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domingo, 5 de noviembre de 2017

NUEVA BEATA DE INDIA ES TESTIMONIO DE MANSEDUMBRE Y MARTIRIO, PAPA FRANCISCO


Nueva beata de India es testimonio de mansedumbre y martirio, dice el Papa
 Foto: Hermanas Franciscanas Clarisas




VATICANO, 05 Nov. 17 / 08:15 am (ACI).- Después del rezo del Ángelus, el Papa Francisco recordó que el sábado, en la ciudad india de Indor, fue proclamaba beata Regina Mariam Vattalil, Rani Maria, religiosa de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Clarisas, asesinada por su fe cristiana en 1995.

“La hermana Vattalil dio testimonio de Cristo en el amor y la mansedumbre, y se une a la larga fila de mártires de nuestro tiempo. Su sacrificio es una semilla de fe y paz, especialmente en tierra india. ¡Era tan buena! La llamaban la hermana de la sonrisa”, explicó Francisco.


Martirizada con 54 puñaladas

La mañana del 25 de febrero de 1995, sor Rani Maria, viajaba en el autobús que la llevaba de Udayanagar a Indore (India), cuando fue atacada y asesinada por Samunder Singh, un sicario, con cincuenta y cuatro puñaladas.

Las amenazas de las que fue objeto antes de ser asesinada no la intimidaron, sino que la hicieron más generosa en la donación de sí misma: “Tengo la fuerte convicción de haber sido elegida para los pobres y los oprimidos. Estoy feliz de trabajar para ellos, porque también ellos son hijos de Dios, nuestros hermanos y hermanas”.

La hostilidad contra sor Rani y contra su manera de anunciar el Reino de Dios, se agudizó en los últimos momentos después que pudo sacar de la cárcel a algunos católicos que habían caído víctimas de una trampa. Sus enemigos decidieron por lo tanto librarse de ella y decretaron su muerte. 

Declarada por sus hermanas de Congregación “Mártir de los Marginados”, murió repitiendo muchas veces el Santo Nombre de Jesús.

SANTOS ZACARIAS E ISABEL, 5 NOVIEMBRE


5 de Noviembre
SANTOS ZACARIAS E ISABEL



Que Dios conceda a los padres de familia el imitar a Zacarías e Isabel, llevando como ellos una vida santa; siendo justos ante el Señor, y observando con exactitud todos los mandamientos y preceptos de Dios.

Nada es imposible para Dios (palabras del ángel a Zacarías).

San Juan BautistaLa fama de estos dos santos se debe a que fueron los papás de San Juan Bautista. 
El nombre de Zacarías, significa: "Dios se acordó de mí".
Isabel quiere decir: "Consagrada a Dios".
La bella historia de estos dos santos esposos la cuenta San Lucas en el primer capítulo de su evangelio.

"Hubo en tiempos del rey Herodes un sacerdote llamado Zacarías, casado con Isabel, una mujer descendiente del hermano de Moisés, el sumo sacerdote Aarón".

De estos dos esposos hace el evangelio un elogio formidable. Dice así: "Los dos llevaban una vida santa, eran justos ante Dios, y observaban con exactitud todos los mandamientos y preceptos del Señor". Ojalá de cada uno de nuestros hogares se pudiera decir algo semejante. Sería maravilloso.

Dice San Lucas: "Zacarías e Isabel no tenían hijos, porque ella era estéril. Además ya los dos eran de avanzada edad".

Y un día, cuando a Zacarías le correspondió el turno de subir al altar (detrás del velo) a ofrecer incienso, toda la multitud estaba afuera rezando.

Y se le apareció el Ángel del Señor, y Zacarías al verlo se llenó de temor y un gran terror se apoderó de él. El ángel le dijo: "No tema Zacarías, porque su petición ha sido escuchada. Isabel su mujer, dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Juan. Él será para ustedes gozo y alegría, y muchos se alegrarán por su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá licores; estará lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos hacia Dios, y tendrá el espíritu del profeta Elías, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto".

Zacarías le dijo al ángel: "¿Cómo puedo saber que esto que me dice sí es cierto? Porque yo soy muy viejo e Isabel mi esposa es estéril". El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, uno de los que están en la presencia del Dios, y he sido enviado para comunicarle esta buena noticia. Pero por no haber creído a las palabras que le he dicho, se quedará mudo y no podrá hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, que se cumplirán todas a su tiempo".

El pueblo estaba esperando a que saliera Zacarías y se extrañaban de que demorara tanto en aparecer. Cuando apareció no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había tenido alguna visión. Él les hablaba por señas y estaba mudo.

"Después Isabel concibió un hijo y estuvo oculta durante cinco meses (sin contar a los vecinos que iba a tener un niño)". Y decía: "Dios ha querido quitarme mi humillación y se ha acordado de mí".

El ángel Gabriel contó a María Santísima en el día de la anunciación, que Isabel iba a tener un hijo. Ella se fue corriendo a casa de Isabel y allí estuvo tres meses acompañándola y ayudándole en todo, hasta que nació el niño Juan, cuyo nacimiento fue un verdadero acontecimiento (como se narra en el 24 de junio).

SAN GUIDO MARÍA CONFORTI, 5 NOVIEMBRE


S. GUIDO M. CONFORTI
5 Noviembre



TODO COMENZÓ EN 1865

Se podría decir que todo comenzó en 1865, cuando Guido María Conforti nace en Casalora de Ravadese (Parma, Italia). Vive una infancia y adolescencia empeñada seriamente en el estudio y ayudando en lo que puede en la hacienda agrícola de la familia. Serio, serenamente jovial, responsable y empeñado en el cumplimiento de sus deberes y en la vivencia de la fe que le había transmitido su madre. A los seis años, Guido se traslada a Parma para estudiar en el colegio de los Hermanos de la Salle y, a los 11 años, ingresa en el seminario de Parma donde será ordenado sacerdote en 1888.

Dos encuentros decisivos

En la trayectoria personal, de fe y vocacional de Guido María Conforti, hay dos momentos, o períodos, destacables que determinaron su vida cristiana y su vocación sacerdotal y misionera. Durante toda su vida, Conforti interpretará estos dos momentos como cruciales y profundamente significativos para el proyecto que el Señor le invitó a hacer realidad.

El encuentro con Cristo

Durante sus primeros años en Parma, camino del colegio, Guido pasaba por delante de la Iglesia de Santa María de la Paz, en ella había un crucifijo de tamaño natural, ante él diariamente hacía Guido un rato de oración. Uno de los días se acercó al altar y se sintió envuelto por una mirada particular: “Yo le miraba y Él me miraba y pareció decirme tantas cosas”, referiría Conforti más tarde. “Tantas cosas” que fueron labrando en su corazón su respuesta sacerdotal y misionera.

Todas las biografías de Conforti y el testimonio de amigos y confidentes coinciden en la importancia y transcendencia de estos encuentros de Guido con este Cristo. En Jesús clavado en la cruz, ve al Señor que ha dado la vida por todos, al Salvador del mundo al que hay que amar, entregarse y darle a conocer a todo el mundo. Este crucifijo acompañó a Conforti durante toda su vida, se lo llevó al palacio episcopal, cuando era obispo de Parma y hoy se encuentra en nuestra Casa madre. Un día le dijo a su amigo y colaborador D. Ormisda Pellegri: “ves este Cristo, a Él le debo mi vocación”.

El encuentro con San Francisco Javier

Estamos aún en los tiempos del seminario, Guido estudia para llegar a la meta del sacerdocio y ejercer su ministerio en la diócesis de Parma. Conforti había leído más de una biografía de San Francisco Javier y varios de sus escritos y cartas en circulación en revistas misioneras italianas.

Durante su permanencia en el seminario menor cae en sus manos otra biografía de Javier. El P. Bonardi, uno de los primeros javerianos, dice: “el rector del seminario regaló a un seminarista una vida de San Francisco Javier, Conforti se la vio y se la pidió prestada, la leyó y esta vez fue una revelación para él”. La primera vez que Conforti nombra a Javier por escrito fue en unos propósitos juveniles, al final de unos ejercicios espirituales en 1884, de aquí hasta su muerte en 1931 hace referencia a él más de cien veces. La figura de Javier estuvo presente en el ánimo y en el corazón de Conforti toda su vida, como ejemplo a imitar y en el cual inspirarse.

De Javier, Conforti admira su fe en Dios, su conversión, su celo apostólico, su capacidad de afrontar las dificultades, su obediencia, su entrega total e incondicional a la difusión del Evangelio, piensa en Javier como el ideal del misionero al que se debe imitar y al que propone como modelo a sus hijos javerianos.

Hombre de encuentro y comunión

Conforti fue un hombre de encuentro y comunión, dos realidades que marcaron su vida personal y pastoral, como sacerdote y obispo, y como fundador de nuestra familia misionera. Encuentro y comunión vividos constantemente, con entrega, cordialidad, poniéndose en el lugar del otro, realizando lo mejor aunque el “perdiera”, haciendo triunfar siempre la caridad. Todo ello desde una profunda y sentida vida de fe y de amor a los demás, a los cercanos y a los lejanos. Desde una profunda, gozosa y esforzada pasión por Cristo y por el hombre al cual deseaba lo mejor: que se encontrara con Cristo y viviera en comunión con Él.

La misión es encuentro con Jesús, con el mundo, con las culturas y pueblos, con las religiones. Conforti nos indica lo necesario para vivir nuestra vocación: fe profunda, ver a Dios en todo, santidad, fraternidad a toda prueba, cultura amplia y variada, estudio de las lenguas, conocimiento de las culturas, cercanía y atención a la gente.

Una Santidad “ordinaria”

“La santidad es posible, ya que no es - lo repito - la grandeza de las hazañas, no es lo elevado del puesto, no son las obras maravillosas y extraordinarias lo que constituye la santidad” (Conforti-1917).

“Mons. Conforti no hizo gestos espectaculares, no pronunció ni escribió frases originales y revolucionarias… No hacía nada de extraordinario y no decía más que verdades ya sabidas. ¿Por qué sus ademanes ponderados, su voz cristalina, tenían un significado y un poder superior a la apariencia de los contenidos?” (V. C. VANZIN s.x., Un pastore, due greggi, p. 6).

En la vida de Mons. Conforti, lo que impacta es el hecho de que en él no hay nadaextraordinario, (no hay milagros, previsiones que se hayan cumplido, penitencias extraordinarias…) sino lo ordinario vivido de manera extraordinaria.

También en su enseñanza, este aspecto es constante. “A veces, pensando en nuestra santificación, elaboramos grandes proyectos para llevarlos a cabo, actos heroicos por cumplir, mientras que la santidad, en cada una de sus partes y elementos, se compone de pequeñas acciones” (Conforti-1923). “Algunos colocan la santidad en las oraciones, otros en las penitencias, otros en los dones extraordinarios. La perfección consiste en una sola cosa, hacer la voluntad de Dios” (Conforti-1926).



NACE UNA FAMILIA PARA EL MUNDO
Nacen los misioneros Javerianos

La trayectoria vocacional y espiritual de Conforti le va impulsando a responder a la llamada a dedicar su vida a la evangelización de los pueblos. Su delicada salud y la obediencia a los obispos que se suceden en Parma van haciendo difícil su deseo de ser misionero. Percibiendo que marchar a misiones no parecía posible va madurando un “audaz proyecto”, como él lo llama, que es el de ser padre de misioneros: fundar una institución que forme misioneros para anunciar a Cristo donde no es conocido.

Diálogo con sus obispos, contactos con la Santa Sede, superación de dificultades e insistencia hacen que Conforti vaya, con lentitud aunque con perseverancia, avanzando en su proyecto. En Marzo de 1894 escribe al Cardenal Ledóchowski, prefecto de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe. En la carta le describe la situación de su vocación misionera y lo que a este respecto desearía hacer: “Desde mis años más jóvenes siempre he sentido un fortísimo deseo de dedicarme a las misiones extranjeras y no habiendo podido realizar esta santa inclinación, por razones independientes de mí a su debido tiempo, estoy pensando, desde hace varios años, fundar yo mismo un Seminario destinado a este sublime fin”.

El proyecto avanza

Con el parecer favorable del Obispo y la aceptación de la Santa sede, Conforti abre la primera casa de formación misionera en Parma en 1895, pronto irán llegando aspirantes. Mons. Magani, obispo de Parma, inaugurará la modesta sede del Instituto el 3 de diciembre de 1895, durante la Eucaristía de esta celebración los dos primeros javerianos emiten sus votos religiosos y el de dedicarse a misiones, tres meses más tarde partirán para China.

El sueño de Conforti se está haciendo realidad. En 1900 se comienza a construir una casa más grande para el seminario de misiones que va acogiendo cada vez a más jóvenes, en 1987 eran ya 40. Será la casa Madre. En 1906 el Instituto javeriano recibe de la Santa sede el “Decretum Laudis” que declara a los javerianos como Congregación Religiosa Misionera de derecho pontificio. Las Constituciones definitivas serán aprobadas en 1921.

El sueño hecho realidad

Cuando Mons. Conforti muere, a los 66 años de edad, el 5 de noviembre de 1931, lo hacehabiendo vivido plenamente su vocación misionera sin haber trabajado nunca en ninguna misión. La vocación misionera que sintió desde muy joven la vivió con la fundación de los Misioneros Javerianos. Durante su vida abrió cinco casas de formación en Italia: Parma, Vicenza, Poggio san Marcello, Grumone y Vallo Della Lucania.

Conforti quería formar misioneros preferentemente para Asia, si podía ser para China para poder hacer lo que San Francisco Javier no pudo al morir a sus puertas. En 1898 parten los dos primeros javerianos para China. Durante su vida, Mons. Conforti mandará unos 44 javerianos a este país. En 1906 se crea la Prefectura Apostólica de Honan Occidental y en 1929la de Loyang, las dos encomendadas a Prefectos Apostólicos javerianos y atendidas pastoralmente por javerianos. A pesar de las dificultades encontradas, los fracasos, las decepciones y las contrariedades que Mons. Conforti tuvo que afrontar, a la hora de su muerte se puede decir que su sueño se había cumplido durante

Obispo de Parma y misionero del mundo

El 5 de noviembre de 1931 moría en Parma Mons. Guido María Conforti. Dos familias lloraban la despedida: la diócesis de Parma de la cual fue pastor durante 24 años y el Instituto Javeriano que había fundado 36 años antes.

Sus contemporáneos recuerdan su figura apacible y la evocan como si fuese ayer. Su despedida definitiva, ritmada por tantas pequeñas despedidas, subraya su gran humanidad y la admiración que le circundaba.

China: En 1928, Conforti va a China para encontrarse con sus misioneros. La bondad de su rostro había cautivado inmediatamente la imaginación de los chinos a quien habían saludado como “el Gran Obispo”. Mons. Conforti, entrando en la catedral de Cheng Chow, había entonado un Te Deum de agradecimiento a Dios que le concedía ver el trabajo realizado por sus hijos, la coronación de su vocación misionera. Al finalizar aquella visita memorable, murmuró: “Señor, ¡ya he visto! Ahora puedo irme en paz”.


Parma: Existe una fotografía significativa del 1931: el obispo se encuentra en la montaña, a caballo, con una mano levantada en signo de saludo y bendición para la gente que lo recibía en su visita pastoral. De hecho, estaba visitando por quinta vez las 304 parroquias de su diócesis.

En cada aniversario de su muerte, la diócesis de Parma y los Javerianos irán descubriendo con mayor hondura, el gran don que su obispo y fundador había sido para toda la Iglesia. Con el pasar de los años, el carisma y la santidad de Mons. Conforti han adquirido realce y han sido plenamente ratificados mediante la beatificación por parte del Papa Juan Pablo II en 1996, y canonización por parte del Papa Benedicto XVI el 23 de octubre de 2011. El Papa Juan Pablo II resumió el mensaje de vida de Guido María Conforti: “La divina Providencia quiso que él experimentara, por un lado la fuerza y la urgencia de la misión ad gentes y por el otro la responsabilidad en relación con la Iglesia particular de la cual era Pastor. Esta tensión apostólica, por la acción de la gracia, se reveló en él singularmente fecunda, así que la Iglesia entera, puede hoy reconocer en su existencia un luminoso ejemplo de misionariedad que definiríamos como plenamente pastoral y católica, constituida por la cooperación constante y equilibrada entre comunión y misión, entre la preocupación por la comunidad y el impulso hacia cuantos todavía no son parte de ella”.

Obispo y misionero

De varias partes de Italia se miraba con atención hacia las iniciativas del obispo de Parma. Lo que impresionaba era su capacidad de conciliar el servicio pleno a la Iglesia local, con la pasión misionera por la Iglesia universal. Mons. Conforti estaba convencido de que la Iglesia necesitaba renovarse para responder mejor a las nuevas tareas de su misión en el mundo. El obispo de Parma fue como un imán para los que sentían la urgencia de la formación misionera del pueblo de Dios. También lo buscó un joven sacerdote, José Ángel Roncalli, el futuro Papa Juan XXIII, que dirá: “Buscaba a Mons. Conforti como a la más distinguida expresión episcopal de Italia de aquel feliz movimiento misionero, suscitado por la encíclica Maximum Illud del Papa Benedicto XV. Lo buscaba como representante de aquella plenitud del ministerio sagrado de las almas, que asocia el Obispo al Misionero: Obispo de Parma, pero Misionero para el mundo”.

El último viaje

Salió de Marsella el 21 de septiembre de 1928 y regresó a Parma el 28 de diciembre del mismo año. El viaje a China lo hizo por “deber y necesidad del corazón”. Deber de Superior general y necesidad de un Padre que quería encontrarse con sus hijos personalmente y unirlos siempre más entre ellos.

El viaje le confirió un nuevo sentido de las proporciones: “Para China no son suficientes 3.000 misioneros: ¡serían necesarios 50.000!... ¡Llegará un día en que la inmensa China será cristiana!” El proyecto misionero de San Guido María Conforti estaba arraigado en la mirada misericordiosa del Crucifijo y se exaltaba en la visión de los frutos del Evangelio: “La formación de una sola familia que abrace toda la humanidad”.

Animación misionera de la Iglesia

La MISIÓN es la conclusión lógica y gozosa del encuentro con Cristo, por ello Conforti funda un INSTITUTO MISIONERO y por ello trabaja para que la ANIMACIÓN MISIONERA en Italia –y más tarde en el mundo- sea una realidad, comenzando por los sacerdotes, para que sean animadores misioneros en sus parroquias.

Pontificia Unión Misional

La Congregación Misionera ya la había fundado, ahora se empeña en la Animación Misionera de la Iglesia local por medio de la Pontificia Unión Misional que inició con el nombre de Unión Misionera del Clero. Su fundador es el beato Paolo Manna que encontró en Guido María Conforti a un obispo activo en la sensibilización de las iglesias locales para la propagación de la fe a los no cristianos.

El P. Paolo Manna percibe la necesidad de implicar a los sacerdotes diocesanos en la animación de los fieles para sostener la Obra de la Propagación de la Fe (conocida como DOMUND). La idea central de la Unión Misionera del Clero reside en la organización de sacerdotes comprometidos en la animación y la cooperación misionera del pueblo cristiano y el fomento de las vocaciones misioneras.

El P. Manna se percata de que para interesar a los obispos y a la Santa Sede la persona más indicada era Guido María Conforti, obispo de una diócesis italiana, superior y fundador de un Instituto Misionero. Mons. Conforti, una vez informado, se adhiere sin dificultad y con entusiasmo al proyecto.

Actividad de Conforti

En 1916 Conforti, en Roma, hablaría al papa Benedicto XV del proyecto de la Unión Misionera del Clero, el Papa la aprobará el 23 de octubre del mismo año.

En 1917 Conforti escribía una carta al clero de su diócesis para motivar la Unión Misionera del Clero y desarrollar la conciencia del deber que todos tienen en interesarse por la propagación de la Fe. “Italia, escribía Conforti, debería estar a la vanguardia en personal y contribución a las misiones, su generosidad misionera aún era escasa”. Esta situación aún persiste, hoy en día, en muchas Iglesias locales.

Primer presidente

A la Unión Misionera del Clero san Guido dedicará gran empeño, y de ella será nombrado primer presidente. La Unión Misionera del Clero es elevada a Obra Pontificia en 1956 por Pío XII, a la que en 1949 había integrado la vida consagrada. En 1980 se abre a los laicos, se conoce hoy como la PUM (Pontificia Unión Misional).

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 5 NOVIEMBRE 2017


Domingo 31º del Tiempo Ordinario – Ciclo A
Domingo 5 de noviembre de 2017

“Tu amor nos libera“





Primera lectura
Lectura de la profecía de Malaquías (1,14–2,2b.8-10):

«Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones –dice el Señor de los ejércitos–. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre –dice el Señor de los ejércitos–, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví –dice el Señor de los ejércitos–. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»

Palabra de Dios

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Salmo
Salmo 130,1.2.3

R/. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R/.

Sino que acallo
y modero mis deseos,
como un niño
en brazos de su madre. R/.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.

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Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (29,7b-9.13):

Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

Palabra de Dios

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Lectura del santo evangelio según san Mateo (23, 1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor



Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt 23, 1-12

NO HACEN LO QUE DICEN

Jesús habla con indignación profética. Su discurso, dirigido a la gente y a sus discípulos, es una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los dirigentes de la Iglesia cristiana no caigan en conductas parecidas.

¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.

«No hacen lo que dicen». Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos poder, pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Un ejemplo de vida más evangélica de los dirigentes cambiaría el clima en muchas comunidades cristianas.

«Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobres las espaldas de los hombres; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas». Es cierto. Con frecuencia somos exigentes y severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la gente sencilla con nuestras exigencias, pero no les facilitamos la acogida del Evangelio. No somos como Jesús, que se preocupa de hacer ligera su carga, pues es humilde y de corazón sencillo.

«Todo lo hacen para que los vea la gente». No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes de nuestra imagen, buscando casi siempre «quedar bien» ante los demás. No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro prestigio personal.

«Les gusta el primer puesto y los primeros asientos […] y que les saluden por la calle y los llamen maestros». Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?

«No os dejéis llamar maestro […] ni preceptor […] porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro Preceptor: Cristo». El mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes solo hacia él. ¿Por qué la Iglesia no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?

«No llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo». Para Jesús, el título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos?