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jueves, 25 de agosto de 2016

ORACIONES A SAN LUIS DE FRANCIA


Oración a San Luis de Francia

Oh Dios, que has trasladado a san Luis de Francia desde los afanes del gobierno temporal al reino de tu gloria, concédenos, por su intercesión, buscar ante todo tu reino en medio de nuestras ocupaciones temporales. Por nuestro Señor Jesucristo.

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Oración a San Luis de Francia contra los infortunios

Glorioso san Luis de Francia,
hijo de reyes ejemplares y piadosos
que supieron llenar tu alma de pureza y piedad
y te educaron para reinar en la tierra con amor y justicia
y sobre todo y ante todo, para alabar y servir a Dios.

Dotado de grandes virtudes y noble corazón
fuiste desde niño fiel seguidor del Señor
y viviendo entre los lujos y riquezas de la corte
nunca te alejaste de la santidad y moral cristiana,
poniendo todo tu empeño y vida al servicio de los demás.

Admirable san Luis de Francia
que con oración penitencia y sacrificio
y siempre entregado a hacer el bien
solo quisiste la felicidad y bienestar de tus súbditos,
buscando la paz, el entendimiento y la armonía
entre los más adinerados y los más pobres,
entre los más afortunados y los más desdichados
administrando la justicia sin importar clase y condición,
mediando para evitar abusos y discriminaciones
atendiendo personalmente a los pobres,
desamparados, enfermos y abandonados,
resolviendo sus desgracias, infortunios y adversidades,
hoy acudo a ti para implorar tu caridad y generosidad,
tú que fuiste padre afectuoso de tu pueblo
y sembraste la paz y la justicia entre todos ellos,
intercede ante el Padre misericordioso
para que me ayude en mis preocupaciones y conflictos,
y me conceda lo necesario para solucionar
esto que tanto me atormenta y aflige:

(pedir con gran esperanza lo que se quiere conseguir)

Venerable san Luis ayúdame en mis serias dificultades,
haz que pueda salir airoso en mis problemas judiciales,
aleja la miseria, la ruina y las carencias de mi vida,
dame la tranquilidad y sosiego que tanto preciso
para que en mi hogar haya paz, dicha y bienestar;
rey Santo, tú que sentiste tanto amor por nuestro Señor,
que con fe y heroísmo dirigiste las Cruzadas
para rescatar los santos lugares en Jerusalén,
enséñame a seguir tu ejemplo de entrega, fe y caridad
y haz que cada día ame más a Jesucristo,
a quien por tu mediación, oh santo protector,
espero ver y amar eternamente en la Patria Celestial.

Amén.

Rezar tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.

SAN LUIS DE FRANCIA, EL REY JUSTO, 25 DE AGOSTO


Hoy 25 de agosto  celebramos a San Luis de Francia; gobernante sabio, justo y prudente



 (ACI).- San Luis de Francia se distinguió por su espíritu de penitencia y oración, además por su amor por los pobres; fue un gobernante sabio, justo y prudente.

Nació en Poissy, cerca de París, el 25 de abril en el año 1214. Era hijo de Luis VIII de Francia y de Blanca de Castilla. Es contemporáneo de Santo Tomás y San Buenaventura.

Fue coronado a los 22 años.

Se casó con Margarita de Provenza en 1227 y con ella tuvo once hijos, a quienes les brindó personalmente una excelente educación. Fue un esposo y padre ejemplar.


La primera de las numerosas abadías que fundó la inauguró en 1239.

Balduino II, el emperador latino de Constantinopla, regaló al soberano la "Corona de Espinas" para agradecerle la generosidad con la que había ayudado a los cristianos de Palestina y de otros países de oriente.

El Santo mandó derribar su capilla de San Nicolás y construyó la "Saint Chapelle" en París para depositar ahí la Corona de Espinas y otras reliquias.

El rey perteneció a la Orden Terciaria Franciscana. Fundó varios monasterios, entre ellos el de Royaumont, el convento de Maubuisson (con ayuda de su madre) y el hospital de ciegos Quinze-Vingts, más conocido como Los Trescientos.

Participó en dos cruzadas, cuyo objetivo era recuperar el Santo Sepulcro y frenar las invasiones musulmanas en la zona, pero estas no tuvieron éxito. Sin embargo, fue considerado como uno de los caballeros más valientes de la época.


En la primera cruzada cayó prisionero en Egipto y durante la segunda se enfermó de disentería cerca de Cartago (norte de África). Recibió los últimos sacramentos el 24 de agosto de 1270 y expiró al día siguiente. Tenía 55 años.

Fue trasladado a Francia y depositado en la iglesia de Saint- Denis, donde estuvieron sus restos hasta que fueron profanados durante la Revolución Francesa. Fue canonizado en 1297.

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Biografía de San Luis de Francia


En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.

En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.

El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.

Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.

Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.

A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.

Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.

En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».

En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.

Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.

Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.

El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).

Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.

A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.

Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.

En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.

Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.

El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.

Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

ORACIÓN PARA RENDIR EXÁMENES Y ESTUDIOS A SAN JOSÉ DE CALASANZ


Oración para Exámenes y Estudios a San José de Calasanz

¡Oh glorioso san José de Calasanz!,
tú que experimentaste en tu vida la llamada de Jesús,
que fuiste cautivado por la mirada de los niños de la calle
y, sin pensarlo, dejaste todo para seguir al Maestro,
tú que en la infancia necesitada descubriste el Amor Divino,
el camino hacia una misión nueva y gratificante,
y olvidándote de ti mismo no dudaste en servirlos,
en ayudarlos, en entregarte en cuerpo y alma 
para darles formación en la fe cristiana 
y conocimiento en las letras humanas,
escucha mi plegaria, atiende mis peticiones.

Memorable y bendito educador san José de Calasanz
tú que sabes los que es estudiar y rendir examen,
te pido que me des paz y que me acompañes,
humildemente te ruego intercedas ante el Señor
y le solicites que sea mi guía y apoyo,
que me dé el valor y la constancia necesarias
para aprovechar cada minuto de mis estudios,
que pueda reflexionar con calma lo que me enseñan,
y llegado el momento de la prueba, del examen,
pídele que refuerce mi memoria y capacidad,
que sea cuidadoso, creativo y eficiente 
para poder manejarme ante las dificultades que surjan;
así mismo que conceda paz y paciencia
a los que me van a examinar,
que sean equitativos y justos con todos.

San José de Calasanz bienaventurado,
por último te imploro me asistas y protejas en esta vida,
enséñame a imitar tus dones de caridad y paciencia,
de amor, bondad y entrega con mis semejantes
para llegar a merecer las recompensas Eternas.

Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

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Rezar con mucha confianza, el Credo,
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Hacer la oración y los rezos cada vez que se necesite
ayuda en los estudios, y antes de cada examen.

SAN JOSÉ DE CALASANZ, FUNDADOR DE LOS ESCOLAPIOS, 25 DE AGOSTO


Hoy 25 de agosto se celebra a San José de Calasanz, Fundador de los Escolapios
Por Blanca Ruiz


 (ACI).- San José de Calasanz, sacerdote, nació en Peralta de la Sal, en Aragon, España en 1557. Calasanctius, como también se le llama al santo, fue gran defensor y propulsor del valor de la educación para una época en donde estudiar no era accesible para todos. Fundó la primera escuela popular cristiana de Europa, que después serían conocidas como ‘Escuelas Pías’, así como la Orden de los Padres Escolapios.

Sus padres fueron Don Pedro Calasanz (gobernador de Peralta) y Doña María Gaston. Recibió una buena educación en casa, pues el grato ambiente familiar le proporcionó una extraordinaria y duradera formación cristiana y cultural. Asistió luego a la escuela local de Peralta en donde también recibió una sólida educación.

A los catorce años decidió hacerse sacerdote, aunque no contó con la aprobación de su familia hasta pasados años ya que su padre quería que se encargara de la administración familiar o que fuera militar. Estudió Filosofía y Derecho Canónico en la Universidad de Lérida y Teología en las universidades de Valencia y Alcalá de Henares.

Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Siguiendo así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.

Fue ordenado sacerdote con 25 años. Fue nombrado Vicario general de Urgel, el puesto más importante después del de obispo de la diócesis.


Poco después de su ordenación se trasladó a Roma, renunciando al alto cargo en la diócesis y repartiendo entre los pobres las riquezas que había heredado de sus padres.

Durante sus años de estancia en Roma hubo una gran inundación que dejó miles de muertos. Esto impactó profundamente a José de Calasanz que se dedicó a ayudar a los afectados por las riadas uniéndose a una cofradía.

Cuando comenzó a recorrer los barrios vio como muchos de los niños no estaban escolarizados por falta de medios económicos. Ése fue el germen de la creación de las Escuelas Pías, que estarían abiertas a todos los niños, especialmente a los más necesitados.

Comenzó a buscar apoyos y financiación para llevar a cabo su proyecto de escolarización pero nadie le apoyó. Por eso en 1597 pidió utilizar la sacristía de la parroquia de Santa Dorotea en Roma y allí daba clases, comenzando así la primera escuela gratuita de Europa. Y dedicó su vida a abrir las puertas de la educación a todos.

"En Roma he encontrado la manera definitiva de servir a Dios, haciendo el bien a los pequeños, y no lo dejaré por nada del mundo".

A estos centros educativos se les llamó ‘Escuelas Pías’ y a quienes trabajaban en ellas ‘escolapios’.

Tras comprobar los buenos resultados y la magnífica gestión de las escuelas éstas recibieron el apoyo de la Santa Sede.

Su manera de educar es precursora de la pedagogía moderna.

"Pues si desde la infancia el niño es imbuido diligentemente en la Piedad y en las Letras, ha de preverse, con fundamento, un feliz transcurso de su vida entera" - Constituciones de las Escuelas Pías, escritas por San José de Calasanz (1622).

San José de Calasanz murió el 25 de agosto de 1964 en Roma, con 91 años. En la actualidad las Escuelas Pías se encuentran en los cinco continentes.

BEATO ALESSANDRO DORDI, SACERDOTE Y MÁRTIR, 25 DE AGOSTO



Alessandro Dordi, Beato
Sacerdote y Mártir, 25 de agosto


Por: . | Fuente: Catholic.net 



Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En distintas localidades de la diócesis de Chimbote, Perú, beatos Michal Tomaszek y Zbigniew Strzalkowskisacerdotes profesos polacos de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y Alessandro Dordi  sacerdote diocesano italiano, asesinados por odio a la fe. († 1991)
Decreto martirio: en la mañana del 3 de febrero de 2015, S.S. Francisco recibió en audiencia al cardenal Angelo Amato S.D.B, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y autorizó a ese dicasterio a promulgar el decreto de martirio de estos Siervos.
Fecha de beatificación: 5 de diciembre de 2015, durante el pontificado de S.S. Francisco
Breve Biografía

Alessandro Dordi fue el segundo de trece hermanos. Nació en Gromo San Marino-Bergamo (Italia) un 23 de enero de 1931, llegó a estudiar en el Seminario Diocesano de Cluson, donde fue ordenado Sacerdote cuando solo tenía 23 años, era miembro de Comunidad Misionera Paradiso de Bergamo cuando aceptó la invitación de Monseñor Luis Bambarén, entonces Obispo de Chimbote, para asumir la extensa parroquia Señor Crucificado de Santa.


Era un hombre bueno, austero y sencillo, hombre de oración. Sacerdote infatigable, valiente, caminante y misionero. Su carisma por el anuncio del Evangelio se evidenció desde siempre. Al ordenarse sacerdote, cuando tenía 23 años fue a trabajar a una Diócesis entre los campesinos y los que sufrieron de inundaciones en los años 50s. 11 años después pasó a un poblado de Suiza y acompañó por 14 años como capellán de los emigrantes italianos. Allí visitaba a las familias, enseñaba religión y dirigió un del Centro Profesional. Quería ir a África, a Burundi como misionero, pero luego de visitar algunos países de América Latina eligió el Perú y llegó a Santa en 1980.
1980 es precisamente el año que Sendero Luminoso emopezó sus actos violentos y en una durísima crisis económica. Tenía 49 años y se volcó en el servicio a los fieles de la región del Santa, en Ancash. Organizó cursos de apoyo a la mujer, programas de alfabetización, levantó capillas y casas parroquiales…
Intentó sentirse uno más entre los santeños, compartía sus costumbres, fiestas y la tensión de vivir en un país golpeado por la violencia política, atentados terroristas, secuestros, protestas…
La Catequesis Familiar fue su prioridad. Promovió muchos cursos y animaba la preparación para los sacramentos en las comunidades del valle, que visitaba constantemente sin importarle las distancias. Sabía trabajar en conjunto, con otros agentes pastorales y comunidades religiosas.
Consiguió donaciones para realizar diversas construcciones pastorales y de servicio social: Centro Promocional de la Mujer en 1983 con el apoyo de Caritas Española y más tarde organizó el Club de Madres para realizar actividades y talleres de manualidades, cursillos de alfabetización, corte y confección, bordado, enfermería, primeros auxilios, higiene y salud. Preocupado por atender a los enfermos construyó y puso en marcha el Botiquín Parroquial que funcionaba gracias a donaciones.
También fundó el Centro de Educación Ocupacional “Virgen del Carmen”, capillas, casas parroquiales y centros comunales en diversos poblados de Santa.
Por desgracia, no era un buen momento para el Perú: las semillas del terrorismo se había sembrado y producido tanto odio.
El contexto: obispo amenazado
El obispo de Chimbote, Luis Bambarén Gastelumendi, estaba amenazado por los terroristas comunistas. Como cuenta un reportaje en LaRepublica.pe "casi semanalmente recibía escritos y en su andar por la ciudad pesquera observaba pintadas rojas en las paredes de las casas. Sabía del inminente riesgo para él y los sacerdotes que predicaban su fe en diferentes puntos de la región. Hasta que una amenaza más llegó, pero esta vez mucho más específica: "Si no renuncia mataremos dos sacerdotes por semana", decía un mensaje escrito a mano que incluía otras tantas frases de odio que caracterizaba a Sendero Luminoso".
"Ante esta nueva arremetida, monseñor Bambarén, presuroso, no dudó en convocar a los padres de todas las parroquias bajo su influencia para informarles y advertirles de las amenazas. "Les doy libertad para que puedan alejarse de sus zonas: pueden retirarse a Lima o a sus países", recuerda haber dicho en una reunión con los sacerdotes. Presentes estaban los padres polacos Michael Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski y el italiano Alessandro Dordi. Aquella vez, los dos primeros que trabajaban en el poblado andino de Pariacoto y el último en Santa manifestaron su intención de no mudarse".
El martirio
Cuando se enteró del asesinato de los misioneros polacos escribió a un amigo: “En estos días estamos particularmente angustiados y preocupados. Seguramente han sabido como el 9 de agosto Sendero Luminoso ha matado a dos sacerdotes de la Diócesis de Chimbote. Son dos franciscanos polacos que trabajaban en un valle como el mío: tenían 32 y 34 años”.
“Puedes imaginar la situación de ansiedad en que vivimos, hay amenazas de próximos asesinatos. Sendero Luminoso, que con el terror quiere llegar al poder, ha puesto su mira en la Iglesia…La situación del Perú es angustiosa. Cada día nos preguntamos: ¿a quién le tocará hoy?”.
Dordi parecía prever que él sería el siguiente. “Adiós, ahora regreso ahí y me matarán”, escribió.
El 25 de agosto de 1991, acompañado de dos seminaristas en una camioneta, se dirigía de Vinzos a Santa para celebrar misa. Unos encapuchados de Sendero Luminoso rodearon el vehículo y obligaron a los dos jóvenes a salir. "Nos dijeron que bajáramos y nos llevaron lejos. Mientras caminábamos oímos los disparos de armas de fuego", relataron los seminaristas. El P. Dordi había sido asesinado con tres disparos.    


Fuentes: obispadodechimbote.org
religionenlibertad.com

LOS SANTOS DE HOY JUEVES 26 DE AGOSTO 2016

Alessandro Dordi, BeatoAlessandro Dordi, Beato
Sacerdote y Mártir, 25 de agosto
Patricia, SantaPatricia, Santa
Virgen y Mártir, 25 de agosto
Carmelo de Colomers Salvá Menescal, BeatoCarmelo de Colomers Salvá Menescal, Beato
Religioso y Mártir, 25 de agosto
Ramón Cabanach Majem, BeatoRamón Cabanach Majem, Beato
Sacerdote y Mártir, 25 de agosto
Eduardo Cabanach Majem, BeatoEduardo Cabanach Majem, Beato
Sacerdote y Mártir, 25 de agosto
Francisco Llach Candell, BeatoFrancisco Llach Candell, Beato
Sacerdote y Mártir, 25 de agosto
Fermín Martorell Vies, BeatoFermín Martorell Vies, Beato
Sacerdote y Mártir, 25 de agosto
María Troncatti, BeataMaría Troncatti, Beata
Misionera, 25 de agosto
Luis Urbano Lanaspa, BeatoLuis Urbano Lanaspa, Beato
Presbítero y Mártir, 25 de agosto
Aredio de Limoges, SantoAredio de Limoges, Santo
Abad, 25 de agosto
Luis Baba, BeatoLuis Baba, Beato
Mártir, 25 de agosto
Ginés (o Genesio) de Arlés, SantoGinés (o Genesio) de Arlés, Santo
Mártir, 25 de agosto
Pedro Vázquez, BeatoPedro Vázquez, Beato
Mártir, 25 de agosto
Tomás Cantalupo de Hereford, SantoTomás Cantalupo de Hereford, Santo
Obispo de Hereford, 25 de agosto
José de Calasanz, SantoJosé de Calasanz, Santo
Presbítero y Fundador, 25 de agosto
Luis IX, SantoLuis IX, Santo
Rey de Francia, 25 de agosto

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 25 DE AGOSTO 2016


¡Estad en vela no sabes el día ni la hora!

Tiempo Ordinario



Mateo 24, 42-51. Tiempo Ordinario. Vivir fielmente cada día, con alegría, esperando la venida de Cristo. 



Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net 




Del santo Evangelio según san Mateo 24, 42-51
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, como se merecen los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Oración introductoria
Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédeme que, guiado por el mismo Espíritu, sienta la urgencia de estar siempre preparado, viviendo de cara a la eternidad y que esta oración me capacite para conocerte, encontrarte y amarte.

Petición
Señor, ¡aumenta mi fe!

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
 Velen y estén preparados.
La palabra clave de la lectura del evangelio de hoy es VELAD. Hoy estamos sumergidos en un mundo de inseguridad que alarma a buena parte de los ciudadanos. Las guerras, el terrorismo, el azote de la inseguridad ciudadana, el peligro de la delincuencia, el desbordamiento de los fenómenos naturales, la amenaza de la enfermedad, la crisis económica, entre muchas otras, son algunas de las situaciones que amenazan nuestra paz. Por ello, tomamos medidas cada vez más radicales: puertas de seguridad, candados, llaves, alarmas, policías, armas…
Ciertamente, los peligros de todo tipo amenazan nuestra seguridad y la de los nuestros, pero es mucho más importante la certeza de que nuestra vida está resguardada del grave peligro de una infelicidad eterna. Lo repetimos una y otra vez: En este mundo estamos de paso, por ello, la seguridad de poder descansar eternamente en los brazos de Dios, es la tarea que con más interés debemos cuidar.


Hay que estar atentos para cuando llegue el Señor a pedirnos cuenta de nuestraadministración. Es preciso tenerlo todo en orden para acertar en el destino definitivo de la vida. En este sentido es como se nos avisa que estemos bien dispuestos:
Estemos alerta para que la muerte nos sorprenda preparados y así evitar el fracaso definitivo de la vida.
Estemos alerta para acumular méritos para entrar en el Reino de la vida.
Estemos alerta y bien despiertos para recibir la llamada definitiva.
Estemos alerta y procuremos tener las cuentas claras de nuestra vida interior y presentarnos con la conciencia limpia ante nuestro Dios.
Estemos alerta recordando que estamos a tiempo de cambiar sabiendo que nunca es demasiado tarde mientras tengas vida.
Estemos alerta a la llamada de Dios para seguirla sin condiciones estando bien atentos para responder: Estamos aquí, Señor.
El llanto y crujir de dientes no es para nosotros, los que intentamos seguir a Cristo incondicionalmente. Si procuramos estar bien despiertos, con el corazón limpio y la mente dispuesta para seguir al Señor, no vamos a temer ni el sufrimiento ni la muerte, pues estamos destinados a la VIDA eterna.
La vigilancia permanente se consigue con la práctica constante de la oración y con el examen de conciencia. La fuerza nos la dan el Espirita Santo, la Eucaristía, la lectura y meditación de la Palabra. El premio consiste en tener paz en el alma, serenidad en nuestra mente y felicidad en el corazón.
«Es esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene “con gran poder y gloria”, que manifiesta su amor crucificado, transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de uno mismo por amor al prójimo y a imitación de Cristo, es el único poder victorioso y el único punto fijo en medio de la confusión y tragedias del mundo.»
 (S.S. Francisco, Angelus15 de noviembre de 2015).
Reflexión
El último día de la historia, el final de los tiempos, se ha descrito en muchas ocasiones como un día trágico y ha dado lugar a una literatura que llamamos "apocalíptica".

Jesucristo anunció que vendría de nuevo a la tierra, y que esa venida sería definitiva. Pero, ¿cómo debe preparase un cristiano? Vamos a considerar dos tipos de "esperas".

La primera es parecida a la de un soldado, agazapado en su trinchera, esperando con verdadero miedo el ataque del enemigo. Su única ilusión es que ese momento nunca llegue, porque sabe que puede acabar mal. Es la actitud del que ve el final pensando que va a condenarse por sus pecados. Tiembla, pero tampoco pone remedio.

La segunda espera es la de la esposa que aguarda a su marido, ausente durante mucho tiempo del hogar. Por ejemplo, la esposa de un marinero, que sueña el día en que volverá a estrechar entre sus brazos al amor de su vida. Y cuando se acerca el día, se prepara, se viste, se perfuma y se dispone a recibirle con toda la ilusión del mundo.

El cristiano debe vivir sin temor, preocupado por vivir fielmente el día a día, pero también siendo consciente de la responsabilidad de cada uno de sus actos. Por tanto, no hay que descuidarse y sí estar preparados, con alegría, para el encuentro definitivo con Dios.

Propósito
Ofrecer hoy un pequeño sacrificio a Dios y pedirle la gracia de adquirir la virtud que más necesite para crecer en el amor a los demás.

Diálogo con Cristo
Jesús, qué diferente es mi vida cuando me esfuerzo por ver todo desde el plano de la fe. Las cosas, las actividades, las mismas relaciones sociales, todo se transforma y se vuelve relativo de cara a la eternidad. ¡Qué pocas cosas son importantes! Ayúdame a vivir pensando en el cielo que me has prometido y que lo busque como esa perla fina, ese gran tesoro que dará plenitud a mi vida.