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viernes, 8 de enero de 2016

SAN SEVERINO, EL PREDICADOR, 8 DE ENERO


Hoy se conmemora a San Severino, predicador que promovía la oración contra los vicios
Por Abel Camasca



 (ACI).- "Si quieren tener la bendición de Dios, respeten mucho los derechos de los demás”, decía San Severino, patrono de Viena, Austria y Baviera. Profetizó terribles castigos a algunas ciudades si no se convertían y hacían penitencia. Además, tenía los dones de curación y consejo. Su fiesta se celebra el 8 de enero.

San Severino era original de Roma y provenía de una familia noble y rica. Dejó la “capital del mundo” de ese entonces y se fue de misionero a las orillas del río Danubio en Austria.

Allí les anunció a los pobladores de Astura que si no dejaban los vicios y no se dedicaban a rezar más con sacrificios, sufrirían un terrible castigo. Nadie le tomó importancia. Entonces el santo declaró que no se hacía responsable de sus malas decisiones y se fue a la ciudad de Cumana.

Días después llegaron los bárbaros de Hungría, llamados “Hunos” y arrasaron con la ciudad de Astura, matando a casi todos los habitantes.



En Cumana también profetizó castigos si la gente no se convertía. Igualmente, nadie le creía hasta que llegó un sobreviviente de Astura y les contó lo que le pasó a su ciudad por no hacerle caso a San Severino, quien los quiso ayudar.

Es así que los pobladores se fueron a orar a los templos, cerraron las cantinas y cambiaron su comportamiento, haciendo sacrificios. Cuando estaban por llegar los bárbaros, un tremendo terremoto los asustó, los hizo huir y no entraron a la ciudad.

San Severino intercedía ante Dios por la curación de muchos enfermos. Sin embargo, no intercedió por su discípulo Bonoso pues le decía: “Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder". Por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad y llegó a buen grado de santidad.

Le gustaba repetir frases de la Biblia y recordaba siempre que todo pecado trae castigos del cielo. Por otro lado, durante 30 años fundó monasterios. Recorría descalzo las inmensas llanuras de Austria y Alemania, incluso en las heladas nieves. Su sencillez hasta en el vestir su túnica desgastada y vieja, le ganó el respeto de todos.

Al pequeño Odoacro le profetizó que pronto repartiría entre los suyos los lujos de la “capital del mundo”. Este hombre con sus hérulos conquistó Roma y por el cariño a San Severino respetó y apoyó el cristianismo.

En la ciudad de Kuntzing, el río Danubio hacía destrozos en sus inundaciones y dañaba al templo católico. San Severino colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al río: “No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su Santa Cruz". De esta manera, las crecientes del río nunca más pasaron por aquel lugar.

El 6 de enero del 482 sintió que ya era hora de partir a la Casa del Padre, mandó a llamar a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo que respeten los derechos de los demás si querían tener la bendición de Dios. “Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos", añadió.

Murió el 9 de enero del 482 y pronunciando las palabras del Salmo 150: "Todo ser que tiene vida, alabe al Señor". Seis años después sacaron sus restos y lo encontraron incorrupto. Le levantaron los párpados y vieron que sus ojos azules brillaban como si estuviera dormido. Sus reliquias han sido veneradas por siglos en Nápoles.

SEÑOR, SI QUIERES, PUEDES LIMPIARME


Señor, si quieres, puedes limpiarme
Milagros



Lucas 5, 12-16. Navidad. Lo único que necesitas es acercarte humildemente a Cristo y pedírle lo que necesitas. 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 5, 12-16
Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

Oración introductoria
Señor, vengo ante Ti como el leproso del Evangelio. Estoy necesitado de tu gracia. Tócame y sáname de todas mis lepras, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mi vanidad. Conviérteme en un verdadero cristiano.

Petición
Señor, que pueda corresponder a tu gracia amando a los demás.

Meditación del Papa Francisco
La lepra era una condena de por vida y sanar a un leproso era tan difícil como resucitar a un  muerto. Y por eso eran marginados. Sin embargo, Jesús tiende la mano al excluido y demuestra el valor fundamental de una palabra: cercanía.
No se puede hacer comunidad sin cercanía. No se puede hacer paz sin acercarse, ni se puede hacer el bien sin acercarse. Jesús podía decirle: ¡sánate! Pero no, se acercó y le tocó. Es más, en el momento que Jesús tocó al impuro se convierte en impuro.
Este es el misterio de Jesús, tomar consigo nuestras suciedades, nuestras cosas impuras. Pablo lo explica bien: “Siendo igual a Dios, no estimó esta divinidad un bien irrenunciable, se aniquiló a sí mismo. Jesús se hace pecado. Jesús se excluye, ha tomado consigo la impureza por acercarse a nosotros”.
Muchas veces pienso que es, no digo imposible, pero muy difícil hacer el bien sin mancharse las manos. Y Jesús se manchó. Cercanía. Y después va más allá. Le dijo: “Ve donde los sacerdotes y haz lo que se debe hacer cuando un leproso es sanado”. Al que era excluido de la vida social, Jesús lo incluye: lo incluye en la Iglesia, lo incluye en la sociedad… “Ve para que todas las cosas sean como deben ser”. Jesús no marginaba nunca a nadie. Se marginaba a sí mismo, para incluir a los marginados, para incluirnos a nosotros, pecadores, marginados, con su vida. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 26 de junio de 2015, en Santa Marta).


Reflexión
Nadie hubiera pensado que curarse de la lepra fuera tan fácil. Lo único que precisó este enfermo, fue acercarse humildemente a Cristo y pedírselo. Él sabía que Cristo bien podía hacerlo. Además, cree con todo su corazón en la bondad del Maestro. Quizá por esto, es que se presenta tan tímido y sencillo a la vez: "Maestro, si quieres, puedes curarme". La actitud denota no sólo humildad y respeto, revela además, confianza...

La vida de muchas personas, y a veces la nuestra, se ve llena de enfermedades y males, sucesos indeseados y problemas de todos los tipos, que nos podrían orillar a perder la confianza en el Maestro, Buen Pastor. Quizá alguna vez, hemos pensado que Él nos ha dejado, que ya no está con nosotros; pues sentimos que nuestra pequeña barca ha comenzado a naufragar en el mar de la vida... Pero de esta forma, olvidamos que el primero en probar el sufrimiento y la soledad fue Él mismo, mientras padecía su muerte en la cruz. Y así, nos quiso enseñar que Dios siempre sabe sacar bienes de males, pues por esa muerte ignominiosa, nos vino la Redención.

La lección de confiar en Cristo y en su infinita bondad, no es esperar que nos quitará todos los sufrimientos de nuestras vidas. Sino que nos ayudará a saber llevarlos, para la purificación de nuestra alma, en beneficio de toda la Iglesia.

Propósito
Tener presente la preparación de mi siguiente confesión, no posponerla, decidirme.

Diálogo con Cristo
Señor, cuántas veces me creo sano y no me doy cuenta de que estoy enfermo espiritualmente. ¡Cúrame Jesús! Que a semejanza del leproso del Evangelio, la experiencia de tu amor, me dé toda la luz para hacer un buen examen de conciencia y un firme propósito de enmienda al acercarme al sacramento de la reconciliación.