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martes, 16 de agosto de 2016

5 CONSEJOS DE SAN ESTEBAN DE HUNGRÍA QUE AYUDARON A SU HIJO A SER SANTO TAMBIÉN


Los 5 consejos de San Esteban de Hungría que ayudaron a su hijo a ser santo también
Por Abel Camasca


 (ACI).- San Esteban fue rey de Hungría y esposo de la Beata Gisela de Baviera. Del amor de los dos nació San Emerico. En una ocasión, San Esteban le dio los siguientes consejos a su hijo para gobernar con santidad.

1.- Conservar la fe

“En primer lugar, te ordeno, te aconsejo, te recomiendo, hijo amadísimo, si deseas honrar la corona real, que conserves la fe católica y apostólica con tal diligencia y desvelo que sirvas de ejemplo a todos los súbditos que Dios te ha dado, y que todos los varones eclesiásticos puedan con razón llamarte hombre de auténtica vida cristiana, sin la cual ten por cierto que no mereces el nombre de cristiano o de hijo de la Iglesia”.

2.- El don de la vigilancia y protección


“En el palacio real, después de la fe ocupa el segundo lugar la Iglesia, plantada primero por Cristo, nuestra cabeza, transplantada luego y firmemente edificada por sus miembros, los apóstoles y los santos padres, y difundida por todo el orbe. Y, aunque continuamente engendra nuevos hijos, en ciertos lugares ya es considerada como antigua”.

“En nuestro reino, hijo amadísimo, debe considerarse aún joven y reciente, y, por esto, necesita una especial vigilancia y protección; que este don, que la divina clemencia nos ha concedido sin merecerlo, no llegue a ser destruido o aniquilado por tu desidia, por tu pereza o por tu negligencia”.

3.- El mismo trato con todos

“Hijo mío amantísimo, dulzura de mi corazón, esperanza de una descendencia futura, te ruego, te mando que siempre y en toda ocasión, apoyado en tus buenos sentimientos, seas benigno no sólo con los hombres de alcurnia o con los jefes, los ricos y los del país, sino también con los extranjeros y con todos los que recurran a ti. Porque el fruto de esta benignidad será la máxima felicidad para ti”.

4.- Compasivo y misericordioso


“Sé compasivo con todos los que sufren injustamente, recordando siempre en lo íntimo del corazón aquella máxima del Señor: Misericordia quiero y no sacrificios. Sé paciente con todos, con los poderosos y con los que no lo son”.

5.- Fuerte y honesto

“Sé, finalmente, fuerte; que no te ensoberbezca la prosperidad ni te desanime la adversidad. Sé también humilde, para que Dios te ensalce, ahora y en el futuro. Sé moderado, y no te excedas en el castigo o la condena. Sé manso, sin oponerte nunca a la justicia. Sé honesto, de manera que nunca seas para nadie, voluntariamente, motivo de vergüenza. Sé púdico, evitando la pestilencia de la liviandad como un aguijón de muerte”.

“Todas estas cosas que te he indicado someramente son las que componen la corona real; sin ellas nadie es capaz de reinar en este mundo ni de llegar al reino eterno”.

SAN ESTEBAN DE HUNGRÍA, 16 DE AGOSTO, REY DE HUNGRÍA


San Esteban I, rey de Hungría y de una familia santa
16 de agosto 
Por Abel Camasca

(ACI).- San Esteban nació en lo que hoy es Hungría al finalizar el siglo X, siendo hijo del príncipe Géza y de la reina Sarolta. Cuando nació lo llamaron Vajk y al ser bautizado lo nombraron Esteban, esto se produjo después que la familia real húngara abrazara el cristianismo por supervivencia política.

Esteban, siendo joven, aprendió latín de manos de San Adalberto y recibió educación cristiana. Contrajo matrimonio con la Beata Gisela de Baviera, hermana del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, San Enrique II. A la muerte de su padre, le sucede en el trono y se convirtió en rey.

El pueblo estaba acostumbrado a adorar varios dioses, pero esto no lo desanimó en su trabajo de evangelización y fue obteniendo conversiones con la dedicación a su pueblo y el ejemplo de vida.

Esteban recurrió al Papa Silvestre II para que Occidente reconociera su reino y el Pontífice envió a San Anastasio, discípulo de San Adalberto, para que lo corone. Asimismo organizó la vida política y religiosa de la nación, construyó iglesias y monasterios.

Entre sus cercanos colaboradores estaban los monjes benedictinos, orden de la que procedían los primeros obispos del nuevo reino como San Anastasio, San Beszteréd, San Buldo, San Gerardo Sagredo, San Beneta, el Beato Sebastián de Esztergom, entre otros.

San Esteban con su hijo, San Emerico, defendió a su pueblo del ataque de las tropas de Conrado II, que buscaba someter al reino. Un año más tarde su hijo murió.

Con la ayuda de Dios logró que mucha se convirtiera. Partió a la Casa del Padre el 15 de agosto de 1038 y fue sepultado en la Basílica de Székesfehérvár, que él mismo había hecho construir y que llegó a ser una de las mayores basílicas de Europa.

El santo rey de Hungría fue canonizado por el Papa San Gregorio VII en 1083 y su fiesta se celebra cada 16 de agosto. San Esteban también es reconocido como santo por los ortodoxos.