella: Maestro mío.  Se realiza un encuentro inefable. Ella se siente confirmada y transformada en testigo. Y enviada a trasmitir la gran noticia: ¡He visto al Señor!

¿Qué me quieres decir en tu carta a través de este relato? Me recuerdas que el Mesías resucitado se hace presente; que es necesario buscarlo, llorar su ausencia. Pero sólo si él se da a conocer, tenemos la certeza de que es el mismo; sólo cuando Él pronuncia mi nombre, puedo reconocerlo de verdad y ser su testigo. Es Él quien abre los ojos, quien suscita en nosotros la fe.

En tu carta de hoy, Padre, me recuerdas que al Resucitado de entre los muertos sólo se la encuentra si Él suscita en nosotros la fe. La resurrección para nosotros acontece en la fe, pero no es una creación de nuestra fe. No es proyección de nuestros miedos, ni de nuestras alegrías. Es la irradiación de su cuerpo glorioso quien nos hace creyentes.

Gracias, Padre, por el don de tu Palabra. Y por el don de la fe.

Un abrazo agradecido

Tu hijo

SANTORAL DE HOY MARTES14 DE ABRIL DE 2020

Juan de Montemarano, SantoJuan de Montemarano, Santo
Obispo, 14 de abril
Asaco, SantoAsaco, Santo
Obispo, 14 de abril
Tomáide, SantaTomáide, Santa
Mártir por defender su castidad, 14 de abril
Isabel (Josefina) Calduch Rovira, BeataIsabel (Josefina) Calduch Rovira, Beata
Virgen y Mártir, 14 de abril
Pedro González (Telmo), BeatoPedro González (Telmo), Beato
Presbítero Dominico, 14 de abril
Valeriano, SantoValeriano, Santo
Mártir, 14 de abril
Liduvina, SantaLiduvina, Santa
Virgen, 14 de abril
Bernardo de Tiron, SantoBernardo de Tiron, Santo
Abad, 14 de abril